NOVECENTO
Alejandro Tarantino ArĂŠchega 2019-2020
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Imagen de portada: Jean Auguste Dominique Ingres Studio di nudo per Stratonice (18..) Rotterdam, Museum Boymans-van Beuningen (particular)
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Ardengo Soffici Bottiglia e giornale (1915) Milano, Galleria civica d’Arte Moderna
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ÍNDICE I Íncipit. Dichiarazione II Lungo mi fia l’anima Dannati Dimenticati Oscuri Scomparsi Spariti Invisibili Smarriti Sconosciuti III Millenovecento. Secolo dei venti Malditismo Desmemoria Oscurantismo Pérdida Idos Invisibilidad Extravío Desconocer Diferencia Lucidez IV Ottocento El latín que nunca existió Pesimismo Aristófanes Dante Alighieri Lucrecio Rousseau
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Foscolo D’Annunzio El infinito solitario Revolución V Novecento Saffo Leopardi Ovvero Lírica Fábrica Mezzogiorno a Nietzsche Simbolismo Voluntad de potencia Galdós Valle-Inclán Pléroma Erra l’armonia Contradicciones Anarquismo Kropotkin Inconsciente La polis autárquica VI Oda al siglo veintiuno VII Éxplicit. Epílogo
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Giuseppe Ciaranfi Leopardi morto (1837)
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ÍNCIPIT DICHIARAZIONE (Quevedo)
No hay ser ni tiempo, solo Historia, que no es ser o tiempo, sino vacío, lo vacío de existir del deseo. Es, de ser para algo y no la narración ontológica de lo que fue algo, nombrar la cantidad indeterminada del antes1; una antología de conceptos que atraviesan las aporías del acontecimiento como fantasmas o sombras de una nada que se dice no ser y haber nacido. La cosecha de este erial categorial es una conciencia desdichada e intensa, sola y única entre las otras, un ángel de cuarzo en el orbe de la quietud eleática2: el no ser, no puede ser. Y así es la Historia, el último ethos de la palabra y la sabiduría. El siglo veinte es un escotoma en la mirada panóptica del devenir, [hoy] es el único siglo que pertenece a la afasia del acontecer lingüístico, que es un después y lega nada o el dolor de haber sido el ser del no ser. Todo lo infinito es ahora, sin más. Aparecemos ante la puerta eterna, sin fin, para cruzar a la incerteza antes del saber 1 Sobre lo anterior, Pascal Quignard. 2 Doctrina de Parménides de Elea.
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sobre lo perdido que no entró en la Historia. Ahí fallecemos con la claridad de una larga muerte. Y queda aletargado el corazón de la fuerza, esperando el latido vacío que quema la sangre. No cabrá aquí una hermenéutica de la inocencia, ni el delirio que abandonó el grito y la lengua que guarda su emocionante memoria, no transitaré por la derrota de Bizancio y su oriente olvidado3, y sí por las huellas de viajeros que buscaron la presencia y frontalidad de la geometría y la arena. Habrá una filosofía de los límites en lo humano y una reformulación de las relaciones de poder, y la generación de una conciencia que desde la autarquía asalte la barbarie totalitaria, una vez más, sin abandonar el telos de la esperanza, que no es sino acatar el lirismo del cuidado quevediano: un sentimiento ante la incertidumbre, la cualidad de ser fugitivo4 y la salvaguarda ante la inconsistencia de la vida humana. Puebla la soledad del extraviado5. Hay un peregrinar de las horas hacia la ascesis de 3 Henri Matisse. 4 Laín Entralgo: fugitividad. 5 Aspectos del olvido en la poesía de Quevedo, Gonzalo Sobejano.
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la vanidad, un estoicismo de la huida; atrás quedarán el amor y el coraje, enfrente la derrota ya inscrita en la renuncia de intentar trascender: la vida volcada en el vacío de la imaginación. En ese sufrimiento redentor 6 , ideado como cieno del alma [eidolon], de la espera del mal como una amenaza, que es no sufrir por lo que es, sino por lo que no es porque aún no es: un delirio épico de salvación que es renuente al olvido y afecto a la verdad de la creencia [pistis]. El olvido es un momentum absoluto, sin vínculo con la representación dialéctica de la realidad del mundo, un éxtasis ante las puertas del pléroma7 donde el sueño, mudo, dialoga con la biografía biológica del eros. La memoria del momentum es erótica del saber sobre los intersticios entre vivir porque se muere y morir por haber vivido, una forma atormentada del drama barroco en su forma poética. Se cuida el morir como se cuida el saber del vivir, olvidando. Es el olvido arrancar la experiencia, desvincularla de la conciencia, la forma intempestiva de la voluntad de verdad que la memoria de la desesperanza articula, es evocar la nada que 6 Cristianización del pathos y la voluptas. 7 La lámpara maravillosa, Valle-Inclán.
