Siluetas

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SLUI ET AS



RODRIGO GUIDI

poesĂ­a

Siluetas aguafuerte producciones editoriales


Guidi, Rodrigo Adrián Siluetas. - 1a ed. - Ushuaia : Aguafuerte producciones editoriales; Editora Cultural Tierra del Fuego, 2012. 80 p. ; 21x15 cm. ISBN 978-987-28630-2-9 1. Poesía Argentina. I. Título CDD A861

Siluetas · Rodrigo Guidi Editores Editora Cultural Tierra del Fuego editoracultural@tierradelfuego.gov.ar

AGUAFUERTE · producciones editoriales produccionesaguafuerte@gmail.com

Impreso en octubre 2012 Cantidad de ejemplares 500 - Primera edición Número de ISBN 978-987-28630-2-9 Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723 No se permite la reproducción parcial o total sin el permiso previo y escrito del autor.

Libro editado en Tierra del Fuego · Argentina © Rodrigo Guidi 2012


Comité Ejecutivo Editora Cultural Tierra del Fuego Presidente Lic. Sergio Daniel Araque Secretario de Cultura de la Provincia de Tierra del Fuego Representante de la Editora Cultural Tierra del Fuego Sr. Luis Omar Comis Representante de los Artistas Plásticos Prof. Verónica Flores Representante de los Escritores Sra. Norma Ramello Representante de los Músicos Sr. Héctor Coria Representante de los Artesanos Sra. Alicia Frangi Representante de la Subsecretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Ushuaia Prof. Gustavo Pérez



Siluetas RODRIGO GUIDI



A la Morenita. A Athina. Dos soles. Dos intensidades.



siluetas de pr贸logo


La conspiración data

desde que

ambas se conocieron en los albores del lenguaje, desde que la forma y el símbolo desataron la furia conduciendo la marea

de significados

fuera de la geografía del destierro. Recostadas sobre la hierba dieron a luz su Prometeo para desafiar los códigos del lenguaje escrito, para matar el simple dibujo. en poético encuentro imagen dejó de

y

la

Se unieron


ser

muda

y la palabra dejó de ser ciega: juntas acarician los ojos, visten la mirada

y a caballo del silencio inventaron un nuevo lenguaje. Ahora los signos copulan

en gramático matrimonio, engendran palabras como imágenes forzadas al sonido

y la imagen se eterniza en la palabra.

Ya la una no puede ser sin la otra porque hay palabras que se miran porque hay imágenes que se leen. Asistimos al solsticio de la estética de la palabra saboreada en la mirada.

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siluetas para athina


I. Arrogante: inmensa levedad de fruto en tan pequeño continente; de circunferencia perfecta, tu rostro, un almíbar recién cortado y vuelo de viento dorado. Amanecer de bosque. El oro se corta entre las ramas y te circula el navío de mis manos: naufraga en tu sonrisa; se hacen pan, mis manos, en tus ojos y te abrazo en la lágrima que germina cuando te miro.


II.

¿Cuánto tiempo usaste de mi tiempo?

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III.

Apareciste disparada Apareciste disparada comocomo un rayo rojo, rojo, un rayo comocomo flechaflecha infinita: infinita: arraigada arraigada al último vestigio al último vestigio de tude racimo anterior. tu racimo anterior. Lloraste…o reístereíste Lloraste…o

a del primer árbolárbol del primer

que teque diot y desnuda te quedaste y desnuda te quedaste

en el ec de rocío o o de rocío que tejió mi sueño que tejió mi sueño

de mid


rada

nita:

gio

ste atada a aquella raíz

bol que te dio savia, amor, luna:

daste en el caballo de viento o de miel

eño de mirada transparente.

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IV.


construiste el marco: arquitecta de sonrisa. los límites en mi camino pertenecen a tus ojos: dos ciruelos nocturnos que alimentan.

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V. Tu rostro: de avena extendida, de lim贸n virgen que sube en ola amarilla sobre el oc茅ano de tierra;

o de ave transparente que mordisquea las flores. Tus manos: de piedra abierta en hemisferio, de lluvia que se quiebra y parte en el mar; dos naves sin radar que vuelan pechos de cielo. Porque soy el preludio de tus vuelos azules, la vasija que alimenta la necesidad de tus ojos.


VI.

Te esperaba: dos pinos abiertos trajeron el verde sabor del viento. Tu bienvenida la organizó la geografía: el bosque azul eterno; el mar iracundo que tembló en sus raíces.

