Dedicado a los Heroes del Partido Nacional

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Crónicas de un SALTO desconocido Aporte para un Turismo Cultural, Histórico y Patrimonial

Homenaje a los Héroes de Paysandú

Semblanza del General José María Leandro Gómez Militar, General de Ejército, inmortalizado como Jefe de la Plaza de Paysandú en 1864 – 65, en cuya defensa perdió la vida. Nació Leandro Gómez en la ciudad colonial de Montevideo y creció en un medio conmovido por los trajines de la guerra por la independencia, incorporándose a su naturaleza el ejemplo de los austeros varones que forjaron la nacionalidad. La partida de bautismo del que sería el héroe de Paysandú por antonomasia, reza de esta suerte: “En catorce de marzo de mil ochocientos once yo el infrascrito Teniente Cura de esta Iglesia Matriz de Montevideo, bauticé solemnemente a José María Leandro, que nació ayer, hijo de Dn. Roque Antonio Gómez nat. de la Parroquia de Sn, Esteban, en el Reyno a de Galicia y de D . María Antonia Pérez; maternos Dn. Fructuoso Calvo, no dando razón de su abuela materna. a Fue madrina D . Patricia Orduña, y por verdad lo firmo – Dr. Pedro José García de Zúñiga”. DEDICADO AL COMERCIO La casa natal de Leandro Gómez, estaba ubicada en la intersección de las calles San Gabriel y San Juan (actuales Rincón e Ituzaingó), en la misma cuadra y sobre la esquina opuesta a la Iglesia Matriz. Su padre oriundo de Galicia, era hombre de recio carácter y permaneció siempre consecuente con sus convicciones realistas. Leandro siguió la carrera del comercio al que se dedicó con variada fortuna hasta el año 1858, alternándolo con la carrera de las armas. En esta fotografía podemos observar a un Leandro Gómez, joven, de estatura baja, cuerpo delgado, tez de color blanco, profundos ojos pardos y el cabello rubio. Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz

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Crónicas de un SALTO desconocido En 1825 pasó a residir en Buenos Aires, estableciendo una sociedad comercial con su hermano Francisco, encargándose éste del negocio en Montevideo y Leandro del anexo bonaerense, sociedad que liquidaron en el año 1837. AGENTE CONFIDENCIAL DE ORIBE Soldado del Primer Batallón de Guardias Nacionales en noviembre de 1837, alcanzó el grado de Teniente el 23 de octubre de 1838. A la caída del General Manuel Oribe, fue su agente confidencial, conspirando y viajando entre las capitales del Plata hasta medidos del año 1841. En 1842 sentó plaza con el grado de Capitán en la Fuerzas blanco – federales, participando en la batalla de Arroyo Grande (6 de diciembre de 1842). Actuó posteriormente en El Cerrito, donde el General Oribe, Jefe del Ejército sitiador de Montevideo, lo hizo su ayudante. En el año 1848 contrajo enlace con Doña Faustina Lenguas, matrimonio efectuado en la Iglesia de San Agustín de la Unión. Al ser firmada la paz en octubre de 1851, fue agregado al Estado Mayor General. ESPADA DE HONOR DE JOSE ARTIGAS Durante la Presidencia de Giró propuso dejar bajo custodia del Senado la espada del General Artigas, trofeo que poseía desde el año 1842. Habiéndose pronunciado en la Cámara Alta palabras elogiosas de reivindicación de la personalidad de Artigas, le ofreció dicha espada, actitud de la que luego se retractó con motivo del motín de julio de 1853. Los términos de la nota que dirigiera al ofrendar la reliquia fueron los siguientes: “El ciudadano Dn. Leandro Gómez, tiene el honor de dirigirse a V.E., para poner a su disposición la espada del finado General Dn. José Artigas. Esa espada que tanto honra al primer soldado de nuestra Independencia tiene grabada esta noble inscripción: “La Provincia de Córdoba en sus primeros ensayos a su protector el inmortal General Dn. José Artigas. Año 1815”. Como documento histórico me ha parecido digno de ser ofrecido al augusto cuerpo donde ha resonado con el debido honor, el nombre de uno de los primeros guerreros de la Independencia Sudamericana. La historia después de medio siglo, y cuando las cenizas de este esclarecido ciudadano reposan aún lejos de su Patria en la República Paraguaya, contará no sólo tradiciones honoríficas, sino hasta monumentos. Réstame sólo confiar este depósito al Senado de mi Patria. Montevideo, Julio de 1853 Leandro Gómez La Paz del 8 de octubre de 1851 lo restituyó a sus actividades civiles por cierto tiempo. Sargento Mayor de Caballería, el 17 de mayo de 1856, ascendió a teniente Coronel el 1| de marzo de 1858, después del vencimiento de la revolución del General Díaz. -2-