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puebla los lugares narrativos del saber decir sobre lo vivido y arrancado de la mente. Nos sana socavar lo sentido en los acontecimientos, haber sentido no existir en el vivir, nos sana la memoria como una forma de olvido; lo inconsciente cura, desde su núcleo incurable, el impulso del querer vivir, la fuerza del animal simbólico que habita la marca infinita de la muerte: vivir es olvidar. Y lo es en esta atmósfera de la falta, en el espacio vacío necesario a la conciencia desdichada8. Y sabemos que no hay condena más cierta que el olvido si errar es existir: yerra el pensar construyendo así la virtud del amor, que no es sino la ruptura del vínculo obsesivo con el otro, la generación en la realidad de la carencia como correlato de la estructura del deseo. Es una pulsión9 con la conciencia de una objetualidad hedonista y quínica10, fugaz, insostenible en la experiencia del sufrimiento: no puede existir un Heráclito 8 Eduardo Subirats. 9 La representación psíquica del deseo. 10 Quinismo de Diógenes. Y el tránsito por los márgenes de Henry Chinasky, el alter ego de Charles Bukowski en Factotum, donde el oficio de escribir es lo diferido de la conciencia.
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cristiano11, el devenir y el cambio no son una penitencia para la salvación del alma12, sino la rebelión contra el Ser que yace en la condición natural de la supervivencia…: no hay nombre ni verbo en el origen, solo una nada que no es otra cosa que no ser, tan anterior e irrecuperable como la memoria de haber nacido. La muerte no puede ser explicada como la recuperación de la identidad, porque sería trasmitir la idea de que el regreso es posible, el regreso al paraíso perdido de los penitentes. Vivir no es regresar, no es una odisea, es anterior y funda la partida, de nuevo, al cielo abierto del mar y al alejarse de la costa para siempre. Funda el olvido el extravío del explorador, ir no tiene telos, solo el periplo que admira y se asombra en el momentum icárico13. 11 Francisco de Quevedo. 12 Entre el psalmo y el soneto hay un pneuma, un aliento que viene respirando desde el arjé eleático, jónico. 13 La caída del lenguaje, las alas abrasadas del decir, porque vivir no es pretender lo imaginario de la fuerza, ni avocarse a la impotencia por insistir en lo imposible, que no es sino negar la precariedad de la voluntad de potencia. Ícaro querrá ser la ceniza de su memoria.
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Las inútiles horas de los huesos de la libertad, marcados por las heridas incisas por las espadas de los cuerdos, aquellos que creen recordar en el delirio del ideal lo que fue para ser olvidado, hieden, entre los trascendentales, de humanidad olvidada e inalienable. Asesinada absurdamente en los cuerpos de los cínicos y los anarquistas, de los hedonistas libertarios, la autarquía se erige como un eidolon que comparte la sombra del caminante 14 bajo las constelaciones y los raudales de las ruinas, donde el alto silencio15 cava el inmenso hueco de la tumba. Ahí yace la libertad. Y su espectro recorrerá Europa16, para su vergüenza. Todos sabemos que morir tiene la condición de haber vivido, de estar viviendo entre la luz y el espectro, más allá de la oscuridad anterior, no en el presente; agotada la presencia de la biografía, la muerte es el 14 De Aristóteles a Baudelaire. De Ícaro al Ángel de la historia benjaminiano. 15 Eneida, Virgilio. 16 Manifiesto comunista, Marx y Engels: “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma…”
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desgajamiento de la experiencia ya que la existencia perdura en el limo de la especie, en el venir a nosotros del alma antigua con los ojos abiertos dentro de nuestro sueño. Lejos queda la calma del amor libre, del que no tiene objeto poseído ni culpa entre la bruma a la espalda del ser en acto, y sin ella el desvelo del sympathos erra como un ciego en la topografía del cuidado del otro de ti. El eros se funda en no necesitar, y la vida se ha constituido como su más profundo olvido17. Hasta que vadeemos el río del olvido, o la vida misma, hacia la muerte, tenemos que luchar contra la desigualdad económica, que no es otra cosa que un problema ideológico y ético, político y distributivo, íntimamente filosófico18. 17 Francisco de Quevedo: “(…) yace la vida en alto olvido.” 18 Capital e ideología, Thomas Piketty. Es la historia de las ideas el fundamento de la conciencia lúcida, rebelde y angélica, que rompa las cadenas de dominación y explotación de la producción capitalista. El materialismo histórico y dialéctico sigue siendo hoy un instrumento necesario en el análisis económico de la desigualdad en el simulacro democrático. La justicia distributiva se dará en una república del
