Por las calles de Adoquines...

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Crónicas de un SALTO desconocido Aporte para un Turismo Cultural, Histórico y Patrimonial

Por las calles de adoquines... Por Alberto J. Eguiluz

Esta es una historia para muy pocas personas de Salto. Diríamos que hasta se podrían contar con los dedos de las manos. Y que recién será importante cuando ya no lo sea para nadie, vale decir, cuando sea materia histórica, Y ahí, sí, será para todos. Hace unos ochenta años, quizás un poco menos, la calle Uruguay estaba pavimentada con adoquines. El hecho de que estuviesen mejor trabados que en la calle Daymán o Arapey (Brasil y Artigas) le daba a la “calle Real”, cierta categoría. Tal vez se preocuparan por mantenerla más pareja. Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz

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Crónicas de un SALTO desconocido

No obstante un vehículo de la época, cuando pasaba, producía ruido, era tal el silencio de la época que un vecino desde la cama, podía decir: “Ahí pasa el coche del Dr. Chiazzaro”, “O que pasó el carro de la Barraca”. Las ruedas con llantas de hierro marcaban la mañana o trazaban en la noche, una estela de ruidos, a veces dramáticos anuncios de vigilias comentadas. Y todo esto se debía al adoquinado, un adoquinado gris oscuro, extraído de unas canteras que había en la “Chacra de las Piedras” como irónicamente se le llamó al lugar donde hoy se encuentra instalado el Ex Museo Histórico. En esa casa había un tambo y las canteras quedaban a quinientos metros. Los adoquines donados por el dueño del predio don José Gonçalves de Amorim, con el compromiso de levantar el desperdicio o sea la lasca. Aún está por llevarse a cabo esta promesa municipal. La calle Uruguay, pavimentada con adoquines, hacía saltar a los frágiles vehículos y, más aún, a un coche con ruedas de goma que un señor Beleda o Veleda, hizo circular con un tronco de caballos como jamás se volvieron a ver en la ciudad. El tráfico de aquel entonces era muy escaso. Lo que vamos a contar solo se explica si se tiene en cuenta que en la mañana, solían oírse transitar seis, siete carruajes y algunos carros en las horas de trabajo. -2-

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Pero en las horas de paz, en las de la modorra que se dilataban más que de la actualidad, oír un coche que corría por Uruguay arriba, era motivo sensacional.

Allá por los años 50 la calle 33 Orientales entre Uruguay y Artigas, era cubierta con una frondosa arboleda de plátanos Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz

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Y así el carruaje, era “la volanta del Dr. Amorim” que corría por Uruguay arriba, tirado por sus tordillos, la pregunta salía de los labios de una vecina, breve, cansina, terminante QUIEN?... Quien, quería decir quién estaba enfermo “por allá arriba”. Arriba era la Plaza Artigas, de Invernizzi, hacia el Este. Quién era el enfermo?. La vecina interrogada respondía: “Se habrá empeorado”. Y cada una volvía a sus quehaceres o dejaba caer la persiana sin más trámite. Entonces las voces podían atravesar las calles sin que el monstruo de la publicidad volcase en nuestros oídos la basura de lo que debe venderse imponiéndose por las orejas. Entonces, una palabra lanzada en la vereda norte, atravesaba la calle como una criatura confiada y llegaba a los oídos de la persona que la esperaba, en la vereda de enfrente. Por eso, cuando resonaban en las calles los cascos de las caballerías, los hierros de las llantas, la vecina salían al zaguán a interesarse por lo que sucedía.

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Homenaje a las Parteras; Viganó y Sra. De Garbani Pero nada más emotivo, hace apenas 30 años que oír el carruaje de la Viganó, o de la señora de Garbani... Las vecinas ociosas salían a la vereda, miraban hacia el Este, seguían con ojos ávidos la marcha del carruaje, y si el vehículo doblaba hacia el Sur o hacia el Norte, ya sabían quién había dado a luz, que niño les ocuparía la cabeza durante días, para dar el nombre, para saber si vivía para conocer el estado de la madre. La señora Garbani, corría hacia arriba, la Viganó hacia abajo... Así nacieron muchos de los que actualmente circulan por las calles de Salto, sin saber que el día de su nacimiento, en las horas en que el destino los trajo al mundo, alguien oyó el ruido de las herraduras por el pavimento de la calle Uruguay. Ellos no saben que preocuparon a las más diversas vecinas y que el minuto de su nacimiento, estuvo anticipado por un largo ruido de ruedas como si llegase al mundo el salvador de la humanidad. Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz

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Luego vino otra vez el silencio. También un largo silencio, esta vez tan largo que acaba de ser interrumpido por el teclear de una máquina de escribir, en una mañana casi primaveral.

La misma esperanza que envolvió el suspiro de las gentes de entonces, la misma esperanza que ahora que grandes avenidas se abren hacia el parque Solari, muy cerca de las canteras de donde salieron los adoquines sobre cuyas cabezas grises y moradas, se escribió el primer trazo de la vida de más de un centenar de ciudadanos salteños. -6-

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La añoranza de recordar, como en esta fotografía, lo que era la calle Treinta y Tres, hace apenas algunos años, nos hace ver la ciudad con otros ojos, con otro sentimiento, nos hace identificarnos con nosotros mismos, con el ser salteño. Ah!, callesitas adoquinadas, cuantas historias guardaran tus adoquines para contarles a nuestros hijos y nietos. Los salteños de hoy debemos agradecer a aquellos intendentes que supieron y entendieron que preservar es cuidar un patrimonio de todos, que es necesario respetar y comprender este código patrimonial, que nos ayuda a comprender el pasado, disfrutar el presente y proyectarnos hacia el futuro, siendo una ciudad Antigua y moderna, apasionada y melancólica, pero siempre cautivante. Como mensaje final de esta pequeña lectura, quiero hacerle un apelo al Sr. Intendente y a su equipo de mantenimiento vial. Pues, se hace URGENTE Y NECESARIA LA REPARACIÓN de las calles adoquinadas de nuestro SALTO, en principio, me refiero a estas tres: Calle Treinta y Tres orientales, entre Uruguay y Gral. Artigas. Calle José P. Varela, entre Juan C. Gómez y Colón. Calle Dr. Carlos Bortagaray, entre Uruguay y Gral. Artigas. Los Vecinos agradecidos….. Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz

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