La Cintura del País. El Istmo de Tehuantepec

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a primera parte de esta guía, se propone dar a conocer los principales aspectos, tanto geográficos como sociales, de la región del Istmo de Tehuantepec. La información está or­ ganizada de tal manera que los lectores, originarios o no de esta zona de México, pueden tener los referentes básicos para recorrer sus poblaciones y comprender un poco más sus costumbres. En la sección uno, “Geografía física y social del Istmo”, se muestran los componentes de la naturaleza, la historia y la etnografía istmeña; la sección dos, “El Istmo: urdimbre cultural de México”, refiere el im­ portante acervo étnico, conformado por zoques, mixes, chontales, huaves y, desde luego, zapotecos. Particularmente, la sección tres, “El encanto de las ciudades y pueblos del Istmo”, es un recorrido a través de siete comunidades de la región (Santo Domingo Tehuante­ pec, Heroica Ciudad de Juchitán de Zaragoza, Asunción Ixtaltepec, Matías Romero, San Juan Guichicovi, San Mateo del Mar y San Pe­ dro Huamelula), poblaciones que de alguna forma guardan la esen­ cia istmeña. Cabe decir con respecto a esta primera parte, que la información aquí contenida pretende sólo mostrar una panorámica del Istmo, por tanto no es un texto especializado; si esto se requiere, al final de la guía se anexa una lista de libros que pueden consultarse. No queda más, entonces, que comenzar nuestro recorrido y dejar­ nos llevar por tan prodigiosa región.


1. Geografía física y social del Istmo


Traspón los cerros de la gran cordillera del sureste y contempla el mar azul con sus ribetes de encaje y llegando que hayas a las exuberantes tierras que riega el Tehuantepec… Oaxaca recóndita, Wilfrido C. Cruz


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n el sureste de México, ceñido por dos mares, encontramos el Istmo de Tehuantepec, un territorio de belleza sublime, pues lo mismo ofrece la altura de sus serranías que lo in­ gente de sus valles o lo profuso de sus litorales; todo lo mejor que la naturaleza puede brindar. Pero, si acaso esto fuera poco, el “Istmo”, como llanamente es cono­ cido, posee otro paisaje, igual o más fecundo, el de su cultura prodigiosa: milenaria urdimbre tejida en pue­ blos y ciudades que todavía guardan el espíritu de ci­ vilizaciones ancestrales. El Istmo es una región estrecha porque lo abrazan las aguas del Océano Pacífico y del Golfo de México; sin embargo, en su exuberancia alcanza a cuatro esta­ dos del país: Chiapas, Tabasco, Veracruz y Oaxaca, en donde despliega esa geografía física y social que, desde

tiempos inmemoriales, le ha llevado a ser un lugar pro­ picio para la vida y admirado por su majestuosidad. Desde luego que es en el estado de Oaxaca donde el Istmo se ha afincado plenamente, tanto así que es una de las comunidades de esta entidad la que le con­ firió su nombre: Tehuantepec, un pueblo antiquísimo que se levanta en el corazón de esta zona meridional, primera cuna de la civilización zapoteca que arribó a esta región. Referirnos al Istmo, es entonces remitirse a esa esencia oaxaqueña que tanto valoran oriundos como allegados. Caminar por los senderos del Istmo, sin duda, es adentrarse en el paisaje y la cultura de una tierra pró­ diga que siempre tendrá algo nuevo para ofrecer, en un paraíso que aún hoy, cuando pareciera que todo está descubierto, no deja de sorprendernos. ¿Quién

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1. GEOGRAFÍA FÍSICA Y SOCIAL DEL ISTMO

La región geográfica que conforma el Istmo de Tehuantepec en México, se localiza entre los meridianos 94° y 96° oeste. En su punto más angosto, la región istmeña mide 200 km de distancia, entre el Golfo de Tehuantepec, en el Pacífico, y el Golfo de México. En cuanto a su superficie, ésta alcanza 1 997 557 km2. El Istmo es una de las ocho regiones que integran al estado de Oaxaca, junto con: Valles Centrales, Cañada, Tuxtepec, Mixteca, Costa, Sierra Norte y Sierra Sur. De acuerdo con el Censo del 2005, la región del Istmo es habitada por 562 155 personas, de las cuales 166 323 hablan alguna lengua indígena.

Monte Albán, la más bella ciudad del reinado zapoteca de los Valles Centrales de Oaxaca tuvo su desarrollo en dos periodos: el protoclásico (año 300 a. C.– 100 d. C.) y el clásico (año 100–800 d. C.). Su nombre zapoteco es Danibáan, “Cerro santo y funerario”, esto debido a que Monte Albán a la vez que fue panteón, adoratorio y observatorio astronómico, era principalmente una fortaleza militar. También se le ha denominado Monte Albante o Monte Blanco, por la apariencia de sus edificaciones.

Pág. anterior: Bahía del Istmo de Tehuantepec.

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que haya estado en el Istmo no quiere volver?, ¿y quién cuando es­ cucha hablar de este sitio no desea en ese momento conocerlo? Así es el Istmo de Tehuantepec, un lugar cuyo nombre por sí mismo ya es una invitación. Pero vayamos despacio y desde el principio en este recorrido por el Istmo. Comencemos por los oríge­ nes, aquellos que se remontan, se­ gún los hallazgos arqueológicos y las manifestaciones todavía vivas en los pueblos, incluso al nacimiento

de las primeras culturas mesoame­ ricanas, que son las raíces que le dieron a México este rostro pluri­ cultural. Hoy se sabe que los principales pobladores de la región istmeña se fueron asentando en el lugar en distintas épocas y provenientes de varios troncos étnicos. Así, de los actuales zapotecos del Istmo, los binni­zá, como se autonombran en su lengua, puede rastrearse su gé­ nesis en los primeros ocupantes de los valles de Oaxaca, grupos de nó­ madas que llegaron al lugar entre nueve y cinco mil años antes de Cristo, los mismos que al pasar de los siglos fundaron aldeas, y des­ pués ciudades, como Monte Albán, considerada una de las más emble­ máticas que se erigieron en el México antiguo. Los artífices del desarrollo hu­ mano y material en los fecundos valles de Oaxaca, durante todo el tiempo previo a la conquista euro­ pea fueron principalmente los za­ potecas, una de las civilizaciones más influyentes de Mesoamérica. Y aunque esta cultura compartió territorio y se relacionó con otras civilizaciones como la mixteca y la mexica, fue ésta la que alcanzó más esplendor y poderío en la zona, lo que le llevó a diseminarse hacia otras regiones; de esta manera lograron


1. GEOGRAFÍA FÍSICA Y SOCIAL DEL ISTMO

presencia en lo que ahora se conoce como Sierra Norte, Sierra Sur e Istmo, dentro de los límites del actual estado de Oaxaca. Los zapotecas o binnigula´sa´ (gentilicio en lengua zapoteca con que este pueblo se refiere a sus ancestros, “los antiguos zapotecos”) desarro­ llaron una cultura extraordinaria que se manifestó en los distintos aspec­ tos de su vida política, social y religiosa: fundaron ciudades, organizaron un sistema efectivo de gobierno, inauguraron un sistema de creencias y atendieron las artes lo mismo que la guerra; desde luego, también perfec­ cionaron su sistema de comunicación verbal: la lengua zapoteca o za, que hoy continúa como uno de sus principales elementos distintivos y que con orgullo emplean en su vida cotidiana. Igual que sucede con todo imperio, el zapoteca se expandió a otros territorios e hizo sentir su poder a otros grupos, a la vez que se nutrió de la cultura de distintos pueblos, a los que logró dominar; fue de esta ma­ nera que alcanzó el Istmo. Los investigadores coinciden en que ya para el siglo VIII o IX después de Cristo, la presencia de esta civilización en el Istmo era notable, aunque también es muy probable que los primeros binnigula´sá hayan incursionado en esta zona varios siglos atrás, estable­ ciendo una dinámica social que prevalece hasta nuestros días. Cabe decir que los binnigula´sá, no fueron los únicos ni los primeros se­ res humanos que se asentaron en tan extenso y rico territorio al sur de

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Existen 15 variantes dialectales de la lengua zapoteca; sin embargo, algunos investigadores sugieren la existencia de 6 dialectos (serrano, nexitzo, villalteco, valle, tehuano y miahuateco), otros más opinan que 9, que a lo largo de 1 500 años se han diferenciado tanto, que ya podrían considerarse idiomas distintos. En opinión del investigador Enrique Liekens, este grupo étnico debe ser llamado zae, zaense, zatino o zateco, porque la raíz de su verdadero gentilicio es za, que quiere decir “la raza misma”, “el pueblo de la raza”.

Litoral del Istmo de Tehuantepec.

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1. GEOGRAFÍA FÍSICA Y SOCIAL DEL ISTMO

Con respecto al mosaico étnico que conforma Oaxaca, y desde luego el Istmo de Tehuantepec, ya en el siglo XIX, el padre Antonio Gay decía: “La multitud de razas que puebla el estado, diferentes unas de otras por el origen, idiomas, hábitos, etc., forman un cuerpo heterogéneo… Los indios son taciturnos, hospitalarios, trabajadores, dóciles en todo, excepto en su religión, a que son tenazmente apegados…”

Una fuerte presencia indígena caracteriza a la mitad oaxaqueña del Istmo de Tehuantepec. Por ejemplo, los zapotecos son mayoría en Juchitán de Zaragoza, el núcleo urbano más importante del oriente de Oaxaca. Además, en poblados como San Mateo del Mar habita la importante comunidad ikoots, también conocida como huaves o mareños. En otras poblaciones, como en Matías Romero y San Juan Guichicovi, es significativa la presencia de la etnia ayuuk o mixe, mientras que en la zona de Huamelula predomina la etnia chontal.

Casa autóctona del Istmo.

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Oaxaca, otros pueblos ya se habían adelantado; la arqueología sostiene que antes lo hicieron los mixes (ayuuk) y los zoques (angpon), pero que éstos no pudieron conservar sus tierras ante la incursión de otro grupo (paleo-ol­ meca, según las investigaciones) que provenían de la región de Pánuco. De esta manera, aquellos antiguos zapotecas hicieron su entrada a Oaxaca por el Soconusco. Esto de ninguna manera demerita la raigambre zapoteca del Istmo, al contrario, confirma ese perfil multiétnico que ha hecho de esta región uno de los lugares de referencia en el país. Los zapotecas no sólo establecieron interacción social, política y eco­ nómica con los pueblos ayuuk y angpon, sino además con los chontales (slijuala xanuc´) y los huaves (ikoots), con quienes llevaron una relación sí de convivencia, pero también de dominación, que hasta nuestros días perdura (véase El Istmo: urdimbre cultural de México). A tal grado llega esta influencia que en muchas ocasiones, de manera equivocada, se llega a creer que la idiosincrasia istmeña sólo se debe a la cultura zapoteca. La influencia, que al paso del tiempo se transformó en hegemonía, de los zapotecas del Istmo sobre las demás culturas en la región comienza a ser más intensa hacia finales del siglo XV, cuando un rey zapoteca del Valle de Oaxaca, llamado Cosijoeza, en alianza con los mixtecos emprendió una


1. GEOGRAFÍA FÍSICA Y SOCIAL DEL ISTMO

campaña en la zona istmeña para establecer su señorío en las tierras del actual municipio de Tehuantepec. Por supuesto que esta incursión, asi­ mismo la permanencia del reinado zapoteca en la región no fue fácil, toda vez que Cosijoeza debió enfrentar a quienes históricamente eran sus due­ ños, los mixes y los huaves, además del poderoso ejército mexica o azteca, en cuyas manos estaba la región. Una evidencia de la lucha zapoteca por tener dominio sobre la zona es Guiengola (véase El encanto de las ciudades y pueblos del Istmo), un sitio que se conserva y representa un elemento de orgullo para los zapotecos de hoy. Sin embargo, la supremacía zapoteca pronto sucumbió ante el poderío del imperio azteca, claro, esto no sólo sucedió en el Istmo, sino en toda Mesoamérica, donde los señoríos quedaron sujetos a un poder central de los mexicas. La situación no era otra cuando arribaron los españoles e

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Guiengola, que significa en zapoteco del Istmo “Piedra Grande”, es un sitio que fue construido y habitado por los zapotecas en la época posclásica (1350-1500 d. C). Esta zona arqueológica localizada en el Istmo de Tehuantepec, está constituida principalmente por dos plazas, dos pirámides, un juego de pelota y una residencia tipo palacio.

Zona arqueológica de Guiengola.

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1. GEOGRAFÍA FÍSICA Y SOCIAL DEL ISTMO

El primer soldado español importante que pisó el Istmo de Tehuantepec fue Pedro de Alvarado. Más tarde lo hizo Hernán Cortés, quien desde el principio lo creyó un lugar estratégico para los intereses de la Corona española, por tal motivo mandó a construir un astillero en el golfo que bautizó con el nombre de “Tehuantepec”.

Según relatan las crónicas, Cosijopi fue hijo de la princesa mexica Coyolicaltzin y el rey zapoteca Cosijoeza, matrimonio convenido entre estos dos reinos para preservar la paz entre tan importantes naciones mesoamericanas. Este heredero a la postre llegaría a ser el rey zapoteca que vio interrumpido abruptamente su mando debido a la llegada de los europeos a la región.

Ex-convento de Santo Domingo Tehuantepec.

