Leyendas, Mitos y Cuentos Folcl贸ricos De Latinoam茅rica
Alex G贸mez & Rene Caracoza
Introducción "Alucinados por el progreso, creímos que avanzar era olvidar, dejar atrás las manifestaciones de lo mejor que hemos hecho, la cultura riquísima de un continente indígena, europeo, negro, mestizo, mulato, cuya creatividad aún no encuentra equivalencia económica, cuya continuidad aún no encuentra correspondencia política". Carlos Fuentes(Citado en Mato, 2001:33) La tradición oral latinoamericana, desde su pasado milenario, tuvo innumerables Iriartes, Esopos y Samaniegos, que, aun sin saber leer ni escribir, transmitieron las fábulas de generación en generación y de boca en boca, hasta cuando aparecieron los compiladores de la colonia y la república, quienes, gracias al buen manejo de la pluma y el tintero, perpetuaron la memoria colectiva en las páginas de los libros impresos, pasando así de la oralidad a la escritura y salvando una rica tradición popular que, de otro modo, pudo haber sucumbido en el tiempo y el olvido. No se sabe con certeza cuándo surgieron estas fábulas, cuyos protagonistas están dotados de voz humana. No obstante, es muy probable que fueron introducidos en América durante la conquista (siglo XVI), no tanto por las huestes de Hernán Cortés y Francisco Pizarro, sino, más bien, por los esclavos africanos que fueron llevados como mercancía humana, pues los folklorólogos detectaron que las fábulas de origen africano, aunque en versiones diferentes, se contaban en las minas y las plantaciones donde existieron esclavos negros; los cuales, a pesar de haber echado por la borda a los dioses de la fecundidad para evitar la multiplicación de esclavos en tierras americanas, decidieron conservar las fábulas de la tradición oral y difundirlas entre los indígenas que compartían la misma suerte del despojo y la colonización. Con el transcurso del tiempo, estas fábulas se impregnaron del folklore los vocablos típicos de las culturas precolombinas. Algunas fábulas de la tradición oral son prodigios de la imaginación popular, imaginación que no siempre es una aberración lógica, sino un modo de expresar las sensaciones y emociones del alma por medio de imágenes, emblemas y
símbolos. En tanto otros, de enorme poder sugestivo y expresión lacónica, hunden sus raíces en las culturas ancestrales y son piezas claves del folklore, porque son muestras vivas de la fidelidad con que la memoria colectiva conserva el ingenio y la sabiduría popular. El folklore es tan rico en colorido, que Gabriela Mistral estaba convencida de que la poesía infantil válida, o la única válida, era la popular y propiamente el folklore que cada pueblo tiene a mano, puesto que en él encontramos todo lo que necesita como alimento el espíritu del niño. En efecto, los niños latinoamericanos no necesitan consumir una literatura alienante y comercial llegada de Occidente con una caravana de príncipes, hadas y gnomos, ya que las basta con oír las historias de su entorno en boca de diestros cuenteros, que a uno lo mantienen en gran interés t te ponen en trance de encanto, sin más recursos que el timbre de la voz, los gestos del rostro y los movimientos de las manos y el cuerpo. Desde tiempos muy antiguos, los hombres han usado el velo de la ficción o de la simbología para defender las virtudes y criticar los defectos; y, sobre todo, para cuestionar a los poderes de dominación, porque la fábula, al igual que la trova en la antigua Grecia o Roma, es una especie de venganza del esclavo dotado de ingenio y talento. Por ejemplo, el zorro y el conejo, que representan la astucia y la picardía, son dos de los personajes en torno a los cuales giran la mayor cantidad de fábulas latinoamericanas. En Perú y Bolivia se los conoce con el nombre genérico de "Cumpa Conejo y Atój Antoño". En Colombia y Ecuador como "Tío Conejo y Tía Zorra" y en Argentina como “Don Juan el Zorro y el Conejo". Los personajes de las fábulas folklóricas representan casi siempre figuras arquetípicas que simbolizan las virtudes y los defectos humanos, y dentro de una peculiar estructura, el malo es perfectamente malo y el bueno es inconfundiblemente bueno, y el anhelo de justicia, tan fuerte entre los niños como entre los desposeídos, desenlaza en el premio y el castigo correspondientes. Para que la moraleja y la nobleza de los diálogos adquieran mayor efecto, se ha recurrido al género de la fábula, cuyos personajes, que nada tienen que envidiar a los de Occidente o a los dibujos animados de Walt Disney, son los héroes de los niños latinoamericanos. En la actualidad, las fábulas de la tradición oral, que representan la lucha del débil contra el fuerte o la simple
realización de una travesura, no sólo pasan a enriquecer el acervo cultural de un continente tan complejo como el latinoamericano, sino que son joyas literarias dignas de ser incluidas en antologías de literatura infantil, por cuanto la fábula es una de las formas primeras y predilectas de los niños, y los fabulistas los magos de la palabra oral y escrita.
Cuentos de espantos y aparecidos Los niños latinoamericanos, como todos los niños del mundo, nacen y crecen en un ámbito en el cual se transmiten cuentos de espantos y aparecidos, capaces de superar a los cuentos crueles de los hermanos Grimm y Charles Perrault. Así, en los cuentos provenientes de la tradición oral, la vida y la muerte tienen diversas interpretaciones; y una de éstas, de carácter tanto pagano como cristiano, es la creencia popular de que el alma -o espíritu- sobrevive a la muerte y que, tras el juicio final, unos van a disfrutar de la felicidad en el Paraíso y otros a sufrir los tormentos entre las llamas del Infierno; más todavía, según el siquiatra Carl G. Jung, el alma -o psique- del inconsciente humano, también forma parte de los elementos vivos de la naturaleza. Entre los pueblos primitivos, "cuya conciencia está en un nivel de desarrollo distinto al nuestro, el alma (o psique) no se considera unitario. Muchos indígenas suponen que el hombre tiene un alma selvática además de la suya propia, y que esa alma selvática está encarnada en un animal salvaje o en un árbol, con el cual el individuo tiene cierta clase de identidad psíquica... Es un hecho psicológico muy conocido que un individuo pueda tener tal identidad inconsciente con alguna otra persona o con un objeto. Esta identidad toma diversidad de formas entre los indígenas. Si el alma selvática es la de un animal, al propio animal se le considera como una especie de hermano del hombre. Un hombre cuyo hermano sea, por ejemplo, un cocodrilo, se supone que está a salvo cuando nade en un río infestado de cocodrilos. Si el alma selvática es un árbol, se supone que el árbol tiene algo así como una autoridad paternal sobre el individuo concernido. En ambos casos, una ofensa contra el alma selvática se interpreta como una ofensa contra el hombre" (1). Desde antes de la Era cristiana, se creía que el alma era algo intangible y que podía seguir viviendo, en forma de
fantasma o espíritu, tras el deceso del cuerpo. Es decir, una vez muerta la persona, su alma se torna en un astro luminoso que se va al cielo o que, una vez condenado a vagar como alma en pena, vuelve al reino de los vivos para vengar ofensas, cobrar a los deudores, castigar a los infieles y espantar a los más incautos. Estos personajes de doble vida, amparados por la oscuridad, aparecen en pozos, parajes solitarios y casas abandonadas, y su presencia es casi siempre anunciada por el aleteo de una mariposa nocturna, el relámpago del trueno, el crujido de las maderas, el crepitar del fuego o el soplo del viento. Los difuntos se aparecen en forma de luz cuando se trata de almas del Purgatorio y en forma de bulto negro o de hombre grotesco si se trata de almas condenadas. Algunas creencias dicen que las mujeres perversas se convierten en brujas o en sacerdotisas que mantienen vínculos con las "fuerzas de las tinieblas" y que, a veces, pueden proceder como un demonio de la muerte, tal cual se las representa en ciertos mitos, leyendas y cuentos de hadas. Otras supersticiones dan cuenta de que las brujas se aparecen en forma de cerdo, caballo o perro, y que existen varias formulas para defenderse de estas arpías, como colocar una cruz de fresno, una herradura y una rama de laurel en la puerta de la casa, o poner dos dedos en cruz y decir: "Puyes". "Jesús, María y José" u otras palabras santas. Según cuenta la tradición oral, las brujas se reúnen en vísperas de San Juan y durante la Semana Santa; ocasiones en las que se celebran ceremonias dirigidas por el Diablo. Allí se inician las novicias por medio de orgías sexuales, en la que se incluyen niños y animales, y donde no faltan los rituales de canibalismo y magia negra. Unos dicen quelas comidas y bebidas que consumen las brujas están preparadas a base de grasa de niños recién nacidos, sangre de murciélagos, carne de lagartijas, sapos, serpientes y hierbas alucinógenas; mientras otros dicen que los niños que vuelan hacia las reuniones, montados en escobas, horquillas para estiércol, lobos, gatos y otros animales domésticos, son adiestrados por el Lucifer llegado de los infiernos. Desde antes de la conquista, los cuentos de espantos y aparecidos, arraigados en la creencia popular, han sido difundidos de generación en generación. Por eso, "la tradición europea de brujas, duendes y fantasmas se mezclan con la indígena y la africana de espíritus del agua, las selvas y los montes. Encontramos mujeres que vuelan en barcos pintados en los muros, como la Tatuana en
Centroamérica o la Mulata de Córdova en México; pequeños duendes que enamoran a las niñas hermosas cantándoles coplas, como el Sombrerón en Guatemala; espíritus que defienden la naturaleza y que castigan brutalmente a quien la daña, como la Marimonda en Colombia o el Coipora en Brasil; barcos malditos que navegan sin encontrar puertos jamás, como el Caleuche en Chile o el Barco Negro en Nicaragua; y están también las mujeres demoníacas que seducen a los hombres que andan lejos de sus casas. Son mujeres hermosas, atractivas y extrañas. Cuando los hombres las abrazan, los espantan con su rostro de calavera"(2). En los Andes se la conoce con el nombre de k¨achachola (chola hermosa), quien, ni bien envilece al caminante más solitario y desprevenido, lo conduce a una galería abandonada de la mina o a la orilla del río, donde lo seduce y abandona antes de que cante el gallo o despunte el alba. Muchos hombres que despertaron de una embriaguez alucinante en las laderas de los cerros o en las orillas de los ríos, cuentan haberse encontrado con la k¨achachola. De las consejas coloniales, provenientes de la tradición oral, valga mencionar a los duendecillos de sombrero salones y zapatitos de charol, que, según la creencia popular, son niños abortados o muertos antes del bautismo, quienes, luego de ser sepultados, vuelven a buscar a sus seres queridos, y que, escondidos en las tinajas de agua ochicha, lloran o ríen sin cesar, porque son muertos que conversan y conviven entre los vivos; a las brujas que conservan su perenne juventud bañándose en sangre de vírgenes degolladas; a las calaveras que vuelan a la luz delos relámpagos en carretas tiradas por caballos y conducidas por jinetes sin cabeza; a los espíritus malignos que raptan niños desobedientes para hacer con sus huesos botones y con sus carnes exquisitos manjares; a los fantasmas diabólicos y a otros personajes como el Supay o Tío(dios satánico de los socavones y dueño de los minerales), que es un personaje creado y esculpido por los propios mineros, quienes, sentados alrededor de él, masticando hojas de coca y bebiendo sorbos de aguardiente, le rinden pleitesía y le suplican que les ampare de los peligros y la muerte. De este modo, las fábulas, mitos, cuentos y leyendas sobre la creación del universo y del hombre, la misión salvadora de las deidades, el hondo simbolismo de la Pachamama (madre-tierra), las graciosas leyendas del Achachila (deidad mitológica de la teogonía andina), de la coca, la papa, el tabaco y otros, provienen de la tradición oral y constituyen el cimiento de las culturas precolombinas.
