Crónicas de un SALTO desconocido Aporte para un Turismo, Cultural, Histórico y Patrimonial
Eduardo Santos Taborda Reivindicar a Aquel que Salto ha Condenado Injustamente al Olvido Por Alberto J. Eguiluz
Eduardo Santo Taborda (1887 – 1967) Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz -
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Crónicas de un SALTO desconocido
Déjame soñarte, ¡Oh!, mi ciudad de Salto, Como eras antes, cuando yo era niño... Déjame recordar tus calles sin pavimentar, Iluminadas por los destartalados faroles a kerosene... Déjame llegar hasta el portal de tus perfumados jardines y que la ilusión haga que se embriaguen mis sentidos con la fragancia de tus jazmineros y rosales”Eduardo S. Taborda “Salto de Ayer y de Hoy”...
Un Salteño de Ley Los salteños somos bastante desagradecidos e injustos, por lo menos, muy olvidadizos, respecto de muchos coterráneos nuestros que han querido a Salto entrañablemente. “¡Ciudad de Salto!, tierra de mis más caros afectos; rincón de mi patria, el más hermoso; el más noble y generoso. Tierra plena de luz y belleza, de eterna y radiante primavera; cuna de héroes y de poetas y de damas gentiles y abnegadas”. “¡Oh! tierra de Salto, la del sol magnífico, la de las pintadas y brillantes auroras, la de los claros ríos y rumorosos arroyos, la de las feraz y ondulante campiña, en la cual nació nuestra industria madre, tierra de promisión, tierra fecunda a la que el arado del Porvenir`, al hacerla madre de una patria “grande y única de la América Española, canta una canción romántica de amor y de esperanza!...”
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Eduardo Santos Taborda El 9 de Julio de 1967 una lacónica nota necrológica consignó la noticia del fallecimiento de quién fuera el inspirado poeta de los azahares salteños y minucioso compilador del anecdotario del Salto Oriental. Nacido en nuestra ciudad el 1° de noviembre de 1883 en el seno de una familia humilde, en el correr de su vida ocupó las más disímiles ocupaciones, siendo tornero y carpintero, empleado municipal y periodista desempeñándose como cronista de “LA TARDE” y de “TRIBUNA SALTEÑA”. Pero por sobre todo, ha sido Eduardo Santos Taborda el Tirteo melancólico que, añorando su infancia transcurrida en la ciudad de fines del siglo XIX, plasmó en fina prosa sus evocaciones de antaño. Escribió en su “Almus Ager”una síntesis biográfica llena de “tranvías con mulitas pequeñas, como de juguete”, de “Ripers, coches particulares, victorias y breacks” que circulaban por aquellas calles faltas de empedrado, llenas de baches”, “barrios viejos con mansiones de enrejados patios y perfumados jardines”, de barriadas nuevas “que surgían como por encanto”. Pero muy por encima de esto, está llena de amor que prodigó a su ciudad en cada una de sus palabras escritas para acariciarla; así habla de ella en este trozo: “...¡Oh!, musa de mis entusiasmos y mis recuerdos!... déjame seguir soñando con tu ayer!...” Son tan dulces los recuerdos del ayer lejano, los sueños infantiles y el perfume de lo que fue!...”
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Eduardo Taborda con do帽a Jobita, madre del Dramaturgo Florencio S谩nchez y su hermana -4
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Un Hidalgo Bohemio La inquieta bohemia de Eduardo Taborda y sus largas estadías en Montevideo y Buenos Aires lo llevaron a frecuentar los ambientes intelectuales de ambas márgenes del Río de la Plata, donde trabó amistad con la flor y nata de las letras uruguayas y argentinas, entre Juan Zorrilla de San Martín y Florencio Sánchez, con quiénes mantuvo una copiosa correspondencia. La totalidad de estas cartas háyanse perdidas para siempre a causa de la gran creciente del año 1959, que destruyó muchos otros valiosos documentos que obraban en poder de Taborda. Su gran admiración por Florencio Sánchez estimuló una gran amistad con el insigne dramaturgo y su familia. Sus relaciones con esta última se vieron aumentadas, merced a un noble gesto que tuvo para con la madre de Florencio Sánchez, luego del fallecimiento de éste, clara demostración de su hidalguía: sabiendo que la familia de Sánchez pasaba por un mal momento económico y que la anciana dama no había percibido jamás una pensión del Estado, pese a su edad y condición, hizo de esta causa su bandera y bregó incansablemente para lograr que le fuera concedida a la anciana merecida pensión.
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La Obra de Taborda Mucho es lo que nuestra ciudad debe a este hoy olvidado escritor; fe de ello lo da una alocución expuesta en la Junta Departamental en noviembre 25 de 1953. En ella pone en conocimiento la labor de este salteño que, “dentro de su humilde condición... ha enriquecido el acervo cultural de este pueblo con una labor tesonera y fecunda...” Se debe a Eduardo Taborda el que Salto haya sido la primera ciudad de la república en rendir homenaje a una de las glorias de las letras uruguayas: Florencio Sánchez , con la calle que lleva su nombre y la placa que se halla en la esquina de calle Uruguay,. También le pertenece la autoría de la leyenda que ostenta el bronce dedicado al maestro Anastasio Albisu en la iniciación de la calle homónima, y la denominación de la Avenida Camino del Éxodo. Rescatando del olvido muchas anécdotas y episodios del solar salteño, primero los dio a conocer por medio de charlas radiales, y más tarde las compiló en un libro que se llamó “Salto de Ayer y de Hoy”, libro que llegó a Europa difundiendo los aspectos salteños. En 1925 realizó un trabajo sobre la vida y la obra de otra gloria de la literatura nacional, Javier de Viana, para la revista “Nuestra América”, de Buenos Aires. Con motivo del centenario de la creación del Departamento de Salto, celebrado en 1937, escribió la narración titulada “Almus Ager” que, sobre el tema “Motivo Salteño”, obtuvo el primer premio en los Juegos Florales del Centenario del Departamento de Salto, realizados el 18 de Junio de 1937 en el Teatro Larrañaga.
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JUSTICIA Por olvido o por mera desconsideración, Salto no ha tenido nunca un gesto digno para con este personaje tan salteño.Si empleáramos las propias palabras de Taborda, debiéramos escribir lo que él así hiciera refiriéndose al olvido con que nuestra ciudad cubrió al autor del “Himno al Salto”, Bartolomé Hidalgo: “Nosotros que somos espléndidos y generosos con los extraños, que hemos prodigado muchas de las calles de nuestra ciudad para perpetrar la memoria de muchos “Don Nadie”, somos avaros, mezquinos y miserables, y muy pocas veces pagamos nuestras deudas de honor”. Realmente es una deuda de honor la que Salto debe a Eduardo Santos Taborda cuyas más hermosas palabras y recuerdos fueron siempre para ella y su afán de de rescatar y dar a conocer hechos y cosas muy salteños, que nadie, absolutamente puede discutir su pertenencia. Varios años han pasado y no existe siquiera un sencillo bronce que recuerde la memoria del que pulsó inspirada lira para ofrendar su homenaje al Salto de ayer con su sequito de personajes y glorias pasadas y presentes: el farolero, el sereno, los Recreos, las pandorgas, el Instituto Politécnico, la Escuela Hiram, el Astillero, etcétera. Es el cruel olvido, el destino que Salto deparó a su humilde y tierno aeda. A aquél que escribiera en sus evocaciones: “Y cuando la abuela no me vea, me escaparé!... iré hasta “Las Moras”... las moras ya están maduras... comeré muchas... me ensuciaré bien las manos... pero, la abuela me descubrirá!... no podré ocultar las manos manchadas !... No importa. La abuela es muy buena y no me castigará... me dará muchos versos y me dirá: Diablillo, ya irás al Colegio!.
