Recordando a Enrique Amorim

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Crónicas de un SALTO desconocido Aporte para un Turismo, Cultural, Histórico y Patrimonial

Escritor Salteño Enrique Amorim (1900 – 1960) Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz

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Crónicas de un SALTO desconocido Aporte para un Turismo, Cultural, Histórico y Patrimonial

“Recordando a Enrique Amorim” 28 de Julio de 1998 Por Alberto J. Eguiluz

No quería dejar pasar otro año, sin rendirle mi humilde homenaje a Enrique Amorim, aunque yo al igual que muchos de ustedes, no lo conocí personalmente, pero, sin embargo al igual que muchos de ustedes soy prisionero de su obra literaria, de sus recuerdos, de su presencia en “Las Nubes”. Todo esto me ha hecho admirarlo como artista y como salteño, ... y quién no podría admirar a un artista de la pluma que nos habla de esta manera, que nos susurra con estos versos de nuestra tierra salteña, de Salto, de nuestro Salto.

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¡Salto de Ayer!. “¡Salto de Ayer!. El de las silenciosas calles, plateadas por la luna en las calles nupciales de primavera, con las cavernas profundas, grutas encantadas, de tus zaguanes enrejados y tus amplios y floridos patios, verdes de calaguas colgantes, rumorosos de abejorros a la siesta y fragantes de jazmín o de oleofraga en las tardes tibias, encantadoramente plácidas”. “¡Salto de Ayer!. El de los días de carnaval pueblerino, con alegres comparsas callejeras, con batallas de flores, con desfiles pintorescos y con riñas de palos entre “Vascos del Saladero” y “Gauchos de las Cuatro Bocas”, bajo un sol africano”. “¡Salto de Ayer!. El de las retretas aldeanas y primaverales con desafinaciones ejecutadas por los artesanos de la Banda “Siamo Diversi” mientras cantaba el tropel de niños alegres canciones y paseaban sus esperanzas las muchachas casaderas”. “¡Salto de Ayer!. El de las rubias mieles y los frescos pámpanos; el de las carreteras arboladas y de los arroyuelos serpenteantes; el de las calles empinadas y de las barrancas sobre el río; el de la evocación y el recuerdo; el de siempre”.

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Clara Young de Haedo con sus hijas, Aurora y Esther Haedo

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Sra. Esther Haedo de Amorim (Fragmentos de” “¡Salto de Ayer de hoy y de siempre!”, prólogo del Cuaderno Salteño”. Montevideo 1942. -6Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz


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Que podemos decir de Enrique Amorim, de alguien que era capaz de expresar con tanta sensibilidad y tanto sentimiento a la ciudad que lo vio nacer. Su obra literaria va desde los años 1920 hasta el año 1960, abarcando cuarenta años de intensa actividad. Pero quisiera hoy no hablarles de su obra literaria, de la cual no me siento capacitado, sino que quisiera contarles de ese Enrique al que tan poco conocemos. Nació, un 25 de Julio del año 1900. Y fueron sus padres: Don Enrique G. Amorim, de ascendencia portuguesa, y Doña Candelaria Areta, de estirpe Vasca. A los salteños, más jóvenes, los de esta generación quiero contarles que nació, en una casa vecina a la Catedral "San Juan Bautista" en la calle Patitas, entre las calle Real y Daymán, hoy calles 25 de Agosto, entre calle Uruguay y Artigas, al lado de la Iglesia , donde actualmente vive el Dr. Luis María Esteves y el "Gran Hotel Salto", que si observan con atención , pero con mucha atención verán el testimonio de lo único que lo recuerda, es una placa de bronce, como modernamente estamos acostumbramos a recordar a nuestros mayores, y me pregunto ¿Es así que debemos recordar a personas a las cuales tanto le debemos, a aquellos que dedicaron su vida al arte de las letras?, que nos han llevado a que por sus obras, nos conozcan en el mundo entero y humildemente pienso que no, mil veces no. Fue el primogénito entre siete hermanos varones. Concurrió a la escuela pública y luego al Colegio que dirigía Don Pedro Thevenét, que quedaba a la vuelta de su casa en calle Arapey, entre calles Pelado y Patitas, hoy calles Brasil entre Av. F. Viera y A. Invernizzi. Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz

