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Hackeando la Democracia

La democracia conocida como sistema de gobierno, está expuesta de un hackeo silencioso, por aquellos capaces de intervenir en el universo digital.

Esta intromisión a la democracia puede llevarse a cabo en dos escenarios opuestos: El primero es aquel en donde están los interesados en saber que piensan los votantes, para hacerles llegar mensajes, en su mayoría subliminales, de porque partido o candidato votar o incluso campañas de desprestigio en contra de sus adversarios; este escenario contempla los datos personales obtenidos a través de las redes sociales, y la difusión de la información, ya que con los datos personales se genera conocimiento utilizado como una nueva herramienta política para influir en los votantes.

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En él hay distintos matices que dejan entrever el peligro de la vulneración de la información personal en el entorno digital.

El segundo es aquel en donde el ciudadano puede limitar las acciones particulares de funcionarios y diputados, presionándolo tanto a actuar de acuerdo con las prioridades y las necesidades de la población a través de la auditoría social y de la información que se le hace llegar utilizando las redes sociales o sistemas de información desarrollados por la comunidad para estos fines, y ejercer influencia en la toma de decisiones políticas.

Por otra parte, recientemente surgieron movimientos sociales con un elemento común, las redes sociales, de ahí que uno de los pilares fundamentales de los movimientos políticos innovadores y cambios en las democracias, es la posibilidad que brindan las herramientas digitales.

Estos dos escenarios que constituyen y caracterizan la nueva guerra política, en donde gobernantes y políticos desean influir en el votante y en donde ciudadanos requieren presionar en las decisiones políticas.

Para abordar el tema, se presentan algunos conceptos que ayuden a su comprensión. En principio, hay que considerar que existen diversos tipos de hackers, dentro de los cuales hay quienes no son necesariamente ladrones de contraseñas, como los considerados bandidos de la información, entes oscuros que están sobre la ley y por debajo de la ética y de la decencia humana, derriba webs, amenazadores de gobiernos o terroristas digitales; que utilizan sus conocimientos superiores del mundo digital para explotar y aterrorizar en la internet; ya que en su mayoría son aquellas personas que saben mucho de tecnología, electrónica, comunicación, informática, cadenas de datos encriptados y las posibilidades de acceder a información aparentemente “segura” o dominan un poco de todas, son investigadores y curiosos natos que se mantienen actualizados para poder dominar el desarrollo o el mantenimiento de sistemas complejos de información.

La propagación de la desinformación en épocas de elecciones, desmerece la contribución de las plataformas virtuales a la democracia, a raíz de las falsedades difundidas a través de mensajes que se utilizan para influir en los votos de las personas restándole valor a la información de calidad, afectando la integridad y equidad de una elección.

La información engañosa o falsa se construye con base a mentiras compartidas en las campañas electorales a través de internet, y la forma viral como se difunden tienden a engañar a la opinión pública y fomentar un fenómeno con un impacto negativo de dimensiones inimaginables.

El hecho de que un político mienta en las campañas electorales es tan viejo como la mentira misma, lo nuevo es la rapidez con que las mentiras se distribuyen, el alcance que tienen y lo difícil de encontrar acciones que contrarresten este fenómeno.

Este fenómeno es la parte negativa de lo que puede llamarse “Hackeo de la democracia”, por el mal uso de la tecnología en los procesos democráticos. La incidencia de las noticias falsas y de la desinformación en la política nacional es negativa y destructora.

En términos de comunicación política, al tener que elegir entre emoción y racionalidad de un blanco objetivo, la elección obvia será la emoción pues es relativamente más fácil de manipularse a través de verdades a medias o con mentiras completas utilizadas como estrategia para obtener apoyo electoral por medio de consolidar una idea política.

Las incidencias más peligrosas de la desinformación son cuando se pretende destruir la imagen pública de un contrincante político, buscando generar efectos negativos en la percepción social sobre el oponente, utilizando información falsa a través del uso de las redes sociales.

Intencionalmente, se busca a través de las redes sociales la posibilidad de manipular las emociones y los miedos con el fin de generar perturbaciones del ánimo individual y colectivo, cuando se cree enfrentar peligros verdaderos o desconocidos; y para este fin se amplifican de manera artificial las ideas de la perdida de algo que se tiene o que se cree tener, y con estos sentimientos de impotencia, promover el enfrentamiento entre personas y grupos, producto de la venganza y de la ira que se experimenta.

Es pues, el miedo un factor político que repercute de manera negativa incurriendo en atrofia democrática y en donde peligra la gobernanza, trayendo repercusiones negativas inimaginables, en donde la frustración, el odio y la ira son instrumentalizados por todos los bandos en contienda política que aprovechan la irritación social surgida ante la incertidumbre, ante las dificultades que acechan a diario, tan solo para aumentar su caudal político (Digital, Sociedad, 2020).

Tanto gobiernos como políticos y sectores opositores a estos, manipulan el miedo y el resentimiento a través de situaciones como la inseguridad, la inmigración ilegal, el multiculturalismo, el terrorismo, la globalización, para conseguir apoyo para alcanzar el poder, incluso democráticamente; es así como el miedo y la frustración son artificialmente potencializados en beneficio político de líderes que no respetan valores democráticos y todo con el uso de las redes sociales, de la desinformación y de la información falsa.

