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Rehabilitación del Matadero de Madrid. Errores y aciertos
La obra escogida para el análisis de rehabilitación es la nave frigorífica del antiguo Matadero de Madrid, por constituir una rara avis en las actuaciones de rehabilitación de patrimonio industrial. Es profundamente respetuosa con el legado, a la vez que logra un espacio arquitectónico funcional y atractivo que aporte recursos para su mantenimiento futuro.
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Alba
González
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Breve historia de los mataderos madrileños Es innegable el valor de los mataderos en la ciudad, a la que nutren. Sin embargo, ésta tiende a rechazarlos ya que generan una serie de molestias, como olores y residuos. La primera información sobre esta institución en Madrid coincide con esta dualidad rechazo-necesidad: se sitúa en el siglo XVI, cuando los Reyes Católicos permitieron al Ayuntamiento trasladar el antiguo madero junto al Hospital de la Latina (calle Toledo) “ a otra parte”. Sin embargo, el matadero se mantendría en la zona de El Rastro hasta el siglo XX, sin olvidar el saladero de la plaza de Santa Bárbara. El Rastro es de hecho el nombre que recibió por contener la función de matadero, sinónimos durante la época. En la Topografía de la Villa de Madrid de Pedro Texeira, dibujada en 1656, el Matadero del Rastro aparecen identificaos como “El Rastro y Carnicaria Maior”. Fue adquiriendo mayor importancia cuando empezó a vender otra serie de productos, a partir del siglo XVII, con lo que la función del matadero comenzó a ser un estorbo. La primera indicación por parte del Ayuntamiento para liberar la zona de El Rastro de su función de matadero data de 1852, cuando se decidió tirar y volver a construir el matadero de la Puerta de Toledo, pero que nunca se llegó a realizar por falta de fondos municipales. Esta situación produjo una profunda degradación en las instalaciones, haciendo inevitable una solución integral a principios del siglo XX, acorde con la modernidad y el pico de crecimiento demográfico madrileño. Era necesario buscar el modo más eficiente y menos molesto de alimentar la ciudad.
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Un nuevo matadero para Madrid.
En 1907 se decidió sustituir el antiguo matadero de Madrid por encontrarse obsoleto. La municipalidad convocó un concurso, ganado por Luis Bellido: una propuesta de estilo ecléctico, con decoraciones exteriores neomudéjares que recordaban el pasado madrileño con romanticismo sin comprometer la funcionalidad. Luis Bellido se documentó viajando a los países de Europa punteros en la construcción de mataderos, con sistemas mecánicos e industriales: en Alemania encontró la inspiración y la tecnología a implementar en Madrid. En estos edificios se aplicaban conceptos industriales relacionados con el funcionalismo de los espacios. Las características principales del conjunto que se buscaban, fueron:
Separar los espacios de matadero y mercado.
Emplazamiento con acceso a sistemas de comunicaciones, especialmente el ferrocarril
Sección sanitaria independiente.
Medios mecánicos modernos: cámaras frigoríficas, vaciados de estómagos y vientres.
Incorporación de industrias complementarias de abastecimiento de carne.
Posibilitar ampliaciones en una ciudad en crecimiento.
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El matadero municipal de Luis Bellido
Tras la documentación y la declaración de intenciones del arquitecto Luis Bellido, apareció el tema más determinante del edificio. Fue en la propuesta del concurso que Luis Bellido propuso al municipio el emplazamiento actual: en las afueras de Madrid, en lo que se denominaba por aquel entonces la Dehesa de Arganzuela, pero con muy buenas comunicaciones. Además se situaría a orillas del río Manzanares, paralelo a las vías del tren. El complejo, de los mayores de la ciudad por aquel entonces, se disponía con una estructura en peine en la que las primeras naves recibían al ganado, las cuatro siguientes lo aguardaban, hasta que ese le trasladaba a la siguiente hilera, la de sacrificado. Luego se seguía el procedimiento industrial con el colgado en ganchos, y así se trasladaban, colgados en un raíl, hasta la zona de despiezado y congelado, en las últimas naves. Todo el conjunto del matadero coincide estilísticamente: los materiales utilizados y las tipologías constructivas son análogas y adaptadas a cada función. Encontramos:
muros de cerramiento de aparejo toledano
paños de mampostería careada de piedra sílice y verdugada
machones de ladrillo visto sobre zócalos de granito con moldura recta y labras grosera
aparejo de ladrillo visto para las pilastras y encadenamiento de esquinas y huecos
granito para jambas y dinteles.
