#1 - 2022
@akrobata.casa.creativa
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Diseño de portad a:
Gissel Enciso - @drunkbutok
Ilustracione s:
Valentina Rojas Moreno
Jeshael Vega - @jeshael_vega
Diagramació n:
Jeshael Vega
Gissel Enciso
Redacció n:
Vela R
Paris de Amaril
Pedronada
Marte Crisantemo
María Alejandra López Robledo
Direcció n:
María Alejandra López Robledo
Jeshael León Arboleda Vega
Escribidora: Maria Alejandra
Lopez Robledo.
Dibujos: Jeshael Vega.
¿La fantasía inesperada se convierte entonces en traición?,
Los rasguños imaginarios se dan de uno en uno.
La intuición sustituye la espera.
Qué gonorrea es la vida y qué gonorrea es el tiempo en el que vivimos.
Más bien, somos un plonazo de un sin �in de experiencias traumáticas y placenteras.
Somos la sociedad de lo e�ímero, somos un soplo...
Venus y Marte follan en un bucle eterno, mientras nosotros cagados del susto miramos las noticias y pensamos, ¿cuándo caerá la bomba?
Un día estás en el parque aterrado por lo lejos que tu mente se encuentra gracias al papelito que te echaste y al otro te angustia que el Congreso esté repleto de representantes del Centro Democrático.
¡Qué caiga lluvia! ¡Qué caiga mierda de palomas!
¡Qué caiga un escupitajo!
¡Pero no una bomba!
Gente que está muy berraca, que anuncia a mucho orgullo que no se negocia y que bala es lo que viene; que demanda “Colombia se respeta” y se escandaliza porque uno se fume un porro, pero cree que el porte de armas debe ser legal y dispararle a quienes se mani�iestan es de gente de bien.
Soy un Don Nadie, un paci�ista, un objetor de conciencia, un vago de medio tiempo, un ateo confundido y un místico frustrado.
No tengo un peso y si tuviera plata, no tendría plata.
¿Alguien sabe dónde conseguir un café con piquete?, ¿o de pronto un carajillo?
Me gusta el tinto cuando todo es azul.
Me gusta el tinto con sumercé y me gusta sumercé.
Todo eso me gusta y me alegra saber que a UD. También; lo demás no me importa.
Texto: Paris de Amaril Ilustraciones: Vela R
Vamos por la diecinueve con cuarta. Lugares repetidos, caras angustiadas, aceras vacías, semáforos rápidos, saludos fugaces, búsquedas inútiles, todo cuanto se pueda desear en una vida, coqueteos falsos y una escandalosa mirada. Siempre me he preguntado porque soy tan susceptible a los sonidos y, aún más, a los que crean las personas: sus cuchicheos, sus mañas, sus voces, sus palabras me saltan.
Es Minerva que levita en su parloteo y me sumerge entre desvaríos, temblores y dolencias varias. Ahora solo escucho: Un cigarro, necesito un cigarro.
Compramos peches y malvoros, llegamos a la oficina (entiéndase por oficina al lugar donde siempre nos sentamos a fumar) y continúa con su historia […] Vamos por un tinto, nos pegamos par pipazos y termino de contarte lo que pasó con Paulina.
Si recuerdo bien, Minerva y Paulina salían hace algunos meses, se conocieron en alguna de las tantas actividades que Minerva puede hacer en un día. No recuerdo cuál, quizá alguna colectiva, o alguna causa por la cual esté dispuesta a dar la vida. No afirmo que quiera morir, pero si dedicar tu energía, tiempo y salud a una causa no es dar la vida, no sé qué lo sea. Al fin y al cabo, terminaron por amarse, quién sabe por qué o para qué, no es que haya alguna respuesta válida o errada, al final la más vana razón para amar o dar la vida por algo o alguien tiene que valer, ¿no? Aunque nos hayamos equivocado como le pasó a Minerva.
Ese es el chisme que me está contando… Hizo un show monumental por redes: canciones, pantallazos, lágrimas y quejas interminables. Mis treinta y cuatro exparejas me llamaron para preguntar qué andaba haciendo con esa niña. Antes de juzgar, creo que todas las personas recordamos a quienes hemos amado, así fuera solo de nombre o de momento, pero acaso, ¿cuántas personas pueden decir que mantienen relaciones cercanas con sus antiguos amores? Minerva era una de esas extrañas criaturas que había resuelto el enigma de las relaciones humanas. Ojalá me hablara de ese secreto, después de todo… ahora las cosas están cordiales y tranquilas con Paulina. Un día, seguramente, serán treinta y cinco llamadas.
No ha dejado de parlotear en todo el día. Sus palabras ya están saltando. Empiezo a usarlas como propias, recreo su acento, ese que es particular de cada quien al hablar, pequeñas muletillas y sutiles entonaciones que diferencian los hablados o las jergas; la elegancia y la vulgaridad de sus maneras, la extensión de las palabras y la gravedad del sonido…
Me encuentro entre pensamientos de lo más comunes: quiero un cigarro, quiero un tinto, quiero un pipazo…, quiero una ilusión. La interferencia se hace más intensa, como si dos señales de radio se cruzaran y los ruidos de un lado y el otro poco a poco se hicieran uno. Quiero un cigarro para vivir, quiero un tinto para escribir, quiero un pipazo para dormir, quiero una ilusión por la que morir.
Cuan bajo he caído, me encuentras tan vulnerable. Tu voz es tan invasiva que ya no siento la mía, esa que he escuchado cada día desde que tengo memoria, esa que no cambia con los años, ahora es la tuya (la suya), ya no es la mía. El sonido se hizo uno y solo prevalece el tuyo (el suyo). Si la voz en mi cabeza no es mía entonces, ¿qué me queda? Ahora interpretas mis sueños y mis pesadillas, levantas los velos de mis secretos, ventilas entre sollozos mis miedos y miserias. Si ya son tuyos (suyos) y no míos, ¿qué me queda?, ¿qué ilusión para poder morir?
Pero es un alivio. Te he despojado de todo cuanto te sofoca, te he librado de la costumbre más antigua que tienes y te has vuelto espectador en el espectáculo del que siempre has sido antagonista. Enciende un cigarro y espera a que cambie el semáforo.
Minerva, Minerva. Paris de Amaril