Si yo fuera Dictador

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Si yo fuera dictador Celso Tzontecomani En esto días de ambiente electoral todo mundo se autodefine como demócrata y dice a los cuatro vientos que desea democratizar a nuestro país. Todos dicen soñar con estar al frente de un gobierno democrático; todos, menos yo… la mera verdad mi vocación no es ser líder democrático. Mi sueño es ser dictador, tener el poder total para hacer lo que pienso que es necesario sin tener que repartir cuotas, respetar intereses particulares o sectoriales, ni ser tolerante, democrático y todas esas cosas tan de moda (de dientes para fuera). Si yo fuera dictador tendría toda la fuerza del Estado para imponer mi voluntad y usaría al ejército para aplastar a aquellos que se mostraran reacios o rebeldes a mi voluntad. Usaría en mi favor todo el poder de convocatoria, difusión de ideas, convencimiento y manipulación que tiene en conjunto los medios de comunicación y, por supuesto, también recurría al apoyo ciudadano, en particular del sector que coincidiera en cada caso con mi voluntad. Si yo fuera dictador lo primero que haría sería recuperar los espacios públicos, que son de todos y por ser de todos no deben ser usufructuados o apropiados por ningún sector o persona. Empezaría por prohibir TODA forma de publicidad en las calles; nada de espectaculares (ni en mamparas, ni en pintas en edificios), nada de cartelitos, pegotes, etc. Tampoco permitiría las marquesinas de comercios, tiendas, restaurantes, etc. Esto incluye la propaganda electoral, nada de mantas con sonrisas estúpidas y fotos trucadas para engañar al elector con una inexistente belleza externa de las y los candidatos (puagh!). Lo mismo se aplicaría para todo el comercio ambulante, ni toreros, ni ambulantes ni semifijos.


Acto seguido, si yo fuera dictador, prohibiría el uso de los automóviles. Prohibiría desde su fabricación, su venta y su uso cotidiano. Todo mundo a caminar; a ver si así se les quita lo gordo. Sin autos la inseguridad y la contaminación disminuirían sensiblemente. Los empleos directos e indirectos que por esta acción se perdieran serían repuestos con otras acciones. La eliminación de los autos permitiría recuperar espacios para la reforestación, la convivencia y la habitación, pues hoy vivimos en ciudades hechas y adaptadas para las autos, no para las personas… miles de kilómetros de pavimento, las calles convertidas en estacionamientos, las vialidades con flujo vehicular lentísimo y contaminación: por las emisiones de los motores, los lubricantes, las pinturas, las llantas, los plásticos, etc. y la inseguridad por los vehículos estacionados en las calles. Un beneficio colateral sería que desaparecerían los cuidacoches y franeleros que son en realidad privatizadores del espacio público que obligan a las personas a darles limosna, pues son cuidan nada solo secuestras espacios para venderlos, sin tener derecho… Si yo fuera dictador confiscaría todas las propiedades (muebles, inmuebles, accionarias y financieras) de los expresidentes Echeverria, De la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox y Calderón y los metería presos por traición a la patria y robo a la nación. Con esos recursos implementaría programas de creación de empleos. Y, ya encarrerado el ratón, si yo fuera el gran dictador y pudiera imponer mi voluntad a la nación, ordenaría al Congreso de la Unión revertir todas las reformas neoliberales que han despojado a la nación de bienes y a trabajadores, campesinos y ciudadanos de derechos y oportunidades. Esto incluiría la renacionalización de las empresas hurtadas al Estado en beneficio de particulares, para ponerlas en un régimen de copropiedad entre los trabajadores, los ciudadanos y el Estado. Tal recuperación del patrimonio enajenado no incluiría indemnización alguna, por dos razones: una, porque soy el dictador y así me da la gana y dos, porque quienes las compraron multiplicaron por miles su inversión y disfrutaron un par de décadas de enormes ganancias mal habidas.


