Las tre fuentes y las tres partes de la oligarquía mexicana

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Las tres fuentes y las tres partes de la oligarquía mexicana Héctor Mora Zebadúa* En el punto más alto de la pirámide social, destaca un pequeño grupo de multimillonarios que encabeza económicamente al empresariado mexicano, le dan identidad y lo dirigen políticamente: “la oligarquía”. Estos señores orientan políticamente a los grandes empresarios y como consecuencia al resto de los empresarios mexicanos, es decir, al conjunto de la burguesía. Son ellos, mediante su poder económico, sus relaciones con la jerarquía de la iglesia católica y sus relaciones con los partidos políticos, quienes promueven candidatos a puestos de elección popular y de ser necesario los imponen financiado y apoyando fraudes electorales y golpes de estado. Piden, exigen y dictan políticas económicas a los gobiernos: federal y estatales. Pero desde hace muchos años los dueños de México están divididos en cuanto a cómo desarrollar al país, qué hacer con México, cómo resolver la prolongada crisis económica, que se ha convirtiendo en crisis social y en tres importantes momentos de nuestra historia reciente en grave crisis política: 1988 cuando Cuauhtémoc Cárdenas ganó las elección para la presidencia de la república y el grupo tecnócrata (neoliberal) del PRI improvisó un fraude para imponer en la presidencia a Carlos Salinas; en 1994 cuando los enemigos del grupo de Carlos Salinas conspiraron para sacarlo del poder y asesinaron a su candidato a la presidencia Luis Donaldo Colosio; y la crisis político-electoral de 2006. En la oligarquía mexicana pueden reconocerse tres grupos o tendencias que se superponen y entrecruzan, sus miembros son socios de uno u otro grupo en alguna empresa y enemigos en otras y sus posiciones políticas cambian de a cuerdo a sus intereses, equilibrios, oportunidades y convicciones ideológicas (como todas las personas). Las diferencias, disputas y desacuerdos entre los dueños de México se agudizan en ciertos momentos y no han dejado de crecer en razón a sus diferencias ideológicas, a la competencia que entre ellos se da y a la posición en la que les toca jugar en el capitalismo global. Un sector del empresariado mexicano se sumó a la elite oligárquica gracias a la aplicación de las políticas neoliberales por los gobiernos de Salinas y de Zedillo. Las privatizaciones (de empresas y de sectores económicos), la concentración del ingreso, el retiro de subsidios, la apertura de nuestra economía, el despido masivo de trabajadores y la destrucción de sindicatos y contratos colectivos, fueron las palancas que los convirtieron en megamillonarios. No se trata de grupos militantes o tendencias políticas sino de agrupamientos más o menos abiertos y laxos, pero que tienen una médula que les da identidad. Los tres grandes grupos que podemos identificar entre los oligarcas son: los del centro sur, los herederos del grupo Monterrey y el grupo de Carlos Slim. El grupo del centro-sur. Los empresarios que se formaron y crecieron al amparo de los gobiernos priístas y su cultura de clientelismo y corrupción. Viven de los negocios con el gobierno federal y los gobiernos estatales, muchos poseen monopolios locales o regionales, su área de acción principal es el mercado nacional, aunque también exportan y compiten en el exterior. Suelen ser de tendencias priísta porque ese tipo de gobiernos son garantía de negocios, de corrupción y de violar las leyes con total impunidad. Siempre han apoyado y usado al charrismo priísta como mecanismo de control, pues asumen que cuesta, pero es eficiente y útil, lo consideran un mal necesario. El grupo del norte (los herederos del grupo Monterrey), es el más antiguo y con mayor identidad. Nació y creció de manera independiente al gobierno central. Aprovechó la corrupción priísta y pago su cuota, pero siempre se mantuvo independiente. Antes de la apertura económica algunos de ellos ya tenían muchos años compitiendo en el extranjero y ya no dependían del mercado nacional, que por lo tanto no es su prioridad. Para ellos es más importante mantener bajos costos de producción pagando salarios muy bajos y prestaciones ínfimas, en buena medida porque sus empresas se convirtieron en monopolios es sus ramos industriales. Sienten un profundo desprecio por sus competidores nacionales porque nacieron y crecieron bajo el cobijo del gobierno, porque no se internacionalizaron como ellos y porque son poco eficientes.