Asimismo, junto a los mitos y leyendas que corren de boca en boca, desvelando sueños y sembrando el pánico entre los creyentes, está la Chola sin cabeza, el Jucumari (oso) y el cóndor ("mallku", en aymara), del que se cuentan historias estremecedoras o simples alegorías que exaltan su belleza, aparte de que el cóndor, por venir de las alturas al igual que la lluvia, es el símbolo seminal y fecundador de la Pachamama. De la época colonial de la Villa Imperial de Potosí, en Bolivia, procede el cuento del k’arisiri (el sacamanteca), un personaje con apariencia de fraile que deambulaba en las afueras de los caseríos, extrayendo la grasa de los indígenas errantes generalmente de la altura del hígado y los riñones), para luego usarla en la elaboración de velas, ungüentos y curas maravillosas. Se cuenta que la mayoría de los afectados morían a consecuencia de la precaria operación o quedaban enfermos de por vida. Además, tanto los indígenas como los blancos y mestizos de la época, pensaban que el k’arisiri era un ser venido del más allá, aunque la palabra "k¨ari", en aymara, significa mentira. Los cuentos de espantos y aparecidos en la tradición oral andina son muestras de que la inventiva popular es capaz de crear, con el golpe de la imaginación, personajes y situaciones que nada tienen que envidiar a los compiladores de la tradición oral europea, donde destacan, entre otros, los hermanos Grimm en Alemania y Charles Perrault en Francia.
Mitos de la tradición oral En las culturas andinas, como en todas las civilizaciones de Oriente y Occidente, los mitos juegan un papel importante en la vida cotidiana de sus habitantes, quienes, desde la más remota antigüedad, dieron origen a una serie de deidades que representan tanto el bien como el mal. Los mitos, en cierto modo, son la esencia de una mentalidad proclive a las supersticiones y responden a las interrogantes sobre el origen del hombre y el universo. Los mitos, al igual que las fábulas y leyendas, fueron llevados por los pueblos primitivos en sus procesos migratorios y transmitidos de generación en generación, a través de la tradición oral y la memoria colectiva. El mito no sólo enseña las costumbres de los ancestros, sino también representa la escala de valores existentes en una cultura. El mito, a diferencia de las leyendas, cuyos
personajes existieron en algún momento pretérito de la historia, no tiene un tiempo definido ni un personaje que existió en la vida real. De ahí que el mito, tradicionalmente, está vinculado a la religión y el culto, porque sus personajes, admirados y adorados, son seres divinos, algo que tiene un nombre basado en un credo pero jamás en una prueba concreta. Entre las divinidades aztecas encontramos a Huitzilopochtli, que era el dios de la guerra; Tezcatlipoca espejo humeante), dios del sol; Quetzalcoalt (la serpiente pájaro), dios del viento, creador y civilizador; Tlaloc, dios de las montañas, de la lluvia y los manantiales. El mito azteca de los cuatro soles refiere que los dioses crearon sucesivamente cuatro mundos; lluvias excesivas destruyeron el primero, lluvias de fuego el segundo, terremotos el tercero; los hombres del cuarto fueron convertidos en monos. Poseían una tradición del diluvio, del que se salvaron un hombre Coxcoxtli, y una mujer Xochiquetzal, que repoblaron el mundo. Entre los mayas Itzamna, asociado al sol, era el dios civilizador, Kukulcán (la serpiente emplumada) enseñó la agricultura y dio leyes justas. En la creación intervinieron los dioses Hunahpú,Kukulcán y Hurakán. Tras varios intentos fracasados hicieron al hombre maíz. El fuego lo recibieron los hombres de Hurakán, también llamado Tohil, en Guatemala. Así como el cuento tiene un carácter profano, ya que tanto el autor como el lector lo conceptúan una suerte de ficción, el mito tiene un tono religioso y sagrado, y, sin embargo, tiende a ser verdadero. En casi todas las culturas se confunde el mito con la realidad, y se cree que los mitos de creación del universo son verdaderos, pues todavía hay quienes aseveran que los elementos materiales que nos rodean fueron creadas por un ser supremo o por espíritus extraterrenales. En el mundo andino, por ejemplo, la religión muestra alguna semejanza con el panteísmo, en la medida en que Dios, principio y fin del universal, se confunde con la naturaleza. Los mitos cosmogónicos, que explicaban el origen del mundo, los hombres, vegetales y animales, son diversos y varían de sentido dependiendo de las características geográficas y ecológicas del lugar donde surgieron. En los pueblos andinos, por citar un caso, los espíritus superiores que regían las fuerzas de la naturaleza y podían facilitar al hombre su sustento, su seguridad y su propia supervivencia, actuaban en diferentes
planos y con distintas funciones; unos actuaban en el plano celeste, otros en la tierra y algunos en el mundo subterráneo, lugar de procedencia y destino final de los hombres después de la muerte. En el mito de creación de las culturas andinas, según refiere la tradición oral, el mundo fue reconstruido después de un diluvio por el dios Viracocha (divinidad suprema), quien, según refiere el mito, apareció con un vestido talar, largas barbas y sujetando por la brida a un animal desconocido (una imagen que los indígenas confundieron con la apariencia física de los conquistadores). Surgió del lago Titicaca, con la misión de formar el sol, la luna, las estrellas y fijar su curso en el cielo. A continuación modeló en barro buen número de estatuas, mujeres y hombres, y las animó para que poblaran la tierra. Con el transcurso del tiempo, los hombres olvidaron el mandato de su Dios Padre, se enemistaron y cayeron en la esclavitud de sus bajas ambiciones. Entonces Viracocha, asaltado por la desesperación y la ira, volvió a salir de las aguas del lago Titicaca, se dirigió al Tiahuanaco y allí convirtió en piedra a sus criaturas desobedientes, excepto a quienes huyeron hacia las montañas para vivir como tribus salvajes. Viracocha, no conforme con este desenlace, ordenó al Sol (padre de la humanidad), que enviara a la tierra a su hijo Manco Cápac y su hija Mama Ocllo, con el fin de reformar a los rebeldes y enseñarles una vida civilizada. Cuenta la leyenda que Manco Cápac llevaba un bastón de oro en la mano, para que allí donde ésta se hundiera se quedara a fundar la ciudad sagrada. El bastón se hundió y desapareció para siempre junto al monte Wanakauri,donde se echaron los cimientos del Cusco y donde Maco Cápac y Mama Ocllo comenzaron su obra civilizadora. Así, la fundación del imperio de los incas se les atribuye a los hermanos y esposos Manco Cápac y Mama Ocllo,quienes, según la tradición oral, no sólo eran de origen divino, sino también los padres de una de las civilizaciones que se encontraba en pleno apogeo a la llegada de los conquistadores. En la historiografía del siglo XVI se insiste en que los incas impusieron a todos sus súbditos una religión oficial, un culto estatal que tenía como eje central la reverencia al Sol. En este sentido, valga aclarar que las leyendas y tradiciones llegaron a constituir el corpus de su propia ideología religiosa. Y, aunque no se limitaron a imponer un Estado teocrático, basada en el culto a las fuerzas de la naturaleza, ellos adoraban al Sol como su Huaca principal, al considerarse sus hijos y descendientes directos. Junto al Inti(sol) estaba la Mama Quilla(madre-luna), que ocupaba
un rango superior, asumiendo la protección de todo lo referente al universo femenino. En lugar secundario estaban una serie de divinidades astronómicas, como la Illapa (trueno), la Nina (fuego) o la Pachamama (madre-tierra o diosa de la fecundidad). También se adoraba al Supay (diablo), dios del mundo oscuro, subterráneo, en honor al cual sacrificaban animales y vidas humanas (3). De este modo, las fábulas, mitos, cuentos y leyendas, tanto de esencia quechua como de inspiración náhualtl,guaraní o aymara, son claras preocupaciones del espíritu indígena por querer desentrañar las maravillas y los misterios que les rodea y les espanta. El mito es el resumen del asombro y el temor del hombre frente a un mundo desconocido; y, por supuesto, una rica fuente de inspiración literaria. De ahí que los mitos sobre la creación del hombre y el universo, han sido arrancados de la tradición oral para ser incorporados en los libros de ficción como"leit-motiv" y como un capítulo aparte en los textos de la historia oficial, puesto que los mitos andinos, que dieron origen a las leyendas y los cuentos populares, son pautas que nos ayudan a explicarnos mejor la cosmovisión de las culturas precolombinas de América Latina.