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inició el periodo de la Conquista, la cual en muy poco tiempo estuvo consumada, pues para 1521 al menos los valles de Oaxaca estaban bajo el dominio de la corona de ultramar, lo que de ningún modo significa que no se opusiera resistencia a los invasores, ésta la hubo y fue violenta, tanto que aún durante la Colonia no dejaron de darse brotes con tintes de sublevación. Con la llegada de los europeos comenzaron a transformarse drástica­ mente las relaciones sociales, políticas y económicas cultivadas durante muchos siglos, y aunque es cierto que algunos aspectos de la convivencia y la organización de las comunidades prevalecieron, por ejemplo los caci­ cazgos de la realeza indígena, que fueron respetados, sobre todo para be­ neficio de los propios españoles, casi toda la trama social fue trastocada; entre los cambios más evidentes están los sistemas de gobierno y de pro­ ducción, la religión y la lengua. De manera particular, en los albores de la Colonia, el Istmo de Te­ huantepec, quizá por la distancia que guardaba con los valles centrales


LA CINTURA DEL PAÍS EL ISTMO DE TEHUANTEPEC

de Oaxaca, donde los españoles fundaron su primer asentamiento de la zona, vivió un corto periodo de rela­ tiva tranquilidad, pues los conquistadores no se intere­ saron de inmediato en el lugar; sin embargo, en cuanto comprobaron el potencial estratégico de la zona no dudaron en hacerse de ella, lo que llevó a que el toda­ vía señor de Tehuantepec, Cosijopi, descendiente del caudillo zapoteca Cosijoeza, cediera totalmente su poder

a los “hombres barbados”, lo que representó la suje­ ción de los zapotecas a la Corona. No es difícil suponer que conforme los españoles se adentraban más en las tierras y conocían las aguas del Istmo, más certeza tenían de la riqueza que en cuanto a recursos representaba, lo que provocaría que para finales del siglo XVI, ya se observara por distin­ tos puntos de la zona una actividad económica febril,

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1. GEOGRAFÍA FÍSICA Y SOCIAL DEL ISTMO

La insurrección de Tehuantepec, en marzo de 1660, fue el suceso armado más sobresaliente de la Colonia entre los istmeños. La historia consigna que destacados tehuanos, hombres y mujeres, hicieron pagar con su vida la voracidad del alcalde impuesto por la Corona, Juan de Avellán, y aunque éstos fueron severamente castigados, con el destierro o con la muerte, el hecho fue un ejem­ plo de dignidad de la raza zapoteca que quedaría de legado para las futuras ge­ neraciones. Paisaje lagunar del Istmo.

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a partir de la explotación de los recursos agrícolas y del mar –la pesca y la extracción de sal sobresalen primero, más tarde lo sería la cochinilla y el añil, valiosísimos tintes naturales de la época, asimismo la ganadería– con todo lo que ello implicaba: la concentración de las personas en ma­ yores núcleos poblacionales y la transformación del cariz demográfico de éstos, la aparición del mestizaje, la adopción de otras costumbres, etcétera. Desde luego que la explotación de los recursos que la región ofrecía en abundancia también trajo consigo la aparición de otras manifestaciones, tales como la inconformidad social y los levantamientos armados, presen­ tándose rebeliones, principalmente indígenas, que comenzaron a cundir entrado el siglo XVII, sobre todo en los pueblos más importantes, Tehuan­ tepec al principio, y Juchitán después. De ahí en adelante la participación política y social del pueblo istmeño en la historia de México no cejaría, destacando su presencia en las principales gestas nacionales, como en la


1. GEOGRAFÍA FÍSICA Y SOCIAL DEL ISTMO

Independencia, la Guerra de Refor­ma y la Revolución, donde los istmeños fueron apreciados por su valor y su lealtad. La historia regional deja ver que con el transcurrir del tiempo, el Istmo se fue poblando sin renun­ ciar a sus primeras raíces, las cuales se amalgamaron al profuso entorno natural que todavía se conserva, y que le dotó de ese carácter que en muy pocos lugares del mundo pue­de observarse, la “magia o en­ canto istmeño” como muy bien se le ha nombrado, y que hoy sigue vivo para regocijo de los oriundos de la región y para admiración de los visitantes. Pero, si acaso se pretende encon­ trar la clave de esta singularidad istmeña, quizá donde se debe buscar primero es en el carácter multiét­ nico de su población, ése que co­ mienza, como ya se dijo, con las primeras civilizaciones −y que aún no termina−, pues como sitio de paso natural, no son pocas las culturas que transitaron por la región. Así, el Istmo de Tehuantepec, no sólo re­ presenta la sangre indígena, sino también, la africana y la europea, por supuesto, la asiática, que no en menor cantidad llegó a finales del siglo XIX y principios del XX. El Istmo, como muy pocas regiones del país, es un punto privilegiado

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para la inmigración de personas, prueba fehaciente de la riqueza que entraña este fenómeno social. Particularmente, si de los asen­ tamientos primigenios del Istmo se habla, es preciso decir que en éste convivieron al menos cinco civili­ zaciones: la mixe, la zoque, la chon­ tal, la huave y la zapoteca. Éstas se asentaron en distintos momentos y poseyeron formas de vida propias, distintas unas de otras, y aunque entre ellas tuvieron momentos de conflictos que llevaron muchas veces a enfrentamientos, también es cierto que en tanto vecinas, em­ parentadas por el deseo de habitar uno de los territorios más pletóri­ cos del continente, llegaron a con­ formar alianzas y a convivir de tal manera que con el transcurrir, ya no de los siglos sino de los milenios, formaron una sociedad que les per­ mitió sobrevivir y dominar su en­ torno. Así es como el Istmo arriba al siglo XXI; una textura donde la tra­ dición y los sentimientos de la gente se entrelazan con el prodigio y la hermosura de la naturaleza.


2. El Istmo: urdimbre cultural de MĂŠxico


De la cumbre de esas altivas montañas, desde donde se descubren el Atlántico y el Pacífico, se desprenden torrentes de agua cristalina que bajan mugiendo entre las peñas y barrancos… Este país, es, sin embargo del que gustan los mijes. Historia de Oaxaca, José Antonio Gay


LA CINTURA DEL PAÍS EL ISTMO DE TEHUANTEPEC

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LOS MIXES O AYUUK JÄÄY

os pueblos istmeños, como bien se ha dicho, se deben a sus profundas raíces; conozcamos más en estas páginas los veneros de donde abrevan su cultura. Partamos de un poco al norte de Tehuantepec, subamos las montañas de la Sie­ rra Atravesada y lleguemos a los mixes, “la gente del territorio agreste y de la palabra sagrada”. Los mixes se nombran en su propia lengua (el ayuuk) ayuuk jääy, que se traduce como “gente de la palabra florida” (a: palabra; yuuk: florido; y jääy: gente, muche­ dumbre). En los albores de su civilización, los mixes o ayuuk jä’äy decidieron vivir en una amplia zona al no­ reste del hoy estado de Oaxaca, en los límites del ac­ tual Veracruz, lo que les llevó a tener por colindancia el sureste del Istmo, y por tanto relacionarse de alguna manera con los demás pueblos que llegarían a habitar esta región.

Sobre el origen de esta cultura no se puede decir mucho, ya que generalmente se pierde en la mitología, que lo remite desde una migración de tribus del sur del continente hasta la procedencia más allá del Océano Atlántico; por tanto, quizá debemos conformarnos con saber que su estancia en las montañas de Oaxaca es milenaria, como bien lo corroboran los estudios realizados a uno de los elementos más auténticos de los ayuuk, su lengua, la cual guarda relación estrecha con una de las primeras lenguas registradas en la zona: el zoque o angpong. Es esta la razón que ha lle­ vado con frecuencia a emparentar a los mixes con los zoques, y a suponer que ambas culturas fueron las po­ bladoras originales del Istmo (alrededor del año 1500 a. C.), las mismas que después se replegaron ante el acoso de otros pueblos, incluidos los zapotecos, hasta las frías cumbres que ya no abandonarían. De la etnia mixe se destaca su carácter tenaz y vale­ roso, primero porque lograron sobrevivir en la geografía

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2. EL ISTMO: URDIMBRE CULTURAL DE MÉXICO

La zona mixe, que abarca una superficie total de 4,668 km2, posee una geografía accidentada, con la existencia de varios microclimas, aunque es posible dividirla en tres áreas climáticas: alta o fría, con altitudes superiores a los 1 800 msnm, media o templada, con alturas de 1 300 a 1 800 msnm, y baja o caliente, desde los 35 hasta los 1 000 msnm. Se encuentra al noreste del estado de Oaxaca. Colinda al noroeste con Villa Alta; al norte con Choapam y con el estado de Veracruz; al sur con Yautepec y al sureste con Juchitán y Te­huan­tepec.

Para acceder a los pueblos mixes, la única manera de hacerlo es mediante transporte terrestre, por una carretera pavimentada que atraviesa su territorio montañoso. Las poblaciones principales son: Santa María Tlahuitoltepec, Santiago Zacatepec, San Juan Cotzocón, Totontepec y Tamazulapan.

Río sobre el camino a Guichicovi. Pág. anterior: Linderos de la Sierra Mixe.

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agreste de las montañas donde finalmente hicieron su morada y desarro­ llaron una cultura propia; y, segundo, porque resistieron como ningún otro pueblo los muchos intentos por ser dominados, sobre todo por los zapotecas y los aztecas, y desde luego, más tarde, por los españoles. Den­ tro de esta saga mixe heroica ocupa especial lugar el mítico rey Kong Oy, personaje que hasta nuestros días se conserva en la idiosincrasia de este pueblo. Es pues, este origen remoto sumado al carácter hermético de los ayuuk lo que no permite disponer de suficientes datos con respecto a la vida de los primeros pobladores de este territorio, aunque no es improbable pen­ sar que se desarrolló en pequeñas aldeas dispersas y distantes unas de otras. La información que con más certeza se tiene de los mixes es aque­ lla que se genera a partir de la Colonia, cuando comienzan los primeros registros escritos, y se fundan los poblados que conocemos hasta nues­ tros días. La llegada de los españoles en el siglo XVI, significó para la cultura ayuuk una transformación de su vida social y, en consecuencia, de su cosmogonía, dado que los colonizadores forzarían a los mixes a vivir en


LOS MIXES O AYUUK JÄÄY

nuevos núcleos poblacionales regidos por otras formas de gobierno y de producción, además de adoctrinarlos en prácticas religiosas completa­ mente distintas y enseñarles un nuevo idioma; todo ello les llevaría, con el tiempo, a conformar la identidad que hasta la fecha los caracteriza. En la actualidad los mixes constituyen una de las culturas más repre­ sentativas del estado de Oaxaca, incluso del país, poseedora de una len­ gua propia que ha sabido conservar, orgullosa de sus costumbres que contienen las distintas influencias que ha recibido durante siglos, pues a lo largo del tiempo ha mantenido relación con otras importantes cultu­ ras colindantes: la chinanteca, de Tuxtepec, y las zapotecas del Valle de Oaxaca, de la Sierra Norte y del Istmo. Muchos y variados son los aspectos que distinguen a los ayuuk, los más evidentes: el respeto a la naturaleza, patente en diversidad ecológica de que son dueños; el sentido de identidad; el eclecticismo de su religión, donde se entremezclan la ritualidad primigenia (que venera y respeta los sitios sagrados) con el culto católico; además, por supuesto, otros elementos distintivos: su vestimenta, su gastronomía, sus conocimientos sobre me­ dicina autóctona y herbolaria, y, como ya se ha dicho, su lengua origina­ ria, viva y en expansión en muchas comunidades, tanto que el español ocupa un segundo sitio en cuanto al número de hablantes en la región.

La lengua mixe tiene tres diferentes variantes: mixe de la Sierra, se trata de la variedad hablada en los poblados serranos de la Sierra de Juárez, como Totontepec Mixes, Tlahuitoltepec, Ayutla y Tamazulapan; mixe de Juquila, hablado en Juquila y Zacatepec; y mixe de Guichicovi, hablado en la población del mismo nombre.

La leyenda narra que el rey Kong Oy no tuvo padres ni familia alguna: “apareció en el mundo ya grande”. Se dice que salió de una cueva no lejos de Juquila, Mixes. Pronto este hombre fuerte y arrojado se convertiría en jefe de la nación mixe y la defendería de sus enemigos, porque nadie tuvo la gloria de vencerlo. Los mixes que aún creen en él aseguran que Kong Oy no murió, y que sus cualidades eran las de un ser sobrenatural.

Casa típica de Guichicovi.

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2. EL ISTMO: URDIMBRE CULTURAL DE MÉXICO

La etnia mixe es tal vez la única que conserva el uso del calendario ritual prehispánico, tonalpohualli, el cual es consultado para conocer los días favorables y los nefastos; esta consulta se hace con granos de maíz colorado, los cuales se dejan caer sobre un petate y el “conocedor” se encarga de hacer la lectura correspondiente. Alguna similitud existe entre este calendario y el tonalámatl zapoteco o calendario agrícola, que consultaban los ancianos para conocer las condiciones meteorológicas que prevalecerían durante el año.

La religión que practican los ayuuk es resultado de la mezcla de la religión indígena y la católica. Actualmente se pueden observar ceremonias, donde se hacen invocaciones a los dioses antiguos, mezcladas con oraciones cristianas en ritos de fertilidad, mortuorios y de curaciones. El sistema de fiestas de la región Mixe es importante por varias razones: se celebran eventos de carácter religioso cristiano en honor a un santo patrono en donde generalmente subyace un culto prehispánico; vincula y refuerza los lazos de unión entre localidades, genera el ascenso social de las personas en el interior de la comunidad al desempeñar cargos (como son las mayordomías) y; por último, propicia el comercio e intensifica las relaciones sociales interregionales. Textiles de San Juan Guichicovi.