Son muy católicos y su visión del mundo es muy derechista. Están convencidos de que este país ellos lo construyeron y lo hicieron grande y que el priísmo jacobino-izquierdista y los empresarios que formó les han robado todo el tiempo. Nunca dejaron a la CTM entrar en sus territorios y empresas, construyeron sus propios sindicatos para controlar a los trabajadores, crearon sus propias centrales sindicales y aplicaron como quisieron y lo que quisieron de la Ley Federal del Trabajo. En algunas ocasiones otorgaron más beneficios a sus trabajadores que lo que conseguían aliados la CTM y gobierno federal, pero siempre dejando claro a los trabajadores que todo beneficio proviene del patrón y su bondad, nunca de la rebeldía o de la organización de los trabajadores. El grupo de Slim, es de nuevos supermillonarios que amasaron grandes fortunas gracias al neoliberalismo y sus privatizaciones. De hecho, en todo el mundo no hay una persona que se haya beneficiado más con el neoliberalismo que Carlos Slim, que paso de ser un hombre rico o muy rico al más rico del mundo. Es un grupo independiente del gobierno y del PRI, también tiene su propio sindicalismo (democrático e independiente), aunque es más tolerante con la presencia de las centrales priístas. Además de hacer su fortuna gracias a las políticas del gobierno es cliente y socio del gobierno, pero como participa en sectores muy tecnológicos y exportadores compite también a nivel global, con éxito. Tiene presencia en el sector industrial y en el de servicios a la industria y al consumidor final. Son menos conservadores y ven como una necesidad la democratización y modernización del país. Le deben mucho al PRI, pero desprecian a los priístas por ignorantes, incompetentes y corruptos. Su discurso es de tendencia socialdemócrata y no están de acuerdo ni con el nacionalismo priísta ni con los fundamentalismos de la derecha, pero, como los demás, hacen negocios con todo mundo. Aunque no está excluido de la política y del aparato de gobierno nunca ha podido tener el control, en cambio sus competidores los bárbaros del norte ya lo tuvieron dos sexenios y los del centro-sur muchos sexenios. Cuando los del norte rompieron definitivamente con el priísmo, cayeron en los brazos del opus dei, de los caballeros de Colón, de los legionarios de cristo de Marcial Maciel, de los Tecos, de El Yunque y de cuanto grupo fundamentalista de derecha se les acercó. Pero de todos ellos el único con sentido político, militancia y, dentro de su radicalismo, pragmático, fue el yunque, que les vendió la idea de meterse en la política, en particular apoderarse del PAN. Promovieron a los bárbaros del norte que crearon el nuevo PAN: dispuesto a la lucha frontal, a la resistencia civil, proclive a la movilización, echado pa’delante. Fueron con Maquío por la presidencia de la república en 1988 y prefirieron convalidar el fraude electoral y la llegada del salinismo al poder, antes que permitir que el hijo del demonio, el General Lázaro Cárdenas, gobernara el país. El asalto al poder del salinismo los perjudicó, pero se les indemnizo con parte del pastel que Salinas robo para sus patrones. Al mismo tiempo hubo otro rompimiento en la oligarquía. Un grupo empujaba la candidatura de Salinas pues iba tras los negocios que el neoliberalismo prometía otorgarles en forma de privatizaciones y otro grupo veía las privatizaciones como algo peligroso y presentía que estaría excluido, este último grupo apoyó tibiamente la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, pero ante el fraude recularon. El grupo se diluyó, fue acosado, saboteado y perseguido, al tiempo que sus integrantes fueron invitados a recibir parte de las migajas del furor depredador en que se convirtió la política salinista. Para el 94 eran Cuauhtémoc y los ciudadanos que lo apoyaban contra todos. En ese año, un sector de la oligarquía decide deshacerse del grupo salinista, ante el fracaso de la vía electoral y el peligro de la insurrección zapatista (no tanto como fuerza, sino como representación de los anhelos de muchos mexicanos) los norteños apoyan la acción y los salinistas, como Slim, Roberto Hernández y otros quedan paralizados de miedo o algo más. El operativo consistió en matar al candidato que daría continuidad, meter preso al hermano regenteador, matar al cuñado operador y exiliar a Salinas. El gobierno de Zedillo terminó la obra de Salinas pero menos autónomo y menos ladrón e intentó la reconciliación. Pero no hubo. La crisis económica prolongada impedía crecer, la población se empobrecía y crecía su


