30 fotografías de
Bernard Plossu con 30 poemas de
Juan Manuel Bonet
6 de j u n io - 1 0 de j u l io 2 0 1 1
galería
josé r . ort e g a m a d r i d
•
m m x i
galería
jos é r . ort e g a Villanueva, 12. 28001 Madrid • Tel.: 91 5782201 jrortega.m @ telefonica.net • www.galeriajortega.com
comisario y diseño de la exposición: Fernando Castillo Cáceres coordinación técnica: José Ramón Ortega
de las fotogr afías, Bernard Plossu de los poemas, Juan Manuel Bonet © de la presentación, Fernando Castillo Cáceres ©
©
tipógr afo: Alfonso Meléndez • impresión: 3digital isbn: 978-84-x x x x x x-x x x-x • depósito legal: m-00000-2011 impreso en españa • printed in spain
Í N D I C E
c u a d e r n o d e v i a j e , por Fernando Castillo
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17
16 18 20 22 24 26 28 30 32 34 36 38 40 42 44 46 48 50 52 54 56 58 60 62 64 66 68 70 72 74
n o r d - s u d , 30 poemas de Juan Manuel Bonet ter min us nor d . . . . . . . . . . . . . a deuses de tr ens . . . . . . . . . . . poesía del comercio . . . . . . . . . v e r m e e r e n m o n t pa r n a s s e . . . m a pa d e m o n t s o u r i s . . . . . . . . . e l c r i a d o d e pa u l m o r a n d . . . . ár bol si mbol ista . . . . . . . . . . . a mber es . . . . . . . . . . . . . . . . . . . livres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . h o t e l d e l a i n fa n c i a . . . . . . . . r el oj f u nciona l ista . . . . . . . . a nochecer en l a costa . . . . . . sou v enir 194 3 . . . . . . . . . . . . . . e sc uch a n do a l ou is br auqu i er siempr e u na f ie sta . . . . . . . . . . gabinetes . . . . . . . . . . . . . . . . . en el mundo de sa mi v el . . . . . . bl oques . . . . . . . . . . . . . . . . . . . v e n ta na s i lu m i na da s . . . . . . . . r ecuer do de aquell a pol oni a l a f el ici da d . . . . . . . . . . . . . . . caminante . . . . . . . . . . . . . . . . . quinto imper io . . . . . . . . . . . . . mu rci a de r a món g aya . . . . . . . sur este . . . . . . . . . . . . . . . . . . . a m as esa hor a . . . . . . . . . . . . . . g ol ondr ina en el a ir e . . . . . . . volv i e n d o de m ata r ó . . . . . . . . a rte de l a foto . . . . . . . . . . . . . en casa . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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CUADERNO DE VIAJE
fernando castillo
E
l origen estuvo en «Terminus Nord», o quizás, antes, en Polonia-Noche o en Praga, «la de los dedos de lluvia». Línea
clara en la oscuridad, neón modianesco en la fotografía de Bernard Plossu que recoge Juan Manuel Bonet en su poema dedicado a esta imagen, elegía a una Europa de la memoria. Un feliz encuentro de fotografía y poesía, de arte y literatura, aparecido en la revista dublinesa Boulevard Magenta, que reclamaba una prolongación. Así nos lo pareció y la propuesta de una exposición conjunta de la obra del fotógrafo y del poeta, encontró un eco entusiasta en los dos protagonistas y en José R. Ortega, el galerista audaz que acogió la idea y ha permitido su desarrollo y la publicación de este libro, a la vez catálogo de la exposición. La unanimidad ha logrado que en poco tiempo aparezca y se muestre este Nord-Sud, afortunada coincidencia de fotografías y poemas, surgido entre otras razones de una identidad de la mirada.