EL ORIGEN DE LOS MITOS El mito (del gr. mitos, fábula) proviene de la tradición alegórica que tiene por base un hecho real, histórico o filosófico. El mito es un relato fantástico, en el cual los dioses y los héroes, lo mismo que los animales y las fuerzas físicas de la naturaleza, presentan propiedades humanas. La misma palabra mitología sirve para designar el conjunto de mitos o leyendas cosmogónicas, divinas o heroicas de un pueblo, pues los mitos poseen una intención fundamentalmente religiosa y pretenden explicar la fenomenología natural en cuyo misterio no podían penetrar los hombres primitivos por procedimientos científicos. El mito nace, por lo tanto, en el momento en que las concepciones fenoménico-religiosas del pasado, en un principio accidentales y dispersas, se consolidan en formas concretas, personificadas, adquiriendo así peculiaridades humanas. Para explicar el origen de los mitos se han propuesto diferentes sistemas de análisis. Según la interpretación alegórica de los filósofos jonios, los dioses eran la personificación de elementos materiales y fuerzas físicas (aire, agua, tierra, sol, trueno, etc.) o
de ideas morales sobre todo las referentes al bien y el mal), ya que detrás de cada mito se esconde la cosmovisión del hombre primitivo, quien, acostumbrado a la contemplación empírica de su entorno y los fenómenos naturales, creía, por ejemplo, que el trueno era el bramido de un dios enfurecido o que el sol era eclipsado por un monstruo a la hora del poniente. Este miedo a lo desconocido, que es la fuente inagotable de toda religión, le llevó al hombre primitivo a crear seres sobrenaturales, entre ellos a Dios, pues el desdoblamiento del mundo y el nacimiento de un mundo religioso, misterioso, con apariencia de encantamiento y de magia, como diría Marx, tiene lugar cuando el hombre era una criatura miserable y abandonada en medio de las fuerzas de la naturaleza, cuyas leyes ignoraba del todo. Por eso Marx afirma: "La religión es el sollozo de la criatura oprimida, es el significado real de un mundo sin corazón, así como es el espíritu de una época primitiva de espíritu". Desde la más remota antigüedad se ha tratado de explicar e interpretar el origen y el contenido de los mitos. Varios fueron los filósofos que alimentaron la teoría de que los dioses representados en los mitos eran personas significativas para la colectividad; y que, por eso mismo, fueron endiosados. En el siglo IV a. de J.C., esta teoría fue ratificada por el mitógrafo griego Evémero, quien, a través de un método de interpretación de los mitos, sostuvo que los personajes mitológicos son seres humanos divinizados después de su muerte. Esta misma teoría, que trascendió hasta nuestros días, fue adoptada durante la Edad Media por la Iglesia católica, a la que suministraba una interpretación fácil del paganismo. Los mitos, como los hombres, han pasado por un proceso evolutivo, en cuyo decurso se han deformado las estructuras originarias o mitos primitivos. De ahí que su ininteligibilidad ha dado lugar a incontables interpretaciones, con las que se ha intentado penetrar en un supuesto, o acaso real contenido esotérico. Empero, sean sus narraciones fantásticas o no, lo cierto es que las mitologías, tomadas en sus formas más puras, constituyen un documento inestimable para el investigador que se esfuerza en profundizar en la historia de los pueblos y sus raíces étnicas (Ver Diccionario Enciclopédico Ilustrado Sopena, Tomo 3, Ed. Ramón Sopena, S A, Barcelona, 1979). Las modernas revelaciones de las mitologías de Oriente, de América, de África y de Occidente, complicaron el problema y crearon una mitología comparada que ha intentado clasificar y explicar el origen de estas creencias, ya sea por una tradición común, de origen oriental, o por el estado psicológico del hombre
primitivo, quien, por experiencia empírica, creía que todo fenómeno material o físico, dotado de movimiento y fuerza propia, estaba provisto de vida análoga a la nuestra. Es decir, una suerte de antropomorfismo primitivo que atribuía a los fenómenos divinizados características humanas. Además, como es sabido, en el mundo del mito todo es posible. No existe una frontera entre las divinidades y los hombres. Los dioses pueden comportarse como los simples mortales, y éstos, a su vez, como dioses. Ya dijimos que la mitología cuenta las aventuras cosmogónicas, divinas y heroicas de un pueblo, de los dioses y su reino, sobre cómo fueron creados el sol, la tierra, la luna, los mares y los hombres, y cómo llegó la muerte. Los mitos, aunque son relatos basados en hechos sobrenaturales, enseñan a los hombres lo que es bueno y lo que es malo, y cómo deben de comportarse con los dioses y sus semejantes, aunque ellos mismos, los hombres, según el relato bíblico, hayan sido creados por Dios a su imagen y semejanza. Por otro lado, los mitos que explicaban el origen del mundo, de los hombres, de las plantas y de los animales, son diversos y varían de sentido dependiendo de las características geográficas y ecológicas del lugar donde surgieron. En los pueblos andinos, por citar un ejemplo, actuaban en diferentes planos y con distintas funciones una serie de espíritus superiores, que regían las fuerzas de la naturaleza y podían facilitar al hombre su sustento, su seguridad y su propia supervivencia como grupo. En síntesis, los mitos son para los pueblos lo que la Biblia es para los cristianos o el Corán para los musulmanes, una suerte de relatos sagrados, cuyos dioses y héroes tienen su origen en un momento pretérito de la historia.
Algunos compiladores de la tradición oral En algunos países, aunque no existen escritores especializados exclusivamente en literatura infantil, hay quienes hacen el esfuerzo de desempolvar y rescatar del olvido los temas y personajes provenientes de la tradición oral. Entre los escritores argentinos, que han rescatado parte de ese infinito caudal, podemos mencionar a Julio Aramburu, quien, en su libro "El folklore de los niños", recoge canciones y leyendas de acento norteño; en parte, inspirado por don Juan Villafone, cuya obra, "El libro de cuentos y leyendas", narra las aventuras de "Don Juan el Zorro". En Bolivia, Antonio Paredes Candia publicó un
pulcro volumen de relatos titulado "Cuentos bolivianos para niños”, que cuenta las andanzas de un zorro ladino, conocido con el nombre de "Atoj Antoño". El animal astuto, personaje preferido de los fabulistas; en la primera parte del libro se burla de la ingenuidad de todos los animales y, en la segunda, tropieza con un animal más listo que él, conocido con el nombre de Suttu, que es un conejo que trama sus planes hasta vencer al zorro. El texto contiene expresiones y sonidos onomatopéyicos en el dulce lenguaje de los quechuas y aymaras. Además, en Bolivia se encuentran tantos cultores de la fábula como compiladores de los ingeniosos relatos que se escuchan en labios del pueblo. Baste mencionar la antología "Selección del cuento boliviano para niños" de Hugo Molina Viaña, donde destaca el eminente folklorista Felipe Costa Arguedas, con el cuento "La perdiz y el zorro". Toribio Claure hizo también intentos de adaptación del "Cumpa conejo", pero sin lograr buenos resultados, ya que sus textos, sensiblemente, tuvieron un tratamiento demasiado didáctico, como todos los textos de lectura y escritura de la literatura infantil, que en un principio estuvieron sometidos a la tiranía de la pedagogía. Por suerte, a partir de los años 80, varios autores se han esmerado en hacer adaptaciones literarias de la tradición oral y, asimismo, han considerado el grado de desarrollo lingüístico e intelectual de los niños. En Colombia prolifera el género de la fábula y tiene excelentes cultores. El escritor Rafael Pombo es, además de precursor de la literatura infantil colombiana, el primero en haber dedicado mucho tiempo a la infancia, al igual que Rubén Darío, José Martí, Gabriela Mistral y Juana de Ibarburu. Otro gran escritor es Euclides Jaramillo, quien, orgulloso de su predilección por los cuentos populares ha publicado el libro "Cuentos del pícaro Tío conejo", entre los que destaca "Tío conejo y Tía zorra muerta". Entre esa pléyade de fabulistas colombianos se cuenta a José Manuel Marroquín, que fue Presidente de la república y reconocido autor de fábulas que recitan los niños en la escuela no sólo porque tienen chispa, sino también porque es el género más tradicional de la literatura infantil colombiana, que cada vez acrecienta su círculo de lectores. En Ecuador, como en ningún otro país de Sudamérica, existe muy poca literatura destinada a los niños, y lo poco que existe está adscrito a la educación como material didáctico. Empero, cabe mencionar la figura del "poeta indio “Juan León Mera, quien, al margen de escribir cartillas educativas para jóvenes y niños, escribió el
magnífico libro “Poetas y cantores del pueblo ecuatoriano", en el cual recogió la tradición popular y el folklore de su tierra. Especial mención merece su novela "Cumanda", que es una de las versiones de la leyenda "Virgen del Sol”, inicialmente escrita en verso. La novela romántica de Juan León Mera puede ser leída por niños y adultos, como esas grandes novelas escritas por un Dickens, Tolstoi, Stevenson o Juan Ramón Jiménez. El Perú cuenta con varios compiladores de la tradición oral, entre ellos, Arturo Jiménez Borja, quien dio a conocer el libro "Cuentos y leyendas del Perú", selección que incluye títulos como "La culebra y la zorra", "El sapo y la zorra", "El puma y el zorro" y el conocidísimo relato "El zorro y el cuy" (cuy: roedor oriundo del Perú, Ecuador y Bolivia). Manuel Robles Alarcón tiene publicado el libro "Fantásticas aventuras de Atoj y el Diguillo", Marcos Youri Montero el libro "Gauchiscocha" y Enriqueta Herrera el libro "Leyendas y fábulas peruanas", inspiradas en los antiguos cronistas de indias, cuyas obras están salpicadas de preciosos relatos pertenecientes a la cultura incaica, como la fábula "La zorra vanidosa". Otros autores que recrearon cuentos y fábulas de la tradición oral peruana son: José María Sánchez Barra, Felipe Pardo y Aliaga, Mariano Melgar, José Pérez Vargas, César Vega Herrera y Amalia Alayza de Ganio, quien, al igual que José María Arguedas y Ciro Alegría, se dedicó a relatar la vida del hombre andino. El protagonista central de sus libros, "El pastorcito de los Andes" y "Las aventuras de Machu Picchu", es un niño pastor que nos da a conocer, por medio de sus aventuras, las costumbres y leyendas dela tierra peruana. En Venezuela, los cuentos del Tío Tigre y Tío Conejo están entre los más conocidos de la tradición popular. El primero en compilar estos cuentos fue Rafael Rivero Oramas, quien publicó en 1973 el libro "El mundo de Tío Conejo", que tuvo un éxito inmediato entre los lectores adultos y niños, porque los cuentos, mitos, fábulas y leyendas, provenientes de la tradición oral y la memoria colectiva, no conocen edades ni épocas, pero son joyas que enriquecen el acervo cultural y literario de un pueblo.
