EGIPTO Y EL NUEVO MUNDO ÁRABE Héctor Mora Zebadúa “Se nos venían encima, y nos organizamos rápidamente, pusimos chapas, las alzamos como una barrera, con eso nos escudábamos y armamos un frente de combate”… “Un chico árabe inglés al lado mío esquivaba piedras y escribía desde el celular en twitter lo que iba ocurriendo. Ni yo lo podía creer”, Marcelo Cantelmi, Clarín, 6-2-11 “Antes yo miraba la televisión, ahora es la televisión la que me mira a mí” Alain Badiou, Revista Ñ, 8-3-11 “Por ahí se pusieron también los médicos para recoger a los heridos. La peor batalla fue en la madrugada entre el miércoles y el jueves. Tardamos cinco horas en empujar a los invasores hasta más allá del museo de El Cairo y los puentes, porque había tipos de ellos en los techos de los edificios tirándonos desde las alturas. El ejército estaba pero siempre deja que nos matemos hasta que comenzamos a ganar nosotros y entonces ahí sí interviene para parar la lucha” (Marcelo Cantelmi, enviado especial Clarín, Buenos Aires, 6-2-11 http://www.clarin.com/). El pueblo egipcio salió a pelear contra el aumento del precio del pan y la comida, contra el desempleo masivo y los salarios de hambre. La gran mayoría de los manifestantes no tienen filiación política; es una enorme masa harta de un régimen despótico. Dentro de la plaza Tahrir se multiplicaron las tiendas de campaña. Sobraba la comida y se cantaban canciones populares. Se obtuvo electricidad de los semáforos. Además de varios hospitales de campaña, también había pequeñas enfermerías para curar a los artilleros que iban al frente a lanzar las piedras. La defensa de la plaza a base de barricadas y piedras funcionó todos esos días. En el extremo sur de la plaza Tahrir, junto a la mezquita, acamparon los Hermanos Musulmanes. Abdel Fatah Saba, dijo: "No queremos instaurar la sharia [ley islámica], eso es algo que tendrá que decidir el pueblo. Aquí todos somos egipcios con el mismo objetivo" (Oscar Abou-Kassem, enviado especial, El Cairo Público, Madrid, 6-2-11 http://www.publico.es/). El joven Tarek llegó a la plaza dos días después de que el gobierno lanzó la policía contra los manifestantes (una acción que dejó 125 muertos). Armó su tienda en un campamento en el que se ven pocas barbas y gorros islámicos y muchas mujeres sin velo y con jeans apretados. Los musulmanes más firmes, armaron su campamento al otro lado; allá no hay mujeres. “Aquí todos odiamos a Hosni Mubarak”, aclara Tarek. (Marcelo Cantelmi, El Cairo, Clarín, 6-2-11). El sábado, después de la gigantesca movilización del viernes, el lugar esta lleno. Los relatos de las batallas y la resistencia se hacen leyendas. Omara Rasidi y Mortaz tienen el cuerpo forrado de heridas; marcas de los golpes de piedras, de balines de la policía del primer día de represión y cortes en los choque a trompadas con los oficialistas. Abel Fatah Sahn y Amai Awari son miembros de los Hermanos Musulmanes. Dejaron a sus hijos con sus mujeres y se vinieron: “Todos queremos un gobierno honesto y un gobierno honesto no tiene que ser solo islamita, tiene que ser honesto” (Marcelo Cantelmi, Clarín, 6-2-11). Ahmed de 23 años, terminó la carrera de publicidad en la universidad de El Cairo: “Esto empezó en Facebook. Hace seis meses que veníamos intercambiando, hablando del régimen de lo que no queremos y de lo que queremos. Era todo clandestino. En Egipto no se puede hablar, es como vivir en una prisión. Por eso se usan mucho las redes sociales”. (Marcelo Cantelmi, Clarín, 6-2-11). Jóvenes médicas, venidas de las provincias para curar a los heridos, durmieron en medio de un círculo de jóvenes violentos, y están más tranquilas de lo que han estado jamás… Vemos a una fila de cristianos hacer guardia de pie para cuidar a los musulmanes inclinados para orar. Vemos a los comerciantes alimentar a los desempleados y a los pobres. Comprobamos, que hubo centenares de muertos y que todavía los hay cada día. Muchos muertos fueron combatientes y mártires. Los lugares políticos y simbólicos del levantamiento tuvieron que ser protegidos al precio de feroces combates contra los milicianos y la policía de los regímenes amenazados