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Crónicas de un SALTO desconocido Coronel graduado el 29 de febrero de 1860, con fecha 12 de enero de 1861, el presidente Berro designó a Gómez Oficial Mayor del Ministerio de Guerra y Marina, pero se mantuvo en el cargo solamente hasta el 3 de junio, fecha en que renunció, cuando Berro se deshizo, inopinadamente, del “gran Ministerio”. El alzamiento del general colorado Venancio Flores, que tuvo principio el 19 de abril de 1863, vino a sacarlo una vez más de sus ocupaciones civiles, y salió a campaña en carácter de adjunto al Estado Mayor del Ejercito de Operaciones. Actor en el combate de “Las Cañas” – llamado asimismo de Vera – el 25 de julio, y en el cual las tropas gubernistas que mandaba el coronel Diego Lamas salieron derrotadas, mereció ser ascendido a coronel el 19 de agosto, ”por haber facilitado la heroica retirada de Vera hostilizando eficazmente al enemigo”. El Departamento del Salto quedaba entonces libre de las fuerzas revolucionarias, pues las que mandaban Gregorio Suárez, Modesto Castro, Saldaña y otros jefes de menos graduación que merodeaban por Arerunguá, Sopas y Mato Ojo, se habían corrido a los Departamentos de Paysandú y Tacuarembó dirigiéndose al Sur para incorporarse al grueso del ejército revolucionario que mandaba el Gral. Venancio Flores. Coronel Leandro Gómez, Comandante Militar de la Plaza del Salto El día 13 de octubre, llegó al Salto el Batallón de la Unión para guarnecer esta plaza y defenderla en el caso de que el Gral. Flores intentase nuevamente sitiarla. Desempeñaba entonces el Cargo de Comandante Militar del Salto, el Coronel Don Leandro Gómez, y como tal, el día 14 pasó la orden del día al Teniente Coronel Don Clemente Linares, Jefe del mismo Batallón, concebida en los siguientes términos: ”Comandancia Militar del Depto. Salto”, Octubre 14 de 1863. Orden General – La Guarnición del Salto ha sido reforzada ayer con el batallón de Guardias Nacionales de la Villa de la Unión. Las tradiciones honoríficas de estos bravos y denodados ciudadanos armados y su benemérito jefe Tte. Coronel Don Clemente Linares, han impulsado a S.E. el Sr. Presidente de la República a enviarlos a esta plaza, para sostener las instituciones y cooperar con el valor que les caracteriza a su defensa si es que los traidores acaudillados por el conspirador Flores intentan de nuevo aproximarse. Son los mismos defensores de las Leyes, son los que recientemente regresan de una campaña al Sur del Río Negro, en el ejército que mandaba el Gral. Don Lucas Moreno. El Bravo batallón de la Unión, lo forman ciudadanos que muchos tienen grandes fortunas, otros tienen elevada posición social, puesto que hay entre ellos un representante del pueblo y todos tienen familia y bienestar, pero a la voz del deber señalado por el primer magistrado de la República; familia, hogar, fortuna y posición social, todo lo abandonan para defender la sagrada causa de las instituciones, viniendo a compartir las fatigas con sus compañeros de armas de esta guarnición. ¡Valientes defensores de la Leyes! Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz

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Crónicas de un SALTO desconocido ¡Guardias Nacionales de la Unión! Sed bien venidos; la guarnición y el pueblo del Salto, os saludan por mi órgano, y en su nombre os envía un abrazo fraternal. Leandro Gómez. ACTIVIDADES COMERCIALES EN SALTO Las Actividades del General Leandro Gómez en Salto no fueron pocas y por citar alguna Quiero referirme a la Fundación del Primer Banco que se establecía en nuestra República, llamado “El Banco de la Villa del Salto”, que abrió sus puertas el 1° de octubre de 1858, siendo sus fundadores Leandro Velásquez, Mariano Cabal, Manuel I. da Conceicao, Andrés Rivas, Eleuterio Mujica y Pastor Texo. El Gerente que representó a la Sociedad en sus gestiones ante el Cuerpo Legislativo fue don Leandro Gómez, el mismo que arrastrado por la corriente de la Guerra civil, había de inmortalizarse, más tarde, en la defensa de Paysandú. El Banco de la Villa del Salto era un Banco de Cambio, emisión, descuentos y depósitos autorizado por la Ley de 17 de Julio de 1858, que aprobó los estatutos. Tenía un Capital de 150.000 pesos fuertes, dividido en 250 acciones de 200 pesos cada una. También fue el representante legal de la Primera Compañía Salteña de Navegación a Vapor. SU VINCULACIÓN CON LA MASONERÍA Fue fundador de varias Logias no solo en Uruguay sino también en Argentina. En 1856 a instancias del Hermano Leandro Gómez, tuvo lugar en Salto, la creación de la Augusta y Respetable Logia - Escuela “Hirám” de Salto el 5 de enero de 1858; primera institución educativa en proporcionar enseñanza gratuita y laica para los hijos de masones y además de las familias necesitadas. Inició sus actividades con niños varones de más de 8 años de edad, brindando así una oportunidad de acceder a la educación a los hijos de familias de limitados recursos. A su ejemplo, se crearon otras escuelas similares en todo el interior de la República. En 1857 fundó la Augusta y Respetable Logia “Jorge Washington” al Oriente de Concepción del Uruguay, en la Provincia de Entre Ríos. El 5 de abril de 1859 fue el Venerable Maestro y fundador de la Augusta y Respetable Logia “Protectora de la Virtud” de Salto. ; y finalmente ese mismo año, instaló la Augusta y Respetable Logia ”Guadalupe” de la ciudad de Canelones. El 28 de octubre de 1859 le fue otorgado el Grado 33 último del Rito Escocés Antiguo y Aceptado.

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Crónicas de un SALTO desconocido Leandro Gómez fue “Orador” permanente de la Augusta y Respetable Logia “Fe” en cuya acción bregó por el bien de la Orden, luchando y combatiendo contra todo tipo de dogmatismos, con que el oscurantismo de entonces, así como hoy en día, busca dominar conciencias, pues nuestro homenajeado sentía la necesidad de difundir la enseñanza, cumpliendo los objetivos de la Institución Fraternal de que hubiera “Luz, más Luz, más Luz…..” para consolidar la República. En sus frecuentes viajes al interior del país, o a la campaña, como solía decirse en la época, fue nombrado “Delegado Especial” del referido Supremo Consejo del Grado 33. Finalmente, el 5 de setiembre de 1862 fue nombrado Miembro Activo del Supremo Consejo del Grado 33. Su expediente masónico se cerró con estas palabras, quizá las más ajustadas a lo que fue su vida y a lo que fue su pasaje al Oriente Eterno “Murió en el cumplimiento de su deber”.