inconformidad al tiempo que se achicaba el mercado interno, la disyuntiva seguía presente: qué hacer. Los norteños capitaneados y dirigidos por el yunque decidieron hacerse con el gobierno a toda costa desde el momento en que Cuauhtémoc Cárdenas resurgió de sus cenizas. La misma noche que Cárdenas ganó las elecciones en el Distrito Federal, Fox (instrumento del yunque) apareció en todos los medios diciendo que al día siguiente iniciaba su campaña por la presidencia. El empuje de los norteños y el yunque convenció a unos y amedrentó a otros. Como los priístas estaban en guerra interna no eran opción y el grupo de Slim aún no surgía, todavía creía que tendría espacio abierto para sus negocios y no le urgía controlar al gobierno federal. La ola foxista fue como un tsunami, arraso con todo. Los medios de comunicación lo dieron por ganador más de seis meses antes de la elección. La oligarquía se unificó entorno a esa candidatura, la promesa era: no más corrupción priísta, no más negocios con el gobierno con licitaciones tramposas, democracia, libre competencia, no comunismo, se acabo el sindicalismo priísta y los contratos de protección, etc., etc. Pero sobre todo, el cardenismo no llegará al gobierno. La posibilidad de deshacerse del PRI provocó que políticos cómo Porfirio Muñoz Ledo y otros identificados con la izquierda apoyaran esa candidatura. Incluso la jerarquía católica se unificó en torno a la candidatura de Fox y promovió que las organizaciones laicas y semi-laicas (bajo siglas de asociaciones civiles u ONG’s; unas de derecha y otras de izquierda) que pululan a su alrededor se sumarán al coro por el voto útil, para sacar al PRI del gobierno… pero la rabia no acabó porque no murió el perro. Los señores del dinero, el yunque y Fox descubrieron que el asunto era más complicado. Se vieron obligados a poyar y apoyarse en charros sindicales priístas, a depender de burócratas y milagreros priístas, pagaron cuotas políticas y económicas a los perdedores y se lanzaron a la corrupción con desenfreno y lujuria, pero sin cumplir ninguna de las promesas. El gobierno foxista se aisló, el yunque entró en crisis invadido por oportunista y Fox se deprimió y enloqueció. El triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones del 2000 por la jefatura de gobierno del Distrito Federal, fue el inició de su campaña por la presidencia para 2006 y su romance con un sector de la oligarquía, el de Carlos Slim. Había motivos para el acercamiento: compartían o creían compartir el enemigo (el sector de la oligarquía que apoyaba al priísmo) y la receta para rescatar al país. Con la llegada de Fox a la presidencia los bárbaros del norte no se empoderaron como se les prometió porque el gobierno fue asaltado por la chusma yunquista (y los miles de recién conversos), fueron mandados a un rincón los aliados de la sociedad civil, del centro y de la izquierda que promovieron el voto útil. Si el yunque logró poner a su mascota en la presidencia, esta y el gobierno le pertenecen al yunque; fue el razonamiento del yunquista. Casi nadie quería acercarse al PRI, pero con el apoyo de los pocos fieles, sus malas artes y sus gobernadores demostraron en 2003 que su franquicia no estaba agotada. La situación de la economía nacional iba peor que durante los gobierno priístas, el desempleo masivo-crónico creció y la espiral de violencia del narcotráfico se inicio. En contraste, el gobierno de la Ciudad de México parecía diferente. El Jefe de Gobierno trabajaba de sol a sol y sobre todo promovía obra pública de gran calado, es decir, pese a su discurso izquierdista estaba dando pingües negocios a los grandes empresarios, al tiempo que su política social (subsidios a la pobreza) contribuía a dar estabilidad política y de alguna manera logró acotar a la delincuencia. Las comparaciones favorecían a López Obrador, tanto por