(Alain Badiou*, Revista Ñ, Buenos Aires, 8-3-11, http://www.revistaenie.clarin.com/, Traducción de Elisa Carnelli. *Marruecos, 1937, uno de los más prestigiosos filósofos de izquierda en Francia. Para el movimiento todas las instituciones del régimen eran ilegítimas, tanto del poder ejecutivo como del legislativo. Un sector proponía se nombrará como presidente interino al presidente del tribunal constitucional y que se convocara a una asamblea constituyente. Otros que se constituyera un comité nacional que supervisara la transición. Pero para lograrlo habría que romper la columna vertebral del régimen, el ejército, porque Egipto es una dictadura militar con fachada civil. Sin embargo, la mayoría de la oposición presentó al ejército como un intermediario “neutral”. El dictador Hosni Mubarak intentó ganar tiempo y desactivar el movimiento, anunciando la dimisión de la directiva del partido oficialista. Washington lo apoyó "Necesitamos un consenso nacional antes de seguir avanzando. El presidente de Egipto debe seguir en su cargo hasta que se pueda avanzar en esos cambios", dijo Frank Wisner, experto en espionaje e intromisión política, enviado especial de EU para “mediar” en la crisis. Pero los insurrectos insistieron en la salida inmediata del presidente. Entonces el régimen intentó responsabilizar al movimiento de la crisis económica y anunció que abrirían los bancos tras una semana de cierre, al tiempo que el ejército no disparó a los manifestantes, aunque tampoco los defendió cuando fueron atacados. El levantamiento alcanzó un punto culminante el 1 de febrero, obligando a Mubarak a anunciar concesiones. Reconoció la fuerza del movimiento y anuncio el deseo del gobierno de negociar con la oposición, para calmar al pueblo y a las potencias occidentales que demandaban reformas al sistema político. Concedió algunas de las reivindicaciones que formuló el movimiento, cuando inició el 25 de enero (Entrevista a Gilbert Achcar*, ¿Adónde va Egipto?, Faruq Sulehnia, 4-2-11, Traducción de Viento Sur, http://www.vientosur.info/; *profesor de estudios sobre el desarrollo y relaciones internacionales en la School of Oriental and African Studies (SOAS) de Londres, creció en Líbano y es autor de varios libros). La oposición abarca un amplio abanico de fuerzas. Hay partidos legales como el Wafd. Los Hermanos Musulmanes (la principal fuerza de oposición) no están legalizados, pero son tolerados por el régimen. En 2005, Mubarak presionado por EU, concedió espacio a la oposición en las elecciones parlamentarias. Los Hermanos Musulmanes lograron 88 diputados, es decir, el 20 % de los escaños. En las últimas elecciones de noviembre y diciembre, el régimen decidió cerrar los espacios y los Hermanos Musulmanes solo conservaron un escaño (Entrevista a Gilbert Achcar, Faruq Sulehnia, 4-2-11). Entre las fuerzas de izquierda, la más grande es el partido Tagammu, que tiene cinco diputados. Hay nasseristas de izquierda y grupos de izquierda radicales, pequeños pero muy activos. Hay movimientos de la “sociedad civil”, como Kefaya, que se constituyó en solidaridad con la segunda Intifada palestina en 2000: rechazó la invasión de Iraq y posteriormente se declaró contrario al régimen de Mubarak. En un intento de huelga general, el 6 de abril de 2008, surgió el Movimiento Juvenil del 6 de Abril. El líder político más visible es Mohamed el Baradei. Fue director de la OIEA. Al volver a Egipto en 2009, después de dejar la dirección del OIEA, su prestigio personal, reforzado por la concesión del Premio Nobel de la Paz en 2005, le permitió reunir a personalidades y grupos liberales y de izquierda. Muchos veían en el Baradei, que goza de reputación y contactos internacionales, a un buen candidato a la presidencia. Así se formó la Asociación Nacional por el Cambio. Sin embargo, los Hermanos Musulmanes no se entusiasmaron con el Baradei por que no tiene inclinaciones religiosas (les parece demasiado laico) y por que se habría reducido su margen de negociación con el régimen, que les hizo muchas concesiones, como el refuerzo de la censura islámica en cuestiones culturales, por ello Egipto retrocedió mucho con respecto a la secularización que se consolidó bajo Gamal Abdel Nasser en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado (Entrevista a Gilbert Achcar, Faruq Sulehnia, 4-2-11). El modelo que pretenden reproducir en Egipto algunas fuerzas es el de Turquía, donde la democratización fue controlada por el ejército. Este proceso, creó un espacio que permitió al AKP, un partido islámico conservador, ganar las elecciones. Esas fuerzas, no están por derribar el Estado y por eso cortejan a los militares. Aplican una estrategia de conquista gradual del poder (Entrevista a Gilbert Achcar, Faruq Sulehnia, 4-2-11).