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Los mixes tienen estructurado un sistema festivo propio que refuerza la identidad ayuuk (observado, por ejemplo, en los carnavales), vincula las comunidades, permite el ascenso social de las personas (como es el caso de las mayordomías) y estimula el comercio. Dentro de estas mani­ festaciones culturales, sin duda la música es uno de los rasgos primordia­ les, por mucho la actividad artística principal en esta región, a tal grado que se puede decir con toda seguridad, que esta forma parte de la idio­ sincrasia mixe. Dicho sea de paso, la música mixe es muy apreciada den­ tro y fuera de la zona, razón por la cual hasta en el poblado más pequeño existe una banda de música de viento. En cuanto a su forma de gobierno, destacan las autoridades indíge­ nas, en donde es definitiva la decisión del consejo de ancianos. Éste in­ vita a las personas para que presten servicios al pueblo, es juez en los


LOS MIXES O AYUUK JÄÄY

litigios y vigila la buena conducta de los ciudadanos. Los “cargos” sociales y religiosos son observados con mucha responsabilidad por parte de los mixes, quienes desde muy jóvenes se involucran en tareas en bien de la comunidad; el tequio (labor colectiva y gratuita, que se presta en obras de beneficio común) es una de las labores más estimadas por los ciudada­ nos mixes, actividad que contribuye de manera significativa en el desa­ rrollo comunitario.

La región Mixe tiene 19 municipios en total: la zona alta está integrada por Tla­huitoltepec, Ayutla, Cacalotepec, Tepan­tlali, Tepuxtepec, Totontepec, Tamazulapam y Mixistlán; la zona media por Ocotepec, Atitlán, Alotepec, Juquila Mixes, Camotlán, Zacatepec, Cotzocón, Quetzaltepec e lxcuintepec; y la zona baja por Mazatlán y Guichicovi.

La agricultura que se practica en el territorio ayuuk es de subsistencia. En las zonas altas y frías se siembra papa, maíz, frijol y calabaza; en las zonas templadas y cálidas, maíz, frijol, camote, caña de azúcar y chile; en la zona central y baja, café y cítricos. Para labrar la tierra algunas localidades se auxilian de la coa, el azadón, el machete y la yunta.

Paisaje mixe.

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2. EL ISTMO: URDIMBRE CULTURAL DE MÉXICO

Los pueblos mixes de la zona norte, que colindan con los zapotecos de Villa Alta y con algunos chinantecos, desarrollan con estas actividades de tipo comercial; mientras que los colindantes al sur y suroeste con zapotecos del Valle, interactúan en el plano religioso y económico; los municipios ubicados en la zona media o centro sostienen relación en el orden religioso y de parentesco con los zapotecos de Yautepec y del Valle; los pueblos de la zona baja reciben influencia cultural por parte de los zapotecos del Istmo, así como de algunos pueblos mestizos que colindan con el estado de Veracruz.

A mediados del siglo XVI, los españoles utilizaron como táctica de conquista la evangelización, ésta estuvo a cargo de los dominicos, quienes fundaron vicarías en lugares como Villa Alta, Totontepec y Nejapa de Madero, en esta localidad introdujeron un Cristo negro en su centro ceremonial.

Ritualidad ayuuk.

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La religión en esta cultura es similar a la de otros grupos vecinos: ca­ tólica, pero con un acentuado eclecticismo, pues incorpora parte de los antiguos cultos indígenas. De esta manera, en la actualidad es posible observar ceremonias donde se invocan deidades prehispánicas lo mismo que a santos y vírgenes católicos, todo dentro de rituales dedicados a la fertilidad, a la sanación o al agradecimiento.


LOS MIXES O AYUUK JÄÄY

Como ya se apuntó, los ayuuk guardan una relación ancestral y estre­ cha con el Istmo –tanto que se asegura que fueron sus primeros poblado­ res–, la misma que se mantiene hasta hoy, ya sea en las prácticas sociales y culturales en el interior de las comunidades mixes, como en la adopción de elementos de la sociedad itsmeña, en particular en las zonas limítrofes con el Istmo o con la Sierra. Incluso, en el territorio istmeño existe un enclave de la llamada “Mixe baja”, representado por dos municipios que se reconocen como tales, pero que muestran un rostro totalmente its­ meño: Mazatlán y San Juan Guichicovi. Esta “aculturación zapoteca”, como la definen los investigadores, está presente sobre todo en su forma de vestir, en la realización de festividades y en la gastronomía.

La cosmogonía mixe es excepcional. Entre otros aspectos, postula que la salud proviene del equilibrio y del buen comportamiento, así como del respeto a las deidades ancestrales y cristianas. Los ayuuk creen que el individuo está formado por dos “almas”, una mortal y otra inmortal tso’ok (tona, tonalli). La tona tso’ok se adquiere cuando coincide el nacimiento de un individuo y el de un animal, por lo que ambos correrán durante toda su vida igual suerte.

En cuanto a las artesanías, podemos encontrar el telar de cintura, el cual se ha mantenido en Tamazulapam, Tlahuitoltepec y Cotzocón; mientras que Mixis­ tlán, Tamazulapam y algunas rancherías de Ayutla, se caracterizan por la producción de alfarería.

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Aquel pueblo y otros muchos que hay en aquella comarca son de indios zoques…, son todos gente bien dispuesta y muy devota de religiosos… Hay por ahí muchos venados y algunos leones y a la entrada de Izuatlán pasa por el vado un buen río. Tratado curioso y docto de las grandezas de la Nueva España, Antonio de Ciudad Real


LOS ZOQUES O ANGPON DE LA SELVA DE LOS CHIMALAPAS

E

s posible que hoy día la cultura zoque sea la que tenga menos presencia en el entramado sociocultural istmeño; sin embargo, no siem­ pre fue así, habrá de tener presente que los zoques o angpon, junto con los mixes —de quienes ya se habló—, son considerados los primeros pobladores de la región, de ahí la importancia de referirse a éstos y resaltar su historia, asimismo los principales rasgos que los identifican, si de rememorar el génesis y el presente del Istmo de Tehuantepec se trata. El territorio actual del pueblo zoque corresponde a la Selva de los Chimalapas, una de las reservas eco­ lógicas más importantes de México, estimada debido a su inconmensurable belleza y valorada en función de su biodiversidad y abundancia de recursos naturales.

La zona Chimalapa despliega su geografía en la parte más estrecha y elevada del Istmo, entre los estados de Oaxaca, Chiapas, Tabasco y Veracruz. Igual que sucede con otras civilizaciones milena­ rias, sobre la zoque es difícil tener la certeza de su origen, y aunque algunos investigadores postulan una ascen­ dencia olmeca, la información más confiable la propor­ ciona el rastreo de su lengua, la cual se hermana en tiempo y lugar con sus aún vecinos los ayuuk. Los zoques se autodenominan en su lengua ang­pon, cuya traducción significa “gente que habla el idioma” (aunque “chimas” es el término con el que más común­ mente se les conoce desde fuera). Cabe decir que el idioma de los angpon, no obstante ser uno de los más antiguos en la región, en la actualidad se ha reducido de forma drástica la cifra de hablantes, lo que hace temer la pronta extinción de esta lengua y, en conse­ cuencia, de la misma cultura.

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2. EL ISTMO: URDIMBRE CULTURAL DE MÉXICO

Los zoques de Oaxaca son los dueños ancestrales de las ricas selvas de los Chimalapas, estos se concentran principalmente en los municipios istmeños de Santa María y San Miguel Chimalapa. Entre ambas comunidades ocupan una superficie estimada de 594 mil hectáreas, de las cuales 460 mil pertenecen a Santa María y 134 mil a San Miguel.

De acuerdo con la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), en el 2000 eran 86, 589 hablantes de zoque en México; de los cuales 66, 583 habitaban en Chiapas y 11 319 en Oaxaca. Actualmente existe un porcentaje considerable de población angpon que ya no habla su idioma materno, por ejemplo en Santa María Chimalapa, donde la población mayor a cinco años en el municipio es de 6, 087 personas, tan sólo 28 % habla el idioma angpon. Por su parte, en San Miguel, o 34 % de 5 200 individuos mayores de cinco años con que cuenta el municipio, conserva su lengua tradicional. La lengua zoque pertenece a la familia lingüística mixe-zoque-popoluca.

Pág. anterior: Paisaje chontal.

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la cintura del país. el istmo de tehuantepec

Los angpon o zoques están distribuidos principalmente en el territorio chiapaneco, pero también ocupan una importante zona de Oaxaca, en los municipios de Santa María y San Miguel Chimalapa, pertenecientes al distrito de Juchitán, lo que explica en buena medida la influencia zapo­ teca en las formas de vida de los chimas, zapotequización evidente en sus fiestas, en su vestimenta y en el contacto que mantienen con los principa­ les centros poblacionales zapotecos. Sin duda, la zona de los Chimalapas, celosamente resguardada por los zoques, es una de las más profusas en recursos que puede haber en nuestro país; ello se debe, además de sus cordilleras que hacen posible la existencia de selvas y bosques, a las que irriga una importante cuenca hidrográfica, alimentada por una buena cantidad de ríos (entre los que destacan, por su caudal, el Coatzacoalcos, el Tehuantepec, el Ostuta y el Uxpanapa), lo que ocasiona microclimas que van del tropical al frío, en donde proliferan la flora y la fauna más variada.


LOS ZOQUES O ANGPON DE LA SELVA DE LOS CHIMALAPAS

En los años anteriores a la Con­ quista, los zoques estuvieron suje­ tos al señorío de Tehuantepec, por lo tanto no se sabe de grandes asen­ tamientos en su territorio sino de aldeas que pagaban tributo a los zapotecas, como lo hacían también los huaves, los mixes y los chonta­ les. Quizá por esta razón, la llegada de los españoles no les significó ma­ yores conflictos más que cambiar de soberanos, pues siempre estuvieron distantes de los centros de poder, no así de las alteraciones en las for­ mas de vida que la Conquis­ta trajo consigo, principalmente la reducción

de la población, debido a las nuevas enfermedades, a la sobreexplota­ ción de los recursos, lo que incluyó por supuesto la mano de obra na­ tiva, o bien, a que muchos zoques prefirieron internarse más en la selva antes que sufrir las penalida­ des del yugo español. Pese a todo, la cultura zoque pudo sobrevivir, conservó parte de sus costumbres, de su lengua y su territorio ancestral, incluso logró desarrollar y mantener relaciones sociales y de intercambio con otras poblaciones de distinta idiosincrasia, tal como sucedió con los pueblos za­ potecas fronterizos, con quienes los zoques incluso participaron en los movimientos libertarios que se dieron sobre todo en el siglo XIX. Cabe decir que muchos pueblos de origen chima experimentaron un proceso de “zapotequización” que perdura hasta nuestros días, y que no es difícil observar en la rituali­ dad y en los festejos, principalmente en los municipios de Santa María y San Miguel Chimalapa; las mayor­ domías y los chagolas (hombres de mayor edad, respetados por su don de palabra y como conciliadores) son la mejor prueba de lo anterior. A esto hay que sumar que tienen a las ciudades istmeñas de Juchitán y Matías Romero como principa­ les centros políticos y co­merciales.

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La Selva de los Chimalapas es un entramado de selva alta, media y baja, bosque de montaña con especies maderables: como: encino, pino, roble, cedro y liquidambar. Por otra parte, en función de los ecosistemas que coexisten en los Chimalapas, se estima que esta región podría contener 146 especies de mamíferos, 340 de aves, 60 de reptiles, 40 de anfibios y hasta 500 de mariposas, que con toda seguridad la coloca entre los tesoros naturales más importantes del continente.

La actividad económica básica de los zoques es la agricultura, generalmente para el autoconsumo, la cría de cerdos y aves de corral; así como la elaboración de artesanías textiles, de palma, bejuco o mimbre y algo de cerámica. También se dedican al corte de madera, actividad que probablemente deja mayor ganancia a los zoques, aunque la tala excesiva de especies como la caoba y el cedro ponen cada vez más en riesgo la conservación y equilibrio de las selvas.

Vendedora de San Miguel Chimalapa.

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2. EL ISTMO: URDIMBRE CULTURAL DE MÉXICO

Durante la conquista espiritual del Istmo de Tehuantepec, los dominicos eligieron para la región zoque a Santo Domingo Zanatepec como centro de operaciones, desde donde incursionaban hacia las selvas Chimalapas y al resto de los poblados angpon. Siglos después, en vísperas del levantamiento independentista mexicano, los padres dominicos decidieron trasladar la cabecera doctrinal de Zanatepec a Santa María Chimalapa, debido a que en este último lugar el clima era más benigno y sano. Sin embargo, en poco tiempo Zanatepec volvió a ser el centro rector de la política religiosa para los zoques de Oaxaca.

Según cuentan los ancianos, la Virgen de la Asunción apareció justo donde ahora se levanta la iglesia de Santa María Chimalapa. La descubrió un cazador, quien inmediatamente fue a dar aviso a la gente de Chimalapilla, antiguo asiento de los angpon. En consejo, decidieron mudarse a donde apareció la imagen y refundaron su pueblo bajo la égida de su nueva patrona, a quien celebran el 15 de agosto.

Vivienda e iglesia de San Miguel Chimalapa.

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Aunque alejados de la efervescencia política y cultural de la región, y más concentrados en el vecino estado de Chiapas, los zoques viven su presente sin desdeñar ese pasado vivo en las manifestaciones cotidianas y cosmogónicas que no dejan de sorprender a quien les visita. Es de notar por ejemplo su calendario festivo-religioso, que se engalana con las ma­ yordomías (el 6 de enero, el 20 de agosto y el 29 de septiembre, en San Miguel); la ayuda mutua o hacia la comunidad como forma de vida re­ presentada en el tequio; el respeto hacia los elementos de la naturaleza: el agua, la tierra y el aire, a los que consideran deidades que les ofrecen sus favores y por lo que están obligados a venerarlas.



