ALBUM Nº 104
TRAJE, 275E.
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Paisaje noruego ◆ Arte en Bizkaia ◆ Museo Belvedere Antonio Colinas ◆ Heroínas ◆ Caos & Clasicismo
Safo, 1801, Antoine-Jean Gros
HEROÍNAS Museo Thyssen & Caja Madrid
Joaquín Lledó
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tra importante exposición que nos procura por múltiples razones una gran satisfacción. En primer lugar porque viene a ilustrar y corroborar ideas y tesis que durante mucho tiempo hemos defendido en las páginas de esta revista, tanto por la justa revaloración de artistas como John William Waterhouse, Lord Frederick Leighton, Sir Lawrence Alma-Tadema, Franz von Stuck o, por supuesto, de las siempre un poco olvidadas mujeres pintoras, Angelica Kauffmann, Lucia y Sofonisba Anguissola, Artemisa Gentileschi, etc. -artistas a los que hemos dedicado largos artículos, como por el hecho
de que esta exposición combina estos artistas decimonónicos con otros de la más reciente modernidad, prestando atención a la calidad e importancia de sus obras y no a las épocas y corrientes en las que están o estuvieron inscritos –un criterio con el que también estamos en total acuerdo-. Los inventarios de heroínas tienen una larga historia, desde los primeros catálogos de mujeres célebres de Hesíodo y Homero, donde ellas sólo figuraban como accesorio de los varones: a título de madres e hijas, esposas o amantes de los héroes o de los dioses. El primer compendio de mujeres ilustres por sus propios méritos fue el De claris mulieribus de 26
Ricard Opisso, 1935
El viejo árbol en Sognefjord, 1839, Thomas Fearnley
PAISAJE
NORUEGO
Identidad y divinidad Gonzalo Pernas
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n el primer piso de la Galería Nacional y de forma permanente, el Nasjonalmuseet exhibe una selección de obras que, extraída de su colección, ilustra el desarrollo de la pintura Noruega desde 1814 hasta 1950. Quien visite “Art 3” pronto reparará en la recurrente presencia del paisaje en al arte noruego, al menos hasta las primeras décadas del veinte. A continuación nos referiremos a los artistas y los cuadros más representativos de una tradición cuyos últimos representantes portaban ya la semilla de las manifestaciones artísticas que iban a protagonizar el nuevo siglo sin renunciar por ello a la ética y la estética de los grandes maestros que les precedieron. Como sus colegas en otros lares occidentales, los paisajistas noruegos recorrieron bosques y montañas en un doble proceso de búsqueda, probablemente intentando hallar la respuesta a la
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Ricard Opisso, 1935
Vista general del museo
EL MUSEO DEL BELVEDERE DE
V IENA Ana Rimblas Mira
V
enir a Viena y acudir a visitar el Belvedere, es decir, a “La Bella Vista”, de algún modo es peregrinar a una de las fuentes de la que mana nuestra concepción del arte, pues es aquí donde, siguiendo los ideales que animaban el llamado Despotismo Ilustrado de la corte de Viena, fue inaugurado en 1781 lo que podemos considerar el primer museo público del mundo, nacido con el propósito de que todos los hombres pudiesen formar sus espíritus en la contemplación de la belleza y en el estudio de la historia del arte. Los edificios –pues el conjunto museístico comprende dos palacios, el Belvedere Superior y el Belvedere Inferior, a los que se añade el Prunkstall (los antiguos establos)-, se hallan en medio de unos maravillosos jardines barrocos diseñados por Dominique Girard, que había sido en Versailles fontainier du roi- que están situados en un terreno que forma una ligera pendiente y que están adornados por una fuente formada por una
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ARTE EN BIZKAIA Joaquín Lledó
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eunir el paila gestión de la sala de saje y la obra. exposiciones Rekalde de Lo bucólico y Bilbao. Desde el medio lo industrial. centenar de impresionanEl remoto origen y la tes pinturas realizadas intuición de un lejano hace más de 12.000 años futuro. Lo arraigado, lo representando bisontes, visceral, junto a lo etécápridos, caballos, osos o reo, lo inefable. Todo ciervos, que ornan los reunido. Creando el muros de la gruta situada retrato de un lugar y de en la ladera meridional sus gentes. de ese monte Ereñozar Reunir, hacer posidesde el que es posible ble, mostrar. Esta es en contemplar un amplio y definitiva la misión de la maravilloso paisaje, a la entidad pública foral galería urbana para ofredenominada BizkaiKOA cer en ella un ejemplo (BizkaiKultura-Ondadel arte contemporáneo rea-Artea) creada a finamás reciente. les del año pasado. ProTAPAR PARA VER mover la difusión del o “El Ojo Vago” es el títuriquísimo patrimonio lo de la exposición indiBosque de Oma cultural de Bizkaia. Una vidual que presenta la tarea que comprende artista Marina Núñez en desde la conservación y difusión del tesoro de ese Sala Rekalde. Se compone de vídeos, pinturas e auténtico santuario del arte paleolítico que es el infografías, que abarcan el periodo comprendido espacio de las cuevas Santimamiñe de Kortebuzi a entre un trabajo inicial de 1993 hasta el vídeo 58
Fachada posterior
Museo Arqueol贸gico
Museo Arqueol贸gico, Sala de la Edad de Hierro
Escena de playa, 1920, Pablo Picasso
CAOS & CLASICISMO Arte en Francia, Italia y Alemania, 1918-1936 Jesús Tablate Miquis A finales de 1919 se publicó en Valori Plastici un artículo de Giorgio de Chirico titulado Il ritorno al mestiere en el que el artista italiano afirmaba que los artistas contemporáneos se encontraban en un “estado de confusión, ignorancia y desbordante bellaquería”, aunque admitía que “los poquísimos pintores que tienen el cerebro en su lugar y ojos limpios se están preparando para regresar a la ciencia pictórica según los principios y enseñanzas de nuestros antiguos maestros”.