Sin título
Si Plossu ha proclamado que «la fotografía habla de momentos hechos de nada», Bonet se refiere a su poesía, en símil fotográfico, diciendo que hay que «aprender del arte de la foto / que los instantes no decisivos importan, / que una y otra vez las cosas se repiten ] 7 [
iguales». Hay en ambos una poética de lo cotidiano, una distancia compartida de lo exótico y de lo excepcional –«un pormenor indica el todo», decía Azorín– que se refleja en la presencia de elementos comunes, de la memoria y de las atmósferas, en la disposición a «aprender del arte de la foto / a escuchar las lecciones del río». También ambos han reclamado la relación entre literatura y fotografía, que ahora se unen, complementándose, en un recorrido en el que se revela la condición de fotógrafo diverso de Bernard Plossu y de poeta viajero que tiene Juan Manuel Bonet, creador de territorios de la memoria. Nord-Sud, un cuaderno de viaje con el mismo título que la revista de Pierre Reverdy, efímera tribuna del cubismo en 1917, e idéntico nombre de la línea vertical de metro parisina que une dos puertas de la ciudad –de la Chapelle y Vanves– y dos barrios artísticos de la urbe –Montmartre y Montparnasse–, recorre lugares de una Europa a la que ambos, fotógrafo y poeta, están vinculados personalmente y de la que se reclaman pertenecientes. «Yo soy muy europeo», ha dicho Bernard Plossu en alguna ocasión, insistiendo en algo que aparece evidente a la vista de estas y otras muchas fotos, algunas incluidas en libros de título tan ilustrativo como Europa. Igual sucede con Juan Manuel Bonet, en cuyo poemario, que se muestra europeo desde los títulos que lo forman –Café des exilés, Praga, Postales, Polonia-Noche–, se puede recorrer los rincones del continente que forman el paisaje de su memoria. Ahora, con este nuevo libro Nord-Sud, confirma las características de su poesía, especialmente la existencia de un mundo personal en el que las referencias culturales y geográficas, en este ] 8 [
caso europeas, tienen una importancia esencial en la reconstrucción de ambientes y realidades. A lo largo de treinta poemas y de otras tantas fotos de Bernard Plossu, en su mayoría reunidas en una maratoniana sesión en la galería tarraconense de Chantal Grande –casi una orgía fotográfica en la que coincidimos José R. Ortega, Juan Manuel Bonet y quien firma estas líneas–, el poeta ha propuesto un viaje por una Europa diversa, que es tan actual como pretérita, en el que recoge la diversidad de Plossu y las claves de su poesía. Es la de Bonet una propuesta que ofrece un recorrido múltiple, a la medida del lector-espectador, de ahí la presencia de cierto simultaneísmo que permanece dentro del orden establecido –Nord-Sud–, tanto para la exposición como para este libro, y que, geográficamente, lleva de Amberes a Reggio Emilia, de Níjar a Lublin o de Lisboa a Marsella, sin olvidar el París natal del poeta, espacio central de este nuevo territorio europeo, de recuerdo casi carolingio, construido por Juan Manuel Bonet. Hay en esta treintena de piezas, o sesenta, si se prefiere separar fotografías y poemas, un recorrido por las que Bonet llama «las Europas perdidas» que para nosotros comienza con ese neón parisino de «Terminus Nord», que remite a viejos hoteles de estación de ferrocarril y «arquitectura severa», y continúa con el tintinesco Amberes, donde ese coche salido de El cetro de Ottokar es un retorno al pasado que propicia un magnífico haikú por el que cruza, naturalmente de forma fugaz, el mundo de Hergé. Luego se nos ocurre «Livres», el letrero de Bruselas que explicita la presencia de la literatura en el fotógrafo y la importancia del libro y de su búsqueda ] 9 [