Esta raza no tiene parentesco con ninguna otra del estado, y aunque se supone pertenecer a los chontales de Tabasco, aún no hay datos seguros para establecer la verdadera procedencia de estos pueblos. Memoria administrativa‌ 17 de septiembre de 1902, Miguel Bolaùos Cacho


LOS CHONTALES DE OAXACA O SLIJUALA XANUC’ (LAJL PIMA)

L

a chontal es otra más de las culturas antiguas que pueblan el Istmo de Tehuantepec. Está distribuida entre la Sierra Madre del Sur y la costa del Océano Pacífico, esto es, en la parte sureste del estado de Oaxaca. Su hábitat, compuesto por altas montañas y lomeríos tropicales permite divi­ dir a la región en dos zonas: Chontal Alta y Chontal Baja (o de la Costa), o si se prefiere, en Chontal “se­ rrana” y “costeña”. Como podrá suponerse, esta dife­ rencia de altitudes y suelos ha provocado que existan ecosistemas distintos, algunos como el bosque de montaña, con una rica variedad de flora y fauna, endé­ mica incluso, y otros como la selva caducifolia, con espesas cañadas y caudalosos ríos. Desde tiempos remotos a este pueblo se le nombra “chontal”, vocablo náhuatl que significa “extranjero”

o “extraño”; aunque a sí mismo se nombra lajl pima, que traducido quiere decir “habitante de las monta­ ñas”. Su origen no es del todo claro, pues existen po­ cos vestigios que lo evidencien, aunque es seguro que su estancia en el Istmo data de más de mil años, y que guarda parentesco con otro grupo también de tronco chontal, pero asentado en Tabasco, en el Golfo de México. Los historiadores sostienen que en principio los chontales ocuparon terrenos de Villa Alta y Choapam (en la Sierra Norte), en el mismo territorio del hoy estado de Oaxaca, alrededor del año 300 d. C., pero fueron expulsados por los mixes y se tuvieron que reubicar en las tierras del actual municipio de Santa María Ecatepec (en el distrito de Yautepec, en donde por cierto tampoco permanecieron mucho tiempo, debido al acoso de los zapotecos, quienes en su afán de poseer otras tierras los obligaron a mudarse nueva­ mente a la zona que hasta hoy pueblan.

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2. EL ISTMO: URDIMBRE CULTURAL DE MÉXICO

Los chontales se distribuyen en importantes zonas de la Sierra Madre del Sur y en la planicie costera de Oaxaca. Habitan en los distritos de Yautepec y Tehuantepec, principalmente en los siguientes municipios: San Carlos Yautepec (en su parte sur), Santa María Ecatepec, Asunción Tlacolulita, San Miguel Ecatepec y Santa Magdalena Tequisistlán; en la costa habitan en los municipios de Santiago Astata y San Pedro Huamelula. Estos municipios son compartidos con población mestiza y zapoteca.

Al territorio chontal de Oaxaca se le conoce como Sierra Chontal, y está integrada por seis ramales montañosos: Papagayos, Caja, Candelaria, Ecatepec, Quieri y Maltepec. Además, dos cuencas hidrográficas lo irrigan de manera abundante: la del río Tehuantepec y la del sistema de ríos costeros. En la primera cuenca destacan los ríos Otate, Costoche y Hondo; en la segunda, el Chacalapa, Ayuta, Coyul, Tapanala, y la unión de los ríos Grande y Santa María, que forman el río Huamelula.

San Pedro Huamelula. Pág. anterior: Chontal Baja de Oaxaca.

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Quizá una característica de los chontales que se ha mantenido hasta el presente es su proclividad al aislamiento, pues han renunciado a formar grandes núcleos habitacionales y prefieren poblados pequeños, casi siem­ pre menores de 2 mil habitantes, con la excepción de Magdalena Tequi­ sistlán, San Pedro Huamelula y Santiago Astata, que son los más grandes y de mayor dinámica social. Este hecho ha originado que el desarrollo de los pueblos chontales se haya dado más lentamente, comparado con otras poblaciones de la región istmeña; claro que esta situación también ha he­ cho posible que conserven muchos de sus elementos autóctonos, entre otros, una relación más estrecha con la naturaleza. Así por ejemplo, sus actividades económicas principales son la caza, la pesca y la agricultura, que realizan todavía en montañas boscosas o lomas selváticas, en los


LOS CHONTALES DE OAXACA SLIJUALA XANUC´(LAJL PIMA)

magníficos litorales que poseen, en sus ríos y arroyos cristalinos, o en sus productivos terrenos de labranza. Por otra parte, construyen sus vivien­ das tradicionales con muros de adobe o de carrizo cubierto con lodo, con techumbres de dos aguas sostenidas por postes u horcones de madera y piso de tierra apisonada o de ladrillos. Si de utensilios o artesanías se trata, los chontales son hábiles para la fabricación de objetos y muebles domésti­ cos, de madera o de palma, herramientas agrícolas y textiles de algodón teñidos con técnicas antiguas y tintes naturales como el caracol púrpura. Con respecto a su organización social y su ritualidad, los lajl pima se rigen por costumbres y formas de vida heredadas de sus antepasados o adquiridas en su continua relación con sus vecinos zapotecos. Practican un catolicismo sincrético debido a que integran a su culto elementos de

El paisaje de la zona chontal, como muchos otros sitios del Istmo, se va transformando con el correr de los años, esto se debe a actividades como la explotación forestal, la ganadería o la agricultura extensiva; sin embargo, no es difícil encontrar cuadros naturales arrobadores donde el verde de las montañas y el azul del cielo se funden.

La agricultura que practican los chontales es de temporal y para autoconsumo, a excepción de la que se logra en las cercanías de los ríos. Se siembra maíz, calabaza y frijol de manera intercalada; en algunos casos los chontales siembran hortalizas y árboles frutales de anona, mamey, chicozapote, aguacate, guayaba y nanche; también cultivan maguey mezcalero, caña de azúcar, chile y café.

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2. EL ISTMO: URDIMBRE CULTURAL DE MÉXICO

Los chontales han hecho suyo un mito creacionista que refiere un Gran Espíritu que creó al sol, la luna, las estrellas, el aire, el agua y el fuego. Según esta leyenda primero fue creada la lluvia que mojó el suelo; después el sol y el aire lo secaron y así nacieron las plantas, los animales y los seres humanos. Uno de estos seres fue llevado a la tierra de los dioses de la lluvia, esto cuando se lo tragó un cocodrilo, para ver cómo surgían las nubes de lluvia, los relámpagos y los truenos. Antes de ser devuelto a la Tierra le advirtieron guardar el secreto; mientras así lo hizo no hubo problemas, pero cuando lo contó vinieron las sequías, malas cosechas y muchos padecimientos más.

En San Matías Petaltepec, de la zona chontal, se realizan 13 celebraciones anuales, lo que habla del espíritu festivo de esta cultura (el santo patrono se festeja el 24 de febrero). En Santa María Ecatepec se celebran las fiestas dedicadas a la virgen de Juquila, del 7 al 9 de enero, el 7 de agosto, día de San Cayetano, y el 23 de noviembre, día de San Clemente. En Chontecomatlán, durante las fiestas de Semana Santa se bendice la semilla que se ofrenda el 3 de mayo, día de la Santa Cruz; el 4 de agosto festejan a Santo Domingo, su patrono; el 8 de diciembre, día de la Santísima Concepción, se prepara la fiesta de la virgen de Juquila.

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la cintura del país. el istmo de tehuantepec

su religión original, en donde la mediación entre los hombres y Dios se da a través de deidades menores. En este culto, desde luego, sobresalen las festividades a los santos patronos de cada localidad, las de Semana Santa y Todosantos, para lo cual cuentan con la institución de la “mayor­ domía”, que es un sistema comunitario para organizar y llevar a cabo las fiestas públicas. Además de las fiestas, otro de los factores de adhesión en la sociedad chontal es el tequio o el trabajo por el bien común, ya sea para activida­ des agrícolas, de construcción o de mejoras de la comunidad. Esta forma de organización social no podría cumplirse si no se tuviera el respeto de­ bido a sus autoridades tradicionales, en este caso los ancianos, que son quienes guían el destino de las familias, sin duda el núcleo de la vida comunitaria.


Es cierto que la chontal no es una cultura homogénea, asimismo es difícil hablar de un fuerte sentimiento de identidad entre las comunida­ des lajl pima, hecho más que evidente en las escasas relaciones estableci­ das o conservadas entre la Chontal Alta y la Chontal Baja, y si a esto agregamos que su lengua materna se está extinguiendo, el panorama no es muy alentador. Sin embargo, tampoco se puede negar que el espíritu chontal está presente en el Istmo de Tehuantepec, el mismo que se cons­ tata, entre otras prácticas, en la gastronomía, en sus festividades y en su actitud frente a la naturaleza.

Lingüistas han estudiado las diferencias entre el chontal de Oaxaca y el de Tabasco. El primero es del tronco de las lenguas hokanas, que se hallan distribuidas en porciones de California, Arizona, Baja California, Baja California Sur, Honduras y Nicaragua. Esta familia chontal pertenece al tronco sioux-hokano. En cambio, el chontal de Tabasco pertenece al tronco maya. El chontal hablado en la sierra de Oaxaca tiene varios dialectos. Vivienda típica de la Chontal Baja.

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Según las historias y caracteres de los indios, estos huaves, antes de venir a Tehuantepec, habitaban comarcas lejanas hacia el sur; mas por guerras que sostuvieron ya entre sí, ya con los vecinos y en las que fueron vencidos… se hubieron de embarcar, determinados a emigrar a otros países. Historia de Oaxaca, José Antonio Gay


A

LOS HUAVES, MAREÑOS O IKOOTS

l mosaico cultural del Istmo de Tehuante­ pec se suma también el pueblo huave, co­ nocido asimismo como ikoot (“el verdadero nosotros”) o “mareño”, este etnónimo rela­ cionado con el elemento que les da singular identidad: el mar, en este caso una inmensa cuenca lagunar de agua salada, junto al Océano Pacífico. Sin duda, de las civilizaciones asentadas en esta región, la ikoot es de las más enigmáticas, tanto por su pasado como por su forma de vida actual, la que al mirársele nos lleva a creer en la perennidad. La historia dice que los ikoots fueron de los prime­ ros habitantes del Istmo de Tehuantepec, pero que de­ bido a enfrentamientos con sus vecinos zapotecos tuvieron que constreñirse a la zona que ahora ocupan,

a las orillas del Golfo de Tehuantepec, entre las lagu­ nas conocidas como Mar Superior y Mar Inferior, que abarcan el Mar Tileme y la Laguna Quirio. Su origen, igual que el de la mayoría de las culturas ancestrales del Istmo, se pierde en los lejanos tiempos, cuando esta zona a orillas de la costa del Pacífico, apenas era habitada por pequeñas aldeas, seguramente de pesca­ dores; sin embargo, lo importante es lo que en ese transitar de siglos han sabido legar a la realidad y al paisaje istmeño, un inconmensurable tesoro: el de la antigua cultura del mar. Es pertinente aclarar que ahora pocas son las comu­ nidades que pueden considerarse ikoots, entre las prin­ cipales: San Francisco, San Mateo y San Dionisio, todas éstas, cómo no debía serlo, del Mar; pero en sí, sufi­ cientes para resguardar la herencia que les encomen­ daron sus ancestros, expresada en todos los aspectos de su cotidianidad; quizá son dos los más significativos:

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2. EL ISTMO: URDIMBRE CULTURAL DE MÉXICO

La cultura huave se asienta en las márgenes del sistema lagunar conformado por la Laguna Superior y la Laguna Inferior (100 mil hectáreas de superficie) del Golfo de Tehuantepec, donde aproximadamente 20 mil huaves se distribuyen en los municipios de San Francisco, San Dionisio y San Mateo del Mar, con sus respectivas agencias, pertenecientes a los distritos zapotecos de Tehuantepec y Juchitán.

Burgoa, en su Geográfica descripción (1674), sugiere que los huaves son originarios de Nicaragua, esto a partir de que un fraile de ese país pudo entender un diálogo en huave entre un sacerdote y su criado. De esta anécdota se desprende la hipótesis que sostiene el origen centroamericano de los huaves, quienes llegaron al Istmo para desplazar a los mixes que habitaban ese territorio. Sin embargo, esto es solo un supuesto.

Pág. anterior: Paisaje mareño.

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la cintura del país. el istmo de tehuantepec

la lengua, que aún les da identidad como pueblo, y las labores del mar, actividad que les ha permitido vivir hasta ahora y ser reconocidos como los mejores pescadores de la región (véase El encanto de las ciudades y pueblos del Istmo). La relación que aún conservan los huaves con la naturaleza se remite a sus primeros tiempos como civilización, por esta causa es muy difícil establecer la diferencia entre lo real y lo simbólico para ellos, hecho cons­ tatable en la animación que hacen tanto de la tierra (las montañas, princi­ palmente) como del mar y el viento (sus máximas deidades prehispánicas), a los que consideran entes sagrados, habitantes de sitios que veneran y respetan, o que cobran presencia en los fenómenos naturales como la lluvia, los huracanes o los truenos. Esta relación con lo sagrado la mani­ fiestan los pueblos mareños en muchos actos de su vida cotidiana; por ejemplo, cuando siembran o cuando pescan, mediante plegarias o ritos de agradecimiento. Claro que la cosmogonía huave no ha permanecido intacta, ésta se ha visto influenciada y modificada, primero por los zapotecas y posterior­ mente por los españoles. Así, hoy es posible participar en las comunida­ des huaves de prácticas rituales llenas de sincretismo, sobre todo durante la Semana Santa o Todosantos, o mejor aún en sus fiestas patronales, las principales: la Candelaria (a principios de febrero) y Corpus Christi (ha­ cia la mitad del año).


LOS HUAVES, MAREÑOS O IKOOTS

El acceso a San Francisco y San Dionisio del Mar, se dificulta debido a su ubicación (entre lagunas), sin embargo puede hacerse bordeando la región lacustre mediante la carretera que comunica al Istmo de Tehuantepec con el estado de Chiapas. La mayoría de los poblados se comunican entre sí, y hacia el exterior mediante dos vías: la terrestre y la marítima, esta última sólo cuando los vientos lo permiten.