Hay Amor! El árbol madre partió su vientre y te dio dos palomas henchidas de savia.

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VII.

Dos fuegos chocaron, uno de almĂ­bar, otro de enigma; tejieron con sus manos planetarias forjando en la dulce mesa tu contorno de espuma.


VIII. Un idioma de viento entrelaza hojas herrumbradas; porvenir.

cansadas se asocian

a la marea que anuncia tu

Emerge tu proa: socava el túnel, cortas los racimos palpitantes y tocas la sirena de llanto para tu Ulises que espera. Eres capitana en tu barco blanco. Como campana subió tu voz de acero, de miel, de canto de cascada y atravesaste el túnel: te esperaba la primavera que coronó su reina.

25SILUETAS poesía RODRIGO GUIDI


IX. Eres madera del fuerte ĂĄrbol que construye los cimientos de tu alegrĂ­a.


Naciste del fuego, de raíces azules que se elevan en racimos de nubes. 27SILUETAS poesía RODRIGO GUIDI


X.

PequeĂąa alma, uvas. Plagada de misterios forma. Trepaste delicadamente este mundo Te esperĂĄbamos


tierna creaci贸n de

el mar te fue dando

llena de sonrisa. en llanto.

29SILUETAS poes铆a RODRIGO GUIDI


XI.

Cuando el d铆a durmi贸 tu voz creci贸 con la luna. Es tarde: tu cansancio de ave primera


durmi贸 tu voz creci贸 con la luna. Es tarde: tu cansancio de ave primera me llen贸 de fuerzas.

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XII.

de un sue帽o que vuela

explot贸;

al destino de risas.


Bebito Sol: blanquecina porcelana

por mis ojos. La sangre del continente matriarcal

burl贸 la ligereza de la noche abri贸 tu alma

Bebito Sol: nadie te imagin贸 como yo.

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XIII.

virgen madre mujer

tu boca trep贸 la altura de la monta帽a

para abrir esta puerta


paciente

la espera anunciada

bebió cada sorbo de vida ataste un nudo en el antes

tejiste entre sueños y deseos

que después regalaste.

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siluetas para no escapar



clima


I.


Gruñente. Monocorde. La tierra alza su voz de montaña, se aproxima al último silencio, pero cae: sílabas de lluvia organizan la oración invernal que desnuda la blanca orfandad del instante.

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II. oscuro y misterioso es este simulacro de alba, que recuesta a la ciudad sobre las montañas, o este oscuro hijo del vientre lunar que se adueña de las calles. En ese destino entre imperfectas luciérnagas y crean la ficción del día.


Inexplicable,

esta tensi贸n permanente

la ciudad se reinventa

que avanzan como legi贸n

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III. Por estas latitudes la naturaleza está insatisfecha, tiene sus propios códigos: Un cielo cerrado, gris tinieblas en su cerradés, se desprende y sigilosamente se va adueñando de la montaña. El gran macizo, activo, creador, destructor, está en tensión, en permanente combate. De pronto ese muro natural desaparece, es doblegado por las fuerzas grises, es condenado al

exilio de la m Pero los gigantes se revelan a su destino,


se desprende y sigilosamente se va adueñando de la montaña. El gran macizo, activo, creador, destructor, está en tensión, en permanente combate. De pronto ese muro natural desaparece, es doblegado por las fuerzas grises, es condenado al

exilio de la mirada. Pero los gigantes se revelan a su destino, quiebran

el cielo en hemisferio, se amontonan en su altitud pero ya es tarde: la magna bóveda copuló sobre sus cabezas.

45SILUETAS poesía RODRIGO GUIDI


IV.

Crepuscular, el sol se desarma como herida en el mar. Atardecer perdido, despojado en su inicio, traicionado de luz y el tiempo que roba estrellas, y la metรกfora al silencio.


V.

Flota como espuma, espesa, desgarrada, la mágica bruma de lo incontenible y se adueña del momento ese indómito deseo forjado en las entrañas mismas de la noche. Aromas de viento y frío, espesura de invierno infinito y caminos errantes de la oscuridad. Parte el día o presenciamos su parto como espacio intangible, como inmensidad no nata: fractura del tiempo derretido al azar: fugaz estela que pasa apenas perceptible.

47SILUETAS poesía RODRIGO GUIDI


VI. Los sonidos guardan la estela de luz de un sol abandonado o desterrado o apenas recordado entre dos noches infinitas. Los dĂ­as, derrotados, huyen sigilosos al otro lado de la montaĂąa que escupe por su altura la insignia pĂĄlida


del día; su fuego nacido en la voraz boca del tiempo para hacer distancia. Pero en la noche inacabada, en ese instante desgarrado de luz, se teje el frío, la blanca ropa que vestirá la semana.

