REUSO 2015. VALENCIA
LIBRO COMUNICACIONES PAPERS BOOK
IIII Congreso Internacional sobre Documentación, Conser vación, y Reutiliz ación del Pat rimonio Arquitectónico y Paisajístico A
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'01'23$%2'4!'25$63&673'8'4!'29:4;&673<'4:#'&:3=;3$:#'>6#$7%6&:#'?24' @;36&6A6:'?2'9!423&6!1' Es fácil distinguir en la cartografía actual del municipio de Valencia, determinadas morfologías que se diferencian de las de su entorno y que el planeamiento vigente califica como conjuntos históricos protegidos. Si comparamos esta cartografía con otras históricas, se comprende que dichas morfologías se corresponden con los núcleos urbanos de antiguos municipios independientes. Comparadas estas cartografías, se pone de manifiesto que a lo largo del siglo XIX estos núcleos de la periferia de Valencia evolucionaron utilizando sus propias reglas de crecimiento, mientras la ciudad se estaba asegurando territorio para su crecimiento mediante la anexión de los municipios que le rodeaban, territorio sobre el que había comenzado a extenderse por expansión (ensanche) y sobre el que había proyectado su extensión por enlace hasta el municipio Pueblo Nuevo del Mar, renombrado como barrio de El Cabanyal tras su anexión en 1897. Para poder abarcar el término municipal en toda su extensión y organizar su territorio, se emplearán cartografías con escalas de denominador alto sobre las que se depositará una mirada vertical que entre otras, impidió apreciar las reglas propias de evolución de los antiguos núcleos urbanos. La redacción de los documentos urbanísticos propios de los mecanismos de crecimiento por expansión y por enlace, afectados de esta hipermetropía, poco o nada tienen que ver con aquellas estructuras urbanas preexistentes que vieron alteradas su morfología y también, su urbanidad por la multiplicidad de la oferta de la metrópolis y las expectativas por su recién adquirida centralidad. Este defecto pone en riesgo de extinción a estos conjuntos históricos como estructuras urbanas diferenciadas que dotan de riqueza y diversidad al término municipal de Valencia. Para conjurar ese riesgo desde la indispensable autonomía de la arquitectura como arte para imaginar una ciudad mejor y más bella, proponemos emplear una mirada horizontal, apoyada en la experiencia de unas relaciones reales, analógicas, que se reconocen en el ambiente, en el paisaje urbano característico de la vida en los conjuntos históricos. Una mirada desde la inmediatez de lo particular que no caiga en la miopía del voluntarismo subjetivo y utilice las lentes correctoras que permitan una lectura global. Una mirada que acompase el tiempo de lo morfológico al del progreso social, para que la población existente pueda acceder a las mejoras y la belleza, y no acabe siendo expulsada; para que morfología y población sigan siendo una estructura urbana diferenciada que dote de riqueza y diversidad al término municipal de Valencia. Como parte de esta investigación, este artículo se centra en el análisis del sistema de espacios privados de uso residencial, por ser ésta la principal responsable del paisaje urbano de los conjuntos históricos sin monumentos que nos interesan. Sus características serán explicadas mediante la abstracción tipológica del resultado del análisis de las relaciones de la edificación con el lugar y sus usuarios, en lugar del habitual análisis formal. Para ilustrarlo, se acudirá a un ejemplo concreto: el mencionado barrio de El Cabanyal. '
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B1'?24'$6A:'C:%@!4'!4'A!$%73'?2'$6A:#'%24!&6:3!42#1! Según la definición dada por Quatremère de Quincy en su ;$**$+)('$+! K$%9A'$*+! 6-! ('@#$9-*9#'(!“la palabra tipo no representa tanto la imagen de una cosa que haya que copiar o imitar perfectamente como la idea de un elemento que debe él mismo servir de regla al modelo”; el tipo no representa un diseño cerrado, no es “una cosa que debe ser copiada o imitada perfectamente”, sino unas directrices que dan “idea de un elemento que debe servir, él mismo, de regla al modelo” (Quatremère, A. 1832). Coincide así con Ludovico Quaroni, que considera el tipo un “instrumento abstracto y clasificatorio”, muy diferente al modelo, pues este último aporta en cambio “singularidad, concreción, perfección y ejemplaridad” (Quaroni, L. 1970). Este punto de vista, que ahonda en la distinción entre los conceptos de tipo y modelo, es recogido y expresado también, y de forma muy clara, por Rafael Moneo en F+I'-!3(!)+*$A)!6-! 9$<+!cuando dice: “El tipo, que encontraba su razón de ser en la historia, la naturaleza y el uso, no debía, por tanto, ser confundido con el modelo, la repetición mecánica de un objeto. El tipo manifestaba la permanencia en el objeto, simple y único, de aquellas características que lo conectaban con el pasado, dando razón así de una identidad, acuñada años atrás, pero siempre presente en la inmediatez del objeto” (Moneo, R. 1978)P Según estas definiciones, después de analizar las características formales de los objetos, se seleccionan las permanencias que definen el tipo. El análisis se efectúa con independencia de dónde se encuentren, mientras que su relación con el usuario queda relegada a una imprecisa mención a la identidad. Definido por la escuela crítica italiana tras el rescate de características formales repetidas en ejemplares de la historia, el tipo es considerado una categoría propia del estudio, la crítica y el proyecto de arquitectura, aplicable universalmente. En cambio, no contempla la localización geográfica concreta de la ciudad, ni que ni ésta ni la arquitectura son posibles