Casa de la Intendencia, Breve historia

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Crónicas de un SALTO desconocido

Aporte para un Turismo Cultural, Histórico y Patrimonial

Fachada del Edificio Municipal construido en el año 1887

Vista de plaza 33, desde la Torre de la Iglesia Nuestra Señora del Carmen Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz

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Cr贸nicas de un SALTO desconocido

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Crónicas de un SALTO desconocido Aporte para un Turismo Cultural, Histórico y Patrimonial

Breve Historia de La Casa de la Intendencia Por Alberto J. Eguiluz

Estamos frente a dos cuadros donados al Museo Municipal de Bellas Artes por las señoras Reneé Delgado de Brum de Taranco y Lily Delgado Brum de Cardozo, familiares del extinto Dr. Asdrúbal Delgado, que dejara además en testamento al Departamento de Salto, su magnífica biblioteca con más de cinco mil volúmenes.

En estos dos cuadros se ven los retratos de Don Joaquín Moreira y Viana y su Esposa Doña Petrona de Oliveira, personas desconocidas tal vez para las personas ajenas a la tradición social y cultural de la ciudad de Salto Los retratos de estilo y colorido clasicista, fueron realizados por el pintor portugués Juliao Martz, y están fechados en Viana do Castelho (Portugal), en el año 1881. Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz

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Crónicas de un SALTO desconocido En el primero de ellos el pintor nos presenta a Don Joaquín Moreira y Viana, de expresión amable, con su frente alta y digna, luciendo además con sencilla gallardía sobre el pecho, las condecoraciones de la Orden de la Rosa de Portugal y la Gran Cruz del Mérito. En el segundo se puede apreciar a su señora esposa Doña Petrona de Oliveira, con una mirada suave, y recatado el vestuario con un porte, que irradia simpatía y atracción. Al observarla inmediatamente se piensa en las mujeres patricias que forjaron con espíritu, corazón y vocación, el ámbito del hogar, es decir, de la patria. Don Joaquín Moreira y Viana, nació en Viana do Castelho, el 26 de julio de 1823 y murió el 16 de noviembre de 1890, en Lisboa. A los veinte años ya es marino de la Escuela Naval de Portugal. Y América le atraía con el prestigio y el imán de su bárbara grandeza.

Don Joaquín Moreira y Viana, llega a Salto Joaquín Moreira y Viana se siente atraído por el Litoral. Y ya navega por los puertos del Río Uruguay. Salto apiñaba su caserío multicolor entre naranjos y palmeras tendida en sus colinas y llegaba intermitente en los días serenos el rumor de tambores asordinados del Salto Grande. Aquí conoció a Don Daniel Granada escritor, personaje de altos merecimientos quien le abrió las puertas de su casa y le presentó a numerosos compatriotas entre otros, a Don Ignacio Bautista de Oliveira, portugués de Lisboa, del más viejo arraigo en la Villa del Salto. Don Ignacio le hizo conocer a sus hijas Petrona y Bernardina, enamorándose de la primera, con quién se casó ese mismo año de 1843, él con veinte y ella con diez y nueve años de edad.

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Crónicas de un SALTO desconocido Bernardina contrajo enlace con Don Pedro Real, primer Jefe Político de Salto, elegido por decisión popular en 1855. En el acta firma entre los testigos Don Joaquín Moreira y Viana. Este, a su vez, hacía 1884 era Juez Letrado Departamental. El tiempo se sucede en su curso inexorable tramando el destino de los hombres. De la unión matrimonial de Don Joaquín Moreira y Viana y Doña Petrona de Oliveira nacieron diez hijos como en los hogares patriarcales. El amor y la amistad, la tolerancia mutua y la educación fortalecen los lazos que les unen. Son cinco varones y cinco mujeres.Aquellos se educan en Lisboa y se establecen allí en Río de Janeiro y en Río Grande del Sur. Las hijas se casan con españoles y portugueses, no así las dos menores, Julia contrae enlace con Don Julio Delgado. Son los padres del Dr. Asdrúbal Delgado y el Poeta José María Delgado. Esther, única hija mujer se une en matrimonio con Don Alejandro Osimani, profesor universitario, italiano, cuyo nombre está íntimamente vinculado a la educación de la juventud salteña. Don Ignacio Bautista de Oliveira murió el 23 de mayo de 1850. Su lápida en el panteón N° 303, dice así: “Aquí yacen los restos de Don Ignacio Bautista de Oliveira. Falleció a los 68 años de edad. Era natural de Lisboa. Uno de los fundadores de esta villa”. Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz

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Pequeña Anécdota de Don Ignacio Bautista de Oliveira La familia de tan conspicuo vecino, sufrió, como todos los habitantes de la Villa, las crueldades de la guerra, los sitios los asaltos y saqueos a la que se vio asediada durante varios años. Pero llega un momento en que la lucha es tan encarnizada que la familia de Oliveira se refugia en el Paylebot de Don Ignacio. Luego de estar a salvo todos, éste se vuelve a tierra con el fin de poner a salvo títulos y papeles familiares que tenía en su Saladero cuyas últimas piedras aún pueden verse. Al retirarse es herido de bala por la espalda, pero logra llegar al barco portando sus preciados documentos. La herida le pone la vida en peligro pero no era su destino morirse entonces. Al volver tierra, pasado el vendaval comprueba con dolor que le habían incendiado el Saladero que ardió por el espacio de ocho días. Los tiempos son semi bárbaros, como todos los tiempos cuando la guerra se desata implacable. La Villa del Salto vive un aire de temor y la muerte ronda por las calles. En tanto en el campo, se desmantelan las estancias y se roba el ganado. Es la ley del desorden y la fuerza. La familia de Oliveira abre las puertas de su casa para recibir a los heridos de ambos bandos.