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Es una hipérbole hiperbórea que ningún hijo de Tracia, del viento, puede obviar en el septentrión de la fuerza imaginaria, esa misma fuerza que llevó a Piteas 19 a su odisea 20 perdida más allá de Hispania, hasta las mareas del sol de medianoche; no se puede negar que la imaginación no niega, ni su vínculo boreal con la prognosis ática: imaginamos más allá porque somos naturaleza, la más inhóspita. No podemos obviar que somos una imagen atrapada en el espejo, de Atenas a la Ciudad de Dios, de la Ciudad del sol a las ciudades distópicas, sin encontrar la ciudad de los tilos y el cristal ahumado de la vanidad. Fuimos perdiendo la Roma de Lucrecio y Séneca21, y saber, así cabe pensarse el fin último de la esperanza… 19 El descubrimiento del mundo, Francisco Javier Gómez Espelosín. 20 Piteas, se relata, escribió El mar, pero el libro se perdió en el incendio de la biblioteca de Alejandría. Y con él, quizá, el primer relato que vislumbró, entre las luces metálicas del frío, el litoral del Ártico. 21 Defensa de Epicuro, Francisco de Quevedo: “¡Oh postrera impiedad! ¡Hacer de Epicuro proverbio de los vicios, las virtudes de la deshonestidad, al continente; de la gula, al
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los litorales santos del Mediterráneo, mar encerrado, mar centro. No debemos, salvo formalmente 22 , dejar, donde aún late el corazón de los justos, la lucha contra la abstinente; de la embriaguez, al sobrio; de los placeres reprehensibles, al tristemente retirado en estudio, ocupado en honesta enseñanza! Muchos hombres doctos, muchos padres cristianos y santos le nombraron con esta nota: no porque Epicuro fue deshonesto y vicioso, solo porque le hallaron común proverbio de vicio y deshonestidad. En ellos no fue ignorancia, fue gravamen a la culpa que tenían los que con sus imposturas le introdujeron en hablilla.” 22 La ética formal kantiana, un conocimiento de lo que debe ser, es decir, un a priori constituyendo lo futurible del comportamiento humano, la revolución copernicana en lo moral que hace inútil el esfuerzo de los moralistas, Kant en el corazón del psicoanálisis. La libertad, la responsabilidad moral, sólo puede provenir de la experiencia moral, es decir, de la coherencia interna de la noción de libertad no tiene por qué seguirse que exista... El hombre es libre porque es enteramente una realidad natural, y no solo un nexo causal, es un sentimiento sobre el destino moral del hombre, sobre el mismo destino, es lo sublime en lo nouménico, aquello que estremece y es más que lo bello…
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desigualdad generada por la ideología del progreso 23 , desde Auguste Comte, es decir, por el conformismo ante las ruinas que Hegel postulaba y que Benjamin, su ángel de la historia, no pudo conjurar, ni convertir los restos de la vida en polvo amante24, légamo de una vida a la muerte de dios25 debida. ¿Cómo hacer para llenar una vida también con la muerte, no necesitar la inmortalidad terrenal ni, quizá si lo hubiere, el olvido de lo que seremos después de morir? Ni creyentes en la inmortalidad espiritual de quienes somos, ni apóstatas de toda forma de perpetuación antinatural, ni los delirantes afanados en esta realidad de la eternidad como mercancía, saben o sabrán lo que ya sabía Epicuro, que la muerte no es nada, sino vida vivida sin miedo, dejar ir lo que se pierde, que la muerte solo sea olvido y nunca verdad lo que se recuerda, porque solo será la vanidad de una muerte que es la elongación del vacío del resentimiento. Es la ponzoña de este tabernáculo la deliberada ocultación de la pérdida del bien 23 Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, José Carlos Mariátegui. 24 De Quevedo a Miguel Hernández. 25 La gaya ciencia, Friedrich Nietzsche.
