Primeras páginas de «La sien en el puño»

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La colección ANFITRIONES pretende mostrar tanto la poesía de autores hispanoamericanos como la de autores de otras lenguas que hasta ahora no pertenecen como debieran al canon de lo bienvenido en la lengua castellana. Una obligada restitución a favor de escrituras de primer orden.


La sien en el puĂąo

colecciĂłn anfitriones



José Manuel

Arango La

sien puño en el

Antología poética

Selección y prólogo de José María Castrillón

eolas poesía



Prólogo Ser poeta en tiempos de penuria significa: cantando, prestar atención al rastro de los dioses huidos. Por eso es por lo que el poeta dice lo sagrado en la época de la noche del mundo. Martin Heidegger

P

alabras tal vez extrañas. Penuria, en la práctica de la sobreabundancia. Dioses en una cultura de lo material. Noche, en los destellos de la megalópolis. Lo sagrado en el fondo gastado del vaso. ¿Desde qué precariedad y hacia qué otra dimensión pudo iniciar hace medio siglo un poeta colombiano su canto iluminador? Ofrezcamos ya una idea-fuerza: José Manuel Arango sostiene su palabra poética en el despliegue al mundo, la arroja a la vida en todas sus proyecciones, la más impositiva, la más refractaria; pero igualmente la más oculta, la más sesgada. No es Arango un poeta ingenuo: es un poeta abierto tanto a la aspereza insoslayable de lo que está frente a nosotros como a la sombra de las cosas, que el poeta ve más allá, incierta por inaprensible, real porque (nos) completa. La vida en

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toda su crudeza; también en sus enigmáticas honduras. Pero dejemos por el momento el tono conclusivo y penumbroso de este inicio para proponer un relato más esclarecedor. Estamos en el Medellín de los 70. En las clases del profesor Arango (El Carmen de Viboral, Antioquia, 1937 - Medellín, 2002) los alumnos se inician en los destellos de la lógica, en la precisa autoconciencia con que la moderna filosofía observa la ejecución del lenguaje. José Manuel Arango ha obtenido su plaza en la Universidad de Antioquia y ha asistido en EEUU a un máster donde ha disfrutado del acercamiento a la poesía norteamericana. Emily Dickinson y William Carlos Williams serán desde entonces poetas amados, también desde el abrazo de las traducciones propias. Este lugar de la noche (1973) supone una sorpresa incluso para sus colegas. Una interpretación errónea, y hoy por hoy ya anecdótica, puede servirnos, sin embargo, de punto de apoyo para elevar el poemario hasta una altura interpretativa un tanto más certera. En efecto, dentro de una acogida más que favorable, algunos vieron en este conjunto de poemas sobre la ciudad ecos de la sencilla y deslumbrante imaginería de los presocráticos. Y es que el libro se abría con una referencia atribuida a Tales de Mileto, para quien la sustancia de las cosas sería el agua y todo estaría lleno de dioses. Un par de alusiones al sonido de una flauta que atraviesa el bullicio de las calles y las plazas contribuían al efecto 8


de siringas y bosques sagrados de la Hélade. Tuvo que haber, no obstante, un tercer pase para crear la ilusión: la breve extensión de los textos y su estructuración interna a partir de dobles espacios, más la aparente, tan solo aparente, sencillez de la dicción habrían activado en la memoria de algún crítico la estructura fragmentaria de los textos rescatados al tiempo de los poetas y filósofos fundadores. Alguna nota biográfica referida a los conocimientos del autor sobre filosofía (del lenguaje) debió de hacer el resto. No era necesaria tal regresión en el tiempo: la visión inconfundible de Arango en estos poemas nace de la apropiación existencial (la muerte al fondo como un presentimiento) de una realidad familiar que se siente ya, en cambio, extraña, distinta: «es la misma calle de siempre, los sitios familiares // qué extraños sin embargo de pronto […] día a día debiste hacer tu jornada de lento viajero / para llegar a este minuto / en que la radical extrañeza / de todo te hiere». Esta alteridad del espacio circundante (y del propio poeta) responde a pulsiones de lo sagrado y lo mágico que el autor percibe en el bullir de las calles, pero que en nada obedecen a pasados griegos sino a la realidad de su tierra, como el propio Arango apunta en el breve pero sustancioso prólogo a su edición española La sombra de la mano en el muro (Palimpsesto, 2002): «Una vez terminados los estudios secundarios me fui a Tunja, una pequeña ciudad de ambiente colonial to9


