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Te anuncias con una guitarra.

Tu adolescencia es en mí como un exótico vaho de vida, leve goce apenas recordado. Despacio viertes en la alcoba exhalaciones de una infancia recobrada, alientos que son fragmentos azules de un anhelo desenvolviéndose en la realidad, sentencias de una misteriosa promesa vuelta hacia adelante, al lugar donde se experimentan los exquisitos roces, las voluptuosidades y aun las místicas asociaciones.

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Eres mi imán de carne y hueso, oloroso, saludable, palpitante, de cara a lo que está.

Tus ojos como dos piedras pulidas atesorando toda posible oscuridad, ágiles en reconocer mi inquietud como a un gato que ha ya olfateado la sangre, mi estremecimiento de tardo despertar. Tu sonrisa como un arma más desenvainada que el relámpago.

Te anuncias con una guitarra. Trasformas la quietud de la siesta vesperal en una convulsión concentrada de ansiedad entre las piernas.

Tus manos como dos surtidores de espasmos eléctricos.

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