Los políticos y sus partidos son especialista en llevar agua a su molino, para lo que aplican estratégicas que aceleran la polarización con discursos que fomenten la división entre los ciudadanos, enfocándose en diferencias legítimas; pero su objetivo es simplemente dividir en búsqueda de consenso, provocando actitudes que retornan a las élites para revitalizar sus futuras decisiones.

En esta dinámica de polarización, que va dirigida a deslegitimar al oponente, es frecuente el uso de temas de debate con contenidos desinformativos que se han viralizado en las redes (Sánchez & Said, 2021).

Los actores políticos hacen propios muchos temas que no se vinculan a los principales problemas identificados por los ciudadanos, con el fin de polarizar la opinión pública para sus propios intereses, la desinformación se convierte así en una herramienta más, y muy efectiva, en la confrontación política en donde las coyunturas políticas, es lógico, influyen en la actividad de comunicación política (Sánchez & Said, 2021).

Es una estrategia casi mundial que los principales partidos políticos contribuyen a viralizar aún más las noticias falsas al convertirlas en protagonistas de sus mensajes.

En ocasiones son actores aludidos directamente dentro de los contenidos y, en otros, son promotores de un contenido que se designó como catalizador de esos mensajes.

En lo relativo al segundo escenario, hay que tener claro que la falta de legitimidad de las principales instituciones y actores políticos en los países de Latinoamérica ha provocado que la sociedad reaccione sacudiéndolas, esperando que respondan, surgiendo actores que usan herramientas digitales para generar un cambio social sustantivo, pero, los sectores que deberían empoderarse de estas herramientas, son los que están en las peores condiciones de explotarlas, por su pobreza y educación.

La disyuntiva política es si la mayoría de las personas estarán en condiciones de influir.

Por lo que hay que “alfabetizar” sobre el poder de los medios digitales. Además, varios de estos procesos y actores no están conectados a los procesos políticos institucionales, a pesar de que no deberían quedar aislados de las instituciones formales y las políticas públicas.

Emprendedores sociales, activistas, políticos y líderes utilizan a esta fuerza social, la internet. Con estrategias y acciones innovadoras se pueden organizar, protestar y proponer alternativas políticas y sociales al status quo. El cambio puede venir desde los márgenes, utilizando las grietas del sistema democrático como palancas para el cambio, pero toda la sociedad debe participar. El ciudadano común y corriente se cansó de ser un actor de reparto, por lo que la propuesta es pasar a la acción; si la fuerza principal deben ser los ciudadanos, implica un cambio de paradigma político.

El centro del debate está en solucionar el problema del control de las comunicacio- nes y de la información disponible, ya que el desafío será cómo aprovechar los recursos disponibles, repensando los mecanismos institucionales y no institucionales que permitan canalizar las tendencias para lograr un acercamiento entre Estado y ciudadanía.

No hay que olvidar que la tecnología es el mejor aliado para ayudar a hackear un Estado obsoleto y así moldear las instituciones a la medida de los pueblos que gobiernan en estos tiempos.

Los recursos tecnológicos son los que pueden facilitar la conformación de nuevos espacios de toma de decisiones donde el pueblo sea el soberano. El objetivo no es ir contra el Estado, sino reconfigurarlo y fortalecerlo, adaptándolo a las posibilidades y necesidades actuales, entiéndase fortalecer la democracia.

La extensión del conocimiento digital y la profundización de una concepción deliberativa de la política, se retroalimentan y se necesitan entre sí. Entre los dos, presentan un potencial ilimitado para las democracias latinoamericanas.

Sin embargo, se desconoce hacia dónde va la era digital.

Se corre el riesgo de que la internet deje de ser tal como se conoce, su rasgo más distintivo es su principio de no discriminación; principio que se encuentra en peligro por el ánimo de cobro al acceso prioritario y a la segmentación de mercado; y los intereses gubernamentales de control político, limitando así el poder que les brinda a los ciudadanos.

En síntesis, la manipulación de la democracia o el “hackeo de la democracia” a través de la desinformación, puede considerarse un arma, utilizada para incidir, negativamente, en la política ya que se aplican estratégicas que aceleran la polarización con discursos que fomenten la división entre los ciudadanos en búsqueda de consenso para sus intereses.

La dinámica de la polarización va dirigida a deslegitimar al oponente, puesto que los mensajes que presentan el mayor grado de coincidencia con contenidos calificados como desinformativos, son los que generan mayores niveles de viralización, lo que significa que los usuarios de perfiles políticos son actores activos dentro de los procesos de expansión de este tipo de contenidos.

La generación de una política de cultura digital, sin lugar a duda contribuirá al entendimiento de la democracia en un mundo cada vez más global y sin fronteras.

No obstante, mientras la tecnología digital avanza a pasos agigantados, los marcos legales, los derechos y los mecanismos para garantizar su vigencia siguen al ritmo del mundo analógico.

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