Crónicas de un SALTO desconocido Aporte para un Turismo Cultural, Histórico y Patrimonial
Recordando a Julio Amaro Por Alberto J. Eguiluz
Más conocido, por la generación del cincuenta, con el cariñoso apodo de: “el negro julio” Personaje este que formaba parte del paisaje de la vieja calle Uruguay, la de los caserones señoriales, y elegantes carnavales…la de siempre. El imaginario colectivo de la ciudad, lo transformó en leyenda Falleció el 24 de junio de 1964 – según consta en la Partida de defunción, de la IMS.- 1964-93 años=1871(debería ser este el año de nacimiento de Julio?) Credencial JAE N° 63 del 12 de setiembre de 1928 Barrio Progreso, nacido en la primera sección el 20 de marzo de 1904, cancelada en 1989, por causal de muerte..? Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz
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Crónicas de un SALTO desconocido Amaro por parte del apellido del patrón de la negra Casturina, su madre, personaje que entrado en la indefinida ancianidad de los negros, se disfrazaba de muñeca en carnaval con un rojo vestido de papel creppé y un desmesurado moño, de igual color, en la cabeza para bailar al son de los tamboriles Julio, era hijo de la negra Castorina, de padre desconocido había sido changador (mozo de cordel) Su cuartel general era el Hotel Concordia, en pleno centro de la ciudad. se “hospedaba” en la ropería del hotel y fue protegido de la señora de Castro, abuela del ex - diputado Omar Castro. Fue el marqués de las cabriolas en el carnaval salteño El Jefe de Policía Cnel. Pedro Onetti, entre 1953 y 1955, le regaló un viejo kepi y un silbato de bronce. Hubo alguien que no aplaudió y era el enemigo jurado de Julio, su eterno rival Félix, un inofensivo mongoloide que también formaba parte de la calle Uruguay.
Julio Amaro, Miriam Barla (Mima) e Irene Pereira Machado Plaza Artigas 11/10/1958 -2-
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El Negro Julio Salto ha tenido sus figuras populares cuyos nombres hechos y dichos permanecen en la memoria de la gente y se transmiten de generación en generación. La negra Casturina, Félix, el Buenas Buenas, Considerando, Balabán, Lagrimilla… y tantos otros. El negro Julio fue uno de esos ejemplares inolvidables, Changador en el puerto y en la estación del Ferrocarril, necesitaba de la excitación para vivir y sentirse contento. Si no lo provocaban, provocaba él. Alzaba el bastón como si fuera a agredir, o buscar motivo para la pelea. Pero era de buen corazón, servicial y de total confianza. Se sabe poco de su vida anterior a la popularidad. Criado con la familia de don Nicanor Amaro, se hacía llamar Julio Amaro. Un día acompañó a un viajante conocido, se subió al tren y no se bajo a tiempo. Lo bajaron en Parada Daymán. Unos camioneros lo retornaron a Salto. Cuando le preguntaban por donde andaba, respondía que “paseando y viajando”. Cuando el Coronel Onetti estuvo de Jefe de Policía, colecta mediante le compró ropa, adquirió una chapa de bronce y un pito y lo nombró comisario. Con su palo clásico, dirigía el tránsito. Una vez metió un auto de otro departamento por calle Sarandí, contra flecha. Cuando el vigilante le hacía alguna observación, Julio sin molestarse mucho, le decía: - Mira Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz
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Crónicas de un SALTO desconocido que le cuento a Onetti. Cuando Carlos Gardel cantó en Salto en 1933, el Negro Julio le llevó la guitarra al escenario. Y como el gerente le quisiera hacer salir, el propio Gardel lo integró a su comitiva y se sentó en el escenario con el Mago. Julio tuvo una larga historia en las calles de Salto, tan larga que algunos viajeros jubilados desde hacía años, se asombraban de verlo todavía en sus viajes, posteriores muchos años después. Falleció en el Hogar de Ancianos en 1964, luego de haber alegrado muchos carnavales como Marqués.
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Desaparece con el Negro Julio un personaje característico de Salto Se llama Julio Amaro Las ciudades no son sólo material inanimado. No la integran únicamente, sus casas y sus calles. Sus árboles y su topografía. Ni tampoco la multitud inanimada que la habita. Las ciudades tienen personalidad. Y a configurarla concurren sus personajes típicos, que los advierte hasta el viajero más desprevenido, menos observador “El Negro Julio”, estaba inserto en la vida misma de Salto. Quién sabe desde cuanto tiempo hace! Su figura era inconfundible. Y pese a su pequeñez física, en sumo grado, como que se ubicaba en los accesos obligados de la ciudad. En el anden del ferrocarril, en la ONDA, en PLUNA, en el puerto. Como si su presencia fuera, para que quién se iba o llegaba, un punto de referencia. Y si aún así, no se le había notado, se ubicaba en los lugares más concurridos, “Cosechera”, antes “Sorocabana” más recientes eran sus sitios habituales. Y para que nadie lo ignorase, a determinadas horas en el cruce de calles Uruguay y Sarandí – el de tránsito más intenso – su silueta se recortaba en la tarea de honorario “varita” que, según su bastón, dirigía el movimiento vehicular.