en el mundo del poeta, y el recuerdo de aquella Polonia nocturna del «telón de acero», tan cinematográfico y literario, evocada magníficamente por Juan Manuel Bonet con la referencia a ese «hosco voivodato». También hay en Nord-Sud imágenes de sencillez casi minimalista, salidas de Tintín en el Tíbet, como el paseante de las nieves tirolesas que a Bonet le remite al dibujante francés Samivel y al mundo alpino y que, como el polaco, le resulta tan familiar, y hay otras de vigencia permanente como el caminante solitario de una melancólica Coimbra nocturna «que se confunde con el muro, con la noche del ‘pais da poesía’», o como el árbol de Vitré, que tan simbolista le parece. Como esa senda misteriosa del Parc Montsouris, escondida en pleno París, que le lleva a evocar un lugar hasta hace poco de ignoradas referencias, o como el hotel de Cerbère con nombre de comic de Edgar Pierre Jacobs, Belvedere du Rayon Vert, «venerable ruina fronteriza» tan cercana al poeta, que parece dispuesto a albergar a un Walter Benjamin que ya sabía su destino en Port Bou, o a la siniestra Milicia de Vichy que cruza por Lacombe Lucien, la película que reunió a Louis Malle y a Patrick Modiano. Un edificio situado «en un rincón rosellonés ferroviario», atalaya en unas tierras por las que han cruzado las huestes aragonesas hacia el laguedociano Muret donde aguardaba el implacable routier Simón de Monfort, o las columnas de exhaustos republicanos que, como Ramón Gaya o Antonio Machado, huían de un Giménez Caballero que proclamaba, entre ataques aéreos, que de nuevo había Pirineos. Sí, como dice Bonet de su infancia, «tantos miedos, hace tanto». ] 10 [
Entre las fotografías hay bodegones, unas naturalezas muertas que remiten al Morandi que tanto aprecian Plossu y Bonet, como ese escaparate italiano de cámaras de fotos, como la mesa de la muy literaria Coupole, convertida por mor del mantel –«mínimo escenario»– en un fragmento de Vermeer en pleno Montparnasse; el encendedor-barco –paquebote de juguete– que le resulta a Bonet un «pequeño talismán», o ese surrealista escaparate parisino –sí, verdadera «poesía del comercio»–, tan francés que de nuevo propone un ejercicio de memoria para recuperar pequeños escenarios callejeros que ya atrajeron a fotógrafos como Atget. Hay también máquinas en forma de coches y de inverosímiles autobuses polacos, de misteriosos ferrocarriles que se intuyen en las vías de una noche que se adivina gélida como los parajes que atraviesan el Transiberiano o el Orient Express que parecen esperar. Incluso, para completar géneros y poéticas, hay un retrato, sutil, en segundo plano, como dice Bonet, «que avanza misterioso, sigiloso», de quien bien pudo ser el criado de Paul Morand, inmóvil a la espera del escritor viajero, sin duda ausente, para servir la mesa en un comedor art-decó. Hay en Nord-Sud algo de Blaise Cendrars, quien en su Hombre fulminado decía que si Marsella era la ciudad de las llegadas, Lisboa era la de los adioses. Así parece confirmarlo la foto del viajero nocturno que se dispone a subir en el tranvía lisboeta, abandonando un Chiado que parece de Pessoa y fado, de espías y de refugiados, o la magnífica del paquebote en el balcón marsellés –¿quizás el espectro, mejorado y aumentado del pequeño buque salvador botado por Varian Fry?–, que le sirve a Bonet para homenajear a ] 11 [