En cuanto a su organización social básica, ésta tiene su núcleo en la familia, cuyos pilares son los abuelos y los padres; mientras que las comu­ nidades se rigen por dos poderes: el religioso y el municipal. La mayordo­ mía y el compadrazgo son dos de las instituciones que les permiten a los ciudadanos adquirir presencia social, a la vez que darle continuidad a sus tradiciones. No está por demás decir que los ikoots son de temperamento pacífico, quizá a esto se debe que, con las etnias vecinas y después con los españo­ les, siempre mantuvieron buenas relaciones, incluso cercanas a la suje­ ción; circunstancia que si bien es cierto ha provocado la pérdida de una parte de sus valores ancestrales, también les ha permitido conservar ce­ losamente otros, es el caso de la lengua, relacionada con el mixe y con otras lenguas del Golfo de México, la cual hoy día se habla con orgullo en casi todas las comunidades huaves por más de la mitad de los habitantes. Aunque con marcadas variantes dialectales, el idioma es un factor de suma importancia para la cohesión social ikoot. En relación con el paisaje de la zona habitada por los ikoots, el clima es seco y caluroso debido a la escasa presencia de lluvias, en consecuencia los terrenos con que cuentan son pobres para la producción, fenómeno que ha sido compensado con otra práctica que les ha dado su principal identidad, de donde proviene no sólo su forma de vida sino también su cosmogonía: la pesca.

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Los monteoks simbolizan entes sobrenaturales; se cree que cuando la tradición y el respeto se extinguieron, éstos abandonaron las comunidades huaves y se refugiaron en los cerros de la comarca. Desde ahí gobiernan las fuerzas naturales y se hacen presentes en los rayos y en los relámpagos. Debido a esto, en San Dionisio del Mar, después de las festividades de Semana Santa, autoridades y rezadores locales van a pedir lluvia a Cerro Cristo, al igual que a Cerro Bernal.

Atardecer mareño.

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2. EL ISTMO: URDIMBRE CULTURAL DE MÉXICO

Las mujeres huaves elaboran textiles, que generalmente son de algodón blanco con bordados muy coloridos, en donde se concentra el universo de la flora y la fauna propia de la región, entre otros; árboles de guajes, venados, águilas, patos y pelícanos. Cabe decir que las huaves han abandonado el uso de su huipil tradicional (que se componía de tres lienzos de fino algodón blanco con rayas teñidas con caracol púrpura). Traje típico de San Mateo del Mar.

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En efecto, de la pesca se derivan la mayor parte de las relaciones socia­ les entre los huaves, desde el comercio hasta sus expresiones artísticas y su ritualidad. Por ejemplo, es común observar en estas comunidades que mientras los hombres pescan, las mujeres salan, cuecen, secan y venden el producto en los mercados locales. Otras actividades que realizan las fa­ milias huaves y que tienen que ver con el mar, es la fabricación de redes y atarrayas (a cargo de los hombres), además del tejido y bordado de pren­ das (hecho por las mujeres), donde se pueden apreciar motivos marítimos. Hoy, el fascinante mundo huave, aunque transformado por la zapote­ quización no deja de sorprendernos con la forma de vida de sus antiguos pueblos, al pasear por los litorales de sus lagunas, o al participar de sus celebraciones más profundas que mucho nos dicen de tiempos remotos, que para fortuna de todos aún no se han ido. Es cierto, el ikoot es un pue­ blo hermético, pero con seguridad, esto le ha permitido sobrevivir a la vorágine de la “modernidad”, y con ello preservar ese valor que enri­ quece a cualquier cultura: su origen primigenio.



Las señoras de ese país vestían de esta manera: una manta de algodón, que ellas llamaban inaguas, arrollada al talle para honestidad de sus carnes… y para cubrir la parte superior, otra más delicada y de muchos colores, cosida como un casco con tres aberturas, una para la cabeza hecho en el fondo de la manta, y las otras dos para los brazos… es el vestido de las mexicanas y las zapotecas. Antigüedades de México, Lord Kinsborough


H

LOS ZAPOTECOS DEL ISTMO O BINNIZÁ

emos llegado a la última de las culturas que le dan este cariz multifacético a la re­ gión istmeña, la zapoteca. Efectivamente, se trata de la etnia más representativa de la región, tanto que al decir “istmeños” es casi referir­ nos a los zapotecos y a esa cauda de espiritualidad y alegría que los distingue. Su origen, aunque también tiene algunos visos de leyenda, es rastreable, pues de acuerdo con la paleontología, los actuales zapotecos del Istmo o binnizá tienen como antecedente las dis­ tintas migraciones zapotecas que partieron del Valle de Oaxaca, entre el 1200 y 1400 antes de nuestra era, hacia esta zona, estancia que se solidificó con la funda­ ción del señorío de Tehuantepec. No es difícil imaginar porqué los binnigula´sa´ o an­ tiguos zapotecos eligieron este sitio para perpetuarse,

si se recorren sus verdes llanuras, si se asciende por sus cerros que se levantan majestuosos, o al seguir la extensión de sus litorales; el Istmo ha sido desde siem­ pre una de las tierras más fecundas para la vida. Asimismo, al conocer el carácter tenaz de esta gente, la cohesión que mantienen como pueblo, no se tiene duda del por qué esta cultura supo imponerse a las demás con las que le tocó compartir el territorio. Los zapotecos de esta región hasta hoy se autode­ nominan binnizá (“gente que proviene de las nubes”), cuando para los mexicas eran los zapotecatl (“gente que proviene del lugar de los dioses”); por su parte, los españoles les llamaron sencillamente “zapotecos”, gentilicio con que se les identifica mejor. Los binnizá sostienen que ellos proceden de una cultura muy an­ terior, cuyos miembros son referidos con el nombre de binnigula’sa’ (“la gente más antigua”). Existen indicios para suponer que el primer sitio de asentamiento formal de los zapotecas fue Tehuantepec,

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2. EL ISTMO: URDIMBRE CULTURAL DE MÉXICO

La mayoría de los arqueólogos está de acuerdo en que después del año 1500 a.C. es cuando se puede hablar de asentamientos urbanos zapotecas del Istmo, con el respectivo desarrollo cultural, pues antes de esa fecha es probable que la presencia humana se redujera a pequeñas aldeas de procedencia mixe o zoque.

La tradición oral mantiene la leyenda de que los binnigula’sa’, son la gente más antigua y antecesores de los binnizá. A las figurillas que aparecen en las excavaciones, al arar la tierra o cuando llueve, se les llama precisamente binnigula’sa’, y es la prueba ancestral que dejaron estos habitantes como evidencia de su asentamiento en las tierras del Istmo.

En la parte del Istmo de Tehuantepec que da a la vertiente del Pacífico, el clima es más seco que en la costa del Golfo de México, las temperaturas ambientales alcanzan más de 35°C. Las condiciones climáticas de la región, han favorecido la proliferación de la flora y fauna que se conserva; sus palmeras, iguanas y el alcaraván han llegado a ser un símbolo de identidad.

Pág. anterior: Paisaje del Valle de Tehuantepec.

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un centro urbano que continúa la tradición zapoteca del Istmo, si­ tuado en el corazón de una exube­ rante planicie, regada por un río que le hace honor a su nombre (Te­ huantepec), el que asegura la vida a todo género de fauna y flora. Los mexicas llamaron al lugar Tecuanitepetl (“Cerro del jaguar”), mientras que los binnizá le nombraron Guisi’i, “fuego ligero”, seguramente por el calor que se siente en el lugar. No son pocas las gestas heroi­ cas que se le atribuyen a este pue­ blo valiente, entre éstas la que ha trascendido en la historia es el en­ frentamiento que sostuvo contra

el ejército mexica, al cual supo ven­ cer en el sitio denominado Guiengola, donde el rey zapoteco Cosijoeza derrotó a Ahuizotl, el imponente cau­ dillo azteca, soberano del más fuerte de los pueblos de esa época. Este acontecimiento quedaría sellado con la unión matrimonial de Cosijoeza con la hija del derrotado rey mexica. Desde luego que ese no fue el único suceso que los zapotecas venidos de los Valles de Oaxaca tuvieron que enfrentar para hacer valer su jerar­ quía en la región, es claro que la posesión de tan rico territorio sig­ nificó para este pueblo esfuerzos y penalidades inimaginables.


La conquista de México por los españoles alcanzó a los zapotecas sin sujeción y dueños de la zona –rasgo que quizá permanece en el ánimo de este pueblo– aunque siem­ pre acosados por otros pueblos, en­ tre éstos el mixteco. Sin embargo esta situación cambió muy pronto, pues Cosijopi, entonces todavía se­ ñor de Tehuantepec, decidió no pelear contra los invasores, en vir­ tud de que los oráculos habían pro­ nosticado que aquéllos serían los nuevos poseedores de sus tierras; convirtiéndose así en vasallos de la Corona española, que desde el prin­ cipio ambicionó el sitio por sus ri­ quezas extraordinarias, con lo que se abriría otro capítulo en la histo­ ria zapoteca.

A partir de entonces la historia de los binnizá comenzó a consti­ tuirse en lo que hoy es: una amal­ gama de costumbres y creencias de matriz zapoteca pero enrique­ cida por la influencia de otras cul­ turas, las originarias de esta región y las que posteriormente arribaron. De este modo, fueron los españo­ les y los negros quienes conforma­ ron esa primera oleada de migrantes al Istmo, tránsito que ya no se deten­ dría; personas de las más distintas culturas, que atraídos por la hospi­ talidad de la región la convertirían en el crisol representativo de la cul­ tura mestiza de México. Después de la conquista armada, sin duda otra de las preocupaciones de los españoles fue la evangelización

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Es posible agrupar en dos vertientes los ríos del Istmo de Tehuantepec. Al norte, en el territorio veracruzano, se encuentra la vertiente del Golfo de México. En esta vertiente desembocan los ríos que forman parte de la región hidrológica de Coatzacoalcos. Pertenecen a esta región la cuenca del río Coatzacoalcos, con múl­ tiples afluentes. Casi todos estos ríos bajan de las laderas norteñas de la Sierra Madre de Oaxaca. Destaca el río Uxpanapa en territorio veracruzano, y los ríos Alana, Puxmetacán-Trinidad, El Corte y Aguacatenango-Jaltepec, en Oaxaca.

Poblado zapoteco del Istmo.

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2. EL ISTMO: URDIMBRE CULTURAL DE MÉXICO

En la época prehispánica, hacia 1500 a. C. las pequeñas aldeas del Istmo integraban una tradición costeña que llegaba hasta Veracruz y Chiapas, pero mantenían también relaciones con el Valle de Oaxaca. Los primeros zapotecos, procedentes de los valles, pudieron haber llegado desde entonces, ya que en su hábitat se ha registrado un desarrollo cultural no interrumpido, como lo evidencian algunos vestigios encontrados en el sitio llamado Dani Guiaati’ (en Asunción Ixtaltepec), los que confirman que ya estaban allí entre el 700 y 800 d. C.

Hernán Cortés “descubrió” el Istmo de Tehuantepec en su propósito de hallar un estrecho que permitiera el paso hacia el Océano Pacífico. Esta región del sur parecía ofrecer el puente para llegar al lejano Oriente. En 1529, Cortés recibió el título de Marqués del Valle de Oaxaca, en cuyo señorío incluía el vasto territorio de Tehuantepec, descrito como una región que ofrecía un inmenso porvenir debido a su situación geográfica, clima, riqueza de sus producciones y la facilidad que presentaba para la comunicación de los dos mares.

Paisaje zapoteco. Mujer binnizá.

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LOS ZAPOTECOS DEL ISTMO O BINNIZÁ

de sus nuevos súbditos zapotecos, quienes siempre amantes de la ritualidad acogieron la religión cris­ tiana, no sin antes fusionarla con sus antiguas creen­ cias, hasta llegar al sincretismo que hoy se observa tanto en festividades paganas como religiosas, de las cuales quizá son las velas las más representativas, nu­ tridas fiestas que se celebran por distintos motivos: religiosos, familiares, laborales o los relacionados con eventos como la siembra o la cosecha (véase El encanto de las ciudades y pueblos del Istmo). En estos actos, asi­ mismo en la vida cotidiana de los zapotecos, es posible observar rasgos muy importantes de su cultura, como son la solidaridad comunitaria, expresada en distintos actos: el guendaracané (ayuda mutua y desinteresada en dinero o trabajo que se da para construir una casa o en la realización de una fiesta); el tequio (trabajo obli­ gatorio y comunal); la guna (dádiva en especie en oca­ sión de alguna celebración) y la xindxá´ (cooperación o apoyo en dinero). Actualmente, la mayoría de los binnizá están asen­ tados en el Istmo de Tehuantepec, en convivencia ar­ mónica con otros grupos étnicos y con los mestizos, aunque también tienen presencia relevante en muchas otras zonas del país. Las cinco ciudades más impor­ tantes que habitan son: Juchitán, Tehuantepec, Salina Cruz, Matías Romero y Ciudad lxtepec, aunque exis­ ten otras poblaciones, menores en cuanto a número de habitantes pero muy preciadas porque resguardan fielmente la tradición de esta cultura milenaria: Jalapa del Marqués, Asunción Ixtaltepec, El Espinal, San Blas Atempa, Unión Hidalgo, Santa María Xadani, Magda­ lena Tequisistlán, San Francisco Ixhuatán, Santo Do­ mingo Ingenio y Zanatepec. La familia es la entidad social básica entre los zapo­ tecos, en donde el trabajo y las obligaciones están de­ finidos principalmente por edades y por sexo, siendo

padres y abuelos la cabeza de los hogares. Por lo gene­ ral, si el padre o los hombres mayores no son asalaria­ dos sólo llevan a la casa los productos que obtienen de la siembra, la caza, la pesca o la crianza de animales, y serán las mujeres de la familia las encargadas de su procesamiento (si se requiere) y de su venta en la pro­ pia casa, en el mercado o incluso en el exterior (México, Oaxa­­ca, Coatzacoalcos, Tapachula, etc.), es bien sabido

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2. EL ISTMO: URDIMBRE CULTURAL DE MÉXICO

En la región del Istmo de Tehuantepec residen cerca de un millón doscientos mil habitantes, de los cuales, casi un tercio se ha establecido en la costa pacífica del Istmo. Aunque la mayoría de la población es de origen indígena, es muy importante también la presencia mestiza. En la amplia zona comprendida entre la Sierra Atravesada y el extremo sureste de Veracruz la densidad de población es menor; algunas poblaciones de esa región no rebasan los diez mil habitantes, como Santa María Chimalapa, en Oaxaca. Son 22 los municipios del distrito de Juchitán y 19 del de Tehuantepec con población zapoteca. La extensión territorial de ambos distritos es de 1 997 557 km2, de los cuales el primero ocupa 1 330 046 km2 y el segundo 667 511 km2.