En la misma lógica cancelaría todas, sí todas, toditas, las concesiones para la generación de electricidad y para la explotación de minas que se han otorgado a particulares. Si, como a Napoleón la suerte me sonriera y yo fuera el supremo dictador mexicano, le cobraría a los grandes empresarios una indemnización por todos los años que han evadido impuestos. Para empezar congelaría todas sus cuentas e incautaría todos sus bienes y después de la correspondiente auditoria les devolvería lo que les correspondiera. Si yo fuera dictador, al inició de mi autocrático mandato aumentaría el salario mínimo a 10 mil pesos, para estimular el mercado interno, quitarle reclutas a la delincuencia organizada y recuperar el nivel de vida de los asalariados. A los empresarios que no les guste ¡Qué se vayan!, pero el que se va deja… el que quiera irse o dejar la empresa se va sin un centavo de la fortuna que amasó en nuestro país. Recuérdese que sería dictador y autoritario, no consultor ni conciliador. Las empresas que fueran abandonadas por sus propietarios pasarían al régimen tripartito arriba mencionado, pero no bajo administración de los trabajadores, que a veces son re güeyes o corruptos (no se queje el lector, recuerde que como dictador puedo opinar de mis gobernados lo que a mis glándulas productoras de testosterona se les inflame)… y menos permitiría que metieran la mano los sindicatos, porque en México el 99.99% son una vacilada, están corrompidos o manipulados por un charro o burócratas que se ha proclamado o convertido por la vía democrática de la reelección compulsiva en líder vitalicio; mejor contrataríamos buenos administradores. Y para los señores charros y burócratas eternizados también habría candela en mi dictatorial gobierno. Ah, si yo fuera dictador, mediante un decreto reactivaría las más de 300 mil plazas de trabajo congeladas en el gobierno federal, dando la instrucción de abrir los concursos de oposición correspondientes a una instancia independiente creada para el efecto, de manera que ni grupos de interés de las burocracias ni sindicatos pudieran meter mano y hacer clientelas o corromper el proceso. Como complemento ordenaría, de manera desacomedida, arbitraria y prepotente al Congreso de la Unión que modificará la Constitución y la legislación laboral para que la jornada labora


fuera reducida a seis horas, sin reducción del salario, para crear más empleos y bajo mi imperio todos tengan trabajo y nadie ande por ahí de vago, de charro, de candidato o de ratero o de narco o de cosas más peores (si las hay). Si yo fuera dictador, casi emperador de la República Mexicana, inmediatamismo aumentaría a mil el número de diputados para que la representación de los ciudadanos fuera más directa, pero eliminaría a los diputados de representación proporcional. Ya en plan sádico les bajaría el sueldo a tres salarios mínimos y haría obligatorio para todos los diputados electos un curso intensivo de tres meses sobre la labor legislativa y las leyes mexicanas, para que no llegaran tan ignorantes e incompetentes al ejercicio de su representación. Además, todos los diputados tendrían la obligación de respaldar su voto en una amplia consulta realizada en su distrito. Si yo fuera el gran dictador mexicano, mandaría a mis secretarios de trabajo y de economía (a los que, por supuesto, trataría con prepotencia y desden) que elaboraran un programa de recuperación salarial, para devolver a los trabajadores lo que durante la larga dictadura de los neoliberales se les arrebató con políticas de contención salarial. Es pertinente aclarar que esta consideración solo la haría porque de acuerdo a la formalidad las iniciativas de ley deben tener exposición de motivos, porque como se sabe los dictadores no tienen porque darle explicaciones a nadie. Si yo fuera dictador, mi autocrático gobierno sería benévolo y dejaría descansar un par de semanas a los pobres diputados, para luego exigirles a gritos desde los medios de comunicación que hicieran las reformas pertinentes para que los trabajadores de todas las empresas pasarán a ser copropietarios de las mismas y cada año se incrementara su porcentaje accionario hasta alcanzar el 100%. Pero les advertiría, haciendo florido agregado de epítetos variopintos, que de no hacerlo en 30 días me vería obligado, por el bien de la nación, del pueblo y por mi propio placer, a disolver el Congreso de la Unión y poner en él a quien me diera la autoritaria y dictatorial gana. Cosa que no ocurriría porque, sabedor de lo güevones que son los diputados yo les enviaría las iniciativas de reforma ya