En definitiva, los materiales que caracterizan al matadero son: granito, piedra silícea y ladrillo visto.
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La nave de oreo y refrigeración. La decadencia del matadero
La última nave, y objeto de análisis, tiene la particularidad de ofrecer una aclimatación perfecta para el congelado gracias al sobredimensionado de los muros: son muy densos y espeso, con una capa de corcho, el aislante puntero en la época, sobre el que se adosa un tabique de panderete. En los años 20 se añadió al complejo el Mercado de Frutas y Verduras, realizado por Luis Bellido y Javier Ferrero. En los años 70 las instalaciones comenzaron a quedar obsoletas y las asociaciones de vecinos reclamaban el desplazamiento del complejo: había sido absorbido por el crecimiento de la ciudad. En 1969 se implementó un plan de embellecimiento del barrio que contempló la demolición, que se fue prorrogando, afortunadamente Hacia la década de los 80 la edificación se tuvo que adaptar a la normativa de la Comunidad Económica Europea, mecanizando y compartimentando las naves, con lo que eliminaron elementos históricos con actuaciones inadecuadas que resultaron en daños patológicos. Se eliminó la zona de calderas y se reconvirtió en cafetería. Además, el auge de Mercamadrid amenazaba al matadero. Pero la obsolescencia del edificio era patente y en 1996 el matadero cerró las líneas de matanza, conservando la función de congelación de carne, pero por poco tiempo. Un paulatino estado de abandono, falta de mantenimiento y el rechazo de los vecinos al complejo pusieron en peligro al matadero.
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Nueva corriente: el matadero como memoria
Pero es hacia los años 70 que aparece un nuevo clima de defensa de las edificaciones municipales, con una nueva concepción del patrimonio arquitectónico urbano e industrial. Aunque su catalogación no fue inmediata, las reivindicaciones porque así fuera pararon las obras de demolición. Es en estos años que el debate en torno a la conservación y reutilización de estos vestigios arquitectónicos se puso en valor como testimonios históricos. El concepto de patrimonio se modernizó a partir de la catalogación, por parte de la UNESCO, en1978 del primer emplazamiento industrial, las minas de sal de Wieliczka en Polonia. El concepto de patrimonio industrial ahora contenía el conjunto de estructuras fabriles, piezas, máquinas… Más tarde se introduce la idea de paisaje industrial y entornos socioeconómicos, susceptibles de proteger. Se comenzó a ver estos vestigios históricos como un recurso de atracción turística y dinamización cultural. Además, por la falta de connotación sacra de estos edificios se vuelven un espacio idóneo para manifestaciones artísticas contemporáneas.
En los 80, mientras se decidía cómo abordar el problema del matadero de Madrid, se desplazaron sus funciones a la zona sur, liberando el resto de pabellones como dotación socio-cultural. En 1996 el matadero cerraba y tras un abandono de 2 años, en 1997 se incluyó en el catálogo de edificios protegidos. En 1998 se comenzaron las labores de limpieza, desescombro, eliminación de añadidos inconveniente y rehabilitación de cubiertas. Se dejó así la estructura óptima para una intervención, aunque aún no se había definido cuál.
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La rehabilitación de las naves de oreo y frigoríficas.