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Taborda por Taborda Como sabemos que no hay nadie más indicado que él para contarnos las distintas etapas de su vida, he aquí varios párrafos extractados de su obra “Almus Ager”. “Eramos cuatro amiguitos inseparables: Carlos e Isidro Muguersa, Adolfo Montiel y yo... Cuatro niños muy humildes, pero con mucho corazón... Después ... cuando cumplí siete años, la vida me pareció otra..., el “Diablillo, ya irás al colegio “de la abuela, se cumplió... Y la escuela..., Las primeras letras y los primeros números, aprendidos en los bancos del viejo y querido “Colegio de Calcagno” despertaban en mi espíritu la inquietud de “querer saber”, y bajo las miradas cariñosas y protectoras de aquellas señoritas tan buenas, de aquellas santas y abnegadas maestras mi cerebro se formaba y se elevaba en parábolas de luz...” “Después de este doloroso acontecimiento (la revolución del 98), ya no volví más al colegio de mis buenas y nobles maestras. Cuando se hizo la paz, en setiembre, mi madre me llevó al “Colegio Hiram”; fui vestido de negro, mi padre había muerto. Allá en los bancos de esa escuela, volví a encontrar a mis amiguitos: a los Muguerza, y a Montiel: fuimos compañeros de bancos y de juegos nuevamente. Tengo una gran deuda de gratitud para esta casa de enseñanza; no solamente encontré en ella a maestros que noblemente modelaron mi cerebro y despertaron mi inteligencia; en ella encontré lo que había perdido en casa; un padre. “Encontré a ese viejo patriarca, gloria del Magisterio salteño, a ese viejo abuelo generoso de muchos muchachos pobres de mi época, a Don Anastasio Albisu, quién me dio instrucción gratuita hasta tercer año”. “Cumplí once años, en mi alma ya se había realizado la metamorfosis de la infancia a la juventud, y con ella, nuevos años ocuparon mi mente; ahora „quería ser hombre”, trabajar, -8
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Crónicas de un SALTO desconocido aprender un oficio; soñaba con un banco de carpintero y muchas herramientas... Mi madre me decía siempre que, “los niños pobres, a quiénes sus padres no pueden costearle los cursos de una carrera o profesión, tienen necesariamente que aprender un oficio”, y agregaba, a manera de sentencia: “porque los que tienen oficio, tienen beneficio”. Y por esas razones fue que abandoné la escuela para siempre y entré de aprendiz en la carpintería de Derrégibus”. “La vida me fue entonces más dura: empecé entonces el recorrido de ”La calle de la Amargura”, que forzosamente tiene que andar todo aquel que se inicia en la lucha para ganar el pan, tenía que levantarme con el alba y trabajar hasta el anochecer, en que volvía a casa, cansado y sin ganas de nada; cenaba y me acostaba, siempre con el temor de dormirme al otro día”. “Después de dos años de aprendizaje en lo de Derrégibus, me fui a aprender de “tornero” en la “Tornería La Industrial” de Don Luis Pastorino, que estaba instalada en la calle Cuareim, entre Ceballos y Patitas”. (Hoy calles Rivera entre Rincón y 25 de Agosto). “Pastorino, a los pocos meses de estar con él, tuvo que trasladar su “tornería”, a la vecina ciudad de Concordia, pero no me abandonó: él fue el que me hizo entrar como aprendiz adelantado en la “Mueblería del Siglo XX” de los señores Miguel Pacot y Eugenio Gros”. “El hecho de haber pertenecido a la pléyade de operarios de la “Mueblería del Siglo XX” es una de las satisfacciones más íntimas de mi vida como obrero”. “El pájaro bohemio, el errante vagacielos, ávido de horizontes nuevos, agitaba sus quiméricas alas, despertando en mi espíritu una nueva ansiedad, una nueva inquietud por la aventura, por lo desconocido, y un buen día, cerrando los ojos a la realidad, y con el corazón palpitante por el divino anhelo de “plus-ultra” latino, abandoné la casa paterna y me fui por los “caminos del mundo”, sin más norte que el coruscante signo de lo ideal...” Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz
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Crónicas de un SALTO desconocido “Viajé, conocí ciudades y pueblos distintos del mío, conocí a los hombres en sus miserias y dolores, en sus vanidades y torpezas, en la miseria que los eleva y en la miseria que los hunde..., conocí todo lo que la vida nos reserva para templarnos en el fuego sagrado , que es la vida misma”. Sufrí dolores y desencantos, tristezas y amarguras; me hirió la calumnia y el despecho de los enanos de corazón; pero amé y la fe en la vida me elevó sobre todo lo pequeño...” “Hoy en la edad ya madura, ¡Oh!, mi Salto generoso! , he vuelto a tí, en busca de la paz necesaria para mis últimos años...”. “Ya que acunaste mi infancia, se piadoso con mi vejez; déjame que duerma mi último sueño en el seno de tu tierra amorosa, en tu seno blando y cariñoso”. “¡Oh!, mi Santa Madre, tierra del Salto... !”.