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Homenaje a los Héroes de Paysandú

Semblanza del Brigadier General Lucas Píriz El 1° de enero de 1865 caía en su lucha por la Libertad, en la Defensa de Paysandú Sus padres vivieron en la zona del Paso del Chatre, o Paso de la Herrería, Dpto. de Salto, - pero, por esos avatares del destino en uno de esos viajes cortos quizás - Lucas Píriz vio la luz en Concepción de Uruguay, Provincia de Entre Ríos República Argentina, aunque él siempre se consideró oriental y salteño. Con el grado de Alférez, y contando con apenas 20 años, llegó a participar en las batallas de Ombú, Ituzaingó y Camacuá contra las fuerzas brasileñas. En el año 1836 es ascendido al grado de Teniente, defendiendo las fuerzas legales del gobierno de Salto, luego fue ascendido a Capitán de Caballería de la Guardia Nacional, debido a su reconocido valor y prestigio. Al año siguiente se vuelve a destacar junto el Gral. Eugenio Garzón en la Defensa de Paysandú por lo que es ascendido nuevamente al grado de Teniente Coronel. Durante el Sitio de Montevideo, en plena Guerra Grande, presto importantes servicios. Luego a las órdenes del General Urquiza, estuvo en la batalla de India Muerta, donde le salvó la vida a muchos compañeros prontos a ser fusilados, demostrando de esta manera sus dotes humanitarios. En la villa del Salto, fue Comandante Militar Interino; combatiendo con gran valor contra la esclavitud que aboliera en 1846 el Gral. Oribe, cosa que no aceptaban los brasileños. Luchó contra el Barón de Yacuy en sus famosas incursiones a nuestro país, llamadas “Californias” donde se arriaban tanto ganados como negros libertos. Por defender al depuesto presidente legal Juan Giró, es apresado junto con los Grales. L. Moreno y Diego Lamas por el Jefe salteño José Mundell (Británico), -6-

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Crónicas de un SALTO desconocido quién ordenó su fusilamiento, pero el 26 de diciembre de 1853 a pedido de todos los vecinos de Salto, dicha orden no se cumplió, siendo enviado preso a Montevideo. Dos años más tarde, bajo la presidencia de Gabriel A. Pereira, Lucas Píriz es nombrado Jefe Militar y Político del Salto, cargo que llega a ocupar por el término de casi dos años. En noviembre de 1864 se va a Paysandú, luego que el Gral. Venancio Flores tomara la plaza del Salto, se reúne con el Coronel Leandro Gómez el cual ya organizaba la defensa, pues presentía el próximo ataque. Como los dos eran coroneles, Leandro Gómez ofrece el mando a Lucas Píriz, por ser más antiguo en el grado y por su foja de servicio, lo que no acepta, diciendo que gustoso se sentía de servir a la Patria como segundo. El 31 de diciembre comienza el ataque definitivo y las fuerzas sitiadoras toman la Aduana, pero el Gral. Lucas Píriz atacando a bayoneta y con solo 34 valerosos hombres recupera dicho edificio haciendo replegarse al regimiento Imperial. Al filo de las cinco de la tarde del 31 de diciembre, recibe una bala perdida que lo hiere gravemente en el abdomen, quién inevitablemente paga con su sangre la hazaña.

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Crónicas de un SALTO desconocido LA MUERTE DEL GENERAL LUCAS PIRIZ (Relato de doña Juana Merentiel) El 1° de enero fue conducido a nuestra residencia accidental(Casa de Don Mario Meslier, en la esquina de la calle Queguay casi 18 de Julio, con un portón que daba a esta última calle; en el centro del patio, un aljibe, y cerca de éste un corpulento peral) el General Don Lucas Píriz, en un catre. Estaba herido de bala, gravemente, en el vientre. Su estado era desesperante y todos los de la casa lo rodeamos de los cuidados que eran posibles en aquellos instantes de grandes necesidades, en que se carecía de todo. En la madrugada del día 2, falleció don Lucas, con una entereza admirable, sin exhalar una queja. Horas antes había hablado con mi padre unos segundos. Con frase entrecortada y apenas perceptible, le encomendó la misión de entregar a su familia, que residía en el Salto, y cuyas señas dio, algunas prendas de su pertenencia, para que las conservaran como recuerdo. Dichas prendas consistían en un rico recado completo, con muchos adornos de plata y oro con dibujos de relieve y un reloj y una larga cadena de oro. Mi padre, como es natural cumplió exactamente con el pedido del valiente moribundo, conforme las circunstancias se lo permitieron. Mi hermano Lucas, el menor, llevó la triste novedad del fallecimiento a Don Leandro. Este, no pudo disimular la fuerte impresión que le causó la noticia, pero sobreponiéndose al dolor de una realidad cruel, que significaba una pérdida tan valiosa como irremplazable, ordenó que mi hermano Patricio, que era de oficio carpintero, viniera a casa a construir un ataúd para encerrar los restos del querido muerto, colocándose luego el cadáver en el modesto féretro, y éste sobre un catre, que le sirvió de lecho mortuorio. -8-

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Crónicas de un SALTO desconocido Eran poco más de la s 8 de la mañana. Una ensordecedora gritería, nos puso en autos de otra realidad no menos dolorosamente cruel. La ciudad gloriosa, empenachada de humo y de llamas, había sido tomada por asalto. En casa se hallaban Rafael Pons, un señor Areta, don Carlos Larravide y otros que habían ido temprano a despedir al bravo jefe, que cayo como bueno. En el patio de la casa se había formado un grupo de jefes colorados y blancos que comentaban los sucesos, rodeando el cuerpo del inanimado y frío Lucas Píriz. Recuerdo entre ellos al rengo Fructuoso Rivera; creo que era Capitán e hijo del General del mismo nombre. Fuente: Archivo personal de Ofelia Píriz McColl de Trobo Doña Juana Merentiel, testigo fehaciente de aquellos dramáticos días de 1865 en la Heroica Paysandú, dejó su recuerdo sobre a muerte del bravo General Lucas Píriz, en “El Nacional” en 1924, nota reproducida acertadamente por “El Telégrafo” de Paysandú y que hoy podemos ofrecer a nuestros lectores gracias a la espontánea y generosa colaboración de Ofelia Píriz McColl de Trobo.