davía, situada en el altiplano que fue asiento de la cultura muisca. El altiplano es una tierra de lagunas. Por el tipo racial que predomina, por las costumbres, por el paisaje, uno puede resentir, a pesar de la pérdida completa de la lengua, los mitos indígenas». Así, frente al mundo insomne, desolado y menor, vacío de creencias engrandecedoras, Este lugar de la noche participa aún del fulgor sagrado. Puesto a prueba en la matriz poética que separa el mundo paródico y desacralizado de Eliot en La tierra baldía de los territorios rituales que encarna Saint-John Perse en su Anábasis, el libro participa aún de este segundo tiempo expandido del origen, se inscribe en un tiempo total que nos conforma y nos rescata de la circunstancia empobrecida. En efecto, ya en los primeros versos se conciertan rito y fiesta: «los hombres se echan a las calles / para celebrar la llegada de la noche // un son de flauta entra delgado en el oído / y otra vez son las plazas lugares de fiesta». En «Asilo», uno de los poemas más estremecedores, un grupo de sordos «sentados / en círculo» semeja una congregación de chamanes que estuvieran atentos a los caprichos de los dioses con «los ojos / dolorosamente / abiertos». Y en la noche podemos ser visitados por «los rojos querubines del fuego» o ver cómo «pasan mujeres / con cruces de ceniza en los pechos». Al hombre le llaman en la calle por un nombre que no es el suyo (¿un nombre en otra lengua?, ¿un nombre antiguo?). En el corazón perdura 10


otro canto que no es el de la infancia (¿un canto anterior?, ¿un canto sagrado?). Incluso la nieve, a lo lejos, aparece señalada por el rito y se vuelve «quemadura / del frío / que purifica nuestro corazón». En efecto, Arango enriquece esa veta de lo sagrado en la que hallamos a poetas imprescindibles de la mejor poesía hispánica de las últimas décadas del XX y que los lectores españoles podrían concretar en nombres como los de Claudio Rodríguez, Ángel Crespo o José Ángel Valente. […] José María Castrillón Moire, enero de 2017

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La sien en el puĂąo



ESTE LUGAR DE LA NOCHE (1973)


A Clara


I los hombres se echan a las calles para celebrar la llegada de la noche un son de flauta entra delgado en el oĂ­do y otra vez son las plazas lugares de fiesta donde las niĂąas que cruzan con la espalda desnuda las miradas de los cajeros adolescentes repiten los movimientos de un antiguo baile sagrado y en la algarabĂ­a de los vendedores de fruta olvidados dioses hablan

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III. Asilo 1

sentados en círculo, el rostro cerrado por enigmática sonrisa los sordos hacen signos extraños con los dedos 2

y cuando la oscuridad es silencio oyen con la sien en el puño sus pensamientos 3

ardua vigilia de los sordos

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en sus crรกneos los silenciosos hundimientos de los valles del mar los ojos dolorosamente abiertos

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VII. Visita si en mitad de la noche nos despierta un olor de incendio y abrimos la ventana y entre los árboles hechos de dura sombra está sólo el aroma de las frutas en sazón qué más sino la dolorosa alegría de que nos hayan visitado una vez los rojos querubines del fuego

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VIII. Hรถlderlin quizรก la locura es el castigo para el que viola un recinto secreto y mira los ojos de un animal terrible

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IX vagó toda la noche por calles desiertas maldiciendo alguien lo llamó por un nombre que no era el suyo pero sabía que era a él a quien llamaban

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X. Ciudad 1

como repiten las manos del ciego la forma de una vasija o recorren un rostro, minuciosamente asĂ­ voy, en la noche, por la ciudad (mujer rencorosamente poseĂ­da y vasto territorio del tacto: conozco el sabor agrio de tu sexo) 2

rincones insidiosos, pasajes ocultos, normas arteras y en mĂ­ un mapa de la oscuridad 37


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y no cruzo el puente de piedra porque ya no hay piedra, no toco los muros, pienso otros muros vanos, descamino los sitios, ya interiores, del hรกbito 4

plazas posibles donde el reloj marca otras horas las calles que el ciego prefiere y frecuenta laberintos en la memoria

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© Herederos de José Manuel Arango, 2017 © de esta edición: EOLAS ediciones © del prólogo: José María Castrillón Logotipo e ilustración de cubierta e interior: Benjamín de Pedro En solapa, poema «Agua» manuscrito por José Manuel Arango (fragmento) www.eolasediciones.es

Dirección editorial: Héctor Escobar Coordinador de colección: Tomás Sánchez Santiago Diseño y maquetación: Alberto R. Torices ISBN: 978-84-16613-76-2 Depósito Legal: LE 213-2017 Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com 91 702 19 70 / 93 272 04 47 Impreso en España



Esta primera edición de La sien en el puño, antología poética de José Manuel Arango publicada por Eolas ediciones, fue compuesta en tipos Arno Pro Subhead 8,5/13 y se imprimió sobre papel Coral Book blanco de 100 gramos en los talleres de Gráficas Rigel (Avilés) en el mes de julio de 2017

calles calientes, humo y avispas sobre las frutas.



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