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Eduardo Taborda, el Evocador del Salto Eduardo Santos Taborda es un narrador de amena prosa en que la forma estilizada y el concepto profundo se conjugan armoniosamente. Nacido el primero de Noviembre de 1888 en nuestra ciudad, joven mostró aficiones literarias intensamente sentidas. Las compartía con el aprendizaje del oficio de tornero, en el que prestamente alcanzó categoría de artista por sus realizaciones. La habilidad manual emulaba con su capacidad intelectual. Llevado por su espíritu inquieto - tras frecuentar las aulas de la “Escuela Hiram”, bajo la inolvidable dirección de Don Anastasio Albisu - fuese a Buenos Aires. Allí quedó arrumbada su profesión. El periodismo, el periodismo de combate en las ásperas jornadas sociales de principios de siglo le conquistó. Filemón y Maturana fueron sus compañeros. En la peña literaria alternó con Florencio Sánchez. Vuelto al solar nativo, su incurable bohemia, no le ha impedido acometer obras de aliento. “Su Salto de Ayer y de Hoy”, evocación de lo pretérito, en que el amor por el terruño y a sus hombres se manifiesta a través de límpidos sentimientos, es un libro hermoso y aleccionante, que completó con nuevas páginas en una segunda entrega. Pero, “Almus Ager” es una producción de más jerarquía. De trescientos veinte trabajos, sobre motivos salteños, en los Juegos Florales del Centenario de la Fundación del Departamento, el suyo fue escogió como el mejor, discerniéndose el primer premio. Es un relato vivido, sentido y emocionado, en que su óptica, escudriñando el pasado, “recoge, todas las ansias de su alma y todos los dolores del corazón”, como lo dice en la dedicatoria a sus hijas, que le promete amar y soñar nuevamente”, cuando mi vida está exhausta, mis esperanzas muertas y mis seños rotos”. Escogemos, al señalar la prestancia de su estilo y el fervor que lo anima en la contemplación de lo pretérito, un fragante de “Almus Ager”, precisamente sus invocaciones iníciales que están poseídas Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz
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Crónicas de un SALTO desconocido de singularísima fuerza emocional; Ciudad de Salto!, tierra de mis más caros afectos; rincón de mi patria, el más hermoso; el más noble y generoso. Tierra plena de luz y de belleza, de eterna y radiante primavera; cuna de héroes y de poetas y de damas gentiles y abnegadas. Página luminosa y sublime de la historia de la patria: en las que besa el “paterno río”, está escrito el hecho más brillante y heroico de toda la América Latina: El Éxodo!... Bajo el palio de tu suelo desfilaron las huestes rebeldes a la esclavitud iluminadas por un acendrado amor de patria y libertad, rumbo a la gloria, rumbo a la eternidad. Con este pueblo heroico y abnegado, el patriarca, el gran caudillo, forjó nuestra personalidad nacional. La tierra del Salto fue su cuna; en el “Puerto de Martín José” nuestra nacionalidad recibió del Uruguay sus aguas bautismales. ¡Oh!, Tierra de Salto, la del sol magnífico, la de los claros ríos y rumorosos arroyos; la de la feraz y ondulante campiña, en la cual nació nuestra industria madre, - tierra de promisión, tierra fecunda a la que el arado del Porvenir, al hacerla madre, de una patria “grande y única” de la América Española, canta una canción romántica de amor y esperanza!... A tí, tierra de bendición y de promesa, te debo todo lo que fue mío: mi infancia y mi juventud; las alegrías y los dolores de mi vida!... Hoy, al evocarte en tu día de júbilo, ¡Oh!, mi tierra generosa!, en tu día magnífico, al cual llegasteis, por el esfuerzo y cariño de tus hijos, - déjame que te sueñe; deja que la buena hermana fantasía habrá la ventana del pasado, y el perfume de la lejanía llegue hasta mi corazón y el recuerdo ilumine mi cerebro, con las feéricas luces de mi infancia. Déjame soñarte, ¡Oh!, mi ciudad de Salto! como eras antes, cuando yo era niño: ¡Chiquitita!... una aldehuela humilde, de blancos y sencillos caseríos, hasta los que llegaban todas las mañanas: el “vasco lechero”, jinete en su caballo trotador, con - 12
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Crónicas de un SALTO desconocido su maleta de seis tarros; y el panadero, montando su pollino, con sus dos árganas de cuero que sonaban como timbales al trotar. Déjame recordar tus calles sin pavimento, iluminadas por los destartalados faroles a querosene, a los cuales encendía todos los atardeceres el viejo farolero Gómez; déjame llegar hasta el portal de tus perfumados jardines y que la ilusión haga que se embriaguen mis sentidos con la fragancia de tus jazmines y rosales. Material extractado de: “El Heraldo Salteño”. Pág. 128, Libro del Bicentenario.
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La Bohemia de Eduardo Santos Taborda Tipos de mi tiempo: Dr. Santiago Rompani Déjame soñarte ¡Oh!, mi ciudad de Salto, como eras antes, Déjame recordar tus calles sin pavimentar, iluminadas por los destartalados faroles a querosene... Déjame llegar hasta el portal de tus perfumados jardines y que la ilusión haga que se embriaguen mis sentidos con la fragancia de tus jazmineros y rózales”. Eduardo Santos Taborda. “El Salto de Ayer y de Hoy”
Un salteño de Ley Los salteños somos bastante desagradecidos e injustos, por lo menos, muy olvidadizos, respecto de muchos coterráneos nuestros que han enriquecido a Salto entrañablemente.
Uno de estos amigos y hermanos olvidados ha sido Eduardo S. Taborda. Yo lo conocí casualmente. Corría el año 1918, más o menos. Yo vivía entonces en el Cerro, en la calle Chaná, esquina Gaboto, frente a la “Placita”, donde la “Ulhen” fabricara sus caños para los servicios de saneamiento de la ciudad. Yo era, en mi casa, el dócil petiso de los mandados. Tenía que venir al “Centro” con cierta regularidad. El “Centro”, no se extendía, hacia el Norte, más allá del puente sobre el Sauzal y la Estación del Ferrocarril Noroeste. En Julio Delgado, entre Brasil y Agraciada, vereda Oeste, vivía la planchadora a la que yo visitaba regularmente para los cuellos, puños y pechera acartonadas de mi padre, obrero del Corralón Municipal, usaba puntualmente en sus salidas domingueras. La - 14
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Crónicas de un SALTO desconocido corrección formal no tenía nada que ver, ni con la ocupación, ni con el oficio: hacia el final de la década del 30, el procurador Don Martín Goyeneche, no salía a la calle si no era de levitón negro, alto cuello duro, pantalón “de fantasía” y negras botas de elástico. Era similar la vestimenta del flamante abogado Doctor José Antonio Varela, si bien sustituía, revolucionariamente, el sombrero hongo o galera de Don Martín por un fresco “pajilla”, mal apodado “rancho” cosa que no hacía su padre. Don Anselmo, prolijamente vestido de gris, incluso la “galera”. Los próceres de la Plaza Nueva, llevaban aún el “jaquet”, incluso en aquellas tardes estivales en que el cónclave se reunía en los bancos fronteros de la Ferretería Loschiavo, el único “gringo” del conjunto. En la pieza de enfrente, de la casa de nuestra planchadora, tenía su taller, el ebanista o carpintero un hombre que todavía lucía firme estampa de bohemio: Eduardo Taborda. Junto con los cuellos, puños, pecheras, hube de encargarle un palote de “marcar” ravioles. Me hizo sentar y lo labró en mi presencia. No paró de hablar un sólo momento y en ningún momento, lo recuerdo serio. Fue aquella una de las aventuras más prodigiosas de mi niñez. Me pavoneaba de orgullo: aquel soberano artista, no sólo trabajaba en mi presencia, sino que me consideraba digno de su conversación. Por suerte, Taborda no me dejaba hablar. Yo no hubiera sabido que decir. Me inundó de su desbordante simpatía. Y quedé “inundado” para siempre. Mi madre continuó “marcando” los ravioles con un cartón, con un vidrio o con una regla que había de lavarse prolijamente después para poder utilizarla en la escuela. Los bordes del palote eran muy gruesos y se desperdiciaba demasiada masa. Aquel palote conserva en mis recuerdos la categoría de haberme iniciado en los secretos de la comunicación verbal.
