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El renacimiento del dios del maíz

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Bibliografía

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[NA HUAS DE LA SIERRA

Dicen que a uno de por aquí se le llenaron de polilla todas sus mazorcas; ya no podía hacer nada con ellas y quería evitar que la polilla se pasara a otro lado e hiciera más destrozos. Así que este señor se llevó todas sus mazorcas al río y allí las tiró.

Poco después, un leñador que pasaba justo por esa parte del río se sorprendió al ver que había un viejo dentro del agua. El viejo dijo que tenía frío y le pidió al leñador que lo llevara a su casa. –Anda, llévame a tu casa –decía el viejo.

–¿Y si se enoja mi familia? –respondía el leñador. –No pasará. Verás que me van a querer. –¿Y cuál es tu nombre? –preguntó el leñador. –No tengo nombre, pero no soy una persona cualquiera.

El anciano era medio güero, iba vestido de blanco y traía un morralito. Como era muy mayor y tenía frío, el leñador se compadeció de él y se lo llevó a su casa. Al llegar, y después de calentarse, el visitante pidió que le dieran un poco de pan blanco, así que se comió una telera y un atole. Eso fue lo que pidió y dijo que sólo eso almorzaba, que no comía ni cenaba nada más.

Ya que se calentó y se alimentó, el anciano se quedó quietecito en la casa. No dijo nada más, sólo se quedó ahí. A la mañana siguiente la casa estaba llena de mazorcas, y el hombre del morral ya no estaba. La casa estaba de veras llena de mazorcas, como si se hubieran vaciado varias trojes.

Dicen que en las mazorcas apolilladas que se arrojaron al agua estaba el dios del maíz, porque él vive dentro de la planta. En agradecimiento al leñador que le dio cobijo y comida, el dios del maíz le regaló muchas mazorcas. En realidad era el mismo dios del maíz convertido en mazorcas para agradecer a quien lo ayudó.

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