uno de sus poetas, Louis Brauquier. Es una foto que a Plossu y a Bonet les recuerda un Albert Marquet, aunque también podía llevar a Matisse o a nuestro González de la Serna, tan dado a ventanas y veladores sobre el Midi francés. Un Mediodía que está muy cercano al fotógrafo y al poeta, al igual que el más meridional Sur de España, que son otras de las etapas de esta baedeker europea: Níjar, casi trasmutado en Nuevo México, o Murcia –«fina y polvorienta»–, donde Bonet convoca el recuerdo de su amigo Ramón Gaya, escondido tras esa palmera, tan pictórica. Y también hay Naturaleza en Nord-Sud. En las fotografías y en los poemas hay nieve, palmeras, montañas y pitas; golondrinas andaluzas y pájaros en bandada que se intuye huyen despavoridos de algún peligro, y árboles, árboles de parque y de calle, árboles urbanos que se obstinan en negar a la ciudad en el corazón de la urbe, árboles nocturnos de un Lublin de resonancias bélicas que convocan a rusos, polacos y alemanes. Pero sobre todo hay ciudades, esos lugares que definen a la vieja Europa, desde el Septentrión al Mediodía. Hay ciudades de la Mitteleuropa, con aire weimariano y de Alexanderplatz, las hay que permiten al poeta recordar –«Souvenir 1943»– el mundo agobiante del guetto marsellés, de las redadas y los Vel d’Hiv, las hay atlánticas y mediterráneas, continentales y marinas. Hay ciudades que casi no lo son; hay parques y hay algún suburbio –alguno descubierto «Volviendo de Mataró», como en una canción de Serrat–, con vías de tren y verbena, que es lo que define al arrabal, el lugar equívoco de población confusa, donde se encuentran lo irreconciliable: urbe y Naturaleza. Por haber, hay hasta ] 12 [
geometría y vanguardia gracias a las imágenes, muy metafísicas –«Anochecer en la costa» y «Reloj funcionalista»–, de Villa Noailles, en Hyères, la casa de los vizcondes más modernos y entregados al Arte Nuevo que financiaron L’Âge d’Or, la película apoteosis del surrealismo buñuelano escrita entre sus muros, que escandalizó al París que luego sería «kollabo», y que atrajo a los cines a unos furiosos Camelots du Roi ejerciendo de cruzados. Son fotografías para mirar y viajar, y son poemas no ya para leer o releer, sino para guardar y deleitarse con lo que nos descubre de las imágenes que los inspiran. Es una mirada doble, literaria y artística, artística y literaria, dedicada a territorios comunes que se complementan, recorriendo una personal y eterna Europa.
v iñe ta de Fernando Castillo Cáceres
Eso sí, en sentido Nord-Sud.
] 13 [
ter min us nor d
N
ORTE negro, arquitectura severa, fachadas solemnes y tras ellas sólo
la vida gris, los oficios, la magia también, oculta tras ese decorado, del eterno ritual del amor furtivo, de los amantes entre trenes, salones de los pasos perdidos, canciones de hace décadas, letras de óxido de la melancolía, letras parpadeando en el corazón de la noche de París. Fotografía Plossu, en Terminus Nord, las remotas nostalgias, todas las Europas perdidas que atrapadas quedan en esas letras.
] 16 [
a deuses de tr ens*
D
ESDE la infancia permanece
la fascinación por los trenes.
Entre sirenas y semáforos, marchar a las fronteras últimas: Varsovia escondida entre líneas.
* Ribeiro Couto
] 18 [
poesía del comercio
P
ASAJE del comercio, poesía
antañona del objeto, del lado
del Palais Royal, ya dicho por ti en uno de tus poemas antiguos que prefieres. Pasaje surreal, reino de la mercancía y su magia, parábola óptica, laberinto.
] 20 [
v e r m e e r e n m o n t pa r n a s s e
E
L orden en medio del bullicio de la noche eléctrica y caótica:
este mantel, mínimo escenario que te lleva hacia blancas quietudes, hondos silencios, y más al Norte.
] 22 [
m a pa d e m o n t s o u r i s
S
ÓLO unos días antes dijiste: «esta foto».
Sin saber dónde había sido tomada, y
sin sospechar que pronto los recorreríais, tan callando, esos blancos senderos, los mismos que el joven licenciado español, sesenta años antes, el corazón en vilo.
] 24 [
e l c r i a d o d e pa u l m o r a n d
A
VANZA misterioso, sigiloso, en la agobiante oscuridad dorada
habitual en esta clase de sitios. Es sólo un camarero, y en un chino –oros tan demóticos, de ficción– de barrio de París, y sin embargo para ti siempre será, con su rostro invisible, el raudo criado chino que nunca jamás tuvo Paul Morand.