La renuncia de Mubarak el 11 de febrero, dos días después del inicio del movimiento de huelga no es casual. El régimen se encontró ante la disyuntiva: la salida de Mubarak, o la explosión social. Las huelgas dispersas tomaron la forma de una Huelga General que paralizó el país. Al comenzar las huelgas el régimen comenzó a vacilar y el ejército obligó a Mubarak a dimitir porque el sistema se resquebrajaba. El ejército es también una fuerza económica que controla industrias civiles. El gobierno había paralizado la economía con el toque de queda, el cierre de los bancos y de las empresas, pero cuando el gobierno intentó volver a la "normalidad" los trabajadores fueron a las fábricas, discutieron sobre la situación y comenzaron a organizarse y a actuar. El viernes, durante la marcha de la victoria algunos señalaban con el dedo a los militares: "Ni soñar con que nos roben nuestra revolución como en 1952", "La revolución no ha terminado", "Militares atención, os vigilamos" (Katherine Manca, 26-2-11). El viernes 11, después de 18 días de movilización, triunfaron los egipcios: cayó Mubarak. Asumió el gobierno de manera provisional el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, bajo el mando del ministro de Defensa, Mohamed Hussein Tantawi, pero no podrá prolongar la vida del viejo régimen. La libertad de manifestación, de prensa, de organización y la huelga fueron conquistados en duros combates políticos. Existe un contrapoder masivo en las calles. La fundación de una nueva Federación Sindical, los comités populares y las organizaciones juveniles tienen un enorme poder adquirido en la lucha. Aunque el Consejo Supremo comanda un poderoso ejército, tiene un poder muy precario y escasa legitimidad, tanto que prohibió las huelgas y nadie le hizo caso. Las huelgas se multiplicaron hasta convertirse casi en huelga general. Paros, protestas y ocupaciones de centros de trabajo ocurrieron por doquier (La Breche, 17-2-11, www.alencontre.org/, Traducción de Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa). El gobierno, en manos del vicepresidente Omar Suleiman, se reunió con las oposiciones incluidos los Hermanos Musulmanes, partidos políticos y otros representantes como Mohamed el-Baradei. Al término de la reunión se anunciaron reformas constitucionales y en materia de libertades civiles. Pero, algunos grupos de oposición y el movimiento juvenil prefirieron no participar por el temor de contribuir a reemplazar un régimen autoritario por otro (Mediapart, www.mediapart.fr, Traducción de Alberto Nadal, Viento Sur, http://www.vientosur.info/). El nuevo gobierno militar tarda mucho en liberar a los presos políticos, presiona a los huelguistas para que vuelvan al trabajo, prohíbe al acceso a los lugares en huelga a los periodistas, mantiene el toque de queda y el estado de urgencia, en vigor desde hace casi 30 años (Katherine Manca, 26-2-11). Por ejemplo, en Mahalla, una de los mayores complejos industriales del Medio Oriente, 24,000 obreros de la fábrica textil estuvieron en huelga durante cinco días hasta el sábado, era imposible acercarse; los militares cortaron la circulación, pues no olvidan que ahí comenzó la huelga general del 6 de abril de 2008, en que nació la coalición que llamó a manifestarse el 25 de enero pasado (Katherine Manca, 26-2-11). Tanto así que por uno de los archivos filtrados a wikileaks sabemos que la Embajada de EU en Egipto predijo en un informe de abril de 2008 sobre la huelga del día 6: "Lo ocurrido en Mahalla es significativo... ha irrumpido una nueva fuerza orgánica de oposición que desafía etiquetas políticas y aparentemente no está relacionada con los Hermanos Musulmanes. Esto puede forzar al Gobierno a cambiar su guión... Lo ocurrido el 6 de abril ha unido a diversas fuerzas de la oposición con numerosos egipcios no activistas, a través de la llamada a la huelga en Facebook, que ha reunido a 70.000 seguidores en la red, y ha cosechado una importante atención nacional. El nexo de los usuarios de Facebook de clase media y alta con sus