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Alejandro Zebadua Aplicación de los arquetipos Jungianos........Pag Alex Firefly
Aplicación de los arquetipos junguianos en la construcción de personajes literarios
Por Alex Firefly
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Una parte fundamental en el proceso de creación del arte literario está en la correcta descripción de personajes, de los cuales la literatura como ciencia distingue dos tipos: los planos, con una personalidad indefinida que los hace parecer irreales; y los redondos, de personalidad detallada y realista. El escritor comprometido con la calidad de su obra ha de preocuparse por fabricar personajes redondos, una tarea en la que la psicología se vuelve una herramienta de gran ayuda.
Antes que nada, quien desee usar este método para crear sus personajes debe conocer algunos aspectos de la psicología, que estudia los procesos mentales, las sensaciones, las percepciones y el comportamiento del ser humano, en relación con el medio ambiente físico y social que lo rodea; y específicamente de la psicología de la personalidad, de la cual en este artículo vamos a enfocar solo la visión, muy resumida, de Carl Jung.
Carl Gustav Jung fue un psiquiatra y psicólogo suizo que a principios del siglo XX, influenciado por Freud pero determinado a encontrar una mejor perspectiva de sus teorías, fundó la escuela de la psicología analítica; cuyos fundamentos teóricos pueden ser de gran interés para el escritor que busca mejorar sus descripciones de la personalidad. Jung propone que la psique humana se conforma por la interacción de una serie de sistemas que llama estructuras psíquicas. 32
En el centro de estos mecanismos mentales se ubica el yo, la consciencia del ser y el equivalente del yo freudiano que corresponde a esa parte de la psique encargada de interactuar en sociedad a través de mantener el equilibrio entre el ello (los impulsos ins�n�vo) y el superyó (normas y limitaciones sociales adquiridas a lo largo de la vida) (Boeree,2002).
Dentro del yo se encuentra el inconsciente personal, este engloba las experiencias personales y recuerdos reprimidos de cada individuo. En el inconsciente personal están también los complejos, que pueden definirse como agrupaciones de imágenes mentales y conceptos con una fuerte carga emocional; cada uno actuando como una especie de personalidad autónoma dividida de la personalidad principal, cada una conteniendo un arque�po. Concepto que trataremos en detalle más tarde. En lo más profundo de la psique, según Jung (2002), se encuentra el inconsciente colec�vo: todos los símbolos y predispocisiones nacidos de experiencias que los seres humanos compar�mos universalmente y son heredados filogené�camente, es decir, como rasgos comunes en toda la especie a lo largo de la evolución. Según esta idea, por ejemplo, la madre como arque�po es universalmente percibida a través del inconsciente colec�vo como un ser femenino con ac�tudes “maternales”: �erna, protectora, solícita, etc.
La comprensión de los arque�pos junguianos es especialmente ú�l para el escritor a la hora de crear un personaje al que se le ha asignado determinado papel o debe inspirar cierta impresión, por esta razón vamos a citar a los principales arque�pos a con�nuación:
- Persona: se refiere a la imagen pública, la forma en que deseamos ser percibidos por los demás. Debe ser coherente con las acciones y las ideas que se expresan, siendo este detalle importante para el escritor a la hora de dotar de humanidad y realismo a un personaje (Johnson,1995).
- Padre: es una figura de autoridad que dicta reglas de vida. El que el “padre” cumpla o incumpla estas metas será importante a la hora en que el escritor pretenda tocar el inconsciente de su lector y enviarle el mensaje de si ese padre es “bueno” o “malo”, misma situación se repite con cada arque�po (ibídem). Madre: mezcla lo femenino con los ins�ntos de protección y el cariño. Todo aquello que universalmente se relaciona con lo maternal. - Ánimus y ánima: el ánimus es el ideal masculino dentro de la psique femenina y el ánima es el ideal masculino en la psique de los hombres. Pueden variar en cada individuo y entre cada cultura. Son modelos de gran ayuda para el escritor que pretenda crear una pareja román�ca protagonista que sea atrac�va, o simplemente un personaje del cual el lector pueda “enamorarse”. Tanto el ánimus como el ánima pasan por una serie de etapas de desarrollo que van de la mano con el progreso de la madurez mental de cada persona, la cual no va ligada a su edad. Un ánimus o un ánima inmaduro puede encontrarse de igual forma en un adolescente que en un anciano, un punto importante a tomar en cuenta para el escritor cuando deba decidir a qué público irá orientado su personaje o si quiere describir el amor visto a través de los ojos de una persona joven, de un intelectual, de alguien vulgar o de un psicópata; caso en que la empa�a es tan precaria que su idea del ánima y ánimus está en su forma más básica.
