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10. TERMINA LA GUERRA
dirigente sólo conoce una ley: no cambiar. ¡El despotismo! Sólo conoce una regla: la fuerza. ¡La mala distribución! Sólo conoce un deseo: conservar lo que tiene. -¡¡Mientras otros mueren de hambre!! -vociferó de repente Fran dando un potente golpe de su puño contra el brazo de su sillón-. Muchacha, tus palabras son perlas. Sus bolsas llenas arruinan a la Fundación, mientras los valientes comerciantes ocultan su pobreza en mundos remotos como Haven. Es un insulto. a Seldon, una bofetada a su rostro, un salivazo a su barba. -Levantó el brazo, y su faz se alargó-. ¡Si tuviera mi otro brazo! ¡Si cierto día me hubieran escuchado! -Papá -dijo Toran-, no te exaltes. -¡No te exaltes, no te exaltes! -le imitó ferozmente su padre--. ¡Viviremos y moriremos aquí para siempre, y tú dices que no me exalte! -Tu Fran es nuestro moderno Lathan Devers -dijo Randu, gesticulando con su pipa-. Devers murió en las minas de esclavos hace ochenta años, junto con el bisabuelo de tu marido, porque le faltaba sabiduría y le sobraba corazón... -Sí, y por la Galaxia que yo haría lo mismo si fuera él -juró Fran-. Devers fue el más grande comerciante de la historia, más grande que el inflado charlatán de Mallow, a quien los de la Fundación rinden culto. Si los asesinos que gobiernan la Fundación lo mataron porque amaba la justicia, tanto mayor es la deuda de sangre que han contraído. -Continúa, muchacha -pidió Randu-. Continúa o seguro que hablará toda la noche y desvariará todo mañana. -Ya no queda nada por decir -repuso Bayta con repentina tristeza-. Ha de haber una crisis, pero ignoro cómo será provocada. Las fuerzas progresistas de la Fundación están oprimidas de modo terrible. Ustedes, los comerciantes, pueden tener voluntad, pero son perseguidos y están dispersos. Si todas las fuerzas de buena voluntad de dentro y fuera de la Fundación se unieran... La risa de Fran sonó como una ronca burla. -Escúchala, Randu, escúchala. De dentro y fuera de la Fundación, ha dicho. Muchacha, muchacha, no hay esperanza que valga en lo que se refiere a los débiles de la Fundación. Hay entre ellos algunos que empuñan el látigo, y el resto sufre los latigazos... hasta morir. No queda en todos ellos ni una maldita chispa que les permita enfrentarse a un solo buen comerciante. Los intentos de interrupción de Bayta se estrellaban contra aquel torrente de palabras. Toran se inclinó sobre ella y le tapó la boca con la mano. -Papá -dijo fríamente-, tú nunca has estado en la Fundación. No sabes nada de ella. Yo te digo que la resistencia es allí valiente y osada. Podría decirte que Bayta era uno de ellos... -Muy bien, muchacho, no te ofendas. Dime, ¿por qué te has enfadado? -Estaba evidentemente confuso. Toran prosiguió con fervor: -Tu problema, papá, es que tienes un punto de vista provinciano. Crees que porque algunos cientos de miles de comerciantes se ocultan en los agujeros de un planeta abandonado del confín más remoto, constituyen un gran pueblo. Es cierto que cualquier recaudador de impuestos de la Fundación que llega hasta aquí ya no regresa jamás, pero esto es heroísmo barato. ¿Qué haríais si la Fundación enviara una flota? -Los barreríamos -replicó Fran. -O seríais barridos... y la balanza seguiría a su favor. Os superan en número, en armas, en organización, y os enteraréis de ello en cuanto la Fundación lo crea conveniente. Así que haríais bien en buscar aliados... en la Fundación misma, si podéis. -Randu -dijo Fran, mirando a su hermano como un gran toro indefenso. Randu se quitó la pipa de entre los labios. -El muchacho tiene razón, Fran. Cuando escuches la voz de tu interior sabrás que la tiene. Es una voz incómoda, y por eso la ahogas con tus gritos. Pero sigue existiendo. Toran, voy a decirte por qué he iniciado esta conversación. Chupó pensativamente su pipa durante un rato; luego la introdujo en el cuello de la cubeta, esperó el silencioso relámpago y la extrajo ya limpia. La llenó de nuevo lentamente, con precisos golpeteos de su dedo meñique. Entonces dijo:
-Tu pequeña sugerencia del interés de la Fundación por nosotros, Toran, ha sido acertada. Recientemente ha habido dos visitas... relativas a los impuestos. Lo desconcertante es que el segundo recaudador vino acompañado de una nave-patrulla ligera. Aterrizaron en Gleiar City, despistándonos por primera vez, pero, naturalmente, ya no volvieron a despegar. A pesar de todo es seguro que volverán a visitarnos. Tu padre es consciente de todo esto, Toran, puedes creerlo. Contempla al testarudo libertino. Sabe que Haven está en peligro, y sabe que estamos indefensos, pero repite sus fórmulas. Esto le anima y le protege. Pero cuando se ha desahogado y gritado su desafío, y siente que ha cumplido con su deber de hombre y de gran comerciante, es tan razonable como cualquiera de nosotros. -¿A quién se refiere al decir nosotros»? -preguntó Bayta. -Hemos formado un pequeño grupo, Bayta, sólo en nuestra ciudad. Todavía no hemos hecho nada, ni siquiera hemos logrado entrar en contacto con las otras ciudades, pero ya es algo. -¿Con qué fin? Randu meneó la cabeza. -No lo sabemos... todavía. Esperamos un milagro. Hemos averiguado que, como tú has dicho, es inminente una crisis de Seldon. -Hizo una seña hacia arriba-. La Galaxia está llena de astillas y esquirlas del desmoronado Imperio. Los generales hormiguean por doquier. ¿Crees que algún día uno de ellos puede sentirse osado? Bayta reflexionó, y luego negó con la cabeza con tal fuerza que sus cabellos lacios se arremolinaron. -No, no es posible. Ninguno de esos generales ignora que un ataque a la Fundación equivale a un suicidio. Bel Riose, del antiguo Imperio, era mejor que cualquiera de ellos, y atacó con todos los recursos de la Galaxia y no pudo ganar al plan de Seldon. ¿Hay un solo general que no sepa esto? -Pero ¿y si nosotros les espoleáramos? -¿A qué? ¿A lanzarse contra un horno atómico? ¿Con qué podríais espolearles? -Bueno, hay uno nuevo. Durante los dos últimos años se han tenido noticias de un hombre extraño al que llaman el Mulo. -¿El Mulo? -Bayta meditó-. ¿Has oído hablar alguna vez de él, Torie? Toran negó con la cabeza. Ella preguntó: -¿Qué se sabe de él? -Lo ignoro. Pero dicen que logra victorias contra obstáculos insuperables. Puede que los rumores exageren, pero en cualquier caso sería interesante conocerle. No todos los hombres con suficiente capacidad y ambición creerían en Hari Seldon y sus leyes de psicohistoria. Podríamos hacer cundir este escepticismo. Es posible que él atacara. -Y la Fundación ganaría. -Sí, pero quizá no tan fácilmente. Podría ser una crisis, y nosotros la utilizaríamos para forzar un compromiso con los déspotas de la Fundación. En el peor de los casos se olvidarían de nosotros el tiempo suficiente como para permitirnos seguir adelante con nuestros planes. -¿Qué opinas tú, Torie? Toran sonrió débilmente y se apartó un mechón de pelo castaño que le caía sobre la frente. -Del modo que lo describe, no puede perjudicarnos; pero ¿quién es el Mulo? ¿Qué sabes de él, Randu? -Todavía nada. Para eso podríamos utilizarte a ti, Toran, y a tu mujer, si está dispuesta. Ya hemos hablado de esto tu padre y yo. -¿De qué manera, Randu? ¿Qué quieres de nosotros? -El joven lanzó una rápida e inquisitiva mirada a su mujer. -¿Habéis terminado la luna de miel? -Pues... sí ..., si se puede llamar luna de miel al viaje desde la Fundación. -¿Qué me decís de una buena luna de miel en Kalgan? Es semitropical; sus playas, los deportes acuáticos, la caza de aves, todo hace del lugar un objetivo para las vacaciones. Se halla a unos siete mil parsecs..., no demasiado lejos. -¿Qué hay en Kalgan? -¡El Mulo! Sus hombres, al menos. Lo conquistó el mes pasado, y sin una batalla, aunque el señor guerrero de Kalgan difundió por radio la amenaza de volar el planeta y convertirlo en polvo iónico antes de entregarlo.
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-¿Dónde está ahora ese caudillo? -No existe -dijo Randu, encogiéndose de hombros-. ¿Qué contestáis? -Pero ¿qué debemos hacer? -No lo sé. Fran y yo somos viejos y provincianos. Los comerciantes de Haven son todos esencialmente provincianos. Incluso tú lo dices. Nuestro comercio es muy restringido, y no somos los vagabundos de la Galaxia que fueron nuestros antepasados. ¡Cállate, Fran! Pero vosotros dos conocéis la Galaxia. Bayta, en especial, habla con el bonito acento de la Fundación. Deseamos sencillamente lo que podáis averiguar. Si podéis entrar en contacto con..., pero no nos atrevemos a esperarlo. Pensadlo los dos. Hablaréis con todo nuestro grupo, si lo deseáis... ¡Oh!, pero no antes de la semana próxima. Tenéis que aprovechar el tiempo para descansar un poco. Hubo una pausa, y entonces Fran vociferó -¿Quién quiere otro trago? Quiero decir, además de mí.