Entrevistas Audiovisual

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Entrevistas Audiovisual Adrián Rodríguez


H5

Una ciudad construida a base de letras, donde cada objeto está representado por su propio nombre escrito. Así de simple y así de ingeniosa es la idea para el video “The Child” de Alex Gopher, que en 1999 causó furor en festivales de medio mundo. Tras semejante ocurrencia estaba H5, un colectivo parisino de diseñadores gráficos fundado a mediados de los noventa por Ludovic Houplain et Antoine Bardou-Jacquet. Una década después, y con algunos cambios en su formación inicial, H5 pueden presumir de haber firmado obras de la talla de “Twist” para Goldfrapp, “Special Cases” para Massive Attack o la multipremiada “Remind Me” para Röyksopp. ¿Cómo decidisteis dar el salto del diseño gráfico a los videoclips? A finales de los noventa estábamos trabajando con varios músicos alternativos franceses, como Alex Gopher, Air o Etienne de Crécy, para las portadas de sus discos. Nos gustaba mucho jugar con la tipografía, y a los músicos les pareció muy bien, por varias razones. En primer lugar porque ellos querían que la gente se centrara en sus canciones y no en su propia imagen, y por otro lado, porque estaban en sellos modestos y no se podían permitir grandes sesiones fotográficas. Así que nos centramos en el uso de la tipografía y en el impacto que se podía conseguir para una portada jugando solo con letras y colores. A partir de estas pruebas se nos


ocurrió la idea para el video “The Child”. Se lo propusimos a Alex Gopher y le encantó. ¿Encontrasteis muchas diferencias entre el mundo de las marcas comerciales y el de la música? Las dos esferas se acercan cada vez más. Las compañías de discos están empezando a vender a los músicos como si fueran un producto cualquiera, el rock’n’roll ha muerto. Hacer un anuncio es mucho más simple porque sabes las reglas del juego desde el principio. Pero en un videoclip tienes que mantener un diálogo creativo con los músicos, lo cual nos resulta muy estimulante, y compaginarlo con los intereses de los managers o los productores. ¿Limita eso vuestra libertad creativa? Depende. Si es el propio músico quién nos pide el video, y tiene una idea clara de lo que quiere, entonces el trabajo resulta más cómodo. Ese fue el caso de los videos para Playgroup y Alex Gopher, por ejemplo. Pero las cosas se complican cuando empiezan a aparecer demasiados intermediarios, especialmente los mercaderes con pretensiones artísticas. En este sentido, el video para Goldfrapp fue el más difícil, tuvimos todos los problemas que se pueden tener en un rodaje. Entre otras cosas, parte del material que grabamos de Allison bailando se perdió, y por supuesto el comisario del video estaba obsesionado con que ella apareciera. Al final encargaron a otro equipo que añadiera algunas escenas a nuestro video sin que lo supiéramos. ¿Os consideráis parte de la llamada “ola francesa” del videoclip, junto a autores como Stéphane Sednaoui o Michel Gondry? ¿Michel Gondry? Nunca hemos oído hablar de él. ¿Es francés? No, en serio, no nos consideramos parte de ningún movimiento, y tampoco creemos que haya existido nunca la “French Touch”, como a los periodistas les gusta decir. Simplemente han aparecido una serie de directores que han tenido la oportunidad de mostrar su trabajo en otros países, y en Francia, si tu trabajo triunfa en Estados Unidos, el Reino Unido o Japón, pasas a ser un artista consagrado. Cada autor tiene su