] 26 [
ár bol si mbol ista
T
RANSPARENCIA del mundo, encaje de las ramas
sobre el cielo atlántico. Revoloteo de pájaros en el aire tan francés de Vitré, donde no estuve, pero donde estuve, gracias a este árbol.
] 28 [
a mber es
U
NA vez mĂĄs en el paĂs de TintĂn, y ese coche avanzando oscuro
por la gris avenida del pasado.
] 30 [
livres
P
ARQUE escueto con cuervos negros.
Pasajes en que suena el paso
del buscador de libros. Calle en cuesta y en ella una placa: La jeunesse blanche… Blanquísima Bruselas invernal, con tantas grandes letras medio borradas: fábrica de instrumentos de óptica, bistrot, tienda de partituras, Soldatenkino… Pavoroso el Palais de Justice en la niebla, y que más que nunca hoy te espanta.
] 32 [
h o t e l d e l a i n fa n c i a
T
E daba miedo la proa de ese hotel del Rayon Vert, de esa venerable ruina
fronteriza, de ese esqueleto o fantasma de edificio, en un rincón rosellonés ferroviario que es parte de tu infancia, cuando también te daban miedo, de vuelta a Perpignan, un raro chalet, y la fábrica de pólvora. Tantos miedos, hace tanto.
] 34 [
r el oj f u nciona l ista
R
ELOJ, mide s贸lo las horas de una Europa libre, feliz.
] 36 [
a nochecer en l a costa
L
A noche en calma guía el rumor de los aviones hacia la pista
balizada. El agua pugna con la conversación a media voz y el brillo de las copas. La brisa revuelve variopintas banderas, los manjares están a la altura, y las amigas cigarras tejen su música de fondo monótona. El mundo está, por hoy, bien hecho.
] 38 [
sou v enir 194 3
P
UEDE que sean sólo souvenirs felices
los que, bajo las persianas a cal y canto
cerradas, pregona el letrero desteñido. Y sin embargo hay algo trágico en el aire, otros recuerdos, la memoria tan presente de la infamia, la feroz destrucción del Panier y esa instantánea, tomada por uno de ellos el veintidós de enero del cuarenta y tres: la barbarie en acción a la luz de los focos.
] 40 [
escuch a ndo a l ou is br auqu i er
S
U voz temblorosa en la película leyendo sus versos inspirados
en Colombo, esos versos que parten de un cuadro propio, y tan, tan modesto. Su vida: los grandes paquebotes en la ventana, el mar exactísimo, la nieve cayendo sobre Shanghai, la colonia final en Colombo. Palabras sencillas: qué bien dicen su destino errante, su universo pequeño, y que permanece y crece.
] 42 [
siempr e u na f ie sta
(como en Le Grand Meaulnes)
S
IEMPRE una fiesta a lo lejos, su misterio. Ruedas giraban en la noche de neĂłn,
de fritangas y mĂşsicas, y al compĂĄs muchachas bailando. El adolescente entonces tan solitario y tan sin aire de cada fugitiva se prendaba.
] 44 [
gabinetes
G
ABINETES entrevistos, el mundo como amplia colección de esos instantes
que se encadenan, blancas mariposas cuyas alas arden en noches largas de verano. Gabinetes: lugares en que el pasado remoto se ordena en vitrinas y estanterías altas: el reloj y la última estrella de mar, la pampa al galope, la ancha marisma, el Muller-Thurgau y los Hagenauer, la selva, la tundra, el cosmos, Italia…
] 46 [
en el mundo de sa mi v el
Para Miguel
O
LA pureza, el esfuerzo, el caminar
entre la gran nieve, la soledad en lo
más alto, la belleza extrema del mundo, la enorme extensión de la pura belleza, la blancura y el silencio y el vacío, la honda desesperación, la esperanza…
] 48 [
bl oques
L
A desoladora belleza de esos bloques en la noche, la tristeza de un tiempo
que s贸lo redime la felicidad que era nuestro pan de cada d铆a. La belleza por siempre de tu rostro mordiendo aquella manzana en Plac Trzech Krzyzy.