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El “Anarquismo” de Taborda Cuando lo conocí. Taborda era batllista. Pero comenzó siendo Anarquista. Eran los Anarquistas que leían a Prohudhon y a Bakunine, pero que descuidaban a Carlos Marx e ignoraban a Lenine (como se escribía entonces) que los anatematizara como a Stalin, del que no tenían noticias. Taborda ha recordado con nostalgia al Centro Lux que fundara hacia 1908 con Tomás Roche, Adolfo Montiel Ballesteros, Pablo Aguirrezábal, José María Corbella, Francisco Musmano, Antonio Bueno, Pablo y Virgilio Lisasola, Sábas Olaizola; Bernabé Ferrando, Anselmo Cabral y algunos más. Por allí pasarían Leoncio Laso de la Vega, Ángel Falco, Alejandro Sux; Juan Paiva, José Pedro Bastita. Creo que hubo muchos más. Recuerdo los “pasquines” de un centro de “Ciencia y Vida”, o cosa así; empleo la palabra “pasquín” en el buen sentido del término. Casi todos ellos se pasaron luego, con armas y bagajes, al grupo político del Sr. José Batlle y Ordoñez, antes de que se formase aquel que adoptaría su nombre. Como buen anarquista se recitaba íntegros pasajes enteros de los “Derechos de la Salud”, “Barranca Abajo”, “La gringa”, etc., del bohemio por antonomasia Florencio Sánchez. En el Cerro, frente a la “Placita‟, donde la “Ulhen” instaló su fábrica de caños sobre la actual avenida Armando I. Barbieri, estaba el local anarquista; “El Anarquista”, por antonomasia, donde se organizaban todas las huelgas de los Astilleros de Mihanovich, hasta que los paralizaron definitivamente. Enfrente, estaba el almacén de Don Lorenzo Giacchero, primero, de Testa después, de Barbieri y Leggire, más tarde.
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Eduardo Taborda junto al Insigne escritor Zorrilla de San Martín
Fiat Justitia Por olvido o por mera desconsideración, Salto no ha tenido nunca un gesto digno para con éste personaje tan salteño. Si empleáramos las propias palabras de Taborda, debiéramos escribir lo que él así hiciera al olvido con que nuestra ciudad cubrió al autor del “Himno al Salto”, Bartolomé Hidalgo: “Nosotros que somos s espléndidos y generosos con los extraños, que hemos prodigado muchas de las calles de nuestra ciudad para perpetrar la memoria de muchos “Don nadie”, somos avaros, mezquinos y miserables, y muy pocas veces pagamos nuestras deudas de honor”. Realmente es una deuda de honor la que Salto le debe a Eduardo Santos Taborda cuyas más hermosas palabras y recuerdos fueron siempre para ella y su afán de rescatar y dar a conocer hechos y Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz
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Crónicas de un SALTO desconocido cosas muy salteños, que nadie, absolutamente puede discutir su pertenencia. Varios años han pasado y no existe siquiera un sencillo bronce que recuerde la memoria del que pulsó inspirada lira para ofrecer su homenaje al Salto de ayer con su séquito de personajes y glorias pasadas y presentes; el farolero, el sereno, los Recreos, las pandorgas, el Instituto Politécnico Osimani y Llerena, la Escuela Hiram, el Astillero, etcétera. Es el cruel olvido, el destino que Salto deparó a su humilde y tierno aeda. A aquél que escribiera en sus evocaciones: “Y cuando la abuela no me vea, me escaparé!... iré hasta “Las moras”... las moras ya están maduras... comeré muchas... me ensuciaré bien las manos... pero la abuela me descubrirá!... no podré ocultar las manos manchadas!... No importa, la abuela es muy buena y no me castigará... me dará muchos besos y me dirá; Diablillo, ya irás al colegio!
Señoritas Taborda, paseando por calle Uruguay esquina Joaquín Suárez - 18
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Las Memorias de Taborda Hacía de todo y todo lo hacía bien. Durante mucho tiempo, antes del inefable Pérez, “Tribuna Salteña”. Publicaba las fotografías de Taborda, no sólo del estadio Dickinson, sino del propio estadio o “Field” o “Cancha Oficial”, si mi memoria no me traiciona. Fue el primero de los fotógrafos deportivos. Pero lo más memorable, lo que supongo que le dará perduración, fueron sus crónicas del Salto antiguo o del “Salto de Ayer”, como denominó al libro que recogiera algunas de sus crónicas radiales. Es un libro inestimable: es difícil de hallar otras fuentes que las que en ese libro se registran para los temas que le preocuparon. Sólo en él las nuevas generaciones pueden saber lo que significaron para Salto, y para el país, hombres tales como Antonio Invernizzi; Pascual Harriague; Saturnino Ribes; Anastasio Albisu; Etelvina Migliaro; Marciano Diez Plaza; Manuel Esteves Dos Santos; Agustín Maymús y Miguel Pacot; José Lino Amorim; José A. Garbarini; Pablo Aguirrezábal; Carlos Ambrosoni; José Pons Palet; Francisco Giordano; Jerónimo Simonelli; Pedro Gallino; Juan Gallinotti; Agustín Fornari; Esteban Pisaco; Santiago Montani; Lorenzo Corcoll y tantos otros que Taborda rescató de un olvido irremediable. Murió sólo, pobre (como lo había sido siempre) y olvidado (como es una pena que con él ocurra). Había dicho cosas muy hermosas y había logrado rescatar del olvido, que a él ya le cubre, a muchas figuras pretéritas. Nunca hizo mal a nadie. Procuró hacer todo el bien que pudo. ¿Puede pedirse algo más?. Dr. Santiago Rompani. Montevideo 12 de setiembre de 1977.
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Nota Sobre Taborda en el Diario “La Tarde” A los hombres como Taborda la gente los llama locos. Porque no son en realidad cuerdos a la manera de la gente, es decir aliñados en el decir y el pensar, en el moño de la corbata y en la raya del pantalón. Nacieron así, o la vida los hizo así y así son ¡que diablos!. Pero la gente no sabe de estas cosas y les aplica el calificativo don la misma frescura que les aplicaría una condena a presidio indeterminado. Tan desmedida es la gente para sentenciar, como aliñada en el vestir. Admitiendo que Taborda sea lo que la gente dice, un loco, nosotros estimamos mucho a Taborda. Porque a fuerza de loco es un “buen muchacho” (valga la expresión familiar). Y bueno es Taborda, porque no hay buena causa que no cuente con la adhesión suya; y no hay dolor ajeno que a Taborda no alcance. Todos lo conocemos jovial, dicharachero y hasta chocante en algunas cosas. Pero a través de todo, deja advertir el fondo de su psicología en serio y en firme, no para escribir dolorosas ni para llorar los entierros, conmoverse con la miseria de un niño o solidarizarse con la desventura de un amigo. Radaelli, otro amigo sentimental que toma la vida en bufo, lo ha “interpretado”. Ese Taborda que nos presenta el grabado es el auténtico, con todos sus atributos psíquico físicos y profesionales. En Taborda hay dos personalidades. La una es ese funcionario público y la otra de periodista. La primera nos interesa. En cuanto a la segunda diremos que Taborda es - usando una expresión común - una pluma sabía que escribe a fuertes trazos para atacar en carne viva. Por eso admira a Florencio Sánchez y es el más ferviente admirador de este insigne dramaturgo, a quién sí el Salto rindió homenaje fue debido a la gestión perseverante de Taborda.
