Hoy Juan José no tiene nada que hacer porque el cable de la tirolina se rompió, el cable en el que se sube cada día para ir a la escuela, al otro lado del río, desde que una crecida se llevó el puente. Juan José cierra los ojos, pero sigue despierto, porque quiere soñar, y es que ha aprendido a soñar despierto, porque despierto uno sabe lo que sueña, uno puede soñar lo que quiere y no lo que quieren los sueños, o el miedo, o el trasnocho. Inspirado en una historia real de Venezuela, este álbum nos invita a reflexionar sobre la riqueza y la pobreza, la burla y la superación, la capacidad de soñar despierto y de celebrar. ISBN 978-84-17440-84-8
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Cristina Falcรณn Maldonado Mariona Cabassa
AL OTRO LADO
Hoy es un día raro. Raro porque Juan José no tiene nada que hacer, porque no puede hacer nada de lo que le gustaría. Porque el cable de la tirolina se ha roto. El cable de la tirolina en la que se sube cada día para cruzar al otro lado desde que el río se llevó el puente. Hasta que su padrino no vuelva, no podrán arreglarlo. —Ya será mañana —dice Félix, su hermano mayor. —Pero mañana está lejísimos —masculla Juan José. Mientras tanto, nadie puede cruzar el río para ir al pueblo, ni a la escuela, ni al mercado, ni a ninguna parte.
Juan José no quiere hacer nada más que mirar el río, porque la rabia no lo deja. La rabia de tener que quedarse allí, sin poder cruzar, sin poder ir al mercado a vender la masa de maíz, sin poder ganarse el pan y no tener ni una moneda para guardar aparte, para comprarse esa bicicleta que desde hace tanto tiempo quiere, esa amarilla de segunda mano que está como nueva.
Y es que con esa bicicleta, además, podría llevar la masa hasta el mercado sin cargarla en el morral junto a los cuadernos, y hasta podría llevar más de la que lleva ahora.
Pocos días antes de su cumpleaños, el padrino Serapio arregló el cable y por fin pudieron pasar. Entonces, Azucena, la mamá de Juan José, le dijo que invitara a algún amigo más para disfrutar de ese día con ellos. —A ver quién se atreve, además de Pancho, mamá —respondió él. Y, aunque cueste creerlo, el primero en animarse fue Alejo, porque lo mataba la curiosidad de montarse en la tirolina y decirle entonces a Juan José, y a todos en la escuela, que tampoco era para tanto.
El día del cumpleaños Félix se encarga de esperar a Alejo para embarcarlo en la tirolina, mientras en la casa todo es un alegre ir y venir de preparativos, música y guirnaldas. Junto con Alejo, aprovecha para subir también la piñata, encargándole que no la suelte por nada del mundo, porque además es el regalo del padrino Serapio.
Pero entonces Alejo se pone a hacer tonterías al ver a Juan José en el cerro, bromea con tirar la piñata al río, y en ese vaivén el cable se queda atascado en la polea. Alejo se pone blanco como un fantasma y a punto está de que le dé algo. Pero, como no es la primera vez que sucede, Juan José le grita que se calme y que espere, que en nadita mandan al mono Bartolo a arreglar el cable. Pero Bartolo no aparece y no aparece…
Hoy Juan José no tiene nada que hacer porque el cable de la tirolina se rompió, el cable en el que se sube cada día para ir a la escuela, al otro lado del río, desde que una crecida se llevó el puente. Juan José cierra los ojos, pero sigue despierto, porque quiere soñar, y es que ha aprendido a soñar despierto, porque despierto uno sabe lo que sueña, uno puede soñar lo que quiere y no lo que quieren los sueños, o el miedo, o el trasnocho. Inspirado en una historia real de Venezuela, este álbum nos invita a reflexionar sobre la riqueza y la pobreza, la burla y la superación, la capacidad de soñar despierto y de celebrar. ISBN 978-84-17440-84-8
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