TENTATIVA DE ASALTO En esos momentos en que toda la ciudad estaba en poder de los asaltantes, éstos obraban por su cuenta y riesgo. Y éste es un episodio que jamás olvidaré: Nos hallábamos formando parte del grupo, cuando oímos terribles golpes dados por una ventana sin rejas que daba a la calle Queguay. Angustiadas corrimos a sostener el postigo que era uno solo y de gruesa madera. Entonces el rengo Rivera, salió a la calle empuñando un revolver, intimándoles que se retiraran. Los asaltantes que eran unos negros y mulatos, se resistieron a obedecer al principio, pero cejaron en su empeño, vista la resuelta actitud del Capitán. Este llamó a sus oficiales con el cargo de conducir preso a ese grupo. Al volver Rivera, nos enteramos del criminal y sacrílego propósito de los asaltantes. Pretendían quemar el cadáver de Lucas Píriz. SE ABRE LA SEPULTURA Rivera y otros se retiraron, quedando allí Rafael Pons, Larravide y varios amigos nuestros. Mis hermanos mayores aprovecharon este instante para cavar una fosa en el terreno inmediato, donde vivía un zapatero de apellido Baquer. Hecha la fosa con toda la preocupación exigida por las circunstancias, fue transportado el féretro, recibiendo los restos de Lucas Píriz esa modesta sepultura, que fue regada con las lágrimas de muchas madres, que fueron allí a elevar sus oraciones por el eterno descanso de quién supo morir tan valientemente, dejando un hermoso ejemplo de entereza moral, de austeridad de carácter de encendrado patriotismo “EL Nacional” 2 de enero de 1924.

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Posteriormente sus restos fueron traídos y descansan en el cementerio central de Salto Donde se encuentra su tumba como un hito glorioso. Vaya nuestro respetuoso homenaje hacia aquellos héroes, que con indoblegable fe en la defensa de sus ideales, forjaron el espíritu de nuestra patria. Por eso al evocar a Carlos Guido y Spano aun nos suenan sus palabras: “… Consumatum est, Paysandú ha caído. ¡Sus más nobles defensores perecieron!. No, ¿Paysandú se ha eternizado, esos héroes viven y vivirán perpetuamente en el corazón de los hombres libres… Leandro Gómez y Lucas Píriz… la tierra regada por vuestra sangre generosa, es un altar. Postrémonos ante ella. Pidamos nobles inspiraciones a vuestra memoria venerable. Ejemplo de vuestra vida. Ejemplo de vuestra muerte”.

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General Lucas Píriz (Biografía). General del ejército, natural de la provincia argentina de Entre Ríos, donde había visto la luz el 18 de octubre de 1806, y donde su padre, el comandante Gregorio Píriz, había servido con su coterráneo Ramírez, acompañándolo en sus últimas campañas junto con Anacleto Medina. Viuda su madre, doña Dominga Portillo, entrerriana también, pasó la señora a vivir en Paysandú, poblando en los alrededores del pueblo una chacra que luego fue saqueada por una partida revolucionaria de 1838. En los días en que la Provincia Oriental se alzó en armas contra el Imperio del Brasil, en 1825, Lúcas Píriz, con grado de teniente 2°, tuvo un puesto en las Milicias de Paysandú, en el mes de octubre, y en ellas realizó toda la campaña hasta la paz del 28, figurando en la guardia nacional del mismo departamento hasta el mes de marzo de 1831. Teniente 2° del escuadrón 2° de caballería en noviembre de 1832, y teniente 1° el 21 de diciembre siguiente, tocóle actuar a órdenes del coronel Servando Gómez, en el sometimiento de los revolucionarios lavallejistas sublevados contra el gobierno del general Rivera, y fue promovido a ayudante mayor el 11 de julio de 1835. Próximo ya el estallido de la revolución llamada “Constitucional” que encabezó Rivera, se le transfirió a la Guardia Nacional de Paysandú, el 24 de mayo de 1836, en cuyas filas servían sus hermanos Pedro, que era teniente y Nicolás, como simple soldado. Se halló en la defensa del Salto cuando el ataque al pueblo por el comandante revolucionario Raña, y protegió el paso a la costa argentina del Jefe Político Nubel y de los restos de la guarnición el 18 de agosto de 1836. A mérito de su Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz

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Crónicas de un SALTO desconocido conducta distinguida en la jornada, se le expidieron despachos de capitán de caballería de línea el 29 del mismo mes. En setiembre se realizó una operación semejante, facilitando el embarque en la barca ”Cometa” de la corta fuerza que guarnecía Paysandú, cuando la derrotó El riverista José Marote. Promovido a sargento mayor el 24 de mayo de 1837, sirviendo en el 1er. Cuerpo de Ejército, y a teniente coronel el 18 de abril de 1838 y desalojado su partido del gobierno con la renuncia de Oribe a la Presidencia de la República, Lúcas Píriz solicitó y obtuvo su baja del Ejército el 5 de diciembre del propio año 38. Emigró después, pasando a servir a órdenes de Oribe cuando éste se hizo jefe de los ejércitos de Rosas, para volver en 1843. En la Guerra Grande fue de los vencidos por Garibaldi en San Antonio el 8 de febrero de 1846, y el 7 de enero de 1847 tuvo una actuación principal en el ataque y toma del Salto por Servando Gómez, de cuyo departamento había sido nombrado Comandante General el 12 de agosto del año anterior. Píriz fue quién ordenó cañonear y echar a pique a la escuadrilla gubernista detenida por falta de viento en la vuelta de la Caballada del Uruguay, casi frente a Concordia. Actuó casi siempre en los departamentos de Salto y Paysandú, sobre el lado de Entre Ríos, donde la vinculación con sus paisanos le favorecía sobremanera. Era jefe de la plaza del Salto en 1851, en ocasión que ocurrió el pronunciamiento del general Urquiza contra Rosas. Resuelto a someter primero al general Oribe, lugarteniente del tirano argentino, Urquiza hizo atravesar el río Uruguay al general Virasoro. Este paso frente al pueblo y el comandante Píriz se puso a sus órdenes con varios cientos de hombres. En los sucesos de 1854 que siguieron a la caída de Giró, no tuvo participación activa, pero el comandante Ambrosio Sandes lo puso preso en el Salto, por supuesto a reales conveniencias con el Indio Amarillo, fusilado por esos días en Paysandú. Durante el gobierno de Manuel Basilio Bustamante fue designado Jefe Político del departamento del Salto, el 10 de diciembre del 55, y conservó el puesto hasta que el presidente Pereira le dio por sustituto el coronel Diego Lamas, “apreciando en su justo valor los motivos en que fundaba su renuncia”, el 10 de setiembre de 1856. Decretado, en 1859, el enrolamiento de la Guardia Nacional en todo el territorio, tuvo el mando del 2° regimiento del departamento del Salto, con grado de teniente coronel. Pronunciada la Revolución colorada que encabezó el general Flores en 1863, prestó sus servicios al gobierno de Berro y se halló en la derrota de las Cañas de Vera, el 25 de julio, y en la retirada logró sorprender, al otro día, en Constitución, al coronel florista Fructuoso Gómez, que fue muerto con casi todos los suyos. Sin confesar la derrota sufrida por sus soldados en Las Cañas, el presidente Berro quiso alentar a sus defensores con un galón nuevo. Entra los ascendidos “por la heroica retirada”, Lucas Píriz llegó a coronel el 19 de agosto. - 12 -