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Crónicas de un SALTO desconocido Pero no solo es este periodista con la pluma; también lo es con la “foto” y no son pocos sus triunfos como cronista gráfico de “La Tarde” y de diarios y revistas montevideanos. De tal modo Taborda, siendo lo que la gente dice, un loco, es también un hombre útil y trabajador. Muchos Taborda necesitaría el Salto para que no hubiese tantos cuerdos que no son ni trabajadores, ni útiles. Y dicho sea esto sin alusión y sin el ánimo de poner acíbar al final de esta página dedicada a un hombre que siendo sentimental, es un hombre de buen humor.
Eduardo Taborda en fondos de la Ferretería Solaro Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz
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ALMUS - AGER MOTIVOS SALTEÑO Lema: AEREOMATIA ¡Ciudad de Salto!, Tierra de mis más caros afectos; rincón de mi patria, el más hermoso; el más noble y generoso. Tierra plena de luz y de belleza, de eterna y radiante primavera; cuna de héroes y de poetas y de damas gentiles y abnegadas. ¡Página luminosa y sublime de la historia de la patria: en las barrancas de tu costa, a las que besa el "paterno río", está escrito el hecho más brillante y heroico de la América Latina: ¡El Éxodo!... Bajo el palio de tu cielo desfilaron las huestes rebeldes a la esclavitud, iluminadas por un acendrado amor de patria y libertad, rumbo a la gloria, rumbo a la eternidad. Con este pueblo heroico y abnegado, el patriarca, el gran caudillo, forjó nuestra personalidad nacional. La tierra del Salto fue su cuna; en el "Puerto de Martín José" nuestra nacionalidad recibió del Uruguay sus aguas bautismales. ¡Oh, tierra de Salto, la del sol magnifico!, La de las pintadas y brillantes auroras, la de los claros ríos y rumorosos arroyos; la de la feraz y ondulante campiña, en la cual nació nuestra industria madre, --tierra de promisión, tierra fecunda a la que el arado del Porvenir, al hacerla madre, de una patria "grande y única" de la América Española, canta una canción romántica de amor y de esperanza!... ¡A ti, tierra de bendición y de promesa, te debo todo lo que fue mío: mi infancia y mi juventud; las alegrías y dolores de mi vida!... Hoy, al evocarte en tu día de júbilo, ¡oh, mi tierra generosa!, en tu día magnifico, al cual llegasteis, por el esfuerzo y cariño de tus hijos, -- déjame que te sueñe; deja que la buena hermana Fantasía abra la ventana del Pasado, y el perfume de la lejanía - 22
Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz
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Crónicas de un SALTO desconocido llegue hasta mi corazón y el Recuerdo ilumine mi cerebro, con las feéricas luces de mi infancia. Déjame soñarte, ¡oh, mi ciudad de Salto! como eras antes, cuando yo era niño: Chiquita!... una aldehuela humilde, de blancos y sencillos caseríos, hasta los que llegaban todas las mañanas: el "vasco lechero", jinete en su caballo trotador, con su maleta de seis tarros; y el panadero, montado en su pollino, con sus dos árganas de cuero que sonaban como timbales al trotar. Déjame recordar tus calles sin pavimento, iluminadas por los destartalados faroles a kerosene, los cuales encendía todos los atardeceres el viejo farolero Gómez; déjame llegar hasta el portal de tus perfumados jardines y que la Ilusión haga que se embriaguen mis sentidos con la fragancia de tus jazmineros y rosales. Déjame que sueñe y que recuerde, todo aquello que llena de gozo y deslumbramiento a mi alma de pequeño; déjame contemplar desde el portal de la casa de la abuela, el firmamento estrellado en una noche calurosa del estío, mientras el "Sereno" con su linterna encendida, en la esquina de las calles Cuaró y Pintado, hace fuego para tomar mate y "acortar la noche". Déjame que sueñe con aquel organillo callejero que rompe el silencio de la noche, allá en la esquina de Cuaró y Guaviyú. ¡Qué hermosa es la música poniendo una nota de alegría en la noche pueblerina!... Es, "La Verbena de la Paloma"... "Donde vas con mantón de Manila"... Hoy, a la distancia que han puesto los años, a los días de mi infancia, esa música, es muy hermosa... La ancha vía del Recuerdo, se ilumina nuevamente; con esta luz nueva de mi cerebro, visitaré otra vez, ¡oh mi Salto querido! tus paseos de antaño: iré al "Prado Salteño" a jugar al "sapo" y a recrearme en las hamacas, suspendidas de sus grandes árboles; luego, tomaré el "Ripper" de Testa y en él iré al "Recreo 18 de Julio" y vendré más tarde al "Recreo Salteño" a dar unas vueltas en su vieja "Calesita". después.., iré a la "Plaza Vieja" a oír la Banda de los "Siamo Diversi" y ver si sus corpulentos higuerones ya han madurado sus "higuitos"..., son estos ¡tan ricos!... ¡tan dulces!... Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz
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Crónicas de un SALTO desconocido Y cuando la abuela no me vea, me escaparé.., iré hasta "Las Moras"..., las moras ya están maduras..., comeré muchas.., me ensuciaré bien las manos..., pero, la abuela me descubrirá.., no podré ocultar las manos manchadas... No importa.., la. abuela es muy buena y no me castigará.., me dará muchos besos y me dirá: "Diablillo ya iris al colegio"... ¡Oh, venturosa edad en la que todo es alegría y contento; en la que ignoramos todo lo que vendrá; en la que la Vida aún no se ha ensañado con nuestras pobres almas soñadoras!... ¡Qué maravillosas eran las colecciones de figuritas!... ¡Las de cajas de fósforos, con los retratos de los hombres célebres y las banderas y escudos de las naciones; las de los cigarrillos "Ferriolo" con la "Historia de la Guerra del Paraguay" y "La Vida de Martín Fierro"... y las bolitas, los trompos, los baleros y las cadenitas hechas en un carretel con gomas de cajas de fósforos!... ¡Qué maravillosos encantos encerraban todos estos juguetes humildes para los niños pobres!... ¡Qué alegres eran los domingos otoñales, cuando después del almuerzo, en compañía de la madre y de la abuela iba "al campito", con el tramperito y el mixto cantor, y la vara de pegapega y la red, -- o a remontar "el barrilete panzón" al "Cerrito del Hospital" o a la "Cuchilla de la Negra Ricarda", donde se celebraban "los concursos de cortes". ¡Cómo admiraba aquellas "pandorgas" enormes, en formas de ranchos o de barcos; --y aquella "negra grandota" que un día: el bueno del Dr. Amorim, elevó al espacio para regocijo de la turba de chiquillos que le rodeábamos y aplaudíamos con nuestra bulliciosa admiración, mientras "la negra" remontando gallardamente al infinito, agujereaba el cielo!... Todo pasó .... pero el Recuerdo, desde muy lejos, desde el fondo de nuestras almas, aroma nuestro corazón con el perfume de todo ]o que fue y revive en nuestro ser todos aquellos dulces y delicados sentimientos, que fueron un día, muy lejano ya, el encanto y la alegría de nuestra vida. Los primeros cuentos infantiles que nos narrábamos con los amiguitos, sentados en el escalón de la puerta de calle o echados gandulescamente bajo la sombra protectora de un frondoso y - 24