Cuento de Colombia LEYENDA EL HOMBRE CAIMAN
El hombre caimán es una leyenda de la costa norte de Colombia. La popularisima canción colombiana "Se va el caimán" de Crescencio Salcedo, también tiene su origen en este relato.
Este es el caimán, este es el caimán, que dice toda la gente. Este es el caimán, este es el caimán, un caimán inteligente. Sí, mi amigo. Esta historia empezó aquí mismo. Y el que es hoy el hombre caimán se sentaba allí, donde está usted ahora dispuesto a tomarse un vaso de ron, un queso y por último, su plato de arroz con coco. Miraba siempre hacia la orilla opuesta del río y cuando adivinaba la presencia de alguien al otro lado, apuraba su arroz y desaparecía en el agua. ¿Que por qué hacía todo esto? No se desespere, amigo, termine de tomarse su ron y escuche, que este cuento apenas lo empiezo. Es una historia de amor, como todas, con la diferencia que el hombre salió mejor librado que cualquiera, a pesar de todas las adversidades. Así que si va a pedir otro trago, hágalo de una vez, que yo aquí empiezo mi relato y no paro hasta el final. Un hombre, alegre y despreocupado, viajaba continuamente de Pinillos a Magangué vendiendo toda suerte de alimentos y frutas hermosas. A grandes voces y en medio del jugueteo entre él y las gentes de por aquí, el hombre divertía a todos con sus historias absurdas de cómo adquiría los productos, hasta el punto de convencer a los compradores de que lo que se llevaban eran objetos maravillosos. Una tarde, mientras anunciaba a gritos la venta de unas naranjas que, según él, poseían las esencias del amor eterno, descubrió para su fortuna la presencia de una bella mulata con el pelo recién enjuagado que caminaba despreocupada. El hombre entabló conversación con la muchacha y rápidamente, ambos se vieron profundamente atraídos.
Ella se llamaba Roque Lina y era la hija de un severo e inabordable comerciante de arroz. Sus hermanos, que jugaban el secreto papel de vigilantes de los pasos de la muchacha, al darse cuenta de que Roque Lina era atraída cada vez más por las frases pomposas del hombre, dieron la voz de alarma a su padre. Así pues, amigo, cuando el hombre apareció como de costumbre con sus alaridos y sus productos de otro mundo y se precipitó feliz a saludar con canciones a su querida Roque Lina, se encontró frente a la presencia poco amable de su imposible suegro. “Aquí el que vende soy yo”, le dijo tajantemente el padre. “Y mi hija no es arroz. Así que puede irse con su música a otra parte, antes de que tengamos problemas. ¡O yo no sé!”. Y sin agregar una palabra más, tomó a Roque Lina del brazo y la arrastró con él. Fue desde ese momento cuando el hombre empezó a venir todos los días a esta tienda, a pedir el mismo ron, el mismo queso y el mismo arroz con coco y a mirar hacia el río. ¿Por qué? Rápidamente lo fui entendiendo: aquí los hombres se bañan en esta orilla. Hacia la mitad de la corriente hay un remolino y al otro lado se bañan las mujeres. Asimismo, aquí la gente va a la necesidad en el agua y se cobra un centavo por todo. ¿Qué pasaba? Pues nada más que el hombre se había puesto de acuerdo con Roque Lina para que cuando ella fuera a bañarse, él atravesara el río a nado y fuera a visitarla. Usted estará preguntando cómo haría el hombre para atravesar aquel remolino, que a primera vista se adivina no apto para seres humanos. Pues aquí es donde reside el secreto de la historia. El hombre terminaba de comerse el arroz, se metía al agua y poco a poco, su cuerpo se iba corrugando, sus brazos se encogían en pequeñas patitas, sus piernas se unían en una agitada cola y cada uno de los granitos de arroz que se había comido se iban transformando en una hilera de dientes filudísimos, hasta quedar convertido en un expertísimo caimán nadador. Así el hombre caimán atravesaba ágilmente el remolino y luego de violentos chapoteos, lograba llegar hasta donde Roque Lina, quien ansiosa lo esperaba para ir a descubrir con él las profundidades secretas del río. El hombre venía aquí a diario, bebía y comía su eterna ración y se lanzaba en su viaje reptil donde su amada Roque Lina. Esta visita permanente fue poniendo alerta a todos los pescadores de la
zona. Una mañana, uno de los hermanos de Roque Lina alcanzó a percibir la cola desenfrenada del hombre caimán rompiendo el remolino y de inmediato dio la voz de alarma. Todos los pescadores de Magangué se dieron a la caza del caimán. Pero cualquier esfuerzo era inútil. Mientras más obstinados eran los hombres tratando de aniquilar al animal, más ágil se volvía el hombre para llegar hasta la orilla de Roque Lina. Tómese el otro roncito, amigo, que esta historia ya se precipita a su final y tiene que prepararse para lo que sigue. ¿Me va siguiendo….? El papá de Roque Lina, hombre ostentoso y sediento de fabricarse su propio orgullo, ubicó con exactitud el sitio por donde el caimán solía nadar y organizó un cerco para atraparlo. Una mañana, un buen número de pescadores navegaron afanosamente por estos parajes, buscando sin descanso al caimán, comandados por el padre de Roque Lina. Mientras esto sucedía, el hombre de nuestra historia, sentado allí donde usted está, terminó su ron, su queso y su arroz y se fue de aquí. ¿Hacia dónde iba si todos lo buscaban? Luego lo supe: el muy vivo se echó al agua mientras todos estaban en su búsqueda, nadó agitadamente hasta el barco del papá de Roque Lina y de una, se devoró todo el arroz que encontró. Acto seguido, buscó a su amada que dormitaba en el muelle. Suavemente la acomodó sobre su espalda y sin despertarla, se alejó con Roque Lina en silencio. Nunca volvió a saberse de ellos. Pero, desde ese día, todos los hombres de por aquí esconden temprano a sus mujeres y se apuran a comerse todo el arroz que tengan en la olla, antes de que el hombre caimán venga y haga desaparecer mujer y granos. Este es más o menos el cuento, amigo. Lo bueno es que por aquí, desde esos días, se canta un merengue que dice: Esta mañana, temprano, cuando bien me fui a bañar, caimán muy singular con cara de ser humano.
vi un
Ya se da cuenta por qué es. Lo único que no puedo brindarle, amigo, es su plato de arroz con coco. Por estos días, no sé por qué, ha estado escaso por aquí. Pero. . . ¿no quiere que le cuente otra historia?
Preguntas 1. ¿Por qué el hombre viajaba a los Pinillos? 2. ¿Qué vendía y por qué? 3. ¿Quién era la muchacha mulata? 4. ¿Qué hizo el suegro para impedir la relacion? 5. ¿Qué improviso él para verse con la muchacha? 6. ¿Cómo fue posible atravesar aquel remolino? 7. ¿Qué paso una mañana? 8. ¿Qué sucedió al final? 9. ¿Qué dice la leyenda?
Paraguay El Chajá es un ave zancuda del sur de Sudamérica, en especial de Argentina. Su cuerpo de regular tamaño, está recubierto por plumas de color gris plomizo. En su cuello una línea de plumas negras forma un collar, y dos manchas blancas se destacan en el dorso. Sus alas están provistas de espolones, y luce un copete en la nuca.
Habita en lugares húmedos,pantanosos o en las orillas de ríos o arroyos. Entra al agua, pero no sabe nadar. Sólo se los caza vivos y en pareja, pues si así no se hiciera, el animalito moriría al ser separado de su compañero. Es tal el cariño que se profesan entre sí los que forman cada pareja, que si uno se enferma, el otro no se aparta de su lado y trata de auxiliarlo en todo momento con mucho cariño. Si llega a morir, no es extraño que al poco tiempo muera el otro también. Construyen el nido ayudándose los dos, y cuando llega el momento de empollar, lo hacen también los dos alternativamente. Una vez nacidos los polluelos, ambos se encargan de ellos: la hembra los cuida y el macho les proporciona alimento y los defiende. Es un ave vigilante, y a la menor señal de peligro, levanta el vuelo y grita: "Chajá!" o "Yahá". De este grito se ha tomado el nombre con que la distinguimos. Vuela a gran altura describiendo círculos y puede mantenerse mucho tiempo en el aire. Persigue a las aves de rapiña, siendo por ello una excelente guardiana de gallineros y rebaños, reemplazando muchas veces al perro. Se domestica con facilidad, llegando a reconocer a su amo y a las personas de la casa. El hombre no la persigue para comer, pues su carne no es comestible. Al cocinarla se transforma, en su mayor parte, en espuma. De aquí el dicho "Pura espuma como el chajá".