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Fue su gran Maestro allí fue Don Pedro Thevenét, quién le despertó la facultad inventiva mediante ejercicios de composición. En su infancia cuando era alumno del Instituto Politécnico Osimani y Llerena en 1913, pasaba las vacaciones en la estancia "La chiquita", en las inmediaciones del Arroyo Tangarupá. Este período de la infancia que transcurre en el campo es el que lo marcó profundamente en los conocimientos que luego usaría para la descripción de sus cuentos maravillosos. En 1916 se traslada a Buenos Aires. En esa época, su padre era muy amigo de Horacio Quiroga y a pesar de que era veintitrés años mayor que Enrique. Este se sentía su admirador y discípulo pasando luego a ser amigo y finalmente protector del autor de "Anaconda", Y esto nos lo dice el propio Horacio Quiroga en un libro escrito por dos de sus amigos salteños, José María Delgado y Alberto Brignole, " Vida y Obra de Horacio Quiroga" decía entonces Horacio Quiroga "Tal muchacho, pese a su moral intelectual, se ha portado siempre muy afectuosamente conmigo, Su influencia con el Ministro Arteaga ha sido determinante en el asunto de mi nombramiento". Nunca podré agradecer bastante los esfuerzos generosos de este muchacho, tan interesante". Y es así que Enrique, con todos los arranques de su generosa juventud y de su admiración ilimitada por el autor de " Anaconda", toma estas actitudes, porque conoce los infortunios que afligen a Quiroga y se esfuerza por levantarle el espíritu abatido. Recibió en vida el homenaje de su ciudad natal, en 1958 durante una semana de festejos. Enrique Amorim, entre otras reflexiones dijo "El hombre vive monologando o en perpetuo diálogo con sus amigos. Un -8-

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homenaje implica cientos de diálogos aclaratorios, argumentaciones oportunas. En ese campo, en ese agitar de trigo, queda la buena semilla. Aventado el grano, unos buenos amigos cumplen con una necesidad casi orgánica de vivencia. Que les haya hecho a ustedes todos, tanto bien como a mí, este, llamémosle homenaje, hecho a punta de amistad como se ganaron batallas a punta de lanza y gané mi crédito de salteño a punta de verso". Falleció en Salto el 28 de Julio de 1960, en su casa el Chalet “Las Nubes” Enrique Amorim le dedicó su obra a Salto, pero también, le dedicó una indeclinable acción de animador cultural. Desde su aporte como Presidente de la Asociación Cultural 'Horacio Quiroga", pasando por la donación de la casa materna hoy sede del Museo Histórico (La Casona), hasta la rica herencia del Chalet “Las Nubes”, hoy en poder de su hija. Se yergue entonces de esta manera su figura insoslayable en la Historia Cultural del Departamento de Salto. Por eso y por mucho más Salto dice que Enrique Amorim no ha muerto, vive entre nosotros en “Las Nubes” y junto a Dios también en “Las Nubes”. Bibliografía: "Capítulo Oriental 27", la historia de la Literatura Uruguaya. "Vida y Obra de Horacio Quiroga", José M. Delgado y Alberto Brignole. Documentos: "Liceo Osimani y LLerena". Investigación Bibliográfica: Alberto J. Eguiluz

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Enrique Amorim y el Bicentenario Nuestro pasado merece estudio, y sobre todo, devoción. Para ello es urgente el empezar a hacer HISTORIA. Antes de mirar, de tanto en tanto hacia atrás, en la neblina del desamor. No aman el pasado aquellos que no sienten profundamente el presente. Quienes padecen el presente están haciendo el mañana, trabajándolo, ordenándolo. Y de eso se trata hoy día, de hacer el mañana con los escasos leños del pasado y de las ascuas vivas de la hora que vivimos. Si en el Bicentenario, plantáramos un árbol, esculpiéramos una piedra, nos comprometiésemos a levantar una escuela, sería el árbol del Bicentenario, la escultura del Bicentenario, la escuela del Bicentenario. Habríamos escrito un capítulo para el año 2056. Enrique Amorim (Libro del Bicentenario, El Heraldo Salteño, Salto 1956.)