49SILUETAS poesía RODRIGO GUIDI


VII.


El aire ya se hizo viento y el viento se encadenó frío a la ciudad. La lluvia, primero gotas livianas que apenas se sostienen, no pueden con la espesa bruma: en esa unión, en ese reciclado natural, nace la nieve: majestad blanca, envuelve con su cuerpo compacto los últimos sabores húmedos; tiene la virtud de igualar las cosas y un alma de espada.

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ciudad


I.

Vino la ciudad.

La trajo el mar, tal vez, la depositó como a su furia olvidada. O tal vez, también, la olvidó. Le regaló un puerto o una puerta, pero no volvió. Y la ciudad comenzó a caminar: despacio, tímida, estaba sola y la inmensidad le pertenecía. Batalló en innumerables guerras invernales, sobrevivió la pesada maldición blanca que el cielo escupe con periodicidad eterna.


Y siguió avanzando. Para eso es ciudad; para eso el mar la trajo. Avanzó tierras arriba, desandó bosques, dominó montañas, quebró el grito del último paraíso. Se hizo fuerte, única. El mar ya no importaba: su dominio fue la nueva arquitectura de

la naturaleza.

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II. Sanguinaria herida marcada de la tierra. Porque la tierra es herida en el instante de la lluvia y el mar, un mar que afincado en ese peque単o canal parece perder toda su virilidad. Ya no hay lugar de otras tierras, lejanas en el intento de la memoria, sufridas en la incesante partida que al fin se hizo viento y alas.


Una nueva geografía de misterios naturales, de historia que se hace rápido, de paisaje que fue al lado del que es, de vientos nevados enemistados con el sol. Como adolescente el día crece como fuego, voraz, despeinado y se mete en la ciudad.

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III.

Fuiste hecha por la luna, por el sol, por amores entre sombras; por brazos abiertos en cruz, por ese clamor de ojos, por esa alma mariposa bajo el cielo. Tus dĂ­as, de luna serena, de mar abierto, de rocĂ­o y de espesa ceniza, de sabor a madera mojada: eres esbelto bosque virgen de sangre y lluvia de otoĂąo. Tu bruma solitaria recorre los pasillos del infinito, rebelde, audaz,


encendida, púrpura rosa mártir. Las montañas, náufragas solitarias que desde lo alto tejen misterios, son vigías de tus andares, de tus pasos de barro. Hiciste vida de la tierra iracunda, de la profunda roca, del silencio nocturno. Te vestiste de amapola distraída, como herida en los ojos.

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IV.

Sobre el canal descansa la ciudad desnuda en la palma del d铆a. La noche le regala estrellas atrapadas: pero una se desprendi贸 del collar de la noche.


Sobre el canal descansa la ciudad desnuda en la palma del día. La noche le regala estrellas atrapadas: pero una se desprendió del collar de la noche.

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V.

En el principio el océano saltó en gigantesca ola y fue condenado a morir petrificado. El valle recuerda ese antiguo paso del líquido germinal. Un único mundo, una única roca: el macizo abrazado a su materia se desgarró, se quebró: sus brazos en alto, ya piedra, recuerdan su ímpetu


inicial. Es que la ciudad clavó sus raíces en medio de aquel mundo, se abrió paso a tajos y fisuras geométricas derrumbando al gigante. Hoy, frente a frente, dos reinos se miran, copulan en un espacio intervenido.

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geografĂ­a


I.

A veces la geografía se simplifica, se traduce en un ejercicio imaginario de distanciamiento y cobra significado el manejo temporal del espacio perdido, la preservación de alguna forma mínima que se escapa o se inmortaliza. A veces la geografía, presa de los vendavales, muere.


II. La forma es una arbitrariedad de la naturaleza, un estigma planetario de fuego y agua, una herejía en su propio deseo, un azar cortado en el tiempo. El espacio

sucede a su origen,

un origen que

es trasfondo de su forma que lo determina, lo delimita,

que lo constituye y lo atraviesa.

Y la forma y el espacio se funden en la ciudad que hirió el corazón mismo de su raíz.

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III. Otra vez la forma: da el ser a las cosas, dibuja los precipicios que la naturaleza imagina. Extiende el espacio más allá de lo que la mirada puede ver y se eleva, como de Tebas, su gigante. Hecha en fuego y agua, tierra y aire: de la tierra su paso es obligado; el fuego forjó su ímpetu y el aire, con manos poetas, esculpe su figura. El agua afiló sus garras. “El Olivia.” Así de simple fue bautizado.