El Chajá Leyenda Guaraní (Paraguay) El anciano Aguará era el Cacique de una tribu guaraní. En su juventud, el valor y la fortaleza lo distinguieron entre todos; pero ahora, débil y enfermo, buscaba el consejo y el apoyo de su única hija, Taca, que con decisión acompañaba al padre en sus tareas de jefe. Taca manejaba el arco con toda maestría, y en las partidas de caza, a ella correspondían las mejores piezas, constituyendo el trofeo de su arrojo ante el peligro. Todos la admiraban por su destreza y la querían por su bondad. Muchas veces había salvado a la tribu en momentos de peligro, reemplazando al padre que, por la edad y por la salud resentida, estaba incapacitado para hacerlo. Aparte de todas estas condiciones, Taca era muy bella. De color moreno cobrizo su piel, tenía ojos negros y expresivos, y en su boca, de gesto decidido y enérgico, siempre brillaba una sonrisa. Dos largas trenzas negras le caían a los lados del rostro. Un tipoy cubría su cuerpo hasta los tobillos, y con una faja de colores que los guaraníes llamaban chumbé, lo ceñía a la cintura. Las madres de la tribu acudían a ella cuando sus hijos se hallaban en peligro, seguras de encontrar el remedio que los salvara. Era la protectora dispuesta siempre a sacrificarse en beneficio de la tribu. Los jóvenes admiraban su bondad y su belleza, y muchos solicitaron al Cacique el honor de casarse con tan hermosa doncella. Pero Taca rechazaba a todos. Su corazón no le pertenecía. Ará-Naró, un valiente guerrero que en esos momentos se hallaba cazando en las selvas del norte, era su novio y pensaban casarse cuando él regresara. Entonces el viejo Cacique tendría, en su nuevo hijo, quien lo reemplazase en las tareas de jefe. La vida de la tribu transcurría serena; pero un día, tres jóvenes: Petig, Carumbé y Pindó, que salieron en busca de miel de lechiguana, volvieron azorados trayendo una horrible noticia. Al llegar al bosque en busca de panales, cada uno de ellos había tomado una dirección distinta. Se hallaban entregados a la tarea, cuando oyeron gritos desgarradores. Era Petig, que, sin tiempo ni armas para defenderse, había sido atacado por un jaguar cebado con carne humana y nada pudieron hacer los compañeros para salvarlo, pues ya era tarde. El jaguar había dado muerte al indio y lo destrozaba con sus garras. Carumbé y Pindó no tuvieron más remedio que huir y ponerse a salvo. Así habían llegado, jadeantes y sudorosos, a dar cuenta de lo sucedido. Esta noticia causó estupor y miedo en la tribu, pues hasta entonces ningún animal salvaje se había acercado al bosque donde
ellos acostumbraban ir a buscar frutos de banano, de algarrobo y de mburucuyá, que les servían de alimento. Desde ese día no hubo tranquilidad en la tribu. Se tomaron precauciones; pero el jaguar merodeaba continuamente y muchas fueron las víctimas del sanguinario animal. El Consejo de Ancianos se reunió para tomar una determinación que pusiera fin a semejante amenaza de peligro para todos. Y decidieron: era necesario dar muerte a quien tantas muertes había producido. Para conseguirlo, un grupo de valientes debía buscar y hacer frente a la terrible fiera, hasta terminar con ella. El Cacique aprobó la determinación de los Ancianos. Pidió a los jóvenes de la tribu que quisieran llevar a cabo esta empresa, se presentaran ante él. Grande fue la sorpresa del jefe cuando vio aparecer en su toldo a un solo muchacho: Pirá-U. De los demás, ninguno quiso exponer su vida. Pirá-U sentía gran admiración y un gran reconocimiento hacia el viejo Cacique. En cierta ocasión, hacía muchos años, Aguará había salvado la vida de su padre, de quien era gran amigo. Fue un verdadero acto de heroísmo el cumplido por el valiente Cacique, con peligro de su propia vida. Desde entonces, nada había que Pirá-U, agradecido, no hiciera por el viejo Aguará. Por eso, ésta era una espléndida oportunidad para demostrarlo. Él sería el encargado de librar a la tribu de tan terrible amenaza. Así fue que Pirá-Ú, sin ayuda de nadie, confiando en su valor y en la fuerza que le prestaba el agradecimiento, partió a cumplir tan temeraria empresa. Gran ansiedad reinó en la tribu al siguiente día. Todos esperaban al valiente muchacho, deseosos de verlo llegar con la piel del feroz enemigo. Pero las esperanzas se desvanecieron. Pasó ese día y otros más y Pirá-U no regresó. Había sido una nueva víctima del jaguar. Nuevamente se reunió el Consejo y nuevamente se pidió la ayuda de los jóvenes guerreros. Pero esta vez nadie respondió... nadie se presentó ante el Cacique. Era increíble que ellos que habían dado tantas veces pruebas de valor y de audacia, se mostraran tan cobardes en esta ocasión. Taca, indignada, reunió al pueblo, y en términos duros y con ademán enérgico, les dijo: Me avergüenzo de pertenecer a esta tribu de cobardes. Segura estoy de que si Ará-Naró estuviera entre nosotros, él se encargaría de dar muerte al sanguinario animal. Pero en vista de que ninguno de vosotros es capaz de hacerlo, yo iré al bosque y yo traeré su piel. Vergüenza os dará reconocer que una mujer tuvo más valor que vosotros, cobardes! Así diciendo entró en su toldo. El padre, que se hallaba postrado por la enfermedad, se oponía a que su hija llevara a cabo una empresa tan peligrosa.
- Hija mía -le dijo- tu decisión me honra y me demuestra una vez más que eres digna de tus antepasados. Mi orgullo de padre es muy grande. Te quiero y te admiro; pero la tribu te necesita. Mi salud no me permite ser como antes y sin tu apoyo no podría gobernar. Padre, los dioses me ayudarán y yo volveré triunfante. Si permitimos que el sanguinario animal continúe con sus desmanes no podremos llegar al bosquecillo en busca de alimentos, y la vida aquí será imposible. Hija mía; otros deben dar muerte al jaguar. Tú eres necesaria en la tribu y no es muy seguro que te libres de morir entre las garras de la fiera. Padre... tus súbditos han demostrado ser unos cobardes. Creen que el yaguareté es un enviado de Añá para terminar con nosotros, y temen enfrentarlo. Yo debo salvar a la tribu. ¡Permite que vaya, padre mío! El anciano tuvo que acceder. Las razones que le daba su hija eran justas y claras y no había otra manera de librarse de enemigo tan cruel. Y Taca empezó los preparativos para ponerse en viaje ese mismo día al atardecer. Cuando se disponía a partir, varios jóvenes trajeron la noticia de que los cazadores que partieran hacía una luna, se acercaban. Estaban a corta distancia de los toldos. Fue para Taca una noticia que la lleno de placer y de esperanza. Entre los cazadores venía Ará-Ñaro, su novio, y él podría acompañarla para dar muerte al jaguar. Impacientes esperaban la llegada de los bravos cazadores, los que se presentaron cargados de innumerables animales muertos, pieles y plumas, conseguidos después de tantos sacrificios y de tantos peligros. Fueron recibidos con gritos de alegría y de entusiasmo por toda la tribu que se había reunido cerca del toldo del Cacique. Junto a la entrada se encontraba éste con su hija Taca, rodeados por los ancianos del Consejo. El viejo Aguará saludó con todo cariño a los valientes muchachos, que se apresuraron a poner a sus pies las piezas más hermosas. - Ará-Naró, después de agasajar al Jefe, se dirigió a Taca, y como una prueba de su gran amor, le ofreció el presente que le tenía dedicado: una colección de las más vistosas y brillantes plumas de aves del paraíso, de tucán, de cisne, de garza y de flamenco. El gozo y la satisfacción se pintaron en el rostro de la doncella, que con una suave sonrisa agradeció el obsequio. Después... cada uno se retiró a su toldo. Aguará, Taca y Ará-Naró quedaron solos. El sol se había ocultado detrás de los árboles del bosquecillo cercano. Un reflejo rojo y oro teñía las nubes, y como venido de lejos se oyó el grito lastimero del urutaú. En ese momento, el viejo Cacique comunicó a Ará-Naró la decisión de su hija.
-Hijo mío- le dijo - un jaguar cebado con sangre humana ha hecho muchas víctimas entre nuestro pueblo. El primero fue Petig, que tomado desprevenido, murió deshecho por la fiera. Después Saeyú y otros que, confiados, fueron al bosque en busca de alimentos. Se decidió dar muerte al sanguinario animal; pero Pirá-Ú, encargado de ello, no ha vuelto. Fue, sin duda, una víctima más... Y ahora nadie quiere hacer frente a tan terrible enemigo. Todos le temen creyéndolo un enviado de Añá, imposible de vencer. Taca, por su parte, ha decidido ser ella quien termine con el jaguar, y piensa partir ahora mismo. -Taca, eso no es posible- dijo resuelto Ara-Ñaro-. Esa no es empresa para ti. Y los guerreros de nuestra tribu: ¿qué hacen? ¿Cómo permiten que una doncella los aventaje en valor y los reemplace en sus obligaciones?. -Los jóvenes temen a Añá, y no quieren atacar a quien creen su enviado. -Taca, ¡no irás! Seré yo quien dé muerte al jaguar, y su piel será una ofrenda más de mi amor hacia ti. -No podrá ser, Ará-Ñaró. ¡He dado mi palabra y voy a cumplirla!... Dentro de un instante saldré en busca del jaguar, y cuando vuelva gritaré una vez más su cobardía a los súbditos del valiente Aguará. -No has de ir sola, Taca. Espera unos instantes y yo te acompañaré. Ya debo partir, Ará-Ñaro; “yahá!”…, “yahá!”…(¡vamos!, ¡vamos!). Pronto se reunió Ará-Ñaró a su prometida, y cuando la luna envió su luz sobre la tierra, ellos marchaban en pos del enemigo de la tribu. La esperanza de terminar con él los alentaba. Cuando llegaron al bosque, Ará-Ñaró aconsejó prudencìa a su compañera, pero ella, en el deseo de terminar de una vez por todas con el carnívoro, adelantándose, lo animaba: - “yahá!”…, “yahá!”… Cerca de un ñandubay se detuvieron. Habían oído un rozamiento en la hierba. Supusieron que el jaguar estaba cerca. Y no se equivocaban. Saliendo de un matorral vieron dos puntos luminosos que parecían despedir fuego. Eran los ojos de la fiera, que buscaba a quienes pretendían hacerle frente. Con paso felino se iba acercando, cuando AraNaró, haciendo a un lado a su novia y obligándola á guarecerse detrás de un añoso árbol, se dirigió, decidido, hacia la fiera. Fueron momentos trágicos los que se sucedieron. ¡El hombre y la fiera luchando por su vida! Ará-Naró era fuerte y valiente, pero el jaguar, con toda fiereza, lanzó un rugido salvaje. Taca, que desde su escondite seguía con ansiedad una lucha tan desigual, se estremeció. Un zarpazo desgarró el cuello del valiente indio y lo arrojó a tierra. Con él rodó la fiera enfurecida y poderosa. Taca dio un grito, y de un salto estuvo al lado del animal ensangrentado, que se trabó en pelea con su nueva atacante. Pero fue en vano. En esa prueba de valientes, ninguno salió
triunfante.Taca, Ará-Ñaró y el jaguar pagaron con su vida el heroísmo que los llevó a la lucha. Pasaron los días. En la tribu se tuvo el convencimiento de la muerte de los jóvenes prometidos. -El viejo Cacique, cuya tristeza era cada vez mayor, fue consumiéndose día a día, hasta que Tupá, condolido de su desventura, le quitó la vida.Todos lloraron al anciano Aguará, que había sido bueno y valiente, y de quien la tribu recibiera tantos beneficios. Prepararon una gran urna de barro, y después de colocar en ella el cuerpo del Cacique, pusieron sus prendas y, como era costumbre, provisiones de comida y bebida. En el momento de enterrarlo, en el lugar que le había servido de vivienda, una pareja de aves, hasta entonces desconocidas, hizo su aparición gritando: -- “yahá!”…, “yahá!”… Eran Taca y Ará-Naró, que convertidos en aves por Tupá, volvían a la tribu de sus hermanos. Ellos los habían librado del feroz enemigo, y desde ahora serían sus eternos guardianes, encargados de vigilar y dar aviso cuando vieran acercarse algún peligro. Por eso, el chajá, como le decimos ahora, sigue cumpliendo el designio que le impusiera Tupá, y cuando advierte algo extraño, levanta el vuelo y da el grito de alerta: ; "Yahá!..., " "Yahá!"... Preguntas 1. ¿Quién era Aguara y como era su juventud? 2. ¿Quién y como era Taca y cual era su tarea? 3. ¿Qué era la meta de Taca? ¿Quién era Ara-Naro? 4. ¿Qué hicieron un día los tres jóvenes? ¿Qué les pasó? 5. ¿Cuál es el problema en la tribu al regreso de los hombres? 6. ¿Qué decidió el consejo de los ancianos? 7. ¿Quién es Pira-U y qué le pasó? 8. ¿Por qué Taca estaba indignada y qué decisión tomó? 9. ¿Qué oponión dio el padre de Taca? 10.¿Por qué la tribu se puso alegre? ¿Qué traían los grandes guerreros? 11.¿Qué decisión tomaron los dos enamorados? 12. ¿Por qué los hombres de la tribu tenían miedo? 13. ¿Qué le sucedió a la pareja y cómo reaccionó el viejo cacique? 14. ¿Por qué se llama “Chaja” la leyenda?