propio estilo en función del campo del que proceda. Stéphane, por ejemplo, sigue creando imágenes muy fotográficas. Michel empezó como un animador de marionetas y ahora sigue buscando la diversión y la fantasía. Nosotros diseñamos nuestros videos. ¿Y dentro de H5 también hay un estilo definido? Por supuesto, cada uno de nosotros tiene su propia identidad, pero siempre trabajamos en grupo, normalmente en equipos de dos – somos tres directores. Son estas combinaciones las que crean un estilo único, el de H5, que es diferente del estilo propio de cada director. Vuestros videos para Royksopp y Massive Attack tienen una fuerte carga social. ¿Creéis que las vidas de la gente de nuestro tiempo están demasiado programadas? Sin duda. Y al mismo tiempo nunca habíamos sido tan libres. De todas formas, no hay ningún mensaje en nuestros videos, sólo preguntas. Para acabar, ¿qué posición tiene hoy el videoclip como género audiovisual? Esta mañana he visto en mi página de inicio a Internet que Apple ha lanzado un nuevo I-Pod con el que puedes bajarte videoclips de pago. Creo que eso indica que hemos pasado página y que ahora los videoclips ya son por completo una herramienta de marketing. Aunque no creo que eso sea una mala señal; como he dicho antes, la música también se ha convertido en un producto comercial y no por eso deja de haber autores con talento que hacen grandes canciones.


Richard Fenwick

Mientras H5 empezaban a ganar prestigio como diseñadores, Richard Fenwick se consagraba como un reputado realizador de motion graphics. Paralelamente dirigía cortos experimentales en su propia compañía audiovisual. Hasta que vio “Come to Daddy” de Chris Cunningham y su carrera tomó un nuevo rumbo. Desde entonces ha rodado una veintena de videoclips para gente como Death in Vegas, Teenage Fan Club, Bent o Timo Maas, demostrando una envidiable capacidad para transformar ideas sencillas en imágenes tan potentes como evocadoras. ¿De qué forma ha influido tu experiencia como diseñador videográfico en tus videos musicales? Mi formación en motion graphics me ha permitido concebir la imagen de una forma más amplia. Me siento cómodo mezclando varios géneros y estilos visuales, ya sea animación, acción real, o una combinación de las dos. Creo que una vez se han rodado los planos todavía se pueden hacer muchas cosas con ellos; supongo que es la misma sensación que puede tener un diseñador gráfico delante de una fotografía. ¿Cuál ha sido tu relación con los músicos con los que has trabajado? Bueno, los músicos también son gente creativa y suelo tener charlas muy interesantes con ellos. Muchas veces acaba surgiendo una gran afinidad entre nosotros, de manera que yo me entusiasmo con su música y ellos con mis videos. Es algo que me divierte y que nunca pasa en el mundo de las marcas y las cadenas de televisión.


Entonces, ¿situarías los videoclips más cerca del arte que de la publicidad? Sí, diría que se acercan más al videoarte. Mucha gente en la industria de la música tiene más de artista que de cliente, y el hecho de hacer algo creativo para ellos me hace disfrutar mucho. Es un proceso bohemio y experimental que me parece muy atractivo. Aunque las cosas están cambiando un poco y la música se está empezando a convertir en un negocio, lo cual es una lástima porque deja en segundo plano a la gente que realmente tiene talento. A pesar de ello, ¿puedes desarrollar libremente tu estilo? Sí, comparado con la mayoría de rodajes publicitarios, en los videoclips se suele tener mucha libertad creativa. Una vez la discográfica aprueba tu idea, tienden a dejarte hacer las cosas a tu manera. Nunca me he sentido presionado; si me han escogido a mí como director es porque les gustan mis ideas, y siempre es muy esperanzador sentir que los demás están de tu parte. ¿De dónde nacen esas ideas? En mi caso, de la música. La canción con la que trabajas será el 50% del resultado final, de manera que la inspiración tiene que partir de ahí. Puedo escuchar la canción unas cincuenta veces antes de empezar a buscar ideas... Siempre intento ser lo más fiel posible a la parte musical de mis videos. ¿Qué clase de conexión buscas entre el sonido y la imagen? Por un lado, me gusta que la imagen tenga relación con la tonalidad general de la música. Creo que el video “I Need Direction” de Teenage Fan Club es un buen ejemplo de esto. La canción expresa un sentimiento de nostalgia veraniega con un toque de tristeza, y eso es lo que la parte visual pretende transmitir. Por otro lado, procuro que haya una sincronía más precisa entre imagen y sonido, una correspondencia más exacta. El video que hice para “Gob Coitus” de Chris Clark es la muestra más evidente.