sin población, sin vida en colectividad. Para contar con estos ingredientes, se propone completar esta visión propia del estructuralismo, con otra más particularista: la empleada por Christopher Alexander, en su libro “Un Lenguaje de Patrones”. El estudio de los patrones se realiza a partir de la observación de la ciudad contemporánea tal como nos es dada; incorpora las relaciones entre objetos y usuarios, entre los edificios y los sitios urbanos y la vida que se genera en ellos, entre el barrio y sus vecinos, entre la ciudad y sus ciudadanos. Se pretende reconocer las virtudes de aquellos edificios y sitios urbanos que “están vivos”, que estimulan el uso y la apropiación por parte de sus habitantes, potenciando su desarrollo pleno (Cristaldo, J. C. 2011). ' La lectura tipológica que se propone en este artículo, trata de superar el concepto de tipo formal basado en el estudio de objetos ejemplares descontextualizados. Por su propia naturaleza, se apoya en el particularismo histórico, que supera el estructuralismo de la escuela italiana de los año 60 del pasado siglo, y afirma que las relaciones de esos objetos con sus usuarios y sus condiciones de borde, no son intercambiables entre los distintos pueblos, lo que evidencia la necesidad de conocer la historia y singularidades específicas a través del desarrollo de trabajos de campo, con la premisa de que la ciudad construida y habitada no es el problema, sino parte de la solución, si se le concede la posibilidad, hasta ahora negada, de ser diferente.
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Las reglas tipológicas que se definan, basadas en sistemas de relaciones, se desvincularán de cualquier voluntad formal sin renuciar a una voluntad de ‘universalidad concreta’. Todas juntas, se empaquetarán en ‘patrones ambientales’ que desde el presente expliquen la evolución pasada y generen un marco de actuación para un futuro de progreso atento a no quebrar el “*+)9$)##=, fruto de la fusión o la diferenciación de culturas particulares o de alguno de sus elementos en épocas distintas” (UNESCO 1998), con el que la UNESCO ha definido la cultura. La arquitectura como generadora y a la vez producto de la cultura, debe contribuir a ese *+)9$)##=. Así, la arquitectura de cada momento se auto-referencia en el curso de la historia ante su pasado, pero también con su futuro mediante unas relaciones metafóricas, poniendo de manifiesto su continuidad. El concepto de ‘tipo relacional’, junto con el de ‘patrón ambiental’, facilitan la autonomía artística de la arquitectura y las poéticas personales en busca de la belleza, pero sin quebrar el *+)9$)##=: “Se concluye por ello reconociendo la fundamental unidad o continuidad, en el proceso ideativo, del momento de la tipología y del momento de la invención, siendo este último solamente el momento de la respuesta a las exigencias de la situación histórica actual, a través de la crítica y la superación de las soluciones pasadas, sedimentadas y sintetizadas en el esquematismo del tipo” (Argan, G.C. 1969). Para ilustrar los conceptos definidos en este apartado, se recurre a un ejemplo, cómo no, concreto: la definición del ‘patrón ambiental’ de la morfología del sistema de espacios Q5;C9F27!F6!?72!567;F63:;9<!F6!#<!09=93D9< ' D1';3'A!$%73'!@"623$!4'A!%!'24'"!%%6:'?2'24'&!"!38!41' Tras la conquista cristiana del siglo XIII, muchas poblaciones del litoral valenciano añadieron a su núcleo histórico tradicional situado alejado del mar y destinado al poder político, administrativo y económico, un segundo núcleo destinado a la industria pesquera y al comercio, a orillas del Mediterráneo. El conjunto histórico de El Cabanyal responde a la evolución de uno de estos poblados marítimos vinculado a la ciudad de Valencia, que al menos desde el siglo XVII es el lugar donde se produce la relación entre la ciudad y su playa. En un plano de 1796 se constata la existencia de un poblado de barracas y un puñado de casas dispuestas en hileras paralelas al mar [1]. Este poblado va a experimentar un espectacular crecimiento en los siglos posteriores que seguirá una serie de reglas para crecer y perfeccionarse, coherentes con las condiciones climáticas y topográficas, y con los modos de vida característicos de sus pobladores. El primer estadio registrado de este asentamiento es el de un conjunto de barracas de población, auto-organizadas en torno a un eje fundacional: el camino que unía el primitivo asentamiento de barracas cercano al Cap de França, conocido como El Cabanyal, con el Grau. A lo largo de ese camino sobre la playa, se va construyendo una morfología por yuxtaposición de barracas, un modelo de habitación que se había demostrado eficaz en la huerta vecina. Las barracas de huerta respondían a una tipología relacionada con el clima: estaban orientadas generalmente en dirección este-oeste, de forma que mediante sus
