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NO ES LA CAMA LUGAR SEGURO PARA QUE EL AMOR ANIDE

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ÚLTIMA VOLUNTAD

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sentimientos. Somos desde hace diez años mejores amigos. Solemos jugar al amo y al esclavo. Tengo tatuado su apellido en la nalga derecha con una caligrafía que él mismo escogió. Me ha inspirado muchos poemas.)

Abrázame con tu cuerpo de mármol, con esos brazos tan fuertes que van ensanchándose en el tiempo como pilares que sostuvieran la humanidad, su hombría. Tu cuerpo es hoy refugio para mi soledad; quiero estar allí, entre tus brazos, protegido del mundo, sintiéndome a salvo de todo, de mí mismo.

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Escucharía, con el oído pegado a tu pecho, tu corazón de bestia bombeando esa sangre tan caliente, fuerza líquida donde haceebullición el deseo de vivir y ser mejor. Y escuchando tu corazón me arrullaría, y ya no sería necesario más llorar porque te tendría cerca, tan cerca que tus brazos no me dejaríanescapar.

Y no importa que el aire escasee en tu abrazo: me bastaría con tu olor penetrando muy dentro de mí, aliviándome el espanto, sosegándome los nervios. Si me desmayo de asfixia, preferiría morir entonces, que despertar y saber que ya no estoy adherido a ti, a donde realmente pertenezco.

Abrázame, acurruca mi cabeza adolorida, recuérdame que la felicidad dura sólo instantes, instantes nada más. Y apriétame fuerte.Quiero ser, para ti, un objeto que deformas por medir tu poder.

Como un niño que acaba de salir de una pesadilla, y corre hacía su padre o a su hermano mayor: así me siento. ¿Es necesario decir que te amo como nunca me amé a mí mismo?

No, ya no cabe esta emoción en mí. Abrázame, Víctor… ¡Abrázame por favor!

NO ES LA CAMA LUGAR SEGURO PARA QUE EL AMOR ANIDE

(Marco es ladrón profesional de casas y vehículos. Tiene múltiples denuncias penales pero no ha sido atrapado.

Me buscaba por la manera en cómo sabía yo aprovechar su cuerpo hasta el último rincón y la última gota. Me da temor volver a relacionarme con él, pero si nos vemos casualmente nos saludamos. Su semen era amargo.)

Coincidimos por accidente en la mesa de una cantina de mala vida. Me sentí atraído como sólo se es atraído por un victimario. Cuando él se fijó, finalmente, en mí, me reconoció: una presa tan fácil que incluso se puede congeniar con ella. Yo participé en ese juego tal como se está concebido. Le invitaba las libaciones, lo mantenía interesado.

Fui aproximándome sutil pero seguramente a su forma más profunda de practicar la camaradería. Perro al fin, reconoció mis bajos instintos. Primero fue una parte del cuerpo, luego la otra. Habiendo hecho la amistad, desde esa primera noche hicimos durante mesesla lascivia.

Nos divertía el rito de los cuerposque se rinden a la ligereza del alcohol y lo que éste gana para los sentidos los días de descanso. Yo lo buscaba con un ímpetu feminoide. Conquisté así su frágil probidad.Pero nunca un buen beso en la boca. Su corazón, tosco, aunque con algunas fibras nobles, no estaba hecho para contenerme: ese lugar lo ocupaban los vicios, la calle, el riesgo.

Luego de hacerlo eyacular, empezamos a bostezar estando juntos. La última noche, porque es más fuerte la cocaína que la virtud, me robó los últimos billetes queestaba dispuesto a apostar porél.

Fue casi un acuerdo mutuo. Su lugar en mi cama quedó a la espera de un nuevo advenedizo. ¿Cómo podría ser de otra manera a mis veintiséis años?

CRÓNICA DE UN TE QUIERO

(Carlos es aficionado a mi poesía. Se enamoró de mí y me di la oportunidad de quererlo. Fuimos novios en la

distancia dos semanas; luego vino a mi ciudad a verme. Le encantaba la manera en que lo hacía sentir a salvo de sí mismo. Mas no podía amar a alguien que me amara así y no estuviera siempre a mi lado para mi alivio.)

Como animal nocturno que entra a una casa a robar un bocado, llegaste a un pecho defendido con pasos silentes, y mordiste el trozo del corazón en que había una ternura que aguardaba aún madurar:de allí te alimentaste. Despertaste las rutas hacia la inocencia tibia de probar la piel con las garras sin romperla. Sentado en mis piernas, con mis manos en tu cintura, la respuesta a lo mutuo era conocida, mas ninguno quiso pronunciarla por no ahuyentar la placidez regalada ni el bosque neblinoso del domingo.

Mi boca apuraba tus besos como luces de otoño;pero la plata segura del día eran nuestras manos acariciándose a toda hora; y la extensión total de tu piel que recibí como auna hostia.

Cuando mis manos sobaban tu vientre mientras dormías, tu respiración se aceleraba presintiendo mi nombre, que acaso te hubiera marcado con un signo terrible del que no habrías escapado sin culpa.

Tu visita fue el aire limpio que entra a una habitación que a ha estado mucho tiempo cerrada. Cuando te fuiste, la melancolía se derramó de nuevo en los espacios conquistados. Y la pregunta, la misma, es: ¿pueden los hombres amar?

Son suficientes tres días para resucitar a un muerto. Son suficientes unas horas para derribarlo otra vez.

D. A. S

(Diego escribe cuentos, poemas y canciones desde los catorce años. Estuve profundamente enamorado de él dos

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