¿Y puede suceder que la imagen y la música sigan caminos distintos? Casi nunca separo del todo los planos visuales de lo que expresa la canción, pero puede funcionar. En el principio del video “To Get Down” de Timo Maas, por ejemplo, la música va creciendo cada vez más pero los planos se mantienen igual de lentos. Eso causa tensión, un suspense narrativo que me interesa mucho. ¿Estás más interesado en narrar historias o en crear atmósferas? Me gustan las dos. A veces coinciden en un mismo video, pero no es lo habitual. En general, me atrae la idea de contar una historia que conecte bien con la canción, pero casi siempre es la música y no yo la que acaba decidiendo si la narración es apropiada o no. A veces hay que limitarse a buscar una atmósfera porque la canción es ya de por sí muy intensa y cualquier pequeña historia acabaría saturando el resultado. ¿Cuál es para ti el mejor ejemplo de lo que debería ser un videoclip? “All Is Full of Love” de Chris Cunningham para Björk, y también “Karma Police” de Jonathan Glazer para Radiohead. Los dos son simples y elegantes, absolutamente hipnóticos, y al mismo tiempo consiguen adaptarse perfectamente a la canción. Una última reflexión: ¿crees que el videoclip tiene el estatus que merece? En general, creo que sí. A veces se les considera objetos desechables, de usar y tirar, porque hay miles de videoclips de mala calidad y sólo unos pocos buenos. Si consiguiéramos subir un poco el nivel -escogiendo mejores directores, por ejemplo- entonces los videoclips merecerían tener un estatus mucho más alto.


Daniel Askill

Daniel Askill (Sydney, 1977) había ejercido como músico, diseñador gráfico y director de spots, cortometrajes y videoclips, antes de que su pieza experimental “We Have Decided Not To Die” arrasara en festivales de medio mundo y le convertiera ipso facto en uno de los cineastas más prometedores de su tiempo. Cofundador del prestigioso estudio de diseño y vídeo australiano COLLIDER, Askill está entre los pocos privilegiados que han conseguido acercar el videoarte al gusto popular, integrando con exquisita elegancia efectismo y profundidad simbólica. Y quizás sea también, junto con Cunningham, el realizador contemporáneo que mejor ha retratado el cuerpo humano como enigma. ¿Qué directores te han influenciado más? Mis influencias proceden tanto del cine como de la música. Bill Viola, Tarkovsky, John Cage, Steve Reich y Kubrick han sido un referente para mí. ¿Explica eso la importancia de la música en tu obra? Sí, la música es una pieza fundamental de mis videos. Pienso en ella mientras escribo el guión, y también la tengo muy presente en el montaje. Incluso a veces me gusta escucharla mientras estamos rodando. También trabajas mucho la gestualidad…


Siempre he vivido cerca de la danza contemporánea y eso ha debido influirme. Yo mismo decido algunos gestos antes de rodar y el resto los improvisa el actor siguiendo mis indicaciones. Luego, en el montaje, ajusto los gestos a la música. Me gusta trabajar con movimientos convulsos e inquietantes porque conectan con la idea de ritual, de trascendencia mística, lo cual me fascina. ¿Tu uso de la cámara lenta pretende reforzar ese efecto? Sí. Lo que me gusta de las películas es que puedes ver cosas que no puedes ver con tus propios ojos. Puedes reconstruir el espacio y el tiempo y descubrir nuevos detalles, revelar la belleza que hay dentro de un momento efímero. De hecho, en muchas de tus obras el tiempo se detiene en un loop infinito. ¿Te interesa más buscar sensaciones que explicar una historia? Procuro combinar lo sensorial con la narración a partes iguales. Valoro mucho la narratividad, pero no en el sentido tradicional sino entendida gráficamente, como una forma. El círculo, por ejemplo, es una de mis formas narrativas preferidas.


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