] 50 [
v e n ta na s ilu m i na da s
S
IEMPRE esta dulce hora de las ventanas
iluminadas es hora simbolista.
La hora en que este viajero sueĂąa vidas, otras vidas que merecen ser vividas. Lublin la provincia-noche del poeta, Lublin la frontera-fortaleza donde en una oscura librerĂa de viejo nos esperaba, por fin, el Barnabooth polaco que yo buscaba para ti, y que ahora asocio a esta penĂşltima luz.
] 52 [
recuerdo de aquell a pol oni a
P
ROVINCIA, glaciaci贸n fuera del tiempo:
te imaginas en este autob煤s-g贸ndola
recostado en asiento a contramarcha, en un viejo universo en blanco y negro, navegando hacia qu茅 hosco voivodato.
] 54 [
l a f el ici da d
L
A felicidad puede ser esa imagen, que se te quedó tan nítidamente
grabada, de un tranvía lisboeta contratado por unos jóvenes, como tú fuiste joven en Lisboa. A toda máquina por las cuestas en la clara mañana oceánica, un tranvía convertido en lugar donde van sirviendo copas y desde el cual contemplar la vida, las obligaciones de los demás, el mundo absurdo. La felicidad puede ser esa imagen.
] 56 [
caminante
C
AMINANTE que se confunde
con el muro, con la noche
del «país da poesia». Caminante que eres también tú, atravesando el muro.
] 58 [
quinto imper io
M
ELANCOLÍA lusa, gravedad en el aire vertical y metálico.
Campanas en la mañana portuense. Caminar y caminar. Dar con largas escaleras donde el viento soplando da la vuelta. Altos miradores desde donde atalayar un día el retorno de los galeones y su Monarca.
] 60 [
murci a de r a món g aya
S
IEMPRE piensas en él en esta tierra:
huertos, palmeras, balsas, escondidos
valles con norias, y siempre el perfil y el azul de esas montañas al fondo. Largas tardes ocres tras los visillos, Cántico y el reloj catedralicio siempre al final de una calle muy estrecha que es como un largo pasillo en penumbra.
] 62 [
sur este
D
E un Sur tan blanco de sombras leves, y nubes indalianas que cruzan ligeras
por el cielo impecablemente azul, como ligero el ĂĄnimo del que pasa, que se recuerda antaĂąo por estas tierras, memoria profunda, casi en otra vida.
] 64 [
a m as esa hor a
A
MAS esa hora «entre chien et loup» y ese encenderse de los caseríos
en el campo, allá en el Sureste pobre. Llegan ruidos lejanos de peleas infantiles, de perros enredándose y una motocicleta que no arranca, de chicas riendo, y ese sol último haciendo brillar el mar, las chumberas: todo allá lejos y hace mucho tiempo, pero todo vivo, como si hoy.
] 66 [
g ol ondr ina en el a ir e
G
OLONDRINA en el aire, como puntos suspensivos, cablegrafĂa del alma
en el ancho azul de la tarde andaluza. Y el recuerdo de tantas cruzando finas, en orlas y en suspiros del Ochocientos y en este cobrizo papel de aleluyas: ÂŤla golondrina ligera / del verano es mensajeraÂť. Golondrina en el aire.
] 68 [
volv i e n d o de m ata r ó
V
UELVES de la ciudad de las altas murallas, de las tapias, de las chimeneas esbeltas,
del primer tren, del rojo de un ancla colgada en una esquina, donde ni sabes lo que anuncia. Melancolía del amanecer tan catalán y menestral, casi sin nubes. Van desfilando «dolços indrets», campanarios de hierro, pinos romanos, cipreses, viejas factorías y bloques inhumanos, neutras naves, puro arrabal coronado por nieblas leves.