homólogos pobres de las fábricas de Mahalla ha creado una nueva dinámica". Desde aquella huelga no ha habido una semana sin protestas, manifestaciones o paros en Egipto (Mahalla: ¿incidente aislado o punta del iceberg? Olga Rodríguez, Viento Sur, http://www.vientosur.info/). Lo más sorprendente de esta revolución es que a pesar de que las principales fuerzas de oposición a los regímenes existentes en toda la región son partidos islámicos, las protestas no se han inspirado en programas religiosos ni han sido encabezadas por fuerzas religiosas. Tal vez porque, como las encuestas muestran desde hace años la democracia es un valor muy apreciado en los países de Medio Oriente, contra los prejuicios de occidente sobre la “incompatibilidad” cultural de los países musulmanes con la democracia. “La falta de democracia ha permitido a las fuerzas integristas religiosas ocupar espacio. La represión y la falta de libertades políticas han
mermado las posibilidades de los movimientos de izquierda, obreros y feministas. Así, la oposición es dominada por grupos que se adhieren a ideologías y programas religiosos. Aspiramos a una sociedad en la que estas fuerzas sean libres de defender sus puntos de vista, pero en competencia ideológica abierta y democrática entre todas las corrientes políticas. Para que las sociedades de Oriente Próximo vuelvan a la senda de la secularización política, necesitan la educación política que da una práctica prolongada de democracia” (Entrevista a Gilbert Achcar, Faruq Sulehnia, 4-2-11). Otro aspecto relevante es la sorprendente extensión de la revolución, pero como dice JeanMarie Gleize: “Un movimiento revolucionario no se extiende por contagio sino por resonancia. Algo que se forma aquí resuena con la onda de choque emitida por algo que se forma allá”. Esta resonancia es la brusca creación, no de una nueva realidad, sino de un sinnúmero de posibilidades, por el levantamiento popular salido casi de la nada que crea posibilidades desconocidas. En Egipto no se habla de democracia, sino de un “nuevo Egipto”, de un “verdadero pueblo egipcio”, de asamblea constituyente, de cambio total de vida; de posibilidades inauditas y antes desconocidas (Alain Badiou, Revista Ñ, Buenos Aires, 8-3-11). Por lo pronto, con independencia de las consecuencias a largo plazo en la vida social, en la política interna, en la geopolítica del petróleo, en la inmigración y en la relación con Israel, se nota que la tendencia más radical del movimiento islámico ha perdido influencia y que su franja “participacionista” o moderada, la que acepta actuar en el seno de la sociedad (que no desarrolla movimientos armados y clandestinos) tendrá que adaptarse a una nueva realidad democrática. Los Hermanos Musulmanes son la fuerza política más estructurada, con una inmensa red de asociaciones y tendrán esta responsabilidad (Hacia un nuevo mundo árabe, Gilles Kepel, Le Monde, Traducido para Rebelión por Susana Merino, 6 de abril, www.rebelión.org). Estas dos tendencias dividen al movimiento islámico desde 1990, pero los atentados del 11 de septiembre (11-S) dieron nuevo impulso a los radicales que tuvieron un papel protagónico durante una década. Pero el ejemplo del martirio ha resultado insuficiente para movilizar a las masas. Por el contrario, la situación política resultante del 11-S otorgó un indulto a los regímenes autocráticos pues se presentaron como los únicos baluartes contra al-Qaida (Gilles Kepel, Hacia un nuevo mundo árabe, Le Monde, Traducido para Rebelión por Susana Merino, 6 de abril 2011, www.rebelión.org). Es el agotamiento del modelo al-Qaida (es decir, el modelo Bush) lo que puso fin a ese indulto y los pueblos tomaron la palabra arrebatándoles el protagonismo a los extremistas. Las sociedades árabes se transformaron en silencio. Los islamistas no han logrado apoderarse del movimiento ni controlar su lenguaje, a diferencia de la revolución iraní de hace treinta años. El ayatolá Jomeini impuso su retórica y su visión, para controlar la insurrección democrática contra el