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fachadas opuestas se disfruta mejor del sol y las brisas marinas (Sanchis, M. 1999). Además se adaptan a la economía de sus habitantes por su sencillez constructiva y la disponibilidad de sus materiales de construcción. La dirección paralela a la costa del camino de conexión con el Grau, permite mantener la misma orientación este-oeste en las barracas yuxtapuestas. Esta disposición de calles en dirección norte-sur y edificios orientados este-oeste, se mantendrá en las ampliaciones del siglo XIX aprovechando los terrenos ganados al mar por las obras del puerto. Como el acceso a las barracas se produce por los hastiales, se presentan con la cumbrera perpendicular a la calle, por lo que vierten aguas por los laterales. Como por normativa debe verterlas en su parcela, cada barraca retira su pared lateral tres palmos valencianos de la línea divisoria de su propiedad. Y lo mismo la vecina, quedando entre dos barracas contiguas un callejón de seis palmos (1,36 m) que además, sirve para la recomposición de la cubierta de broza y paja de trigo. Este espacio medianero recibe el nombre de -%*(3X. Cuando las posibilidades de sus habitantes lo permiten y a partir de 1875 de manera obligada, una barraca se derriba y se construye casa en su lugar, no se puede construir en todo el terreno, pues los tres palmos de la -%*(3X deben quedar libres para que el vecino pueda recomponer la techumbre de su barraca: se trata de una servidumbre mutua y subsiste mientras subsista uno de los condominantes. Pero al edificar la segunda casa, puede hacerse en todo su terreno, pues ya ha desaparecido la servidumbre de su vecino que, si quiere, vende sus tres palmos al otro para tener pared medianera; en caso contrario quedará entre las dos casas un hueco de tres palmos (Gosálvez, V. 1998). Toda esta prolija explicación, viene al caso porque a la existencia de la! -%*(3X y a las subdivisiones de la parcela original de 34 palmos, se deben los diversos anchos de parcelas generados por el proceso de transformación gradual de barraca a casa (Figura 1). La parcelación menuda y diversa actual, entre los 320 cm y los poco más de nueve metros de anchura, está relacionada con la estructura de propiedad del barrio, pues no puede entenderse la diversidad de su parcelación y de la edificación que en ella se construye, sin señalar que generalmente responde a dinámicas de autopromoción. La parcelación es garantía del carácter popular de la propiedad y permite edificaciones útiles para diversas composiciones familiares y diversas economías. Durante todo el proceso, se ha ido consolidando otro invariante: desde la época de las barracas cada vivienda mantiene una relación directa con la calle sin interponer elementos comunes; esta característica hace que las calles, como prolongación del espacio privado, sean un eficaz soporte de las relaciones sociales de sus habitantes y no se perciban como un espacio totalmente público. Además, durante este proceso de evolución de la barraca a la casa y más tarde, en la renovación de las propias casas, se mantendrá la tipología geográfica utilizada por las barracas de huerta: la doble orientación este-oeste, asegurada por la existencia de un patio trasero. Las fachadas de las casas así dispuestas tienen todos los días tienen su rato de sol, mientras que las aceras de las calles de acceso en dirección norte sur, tienen su rato de sombra; sus estancias están eficazmente ventiladas gracias al régimen de brisas marinas.
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Figura 1. Proceso de transformación de la barraca a la casa.'Fuente: elaboración propia exceptuando las ilustraciones de los apartados ‘Estado inicial’, de Gosávez, V. (1998). "(!I(''(*(!O(3-)*$()(. Valencia: ICARO-CTAV; y ‘Estado final’, fotomontaje de Vicente Gallart.'
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El ‘patrón ambiental’ de la morfología del sistema de espacios privados de uso residencial de El Cabanyal, estaría compuesto por tres reglas tipológicas relacionadas con sus pobladores, características de la parcelación y apropiación de lo público, y el clima: · Parcelación menuda y variada · Relación directa de cada vivienda con la calle · Doble orientación este-oeste de los edificios
Figura 2. Reglas tipológicas de la morfología de espacios privados de El Cabanyal. Fuente: elaboración propia.
La aplicación de este patrón ha dado como resultado un conjunto popular, especialmente saludable, bien soleado y ventilado –situación que no es común en los Conjuntos Históricosdonde calles y travesías, encuentran su límite y su definición en el protagonismo que cada fachada de cada edificio pretende para conseguir el marco adecuado a las relaciones sociales que se desarrollan en ellas. La propia dinámica de este proceso –en particular, la observación de las dos reglas tipológicas relacionadas con sus pobladores- ha ido adaptando la altura de los edificios a la evolución de las ordenanzas y las necesidades y economía de sus propietarios, lo que produce el perfil característico de las calles de este conjunto histórico, sin una altura reguladora máxima. La vigencia del ‘patrón ambiental’ constituye una aportación crítica desde la disciplina arquitectónica frente a las contradicciones que actualmente amenazan con destruir el eficaz sistema de producción de espacio urbano de El Cabanyal. Además, su continuidad facilita el uso de poéticas personales en busca de la belleza y la mejora de la ciudad, propias de la autonomía de la arquitectura como arte, a la vez que morfología y población de El Cabanyal sigan siendo una estructura urbana diferenciada que dote de riqueza y diversidad al término municipal de Valencia. ' E1'&:?!<'#:"%2'4!'@2@:%6!1' La memoria es presente, gerundio, se alimenta de situaciones vividas (y aprendidas) y por lo tanto en continua evolución. El hecho de que sea presente, aplana el tiempo y puede llegar a producir falsas imágenes, las cuales se apoyan habitualmente en el oxímoron de la “memoria histórica”: en una añoranza del pasado y en la idea de una cultura estable, paralizada (Nora, P. et al. 1984-1993). Ante esto, la investigación histórica debe servir tanto para dotar de espesor temporal a la memoria, como para imaginar el futuro; para generar desde el presente ‘memoria futura’ que no quiebre el *+)9$)##= del binomio arquitectura!