IV. El mar

llegó solo.

Agotado en tanto esfuerzo

hoy descansa. Le llevó eternidades romper la gran muralla: trizó roca a roca, socavó sus raíces y perforó las entrañas mismas de la tierra; una tierra

que lo esperaba con sus brazos alzados, abierta en valle; que lo acogió en su seno. El mar, agotado, descansó su furia de océano en silencio.

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V. Ambos se seducen desde eternidades planetarias. Se aman y odian en esa aritmética lunar que solo ellos reconocen. A veces, ella, la tierra, le pone límites y el, el mar, traicionado retrocede. Pero acá ella cedió, se abrió a la cópula salada de los tiempos, su vientre encauzó el destino de unión y él descansa sobre su hija: la bahía.


VI.

El mar se

puebla en lo informe,

en lo profundo

del racimo:

mudo

en su lejanía ya

está desprovisto de su obediencia oceánica. A veces sus olas se mueven como rayo quebrado y húmedo: golpean la pared de la avenida, se destruyen y mueren: Es cuando el mar océano.

recuerda su estación

de

71SILUETAS poesía RODRIGO GUIDI


VII.

¿Dónde termina la tierra y comienza el océano? En algún rincón de las eternidades se hizo la unión, ese amor primero, esa primera maldad. La naturaleza no está satisfecha: fuera de la oscuridad los muros de roca añeja, con sabor a eternidad, se cierran, postergan el horizonte, coronan reinas de lluvia para tapar el tiempo.


VIII.

Paisajes y regiones heridas de metal.

Tanto camin贸 la tierra que sus pies tocaron el polo sur. El bosque es camino de enigma: como campana escapando al metal, como herida de piedra que crece en soledad. Inmensos silencios, verdes, blancos, grises: se unen en vegetal matrimonio y es urgencia secreta, bautismo de soledad mineral. De pronto la salvaje desolaci贸n irrumpe con sagradas manos glaciales, con inmenso miedo blanco y se pasea sin sombra. La cordillera asume su perd贸n y recuerda al mundo su origen.

73SILUETAS poes铆a RODRIGO GUIDI


IX.

La huella de la creación crece en el verde, en cada cicatriz de la tierra. Una inmensa cortina como regalo vegetal de la primera hora: un contrapunto de madera y roca ajustado al milímetro y en esa distancia la montaña y el bosque pugnan por escapar al silencio afilado. Un encuentro de manos que es camino,

invernales

vertiente de soledad metálica.

Hay en ese encuentro una solicitud, un pedido


Una inmensa cortina como regalo vegetal de la primera hora: un contrapunto de madera y roca ajustado al milímetro y en esa distancia la montaña y el bosque pugnan por escapar al silencio afilado. Un encuentro de manos que es camino,

invernales

vertiente de soledad metálica.

Hay en ese encuentro una solicitud, un pedido de campana abierta, de germinal invierno, como frío redondo y blanco.

75SILUETAS poesía RODRIGO GUIDI




Siluetas de prólogo……………………………...............................11 Siluetas para athina I……………………………….…...…………...............................16 II…………………………………...…………...............................17 III…………………..……………...…………...............................18 IV…………………………...……...………………......................20 V…………………………………...……………….......................22 VI………………………...………...……………………..............23 VII………………...………………………….……………...........24 VIII………………...…………………………………...................25 IX………………...…………………………...……………..........26 X………………...…………………………………………...........28 XI………………...………………………………………….........30 XII………………...…………………………..……………..........32 XIII………………………………...……………….......................34 Siluetas para no escapar Clima I………………...……..…………………………..............………40 II…………………...…………………………………...................42 III………...………...…………………………………………......44 IV……………...…...……………………………………..............46 V…………………...………………………………………….......47 VI………...………...………………………………………..........48 VII……..…………...………………………………………..........50


Ciudad I………..…………...…..................................................54 II………………........………………………………......56 III………………...…...…………………………..........58 IV………………...……...……………………………..60 V………………...……………………………………...62 Geografía I………………...……………….……………………...66 II………………...…………………………………...…67 III………………...……………...……………..............68 IV………………...………………...…………………..69 V………………...……………………………...............70 VI………………...……………………...……..............71 VII………………...……………………..…………......72 VIII………………...………………………………......73 IX………………...…………………………….............74





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