Destellos del río Tehuantepec. Folklor zapoteco.

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que las mujeres zapotecas son ex­ traordinarias comerciantes. Otro de los aspectos que es co­ mún observar en los zapotecas del Istmo es su disposición hacia las ar­ tes, en donde destacan sobre todo como músicos y prodigiosos pinto­ res, sin ser menos en la literatura. Pero en esta cultura, las artes no están restringidas a unos cuantos, basta con caminar por los merca­ dos zapotecas o visitar los talleres artesanales para darse cuenta de que estas expresiones están presen­ tes en todos los ámbitos de la vida cotidiana: en la alfarería, la ceste­ ría, la huarachería, y desde luego la

elaboración de textiles y el trabajo con metales preciosos que le ha dado fama internacional a la región ist­ meña. (Véase Artesanos). Pero sin duda, si hay algo que puede caracterizar de manera más fiel a los zapotecos es su melodioso idioma, que en la región se habla en tres variantes, de las que predomina el diidxazá (“palabra”), cuya raíz se encuentra en el antiguo idioma otomangue, surgido en Mesoamé­ rica, el cual no sólo se conserva en la actualidad por la mayoría de los binnizá, sino que lo divulgan y lo promueven con singular orgullo, tanto en la vida privada como pú­


blica. Resultado de este amor de los zapotecos por su idioma, es el perfeccionamiento de su lengua escrita, que junto con la oralidad, es posible legarlo a las nue­ vas generaciones, la mejor manera de asegurar que el zapoteco, como dice una famosa canción istmeña: “no muera”. Muchas son las características que conforman a la etnia zapoteca, los cuales se preservan con vitalidad en las poblaciones istmeñas. No es por tanto aventu­ rado afirmar que los binnizá salvaguardan, con su vida cotidiana y sus costumbres, uno de los patrimonios culturales más importantes de la humanidad, no por menos hoy día están considerados dentro de los prin­ cipales pueblos autóctonos de México.

Una carretera federal de 308 kilómetros de longitud comunica Coatzacoalcos con Juchitán. Esta ciudad y Tehuantepec se conectan con la capital oaxaqueña por la Carretera Panamericana, que atraviesa las sierras orientales del estado y prosigue hacia Tapachula, en la frontera de Chiapas con Guatemala. Al poniente, Tehuantepec está conectada con el centro turístico de Huatulco por la carretera federal que corre entre la costa y la sierra Madre del Sur. Por su parte, la Sierra Atravesada es la zona menos comunicada de la región. La ciudad de Juchitán constituye el principal centro comercial de la llanura meridional.

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2. EL ISTMO: URDIMBRE CULTURAL DE MÉXICO

El mejor ejemplo de la talla creativa de los zapotecas lo constituyen artistas renombrados: el pintor Francisco Toledo, el escritor Andrés Henestrosa, y el compositor Chuy Rasgado (estos dos últimos ya fallecidos). Cabe decir que las actividades artesanales también han contribuido a perfilar la imagen zapoteca en la actualidad, pues son su vestimenta abundante en texturas y colores, asimismo su complemento, la rica joyería de filigrana, el prototipo de la mujer zapoteca del Istmo.

En los territorios mesoamericanos, al poblarse, hacia el año 7000 a.C., coexistieron dialectos emparentados entre sí; alrededor del 4000 a.C. se produjo la distinción del otomangue, de donde provienen el mixteco, el otomí, el chinanteco y el zapoteco. El zapoteco del Istmo o diidxazá es producto de una posterior separación que se produjo alrededor del año 1500 a.C.

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3. El encanto de las ciudades y pueblos del Istmo


…y pasados unos arroyuelos por puentes de madera y andada como media legua, llegó al amanecer a un pueblo de los mismos indios y obispado llamado Tehuantepec, donde residen muchos españoles y hay un convento de Santo Domingo. Tratado curioso y docto de las grandezas de la Nueva España, Antonio de Ciudad Real


SANTO DOMINGO TEHUANTEPEC

S

iguiendo la ondulante carretera federal número 190, se dejan atrás los pinos y la vegetación bos­ cosa; se abre ante la mirada del caminante un nuevo territorio, un valle donde la flora y fauna son cada vez más exóticas. El olor de los robles, del mango y del chicozapote, así como los trinos de las aves confundidas con las frondas penetran los senti­ dos, el clima va envolviendo con su calidez a todo aquel que busca los encantos del Istmo de Tehuantepec. Han transcurrido 250 kilómetros desde la ciudad de Oaxaca, es cuando se tendrá que hacer un alto ne­ cesario, la belleza del lugar invita: estamos en Santo Domingo Tehuantepec. El sol se levanta e ilumina con los primeros rayos a la gente que ya se halla en la calle barriendo los restos de la noche, las mujeres se prepa­ ran para encaminarse al mercado en sus enaguas lar­

gas y con los canastos que parecen adornados por sus trenzas. Y suenan las campanas de la iglesia que dan la bienvenida al nuevo día. Carretas, carretillas, caba­ llos, camionetas, motonetas, son algunos medios de transporte que se suman al concierto habitual de este paraje sin tiempo que es Tehuantepec, cruce de ca­ minos, ciudad heredera de siglos de un armonioso y exuberante eclectisismo cultural. Visitar Tehuantepec es entrar a una tierra de muje­ res y hombres industriosos, ya que desde tiempos remotos es una población que ha desarrollado una intensa actividad comercial debido a su disposición geo­ gráfica, está ubicada en un punto estratégico entre los puertos de Coatzacoalcos, en el Golfo de México y de Salina Cruz, en la costa del Pacífico. Las mañanas istmeñas, frescas y luminosas, llevan de la mano al recién llegado para que inicie el periplo por este paraje especialmente atractivo, donde el alma

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3. EL ENCANTO DE LAS CIUDADES Y PUEBLOS DEL ISTMO

Tehuantepec (Guisíi, en zapoteco) es un vocablo que proviene del náhuatl tecuani “fieras” y tepetl “cerro”: Cerro de fieras. La población fue bautizada por Fray Bartolomé de las Casas como Santo Domingo, en honor a la congregación dominica radicada en el lugar. El 14 de octubre de 1825, por decreto, Tehuantepec adquiere categoría de Municipio Libre.

El jeroglífico de Tehuantepec proviene del códice de Guevea o códice zapoteca. En el escudo se aprecia un montículo con un jaguar en el que se encuentran 66 divisiones y en cada división un círculo, de esta forma se pintó el amurallamiento del cerro de Guiengola. En medio del montículo está un jaguar o tigre; así lo describieron los tenochcas por la fiereza con que el ejército zapoteca defendía la fortificación, y que al mismo tiempo abre sus fauces para tragar a un ser amorfo que se encuentra dentro de una rodela o escudo azteca, con espacios rectangulares que pueden significar aposentos reales; la figura amorfa es el ejército tenochca que pierde la batalla ante el ejército zapoteca, y en la cúspide de la rodela se aprecia el águila real que simboliza el poderío del reino azteca; en su pico sostiene un lazo con borla para no permitir que el ser amorfo sea tragado por el jaguar o tigre.

Pág. anterior: Santo Domingo Tehuantepec.

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zapoteca se siente en cada calle y en cada plaza, donde el color se con­ vierte en la más singular de las presencias: en efecto, aunque transfor­ mada en una afanosa ciudad, Tehuantepec aún conserva ese gusto por el colorido, sea éste natural, visible en los campos, en los parques y en los corredores; o el de la propia creación de los tehuanos, observado en sus fachadas, en sus atuendos y en sus mercados. La traza urbana y la arquitectura vernácula de esta ciudad son, ade­ más de sus tradiciones, los elementos que más llamarán la atención de los visitantes: calles y callejones que se abren paso entre casas de adobe revo­ cados con cal y techados con tejas, embellecidas con plantas y flores que en la región crecen esplendorosas en los amplios patios. No faltará a la vista, en el centro de la ciudad, alguna otra construcción afrancesada, resultado de la influencia del siglo XIX en el Istmo. Seguir las huellas de esta orgullosa cultura milenaria es guiar los pa­ sos 15 kilómetros al oeste, en las afueras de la ciudad por la Carretera Panamericana, para acercarse a las ruinas de Guiengola, “Cerro o Piedra Grande”, donde se estableció el poderío zapoteca, ejemplo señero de la ar­ quitectura prehispánica. Otra muestra de aquella época son las piedras legendarias con signos jeroglíficos en la cima del Cerro del Tigre o Mirador,


SANTO DOMINGO TEHUANTEPEC

Situada a los márgenes del río Tehuantepec (Guigu Roo Guisíi, en zapoteco), la ciudad se localiza a 16º 17’ de latitud norte y 95º 25’ de latitud oeste con una altura de 40 metros sobre el nivel del mar; en una zona muy cálida, de pocos cambios atmosféricos a lo largo del año, con una temperatura entre los 19°C y 37°C. El río ha sido y sigue siendo el motor de la agricultura, cuyos principales productos son el ajonjolí, el coco, el plátano y el mango, entre otros. Esta bella ciudad que cuenta con 53,168 habitantes, colinda al norte con los municipios de Santa María Jalapa del Marqués, Santa María Mixtequilla y Magdalena Tlacotepec; al sur con el Océano Pacífico; al oeste con San Pedro Huamelula, San Miguel Tenango y Magdalena Tequisistlán; al este con San Pedro Comitancillo, San Blas Atempa y Salina Cruz.

el cual da nombre a la ciudad. Cabe decir que Tehuantepec fue un asenta­ miento azteca que servía de base a las rutas comerciales y militares del imperio hacia el Soconusco y Guatemala. Antes los zapotecos que fueron desplazados de los valles centrales de Oaxaca por los mixtecos, buscaron expandirse en el Istmo de Tehuantepec, y se instalaron en las cercanías, entrando en conflicto con los aztecas ya asentados. (Véase El Istmo: urdimbre cultural de México). Particularmente, la ciudad actual fue fundada por Hernán Cortés, con el propósito de tener una base para la conquista del sur de México y Centroamérica. Más adelante, en los tiempos de la Colonia se levantaron edificios de arquitectura española, como el conjunto religioso fundado por la orden dominica en el siglo XVI, que se conserva hasta la actualidad y se puede disfrutar en los paseos vespertinos. La construcción fue reali­ zada entre 1544 y 1550, siendo vicario fray Fernando de Albuquerque;

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Las principales poblaciones del municipio de Santo Domingo Tehuantepec son: Concepción Bamba, Morro Mazatán, San José El Paraíso, Santa Cruz Bamba, Santa Isabel de la Reforma, Aguascalientes de Mazatán, Buenos Aires, Guelaguechi, Las Cruces, Potrero de Carballo, Potrero de San Miguel Tenango, Rincón Moreno, San Francisco, San Juan Zaragoza, Santa Gertrudis Miramar, Zanjón, Cajón de Piedra, Pishishi, Santa Clara, Santa Cruz Hidalgo, El Limón, La Noria, San Andrés Villa Zapata y Santa Rita.

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3. EL ENCANTO DE LAS CIUDADES Y PUEBLOS DEL ISTMO

La superficie de Tehuantepec es de 965.8 kilómetros cuadrados. La localidad está rodeada por los cerros: El Zacatal, La Marimba, Guiengola y Tecuani. Además, cuenta con varias colinas que llevan por nombre: El Tigre, Cruz Padre López, El Zopilote y sobresale al poniente de la población La Cueva, que tiene una altura de 335 metros sobre el nivel del mar. El río Tehuantepec (Guigu Roo Guisíi) nace al norte del municipio de Totolapam y desemboca en la bahía La Ventosa, al oriente de Salina Cruz, atraviesa la ciudad de Tehuantepec y la divide.

Los barrios de Tehuantepec son: Laborio, Vixhana, Guixibere, San Jacinto (Tapa Guidxi), San Jerónimo (Binni zú), San Sebastián (Dáani roo), El Cerrito (Dáani huinni), Jalisco, San Antonio, Santa María Reoloteca (Reu), Santa Cruz Tagolaba (Tulaba), Lieza, San Juanico Atotonilco (Deéche Dáani), San Blas Atempa y San Pedro Xihui.

Río Guigu Roo Guisíi. Convento de Santo Domingo Tehuantepec.