sha. Los islamistas moderados tampoco han logrado dominar (Gilles Kepel, Le Monde, 6 de abril 2011); para la gente su interpretación del mundo ya es insuficiente. Es sintomático y paradójico que el fenómeno común a todos estos países, es la omnipresencia de la policía secreta que sin embargo no pudo prever los levantamientos, pese a que fueron convocados públicamente en la red, ni se percataron del cambio de ánimo y de percepción del pueblo. Estas revoluciones llegaron después de décadas de un autoritarismo que impidió toda forma de participación política. No existen, como sucedió en Europa del este, opositores con experiencia política. Y las redes sociales son insuficientes para organizar el descontento, su papel se ha limitado a unificar y difundir la convocatoria. Las nuevas dirigencia deben trascender al espacio virtual y hacerse reales (Gilles Kepel, Le Monde, 6 de abril 2011). Casi el único rincón del planeta en el que las cosas seguían como antes de la caída del muro, como durante la guerra fría, era el Medio Oriente, recientemente agitado, convulsionado, manipulado y satanizado por la dupla al-Qaida-Bush. Tanto la Unión Europea como los Estados Unidos deseaban cambiar esta situación, para integrar al mundo árabe y más ampliamente al mundo musulmán al mercado internacional y encontrar salida a sus mercancías y capitales, en un nuevo intento por salir de la crisis. Aunque las revoluciones no se inventan sí se promueven, aprovechan y apoyan . Mohamed el Baradei recibió el premio Nobel de la paz en 2005, lo que lo convirtió en el líder opositor más visible y mejor relacionado con occidente, lo que de suyo no le quita ni legitimidad ni valor moral o político. Ese mismo año el gobierno de Mubarak se vio obligado, por la presión
norteamericana a abrir espacios a la oposición. En 2008 las redes sociales (el ciberespacio, propiedad del gran capital) hacen su primer servicio a los sectores opositores en la convocatoria al 6 de abril. Al inicio de febrero de 2011 el gobierno de Mubarak detiene a Wael Ghonim, jefe de márketing de Google en Medio Oriente y en el norte de África por ser uno de los promotores de las manifestaciones iniciadas el 25 de enero (Issandr El Amrani, “Wael Ghonim relaunches the revolution”, The Arabist, 8 de febrero 2011, Le Monde Diplomatique, http://blog.mondediplo.net/, Traducción de Susana Merino, Rebelión, http://www.rebelion.org/), se vio forzado a liberarlo muy pronto, pero su detención no fue producto de la paranoia de una dictadura sino la obviedad que alcanzó a descubrir un servicio de inteligencia torpe y anquilosado. Es extraordinario que los gobiernos y los medios occidentales hayan asumido que los revoltosos de una plaza de El Cairo son el pueblo egipcio “¿Cómo es esto? Para ellos, el único pueblo razonable y legal, ¿no se reduce en general a la mayoría de una encuesta o a la de una elección?, ¿Cómo es que de repente cientos de miles de revoltosos son representativos de un pueblo de ochenta millones de personas?” (Alain Badiou, Revista Ñ, 8-3-11). Para contrastar recuérdese que en México en 2006 salimos a las calles a oponernos al fraude mediante el que fue impuesto en la presidencia Felipe Calderón más de un millón de personas y el propio gobierno reconoció que votaron por AMLO quince millones de ciudadanos. Sin embargo, los medios internacionales no vieron en nosotros a la representación de los anhelos del pueblo sino a fanáticos obsesionados que no saben perder y que por lo tanto no son democráticos. Ni la UE ni el gobierno de los EU salieron a decir “Calderón no debe asumir la presidencia porque la elección fue ilegal. Es necesaria una transición a la democracia”. Por el contrario, callaron y apoyaron a la oligarquía antidemocrática y defraudadora. Pero en 2011 tanto EU como la UE bien pronto exigieron la dimisión del dictador. La caída de regímenes autoritarios de discurso antinorteamericano permite reconfigurar la zona. El autoritarismo estimula el desarrollo de oposiciones duras, fundamentalistas y/o violentas. La democracia