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Crónicas de un SALTO desconocido De guarnición en Paysandú, a órdenes de Leandro Gómez, su parecer fue contrario a dejarse encerrar en la plaza, entendiendo que debía procurarse batir a Flores en campo abierto, para facilidad de operaciones futuras, descontando la seguridad del abandono en que los dejará el gobierno, conforme en lo que había ocurrido en Durazno y Florida. Sin embargo, una vez aceptado el temperamento apareció uniformado sino por excepción; de particular, con una galera alta dentro de la cual tenía dos o tres pañuelos, en zapatillas muchas ocasiones, aquel hombre de fisonomía aindiada y bonancible, alto y gordo, estuvo siempre donde debía estar, con su serenidad y su pachorra asombrosas. Buen militar – tal vez el mejor entre todos sus compañeros- la calidad de extranjero y su desvinculación con Montevideo – donde Gómez tenía sus amigos y su prensa – lo han puesto un poco lejos de su verdadero sitio en aquellas jornadas heroicas… Por decreto del 11 de diciembre del 64 “en el deber de robustecer la defensa de la Independencia Nacional atacada nuevamente por aleves y pertinaces enemigos y sin perjuicio de otros honores y premios que serían acordados a los jefes, oficiales y tropa de la guarnición de Paysandú”, se declaró a los sitiados beneméritos de la Patria, y el 13 se instituyó un cordón de distinción para condecorarlos. El 22 Píriz fue promovido a coronel mayor “apreciando en todo su mérito su bizarra comportación, con especialidad en los días 6, 7, y 8 de diciembre”. Reanudando con más bríos el asalto a la plaza, disponía el nuevo general el ataque a una trinchera enemiga, el 1° de enero de 1865, apenas resguardado en el hueco de una puerta en la esquina de las calles 18 de julio y Montevideo, cuando una bala de fusil vino a herirlo en el vientre. Conducido sin pérdida de tiempo a una cas próxima, falleció la misma noche a consecuencia de una herida interna. El gobierno, por el artículo 3° del decreto del 11 de enero, dispuso que los hijos de Píriz, lo mismo que los de Leandro Gámez, recibieran instrucción profesional por cuenta de la República. Los restos mortales del valiente soldado reposan desde hace muchos años en el cementerio de la ciudad de Salto, donde siempre había residido con su familia. Nota: este material fue extraído del libro “DICCIONARIO URUGUAYO DE BIOGRAFÍAS 1810 – 1940” Editorial Amerindia – Montevideo 1945. Páginas 1018 a 1021.

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Personajes de la Historia

Manuel Ceferino Oribe y Viana 12 de noviembre de 1857 Homenaje a la Colectividad Blanca, en los 150 años del desaparecimiento del creador del “Partido Blanco”, posteriormente llamado “Partido Nacional”

Un tinterazo a la cabeza del maestro El niño no soportó más la feroz reprimenda que, como bien lo sabía la clase entera, anunciaba inminentes castigos corporales; y sin pensarlo más manoteó un tintero que encontró cerca y se lo arrojó con alma y vida a la cabeza del maestro. Por fortuna no dio en el blanco, y por fortuna el agredido quedó paralizado en un primer momento por la sorpresa, con lo que dio tiempo al escolar para escabullirse del salón de clase y huir despavorido a la calle. Sus compañeros quedaron petrificados en sus bancos. No se oía volar una mosca. La tempestad no tardaría en estallar. El rostro pálido y demudado de aquel hombre famoso por su crueldad, se fue crispando con un rictus de ferocidad que los chicos nunca le habían visto, a pesar de estar habituados a sus explosiones incontrolables de furia. Reconozcamos que aún en nuestros días, una agresión infantil como aquella provocaría una verdadera conmoción; cuanto mas en una de las severísimas escuelas de la época colonial, donde los castigos corporales estaban no solamente permitidos sino recomendados y el maestro era una figura intocable y temida. Pero pocos tan autoritarios y odiados como aquel catalán de ojos helados, el maestro Barchilón, reseco y agrio, que parecía disfrutar cuando empuñaba su palmeta y su vara de azotar, verdadero terror de los desdichados niños Montevideanos de ese entonces.