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cuenta la leyenda que el rey zapo­ teca de Tehuantepec, Cosijopi, bau­ tizado como Juan Cortés Cocijopi, ofreció sus tesoros y cientos de in­ dios de todos los barrios y pueblos tributarios de su reino para la edifi­ cación de esta obra. Pero más tarde fue apresado y muerto por la Santa Inquisición. La primera vez que se visita este conjunto arquitectónico integrado por el templo de Santo Domingo, la capilla abierta (hoy convertida en Catedral de San Pedro), el patio atrial y el claustro o exconvento, se

descubre que las fachadas corres­ ponden a una remodelación con­ temporánea. El paseante puede observar que el templo de Santo Domingo, res­ taurado en 1953, es de una sola nave cubierta con bóvedas de nervaduras góticas. En su interior sobresalen tres altares con esculturas religio­ sas. Mientras que la Catedral de San Pedro, está cubierta con techum­ bre de madera sobre arcos y colum­ nas de hierro, contiene el sagrario y también tres altares dedicados a Je­ sucristo, la Virgen del Carmen y la Virgen de los Dolores. Al lado norte del templo está ubicado el edificio del obispado, el cual luce una arcada de cantera. El fresco atrio delimitado por una barda, es un lugar idóneo para descansar unos minutos antes de seguir el recorrido por el ex con­ vento, que fue rescatado de su ruina para convertirse en sede de la Casa de la Cultura de Tehuantepec. Los espacios de sus dos niveles, ahora son ocupados para los distintos ta­ lleres, exposiciones y presentaciones que ofrece este importante centro cultural. Mientras que en los muros y bóvedas aún se pueden contem­ plar pinturas al temple que datan de los siglos XVI, XVII y XVIII. La travesía llevará al paseante por los numerosos templos católi­


cos erigidos entre los siglos XVII y XVIII. Uno de los más interesantes es el de La Natividad Excelsa, del si­ glo XVII, ubicado en el barrio Laborio, ya que su fa­ chada principal luce una portada con arcos de medio punto y remates, así como dos torres y campanarios. Además, en el interior se puede apreciar una nave cu­ bierta con bóveda de cañón; un retablo principal del neoclásico y una capilla anexa con retablo barroco. Asimismo, se conservan en uso residencias colo­ niales, como las que albergan la Facultad de Idiomas de la Universidad Autónoma “Benito Juárez”, la sede del dif municipal y la antigua Casa de Cabildo de In­ dios construida en 1793 (hoy Escuela Primaria “Be­ nito Juárez”); también es notable el conjunto de casas

El paseante podrá visitar los dos principales santuarios de Tehuantepec: Laborio y San Sebastián, donde se congregan los católicos de la región para celebrar la Semana Mayor. El Jueves Santo un personaje llamado “Centurión” paga su manda internándose en una celda de la iglesia desde el medio día, cuidando al Cristo que tiene vendado los ojos. Lo acompañan sin ser vistos músicos con flauta y tambor que ejecutan notas que estremecen. El Jueves Santo, es costumbre vestir a los niños con trajes de angelitos y de “nuestro padre Jesús”. Las tehuanas visten trajes de luto y velan al Santo Entierro, una banda de música ejecuta música sacra durante la noche. Al medio día parte la procesión para la crucifixión de Cristo en el Cerro Cruz Maravilla del barrio Guichivere.

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3. EL ENCANTO DE LAS CIUDADES Y PUEBLOS DEL ISTMO

Tehuantepec cuenta con todos los servicios urbanos como luz eléctrica, agua potable, pavimentación, telefonía, servicios de salud y bancarios, del mismo modo que tiene hoteles, casas de huéspedes, restaurantes, escuelas, bibliotecas, bares, cafés-internet y centros comerciales.

Juana Cata a quien mucho se debe la introducción del ferrocarril en la zona, es un arquetipo de las istmeñas, pues todas ellas son aguerridas, herederas de la fuerza del mundo que las rodea, y por tanto, tienen un lugar preponderante en la vida social y política de su pueblo. Esta es una de las razones que hacen pensar al forastero que en Tehuantepec reina el matriarcado, pues el calor consigue que los hombres salgan a sus labores de madrugada y antes del medio día regresen a descansar, entonces las mujeres se adueñan del pueblo, ya que van al mercado a vender lo cosechado por el marido. Y como no dependen del hombre para el comercio ni para la fiesta, la música “no se desperdicia” y en cuanto la banda toca, las tehuanas se ponen a bailar con sus congéneres.

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coloniales en los barrios Jalisco y San Sebastián. El bullicio y algarabía le serán muy cercanos a todo visitante cuando se encuentre próximo al mercado, no le quedará la menor duda de que este pueblo tiene en la sangre el espíritu del comercio, la venta es buena, pues las mujeres de la región tienen la característica de hablar con dulzura y cariño a sus clientes, sean hombres o mujeres, mientras ofrecen sus totopos, ca­ marón seco, diversidad de quesos, tamales (de gallina, de cerdo y de iguana), el pastel de elote, los ma­

riscos, el mole de armadillo, y to­ das las delicias gastronómicas de la región con las que los comensales terminarán por chuparse los de­ dos. (Véase Recetario autóctono del Istmo). Por supuesto, que al visitar el mercado o algún taller de alfarería se tienen que adquirir las hermosas negritas, que son muñecas de barro negro sólo elaboradas en esta ciu­ dad, igualmente, las mujeres se pro­ curarán los hermosos huipiles y faldas llenos de colorido, bordados a mano con hilo de seda, y la bella joyería que en toda gala debe ata­ viar a quien porte estos trajes (véase Artesanos). Siguiendo esa ruta, no se puede dejar de visitar la casa de doña Juana Cata, a un lado del mercado y junto a las vías del ferrocarril, un chalet del siglo xix, construido por esta mujer excepcional, nacida en el ba­ rrio Jalisco, el 24 de noviembre de 1837, quien fundó en el pueblo dos escuelas primarias mixtas, e intro­ dujo la siembra del añil (tinte natu­ ral que se comerciaba en Europa), además estableció ingenios azuca­ reros, co­mer­cializando en el extran­ jero este dulce producto. El Jardín Central de Tehuante­ pec es un excelente lugar para mi­ rar el crepúsculo. Está rodeado por el palacio municipal, oficinas y esta­


blecimientos comerciales, así como hermosos jardines, donde podrá de­ leitarse con la música que la marimba toca desde el kiosco a los visitantes y a la misma gente del pueblo. El caminante sentirá la magia y la unión de los tehuanos en las festivi­ dades, las cuales son incontables y siempre generosas. Al respecto, es bueno saber que los asistentes cooperan para los gastos de cualquier fes­ tividad, lo que permite hacerlas todavía más suntuosas, claro que quienes cooperan son registrados en una libreta por los “mayordomos” o encar­ gados de la fiesta, porque de esta manera podrán ser correspondidos en ocasiones posteriores. De esta forma es como en Tehuantepec se sufra­ gan los gastos de estas celebraciones comunitarias, sean religiosas o secu­ lares, una costumbre que se dice tiene un origen prehispánico. Cabe decir que es en estos convivios cuando las tehuanas tienen oportunidad de lu­ cir sus elaboradas joyas y sus ricos vestidos, que compran con el dinero ahorrado de su propio trabajo, como cocineras, comerciantes, artesanas, y más recientemente profesionistas, objetos que poco a poco van formando un patrimonio que se dota a las nuevas generaciones de tehuanas.

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Otro hombre muy importante en la historia de Tehuantepec es Margarito M. Guzmán, quien nació el 9 de marzo de 1886 en el barrio de Santa María Reoloteca; en el año de 1914 realizó su primera composición literaria llamada Filomena, que se estrena en la fiesta del 15 de agosto del barrio de Santa María; en 1916 compone Celosa; en 1977 compone Martha Elva, año también en que se funda la Banda Princesa Donají. Escribió cuarenta y dos composiciones entre zapateados, cantos religiosos, valses, polkas, marchas militares o fúnebres, sones regionales; entre los sones destacan: Guisi, Tanguyú y Guiguróo.

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3. EL ENCANTO DE LAS CIUDADES Y PUEBLOS DEL ISTMO

La fiesta más tradicional, y obligada para todo aquel que quiera conocer la idiosincrasia de este pue­ blo, es la Vela Sandunga, que se realiza una noche de la última semana de mayo, asimismo la Vela Tehuan­ tepec, que se efectúa el 26 de diciembre. Durante la calenda, las istmeñas ataviadas con sus trajes de gala presiden la celebración, llevando alegres farolas de ca­ rrizo y papel china en forma de peces, estrellas y lu­

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nas, iluminando las calles, para que al son de la música inicien con el baile. Mientras, los hombres queman los cohetes y lanzan fuegos artificiales que anuncian el convite. Cada una de las velas están a cargo de un mayor­ domo; las festividades incluyen la coronación de la “reina”, y en éstas se realizan “desfiles de flores”, que consisten en recorrer las calles con carretas adorna­


SANTO DOMINGO TEHUANTEPEC

das de flores y festones, jaladas por bueyes. Los Xuanas (principales de la fiesta y consejeros) llevan las velas y sus esposas portan flores, todos ellos acompañados por la gente del pueblo. Se bailan El fandango tehuano, El jarabe tehuano, La petenera, La llorona, La Juanita, El carbonero, El chinito, Son de los cocos y más de ochenta sones que tiene Tehuantepec en su ri­ queza folklórica. Santo Domingo Tehuantepec guarda una magia que se percibe a pri­ mera vista, un embeleso que sin duda los paseantes descubrirán al reco­ rrer la ciudad, donde podrán encontrar el profundo encanto que viene desde el tiempo antiguo, una mezcla de varias culturas que han generado un pueblo único, con tradiciones vivas, las mismas que se entrelazan para que sus habitantes, amables y festivos, tiendan la mano y brinden una

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La Sandunga es el himno regional que enmarca todas las festividades, mayordomías, bodas, así como los sepelios. Se trata de un son que tiene cadencia, ritmo, belleza, y se cree que era un jaleo andaluz que llegó a México en la época del virreinato.

Chalet y monumento a doña Juana Cata. Vela en Tehuantepec.

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3. EL ENCANTO DE LAS CIUDADES Y PUEBLOS DEL ISTMO

sonrisa a todo aquel que encamine sus pasos a este pequeño paraíso del Istmo.

Durante el transcurso de todo el año, los distintos barrios viven la gala y algarabía, ya que toda fiesta es muy importante, pero el 4 de agosto el pueblo festeja a Santo Domingo de Guzmán, su cabecera; la fiesta se realiza en el Palacio Municipal, siendo los miembros del cabildo y los mayordomos quienes la encabezan. Para concluir las mayordomías que se efectúan durante los doce meses, el 18 de diciembre se festeja a la Virgen de la Soledad en el barrio del mismo nombre, y al siguiente día se presenta a los encargados de cuidar la iglesia de cada barrio para el año próximo, y se baila en forma especial un son regional llamado “de los Xuanas”.

Arquitectura típica de Tehuantepec. Panorámica de Santo Domingo Tehuantepec.

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A un lado, sobre la vĂ­a de ferrocarril de Chiapas, JuchitĂĄn se conserva colonial, con atractivo que no tiene par en todo el planeta. Memorias, JosĂŠ Vasconcelos


HEROICA CIUDAD DE JUCHITÁN DE ZARAGOZA

D

entro de la vasta creación de la naturaleza, son las flores las que, por alguna razón, han cautivado excepcionalmente a muchas culturas. Los pueblos del Istmo, de manera particular Juchitán, no son ajenos a este encanto, tanto así que a su nombre muchas veces se le añade “de las flores”: Estamos en “Juchitán de las Flores”, la tierra de las mujeres, de la luz y del color. De la capital oaxaqueña, distante 290 kilómetros, a este sitio ubicado al sureste del estado se hace un reco­ rrido de cinco horas por carretera. El clima ha cam­ biado, lo mismo que su flora y fauna. Cada paso va adentrando al visitante en este mundo que ante sus ojos irrumpe con el impulso de una historia épica, de un pueblo único, como no lo encontrará en ninguna otra región. Aquí la gente vive intensamente y el pla­

cer por la existencia está presente, incluso en las horas de la siesta, cuando el sol tropical baña la ciudad. Desde la madrugada las calandrias, gorriones y chachalacas, forman conciertos para acompañar a los campesinos en su viaje a las parcelas, a los pescadores que buscan el mar, y a las mujeres que se preparan para ir a comerciar al mercado. Un poco más tarde comenzarán a verse los primeros paseantes que reco­ rren las calles de la ciudad. Resulta imposible dejar de ver a sus mujeres, ya que sin duda alguna el universo femenino es una de las mayores fascinaciones de Ju­ chitán, sus inmensas faldas que se vuelven torbellinos de luz, sus huipiles bordados con gracia, su andar que guarda la cadencia del universo, la mirada viva, la sonrisa alegre, la fuerza y la decisión que muestra su incansable conquista del mundo en que viven. Visitar Juchitán es pasear sobre una planicie, ya que no existen elevaciones importantes dentro de la ciudad ni en muchos kilómetros a la redonda, por lo

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3. EL ENCANTO DE LAS CIUDADES Y PUEBLOS DEL ISTMO

La ciudad de Juchitán de Zaragoza está comprendida en la región del Istmo de Tehuantepec, al suroeste del estado de Oaxaca, en las coordenadas latitud norte 16º 26’ con una longitud al oeste de 95º 01’ y con una altitud de 30 metros sobre el nivel del mar. Limita al norte con los municipios de Asunción Ixtaltepec, El Espinal y San Miguel Chimalapa; al sur con San Mateo del Mar, Santa María Xadani, la laguna Superior (Santa Teresa); al oeste con Asunción Ixtaltepec, El Espinal, San Pedro Comitancillo, San Blas Atempa y San Pedro Huilotepec; y al este con Santo Domingo Ingenio, Unión Hidalgo y San Dionisio del Mar.

El verdadero nombre de esta tierra es Ixtaxochitlán, voz náhuatl que significa “Lugar de flores blancas”, la que castellanizada evolucionó al nombre actual: Juchitán. Retomando la denominación original, los zapotecas contemporáneos lo identifican como Guidxiguie, que se traduce como “Pueblo de flores”.

Pág. anterior: Ciudad de Juchitán de Zaragoza.