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Crónicas de un SALTO desconocido Se llamaba Julio Amaro. Era hijo de “Casturina”, de la que heredó su condición de personaje peculiar. No se sabe cuantos años hace que nació. Aunque se supone, con certeza, que más de setenta. Casi con su advenimiento se le ubicó en el “Hotel Concordia”, donde realizó tareas primarias – acorde con su mentalidad – y luego se tornó en huésped permanente. Tanto que se decía que figuraba en el inventario… Los achaques de salud – y de edad – obligaron a buscarle otros refugios donde pudiera recibir la asistencia requerida. El Hogar de Ancianos y el “Hospital Salto”, alternativamente, le recibían. Hasta que ayer, a la mañana, se extinguió su vida. “El Negro Julio” era tan de Salto, como la sombra es del cuerpo. Infradotado intelectualmente – con un andar casi simiesco, - rezongón y protestador siempre – desde su juventud – poseía natural simpatía que, como el imán, conquistaba, pese a sus arrebatos que tan sólo eran verbales. Tras las explosiones de violencia, traducidas en la raya que en señal de desafío trazaba con su viejo bastón o en sus gritos – emisiones guturales, casi ininteligibles – había en su robusticidad, un hombre solidario. Cuando veía a un pequeñuelo implorar pan, él – que en el egocentrismo de su corta edad mental todo lo quería para sí – se desprendía del que estaba comiendo para entregárselo “mensajero de emociones”. o se esforzaba en ayudar a ascender al ómnibus a una señora que llevaba la sagrada carga de un niño. Así transcurrió toda su existencia. Y se encajó en la vida lugareña. “habitante silencioso de nuestra ciudad Mensajero de un Salto con Bastón y con Galera. De la que era punto de referencia. Para los viejos es un jirón de Salto, pues se le evoca a través de los carnavales de antaño – aparatosos y opulentos, con los románticos ramitos de flores que se intercambiaban y las batallas de flores que se intercambiaban y las batallas de serpentinas que cubrían las ruedas de los carruajes – en los que ungía con la corona del Marqués para emitir sus proclamas casi selváticas desde la adornada carroza. -6-
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Muchas anécdotas se cuentan de él. Una de ellas, tuvo por escenario el Hospital Salto. En la misma sala, en la cama contigua, expiró un viejo italiano que, ha despecho de la prohibición médica, fumaba olorosos toscanos. Tres o cuatro cigarros le sobrevivieron. Julio sabía que los guardaba en la mesa de luz. Y los tomó para sí. Y en el atardecer escondiéndose tras los árboles, los fumó uno a uno. A la noche, otro paciente cuya enfermedad crónica no apagaba en su dolor y en su miseria, la alegría socarrona de quién asiste a la terminación de su tránsito vital casi frívolamente – se ubicó debajo de la cama de Julio y en cuanto éste se durmió, con voz ronca, como de ultratumba, lo acusaba : “Julio” has fumado mis toscanos!. Y el negro “Julio” sobresaltado, como si percibiera a un fantasma, saltó de su cama y se echó a correr por el pasillo del hospital, presa de pánico. El Negro Julio, se ha ido. En su orfandad material, ni siquiera dejará toscanos. Pero, deja en cambio, el afecto que sin proponérselo –y hasta el contrario, con su tosquedad no lo estimulaba – conquistó con su simpleza congénita, con su bondad instintiva que, al parecer quería ocultar con sus bravuconadas y amenazas. Y Salto, que no hace mucho perdió a “Balabán” y “Considerando” – otros dos ejemplares típicos, antítesis uno del otro, verdaderas vidas paralelas en su trayectoria – ahora se queda sin el Negro Julio, otro eslabón que desaparece en la unión del hoy con los recuerdos del ayer. El “Negro Julio”, fue una de las figuras más populares en la historia de los carnavales salteños, se llamaba Julio Amaro, pero todo el mundo lo conocía como “El Negro Julio” era tan de Salto, como la sombra es del cuerpo Julio estaba emparentado con los Amaro, - una raza de morenos de estirpe – hijo de la popularísima Casturina (La “Casturina” es una negra Crónicas de un SALTO desconocido - Alberto J. Eguiluz
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Crónicas de un SALTO desconocido que se presta a la chacota ji, ji, ji que se ríe si uno le toca las mota “ cantaba Víctor Lima) El sentir de una época es un libro que el tiempo va arrancando sus hojas .. y por eso empecinados quisieron en el recuerdo rescatar algo que no debe ser olvido
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