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Crónicas de un SALTO desconocido Como era inevitable, no bien el maestro pudo salir de su estupor, anunció los más severos castigos para el niño agresor y exigió la inmediata comparecencia de sus padres. Estaba determinado a que la venganza fuese ejemplarizante. Todos temblaron. La crueldad fría de aquel hombre era célebre en Montevideo. Su rigor casi fanático, su apego implacable a la sentencia española "la letra con sangre entra", lo convirtieron en el cuco de varias generaciones escolares que tuvieron que pasar por su aula y llevar encima, casi sin excepciones, la marca de sus instrumentos de castigo. Mientras, el niño del tinterazo había desaparecido sin dejar rastro ni indicio alguno. Nadie podía dar noticia de su paradero. Las conjeturas fueron incontables, pero ninguna condujo a pista fehaciente. Hasta se llego a temer que el niño, aterrado, atentara contra su vida. A medida que las horas corrían, sus padres, desesperados, iniciaron una búsqueda sin saber demasiado hacia donde orientarla. Todos los esfuerzos resultaron infructuosos. Recién al cabo de inacabables horas de angustia, apareció en la casa paterna un emisario: un compañero de clase muy compinche del prófugo. Este mandaba a decir que estaba dispuesto a reintegrarse de inmediato al hogar, pero con una condición insoslayable: que no se lo enviara nunca más a la escuela donde dictaba clases el feroz maestro. De lo contrario no lo volverían a ver. Los padres conocían bien el carácter de su hijo: un niño por demás sensible, hasta algo enfermizo quizás, pero firme y determinado cuando adoptaba una resolución. Podrían venir para los padres días de terrible angustia. Y hasta quizás en el fondo le darían la razón por su actitud extrema: tanto era el repudio que inspiraba aquel maestro despiadado. Los padres terminaron por aceptar la condición de su hijo y accedieron a cambiarlo de colegio. El chico reapareció poco después sin mayores señales de arrepentimiento. Quizás sorprenda saber que este niño que tuvo la osadía casi inaudita de desafiar a un sistema tan estricto y riguroso como el de la escuela colonial, estuvo llamado, andando el tiempo, a alcanzar los más altos destinos en nuestro querido país. Es así que lo encontraremos sucesivamente como teniente primero de Artigas, segundo jefe de los 33 orientales, segundo Presidente de la República y fundador de uno de nuestros dos Partidos Tradicionales. Manuel Oribe fue el niño que nos brindó, tan temprano, esta muestra mas que comprensible de rebeldía, determinación y coraje infantiles. Milton Schinca

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Crónicas de un SALTO desconocido Memoria anecdótica de Montevideo de la Colonia a nuestros días.

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Manuel Oribe – Pequeña Biografía Nació en Montevideo un 26 de agosto de 1792 y falleció el 12 de noviembre de 1857 militar y político, segundo presidente constitucional del Uruguay entre 1835 y 1838 y fundador el Partido Blanco o Nacional. Hijo del capitán Francisco Oribe y de María Francisca Viana, descendiente del primer gobernador de Montevideo, José Joaquín de Viana, Manuel Oribe se había casado con su sobrina, Agustina Contucci, el 8 de febrero de 1829, habiendo 4 hijos de su matrimonio. Años atrás, en 1816, la actriz oriental Trinidad Guevara había tenido con él una hija, Carolina, que fue apadrinada por Gabriel Antonio Pereira. Inició su carrera militar en las postrimerías del periodo colonial. Junto a su hermano Ignacio se incorporó a la causa de la revolución Oriental conducida por José Artigas, a fines de 1812. Entró en contacto con la logia masónica "Caballeros Orientales", que impulsó decididamente el proceso en pos de la independencia nacional. Fue el segundo jefe de la Cruzada Libertadora que, iniciada en 1825, consiguió liberar a Uruguay de la dominación brasileña y consagrar la independencia nacional. Fue ministro de Guerra y Marina.

Manuel Oribe

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Crónicas de un SALTO desconocido En 1835 fue elegido presidente de la República y, un año después, con ocasión de la revolución de Rivera contra su gobierno, creó la divisa blanca, distintivo con el cual se reconocían sus partidarios y que dio el nombre al partido que fundó. Durante su mandato se inició el proceso de creación del sistema de previsión social, y de la Universidad Mayor de la República. Fue un periodo caracterizado por el orden y por una prolija administración. Una nueva guerra civil, en la que intervinieron argentinos, brasileños y franceses, provocó en 1838 su caída, dando inicio a la llamada Guerra Grande que se desarrolló en el Río de la Plata y que se prolongaría hasta 1851. En 1841 fue nombrado Jefe del Ejército de Vanguardia de la Confederación Argentina. Exiliado en Buenos Aires, en 1843 volvió a Uruguay al mando de un ejército uruguayo auxiliado por fuerzas federales argentinas. Desde ese momento y hasta el fin de la Guerra Grande, en Uruguay existieron dos gobiernos, uno de los cuales presidía. En esta nueva etapa e inspirado por los ideales liberales, dispuso la abolición de la esclavitud en 1846 y se opuso a toda intervención europea en los asuntos americanos. Terminada la Guerra Grande no ocupó nuevos cargos de gobierno, aunque mantuvo el liderazgo en el Partido Blanco. Tras el motín del 18 de julio 1853, fue obligado a emprender el camino del exilio, instalándose en Barcelona, España, hasta 1855. A su vuelta a Uruguay suscribió el Pacto de la Unión o de los caudillos, para asegurar la estabilidad institucional y la paz del país, amenazada por nuevas guerras civiles.

Recordamos a nuestra calle 8 de Octubre Como se sabe, en esta fecha de 1851, se suscribió el tratado de paz, entre el “Gobierno de la Defensa” de Montevideo, y el “Gobierno del Cerrito” sitiador de la plaza, que puso término a la llamada “Guerra Grande, (1839 – 51)

Ni vencidos ni vencedores La fórmula de “ni vencidos ni vencedores” fue una idea de Andrés Lamas, acogida en el acuerdo. Ella pasó a ser, a partir de ese momento, fundamento de una noble tradición nacional, nacida ya en el período artiguista con la célebre “clemencia para los vencidos” acuñada por el patriarca al final de la batalla de Las Piedras. En una de las cláusulas de este convenio se establece que: “Entre los orientales, NO HABRÁ VENCIDOS NI VENCEDORES” pues todos debe reunirse bajo el estandarte nacional, por bien de la patria y para defender sus Leyes e Independencia”. - 18 -

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Crónicas de un SALTO desconocido Aporte para un Turismo Cultural, Histórico y Patrimonial

Personajes de la Historia

Coronel Diego Lamas Por Fernández Saldaña El coronel del ejército blanco que con su muerte provocó un estado de histerismo de muchas mujeres de nuestro país, casi al final del siglo XX.