elaboradas, listas para su aprobación; acompañadas con un sobre en el que iría una amenaza de muerte, de amputación, de exilio, de cárcel y otras semejantes, colocadas al azar y sólo por el placer de amenazar, porque también enviaría al Congreso las actas elaboradas con las votaciones correspondientes. Y en caso de sentirme aburrido mandaría al ejército para que obligara a los diputados a asistir a la sesión y votar como se les indicara. Todo ello innecesario porque como buen dictador solo permitiría la llegada al Congreso de diputados dispuesto a hacer lo que a mi capricho cuadrara… ¡Ah, que lindo sería! Si yo fuera dictador, en pleno uso de mis atribuciones y derechos como autócrata metería presos a todos los charros por traición a sus representados, por corrupción, por tráfico de influencias, por enriquecimiento inexplicable y por feos y obtusos (pendejos). A los burócratas sindicales aficionados a las reelecciones los metería presos por cínicos y mediocres. Al mismo tiempo, mediante un decreto (que así es como gobiernan las dictaduras, al menos si quieren ser respetadas y recordadas) ordenaría que en todos los sindicatos el límite de permanencia en la dirección sindical fueras de diez años y que en todos ellos las elecciones a todos los cargos fuera mediante voto secreto, directo y universal y NUNCA mediante encuestas (como le gusta a la vanguardista izquierda mexicana). Si yo fuera el dictador en turno, mandaría al Congreso de la Unión, que para eso esta (para obedecer al dictador), que reglamentara la revocación de mandato en todos los cargos de elección popular, con excepción, claro esta, de mi totalitario gobierno, al que debería asignar una duración (por única vez y sin que cause precedentes) de 18 años porque ese lapso de tiempo es suficiente para consolidar mi obra y porque está de güeva rescatar a la nación, ser líder y su máximo héroe por más tiempo; yo no soy como los dirigentes perredistas que pasan años y años y ellos no se cansan de salvar a la patria desde un puesto de gobierno y otro y otro y otro… No, yo no. Deseo ser dictador, pero sí tengo llenadera. Debo reconocer y dar crédito a quien los merece, porque sería dictador, pero no plagiador. Así pues, debo reconocer que está idea de reelegirme tres sexenios, por única vez y sin que cause precedentes, la tome de líderes sindicales tan democráticos y connotados como Don Francisco Hernández


Juárez, Agustín Rodríguez y doña Elba Esther Gordillo, todos ellos próceres de la democracia sindical reelectiva ¿Qué sería de México sin ellos? Ah, si yo fuera dictador, dictaría la anulación de la autonomía del Banco de México, para que mi dictatorial gobierno recuperara la soberanía monetaria y el control de la economía nacional. Además, decretaría la moderación de las ganancias empresariales, es decir, pondría un límite porcentual a las ganancias de todas las empresas. Con esto quiérese decir que con base en el costo de producción debería establecerse por ley el precio de los productos, de manera que ya no haya casos en los que el consumidor debe pagar $100, por ejemplo, por un producto cuya producción costo $10 o menos, como ocurre con muchos medicamentos; tampoco podría ocurrir que en un restaurante una comida cuyo costo sea de 20 o 30 pesos sea vendida en 70 o más de 100. Un negocio en el que la ganancia neta sea de 10% es un excelente negocio, por lo que este será el límite máximo de precio sobre el costo de producción. En el mismo campo, si yo fuera dictador, promovería la industria manufacturera para sustitución de importaciones y para la exportación, priorizando productos de origen nacional (para los que se demandaría la denominación de origen, como el pulque, los tamales, las alegrías y las artes tradicionales, mal llamadas artesanías y muchos etcéteras) mediante procesos que demanden gran cantidad de mano de obra, pues así de paso se generarían muchos empleos. Si yo fuera el Ayayay Uyuyuy del país, el Mandamás, en mi autoritario gobierno no habría ni un río de aguas negras, pues todas las aguas industriales, domiciliarias y agrícolas serían tratas antes de devolverlas al medio ambiente y tanto ayuntamientos como empresas tendrían como obligación reusar y reciclar el agua. Por supuesto, mi augusta majestad dispondría la cancelación de todas las concesiones para el usufructo del agua y prohibiría la venta del agua, pues como bien fundamental y sustancias de la que estamos constituidos todos los seres vivos no puede convertirse en mercancía, pues es tanto como vender personas. Complementariamente sería mi serenísima voluntad que el agua del servicio público fuera realmente potable y por tanto apta para el consumo humano.