Es uno de los conjuntos edificados más significativos de Madrid, por lo que el objetivo siempre fue mantener los valores propios pero a la vez que fuese capaz de albergar nuevos usos y actividades. La entrada del matadero en el catálogo de edificios protegidos obligó a respetar la arquitectura en cualquier intervención que se realizase. La regulación establece que se admite “la eliminación de muros de carga, forjados, escaleras y cubiertas, y la nueva construcción de forjados, escaleras y cubiertas, pero sin variación e la envolvente.” La visión del Ayuntamiento es muy utilitarista, con un respeto al patrimonio basado en criterios meramente estéticos. Posiblemente por este motivo la propuesta de los arquitectos Arturo Franco y Fabrice Van Teslaar fue tan bien aceptada, ya que rechazó toda intervención a nivel estructural y no sólo de las envolventes. En 2007 se convocó un concurso para un espacio multidisciplinar, de contenido vago, con un presupuesto mínimo. Las características fueron:
Rehabilitación de bajo coste y rápida.
Provisionalidad de la intervención.
Multifuncionalidad de los espacios.
A pesar de algunas patologías como brechas, desprendimientos y la calcinación de los muros del espacio principal por un incendio, las condiciones estructurales eran buenas, tras la rehabilitación de los 90.
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La rehabilitación de las naves de oreo y frigoríficas.
La propuesta se basó en la idea de “rehabilitar sin intervenir”. La nave se mantiene abierta, mostrando las heridas del paso del tiempo, los desperfectos y los cambios sufridos. El proceso histórico del edificio queda patente y ésta última intervención se suma como un paso más en la vida del edificio. La restauración es modélica en cuanto que se adapta al condicionante inicial de no intervención. Únicamente se hacen los añadidos necesarios para garantizar su funcionalidad, en base a remodelaciones concretas:
Suelo de hormigón pulido
Remaches de ventanas y cristales.
Puertas y sistemas de iluminación.
Apertura de una nueva entrada.
Se utilizan sistemáticamente materiales industriales, dando un aspecto duro, liso e industrial, coherente con la historia del complejo del matadero. Toda la actuación es sostenible en cuanto a que es reutilizable: los elementos se apoyan, con un carácter efímero y respetuoso con la edificación anterior. Se utilizan elementos sobredimensionados para evitar clavos, tornillos, soldaduras, y se colocan dentro de la estructura mostrando en cada momento la diferencia entre las diferentes fases del matadero.
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En definitiva, esta actuación se basa en la aceptación radical de que los edificios son estructuras en continuo cambio, sin buscar una foto fija de un momento que puede que nunca existió. Podemos observar cómo Luis Bellido estuvo al tanto de las novedades industriales europeas de recursos técnicos y funcionales, superpuesto a una corriente de sensibilidad por el patrimonio que no niega su pertenencia a su siglo. En las naves frigoríficas se aprovecha totalmente el patrimonio con un compromiso respeto-funcionalidad absoluto: al contrario, las naves del Lector o Central del Diseño se decantan por actuaciones muy agresivas que borran su carácter testimonial, utilizando únicamente su envolvente y eliminando las características fabriles interiores. Si bien es cierto que puede que existan algunas zonas que puede que sigan con sus procesos degenerativos, como humedades en alguna zona de las naves, es de admirar que se eviten los falsos históricos en favor de una legibilidad de la antigüedad de cada material, distinguiéndose sus diferentes etapas sin necesidad de ser un experto. Tiene un gran valor en su legibilidad e incluso de divulgación de lo que significa rehabilitación en el patrimonio. Se preservan las condiciones originales de la nave frigorífica con un respeto absoluto por la ruina y por el valor de los procesos industriales anacrónicos, como testimonios. No se realizan cambios en el plano estructural pero se utilizan materiales y técnicas contemporáneas buscando la mínima agresión del patrimonio sin olvidar que el objetivo es la habilitación para un uso: no hay mejor rehabilitación que aportar una función a un edificio.
Bibliografía: Memoria histórica para el proyecto de Rehabilitación del antiguo Matadero Municipal de Madrid, Servicio Histórico COAM. Enero 2005.
Centro Intermediae Matadero. Rehabilitar casi sin intervenir, Arturo Franco y Fabrice Van Teslaar. Borja Dorado García, Arrquitectos de Madrid. Junio 2008
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