El Coronel Diego Lamas nació en Salto el 4 de Agosto de 1858. Entre los años 1879 y 1880 emigró a Argentina ingresando a su Ejército como Sub Teniente del Batallón de Infantería de Marina. En 1886, luego de solicitar su baja del ejército argentino, comandó un cuerpo de legionarios en la Revolución del Quebracho en tierra Oriental. Luego de la derrota del Quebracho, fue hecho prisionero en Montevideo en el tristemente célebre 5º de Cazadores. Una vez en libertad, regresó a Argentina reingresando al Ejército con el grado de Capitán, llegando a ser Director del arsenal de Guerra y Secretario del Jefe del Estado Mayor argentino, General Alberto Capdevila. Pero su amor por su Partido y su Patria y su lucha por mejorar la democracia en su país, hizo que se separara del ejército argentino trasladándose a Montevideo justo en la víspera del estallido de la Revolución del 97. Fue designado Jefe del Estado Mayor General constituyéndose en el eje de todas las actividades militares. El día que conoció personalmente a Aparicio Saravia figura que admiraba, desenvainó su espada, la levantó y lo saludó con estas palabras: “Ordene General”. Saravia entonces le contestó: “No Coronel. Yo me pongo a sus órdenes. Soy un simple vecino alzado contra le mal gobierno y Usted es quién entiende de estas cosas… Ud es militar de carrera. Yo no paso de ser un montonero”. Diego Lamas fue el gran triunfador de la Batalla del Paso de Tres Árboles.

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Crónicas de un SALTO desconocido Luego del desarme y con una herida de bala recibida en Cerros Blancos en su brazo, se retiró a una quinta de la familia en Las Piedras, para atender su herida. El 20 de Mayo de 1898, sin haber cumplido aún 40 años, falleció al caer del caballo que montaba por el camino a Villa Colón. Lamas que aún padecía la herida de su brazo, no pudo dominar al brioso corcel que se encabritó y lo derribó. Pero realmente su muerte se debió al quedar trabado uno de sus pies al estribo y ser arrastrado a todo galope por largo trecho. Su Cortejo Fúnebre pasando frente a la Catedral de Montevideo, fue multitudinario y con grandes muestras de dolor, tanto de amigos y correligionarios, como de aquellos contrarios a sus ideas políticas que supieron apreciar y valorar sus virtudes humanas además de sus capacidades militares. Por mucho tiempo quedó sobrevolando la pregunta respecto a como hubiera terminado la Revolución Saravista de haber estado presente el Coronel Diego Lamas. Cuatro cinco años más tarde, Julio Herrera y Reissig describe o que diríamos una histeria colectiva de parte de muchas mujeres, ante la muerte de Diego Lamas. EL ENTIERRO DE LAMAS Estamos cerca el infausto acontecimiento de la muerte de Lamas y de la fúnebre paliza aplicada al caballo que le mató. Las mujeres, en ese día, perdieron la obsesión de la honradez; parecieron un instante patricias romanas ebrias en las saturnales, dando vueltas en torno de la emperatriz desnuda y del belicoso Jano. Diego, querido diego – exclamaban – por que nos has abandonado! Solteras, casadas, viejas y niñas, corrían, lloraban, se desesperaban, se prosternaban, rogaban a gritos, como las musulmanas, ponían los ojos en blanco para enseñarle a Dios hasta donde eran blancas; se mecían los cabellos, como los hebreos en Babilonia; no se pintaron ese día por odio al color salvaje; bien que por ese día, pues al siguiente transigían un poco con el pincel; las solteras, guardando duelo, no besaban a sus novios, prometiendo sin embargo a éstos que pasadas las 24 horas de ordenanza, satisfarían la deuda con más los intereses; cuéntase de algunas que no habiendo hasta la fecha cedido, lo hicieron esa vez en sufragio a Lamas, ofreciendo a San Antonio su virginidad por el eterno descanso del héroe.

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Crónicas de un SALTO desconocido En cuanto a las casadas, refiérese que guardaron abstinencia durante quince días, no pudiendo con bombones, los desaforados maridos, hacer que las dolientes quebracen su voto. Algunas mujeres, persuadidas de la triste nueva, invadieron en el primer instante la casa mortuoria, sin solicitar permiso; penetran en la alcoba, y como quiera dan principio a un saqueo, llevándose los objetos de uso del malogrado extinto, aún los menos ideales. Principian por despedazar los jegones y almohadas, húmedos de la sangre del difunto y dieron al desalojo gracias a la oportuna intervención de la Policía. Otras besaban el macadam que tuvo a honra libar el líquido vital del héroe. Se debe saber que durante tres meses efectuaron verdaderas peregrinaciones de señoras al sitio en que se halló el cadáver. Con un salvajismo supersticioso, algunas exorcistas daban con el pie en la tierra como imprecando, a grandes voces, con ademanes descompuestos. Significaban con esta ceremonia cafre, las marimachos fastidiadas, que la tierra había contribuido por voluntad propia a la muerte del gran hombre, por no haber aceptado e su seno con la ternura con que ellas lo hubieran recibido en sus brazos. Se compraba la lana del colchón donde lo llevaron; moribundo; como asimismo vendíase por gramos, a precios fabulosos, la tierra empapada en sangre del semidiós, la cual ha sido conservada hasta la fecha por mujeres en campanas de cristal, como si se tratase de una reliquia sagrada. Naturalmente que esto dio lugar a falsificaciones sacrílegas; y las ingenuas uruguayas compraron, durante algún tiempo, pedazos de macadam pintados con carmín, o vedejas de lana ungidas con sangre de toro. Poco faltó para que dichos objetos se cotizasen en la Bolsa y fuese su oferta comunicada a Londres. En el primer momento de furia, las impulsivas uruguayas pidieron frenéticamente que se matara al caballo. Aunque esto no se izo, gracias a la oficiosa intervención de la Sociedad que protege a los cuadrúpedos, el inocente animal fue condenado a no comer durante tres días, y como una gran merced se le redujo la pena a cuatrocientos palos en el anca. A propósito del sector femenino, y de que el pudor no resiste a la impulsividad se debe saber que fue inmenso el tumulto que las mujeres en torno del ataúd. La mayor parte se precipitaba llorando sobre el cadáver; muchas coronas quedaban en esqueleto; quién tomaba una flor y se la comía, quién cortaba un pedazo de paño fúnebre, refiriendo en secreto a la compañía que amaba tanto a Lamas como a su marido; quién pretendía cortar el exiguo cabello que le quedaba al difunto; quién se quiso arrojar, tijera en ristre como la esposa de Zadig, sobre las facciones del coronel, con ánimo de llevarse un trozo de oreja, Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz