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cultura. Las reglas del ‘patrón ambiental’ de El Cabanyal, identificadas según la lectura tipológica descrita en este artículo, son prueba de ello: a la vez que mantienen el paisaje y la característica vida en comunidad del barrio, permiten su evolución sin la necesidad de falsos históricos, dando lugar a soluciones tan diversas como lo son las maneras de vivir que tienen lugar en él. La lectura tipológica propuesta en este artículo, es aplicable a otros núcleos históricos y en particular, a los demás conjuntos históricos protegidos por el planeamiento vigente en el término municipal. Según esta lectura, se pueden generar ‘patrones ambientales’ específicos para cada uno de ellos, que los rescaten del riesgo de extinción y los incorporen a la estructura global de la ciudad como estructuras urbanas capaces de progresar por sí mismas, acompasando el tiempo de lo morfológico al del progreso social; estructuras urbanas que fortalecen la “memoria social” (Fentress, J. y Wickham, C. 2013), entendida ésta como una expresión de la experiencia colectiva, capaz de dar sentido al pasado y de definir aspiraciones de futuro. ' 3:$!#' !"!Plan Geografico de la Población de la Playa de la Ciudad de Valencia..., que se puede consultar en la Biblioteca Nacional de España, y en Internet a través de la Biblioteca Digital Hispánica: http://www.bne.es/ '
"6"46:F%!CG!' Quatremère de Quincy, A. (1832). Dictionnaire Historique d’Architecture. Paris: Libraire d’Adrien Le Clere et cie. Quaroni, L. (1970). Proyectar un edificio. Ocho lecciones de arquitectura. Barcelona: Xarait ediciones. Moneo, R. (1978). Sobre la noción de tipo. Publicado por primera vez en Oppositions 13 para el Institute for Architecture and Urban Studies. London: MIT Press. Cristaldo, J. C. (2011). Patrones como herramienta de análisis y proyecto urbanístico ambiental. Arquitextos 132.01, año 11, mayo 2011. Obtenida el 1 de mayo de 2015, de http://www.vitruvius.es/ Alexander, C. (1980). A pattern language / Un lenguaje de patrones. Barcelona: Gustavo Gili. UNESCO (1998). Informe Mundial sobre la Cultura. Cultura, creatividad y mercados. Madrid: UNESCO / ACENTO / Fundación Santa María. Argan, G. C. (1969). Acerca del concepto de tipología arquitectónica. Caracas: Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela. Sanchis, M. (1999). Les barraques valencianes. Valencia: Ed. Alfons el Magnánim. Gosálvez, V. (1998). La barraca valenciana. Valencia: ICARO-CTAV. Nora, P. et al. (1987-1993). Les lieux de mémorie. Paris: Gallimard. Fentress, J. y Wickham, C. (2013). Memoria social. Valencia: Frónesis Cátedra Universitat de València.
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DRAWING CITIES: DRAWING AS A TOOL TO LEARN AND TELL THE CITY DRAWING CITIES: EL DIBUJO COMO HERRAMIENTA DE APRENDIZAJE Y DE COMUNICACIÓN DE LA CIUDAD
Luis Francisco Herrero García1; Alfonso Fernández Morote2; Paula Cardells Mosteiro3; Lucía Martínez Estefanía4 Arquitecto, profesor del Dpto. de Proyectos Arquitectónicos (Universidad Politécnica de Valencia)1; Estudiante, colaborador en Dpto. de Proyectos Arquitectónicos (Universidad Politécnica de Valencia)2; Arquitecta (Urban Perspectives); Arquitecta4 (Urban Perspectives);3
ABSTRACT “Drawing cities” aims to use drawing as a tool to learn and to tell the city. If we take John Berger’s definition of drawing, then this act is a way to understand and rediscover things that we constantly are looking at. In this case, the observed object is the city. Such an approach helps to visualize in a very dynamic way the complex evolution of the urban fabric, and at the same time, it achieves to involve the audience in the construction of the sketch-city. Focusing on a practical experience, “Drawing Cities: El Cabanyal” performed in Valencia on July 2014, this communication will argue: how value can be added to the urban morphology by contextualizing its structure in a temporal and geographical framework, how conflicts can be detected in its evolution through the process of drawing, and how useful results can be generated to discuss and propose solutions. The final challenge would be to communicate this knowledge to an audience without any professional experience in urban planning.
Keywords Drawing Cities, Urban Perspectives, Learning, Communication, El Cabanyal.