Sobre las etapas del desarrollo del ánimus, Jung enumera cuatro; cada cual representaba por un personaje mitológic o: 1-Hércules: el ideal masculino como un atleta, fuerte, musculoso y viril. Héroe de lectores jóvenes, frecuente en las novelas de aventura con argumento y diálogo simple pero mucha acci ón. 2-Apolo: describe al hombre perfecto como independiente, educado y con inicia�va. El clásico personaje “con la vida resuelta” tan popular en la novela rosa orientada a señoritas casaderas y señoras de mediana edad insatisfec has.
3-Apolo como maestro: aquí el hombre con la vida resuelta es además dotado de espiritualidad, tomando aspectos propios de un mentor o hasta un sacerdote. Un personaje complejo aunque aún no el más maduro en las etapas del desarrollo del ánimus, generalmente se le encuentra como protagonista en las novelas román�cas más decentes (Torres, 2016).
4-Hermes: un personaje quizás poco atrac�vo para la mayoría de lectoras porque desgraciadamente la sociedad actual tolera conductas infan�les en la mujer adulta y muchas no llegan a alcanzar la madurez mental plena. Muestra al hombre ideal como un compañero que ayuda a la mujer a superarse como persona, mediando entre sus deseos inconscientes y las necesidades conscientes. Implica que forme un “equipo” con la mujer en lugar de ser simple proveedor, que trabaje con ella y tenga una relación ín�ma más allá de lo sexual y lo román�co. Se trata de un personaje complejo que las�mosamente es casi imposible de encontrar en una novela román�ca, pese a que tendría que ser el modelo perfecto de pareja masculina.
Al igual que el ánimus, el ánima posee cuatro etapas del desarrollo representadas por personajes de la mitología y estas son: 1-Eva: se basa puramente en lo �sico, en los aspectos de la mujer rela�vos a la reproducción: pechos, caderas, etc. Describe al ideal femenino como el �po de mujer que cualquier hombre quisiera embarazar pero nada más. Como protagonista sería un personaje plano, sin embargo las mujeres sin una personalidad bien delimitada que terminan las novelas siendo madres son personajes principales recurrentes en las más famosas novelas román�cas contemporáneas. 2-Helena de Troya: roman�za a Eva y la vuelve no sólo propicia para embarazar, sino arrebatadoramente bella. Protagonista muy popular de poesía eró�ca y novela rosa, muestra un ideal femenino quizás exageradamente atrac�vo pero si es bien descrito llega a ser agradable únicamente por su aspecto esté�co.
3-María: presenta un ideal femenino basado en valores ligados a la maternidad y la san�dad; una mujer dulce, abnegada, casta y bondadosa. Personaje muy apreciado en las novelas de autosuperación, pese a que no está en la úl�ma etapa del desarrollo del ánima.
4-So�a: muestra a la mujer ideal tan deseable para los sen�dos como Helena de Troya pero siendo una fuente de sabiduría. Innumerables obras literarias modernas pretenden tener como protagonistas a “So�a”, por desgracia no es tarea fácil para el escritor encontrar el equilibrio entre una bella descripción del �sico del personaje y una personalidad con diálogos lo bastante convincentes para que el lector crea que Sofia no es Eva siendo sabihonda .
Héroe: está orientado solamente a comba�r aquello que atente la integridad psíquica y las normas sociales, pero lo hace sin pensar. El clásico superhéroe norteamericano es un claro ejemplo de este arque�po: idealista y siempre dispuesto a luchar contra el mal pero de alguna forma tonto. Tan rígido en sus juicios que muchas veces puede tomar decisiones estúpidas. Es un arque�po sumamente popular en literatura, puesto que el héroe es una versión san�ficada de nuestro yo, nos sen�mos cómodos con esta personificación de la jus�cia bruta; sin embargo puede resultar en un personaje plano con mucha facilidad.
