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Editorial
Desde la sociología existen innumerables paradigmas que resultan útiles a la hora de poder interpretar la realidad, comenzando por aquellos de carácter positivista, los que se identifican, de manera muy simplificada, por su actitud racional, científica, demostrable y replicable. Por el otro extremo se encuentran los paradigmas más constructivistas, los que proponen terrenos más líquidos donde la realidad que habitamos no es otra cosa que una construcción social. Lo anterior no representa en absoluto un juicio de valor, sino que más bien se presenta como un hecho de la causa.
Y es que desde esta última posición se ve que habitamos un mundo donde priman las relaciones simbólicas y los significados consensuados por el imaginario de una mayoría. Sin embargo, eso no quita que de tanto habitar en él se naturalicen cuestiones que al cambiar de contexto, el choque cultural las ponga en evidencia: a veces asustando, otras asombrando, y por cierto que también atrayendo y encantando. El mundo del aikido, donde nosotros habitamos, está cruzado por elementos costumbristas, religiosos, históricos, técnicos, etc. Donde si bien tenemos elementos y un presente común, cada uno lo vive de diferente manera. Algunos ya habrán naturalizado cosas que a otros no dejan de impresionar, otros aún se esfuerzan por descifrar si se trata de una religión o un arte marcial. Es un mundo grande, complejo, rico en cultura y tradiciones en las que poco se profundiza. No cuesta nada perderse en el camino. La modernidad nos ha permitido contar con elementos de realidad aumentada. Información gráfica que montada sobre una realidad representada nos ayuda a caminar seguros en un entorno lleno de incertidumbres: Por ejemplo la app Waze. De cierta manera este esfuerzo comunicacional pretende homologar esa función. Sirviendo de guía al principiante, colaborando en la formación integral del estudiante avanzado, y visibilizando asuntos que para los más aventajados podrían pasar como parte del paisaje. Sin duda que es una ambición reflejar, alimentar y promover el presente común. También ofrecer un espacio para el encuentro entre contenidos y estudiantes, para el encuentro de estudiantes y maestros, entre maestros y representantes técnicos de todo el mundo. Este es un espacio para saber de nosotros, de nuestras actividades, de nuestros intereses. En definitiva, un espacio para seguir haciendo escuela.
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