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1. INTRODUCCIÓN: LA NECESIDAD DE FORMACIÓN PARA UNA PARTICIPACIÓN CIUDADANA MÁS CONSCIENTE EN LA GESTIÓN DE LA CIUDAD Y DEL PATRIMONIO. Hoy en día, el término “participación” se ha erigido como un concepto ineludible, tal y como en su día lo fue el de “sostenibilidad”. En la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, se establece en el artículo 27.1 “el derecho de la persona a tomar parte libremente en la vida de cultural de la comunidad”. Si se entiende la vida cultural como aquel “continuum, fruto de la fusión o diferenciación de culturas particulares o de alguno de sus elementos en épocas distintas”, como se extraía del Informe Mundial sobre Cultura de la UNESCO de 1999, es en la ciudad donde, con el paso del tiempo, se producen con mayor intensidad estas fusiones o diferenciaciones de las culturas particulares que alberga. Y es también en la ciudad, por lo tanto, donde se producen también los mayores conflictos derivados de estos procesos de transformación. El derecho recogido en el citado artículo de la Declaración de 1948, no puede entenderse entonces sino como el derecho de los ciudadanos a participar activamente en la creación de la ciudad: en la construcción de su “imagen ambiental” (utilizando el término de Kevin Lynch, que es conformado por la tríada de identidad, estructura y significado), y por supuesto, participando en su gestión. En síntesis, la participación ciudadana en urbanismo es uno de los Derechos Humanos (Caz, R. del, 2002). Por esta razón, las administraciones públicas y los agentes privados implicados en procesos urbanísticos deben propiciar espacios de confluencia y de participación, que permitan a todos los ciudadanos, y en particular a los grupos más vulnerables, tomar parte de las decisiones que atañen a la evolución de su entorno urbano, así como a responsabilizarse del mismo. Cuando estas decisiones afectan a una parte de la ciudad ya construible y habitada, la necesidad de proveer a la población de mecanismo de participación se hace ineludible. Siguiendo esta línea, si se realiza una valoración sobre cómo la disciplina urbanística y las administraciones públicas dedicadas al planeamiento urbano han asumida la creciente demanda de participación ciudadana, los resultados no serán muy satisfactorios. En la mayoría de casos, los instrumentos de participación son utilizados como mecanismos de “teledirección” (Sartori, G. 2015) donde se confunde la participación con la exposición pública. En muchos de estos casos, el objetivo es generar un consenso pasivo y desactivar o deslegitimar el conflicto social si lo hay. En consecuencia, el concepto de participación corre el mismo riesgo de ser banalizado, mercantilizado o vaciado de contenido crítico, como ha sucedido en multitud de ocasiones con el concepto de sostenibilidad durante las últimas décadas. Frente a la realidad expuesta, y si se entiende el concepto de la participación desde la perspectiva teórica que viene desarrollándose desde El derecho a la ciudad de Henri Lefebvre hasta los trabajos promovidos por la Habitat International Coalition (como en el Ciudades para tod@s de Anna Sugranyes y Charlotte Mathivet), en el que los procesos de participación en urbanismo han de promover una conciencia crítica y una actitud propositiva por parte de los ciudadanos, cabe preguntarse cuáles han sido las principales barreras que han impedido que esta tendencia se desarrolle plenamente. Al menos, se citarán aquí tres
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limitaciones (Delgado, G. 2007) que son: la falsa multidisciplinariedad, la excesiva burocratización y el metalenguaje urbanístico. Los planes de ordenación han venido siendo desarrollados tradicionalmente por equipos de arquitectos e ingenieros de caminos, canales y puertos, careciendo por ello de un enfoque realmente diverso, integral y complejo, como podría conseguirse incluyendo a otros profesionales que también trabajan sobre la ciudad desde otras disciplinas: como sociólogos, geógrafos, sanitarios y trabajadores sociales, etc. Una segunda barrera es la que supone el propio proceso de formalización de los planes, que resulta excesivamente burocratizado y complejo como para que se produzca una comunicación fluida entre la administración y los ciudadanos. El tercer elemento que actúa de barrera es el abuso del lenguaje técnico con objeto de establecer una relación de dependencia con el equipo de redacción o de generar un hermetismo tal que impida entrar a debate a la mayor parte de la población. Una vez asumida la necesidad de profundizar en el campo de la participación ciudadana en urbanismo, la cuestión es cómo y con qué técnicas se desarrolla para que sea efectiva, y más aún cuando se trata de la ciudad histórica. Este artículo trata de realizar una aportación con respecto a lo anterior, y para ello parte de la siguiente hipótesis: para avanzar en la superación de las barreras antes comentadas, se hace necesario desarrollar una fase de aprendizaje colectiva que complemente a las fases informativas, consultivas y propositivas, que por sí solas son insuficientes. De hecho, no se dará una participación eficaz si no se posee una formación básica para poder hacerlo. En definitiva se trata de que la población pueda desarrollar criterios de valoración propios con los que resistir a la manipulación informativa y tomar conciencia de los desarrollos urbanísticos en los que se encuentra envuelta, con lo que se estará promoviendo un mayor control ciudadano sobre intervenciones inapropiadas o expoliadoras sobre su entorno urbano y su patrimonio. De acuerdo con la argumentación anterior, este artículo presenta una técnica de creación de un espacio de aprendizaje colectivo en torno a la morfología de la ciudad histórica: las “drawing cities”. Tras presentar sus objetivos generales y su metodología, se explicarán las conclusiones y lecciones aprendidas a raíz de su puesta en práctica en una experiencia piloto desarrollada en el espacio público del barrio de El Cabanyal en Valencia, el 1 de julio del 2014. 2. LA ACCIÓN DIDÁCTICA COMO ESTRATEGIA DE CREACIÓN DE UN ESPACIO DE APRENDIZAJE COLECTIVO: LA METODOLOGÍA DE LAS DRAWING CITIES. La metodología de las “drawing cities” se origina como una actividad de investigación acerca del “city-telling”: una línea de investigación sobre la evolución morfológica de la ciudad construida y sobre su comunicación. En sus inicios surge en el ámbito de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Valencia, y que actualmente se realiza como un proyecto cooperativo desde distintas ciudades europeas por el equipo de Urban Perspectives [1].