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Crónicas de un SALTO desconocido perfumado naranjo, de aquel edén, que era el jardín-quinta de la casa de mi abuela. Allí, bajo los naranjos, blancos de azahares, soñábamos con estupendas aventuras.., con viajes a lo desconocido; con tierras y ciudades de leyenda, de gigantes y pigmeos; con empresas heroicas y amores imposibles. Nuestras almas criaban alas, --las alas del pájaro azul de la quimera; Swift, Wells y Julio Verne ya vivían en nosotros. Éramos cuatro amguitos inseparables: Carlos e Isidoro Muguerza, Adolfo Montiel y yo... Cuatro niños muy humildes, pero con mucho corazón... Después... cuando cumplí siete años, la vida me pareció otra... el "Diablillo ya irás al colegio", de la abuela, se cumplió... Y, la escuela... ;as primeras letras y los primeros números, aprendidos en los bancos del viejo y querido "Colegio de Calcagno" despertaban en mi espíritu la inquietud de "querer saber", -- y bajo las miradas cariñosas y protectoras de aquellas señoritas tan buenas; de aquellas santas y abnegadas maestras, mi cerebro se formaba y se elevaba en parábolas de luz... ¡Oh, santas mujeres!.., ¡Sacerdotisas de la Bondad y del Bien!... dejadme que en esta hora, mis labios pronuncien con profundo sentimiento de gratitud, y con ferviente amor de lírico creyente, vuestros nombres muy queridos: ¡Magdalena Calcagno, Felisa Claverie, Luisa Beleche y Emiliana y Luisa Martínez, a todas vosotras, mi corazón, puesto de pie, para no ahogarse de emoción, os dice: ¡Salve!... ¡Oh, Salto! mi ciudad pequeñita.., que enorme me pareces ahora en el recuerdo!.., con tu gran número de escuelas, y aquella pléyade de maestras y maestros admirables, -- que afanosamente forjaban tu porvenir, modelando los cerebros vírgenes de tus hijos! ¡Oh, mi ciudad nativa, -- en mi ardiente fantasía de hijo amante y cariñoso, te veo como a una pequeñita hija de la Grecia inmortal, prodigándote en cultura y en valor, -- fundando escuelas y conquistan triunfos!... Ninguna como tú, ¡oh, mi ciudad de los frondosos naranjales y de los jazmineros y rosales, en eterna primavera, guarda en la página íntima de su historia, los nombres de tantas escuelas y Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz
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Crónicas de un SALTO desconocido maestros, que fueron la base sólida de su cultura y de su grandeza!... El "Instituto Politécnico", el "Colegio Hiram", la Escuela Italiana", el "Liceo Salteño", el "Colegio de los Curas"» el "Conservatorio Eslava", el "Colegio Helvético", la Escuela de Paiva, el Colegio de Cossio, la Escuela de Hernández, el Colegio de Schell, la Escuela de Reyes, el Colegio de Angeleri, la Escuela de Mousqués y las Escuelitas de Mariana, de Cogorno y de Moreira, se abrazan en un mismo afán, siembran un mismo anhelo, rezan un mismo credo de superación y de confianza en el porvenir, con sus hermanas del "Estado": la de "Calcagno", la de "Milans", la de "Avila", la de "Migliaro", la de "Chouza", la de "Rey" y la de "Tate", m y de ese abrazo, de ese connubio ideal del Pueblo con el Estado, nació una generación fuerte, inteligente y trabajadora, que transformó a la aldehuela pequeña, que era Salto, en una ciudad magnífica, -- rica en esplendor cultural y que marcha al ritmo acelerado del progreso, segura de un destino feliz. Pero, ¡oh musa, de mis entusiasmos y recuerdos!... déjame seguir soñando con "el ayer"!... ¡Son tan dulces los recuerdos del ayer lejano, los sueños infantiles y el perfume de lo que fue!... Si, déjame volver de nuevo al patio de la vieja escuela, a jugar con los compañeros de entonces, hasta el día triste y trágico, en que suspendimos nuestra alegría y nuestros juegos, para volvernos apresuradamente a nuestras casas. Era una mañana llena de sol, del mes de mayo del año 1897; el país estaba conmovido; la Patria sangraba; la sangre generosa de sus hijos fecundaban las margaritas rojas de nuestras campiñas y los hogares se vestían de luto... En el patio de la escuela, las maestras, muy asustadas, suspendieron "el recreo" y haciéndonos formar en filas, nos ordenaron volver presurosos a nuestras casas, diciéndonos: que, los "Blancos" estaban en las "Cuatro Bocas". El desbande fue rápido: todos corríamos asustados; ya se sentía a lo lejos, ruidos de descargas de fusilería. Al pasar frente al "Altillo de Garrasino" vi en los altos de la casa, a soldados del "Urbano", tuve mucho miedo y eché a correr... - 26
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Crónicas de un SALTO desconocido En casa, la abuela me esperaba en la puerta de la calle, trémula de emoción --pálida y temblando de miedo, tomándome de un brazo me hizo entrar y me ordenó que no fuese a salir a la calle. A la hora 11 de ese día, desde el "Cerrito del Lazareto" se hizo fuego de cañón hacia el lugar donde habían acampado los revolucionarios. Todo Salto vivió ese día momentos de honda congoja y de mortal angustia. En casa, mi madre, junto al lecho de mi padre, agonizante, lloraba con honda tristeza; mi abuela, arrodillada ante una imagen de la Virgen de Luján, imploraba, musitando una plegaria... Al otro día, los "Blancos" se fueron de las "Cuatro Bocas" rumbo al "Daimán"; la ciudad parecía tranquila; el “Urbano se había atrincherado y acantonado en diferentes puntos estratégicos. Hubieron algunos muertos y muchos heridos; habilitóse como "Hospital de Sangre" al local de la "Escuela Italiana"; en él, muchas damas y niñas salteñas, ejercieron el noble y piadoso apostolado de la "Cruz Roja". Los diarios, "Ecos del Progreso", "La Prensa", "El Avisador" y "La Reforma", todos los días, y a diferentes horas, tiraban cohetes anunciando las salidas de los "boletines" con las noticias de los sucesos. Después de este doloroso acontecimiento, ya no volví más al colegio de mis buenas y nobles maestras. Cuando se hizo la paz, en setiembre, mi madre me llevó al "Colegio Hiram"; fui vestido de negro, mi padre había muerto... Allí, en los bancos de esa escuela, volví a encontrar a mis amiguitos: a los Muguerza y a Montiel; fuimos compañeros de bancos y de juegos nuevamente. Tengo una gran deuda de gratitud, para esta casa de enseñanza: no solamente encontré en ella a maestros, que noblemente modelaron mi cerebro y despertaran mi inteligencia; en ella, encontré lo que había perdido en casa: un padre. Encontré a ese viejo patriarca, gloria del magisterio salteño, a ese viejo abuelo generoso, de muchos muchachos pobres de mi Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz
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Crónicas de un SALTO desconocido época, a Don Anastasio Albisu, quien me dio instrucción gratuita hasta tercer año. Gustavo Macciá y Don Luis Basso fueron dos maestros del Hiram, a quienes mi corazón no podrá olvidar. En las horas de recreo, cuando no jugábamos a la pelota, Montiel, los Muguerza y yo hacíamos proyectos; así fue, que una mañana, en medio de la algarabía y del bullicio de los demás chiquillos, nació en nosotros el deseo de ser "artistas" de circo. Impresionados por la caravana trashumante, de los personajes de un circo de "Dramas Criollos" que había levantado su toldo en un baldío de la calle Cuareim, y que anunciaba pintorescamente sus funciones por las calles del pueblo, -- resolvimos fundar un circo. Los cuatro amigos nos entregamos afanosamente a la realización de nuestros sueños, -- y allá por el fin del año 1898, en el sitio de mi casa, con bolsas de arpillera y tablas viejas, construimos una especie de "vizcachera" que a su entrada lucia orgullosamente, para nosotros, el pomposo nombre, pintado por Montiel en un pedazo de tabla de cajón, de "Circo Salteño". El "Baratillo de los Pobres", de Don Ángel Maymús, era para nuestro circo una especie de "utilería". Esteban Lagaxio y Agustín Cisa, dependientes del señor Maymús, nos regalaban cajones viejos y nos juntaban unos gruesos papeles, en que, en ese entonces, venían envueltos los fideos, a los cuales yo los engrudaba y Montiel los pintaba, y con ellos hacíamos el "decorado''. Montiel era "un gran pintor"; tenía una gran vocación por la pintura. -- Arte que más tarde abandonó por la literatura. A los cuatro amigos que éramos, se agregaron tres más, y con ellos completamos el "elenco'' de la compañía; ellos eran: Cipriano Casal, Enrique Mora y un peoncito cuarteador de la Diligencia de Don Antolín, de nombre Diego. El “debut" lo hicimos con "Julián Giménez o El Pasaje de los Treinta y Tres"; fue todo un éxito, porque nadie nos pegó, y pudimos demostrar al público, que se puede representar a los Treinta y Tres, con solo siete "artistas".
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Crónicas de un SALTO desconocido La entrada valía un vintén o cien carozos de duraznos,- los que vendíamos o cambiábamos por "zar-zaparrilla" en la "Licorería de Gezalbo". A medida que nos entusiasmábamos con "nuestro circo", nos sentíamos "más hombres"; -- ya teníamos casi todos, los de la patota, nueve años, y con nuestra "hombría" se agrandó nuestro espíritu aventurero y germinó en él una ansiedad mayor de aire y de espacio, que nos arrastró hacia la deliciosa travesura de "hacer la pelada", y muchos días en el mes "raboneábamos", y nos íbamos a vagabundear a "Los Sauces", al '"Lazareto", al “Montecito de Williams", a "La Amarilla", al Saladero", a "Las Aromas", al "Paso del Bote", a "La Petiza", a "Los Eucaliptus de Harriague" o a "Las Cavas", donde nos bañábamos o hacíamos vida contemplativa y gandulesca. "Las Cavas" tiene un triste y doloroso recuerdo para los "raboneros" de aquel entonces, y que me curó para siempre, la enfermedad de las "rabonas". Un día, un grupo de compañeros, en clase, en las horas de la mañana, concertamos una "falluta" para la tarde, para irnos a bañar a "Las Cavas"; -- al grupo se agregó Rogelio Molina. A la una de la tarde, toda la falange "rabonera" estaba reunida en "Las Canteras", frente a la "Panadería Unión", escondimos los libros; compramos bollos y bizcochos y nos marchamos "Cerro" arriba, rumbo a "Las Cavas". Cuando llegamos a la costa, acampamos en "El Cable'' y después de cercioramos que no andaba ningún "guarda", ni ningún "milico", y que desde el Resguardo del "Astillero" no nos podían divisar, nos desnudamos y "nos tiramos al agua". En lo mejor de nuestra alegría, cuando más fuerte era el chapoteo que hacíamos en las aguas, -- vimos que Molina perdía pie y desaparecía. Asustados, salimos del agua y nos vestimos rápidamente, y al ver que éste no salía a flote, echamos a correr como locos, por distintos caminos, rumbo a nuestras casas, a las que llegamos, calculando de coincidir con la hora de salida de clase. Nunca pude saber quien fue el que llevó la triste noticia a los padres de Rogelio; -- sólo sé que cuando esta se supo, entre mi Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz
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Crónicas de un SALTO desconocido madre y mi abuela me pegaron la primera y única paliza, que he recibido en mi vida. Al otro día, mi abuela cortó muchas flores, hizo con ellas un ramo y me ordenó que fuera a llevarlas a la casa mortuoria y que me quedara y acompañase hasta el Cementerio, los despojos mortales del infortunado compañero. Si alguna vez lloré lágrimas de profundo arrepentimiento y de desconsuelo, e invoqué al Eterno, en demanda de perdón: por la cobardía cometida, de haber dejado ahogar al compañero de travesuras, fue ese día, mientras daban sepultura al cadáver de Rogelio. El, desde el cielo, tiene que haberme perdonado; era muy bueno, y los buenos no se llevan más allá de la tumba, el mal que le hacemos en la tierra. Cuando cumplí once años, en mi alma ya se había realizado la metamorfosis de la infancia a la juventud; y con ella, nuevos sueños ocuparon mi mente: --ahora, "quería ser hombre", trabajar, aprender un oficio; soñaba con un banco de carpintero y muchas herramientas Mi madre, me decía siempre: que, "los niños pobres, a quienes sus padres, no pueden costearles los "cursos de una carrera o profesión, tienen, necesariamente que aprender un oficio" y agregaba, a manera de sentencia: "porque, los que tienen oficio, tienen beneficio''. Este episodio doloroso, conmovió en tal forma mi espíritu, que cambió radicalmente, mis gustos, inclinaciones y travesuras: a la salida de clase» ya no iba más con la patota de "peleadores", que se apedreaban con los niños del "Colegio Italiano" y con los de la "Escuela de los Curas". El Circo "se fundió" por falta de entusiasmo; --las figuras pintorescas de los "tipos populares", "Fontova , con sus canciones; "Pancho Mudo", con sus señas y ademanes, un poco libres; "José Latero", haciendo malabares con sus bastón; "Chimarrita", con su guitarra vieja; "El Manco Pelegrino" con sus dicharachos; "Ubaldino Pereda", cantando y bailando; la "Negra Felipa" con su jauría famélica y vagabunda; "Agapito Montenegro", vendiendo yuyos; "Dotta" y "Giusepin" con sus - 30