Sombra: representa la parte ins�n�va del ser humano amenazando escapar y hacer estragos. Con el �empo, una vez que aceptamos nuestros impulsos fisiológicos como normales y aprendemos a controlarlos para ajustarnos a la vida en sociedad, la sombra se convierte en aquello que preferimos guardar en secreto. Deseos ocultos y reprobables ante la opinión pública, relacionados con la muerte y lo sexual. Líbido y Thanatos según la teoría psicoanalí�ca. La sombra no es buena ni mala, pero sí vergonzosa y en constante lucha contra “el héroe”; cuyos juicios extremadamente sencillos lo llevan a condenarla sin dudar. La sombra cons�tuye un elemento fundamental al construir un personaje siniestro, psicópata o macabro; pero un mal manejo del arque�po puede ser contraproducente(Johnson,1995). Los escritores jóvenes �enden a sublimar la sombra olvidando que la psique la rechaza por naturaleza; como resultado, el “personaje sombrío” resulta irrealista, repugnante y a veces incluso odiado; tal es el caso de los asesinos exageradamente sádicos pero siempre triunfantes y bellos; aunque este �po de “sombras embellecidas” pueden ser muy aclamadas en lectores con rasgos an�sociales.
Doncella: todo lo femenino y cándido que con el tiempo puede desarrollarse en ánima. Como personaje literario viene a ser la mujer inocente que generalmente es rescatado por él héroe o heroína por ser el símbolo de la pureza, la virginidad antes del florecer del ánima. Es una mujer que sin ser tan ingenua como una niña, carece de experiencia; un personaje muy atractivo en las novelas románticas que puede resultar poco creíble si no se sabe plantear bien. Un ejemplo de este error es “Anastasia Steele” de Cincuenta sombras de Grey, una doncella con el libido de Helena de Troya y la mentalidad de Eva; la inocencia en este caso se vuelve casi cómica debido a lo forzada que se siente en dicho personaje.
Tramposo: también conocido como “Trickster”, elemento paradójico que pone en duda lo preestablecido por las leyes del yo y lo obliga a reflexionar, madurando así. Irreverente, bromista, puede que absurdo; un buen ejemplo de este arquetipo aplicado a literatura es visto en “El Gato de Cheshire” de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas. El Trickster como antihéroe que orilla a cuestionarse los propios principios es muy apreciado por los escritores de todas las épocas, pero raramente conseguido por aquellos muy jóvenes. Requiere plasmar conocimientos y dilemas que solo se obtienen a través de la experiencia personal; simplemente repetir disyuntivas ya tratadas en otras obras, tales como la necesidad o inutilidad de la religión y desafiar la moralidad ante el sexo, generalmente resultan en un Trickster vomitando diálogos plagados de clichés. Sabio: guía al héroe y a través de él, así como la doncella puede pasar por las distintas etapas del ánima hasta llegar a Sofia, el héroe puede evolucionar desarrollándose como ánimus. El sabio está íntimamente ligado con el arquetipo del padre, siendo una versión “perfeccionada”. El maestro favorito, representado en la literatura por personajes como Gandalf en El señor de los anillos o Dumbledore en la saga de Harry Potter. Su popularidad garantiza simpatía entre los lectores jóvenes, pero al mismo tiempo aparece tanto en la literatura juvenil que es casi un cliché.
Hermafrodita: personaje andrógino, con características femeninas y masculinas. Un arquetipo que en la última década se ha vuelto popular especialmente con la moda de las novelas de romance LGTB. El hermafrodita no necesariamente tendría que ser homosexual, Jesucristo es considerado por varios autores como “hermafrodita” basándose en las representaciones pictóricas que lo muestran como un hombre sabio pero tan bello que resulta femenino. Este arquetipo ofrece una amplia gama de posibilidades, lastimosamente es encasillado en la más triste de sus facetas: como una víctima, marginado y en conflicto consigo mismo; llegando esto a caer también en un cliché.
Sí mismo: es el arquetipo principal del inconsciente colectivo, la meta última de la “individuación” que es “el proceso que engendra un individuo psicológico, es decir, una unidad aparte, indivisible, un Todo”. En pocas palabras, el sí mismo es el ser completo, maduro tanto mental como físicamente, en paz consigo mismo y su entorno. Este arquetipo bien podría ser el final en la aventura de los protagonistas de una novela, lamentablemente en la mayoría de los casos el personaje apenas transita por las fases del ánima/ánimus y sustituye esta autorrealización por la formación de una pareja o familia; dejando en realidad su historia a la mitad.
Queda todavía la posibilidad de ahondar en el estudio de la personalidad desde la perspectiva de junguiana y construir personajes tomando en cuenta no solo arquetipos sino también la tipología de personalidad de Jung y sus derivados, pero debe recordarel lector que una obra literaria necesita un buen argumento además de personajes redondos.
Dejo pues este artículo hasta aquí y una invitación a seguir estudiando la psicología de la personalidad y aplicarla a la literatura para mejorarla calidad de nuestras novelas y relatos.
Acerca del Autor
Alex Firefly es un ilustrador, psicólogo y escritor de ciencia ficción y terror. Maneja la página "Deus Est Machina".