ECUADOR
Los loros disfrazados (Leyenda Ecuatoriana) Los ancianos de una tribu del Ecuador cuentan cómo dos hermanos se salvaron de ahogarse durante un gran diluvio. Por esas tierras y montes hay una altísima montaña que tiene una virtud: cuando las lluvias causan inundaciones, sus cumbres se elevan dando estirones hacia el cielo, de manera que parece una isla que nunca se sumerge. Y fue a esta montaña a la que subieron los dos hermanos, niña y niño, cuando el gran diluvio desbordó mares y ríos. Sus nombres eran Chonta y Pila. Cuando vieron que el mar comenzaba a cubrir la tierra, Chonta tomó de la mano a Pila y corrieron hacia la cumbre salvadora que los libró de ahogarse. Toda la montaña temblaba a cada estirón de su mole y los niños tuvieron que quedarse agarrados a las raíces y a las rocas para no rodar hasta los abismos. En cuanto pasó la lluvia, Chonta y Pila se asomaron a mirar los valles y vieron que todo estaba cubierto de agua. No podían bajar al lugar donde estuvo su cabaña; recorrieron la cumbre y encontraron una caverna que les serviría como refugio. Salieron a buscar algo que comer, pero sólo hallaron unas hierbas duras y raíces. ¡Ay! -lloró Pila-, ¡me duelen las tripas de hambre!
-A mí me gustaría tener una cabeza de plátanos y un ananá jugoso -suspiró Chonta. Corrían entre las rocas levantando piedras para hallar algún bicho, pero en la noche estaban tan hambrientos como al alba. Una tarde, al caer el sol, llegaron a la caverna sin aliento ya para seguir viviendo. Entonces la niña vio sobre la piedra donde machacaban las raíces un mantel de hojas frescas y sobre ellas, frutas, carnes, mazorcas de maíz y todo lo que habían soñado comer durante tantos días. - ¡Mira!, ¿quién habrá traído esta deliciosa comida?gritó Pila. -No lo sé- contestó Chonta. Y se abalanzó sobre los manjares sin hacer preguntas. Pila hizo lo mismo y cuando estuvieron satisfechos se pusieron a dormir. En sueños oyeron gritos y risas de los guacamayos, esos grandes loros que habitan en las oscuras selvas de los valles. Al despertar, no tuvieron necesidad de recorrer los montes, porque los misteriosos seres continuaron llevándoles comida día a día. Nunca alcanzaban a verlos; acudían sólo cuando los niños dormían o se alejaban de la caverna. Sintieron una gran curiosidad de saber quiénes eran los que con tanta generosidad los alimentaban; la curiosidad fue creciendo, sobre todo porque ya no tenían mucho que hacer, sino contemplar los valles convertidos en lagos y jugar. -Escondámonos cerca, entre las rocas- sugirió Chonta. -Así sabremos quiénes son- dijo Pila. Antes del amanecer ambos se escondieron junto a la caverna. Estaban nerviosos e impacientes. Pasaron las horas, el sol empezó a calentar las rocas y, con el calorcito, a los niños les dio sueño.
De pronto, algo que sobresaltó a Pila y a Chonta tembló en el aire como un arco iris. Al poco rato oyeron un fuerte aleteo y sonoros gritos. Se asomaron con cuidado y vieron unos grandes guacamayos los mismos que habitaban en las selvas, cerca de su antigua cabaña. Sin embargo, su aspecto era diferente, sus plumas de radiantes colores no relucían. Entonces se dieron cuenta de que los loros venían disfrazados con delantales y gorros de cocineros, lo que a los niños les pareció extraordinariamente cómico. Les dio tanta risa que no pudieron seguir escondidos. -Mira, Chonta, son loros disfrazados- se burló Pila. - ¡Ja, ja, ja!, ¡mira cómo las plumas les asoman por debajo de los delantales y de los gorros! -gritó Chonta, sujetándose la barriga de risa. Los loros se enojaron al oír las burlas. No les gustó tampoco haber sido descubiertos. Con las plumas erizadas y los ojos chispeantes volaron lejos, llevándose la comida. Los niños rieron largo rato; pero al ver que los guacamayos no regresaban y que luego pasaron los días sin que les trajeran alimentos, comprendieron su imprudencia y su ingratitud. -Ahora moriremos de hambre por habernos reído de nuestros amigos -gimió Pila. -Tal vez si les pedimos perdón, los hermosos guacamayos vuelvan a salvarnos- razonó Chonta. Con sus últimas fuerzas, gritaron mañana y tarde pidiendo perdón a sus bienhechores por haberlos espiado y por burlarse de sus disfraces. Al día siguiente, con gran rumor de plumas, los guacamayos regresaron; esta vez no llevaban vestimentas sino que lucían su maravilloso colorido. Los niños crecieron y engordaron con la buena alimentación y con la alegría de tener tan graciosos amigos. Todas las tardes se asomaban a los abismos para ver si
el agua bajaba en los valles; y así comprobaron que lentamente volvían a formarse los ríos, las lagunas y los mares; la tierra se secaba y surgían las selvas. Un día Pila y Chonta decidieron regresar al lugar donde estuvo su cabaña, pero no querían perder a los loros, no sólo porque los habían alimentado, sino porque eran unos pájaros muy bellos. Sus parloteos, sus cantos y sus vuelos luminosos eran una compañía reconfortante. -Guardemos uno de estos guacamayos para nosotrosresolvió Pila, convertida en una muchacha-. Así no tendré tanto que trabajar cocinando. Cuando los guacamayos vinieron como siempre, con los alimentos, entre los dos hermanos apresaron a uno de ellos y le recortaron las alas para que no pudiera volar. -Perdónanos por hacerte esto, amigo, pero no queremos perderte al bajar al valle - le explicaron. Lo llevaron consigo montaña abajo, amarrado de una pata. Pero estas aves nunca abandonan a uno de los suyos, así que toda la bandada siguió a los muchachos hasta el sitio donde antes vivieran. En el valle los guacamayos se transformaron en seres humanos, en muchachas y muchachos alegres y hermosos: sus ojos brillaban y sus cabelleras tenían reflejos multicolores. Pasó el tiempo. Pila y Chonta se casaron con aquellos seres de extraña belleza, llenos de buena voluntad. Según la leyenda, este es el origen de una raza indígena ecuatoriana. "Aquellos loros misteriosos fueron dioses de las antiguas selvas y sus virtudes y poderes benéficos se transmitieron a sus descendientes". Preguntas 1. ¿Cuándo hay mucha lluvia qué le pasa a la montana? 2. ¿Cómo se llamaban los dos hermanos? ¿Qué les servía
como refugio? 3. ¿Qué querían comer los hermanos? 4. ¿Qué vio la nina sobre la piedra? 5. ¿Qué oían en suenos y qué ocurría únicamente al dormir? 6. ¿Qué decidieron hacer los hermanos y qué los sobresaltó? 7. ¿De qué se dieron cuenta? Describe lo que vieron. 8. ¿Por qué los loros se enojaron y qué comprendieron? 9. ¿Cómo eran los Guacamayos cuándo regresaron y qué transformación ocurrió? 10.Al regresar a su cabana, ¿Qué decidieron hacer con los loros y por qué? 11.¿Por qué se transformaron los loros? al final?
¿Qué pasó
ESPAÑA "La Cruz de los Milagros" Hay en la Iglesia del Milagro, en Corrientes, una rústica cruz que es venerada con el nombre de "Cruz de los Milagros". Una curiosa leyenda justifica ese nombre. Cuenta la tradición que los españoles, cuando fundaron San Juan de Vera de las Siete Corrientes, llamado hoy Corrientes, después de elegir el lugar y antes de levantar el fuerte, decidieron erigir una gran cruz, símbolo de su fe cristiana. La construyeron con una rama seca del bosque vecino, la plantaron luego, y a su alrededor edificaron el fuerte, con ramas y troncos de la selva. Construido el fuerte y encerrados en él, los españoles se defendían de los asaltos que, desde el día siguiente, les llevaban sin cesar las tribus de los guaraníes, a los cuales derrotaban diariamente, con tanta astucia como denuedo. Los indios, de un natural impresionable, atribuían sus desastres a la cruz, por lo que decidieron quemarla, para destruir su maleficio. Se retiraron a sus selvas, en espera de una ocasión favorable, la cual se les presentó un día en que los españoles, por exceso de confianza, dejaron el fuerte casi abandonado. La indiada, en gran número, rodeó la población, en tanto que huían los pocos españoles de la guardia, escondiéndose entre los matorrales. Con ramas de quebracho hicieron los indios una gran hoguera, al pie de la cruz que se levantaba en medio del fuerte. las llamas lamían la madera sin quemarla; un indio tomó una rama encendida y la acercó a los brazos del madero; entonces, en el cielo límpido, fue vista de pronto una nube, de la cual partió un rayo que dio muerte al salvaje. Cuando los otros guaraníes lo vieron caer fulminado a los pies de la cruz, huyeron despavoridos a sus selvas, convencidos de que el mismo cielo protegía a los hombres blancos. Los españoles, que escondidos entre la maleza
presenciaban tan asombrosa escena, divulgaron luego este suceso, que no cayó, por cierto en el olvido. En la Iglesia del Milagro, en Corrientes, se encuentra hoy la Cruz de los Milagros: se la guarda en una caja de cristal de roca, donada por la colectividad española. Preguntas 1. ¿Qué cuenta la tradición española? 2. ¿Cómo fue construída la gran cruz? 3. ¿Para qué servía la cruz? ¿Qué opinaban los indios acerca de la cruz? 4. ¿Qué decidieron hacer los indios un día? 5. ¿Por qué los indios no podían quemar la cruz? 6. ¿Dónde se encuentra la cruz hoy en día?
