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LA CURA DE LOS PASEOS IMAGINARIOS
from Ágora número 32
by Ágora Colmex
Claudia Pamela Chavarría Machado
A rAíz de unA intensA lecturA de las investigaciones poéticas de Gaston Bachelard y de un viaje a Puebla que duró medio año —el cual, no obstante, continúo visitando ocasionalmente en mis sueños desde hace más de ocho años—, me convencí de que los paseos dotados de un ingrediente imaginario curan los corazones fatigados. Esta técnica médica (yo digo) se basa en sueños y recuerdos que componen una lista de pasos y paseos, los cuales devuelven la euritmia a un corazón fatigado y roto o a un sistema circulatorio descompuesto. Aquí mis hallazgos.
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La primera vez que encontré una pócima en uno de estos paseos fue cuando estaba perdida en un recuerdo borroso. Mientras recorría éste, noté que estaba olvidando la risa de mi madre y entré en una profunda tristeza. El paseo siguió la siguiente fórmula:
Una imagen cura otra imagen; un conjunto de ellas forma una ensoñación, y la ensoñación cura el recuerdo. Así, salté a un recuerdo de mi infancia, cuando mi mamá me llevaba a las nieves de yogurt en el centro de Torreón. Como eran caras, nomás podíamos ir una vez a la quincena. Mi mamá reía cuando me veía devorar ese montón de azúcar. Luego, cambié de escena: volteé a la derecha y vi subir a mi mamá al coche e invitarme a comer. Mientras pasaba de una imagen a otra de ella sonriendo, ensoñé su risa. Aquel recuerdo borroso se curó con ese paseo.
Ante el éxito obtenido con la receta anterior, cuando me encontré perdida nuevamente en un doloroso recuerdo de un desamor muy profundo, marcado por el peso y la deuda cada vez mayor de cosas que nunca pude decir ni responder, entre marañas de recuerdos, encontré la segunda pócima para el siguiente paseo:
Hay que evitar pesadeces accidentales en los recuerdos. Es mejor juntar las fores de la montaña en un ramo bien hecho. Empecé a pasear e imaginar que estaba armando un ramito de fores con cada memoria ligera, cosas resueltas y que no pesaban. Las amistades eran las fores amarillas; los viajes que hice en ese tiempo eran las fores verdes, y los miedos que se convirtieron en fuerzas eran las fores moradas. Salí con un ramito bien hecho. Al terminar el paseo, me sentí repuesta.
La tercera pócima fue una de las más complejas y difíciles de elaborar. La encontré en el precipicio de la ansiedad. Estaba estacionada en esa clase de sensaciones que no te dejan en paz por días o, incluso, meses, cuya partida te transforma porque ya ni siquiera recuerdas cómo es vivir sin esa fatiga. Todo comienza con un ritmo lento al caminar y respirar y luego:
Guarde silencio, sea paciente y escuche hasta que le hable un latido que dice: yo también sé hablar en sentido fuerte, en sentido pleno, en sentido vivo. Se escucha el aire que entra al cuerpo. Se escucha el latido del corazón fatigado que baja su velocidad. Esto puede tomar minutos o años, pero cuando se completa la receta para este paseo, se llega a un lugar imaginario lleno de una suave y relajante nada: un espacio negro, bien obscuro, aunque más claro que la luz del medio día porque no hay imagen que lo perturbe. Aprecia éste con los ojos cerrados. Ahora guarda ese único e irrepetible recuerdo como un nuevo remedio para usar en caso de emergencia. De corazón comparto esta lista de pasos y paseos que me devolvieron la euritmia, espero sean de utilidad. Ya que conoces parte de la ruta para coincidir en un paseo sé tan amable de invitarme a intercambiar nuevos remedios.