permite que crezcan las oposiciones más mesuradas y pacientes. La estabilidad democrática del Medio Oriente permitirá a los EU y a la UE salir de Irak y Afganistán más pronto y dignamente, encubriendo su grave derrota. Se habrá mostrado su incapacidad militar, pero habrán triunfado al dejar regimenes democráticos no antigringos ni antijudios. Para la derecha que domina Israel, el sionismo, la democratización del medio oriente significa el aislamiento político, la evidencia de su injustificable política racista y violenta contra los árabes y los palestinos en particular. Los sionistas se quedarán sin pretexto para exigir a los EU apoyo, protección y tolerancia al genocidio que practican. Si todo sale bien, el sionismo deberá dejar el poder en Israel y la tensión belicista en la zona se reducirá. Norteamericanos y Europeos venderán menos armas, pero venderán mayor cantidad de otras mercancías e infraestructura. La estabilidad política y democrática de la región redundará en la estabilidad del mercado y la reducción de los precios del petróleo. Elemento central en la recuperación económica a corto plazo. La estabilidad del mercado del petróleo dará oportunidad a una más suave y planeada sustitución de esta fuente de energía, tal como viene promoviéndola el capital internacional a través de la ONU, con sus discursos apocalípticos. El capital internacional desea que la revolución se detenga, que no vaya muy lejos, con derribar a las dictaduras y reducir la presencia del islamismo radical basta. Para Israel, EU y la UE, que raramente protestaron por la represión en Egipto o en Túnez (millones de personas arrestadas, torturadas, condenadas) y que mantienen silencio con relación a Marruecos y otras dictaduras, el peligro no está en la continuidad del régimen, sino en los islamismos, hay temor de que el fundamentalismo sustituya a la dictadura militar. Los sionistas han creído que es mejor para Israel tratar con dictaduras árabes porque estas garantizan el control de sus pueblos y justifican sus políticas militaristas y racistas, pero con eso sólo han conseguido aislar al país, convirtiéndolo en un gueto encerrado tras un muro ( Gilles Kepel, Le Monde, 6 de abril 2011). Para la derecha israelí, la revolución en Egipto es muy mala noticia. Árabes educados, sin traje de “islamistas”, muchos hablando inglés y defendiendo su idea de cambio democrático sin
recurrir a la retórica “antioccidental” es algo peligroso. Que los ejércitos árabes no disparen sobre los manifestantes, es malo para ellos, pues hace que la ocupación israelí en Cisjordania y en la Franja de Gaza y sus políticas de apartheid aparezca como inadmisible. Pero lo peor es la inevitable comparación. Mientras en Egipto se vive una Intifada pacífica y el ejército no dispara contra los manifestantes, e incluso antes de la salida de Mubarak el ministro del Interior que envió mercenarios a reprimir las manifestaciones fue destituido. En Israel los generales que ordenaron la matanza de palestinos y de manifestantes israelíes contra la ocupación, se disputan el puesto de Jefe del Estado Mayor General; ni un general o político israelí tiene problemas por ordenar a las tropas disparar contra civiles desarmados. Así queda en duda que Israel sea un país civilizado, democrático y estable, una isla occidental en un medio de la barbarie y fanatismo islámico árabe. Se le verá como una isla de barbarie y fanatismo en un mar nuevas sociedades democráticas (Ilan Pappé, The Electronic Intimada, http://electronicintifada.net, Rebelión http://www.rebelion.org, Traducido por J. M. y revisado por Caty R.). Los sionistas tratarán de evitar la paz, harán otra campaña islamófoba. Interferirán para obstaculizar la transición a la democracia y pedirán con gritos histéricos el apoyo norteamericano. Pero, tal vez ahora el gobierno de EU piense que sus intereses no coinciden con los del sionismo y la UE también prefiera la democratización de la región, incluyendo un estado palestino democrático y la caída en Israel del sionismo. Ojala.