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Crónicas de un SALTO desconocido filosofías de viejos vencidos, y "Risso", recitando eternamente, y a su modo, la "Flor de un día"; --desfilaban ante mí, pero sin despertar ya ningún interés, para hacerlos blanco de mis fechorías de chiquillo travieso. A los gitanos, con sus osos y sus monas, bailando al son de sus toscas panderetas; y al "hombre - orquesta'', con su bombo a la espalda y su alto sombrero de campanillas; -- todavía, muchas veces, a la salida de clase, o desde el portal de mi casa, los contemplaba con arrobamiento y hasta con un cierto "poquito" de envidia... Y, por estas razones, fue que abandoné la escuela para siempre y entré de aprendiz en la Carpintería de Derrégibus. La vida me fue entonces más dura: empecé el recorrido de la "Calle de la Amargura", que forzosamente. Tiene que andar, todo aquel que se inicia en la lucha para ganar el pan; -- tenía que levantarme con el alba y trabajar hasta el anochecer, en que volvía a casa. Cansado y sin ganas de nada; -- cenaba y me acostaba; siempre con el temor de dormirme al otro día... Y, así, muchos días, muchos meses, algunos años. En esa época, los patrones de talleres no tenían ninguna consideración con sus pequeños operarios; nunca estaban conformes, nunca se había trabajado bastante; -- eran unos bárbaros, unos injustos y unos grandes egoístas... Ellos decían, que era "así" la forma de aprender a trabajar y llegar a "ser algo"; -- claro está, que decían esto, por conveniencia. Después de dos años de aprendizaje en lo de Derrégibus, me fui a aprender de "tornero'' a la "Tornería La Industrial", de Don Luis Pastorino, que estaba instalada en la calle Cuareim entre Ceballos y Patitas. Era este industrial, un italiano muy bueno, comprensivo y generoso, y un verdadero artista en su oficio. El me enseñó a ganar mi primer sueldo. ¡Qué alegría, la de aquel domingo de fin de mes, cuando, después de la limpieza y arreglo del taller, Don. Luis me llamó al escritorio y me hizo entrega de la "fabulosa" suma de cinco pesos!... Pastorino, a los pocos meses de estar yo con él, tuvo que trasladar su "Tornería" a la vecina ciudad de Concordia; pero no me abandonó: él fue quien me Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz
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Crónicas de un SALTO desconocido recomendó y me hizo entrar, ya, como aprendiz adelantado, en la "Mueblería del Siglo XX", de los señores Miguel Pacot y Eugenio Gros. Era este establecimiento industrial, el que gozaba. en ese entonces, de mayor y mejor saneados prestigios, en el Departamento y en la Capital de la República; --para trabajar en él era necesario "saber trabajar". Don Miguel, como operario, habíase conquistado fama de artista superior; además, poseía una vastísima cultura que lo caracterizaba, en grado superlativo, como a un auténtico caballero; -- a su profundo conocimiento de las ciencias exactas y a su brillante ingenio, se debe la construcción del reloj maravillo, "El Salteño". Máquina ésta, planeada y ejecutada por él, y cuyas piezas, modeladas en las horas libres de la diaria labor. fueron fundidas en distintas ciudades europeas, de Suiza, Bélgica, Francia y Alemania, para así, no dar la clave de su invento. Este reloj es un alto exponente de ingeniería mecánica: tiene distintas esferas, que marcan todas las horas del mundo; -- las fases de la luna, los meses, los años y los años bisiestos, también son señalados en él, con sorprendente y maravillosa exactitud. Creo que esta labor primorosa de este hombre múltiple, que conquistó con su agudo ingenio, glorias para el Salto, se encuentra en la actualidad en el Museo de la ciudad de "La Plata" (R. A.). Don Eugenio Gros, se complementaba a Don Miguel; como ebanista y escultor, "sabía lo que hacía". Calzaba puntos muy altos, en el arte de la construcción y decoración del mueble; -hombre honrado y bondadoso, de carácter algo empecinado -como todos aquellos que "ven lo que muchos no pueden ver", pero, de una alta nobleza de corazón. A estos dos hombres les debe el Salto, sus mejores operarios en ebanistería; al lado de ellos, se formaron aquellos magos artífices de la delineación y construcción del mueble: Camilo Mazza, Antonio Defeo y Américo Maffio; -- obreros humildes que enaltecieron a nuestra ciudad por el enorme caudal de conciencia que ponían en las obras que salían de sus manos. - 32
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Crónicas de un SALTO desconocido Con estos dos hombres de excepción, estuve algún tiempo; -aprendí con ellos a "hacer algunas cosas". El hecho de haber pertenecido a la pléyade de operarios de la "Mueblería del Siglo XX" es una de las satisfacciones más íntimas de mi vida de humilde obrero. Durante el tiempo que medió, desde que entré como aprendiz, en lo de Derrégibus y salí de lo de "Gros y Pacot", como "obrerito" para volver con Pastorino, que me reclamaba, desde la ciudad de Concordia, el Salto crecía día a día, sus calles se hermoseaban: edificios nuevos, pavimentación, el Tranvía con sus mulitas pequeñas, como de juguetes, que arrastraban la novedad de los coches nuevos; Rippers, comercios, "coches particulares'', "victorias" y "breacks" de impecables estilo inglés y francés, daban ya todos los días, a la tranquilidad pueblerina, la sensación del vértigo de los domingos y días de fiestas. Se edificaba: barriadas nuevas surgían como por encanto, al impulso tesonero y liberal, de aquel Constructor italiano, que amaba al Salto por que era "la tierra de sus hijos", y que el Salto "de hoy", agradecido, lo recuerda con amor, en una de sus mejores calles, con el nombre de "Antonio Invernizzi". Para mí, todo este cambio, todo este progreso y animación, me era caso desconocido; el taller no me permitía el tiempo necesario para compenetrarme en él y admirarlo. Los días me eran largos y las noches cortas... Siempre estaba cansado... El pájaro bohemio, el errante vaga cielos, ávido de horizontes nuevos, agitaba sus quiméricas alas, despertando en mi espíritu, una nueva ansiedad, una nueva inquietud por la aventura, por lo desconocido, -- y un buen día, cerrando los ojos a la realidad y con el corazón palpitante por el divino anhelo del "plus ultra" latino, abandoné la casa paterna, y me fui por "los caminos del mundo", sin más norte que el coruscante signo de lo ideal... Viajé: conocí ciudades y pueblos distintos al mío; conocí a los hombres en sus miserias y dolores, en sus vanidades y torpezas, en la miseria que los eleva y con la miseria que los hunde.., conocí todo lo que la vida nos reserva para templarnos en el fuego sagrado, que es la vida misma. Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz
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Crónicas de un SALTO desconocido Sufrí dolores y desencantos, tristezas y amarguras; me hirió la calumnia y el despecho de los malos de corazón; pero, amé, y la fe en la vida me elevó sobre todo lo pequeño... Hoy, en edad ya madura, ¡oh, mi Salto generoso! he vuelto a ti, en busca de reposo, en busca de la paz necesaria para mis últimos años.. ¡Ya que acunaste mi infancia, sé piadoso con mi vejez; déjame que duerma mi último sueño, en el seno de tu tierra amorosa, en tu seno blando y cariñoso. ¡Oh, mi santa madre tierra de Salto!... Salto, junio 15 de 1937.
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