su habilidad y eficiencia como por la incompetencia del gobierno de el yunque. Ello abrió espacio para que López se lanzara a la ofensiva y dictara la agenda de discusión pública a nivel nacional durante seis años. En ese periodo fue el presidente legítimo y real del país, en el sentido político, pero sin el cargo y sus atributos. Su imagen creció como la espuma. Al mismo tiempo creció y se diversificó el movimiento sindical. En 1997 el SME rechaza la intentona privatizadora del sector eléctrico del gobierno de Ernesto Zedillo, en 1998 se constituye la Asamblea Nacional de los Trabajadores, para oponerse a la reforma a la Ley Federal del Trabajo, en 1999 el SME promueve la constitución del Frente Sindical Mexicano,


en 2001 se integra la Promotora de la Unidad Nacional Contra el Neoliberalismo, en 2003 nueve caravanas recorren el país y a su llegada a la ciudad de México se constituye el Frente Sindical, Campesino, Social y Popular, para 2004 se intenta un primer paro nacional en el que participan alrededor de 500 mil trabajadores en todo el país y en 2005 inicia la secuelas del Diálogo Nacional, que arranca bien y luego se va achicando. Con un gobierno de la alianza PAN-Yunque fracasado y desilusionante, un PRI sin liderazgo y con la peor de las famas, sobre todo la de ineficiente y corrupto, la posibilidad de un gobierno federal encabezado por López Obrador no se veía tan mal. El grupo de Slim y sus amigos y aliados promovieron esa candidatura y otros observaron expectantes, a ratos con miedo a ratos con interés. Pero en su camino se atravesó el trabajo persistente de los cuadros de el yunque, apoyados por algunos megamillonarios radicalmente derechistas como Lorenzo Servitje, a los que se sumaron los enemigos personales de Slim (unos por competencia comercial y otros por odios viejos como Roberto Hernández), los enemigos de AMLO, los rechazados por López Obrador como la Gordillo y sectores priístas temerosos de ser castigados si la promesa democrática se hacía realidad. Poco a poco en la medida que López Obrador recolectaba apoyo popular y de la clase media la mayoría de la clase política, de los “poderes fácticos” y de la oligarquía se unía en su contra. AMLO cuidó mucho su discurso para no aparecer como radical o izquierdista, pero la campaña difamatoria en su contra hicieron mella, caló sobre todo entre los dueños del país, que por más que AMLO trataba de ofrecerles garantías no logró convencerlos de que no es lo que el yunque y sus corifeos afirman. Una vez convertido AMLO en el enemigo de los grandes empresarios, gracias a la prestidigitación de los yunquistas, resultó natural que poco a poco la campaña difamatoria y las amenazas veladas y abiertas indujeran de nuevo la unidad, coyuntural, de la oligarquía mexicana. Algunos participaron, otros financiaran y la mayoría convalido el operativo para adoptar a Calderón como candidato, convertirlo artificialmente en el candidato ganador, realizar un fraude electoral, “legalizarlo” a través del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y luego enfrentar unidos la resistencia y oposición de los millones que se sintieron ofendidos por el golpe de estado. Calderón fue el primer presidente electo en vivir entre el exilio y la clandestinidad. Paso la mayor parte del tiempo, entre agosto y noviembre de 2006 en el extranjero. Permaneció oculto, casi toda su estancia en México, pues dónde se presentaba la gente le gritaba de espurio y usurpador para arriba. Muy poco tiempo duró la artificial unidad de la oligarquía mexicana. Con el gobierno de Calderón no salió el sol para el empresariado mexicano, pues el tráfico de influencias, las licitaciones tramposas y la corrupción en general siguieron. La división volvió a profundizarse cuando los efectos de la delincuencia desatada alcanzaron de manera pública a grandes empresarios. Muchos se habían quejado de la inseguridad pero no habían trascendido; los casos de los hijos de Alejandro Martí y de Nelson Vargas se convirtieron en emblemáticos y representativos de una situación que a toda la sociedad afecta. La gran burguesía mexicana pagó la campaña de Calderón, convalido y apoyó el fraude y apoyó al nuevo gobierno e incluso se creyó