Anécdota de Doña Petrona de Oliveira Doña Petrona de Oliveira pasado el tiempo, contaba a su hija Julia, en íntimas pláticas familiares, los desmanes de aquellos días. Garibaldi está en San Antonio y le envía sus heridos para que los cuide. La epidemia de cólera azota la Villa, el pánico y el espanto empalidece los rostros y hace temblar las manos. Doña Petrona, alma espartana, cruza con paso decisivo la calle de su casa y penetra en el zaguán de su vecina y comadre, la señora -6-

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Crónicas de un SALTO desconocido de Vidiella que se retuerce en el lecho presa de la peste. Manda sus hijos pequeños a su casa y se instala en la cabecera de la enferma. Cuando ésta muere todos huyen. Queda Doña Petrona, el Sr. Vidiella y su hijo mayor. No falta don Joaquín Moreira y Viana. Ellos colocan el cadáver en el ataúd y lo llevan al coche fúnebre. En el Cementerio lo bajan al sepulcro con sus propias manos. Los sepultureros habían abandonado el trabajo temblando de miedo.

Don Joaquín, añorante de los caminos del mar y del puente de mando de su buque, mandó construir la casa en la esquina de las calles Real y Yacuí, hoy Uruguay, esquina Juan Carlos Gómez con un lindo y elegante mirador que entonces dominaba el caserío y que fue el primero en construirse en la ciudad. Don Joaquín decía que su nieto, José María Delgado, era el grumete de aquel puente de mando - el mirador -, y allí lo subía para contemplar el paisaje abierto y luminoso atravesado por la cinta ondulante del río, perfumado el aire por los azahares y los Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz

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Crónicas de un SALTO desconocido jazmines del Cabo, flores que hasta hoy blasonan el nombre de Salto. Don Joaquín y José María están en el mirador. Aquél, cauteloso de la agilidad y de la inquietud del niño que se trepa en la barandilla, le dice mirándole a los ojos: “Todos los hombre deberían aprender a ver y juzgar las cosas desde lo alto y a lo lejos”. José María mira con ternura al abuelo y advierte en el subconsciente el sentido trascendental de la frase porque nació poeta y responde sin titubear: “Si, abuelo, desde lo alto y desde lejos”, y ambos miran el horizonte ilimitado y el caserío a sus pies. El oro de la tarde enciende de rosa el mirador y el azul del cielo sereno y límpido y resonante, lo recorta nítido en su infinito piélago. Doña Petrona de Oliveira, de espíritu abierto y de corazón volcado a la caridad. En su caserón de la calle Real, los sábados daba comida en una dependencia destinada a ese fin, a siete familias pobres a quienes ayudaba siempre, y los domingos, parada en la puerta de su casa hacía la caridad a manos llenas. Las viejas paredes enaljebadas, patinadas y mordidas por el tiempo, guardan las resonancias de la vida que ayer le estremecieron. El tiempo continua indiferente su marcha. Sólo el espíritu y el pensamiento de los hombres perduran más allá de la materia cuando pasión, amor y talento encendieron la llama sagrada de la vida. Actualmente en esta casa, en esta esquina se encuentra el recinto ocupado hoy por el Intendente Municipal.

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El Edificio Municipal construido en el año 1887

Ni por su masa ni por sus líneas es digno de la finalidad a que esta destinado. Instalada la Junta Económico Administrativa en la Vieja Casa Departamental, se construyó la Casa actual en 1887, en el costado oeste de la Plaza Treinta y Tres. Decía el escritor Salteño Fernández Saldaña en su libro “Su fachada carece de monumentalidad, dentro de su estilo dórico pesado. Sin mirar adelante, todavía, se cometió el error de enajenar una faja de terreno que achicó más el escaso predio donde se asienta: Totalmente cubierto, este, por las dependencias Municipales, no queda otra solución para ampliar el local, congestionado ahora por las oficinas, que aumentar el número de sus pisos. A eso debe responder el proyecto que se confeccione y en el cual, sin duda, y por el buen crédito salteño, ha de romperse, una vez por todas, con moldes de rutina y de mal gusto, - decoraciones pegadas y soluciones ilógicas, - que por desgracia, han primado en demasía”. Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz

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Proyecto de un nuevo edificio propuesto para alojar las dependencias de la Intendencia de Salto, por el Arquitecto. Domingo F. Rocco en el a帽o 1910.

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Esquina perteneciente tambi茅n a la IMS y que fuera demolido para dar lugar a la construcci贸n de este nuevo edificio.

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Actual Edificio de la Intendencia Municipal

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