Ramiro, Vanesa y la abuela.

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Irma RodrĂ­guez

Ramiro Vanesa y la abuela

Ilustraciones: Carolina CastaĂąeda


Irma Rodríguez (Yanhui-Yolo, Oaxaca). Socióloga Rural-Educativa por la UAM-A y la Universidad Pedagógica Nacional-Ajusco.Maestra en Ciencias en Investigación Educativa por el DIE-CINVESTAV-IPN. Maestra en Creación y Apreciación Literaria por Casa Lamm.Sin considerarse una pro-fesional de la escritura pero empeñada desde hace algún tiempo en aprender el oficio, Irma publica un segundo cuento infantil: Ramiro, Vanesa y la abuela. Irma actualmente incursiona en diferentes géneros literarios: novela, cuento, ensayo, poesía, guión teatral y cinematográfico. Tiene en camino un libro de cuentos con temáticas varias, una novela y en imprenta próximamente un Poemario.


Ramiro Vanesa y la abuela Irma RodrĂ­guez

Ilustraciones: Carolina CastaĂąeda



Ramiro es un gato callejero. Por las noches camina y ma煤lla sobre el tejado de casa de la abuela. Es apuesto, de cuerpo alargado, esbelto, pelo negro, ojos dorados y bigotes taaaaaaan largos que se parecen a las alas de un avi贸n.


Vanesa es una ratoncita vivaracha, perspicaz y de buen apetito. Trae la sonrisa pegada al hocico y un hermoso resplandor en los ojos: parecen dos diamantes incrustados en ĂŠbano. Tiene la cola larga y enrollada como una serpentina. Vive en un agujerito debajo del bracero de la cocina de casa de la abuela.


La abuela vive a orillas de un hermoso bosque. Su estatura es mediana; su nariz, aguileña; la boca, pequeña; los pómulos, sumidos, y ya sólo le queda un diente. Ella no se ha dado cuenta de que Vanesa vive en la casa pues los ojos grises de tan solitaria abuela cada vez se llenan más de nubes, y sus oídos ya no escuchan como antes. Del que sí tiene noticias la abuela es de Ramiro. Ramiro llegó a casa el día en que el abuelo decidió marchar; desde entonces, el felino acompaña a la ancianita.


ยกAhhhhh!...pero que no crea Ramiro que la abuela le darรก posada esta noche. No, la abuela da un bastonazo en el piso y... ยกzasssss!, el gato de un brinco ya estรก afuera.


Ramiro, echado en el pretil de la ventana, se relame los bigotes y observa a Vanesa que roe el queso. De pronto... ยกcrash!, ยกcrash!, ยกcrash!, es el bastรณn de la abuela, quien se dirige hacia la ventana.


—¡Miauuuu!, ¡miauuuu!, ¡miauuuuu! — maúlla Ramiro al ver que la abuela se acerca. El felino, ni presto ni perezoso, se acurruca en su regazo. La abuela lo acaricia mientras contempla la luna llena, suspira y...¡crash!, ¡crash!, ¡crash!, da media vuelta y olvida cerrar la ventana.


Encaramada sobre el trinchador, al ver a la abuela caminar hacia la recรกmara y a Ramiro echado sobre el pretil de la ventana, Vanesa baja de un brinco, corre hacia el bracero, trepa a la mesa y se abalanza al queso.


Ramiro aprovecha el descuido de la abuela y ÂĄcataplummm! ya estĂĄ sobre Vanesa, quien, como un pez, se escabulle de las garras del felino, baja de la mesa y corre hacia su agujero. Ramiro, ante el frustrado intento, bufa, mueve el rabo violentamente, da la media vuelta, salta hacia el pretil de la ventana y maĂşlla:


—¡Miauuu!, ¡miauuuu!, ¡miauuuuuuuuu!, linda ratoncita, qué alegría estar cerca de ti. Sal de ahí, no te haré daño. ¿Sabes?, hoy es una noche de gran oportunidad: allá afuera, detrás de las montañas, hay un queso mil veces más grande que el de la abuela. Si tú quisieras podemos ir por él.


Vanesa se asoma con sigilo. Ve a Ramiro echado en el pretil de la ventana, lamiĂŠndose el pelaje. La ratoncita sale del agujero, sube a la mesa, estira el pescuezo, para las orejas y ve un queso tan grande pero taaaaannnnn grande que abre los ojos como dos platillos voladores, se para en dos patas y estirando el hocico musita:


—¡Hiiiic!, ¡hiiiic!, ¡hiiiiiiic!, ¡no!, ¡no!, ¡no! y ¡no! ¿Por qué no lo traes tú, Ramiro?, así la abuela y yo tendremos queso para todo el año y te dejará entrar más seguido a la casa.