] 70 [
a rte de l a foto
Para Pablo
A
L paso el rostro entrevisto, el escaparate en sombras,
la barcaza remontando el rĂo de la memoria, el patio y el coche de otra era. Al paso el rumor del viento, el vuelo de la mirada por la pared desconchada, la soledad entre muchos, los cuadros en el museo convertidos en espejo. Al paso la paz, la guerra. Al paso el mundo, la nada.
] 72 [
en casa
E
N casa navega firme este mechero-barco,
pequeĂąo talismĂĄn hermano de cierto broche vienĂŠs. Mechero-barco en el cual esconderse los amantes eternos.
] 74 [
L I S T A
D E
O B R A S
1.
París, 1992
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17
2.
París, 1985
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19
3.
París, 1986
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21
4.
París, 1970
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23
5.
París, 1989
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25
6.
París, 1973
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27
7.
Vitré, 1990
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29
8.
Amberes, 1992
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31
9.
Bruselas, 1992
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33
10.
Cerbère, 1975
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35
1 1.
Villa Noailles, Hyères, 1996
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37
12.
Villa Noailles, Hyères, 2000
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39
13.
Marsella, 1993
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41
14.
Marsella, 1975
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43
15.
Marsella, 1996
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45
16.
Florencia, 1996
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47
17.
Tirol, 1994
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49
18.
Polonia, 1992
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51
19.
Lublin, 1992
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53
20.
Polonia, 1992
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55
2 1.
Lisboa, 1987
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57
22.
Coimbra, 1987
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59
23.
Porto, 1998
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61
24.
Murcia, 1987
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63
25.
Isleta del Moro, 1989
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65
26.
Cabo de Gata, 1997
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67
27.
Níjar, 2003
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69
28.
Cataluña, 2002
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71
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73
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75
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29.
Reggio-Emilia, 2007
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30.
Madrid, 2002
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Be r n a r d Pl ossu nace en 1945, el mismo año en que finaliza la II Guerra Mundial, en Dalat, en el sur de un Vietnam que había vuelto de la ocupación japonesa a su condición de dominio francés, aunque efímeramente. ¶ Tras su llegada a Francia a los 13 años realiza con su padre un viaje al Sáhara con una cámara Brownie Flash regalada para la ocasión, que supone su descubrimiento de la fotografía y de la Naturaleza como uno de los temas esenciales de su poética geográfica. Muy interesado por el cine, es un asiduo de la Filmoteca en el París de la Nouvelle Vague de principios de los sesenta. En 1965 se traslada a México, donde realiza las fotografías para el primero de sus libros, Le Voyage Mexicain. Desde entonces se suceden los viajes, especialmente por África y Estados Unidos, y en 1978 se instala en Nuevo México, siguiendo luego los desiertos y el Mediterráneo español, concretamente por Almería –tierra materna de su mujer, la también fotógrafa Françoise Núñez–, donde vive desde 1989 hasta su regreso, unos años más tarde, al sur de Francia. ¶ Mediante el empleo en ocasiones de cámaras muy simples –«de juguete», diría él–, como la Instamatic, muestra una visión de la fotografía que le aproxima al movimiento beat y al ecologismo, sin abandonar los referentes literarios, que tienen en lo cotidiano, en los momentos hechos de nada –como dice Juan Manuel Bonet–, el motivo esencial. ¶ Ha publicado numerosos libros y ha expuesto en los principales museos, como el Centro Georges Pompidou (1988), la Fotohof Gallery de Austria (1994) o el Instituto Valenciano de Arte Moderno (1997). Entre otros premios ha sido galardonado con el Premio de la Crítica (París, 1977) y el Premio Atonal de Fotografía de Francia (1988). Asimismo es un entregado tintinófilo, cuyo ambiente «línea clara» ha recogido en muchas de su fotografías. fernando castillo cáceres
este libro se ter mi n贸 de componer u n 22 de m ayo de 2 0 1 1
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