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En este contexto, las “drawing cities” se desarrollan como una técnica pedagógica: se trata de una acción didáctica que construye un dibujo-ciudad en directo ante el espectador, y que es apoyada por un discurso que facilita la comprensión de las circunstancias y condicionantes geográficas, sociales y urbanísticas que subyacen en la morfología urbana estudiada. El fin último de esta actividad es fomentar un mayor conocimiento del espectador-habitante sobre la evolución y los valores de la ciudad construida y habitada que le rodea (Figura 1).
Figura 1. “Drawing cities” desarrolladas en diferentes contextos: en Berlín, en el marco del B-Tour Festival; y en Valencia, con alumnos del Liceo Francés. Fuente: Urban Perspectives.
Como se hacía referencia en el resumen de este artículo, las “drawing cities” utilizan el dibujo como herramienta de aprendizaje y de comunicación de la ciudad. Tal y como argumenta el crítico y escritor John Berger, dibujar nos obliga a entender y a redescubrir constantemente aquello que se observa: “Para el artista dibujar es descubrir. Y no se trata de una frase bonita; es literalmente cierto. Es el acto mismo de dibujar lo que fuerza al artista a mirar el objeto que tiene delante, a diseccionarlo y volverlo a unir en su imaginación, o, si dibuja de memoria, lo que lo fuerza a ahondar en ella, hasta encontrar el contenido de su propio almacén de observaciones pasadas” (Berger, J. 2012). Si el objeto dibujado es aquí la ciudad, el proceso nos permite entender su morfología a través del dibujo, y al efectuar su representación en un orden adecuado (contextualizándola en un marco temporal y geográfico), permite al observador detectar también conflictos en su evolución. Así, tomando el dibujo como herramienta principal, la metodología de las “drawing cities” reinterpreta una serie de conceptos clave sobre ciudad, percepción y aprendizaje, como se presentará a continuación: 1. La ciudad como un conjunto de experiencias fragmentado: Según Steven Hall, “una ciudad nunca se ve como una totalidad, sino como un conjunto de experiencias animadas por el uso, por las perspectivas que se solapan, por los cambios, la luz, los sonidos y los olores” (Hall, S. 2011). Si se parte de dicha hipótesis, en la que la imagen del medio ambiente urbano estará compuesta de experiencias individuales y de vistas parciales, la identificación de la imagen de la ciudad como un todo será un proceso intelectual, variable para cada ciudadanoexplorador, pero que puede ser compartido si se apoya en unas determinados elementos que interrelacionan identidad, estructura y significado.
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2. La identificación de “imágenes colectivas” como guía: Para establecer una relación entre la imagen de la ciudad como un todo y la información perceptiva, fragmentada e individual, se han de incrementar la cantidad de relaciones o de claves entre ambas fuentes de información. Dichas coincidencias son lo que Kevin Lynch denomina puntos de “imagen colectiva o imagen pública” (Lynch, K. 1964): lugares de interacción entre una realidad física única, una cultura común y una naturaleza fisiológica básica. Las “drawing cities” identifican estas estructuras urbanas, para poner en relación la visión perceptiva del espectador con otro tipo de visión, con la vista de pájaro de la cartografía, que es la que habitualmente utilizan los arquitectos y los urbanistas. 3. La “imaginabilidad” de la ciudad como eje de estudio: Tal y como lo constituía para Kevin Lynch, la “imaginabilidad” de la forma de la ciudad es uno de los principales ejes de estudio de las “drawing cities”. Por ésta se entiende a la capacidad de elaboración de imágenes mentales del medio ambiente urbano, que resultan fácilmente identificables, bien estructuradas y de utilidad para entender las transformaciones de la ciudad y la evolución de sus tejidos urbanos. Según el propio Lynch: “Una ciudad muy imaginable (evidente, legible o visible) parecería, en este sentido específico, bien formada, nítida, notable; incitaría a los ojos y los oídos a una atención y una participación mayores. La aprehensión sensorial de un contorno así no sólo se simplificaría sino que también se ampliaría y profundizaría. Una ciudad como esta sería una ciudad que pudiera aprehenderse con el tiempo como una pauta de gran continuidad, con muchas partes diferenciadas y nítidamente vinculadas entre sí. El observador perceptivo y familiarizado podría en ella absorber nuevos impactos sensoriales sin que se trastornara su imagen básica, y cada nuevo impacto iría a dar sobre muchos elementos precedentes”. De acuerdo con lo anterior, las “drawing cities” trabajan la “imaginabilidad” como