—¡Miauuuu!, ¡miauuu!, ¡purrrr!, linda ratoncita —maulla, ronronea y contesta—: debes saber que a mí el olor a queso me marea. Bueno... pero...tratándose de ti y de la abuela haré un esfuerzo, me taparé la nariz y te acompañaré a traerlo, ¡miauu!, ¡miauuuu!, ¡miauuuuuu!, ¡vamos!, ¿está bien?


Vanesa, deslumbrada y sin quitar la mirada del queso tan grande, se queda pensando: bueno, si traemos ese queso taaaaaaaaan, pero taaaaannnnnn grande, tendremos comida para tooooooooodo el año, la abuela se pondrá contenta y me dejará compartirlo con ella. —¡Está bien, vamos! — responde.


La ratoncita toma la canasta de la abuela y se encamina junto al felino en dirección a la luna, cuando... ¡zasssssssssss!, ¡trissssssssss!, ¡cuasssssssssssssss!, ¡cataplummmm!, chisssss!, ¡cuashhhhhhh!, Ramiro con las orejas puestas hacia su objetivo, los ojos contraídos, el aire de galán de cuerpo largo y esbelto, da un tirón con sus garras e intenta atrapar a Vanesa a quien le desprende la cola.


Vanesa se escabulle y logra escapar. El felino, con los pelos esponjados, la espalda arqueada y bufando ante su fracaso, descubre a Vanesa entre los matorrales.


La vivaz ratoncita lanza la canasta al felino y ĂŠste queda atrapado entre los carrizos. Los bufidos de Ramiro despiertan al conejo de la luna, a los tlacuaches, a los jabalĂ­es, a los macacos, al oso hormiguero, a los chimpancĂŠs, a las gallinas, a los guajolotes, a los pumas, a los coyotes, al jaguar, a los perros salvajes y al mismĂ­simo rey de la selva.


Todos los animales reunidos, al ver a Ramiro enredado entre los carrizos, rĂ­en a mĂĄs no poder y, mientas esto sucede, Vanesa corre a toda prisa, salta por la ventana y se encarama debajo del bracero de casa de la abuela.


ยกCrash!, ยกcrash!, ยกcrash!, es el bastรณn de la abuela, quien se dirige hacia la ventana, la cierra y regresa a dormir.


Vanesa sale del agujero, trepa a la mesa y, como todas las noches, roe el queso.


Ramiro trae en el hocico la cola de Vanesa, y de un salto sube al tejado a esperar a que llegue otra noche de luna llena.


El gran queso que alumbraba la noche se ha ido por la vereda, acompaĂąado del conejo, los tlacuaches, los jabalĂ­es, los macacos, el oso hormiguero, los chimpancĂŠs, las gallinas, los guajolotes, los pumas, los coyotes, el jaguar, los perros salvajes y el mismĂ­simo rey de la selva.


Irma Rodríguez (Yanhui-Yolo, Oaxaca). Socióloga Rural-Educativa por la UAM-A y la Universidad Pedagógica Nacional-Ajusco.Maestra en Ciencias en Investigación Educativa por el DIE-CINVESTAV-IPN. Maestra en Creación y Apreciación Literaria por Casa Lamm.Sin considerarse una pro-fesional de la escritura pero empeñada desde hace algún tiempo en aprender el oficio, Irma publica un segundo cuento infantil: Ramiro, Vanesa y la abuela. Irma actualmente incursiona en diferentes géneros literarios: novela, cuento, ensayo, poesía, guión teatral y cinematográfico. Tiene en camino un libro de cuentos con temáticas varias, una novela y en imprenta próximamente un Poemario.


IrmArte


Ramiro es un gato callejero. Por las noches se para en el pretil de la ventana de casa de la abuela y acecha a Vanesa, una linda ratoncita que, trepada sobre la mesa de la cocina, no hace más que roer el queso. Ramiro intenta aprovechar algún descuido de la abuela para saltar sobre su presa, pero... cuando decide hacerlo, ¡zassssss!, la ancianita da un bastonazo en el piso y el gato de un brinco ya está afuera. Hoy, algo pasa: la abuela, atraída por la luz de la luna llena, abre la ventana para contemplar al brillante satélite. Para buena suerte de Ramiro, la ancianita va a dormir y olvida cerrar la ventana. El felino aprovecha el descuido de la abuela y... ¡zassssssss!, ¡cataplummm!, ¡chissss!, cuasssssss!... se abalanza sobre Vanesa. ¿Qué crees que haya pasado? ¿Lograría escapar Vanesa de las garras de Ramiro? Te invito a leer y a construir tu propia historia.


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