LOS SIETE EXPLORADORES Leyenda de la Isla de Pascua (chile)
La leyenda cuenta que, precediendo al viaje de su rey y por instrucciones de un vidente, siete navegantes llegaron a la isla de Pascua buscando un lugar adecuado para instalarse y sembrar ñame, (tubérculo base de la alimentación de los inmigrantes). Dos de ellos traían, además, un moai y un collar de madreperlas, que escondieron y que luego dejaron abandonados cuando regresaron a su tierra de Hiva. Sólo un explorador se quedó en la isla. Por eso, que cuando Hotu Matúa llegó a la isla, ésta ya estaba poblada; ya existía en ella el ñame; y también había moais. Algunos estudiosos opinan que los siete exploradores simbolizan a siete generaciones que habitaron el lugar; o quizás a siete tribus inmigrantes, de las cuales sólo una sobrevivió y se mezcló con la gente de Hotu Matúa. El rey Hotu Matúa murió 20 años después de su llegada a la isla y le sucedió su hijo mayor, Tuu Maheke. El último de
esta dinastía fue Gregorio o Roroko he tau, llamado también el rey niño, que falleció en 1886, y aunque algunos lugareños tienden a pensar que la sucesión dinástica no tuvo desvíos ni interrupciones, hay varios indicios de que el linaje dinástico tuvo muchas alteraciones. Se cuenta que poco después de los primeros polinesios llegó a la isla una segunda inmigración. El origen de estos nuevos pobladores es polémico, ya que sus características raciales difieren de las de aquellos que se consideraban nativos. Estos nuevos habitantes fueron llamados Hanau eepe, que significa “raza ancha”, y en efecto, éstos eran más corpulentos y robustos que los Hanau momoko o raza delgada que ocupaban desde antes el lugar. Los Hanau eepe tenían orejas característica asocian con los incas por Francisco Pizarro
muy desarrollados los lóbulos de las por la cual muchos antropólogos los y sus grandes pabellones descriptos en sus informes.
Aunque éste es un tema no desentrañado aún, y los orejas cortas y los orejas largas tienen un origen confuso, pero cuya existencia está afianzada por testimonios en el pasado. Preguntas 1. ¿Qué cuenta la leyenda? 2. ¿Quién era Hotu Matua? 3. ¿Qué simboliza los siete exploradores? 4. ¿De dónde vienen los polinesios y por qué es polémica? 5. ¿Qué significa Hanau Eepe? ¿Cómo eran?
LA TIJERETA (LEYENDA GUARANÍ) Sucedió hace muchísimos años. Tupá había decidido que las almas de los que morían y que debían llegar al cielo, lo hicieran volando con unas alitas que Él enviaba a la tierra por medio de sus emisarios. Claro que para los mortales esas alitas eran invisibles. Una vez que el alma llegaba al ibaga, Tupá destinaba esa alma a un ave que Él creaba con tal objeto, de acuerdo a las características que hubiera tenido en vida la persona a quien pertenecía. Sucedió hace muchísimos años. Tupá había decidido que las almas de los que morían y que debían llegar al cielo, lo hicieran volando con unas alitas que Él enviaba a la tierra por medio de sus emisarios. Claro que para los mortales esas alitas eran invisibles. Una vez que el alma llegaba al ibaga, Tupá destinaba esa alma a un ave que Él creaba con tal objeto, de acuerdo a las características que hubiera tenido en vida la persona a quien pertenecía. En un pueblito guaraní vivía Eíra con su madre. Ésta, que había quedado imposibilitada, dependía para todo de su hija, que a su vez se dedicaba a atenderla y cuidarla, ganándose la vida con su trabajo. Eíra era costurera, y para tener a mano la yetapá que tantas veces necesitaba, la llevaba colgada a la cintura, sobre su blanco delantal, por medio de un cordón oscuro. Muy trabajadora y diligente, a Eíra nunca le faltaban vestidos para confeccionar, de manera que era muy común verla con tela y tijera, cortando nuevos trabajos. Se hubiera dicho que la tijera formaba parte de ella misma. Por la mañana, al levantarse y luego de haberse vestido, lo
primero que hacía era atarla a su cintura teniéndola pronta para usarla en cualquier momento. Viejecita y enferma como estaba, y a pesar de los cuidados que le prodigara, la madre de la laboriosa Eíra murió una noche de invierno, cuando el frío era muy intenso y el viento soplaba con fuerza. Grande fue la pena de esta hija buena, dedicada siempre y únicamente a su madre y a su trabajo. Desde ese momento quedó sólo con su tarea, a la que se entregó con más ahínco que nunca tratando de distraerse, porque su pena era muy intensa y la desgracia sufrida la había abatido de tal forma que perdió el deseo de vivir. La tijera así suspendida acompañaba el ritmo de su paso y brillaba el reflejo de la luz, cuando la costurera se movía de un lugar a otro. No mucho tiempo después de la muerte de su madre, la dulce y sufrida costurera enfermó de tristeza y de dolor, tan gravemente que no fue posible salvarla. Eíra había sido siempre buena, excelente hija y laboriosa y diligente en sus tareas, por lo que Tupá llevó su anga al cielo. Allí creó para albergarla un pájaro de plumaje negro, con la garganta, el pecho y el vientre blancos. Omitió los matices alegres y brillantes considerando que su vida había sido humilde, opaca y oscura, aunque llena de bondad y sacrificio. Cuando Tupá hubo terminado su obra, Eíra se miró y miró a Tupá como intentando pedirle algo. El Dios bueno, que conoció su intención, dijo para animarla: -¿Qué deseas, Eíra? ¿Qué quieres pedirme? Conociendo la amplia bondad de Tupá, comenzó humilde y avergonzada a pedir... ¡ella que jamás había pedido nada! -Tupá... Dios bueno que complaces a los que te aman y respetan... yo desearía... -¿Qué es lo que quisieras, Eíra? -Tú sabes que durante toda mi vida sólo al trabajo me dediqué y quisiera tener un recuerdo de lo que me ayudó a vivir... -Dime, entonces... ¿qué es lo que deseas? Yo desearía tener una tijerita que me recordara la que tanto usé en mi vida en la tierra y que contribuyó a que sostuviera a mi madre... Encontró Tupá muy de su agrado el pedido de la muchacha, por la intención que lo inspiraba, y tomando las plumas laterales de la cola las estiró hasta dar a la misma la apariencia de una yetapá, como lo deseara la costurera, otorgándole, además, la propiedad de abrirla y cerrarla a su voluntad, tal como hiciera durante tanto tiempo con la de metal con que cortara las telas. Por la semejanza, precisamente, que tiene la cola de esta ave con la tijera, la llamamos tijereta. La tijereta es un pájaro notable por su larguísima cola compuesta por seis pares de plumas, siendo las más largas
las laterales, que son las que le dan la forma característica. El plumaje, de la cabeza y el lomo, es negro, mientras que el de la garganta, el pecho y el vientre, es blanco plateado. Las plumas de la cabeza, en su parte más inferior, donde se insertan a la piel, tienen una coloración amarilla que únicamente llega a verse cuando las eriza, lo que no sucede con frecuencia. El nido de la tijereta es circular, hecho con hojas secas y muchas veces con flores de cardo. Su vuelo, realzado por la larga cola que mueve con gracia, es sostenido, sereno y muy elegante. Se alimenta de gusanos, granos, frutas y algunos vegetales. Tiene muchas características parecidas a la golondrina. Como esta ave, llega en primavera, para buscar en invierno los climas templados. Los guaraníes la llaman jhuguay-yetapá (jhuguay: cola; yetapá: tijera). Preguntas 1. ¿Qué decidió hacer con las almas? 2. Describe la situación de Eíra? 3. ¿Por qué se dice que “la tijera formaba parte de ella misma”? 4. ¿Qué pasó a la vida de Eíra después de la muerte de la madre? 5. ¿Qué hizo Tupá? 6. ¿Qué le pidió Eíra al Dios? 7. ¿Por qué se llama La Tijereta?
Leyenda Mapuche HISTORIA DE LA MONTAÑA QUE TRUENA Cuentan que hace muchísimo tiempo vivía en la cordillera un pueblo de guerreros, un pueblo al que los otros llamaban "El enemigo invencible". No tenían vecinos ni aliados, porque el primero que se animaba a entrar en su territorio sin autorización era esclavizado o aniquilado. Dicen que no hubo país donde las piedras y las flores fueran más rojas, porque allí la sangre de las guerras había penetrado hasta las capas mas profundas de la tierra. Cuentan que hace muchísimo tiempo vivía en la cordillera un pueblo de guerreros, un pueblo al que los otros llamaban "El enemigo invencible". No tenían vecinos ni aliados, porque el primero que se animaba a entrar en su territorio sin autorización era esclavizado o aniquilado. Dicen que no hubo país donde las piedras y las flores fueran más rojas, porque allí la sangre de las guerras había penetrado hasta las capas mas profundas de la tierra. Entre los invencibles no había lugar para los débiles: los niños mamaban el valor, de los pechos ceñidos de sus madres y allí mentándose con carne cruda se convertían en hombres altos y fuertes como montes. Este pueblo tuvo un jefe valiente y formidable llamado Linko Nahuel, el “tigre que salta”. Era tan valeroso como feroz, y cuentan que si alguien hubiera podido navegar en los ríos de sus venas hubiera visto hervir la sangre. Entre todas las montañas del país de Linko Nahuel se distinguía el pico nevado del cerro Amun-Kar, el monte sagrado que es el trono de Dios. Dominaba el paisaje con sus laderas que subían verdes y boscosas. A veces, la montaña se transformaba, lanzaba humo y fuego hacia el cielo, bombardeando a los Mapuches con rocas incandescentes que parecían las tokikuras de Dios. Y la gente le tenia más miedo que a la furia de Linko Nahuel.