un mecanismo que permite aprender a ver las formas ocultas en la extensa desorganización de nuestras ciudades. Gran parte de la población no está acostumbrada a organizar y representar visualmente un medio ambiente artificial en una escala de denominador tan grande, aunque hoy en día la mayor parte de nuestras actividades nos empuja a enfrentarnos con dichas representaciones, como por ejemplo en los servicios en línea de cartografía como Google Maps o en la georreferenciación móvil o GPS. 4. El aprendizaje interno y por medio de la acción: Las “drawing cities” hacen suyo aquel “learning by doing” [2] en el que se destaca el efecto pedagógico del aprendizaje por medio de la acción: dibujar es la acción que nos permite recorrer y compartir la ciudad con sus habitantes, mejorando el entendimiento que tienen sobre su propio entorno urbano. En La imagen de la ciudad, se defiende la tesis de que se puede modificar la imagen del medio ambiente urbano trabajando desde dos puntos de vista: actuando sobre la forma física exterior o contorno, y también mediante un proceso interno de aprendizaje. Este último enfoque es el que se adopta en las “drawing cities”, ya que como se verá en el caso de estudio presentado más adelante, la contextualización (estructura, identidad y significado) de un tejido urbano puede influir en cómo se percibe el espacio y generar un soporte válido para representar diagramas simbólicos sobre él. Las “derivas” y las “psico-geografías” situacionistas conseguían identificar claves en la ciudad desde una mirada fenomenológica utilizando diagramas simbólicos, y rechazaban las maneras tradicionales de representar la
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ciudad y sus estructuras urbanas (Wollen, P. 2001). La representación de las “drawing cities” se desarrolla a medio camino: puede ser soporte de diagramas simbólicos, muy conectados con lo perceptivo, con la experiencia y con la memoria, pero donde no se renuncia a elaborar una imagen de totalidad que sirva para contextualizar la morfología de manera rigurosa. Mediante esta técnica, la experiencia se convierte en fuente de conocimiento en sí misma. Introducidos los conceptos anteriores, la metodología de las “drawing cities” se puede resumir en tres fases: en la primera se desarrolla una fase de investigación sobre las estructuras urbanas de alta significación o “imágenes colectivas” del ámbito estudiado (estos puntos de coincidencia no sólo se refieren a elementos construidos, sino también a elementos naturales e incluso inmateriales, según el caso); en la segunda etapa se desarrolla un discurso historiográfico que permita posicionar las experiencias fragmentadas del espectador sobre una imagen completa de la ciudad, que se va construyendo ante sus ojos, de manera que trabajando la “imaginabilidad” del observador se identifican sus partes diferenciadas como nítidamente vinculadas entre sí; por último, el observador, ahora familiarizado con una “imagen ambiental” coherente, podría volcar sobre ella alteraciones y nuevos impactos sensoriales, sin que se trastornara su imagen básica, posibilitando una opinión más fundamentada, y fomentando la crítica constructiva y el debate público. 3. CONCLUSIONES AL HILO DE LA EXPERIENCIA DE “DIBUJANDO EL CABANYAL”. El 1 de julio del 2014 se llevó a cabo un “drawing cities” en un espacio público del barrio de El Cabanyal en Valencia (Figura 2). Esta acción en la que participaron vecinos del barrio y transeúntes, fue documentada en un audiovisual realizado por la cineasta Frédérique Pressmann y que puede encontrarse fácilmente en internet con el título de Dibujando El Cabanyal [3]. El barrio del Cabanyal es un Conjunto Histórico protegido de la ciudad de Valencia declarado Bien de Interés Cultural en 1993 y que desde 1998 se encuentra amenazado por un proyecto municipal de ampliación de una avenida, la de Blasco Ibáñez, que la atravesaría en su área central destruyendo gran parte de su tejido físico y social (Herrero, L. y Soldevilla, M. 2010). Este barrio no sólo posee un especial valor patrimonial derivado de su tejido físico, de su tipología y de su trama, sino que también ha preservado unas formas de vivir propias, y posee un tejido social relacionado íntimamente con su morfología. El reto de este “drawing cities” fue establecer un discurso historiográfico, que a través del proceso de dibujo sirviera para visualizar la “imagen ambiental” del barrio de El Cabanyal en relación con la ciudad de Valencia, mostrando la evolución de ambas en paralelo y sus interdependencias, y permitiendo al final del proceso generar una base “imaginable” sobre la que discutir, y que además fuera legible para una audiencia sin conocimientos específicos en urbanismo.