Para resolver los problemas con la basura, desde la soberbia de mi omnímodo poder (claro, si yo fuera dictador) recuperaría la propiedad del Estado sobre todos los desechos industriales y domiciliarios y crearía el instituto de investigación de aprovechamiento de la basura para separar, reciclar y aprovechar todos los desechos, a la vez que se eliminaran todos los mal llamados rellenos sanitarios. Como quién sabe quién dijo que el trabajo convirtió al mono en hombre, o sea que nos civilizó, si yo fuera dictador, desde la graciosa altivez de mi ilegítima investidura impondría para todos los infractores de la ley que fueran condenados a prisión que pagaran su condena con trabajo a razón de dos jornadas de trabajo por día de condena. El trabajo de tiempo extra o doblar turno podría reducir la condena. Los salarios serían directamente para su familia y los montos serían iguales a los pagados por ese trabajo en el mercado laboral. Salvo secuestradores, torturadores, violadores y mutiladores que estarán bajo vigilancia de por vida mediante dispositivos electrónicos y una parte de sus ingresos de por vida sería para las victimas o sus familiares. Por la infalibilidad de mi señorial voluntad, si a caso yo fuera el dictador de México, decretaría que todos los servicios educativos, de todos los niveles fueran públicos gratuitos, laicos y basados en información científica. Lo mismo se haría extensivo para todos los servicios de salud. Por lo que todas guarderías y las escuelas particulares y las clínicas, los consultorios y los hospitales particulares serían expropiados, pues prohibiría hacer negocio con los dos derechos más esenciales de los seres humanos modernos, que son precisamente la salud y la educación. En cuanto a los medios de comunicación comerciales, si yo fuera dictador, dispondría por mis puros “desos” y porque han traicionado los intereses de la nación y a la población, la cancelación de todas las concesiones de radio y televisión, para otorgar nuevas por periodos más breves y cada frecuencia o canal sería compartido por varias empresas u organizaciones, de manera que nadie pudiera monopolizar los medios (salvo el infalible dictador). Fortalecería y multiplicaría los medios de comunicación públicos administrados y dirigidos por ciudadanos. Pero reservaría para el Estado el derecho a que en todos los medios, concesionados o públicos fueran


transmitidos de manera permanente los programas favoritos del dictador (incluidas sus telenovelas preferidas. Cabe aclarar que las penas por criticar o hacer mofa de los gustos televisivos del dictador serán muy fuertes: no se arriesgue). Asimismo todos los medios deberían transmitir íntegros, en el mejor horario, los amenos y profundos mensajes del dictador (o sea yo). ¿Por qué mi dictadura afectaría los intereses de los grandes empresarios y favorecería tanto a los trabajadores?, ¿Porque soy un comunista trasnochado? No, yo duermo bien. La cosa es que durante cincuenta años vivimos una “dictablanda populista” que nos estafó y gobernó a favor de los empresarios y los últimos treinta años padecimos una dictadura empresarial cruel y violenta, conocida como neoliberalismo… Es nomás pa’ equilibrar tantito. Esto, y todo lo que se me ocurriera después, es lo que yo haría si fuera dictador. Piénselo y vea si le conviene. Damita, caballero, yo no vengo a ofrecerle democracias chafas (en el mejor de los casos), pero irreales casi siempre, yo soy sincero y vengo a ofrecerme, no como candidato a Presidente sino como Dictador. Pero, eso sí, le aseguro que mi autoritario gobierno sería tan eficiente y calaría tan hondo en la cultura nacional que el término de mi ejercicio de poder los baños de las escuelas permanecerían limpios; los niños serían respetados por los adultos y las mujeres no serían objeto de violencia y discriminación… Se aceptan adhesiones (respetuosas y subordinadas; recuerde que no me ando con democracias y jaladas de esas), apoyos y formación de milicias para dar el golpe de Estado que me imponga en el poder… Ahí me avisan si se deciden. Aquí hay Dictador con proyecto, allá ustedes si no aprovechan la oportunidad.


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