P
rocedente del Guggenheim Museum de Nueva York, aunque en una versión ampliada, pues con acertado criterio los responsables han decidido incluir obras que reflejan este mismo periodo y sus inquietudes en el panorama artístico español, particularmente elocuente en el País Vasco, esta exposición que ahora puede verse en el Guggenheim de Bilbao es un acontecimiento importante, y no sólo por la
calidad e importancia de las 160 obras reunidas, sino también, y sobre todo, porque nos invita a continuar reflexionando sobre algunas cuestiones fundamentales del arte a las que, desde hace ya mucho tiempo, hemos dedicado mucha atención en las páginas de nuestra revista. Como dice en su Presentación Juan Ignacio Vidarte, Director General del Museo Guggenheim de Bilbao, “La desmembración de las vanguardias 64
Ricard Opisso, 1935
Magazine
Literario LIBROS
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E N S AY O
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N A R R AT I VA
PENSAMIENTO
UN SÍMBOLO PODEROSO Antonio Colinas Quisiera dejar a un lado mis versos y reparar en ese símbolo poderoso que va en la cubierta de mi Obra poética completa, en este volumen que recoge casi medio siglo de poesía vivida, de vida ensoñada: fidelidad a la palabra nueva, esa que es la poesía, la palabra que nos sana y nos salva (un poco) cuando estamos en sintonía con ella.
S
í quiero referirme al retrato que va en la cubierta del mismo, el de la florentina Simonetta Vespucci (c.1453-1476), que se encuentra en la Gemäldegalerie de Berlín; una joven hermosísima muerta en la flor de la juventud, a los 23 años, a la que toda la ciudad de Florencia acompañó el día de su funeral, cuando ella iba vestida de blanco en el féretro descubierto. Una de las leyendas tejidas en torno a ella dice que parecía aún más hermosa que viva. Sabemos muy pocas cosas ciertas de esta joven, pero muy valiosas, gracias a los poemas de Bernardo Pulci (autor de la larga elegía “Bernardo Pulci a Giuliano de`Medici nella morte della diva Simonetta”–en ella este perfecto endecasílabo: Alma diva leggiadra Simonetta– y del soneto “Diva Simonetta a Giuliano de`Medici felix”); también a los de otro autor menos conocido, Francesco Nursio; pero sobre todo por las octavas de Angelo Poliziano
Siruela (Stanze), donde se subraya y sublima el carácter platónico del amor de Giuliano hacia la jovenninfa-diosa. Sin embargo, este neoplatonismo aflora especialmente en los cuatro sonetos que le dedicara Lorenzo el Magnífico –como su hermano, también probablemente enamorado de la joven– y en sus cristalinos comentarios en prosa. Por supuesto que sobre todo sabemos de ella gracias a la pintura de Piero de Cosimo, de 83
Ghirlandaio (que la retrato con su familia en el fresco del panteón de los Vespucci) y, de manera excepcional, la más fiable, por los cuadros de Sandro Botticelli. Éste, que la conoció, que estuvo cerca de su casa y de su familia y que mandó ser enterrado a los pies de ella en la iglesia florentina de Ognisanti (sin duda otro enamorado), fijó de manera especial en la figura de Simonetta, en retratos concretos o dentro de escenas mitológicas
Magazine Literario o religiosas, ese ideal de Belleza y Verdad que canalizó todas las aspiraciones intelectuales de la época y que es la culminación estética del Renacimiento florentino: sentido de universalidad y neoplatonismo, fidelidad a lo clásico y a lo moderno, a las letras y a las ciencias, a lo pagano y a lo cristiano. Las dos claras etapas de la propia pintura de Botticelli son la prueba de ello: la invadida de paganismo en los dos grandes cuadros de los Uffizi, La Primavera y el Nacimiento de Venus –en el rostro y en la desnudez de la Venus-Simonetta de este último cuadro el artista llega a la culminación de ese idealismo de lo bello, rompiendo todos los cánones pictóricos de su tiempo–, y la desgarradora de la Piedad (Compianto su Cristo morto) que podemos ver en el museo Poldi Pezzoli de Milán. Es ya el Botticelli de la segunda etapa de su vida, traspasado –quizá también, como los hermanos Medici y tantos otros florentinos, afectados por la muerte de la Musa–, de misticismo e influido ya por las incendiarias proclamas de Savonarola. Empezaban