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P. Edgar Hidalgo

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Yolanda Estévez

Yolanda Estévez

Estoy yendo a Dios: las tres vías de la vida interior del alma

P. Édgar Hidalgo

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En medio de la barbarie de los actuales acontecimientos, es muy potencial en el ser humano, enfrentar todo tipo de dificultades, para resistir, sobrevivir, sobreponerse a toda la vorágine existencial; nos reconforta hasta el fondo del alma en Mt 18, 20: “Y he aquí que estoy con ustedes, todos los días hasta el fin del mundo”. Creo sinceramente que la fe cristiana gusta de exponerse a las peripecias y provocaciones de todos los tiempos.

Por eso estamos llamados a la máxima lucidez de la que seamos capaces, ver las vías místicas del acercamiento a Dios, de manera especial, lo haremos desde San Juan de la Cruz para recorrer los senderos de las vías purgativa, iluminativa hacia Dios: la transformación del alma en Dios se lleva a cabo paulatinamente a través del tránsito de las tres vías de la mística sanjuanista. Los términos “herida”, “llaga”, “muerte” ilustran los estados melancólicos, anhelantes y extáticos que acompañan respectivamente el tránsito del alma por las tres vías que ya hemos mencionado.

Leemos en el primer libro de Subida al Monte Carmelo, prólogo 9: “ni aun mi principal intento es hablar a todos, sino con algunas personas de nuestra sagrada religión de los primitivos del Monte Carmelo, así frailes como monjas, por habérmelo ellos pedido, a quien Dios hace merced de meter en la senda de este monte; los cuales como ya están bien desnudos de las cosas temporales de este siglo, entenderán la doctrina de la desnudez de espíritu”. San Juan de la Cruz desea ofrecer doctrina segura sobre la verdad ante todo de carácter testimonial, esencialmente experiencial, vivencial. El conocimiento divino es primeramente experiencial, debemos insistir en ello, y luego teórico, pues el santo recibe la ciencia de Dios a través del entendimiento infuso de la experiencia mística, y este conocimiento se desarrolla de forma simbólica y en lectura nutricia:

1. La vía purgativa empieza a reconocer que es pecador, tú quieres seguir a Dios pero te atan los pecados capitales: soberbia, lujuria, ira, avaricia, gula, envidia y pereza que necesitan de la humildad, castidad, paciencia, generosidad, templanza, caridad y diligencia para enrumbarse nuevamente. 2. La vía iluminativa: tú empiezas a notar que

Dios te empieza a ayudar, te ayudan los siete dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. La idea de afrontar la vida con perseverancia es un asunto que preocupa actualmente en los contextos dónde se valora alcanzar el éxito profesional: siendo la perseverancia una fuerza para lograrlo, una persona talentosa sin perseverancia no solo ofrece garantía de llegar al final, sino que tampoco ofrece cierta seguridad de hacerlo con una vivencia subjetiva de satisfacción a pesar de las dificultades halladas en el camino. 3. La vía unitiva: las dos vías dependen de ti, la tercera depende de Dios, dependen de ti, de tu esfuerzo, de prontitud para actuar en los caminos de Dios. Tenemos que perseverar como un brote de semilla de un sano

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sentimiento de potencia y de la capacidad de sentir un sano sentimiento de potencia y de la capacidad de encontrar sentido en el devenir de la vida en Dios.

Las tres etapas de la vida interior han marcado los intentos de explicación del crecimiento espiritual. Comenzando por la vía purgativa, siguiendo por la vía iluminativa, y finalizando con la vía unitiva, el sujeto espiritual muestra un recorrido interior de acercamiento a uno mismo, conocimiento del Señor, y unión transformante en Dios.

Decía Martin Heidegger en “Der Feldweg” que “cuánto más grande el maestro, tanto más puramente desaparece su persona detrás de la obra”. “La consumación de su experiencia, el ser comunicado de aquel a quien llamamos experimentado, no consiste en ser alguien que lo sabe ya todo, y que de todo sabe más que nadie. Por el contrario, el hombre experimentado es siempre el más radicalmente no dogmático, que precisamente porque ha hecho tantas experiencias y ha aprendido de tanta experiencia está particularmente capacitado para volver hacer experiencias y aprende de ella” H.G. Gadamer, “Verdad y método”.

Al hombre de hoy lo esotérico le resulta, dejando patente que él es el náufrago experiencial en medio de olas tormentas de la superficialidad prevalente y la falta predominante de escrúpulos y valores a nivel comunitario o político. La experiencia es conocimiento propio y autorizado para una guía espiritual para el camino de la unión con Dios. Es precisamente esta idea de camino, de trayecto, la que preside un objetivo claro del alma: Dios.

El proceso de purgación y purificación que el alma debe realizar para poder merecer la unión con la Divinidad debe atravesar estas tres vías de intimidad divina. Mientras que tal proyecto no llegue a su fin, el alma no se librará de todas sus imperfecciones y no podrá alcanzar su objetivo. Se trata de un proceso y rechazo de todo aquello que impida la unión con Dios. En otras palabras, de un rechazo absoluto de todo lo que no es Dios.

Herida por el amor de Dios, el alma decide salir en su búsqueda. Esta búsqueda tiene un objetivo bien definido: la unión para transformarse en el Amado. Crece en el alma un amor impaciente que no se contenta con las respuestas que le da el Amado a través de las criaturas. Ante su incapacidad para encontrar al Amado, el alma decide iniciar un proceso purgativo de mortificación, y rechazo de todo lo que le impida el Encuentro con el Amado y la unión que tanto ansía

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