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El discurso se iba construyendo a partir de determinadas “imágenes colectivas” o “claves”. Por ejemplo, para la ubicación de la ciudad de Valencia resultaba fundamental la representación de los principales accidentes geográficos del territorio, como el río Turia, l’Albufera, y las montañas al norte y al sur del área metropolitana. Para situar el barrio de El Cabanyal, era necesaria la localización del puerto y de la línea de costa en 1796, año del que se dispone de una cartografía precisa de la alineación de las primeras barracas en torno al camino que une el Grao con El Cabanyal [4]. Se comprobó aquí la utilidad de la autoreferenciación espacial como un mecanismo para establecer una primera conexión entre la percepción del habitante y la “imagen ambiental” que se estaba construyendo: al realizarse la acción en la calle de San Pedro, evolución de aquel eje fundacional de 1796, era más sencillo para el observador imaginar las fases de crecimiento posteriores. Después, el dibujo-ciudad iba apoyándose en “claves” más particulares para atender progresivamente a una mirada más cercana al barrio: con las acequias y caminos de huerta, que devenían luego en las travesías del barrio, se generaba una urdimbre sobre la que disponer las manzanas estrechas y alargadas cuyas fachadas configurar las calles paralelas al mar; con la localización de los nodos e hitos se fortalecía la “imagen colectiva” de la trama resultante, etc.
Figura 2. Fotogramas del video-documental que recoge el “drawing cities” llevado a cabo en el barrio de El Cabanyal, el 1 de julio de 2014. Fuente: Dibujando El Cabanyal, Frédérique Pressmann.
Esta actividad permitía visualizar al menos dos cosas: que muchos de los conflictos y problemas del barrio venían asociados a la imposición de ciertas reglas heterónomas sobre su morfología, y que las reglas propias de su evolución y sus permanencias tipológicas eran las responsables del perfil característico del barrio y que a su vez relacionaban su morfología con su población (Herrero, L. y Fernández, A. 2014). Al terminar la actividad, también se habían generado conclusiones relacionadas con la “imagen ambiental” de la ciudad en su conjunto: como que la fachada marítima de la ciudad de Valencia es la de sus poblados marítimos y que por lo tanto, no se puede considerar El Cabanyal como un elemento aislado o una barrera, sino como un espacio con estructura propia y mediante el cual Valencia se relaciona con el mar de forma coherente. Con Dibujando El Cabanyal se comprobó que la didáctica de las “drawing cities” era eficaz para comunicar unas bases teóricas e historiográficas con las que debatir sobre urbanismo en un espacio de aprendizaje inclusivo. Al reconstruir la
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evolución morfológica del barrio, se podían poner en cuestión mitos y lecturas urbanísticas poco rigurosas, y se mejoraba la percepción que la población tiene de su propio entorno, fomentando con ello el reúso y la defensa de su patrimonio desde una posición más argumentada. Cabe concluir que potenciar una mejor formación en urbanismo de toda la sociedad, es una medida de empoderamiento social y de control sobre los principales actores involucrados en el planeamiento urbano. Tratando de realizar una pequeña aportación al respecto, se ha presentado en este artículo la metodología de las “drawing cities” como una técnica didáctica que, desde la autonomía de la arquitectura y el urbanismo, podría incluirse en talleres de participación ciudadana a escala de barrio para mejorar el conocimiento que la población tiene de su propio valor y de su papel en el continuum cultural que supone la evolución de la ciudad a la que pertenecen. NOTAS 1. Urban Perspectives es un grupo de arquitectos, urbanistas y exploradores interesados en conocer el entorno que habitamos. Más información en: http://www.urbanperspectives.org/ 2. El “learning by doing” es un concepto que desarrollaron en el contexto de la pedagogía del trabajo de la Escuela Nueva los profesores John Dewey y William Heard Kilpatrick. 3. Se recomienda el visionado del audiovisual de Frédérique Pressmann, Dibujando El Cabanyal, para un mejor entendimiento del artículo. Puede verse en: https://vimeo.com/112842437 4. El plano de 1796 al que se hace referencia es el Plan Geografico de la Población de la Playa de la Ciudad de Valencia..., que se puede consultar en la Biblioteca Nacional de España, y en Internet a través de la Biblioteca Digital Hispánica: http://www.bne.es/
BIBLIOGRAFÍA Caz, R. del; Gigosos, P; Saravia, M. (2002). La ciudad y los derechos humanos. Una modesta proposición sobre derechos humanos y práctica urbanística. Madrid: Talasa. Sartori, G. (2015). Homo videns. La sociedad teledirigida. Madrid: Suma de Letras. Delgado, G. (2007). La participación ciudadana en el planeamiento urbanístico y el fenómeno de la teledirección. Scripta Nova. Revista electrónica. Barcelona: Universidad de Barcelona. Berger, J. (2012). Sobre el dibujo. Barcelona: Gustavo Gili. Hall, S. (2011). Cuestiones de percepción. Fenomenología de la arquitectura. Barcelona: Gustavo Gili. Lynch, K. (1964). La imagen de la ciudad. Barcelona: Gustavo Gili. Wollen, P. (2001). Los situacionistas y la arquitectura. New Left Review, nº 8, pp. 138-152. Madrid: Akal. Herrero, L. y Soldevilla M. (2010). La plataforma Salvem El Cabanyal: doce años de lucha ciudadana. Revista Electónica de Patrimonio Histórico (e-rph), nº 6, junio 2010. Granada: Dpto. Hª del Arte - Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Granada. Herrero, L. y Fernádez A. (2014). Urban planning without social costs: a necessary approach to work in the consolidated city. Eurau composite cities: European symposium on research in architecture and urban design. Book of proceedings, abstracts & program. Istambul: School of Architecture of Istambul.
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