Un amanecer, mientras acampaban en el gran valle que se encontraba a los pies del Amun-Kar, los centinelas, bajaron corriendo las laderas para contar lo que habían visto. Miles y miles de enanos armados, avanzaban por la cuesta de la montaña sagrada. Linko Nahuel sintió como la cólera le subía por el pecho, como sus brazos ansiaban descargar un golpe contra los invasores que ni permiso habían pedido; él los aplastaría, una vez más la sangre correría por las sendas y los arroyos. Pero Linko Nahuel también era astuto, y conocía el valor de los planes. Por eso llamo a sus segundos y les ordeno: “Vayan a entrevistarse con el jefe de los enanos. Cúbranse con cueros de guanacos y puma, píntense la cara del modo más horroroso y adórnense con las plumas de choike más largas y oscuras que tengan. Y sobre todo, ya saben, mirada severa y pocas palabras. Así los intimidaremos. Ya van a ver cuando comiencen la retirada, ahí caeremos sobre ellos”. Los emisarios se fueron confiados, pero volvieron humillados y furiosos a rendir cuentas ante Linko Nahuel: “Los enanos son gente de montañas y planean quedarse a vivir en el Amun-Kar, no conocen tu nombre y no tienen miedo de la ira de Dios. Son tan chiquitos como un anchimallen, pero hay que reconocer que son valientes y tantos, que cuando nos rodearon no veíamos nada mas allá”. Entonces Linko se dispuso para la guerra y partió. Trepaban la cuesta, cuando sorpresivamente los enanos se lanzaron desde arriba sobre ellos, hiriéndolos con miles de flechas y lanzas diminutas. Defenderse era difícil. Linko alentaba a los suyos para alcanzar a los pigmeos, pero estos se protegían detrás de paredones y salientes, y desde allí empujaban la nieve y piedras que caían en alud sobre el ejercito invencible. Los enanos eran muchos y rodearon a los mapuches. La tierra y la nieve se teñían de sangre, y Linko Nahuel, enfurecido, pedía refuerzos con gritos desaforados. Los enanos se dieron vuelta y comenzaron a huir con extraordinaria agilidad montaña arriba dejando atrás a Linko Nahuel, que los perseguía. Pero los guerreros de Linko eran gente de los valles y de las hondonadas y no podían competir con sus enemigos, que milagrosamente se perdieron de vista.
La trampa estaba tendida: los enanos salieron de sus escondites y los atraparon uno por uno. El cacique de los enanos dictaminó su sentencia: “Todos los prisioneros mapuches deberían subir hasta la cumbre y desde allí serian precipitados; él último en caer sería Linko Nahuel, para que viera la muerte muchas veces antes de dar su último salto”. Penosamente subía el tigre derrotado pisando por primera vez las rocas de la cima. Cuando el enano dio la orden de detenerse ataron a los prisioneros de pies y manos y comenzó el castigo. Empujaron al primer mapuche al precipicio. Erguido y rígido, Linko miraba la distancia, ese paisaje nuevo que no lo dejaba recordar, que aplacaba por primera vez su sangre huracanada. Entonces se escucho el primer estruendo, los estallidos interiores de la montaña de Dios. Las rocas volaron en mil pedazos. Un viscoso lago de fuego arrastró a los mapuches y enanos, que mezclaron sus gritos y quedaron confundidos en la misma ceniza. Y Dios dispuso que los dos jefes se sentaran frente a frente, para que contemplaran juntos el horror, provocado por la osadía de llevar la guerra a su montaña. Para que el castigo fuera eterno los convirtió en piedra; y desde ese entonces fueron cubiertos muchas veces por la lava ardiente o el hielo, condenados a escuchar el tronar intermitente de su furia. Por eso la gente del valle ya no llama al cerro Amun-Kar sino Tronador, y dicen los mapuches que los dos caciques esperan en vano el día en que Dios se duerma y puedan despertar ellos para vengar a sus pueblos. Preguntas 1. ¿Qué cuentan hace mucho tiempo? 2. ¿Quién era Linko Nahuel? 3. ¿Por qué se distinguía Linko Nahuel? 4. ¿Qué vieron al amanecer? 5. ¿Qué decidió hacer y cuál era el plan? 6. ¿Por qué era difícil defenderse? 7. ¿Cuál era la trampa y la sentencia? 8. ¿Qué fue lo que por primera vez sintió Linko? 9. ¿Qué sucedió de repente y qué decidió hacer el Dios? 10.¿Por qué la gente llama al cerro “tronador” y qué esperan que haga el Dios?
LA LLORONA Leyenda Mexicana Siempre hubo creencias, supersticiones, leyendas que constituyen parte del folclore de una región y, más o menos parecidas, surgen en las zonas aledañas. Algunas infunden miedo, otras provocan sonrisas y otras una burla sobradora. Pero estas apariciones de "las lloronas" se han generalizado en tantos lugares, que ya empieza a preocupar. De vez en cuando visito a mi mamá y ella les dice a mis hijos: -¿Saben que anoche apareció la llorona?...- Lo que provoca a la vez temor e interés y ya quieren saber. Entonces comienza el relato, con algunos agregados, porque cada uno que lo cuenta sabe algo distinto: más trágico, más audaz, más cómico o más policial. Dicen que las lloronas son personas arrepentidas, vivas o muertas que liberan sus espíritus por las noches en busca de perdón o consuelo y así pretenden expiar sus culpas, generalmente por actos delictivos: muerte, robo, secuestro... Cierta vez leí una historia inglesa en la que una madre salía a llorar por la muerte de su bebé, a orillas del mar, y tanto lloró que el llanto obtuvo su premio: una mañana alguien dejó un niño abandonado en la puerta de su casa. Otra historia, pero esta vez francesa, contaba que un ciego lloraba por los bosques a causa de su desgracia y dejó de hacerlo cuando un hombre le habló y le hizo comprender que la luz de sus ojos eran sus manos y que con el tacto podía ver mejor que otros que no eran ciegos. El caso es que las lloronas antes y ahora, siguen ocupando a la gente y nutriendo el folclore. Pero esta que apareció era una llorona que se las traía. Las sombras de la noche ayudaban a crear la imagen incierta del fantasma y aunque muchos creían ver la túnica blanca y el rostro oculto de la llorona, se asombraban al descubrirla de botas altas, pollera ancha y apretado saco con capucha que no alcanzaba a esconder los cabellos rubios y revueltos y muchas veces el rostro desencajado, siniestro, de una persona que sufre mucho. Aunque muchos lo pensaban, nadie se atrevía a comentarlo, pero la llorona tenía rasgos familiares y por más que se
empeñaban en adjudicarle identidad, no acertaban a encontrar la persona que parecía representar esta imagen tétrica de la locura. Apareció apenas entrado el sol vagando por la ruta, en el tramo que va de Santa Emilia a Venado Tuerto. Muchos camioneros o automovilistas debieron esquivarla en su trayecto y más de uno sintió deseos de parar ante aquella mano extendida que pedía ayuda. Pero ¿quién se anima a detener el vehículo de noche, en zona desconocida? ¿Y si después aparece el resto de la banda?... Quién no ha pensado algo así cuando se enfrenta con alguien que hace señas en el camino. Los chacareros llegaron al día siguiente con la noticia que pronto se desparramó por el pueblo: "Anoche apareció la llorona". Y en cada lugar se suscitaba el comentario: en el banco, en la carnicería, en la farmacia, entre los chicos que jugaban, y entre las vecinas que salían a barrer las veredas o hacer los mandados. Hasta la policía se enteraba de los detalles. Se hicieron tan seguidas las apariciones de la llorona que Don Cabrera, el comisario, decidió tomar parte del asunto y comenzó a patrullar los lugares que frecuentaba. Pero cuando iba hacia Venado Tuerto se la veía en Chapuy, y cuando se dirigía a Chapuy visitaba Santa Emilia, y así, como queriendo despistar a la autoridad que con su destartalado Ford Falcon y tres hombres apenas armados, quería esclarecer el hecho. Cansado de esta lucha infructuosa, Don Cabrera pidió refuerzos a Melincué y el jefe de policía departamental le asignó tres patrulleros tripulados por agentes bien adiestrados y comenzó el operativo "llorona" en una noche húmeda de fines de febrero. Como respondiendo a ello, la llorona empezó a hacer de las suyas. Una noche degolló quince chanchos de un establecimiento. A los pocos días encontraron diez corderos desangrados en la laguna. En el antiguo matadero incendió un monte. Y todos contaban que en la noche del hecho habían escuchado un llanto de mujer. Hasta que la última noche de carnaval, cuando el cielo se aclaraba con la luz de la luna, el cerco policial se apretaba en torno a la llorona y justo cuando se iba a ocultar en el monte de la estación, la mano fuerte de un hombre uniformado le cerró el camino. Luchó por desasirse pero no pudo y cayó al suelo removiendo la hojarasca. El agente, queriendo levantarla la tomó por los hombros y en un sacudón, hizo que la capucha descubriera la cabeza que al perder la peluca dejó ver el cabello negro de un
hombre joven. Llegaron los demás policías y ante los ojos asombrados de todos, el malhechor empezó a llorar en serio. Cuando revisaron sus ropas encontraron un grabador y cintas grabadas con llantos. Era un muchacho de la zona, conocido por su enfermedad mental y al que se creía viviendo en Rosario. Las casas donde había hecho daño eran de gente con las que trabajara años atrás, quienes de un modo u otro lo habían perjudicado. Desde entonces, cuando en mi pueblo se habla de lloronas, todos recuerdan al pobre Lito, que llora encerrado.
Preguntas 1. ¿Qué dice la gente de las “lloronas’? 2. ¿Qué dice una leyenda inglesa y francesa? 3. Según el foclore, ¿Cómo era la llorona? 4. ¿Por qué decidió el comisario tomar parte del asunto? 5. ¿Qué decidió hacer la llorona? 6. ¿Qué pasó en la última noche de carnaval? 7. ¿Quién era Lito?
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