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común, el mal roussoniano existe…, y habita en la sevicia de la ignorancia. Ningún ser humano sano martiriza a otro. Y todos esperamos restañar leteamente26 el mal y su delirio, y acabar con la idea de inmortalidad, romper con el tiempo de una eternidad terrenal 27 que nos condena a lo peor de lo humano. El delirio es la construcción de una muerte contra toda vida posible, el mal su perpetuación. Nos hace renunciar bajo la argucia de un olvido que traicionándose extiende su sombra de augurio nefando en el patrimonio del antes, en lo que fue y no puede morir. El mal es la muerte, su creencia trastornada en la trascendencia. Si el olvido fuese la muerte del pasado y triunfase el delirio del daño a la intimidad del ser, nos quedaría el vacío del tiempo sin la memoria de haber vivido, perdidos los templos que fueron cuerpos, las oraciones que fueron sexo28. Y aún así nadie ni nada sobrevivirá al olvido, a esa honda forma de la memoria que no lleva con ella la palabra, sino el prestigio 26 Leteo, río del olvido. 27 Del sentimiento trágico de la vida, Miguel de Unamuno. 28 Francisco de Quevedo, Musa VIII: “Sus huesos polvo, y su memoria, olvido.”
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de la oscuridad, inerme ya el loco explotador de los seres y los sintagmas. No existe el amor más allá de la muerte, pero sí más acá de la vida, más atávico que un fundamento mítico, arjé 29real del mundo que hemos construido, y que necesita del odio, dialécticamente, para poder ser y generar las realidades, las vidas de la sangre. Existe un antes para nosotros, un venir de las condiciones que convirtieron el azar en posibilidad. Pero el amor no está hecho de la materia del universo, es nuestro, lo elidido de lo que somos, la elusión pragmática del significante, el sin par hueco del deseo. Quizá ese acá de la espalda de nuestro tiempo sea el verdadero más allá no de la muerte, sino de una muerte, la propia, presentida como la última oscuridad que ya será periplo y no el éxodo de la pura anterioridad en el inconveniente de haber nacido 30 . La muerte vendría a ser la restauración de la luz, porque la oscuridad es 29 Principio material del cosmos, primer elemento del ciclo increado, de lo que es y existe, razón de nuestra razón y lejanía de la locura o la creencia. 30 Del inconveniente de haber nacido, E. M. Cioran.
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tan solo humana, su mímesis y su decorum horacianos31 en el arte poético de vivir como si nada fuese posible, o sencillamente sáfico32. No se puede morir sin olvido. El amor nos consumirá como lo hace la llama con lo que arde, hasta ser el silicio del fuego. Luego, vendrán los perros de ceniza… El alma encarcelada de Petrarca 33 , el platonismo invertido desquiciando la tesitura de aquello que despierta la memoria. Pero, ¿no es propio del alma ser encarcelada, contenida? Porque sin el cuerpo solo sería aire que no viento, y vacío que no nada. La memoria busca el olvido, y lo conseguirá en la regresión al momento en que el amor no era; aunque el deliquio por vivir perdure, porque lo hará como lo hacen las sombras sin las cosas, sin despertar el recuerdo nostálgico de 31 Epístola a los Pisones, Quinto Horacio Flaco. 32 El relato lírico que apostasía de la narración heroica. 33 Mi secreto (Secretum), Francesco Petrarca: “AGUSTÍN. Ciego, ¿aún no entiendes qué gran locura es someter el espíritu a cosas mortales, que lo encienden con las llamas del deseo y luego no saben apagarlo ni son capaces de durar hasta el final, y lo torturan con emociones continuas cuando le prometían halagos?”