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Para decir la Verdad “… Yo no miro tus estrellas. Yo no miro para atrás. ¡Oh, Salto de mis memorias Salpicadas de sabias Frescas memorias las mías Por el campo y la ciudad!. Pero mentirme no quiero para decir la verdá ¡Oh, Salto del tiempo ido! El que nunca volverá Te declaro centenario Por dos veces y algo más Y no te canto en el tiempo para decir la verdá – Derramado en el paisaje Con toda la inmensidad. Te canto para unos días En que mi cuerpo estará Abonando tierra floja Que ya es mucho ambicionar. Te canto en el niño rosa, Geranio, Jacarandá, pétalo de flor herida Por alguna adversidad. Te canto en el niño tierno Que de mí nada sabrá Niño que en la entraña viene Como envuelto en arbolar. Esperanza de mis sueños Y mi sola realidad Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz

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¡Oh, Salto de nuestros días Que poetas cantarán Y harán viejas las canciones De este tiempo que se va! Y Así se fue... así nos dejó Este dilecto hijo de Salto, Se llevó las razones en un puño Puede que entre las sombras del terruño Alguna tarde se levante y hable….

Enrique, convaleciente de Tifus en Buenos Aires de 1924 a 1927

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Semana de Homenajes a la Enrique Amorim Una Noche con Amigos, 25 de Julio de 1999, encuentro en el Galpón (Pequeño Teatro” dentro del Chalet “Las Nubes”),

Sra. Marina Tavella de Amorim Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz

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Muchas fueron las anécdotas contadas por los diversos amigos que participaron en el “Galpón”, - - como le decía Enrique, al lugar de reunión donde solía compartir largas veladas culturales con sus amigos -, pero una y siempre una es la anécdota que más se destaca, la que más nos gusta, y esta fue la anécdota de Marina Tavella de Amorim por eso quiero compartirla con todos ustedes, los que no pudieron estar presentes. Transcurría el año 1959, el de las grandes crecientes, el del río desbordado, desconocido por nosotros, lugareños, cuando Don Norberto Gaudin - antiguo poblador de la Villa del Salto - y orgulloso de vivir en su casa junto al río, se aproximaba a cumplir sus 90 años. Para celebrar con dignidad tal magno acontecimiento, a su hija Marina se le ocurrió la feliz idea de pedirle a su primo, Enrique Amorim que le realice una poesía, para que Polo, su hijo menor, en esa época con seis añitos, pudiera recitársela al abuelo Norberto. Gentilmente Enrique accedió a tal solicitud, y como era de esperar resultó esta maravilla de poesía, que hoy queremos compartirla junto a ustedes.

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A mi Abuelo Tengo, querido abuelito para tu mano tendida una estrella conseguida por mí solito. La conseguí en un campito muy cerquita de la Estancia allá por nuestra Esperanza por mí, solito. Y te la traigo abuelito en mi corazón prendida para alegrarte la vida por mi, solito... En un viejo sillón de madera, de color verde, de esos que Enrique solía usar al borde de la piscina para sus amigos, se encontraba sentado Polo Amorim, muy callado hasta el momento, - como es su costumbre, por cierto - tal vez ensimismado en sus recuerdos, en sus correrías de niño, cuando los domingos, sus padres iban a “Las Nubes”, a visitar al tío Enrique y la tía Esther. Hoy, Polo, tiene cuarenta y seis años, se ha formado como Ingeniero Agrónomo, pero aún es difícil de sacarle palabras, por conocerlo, pienso que la emoción y la alegría, de aquellos años, llenos de tantos recuerdos, lo han emocionado, lo han embriagado de felicidad y en uno de esos arranques decidió deleitarnos a todos los presentes con esta poesía, inédita, sacada del baúl de sus recuerdos después de cuarenta años. Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz

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Pienso yo, que preso aún por la emoción que lo embargaba, le fueron surgiendo las anécdotas, unas tras otras, recordaba por ejemplo que en esa ocasión se hizo una inmensa torta de cumpleaños con la forma de la casa del Abuelo, la “Curtiembre de Gaudín”, ese día la casa se había llenado de gente que circulaba charlando alegremente, mientras otros bebían en sus largas copas de licor, los niños se divertían corriendo de un lado para otro entre los mayores, asombrado de ver tanta personas reunidas, pues habían venido amigos, parientes y hasta algunas personas importantes de la capital. Polo en su alegría de niño, emocionado, corría con sus primos, hasta el momento en que comenzó tirar cohetes, cuanto más ruido hacían, más entusiasmado se ponía, y tan alegre se encontraba en disfrutar, las explosiones y las chispas de colores que estos desprendían, que no pudo fijarse que en su entorno, algunas de estas chispas ya habían comenzado quemar el mantel de la mesa principal, donde estaba la torta..., el resto , ah, el resto ustedes ya lo imaginan. Quiero aprovechar la oportunidad de agradecerles a estas personas, por su inapreciable colaboración y su apoyo al acervo Cultural de nuestro departamento.

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Crónicas de un SALTO desconocido Diario “La Nota” Redactor Enrique Mouliá. Salto, 9 de Marzo de 1931.

Palabras a Lindolfo, al volver del Camposanto.

Por la tarde vertical del cementerio, íbamos con la negra caja a cuestas. Caía una ceniza ardiente del cielo de diciembre. El más pobre de todos eras tú, Lindolfo. ¿Pensarías acaso en las manos yertas - 18 -

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del médico, cruzadas sobre el pecho?. ¿Pensarías acaso en los tórax que ellas auscultaron y en los latidos que pasaron por sus dedos en las noches de los hospitales?. ¿Pensarías entonces en la muerte que pesaba en la negra caja?. Los pobres son los buenos y algunos ricos, a pesar de todo, consiguen serlo. Quedan después algunos vagabundos, en cuyo corazón la dulzura pasa como la miel en la colmena. No te querían dar lugar, para que llevases la caja en su último viaje. Te acercaste Lindolfo, con tu roto traje y el sepulturero te quiso separar. ¡Qué poco saben de la muerte, los que la ven a diario! Tu ropa raída se abrió paso. Ese ataúd era para los pobres, porque en él iba un hombre bueno. Tu mano alcanzó el féretro y aliviaste la de los que lo portábamos. Y aliviaste mi dolor, con tu mano gastada. Y aliviaste mi pena, con tu brazo deshecho. Y humanizaste la hora, con tu pobre presencia. Cuando volvimos a la ciudad, te encaminaste a los barrios adonde los pobres olvidan el dolor, a fuerza de vivirlo. Yo vi alejarse tu fracasada figura, ibas hacia un relato de Gorky. Salías de una historia de Gogol. A todo esto en una tarde vertical en que caía ceniza ardiente y terminábamos de enterrar a un hermano de mi padre!. Si no hubieses venido tú, el más pobre de todos, yo me hubiese sentido sólo con la pesada caja.

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Y tú arrojaste terrones sobre la pobre caja. Y no más homenaje que la mano del pobre. Enrique Amorim Homenaje de Enrique Amorim a su tío el Dr. José Lino Amorim “El Padre de los Pobres”.

Vista de la fachada del Chalet “Las Nubes”.

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