la necesidad de hacer la guerra a las bandas del narco. Pero a cambio recibió nada. Los priístas recuperaron el apoyo de un sector de grandes empresarios. Decidieron, impulsar desde ya la candidatura del relevo, tratar de repetir el método empleado para imponer en la presidencia a Fox: crear un ambiente de aparente unanimidad, convertirlo en ganador (darle esa imagen) desde antes de la elección, acostumbrar a la gente a su presencia e imponerlo con un fraude tan aplastante que nadie preste oídos a alguna denuncia. Peña Nieto fue el seleccionado. El grupo promotor y los patrocinadores fueron ganando credibilidad por la sobreexposición de Peña en los medios, por la mano dura usada contra el movimiento de San Mateo Atenco y sobre todo por el fracaso del gobierno de Calderón. Los amos del norte no confían en el PRI, por más que jure haber dejado sus tendencias jacobinas y para mostrarlo se aliara con el sector más conservador de la jerarquía católica e impusiera reformas misóginas que penalizan el aborto como delito en diez y siete entidades de la república. Y el grupo de Carlos Slim, simpatiza menos con esa candidatura, toda vez que sus


promotores más visibles son quienes le impiden entrar al mercado de la televisión, usando para ello al gobierno de Calderón. Prevalecen las tres visiones de la oligarquía sobre el qué hacer con México y a quién encargarle el trabajo. El grupo del centro del país, más afín al regreso del PRI espera hacer su agosto con un gobierno encabezado por Peña Nieto. El grupo del norte no apuesta a Peña Nieto, le teme al PRI, ya no confía mucho en los consejos de los yunquistas, pero su vocación anticomunista, extremista y autoritaria sigue incólume. Un sector de los barbaros del norte prepara como candidato de repuesto al gobernador de Nuevo León, con la misma estrategia empleada con Peña Nieto. Pero otros prefieren mirar o influir en la evolución de las cosas en el PAN, donde compiten personajes promovidos por diversos grupos con el propósito de ganar patrocinadores y luego la elección interna. Son tres los finalistas, Vázquez Mota, Creel y Ernesto Cordero, el delfín de Calderón. El candidato más próximo al yunque es Creel, pero Josefina podría ser una buena opción para vencer al candidato del grupo de Calderón, quién ofrece y prepara una salida autoritaria para impedir el regreso del PRI y/o una insurrección desde la izquierda ante la frustración por un tercer gran fraude electoral. Para el grupo de Slim la cosa no pinta bien. Apoyar de nueva cuenta a López Obrador lo confrontaría con sus pares y podría dejarlo con muy pocas o ninguna posición en el gobierno federal, lujo que en ninguna parte del mundo puede darse un magnate, pero en México y otros países rabiosamente corruptos, es casi un suicidio. Siempre tendrá el recurso de copatrocinar a algún candidato, pero si llega tarde este ya tendrá compromisos con otros patrocinadores. Ningún candidato del PAN le apetece porque la política económica no tendría los cambios que este grupo considera urgentes. Además de que este partido se encuentra subordinado políticamente a sus competidores del norte y no cuenta con candidato ganador creíble. Tampoco le place la candidatura de Peña Nieto, por las mismas razones de política económica y porque ese candidato esta subordinado (es mascota) de sus enemigos en las telecomunicaciones. Para el grupo de Slim hay tres caminos: 1) la resignación limitándose a ser espectador y aportar dinero a la campaña del candidato ganador para ser copropietario del presidente y su gobierno; 2) Buscar o crear su propio candidato en alguno de los partidos o en “la sociedad civil” para ofertarlo a alguno de los partidos y; 3) Aliarse con el ala progresista de la iglesia católica para seguir promoviendo la idea de que es indispensable impedir el regreso del PRI, promoviendo la candidatura de un personaje con imagen progresista, pero no radical ni polarizante y poco polémico y bajo el discurso de paremos al PRI conseguir el apoyo de los señores del norte o de una parte de ellos para construir una alianza entre el PAN y el PRD. * Sindicalista e investigador independiente del mundo del trabajo.


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