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Crónicas de un SALTO desconocido un pedazo de los ojos, o un costalazo de la nariz, en recuerdo del vencedor de Tres Árboles. Por último, no faltó quién mordiera los cirios que alumbraban el féretro; y quién jurase ante el cadáver que no se casaría sino con un coronel, que fuera blanco y se llamara Diego. Agréguese a eso el que el entierro de Lamas ha sido el más concurrido de todos cuantos se han efectuado hasta la fecha, y que las mujeres, dando muestras de un partidarismo rayano a la locura, contribuyeron desde los balcones, arrojando flores, al éxito más solemne de la ceremonia. Esto no para aquí. A la media hora de haber sido depositado el cadáver, no existía una flor sobre la tumba. Las charrúas nacionalistas efectuaron en el cementerio el último de sus malones. Las rojas, por no ser menos que sus adversarias, dieron prueba ese día de un fanatismo lindero a la imbecilidad. Una señora que presenciaba el entierro desde una azotea, gritó con desaforo, en tono de cornetín prehistórico: “Murió arrastrado, como había vivido”. Algunas señoritas coloradas escupieron repulsivamente al desfilar el cortejo, y en otras, la indignación llegó a tal punto que dejaron a sus novios por haber éstos concurrido a la ceremonia”.

Tiradores del Ejercito revolucionario del General Aparicio Saravia y Coronel Diego Lamas, en las "Puntas del Caraguatá", realizando práctica de tiro con fusil Mauser modelo 71, el 13 de mayo de 1897. El 14 de mayo del mismo año, al otro día; se libraría la batalla de "Cerros Blancos", donde caerían más de 600 orientales entre muertos y heridos.

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Regimiento de Caballería Nº 2 de la división Rivera (formada por personal de Rivera), el 13 de mayo de 1897 en una parada junto al Río Tacuarembó, al mando del Coronel Escobar. Al otro día, 14 de mayo de 1897, formaron junto al Ejercito Nacional en la batalla de "Cerros Blancos".

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Crónicas de un SALTO desconocido Por Wilfredo

Pérez para Diario EL PAIS

Diego Lamas Lo vimos en el campo de batalla,/ donde el peligro se mostró más recio,/ escuchando el fragor de la metralla/ con la noble sonrisa del desprecio./ Lo vimos a la lumbre de la gloria,/ burlarse de las iras de la muerte/ enseñando que nace la victoria/ de las negras entrañas de la muerte..." Así vio a Diego Lamas, el poeta del Partido Nacional, Carlos Roxlo. En formidable definición de quien, con Aparicio Saravia, marcó una etapa fundamental de la historia patria en la Revolución de 1897, la más pura de todos los encuentros habidos entre orientales. Es que Diego Lamas, hijo del General Diego Lamas y de doña Mercedes Delgado, constituyó en su casi efímero paso por la vida, una personalidad que en lo militar y en el civismo, siempre actuó con señorío y prestancia. Vencedor de Tres Arboles, al despuntar la Revolución, convirtió aquella batalla en lo que hemos llamado la Epopeya Cívica, pues si bien intervinieron sus condiciones excelsas de militar, sus soldados fueron hombres de las más distintas capas sociales, cuya enorme mayoría por primera vez empuñaba un fusil o una lanza en un combate. Y por extensión, aquella Revolución del 97 se personificó, además de Diego Lamas, militar probo, jefe de los "22 de Lamas", una leyenda, en Aparicio Saravia, General en Jefe y vocero y guía del camino del Ideal y, también en Antonio Floricio "Chiquito" Saravia, imagen misma del coraje sin límites, llevado a la más alta expresión a costa de su vida en Arbolito. En aquel augusto hogar, también nacieron otros hermanos que dejaron honda huella. Gregorio, que fue el jefe de Estado Mayor -al igual que Diego en el 97en la Revolución de 1904 y los médicos, Alfonso y Eduardo, ambos también revolucionarios, que en el campo cívico tuvieron amplia, lucida y aplaudida actuación, llegando a presidir al Honorable Directorio del Partido Nacional. En Cerros Blancos, Diego Lamas había sido herido en un brazo. La recuperación fue lenta y demoró bastante tiempo. Terminada la Revolución, que marcó libertades públicas de futuro para el pueblo oriental, Diego Lamas tomó unas vacaciones aprovechando la invitación que le formulara don Enrique Anaya, pasando a residir en las cercanías de Colón. Gran jinete, todas las mañanas salía a un paseo montado en un brioso caballo que prefería, precisamente, por su indocilidad. El 20 de mayo de 1898, cumpliendo con la rutina mañanera, volvió a salir montando aquel caballo que en determinado momento, nunca se sabrá la causa, se asustó y empezó una disparada enorme que Diego Lamas no pudo detener, seguramente por su brazo

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Crónicas de un SALTO desconocido deteriorado, hasta que el animal, de repente, frenó su loca carrera, dando con su jinete en el suelo, que cayendo con tanta mala suerte, dejó allí mismo de existir. Multitudes lloraron muerte tan temprana e injusta. Desde todos los rincones de la capital y aún del país, llegaron a la quinta de Anaya y luego acompañando los despojos mortales hasta su sepultura. Desde aquel aciago día de mayo de 1898, el recuerdo permanente de la figura del Diego Lamas se ha extendido en el tiempo. En este año del 2006 en que se celebra el 170° aniversario de la creación del Partido Nacional en aquella batalla de Carpintería de 1836, su evocación resulta una orden en la memoria del Partido Nacional y del país. "Marcó una etapa fundamental de la historia patria y en todo demostró señorío y prestancia".

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