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¿ESTAMOS LISTOS PARA CONVIVIR CON LA IA?
from Revista Brújula #102
by AEG PUCP
Reflexiones Sobre La Importancia De Establecer Nuevas Reglas
La tecnología ha avanzado significativamente y estamos cada vez más cerca de vivir en una realidad de ciencia ficción. La Inteligencia Artificial, progresivamente, está reemplazando algunas actividades de las que se encargaba el ser humano. Para saber qué reglas se deberían establecer para convivir de manera responsable con la IA, los egresados PUCP Gissella Bejarano, miembro de la Comisión de Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial para el Perú y Oscar Montezuma, director ejecutivo de Niubox Legal, una firma especializada en asesoría legal en tecnología, dan sus opiniones al respecto.
Comenzamos a vivir en un futuro que hace unos años solo existía en la ciencia ficción. Por ejemplo, en la serie “Los Supersónicos”, de los años 60, mostraba un mundo utópico que hoy es casi una realidad: desde robots que limpian casas de manera automática hasta aplicaciones que permiten ver a personas a miles de kilómetros de distancia en tiempo real. Ahora, hemos dado un paso más en la evolución de la tecnología creando una inteligencia que parece igualar e incluso superar las capacidades creativas de las personas. Si antes, la creación de personajes fantásticos y tramas sorprendentes requería horas de trabajo y esfuerzo; ahora, estos programas pueden hacerlo en cuestión de segundos. En un mundo donde los robots ya son parte del entorno, tanto en el trabajo como en la casa, se puede decir que la Inteligencia Artificial (IA) progresivamente se está humanizando.
Si la IA es un sistema que intenta asemejar la forma en la que razona y se comporta un ser humano, cabría detenerse a pensar… ¿Es tan inteligente como nuestro cerebro? “No estamos seguros de que esté razonando o no. Da los resultados que le pides, pero no sabemos si analizó los datos de forma correcta”, explica Gisella Bejarano, ingeniera experta en Datos e Inteligencia Artificial. Y es que detrás de cada software hay los programadores, personas que, a través de códigos y una gran base de datos, enseñan a la IA una serie de patrones.
Se debe priorizar la equidad para asegurar que los modelos de IA funcionen en los diferentes grupos de personas, y también transparencia para saber si los data sets usados para enseñar a la IA fueron lo suficientemente inclusivos, porque ¿quiénes son los que más han podido interactuar en internet?”.
A pesar de que estos sistemas no tienen conciencia propia, pueden parecer muy realistas. Así lo demuestra el popular chatbot ChatGPT que contesta como un humano: saluda, da las gracias y se disculpa cuando comete algún error en la información que proporciona. Pareciera que uno realmente está interactuando con alguien que siente, “pero debemos ser conscientes de que lo que está detrás son estadísticas y matemáticas”, advierte Gisella.
Evitar que la IA domine el mundo
La IA no es consciente, no tiene emociones ni deseos como los seres humanos. Simplemente fue creada por ellos. No obstante, nos domina también el miedo de que estas inteligencias comiencen a cobrar conciencia, se tornen malignas, transgredan las leyes humanas y consigan dominar el mundo, tal como lo plantea la ciencia ficción.
Isaac Asimov, plasmó estos escenarios futuristas en sus libros y planteó tres leyes que debían seguir los robots para mantener el orden y no esclavicen a la ciudad. En primer lugar, un robot no puede hacerle daño al ser humano ni puede permitir que este sea dañado. En segundo lugar, debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas entran en conflicto con la primera ley. Por último, un robot debe proteger su propia existencia, siempre que no entre en conflicto con las otras dos leyes.
“Esas tres reglas que eran ciencia ficción se están usando como base de las grandes discusiones legislativas a nivel mundial”, explica Oscar Montezuma, abogado experto en derecho digital. Ante una tecnología que evoluciona constantemente, las leyes específicas que se fijen podrían ser desfasadas en cuestión de semanas. “No es necesaria una ley de inteligencia artificial, sino más bien modificar leyes que ya existen para que se ajusten al tema”, explica.
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De acuerdo con Gisella y Oscar, el futuro apocalíptico de la ciencia ficción solo sería posible si permitimos que la IA se inmiscuya en nuestras decisiones, si dejamos que decida y haga todo por nosotros. Entonces las leyes, en realidad, deberían estar destinadas a regular el comportamiento de las personas frente a la difusión y uso de estas inteligencias.
Con estos sistemas se han creado imágenes de situaciones falsas que han mal informado a muchos ciudadanos, como las del Papa Francisco vistiendo diferente o las de el ex presidente Trump siendo arrestado. También hubo casos de aplicaciones donde el reconocimiento facial no registraba a personas afrodescendientes. “Desde el lado de la ética se debe reflexionar hasta dónde conviene desarrollar sistemas informáticos que reproduzcan sesgos de discriminación o que permitan hacer uso indebido de los datos”, enfatiza Oscar.
“Se debe priorizar la equidad para asegurar que los modelos de IA funcionen en los diferentes grupos de personas, y también transparencia para saber si los datasets usados para enseñar a la IA fueron lo suficientemente inclusivos, porque ¿quiénes son los que más han podido interactuar en internet?”, reflexiona Gisella.
Así como la responsabilidad de la regulación de la IA queda en cada ser humano, el futuro de la automatización de los oficios también recae en cada uno. “Las cosas que no se pueden digitalizar van a tener un mayor valor. Son las emociones, la empatía, el criterio. Lo que será crucial en el futuro es cómo agregamos valor donde la tecnología ya ha resuelto el problema”, finaliza Oscar.
Lo bonito de una facultad que tiene todas las ramas, es que aprendes de todo un poco. Desde grabado y escultura hasta dibujo. Puedes experimentar y realmente escoger lo que te gusta.”.