a pasar ya los tiempos del boato, la “sed de infausto oro”, por decirlo con el lamento de Poliziano. No hay pues un “culturalismo” fácil o gratuito en esta cubierta del libro, sino un poderoso símbolo, fiel a los valores que hemos subrayado; a ese símbolo que la muerte de una joven florentina (“la bella Simonetta”) desencadenó. Esto fue y es lo importante. No las leyendas fáciles tejidas en torno a esta mujer, como la de haber sido “amante” de Giuliano de Medici; leyenda que sólo se basa en que, durante un famoso torneo, Giuliano le ofrece su homenaje y victoria a ella tendiéndole un estandarte con la figura que de Palas Atenea –con el rostro de Simonetta– había pintado el mismo Botticelli. O leyenda quizá exacerbada en el cuadro Venus y Marte del mismo Botticelli. (No hay que olvidar que en 1478 –sólo dos años después de la muerte de Simonetta– Giuliano de Medici recibió 19 puñaladas en la catedral de Florencia y muere durante la conjura de los Pazzi, con lo que el mito se acrecentó y los florentinos lo trasladaron a los dos jóvenes. Leonardo da Vinci hizo un dibu-
sino por su virtud o por sus muchos valores, acudieron evidentemente todos los florentinos a despedirla el día de su funeral, y los más elevados artistas de entonces la encumbraron, por decirlo con la expresión de la Vita Nuova dantesca, –un precedente, por cierto, importantísimo del espíritu renacentista– al ideal de intelletto d amore. Poliziano insistió en esta semblanza de una Simonetta no sólo bella sino con valores morales al escribir:
Anónimo, siglo XV, atribuido a Leonardo Da Vinci
jo de los asesinos de Giuliano, tras ser ahorcados y antes de ser arrojados al río Arno.) Este hecho lo fijó Poliziano en un único y rotundo verso que podía haber escrito nuestro Góngora: Llora el Ciprés aún al ciervo muerto. Prefiero, pues, el testimonio que de ella nos dio el hermano de Giuliano, Lorenzo, en sus Commenti a sus poemas, en cuatro de sus sonetos comentados: eccellentissima donna de eccellentissima virtú, mujer “a la que tantos hombres sin celos la amaron y tantas mujeres sin envidia la alabaron”1); pero, sobre todo, como ya he dicho, en los versos de Poliziano, que subrayan el carácter platónico de la relación. Como acabamos de ver, Lorenzo escribió sobre ella palabras que prueban lo que otros datos fidedignos nos demuestran: que la mujer de Marco Vespucci, muerta tempranamente de tuberculosis, además de ser muy hermosa y de distinguirse hasta por su forma de caminar, era una mujer con principios y valores reconocidos. Bernardo Pulci habla en su elegía de su “ingenio”, “de su corazón generoso, honesto y esquivo”, “de su compostura armónica”, lo que la aleja de cualquier parecido con una simple o ligera cortesana agraciada físicamente. Por tanto, no sólo por su belleza y por los supuestos amoríos que desencadenó, 84
Blanca es ella y blanco su vestido de flores rosas y hierbas cubierto. Su cabello de oro ensortijado baja a su frente humildemente altiva. Ríe a su lado toda la floresta y, en lo que puede, calma sus afanes. Su gesto el de una reina bondadosa, y las tormentas su mirada aplaca. Brillan sus ojos dulces y serenos en los que Amor esconde sus antorchas. El aire todo en torno se hace claro donde ella pone su mirada amable. Un gozo celestial baña su rostro, dulce pintura de ligustro y flores. El aire calla ante su hablar divino, cantan en su latín las avecillas. Con ella va el honor humilde y llano, capaz de abrir los corazones todos; y en forma humana va la Gentileza, que de ella aprende sus andares bellos. No puede alma villana contemplarla si antes de sus faltas no se limpia. Estraga el Amor los corazones cuando ella dulcemente habla o ríe2. Belleza y valores, es decir, humanismo. Término éste de significación tan plenamente renacentista por su carga de universalidad y de contenido. La fuerza y la significación profunda del símbolo de un rostro con muchas variantes, los valores estéticos, pero también éticos, de Belleza y Verdad fijados en una figura a través del Arte que se contempla o se lee. Lo demás sólo es leyenda. 1. Lorenzo de ‘Medici, Opere Scelte, De Agostini, Novara, 1969 2. Angelo Poliziano, Stanze, Catedra, 1984 (versión de Félix Fernández Murga)