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lo que es ya fenecido o jamás sido. Y lejos, siempre lejos, de identificar al amante con el yo poético, ese pozo de melancolía autocomplaciente de quien no sabe que es nada, salvo el animal salvaje del lenguaje. La poesía no es sublimación, y mucho menos una ascensión a la belleza que ha de liberarnos de lo prosaico. Nunca fuimos polvo ni a él volveremos, sino la médula de la ceniza, la materia que la llama necesita para habitar la ciudad de los hombres y vivir el egoísmo34 cruel 35 de la erótica solar 36 grecolatina: El pathos lírico de la política bate su impronta en el foro de los simulacros, donde aún son necesarios los héroes y las verdades desnudas del poder para que todo dolor sea relámpago y no luz que ciega, quizá en busca de las semejanzas37, quizá aún creyendo que el amor 34 De Thomas Hobbes a Soren Kierkegaard. Introducción del narcisismo, Sigmund Freud. 35 Niccolò Machiavelli. 36 Michel Onfray. 37 El libro de las semejanzas, Edmon Jabès. Un libro se inicia en otros libros, y es parte del inicio de los que serán leídos. Un ir hacia el núcleo de lo incurable, donde la palabra no se resuelve en el sentido, cuestiona lo real y el
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vence a la muerte; y así se perpetúa el mito de la salvación y la consideración de la vida como un bien y no como una pérdida de la anterioridad… Nada llevaremos al sepulcro, salvo frio y ausencia, ni recordará lo sepulto porque no es lo que murió. Es preferible la ceniza y el viento, la tumba del no ser, donde lo impreciso anegará la memoria hasta convertir el paulatino olvido en misterio, esa emoción sin presente. Ya no quedan claustros en el alma, ruina y polvo, ni el cimero aliento de la inmanencia, no podrá ya el alma amar la existencia: ¿dónde los que fueron claman las
pensar del que surge. Escribir es aspirar a vaciar lo decible, no huir de lo indecible. Las semejanzas, en este libro de puertas al tiempo, no necesitan de los arquetipos, sino de una inocencia que solo una poética -la totalidad de un fragmento- de lo inconcluso (pienso en Pascal Quignard rechazando la paz siniestra de la síntesis) puede erigir frente a los imbéciles, que nos diría Aldo Pellegrini. Y así será Novecento, una poética de lo inconcluso, de lo que fue relegado al olvido, tras los pasos pasolinianos por los márgenes del poder, al que mirar desde la imaginación del espíritu…
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formas del olvido…38? ¡Qué imperfecto es lo infinito! El daño queda sin ubicación y el cuerpo suelta lastre y despliega en la arboladura del deseo todas las velas; esperando que el viento de la historia no cese ni quiebre las vergas, que el ímpetu de las amuras sea el tiempo imperfecto de la coexistencia: éramos, fuimos perfectos… Muere y nace el tiempo, entre jazmines y lunas asidas a las costas de salitre, en noches que fuimos perfectos porque no éramos sino semilla de colibrí39 y adelfas blancas40 en un tiempo sin adioses, lejos todavía del espanto o su presentimiento, en una inocencia que recordaremos diseminada como vida en el tiempo de los duelos41. Es la oscuridad fallecida lo que nos abruma, su macilento hedor de vida truncada y debida a la luz de neones parpadeantes de 38 Gaudeamus igitur: “Ubi sunt qui ante nos / in mundo fuere?” 39 Colibrí, Severo Sarduy. El lenguaje como una razón reminiscente que va perdiendo la altura simbólica de la metáfora mítica. Quevedo barroco, constructor de vacío. 40 La flor del mal. 41 Duelo y melancolía, Sigmund Freud.
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morgue de ciudad 42 . Hay un dolor más devastador que el desamor: la conciencia de ser la turba y después la ceniza de la indecible llama, que es lo que nos acontece; ese dolor de serse ajeno, un no yo que ama intensamente la vida que deja al despojarse del peso de ser el significado de un adjetivo verbal. Hay en el alma oscura sed de la sed, es hidrópica en el decir, porque su sed no bebe sino la palabra agua, es paliatoria el alma del ser de la sed, del sed lo que éramos, imperfectos como la negra fuente. Si oscuridad en la luz cabalga, lejos alcanzarán los ojos este vivir veloz de la furia alumbrada, ya atrás la inmanencia del claustro de las almas, donde se construyó el núcleo indeleble de lo humano: querer ser extramuros, pero nunca más allá de la vida aunque esta sea postergada por un amor sin objeto, o por un saber del amor que no ama la alteridad sino la soledad claustral a la que sabe no volverá-. No hay platonismo 43 en tanto desatino, no hay lugar griego en los páramos ascéticos del siglo XVII, en la 42 Factotum, Charles Bukowski. 43 La farmacia de Platón, Jaques Derrida. Memoria y escritura son dinteles del vacío, entrada y salida del infierno.
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liturgia matinal de un lenguaje que vuelve una y otra vez a esperar las vísperas del ocaso. El amor cenital quevediano, la misma virtud cristianizada del eros, ha caído en la secreta mácula de la tierra, en la plasticidad de la agrura y en otra velocidad de la sangre44. Y las hebras del pensamiento trenzan y sujetan los sintagmas alegóricos al sentido de la tierra, a la convergencia con el pretérito aorístico donde el fuego es la memoria del fuego, y no siempre del fuego experimentado. Hay demasiada nostalgia en la imaginación dialéctica y pura de lo no vivido, demasiado padecer, demasiado amor perdido. En este libro no habrá duelos irresueltos o interminables, ni una discursividad deudora de lo elaborado o asumido. Lo dicho se sabe, lo sabido se olvida, por eso el olvido no se dice. Este libro es el libro del olvido.
44 Poesía española: ensayo de métodos y límites estilísticos, Dámaso Alonso.
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