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mismo su intenso calor sólo se atem­ pera por el viento (norte) que pro­ viene del Golfo de México y que azota con mucha fuerza en la re­ gión y claro, en el verano y el otoño por causa de las lluvias. La población es atravesada por un río que solamente se deja notar en épocas de lluvia y que desemboca en la laguna Superior, su nombre es Guiigu’ Bi’cu’nisa cuya traducción literal es “Río de las nutrias”, pero que oficialmente se conoce como “Río de los perros”. En la actuali­ dad no son pocos los puentes que unen a la población que al crecer se ha asentado más allá del río. Seguir las huellas de la fundación de Juchitán es perderse en la oscu­

ridad de los tiempos, pues su origen está sostenido por varias hipótesis, una de ellas refiere que sus prime­ ros pobladores fueron los mixeszoques, que lo habitaron entre 1500 a 1100 años a.C.; otra establece que fue habitado por los zapotecas desde 1300 años a.C. hasta 300 años d.C., otra más asegura que su estableci­ miento se remonta a la época del último rey zapoteca Cosijopi. Sin embargo, caminar hasta el margen del río Las nutrias, al sur y poniente de la población actual, parece lle­ var a su primer asentamiento, en las zonas conocidas hoy como Cheguigo sur −alrededor de la laguna Ngupi (armadillo) o Yupi− y las la­ gunas Biahui do’ (zapote sagrado) y Zo’pe’ (zopilote), al menos así lo afirman los propios habitantes de estos barrios y algunos estudiosos del tema. Desde luego, para iniciar el pa­ seo dentro de la ciudad nada mejor que en el Palacio Municipal de Ju­ chitán, que fue edificado alrededor de 1860, cuando Francisco León, “Pancho León”, era jefe político; aun­ que, como el paseante podrá per­ catarse, la edificación como hoy se mira, de dos niveles, corresponde a una reconstrucción reciente. En la planta baja se puede disfrutar de un portal con 30 arcos de medio punto sobre esbeltos pilares, cuyos frentes


HEROICA CIUDAD DE JUCHITÁN DE ZARAGOZA

El nombre oficial de esta ciudad es Heroica Ciudad de Juchitán de Zaragoza, en honor al Batallón Zaragoza, integrado por soldados juchitecos leales a las causas republicanas, que lucharon al lado de su valiente pueblo para derrotar las huestes imperialistas en la defensa de la soberanía nacional, el 5 de septiembre de 1866, durante la Intervención Francesa.

Francisco León Hernández “Pancho León” nació en Juchitán el día 4 de octubre de 1846, participó en las filas del Ejército Liberal donde alcanzó el grado de coronel. Más tarde fue nombrado presidente de Juchitán, en 1876. Murió en la ciudad de Oaxaca el 8 de octubre de 1916.

muestran pilastras lisas. Al subir al segundo nivel, las puertas con arcos rebajados son impresionantes, del mismo modo que sus balcones de hie­ rro desde donde la vista es hermosa. La fachada termina con pretil al centro y un torreón con reloj público. En cuanto a sus usos, la planta alta aloja las oficinas de la presidencia y el cabildo, y la baja, locales comercia­ les que constituyen el “mercado de Juchitán”, tan famoso en el mundo. La Casa del Artesano Istmeño es otro lugar inevitable para el turista, está ubicada en la parte baja de este mismo edificio. Aquí se pueden con­ seguir especialmente los trajes de las mujeres istmeñas (bordados hechos completamente a mano y compuestos por huipil y enagua), rebozos, som­ breros forrados de terciopelo rojo, hamacas, redes, joyería de oro tehuano (como los esplendorosos “torsales”), cántaros de barro, cestería, cortinas de caracoles (traídas de la zona huave), máscaras de concha de armadillo, abanicos y figuras de madera y mucho artículos más (véase Artesanos). Frente al Palacio Municipal está el Jardín Central Benito Juárez con su kiosco en el que la marimba toca alegremente los sones de la región, invi­ tando al público a ser parte de la fiesta interminable que se vive en Juchitán.

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Mercado juchiteco.

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3. EL ENCANTO DE LAS CIUDADES Y PUEBLOS DEL ISTMO

El municipio de Juchitán de Zaragoza corresponde al Distrito del mismo nombre que cuenta en total con 22 municipios. Limita al norte con Asunción Ixtaltepec, El Espinal y San Miguel Chimalapa; al sur con San Mateo del Mar, Santa María Xadani, la Laguna Superior (Santa Teresa); al oeste con Asunción Ixtaltepec, El Espinal, San Pedro Comitancillo, San Blas Atempa y San Pedro Huilotepec; y al este con Santo Domingo Ingenio, Unión Hidalgo y San Dionisio del Mar. Planta alta del palacio municipal de Juchitán.

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A toda hora del día en este jardín podrán encontrarse personas que con­ versan animadamente y disfrutan los antojitos que decenas de mujeres juchitecas expenden en el lugar (“curados”, dulces, frutas del trópico y quesadillas), bajo la sombra de los mandimbos y las palmeras. Esta alga­ rabía continúa hasta bien entrada la noche, cuando las familias salen a tomar “el fresco” y a cenar las deliciosas “garnachas” (pequeñas tortillas de maíz con carne frita y verduras) que sólo pueden probarse en el Istmo. También en el centro de la ciudad se halla otro sitio de esparcimiento, el Parque Revolución, enfrente del cual se encuentra el máximo edificio religioso de Juchitán, el templo de San Vicente, una construcción con rasgos del neoclásico (siglo XIX) sin grandes transformaciones de la edi­ ficación original. El caminante podrá regocijarse con la fachada principal que tiene un acceso con arco de medio punto, una ventana coral, y co­ lumnas lisas, nichos, floreros y su frontón, así como dos torres y un cam­


panario. Su interior es una nave con dos capillas laterales: cuenta con un presbiterio cubierto con cúpula elíptica y una bóveda de cañón. Su retablo principal es barroco con nichos y esculturas del Sagrado Corazón de Jesús y de San Vicente Ferrer. Sin duda, los templos, los parques y los mercados se han convertido en el motor de la actividad social y co­ mercial de Juchitán, donde se convive, se consume y

se puede comprender de manera más precisa la idio­ sincrasia del pueblo juchiteco; por tanto nadie que arribe a esta ciudad debe negarse esta experiencia. Las mujeres ocupan un lugar especial en Juchi­ tán, pues son ellas las principales administradoras del comercio. Recias y decididas, pero muy amables, ofrecen sus productos entre sonrisas y con zalamería para conquistar al cliente, al que brindan productos

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3. EL ENCANTO DE LAS CIUDADES Y PUEBLOS DEL ISTMO

agrícolas, ganaderos, pesqueros y artesanales de la re­ gión. Entre los productos que en general se expenden en el mercado están: las hamacas de hilo de seda, bol­ sas de cuero realizadas con detalles muy finos, artícu­ los de palma, carrizo y mimbre, así como huaraches, jicapextles y una basta joyería de oro como los “ahoga­ dores”, que son accesorios indispensables para los tra­ jes de tehuana que también venden.

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Si del paladar se trata, Juchitán de Zaragoza es el lugar indicado por su exquisita comida, compuesta de quesos, pescados, camarones, jaibas, iguanas, frutas en conserva, moles (sea negro o rojo), tamales de mole envueltos en hoja de plátano, pan de manteca, los deli­ ciosos marquesotes, asimismo bebidas típicas como el bupu, tejate, atole y los curados. (Véase Los sabores del Istmo y Cocineras).


HEROICA CIUDAD DE JUCHITÁN DE ZARAGOZA

Siguiendo por la Avenida Juárez, atrás del Templo de San Vicente, se localiza el Mercado de Artesanías de Barro, donde se pueden adquirir ollas, jarros, alcancías, comales, hornos, muñecas tehuanas (vasha o manonas), productos elaborados con la técnica de “modelado a mano”, con un terminado natural color naranja. Los paseantes deben dar especial aten­ ción a las macetas que ahí venden, que son inusualmente grandes. Caminar por Juchitán es descubrir a cada momento un lugar único y nuevo, como la Casa de la Cultura (junto al Templo de San Vicente), que representa la arquitectura tradicional, fue restaurada por el arquitecto Gerardo de Gyves, con materiales de derribo, recuperando elementos de la cultura juchiteca como los espacios intramuros que tienen la oportuni­ dad de “conversar” con el exterior. En este lugar permanentemente hay exposiciones pictóricas de artistas reconocidos, entre otros, Francisco To­ ledo; además de que resguarda un museo de la cultura zapoteca y se im­ parten cursos de idiomas, teatro y música y pintura. No es aventurado decir que este espacio cultural es de los más activos en su género en la región y en todo el estado. Desde luego, no se puede dejar de mencionar

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Juchitán cuenta con todos los servicios urbanos: luz, agua potable, alcantarillado, pavimentación, asistencia médica y seguridad pública. Además, tiene sucursales bancarias, gasolineras, decenas de cafés-internet, restaurantes, hoteles, moteles, casas de huéspedes, bares, agencias de viajes y todo lo que requiere una ciudad moderna pero a la vez provinciana.

La ciudad cuenta con oficinas del Servicio Postal Mexicano así como delegaciones de todas las dependencias de gobierno del estado. Y en la antigua estación del Ferrocarril se encuentra una delegación de la Secretaria de Relaciones Exteriores. Se tienen además de tres mercados municipales, un tianguis, un mercado sobre ruedas, así como farmacias, centros comerciales, librerías, mueblerías, tlapalerías y misceláneas, por mencionar algunos de sus establecimientos comerciales.

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3. EL ENCANTO DE LAS CIUDADES Y PUEBLOS DEL ISTMO

La Casa de la Cultura de Juchitán es el principal recinto encargado de difundir el uso correcto del idioma zapoteco o la lengua de la binnizá. En ella se pue­den encontrar diccionarios zapoteco-español/español-zapoteco de reciente edición. También cuenta con diccionarios históricos reeditados, utilizados antiguamente por los frailes para la evangelización de la región.

Casa de la Cultura de Juchitán.

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que en este lugar se preserva la lengua zapoteca con particular celo, me­ diante su enseñanza y difusión, esa lengua que se resistió a morir y hoy forma parte del mismo paisaje juchiteco. Por esto y más, la Casa de la Cultura es un lugar de visita obligada en Juchitán, se trate de los oriundos o visitantes. Existen otras construcciones de menores proporciones que son intere­ santes como arquitectura vernácula, por ejemplo, la casa situada a espal­ das de la Casa de la Cultura, donde vivió Julio Bustillo, fundador del Foro Cultural Juchiteco; y la casa del viejo héroe juchiteco Efraín R. Gómez. Uno de los sucesos que más pueden deleitar al visitante son las fiestas del pueblo, o las “velas”, son celebraciones de toda la ciudad. En total son 26 velas, que inician en abril y terminan en septiembre, sin embargo la mayoría se celebra en mayo. Originalmente las “velas” fueron celebracio­ nes de corte religioso en las que la población pasaba la noche en vigilia como muestra de lealtad a sus santos. Hoy en día aún persisten reminis­


HEROICA CIUDAD DE JUCHITÁN DE ZARAGOZA

cencias claras de la celebración religiosa, pero las festividades han adqui­ rido otro cariz: sirven para fortalecer los vínculos entre las familias que año con año son convocadas a un lugar determinado, y dar continuidad a las tradiciones de la región; además, estas fiestas estimulan la economía local, pues en ellas se requiere todo género de productos, tanto para los atuendos como para la comida y los ornamentos. Cada año, una familia es elegida para presidir el patronato de la vela y preparar la celebración del año siguiente. Así, esa familia invita a otras familias para que asistan a su lugar o “puesto”, en donde la gente es reci­ bida con alimentos y bebidas, y se instala en un sitio para disfrutar la

En el año 2000 el poeta juchiteco Macario Matus fundó, en una casa de la popular colonia Moctezuma, del DF el Centro Cultural Juchitán (CCJ), un foro creado para dar cabida en la capital del país a las expresiones artísticas de jóvenes pintores, escultores y poetas originarios de Juchitán, Oaxaca. Con el paso de los años el CCJ ha diversificado el origen de sus artistas y hoy, sin dejar de ser fundamentalmente una célula zapoteca dentro de una de las metrópolis más grandes del mundo, comienza a constituirse en un espacio medular para la vida cultural de la ciudad, donde jóvenes artistas de diversas partes del país, muchos de ellos indígenas, encuentran la oportunidad de exponer, generalmente por vez primera, sus obras.

A menos de una hora de Juchitán se encuentran los manantiales de aguas termales, y a una hora está la Playa Cangrejo, ribera semi-poblada famosa por sus dunas naturales, también cuenta con las playas de Santa María del Mar, Santa Cruz y Playa Vicente, localizada esta última al suroeste del municipio.

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3. EL ENCANTO DE LAS CIUDADES Y PUEBLOS DEL ISTMO

música de la noche, sobre todo la ejecutada por orquestas regionales. Uno de los bailes más tradicio­ nales es la Sandunga, y el Mediu´ xi­ga. Las principales velas de Juchitán son: San Vicente Goola (Grande), San Vicente Huinii’ (Pequeño), Vela San Isidro, Vela Biad­xi, Vela Angé­ lica Pipi, Vela Cheguigo (detrás del río). La tarde previa a la vela, se llevan a cabo las “regadas”, que son desfiles en los que niños y niñas montan caballos, acompañando a un niñocapitán, quienes van literalmente re­ gando juguetes y frutas por las calles de Juchitán. Juchitán de Zaragoza es un cri­ sol donde se funde lo mejor de la tra­ dición istmeña; la música, el baile, las artes en general, el comercio y la gastronomía son sólo los aspectos más visibles de su cotidianidad; ex­ presiones que se ven enriquecidas por el más grande tesoro de los ju­ chitecos: su lengua zapoteca, la que se habla en todo lugar y a toda hora. Visitar Juchitán de Zaragoza es darse la oportunidad única de conocer lo más profundo de la cultura oaxa­ queña, pletórica de sensibilidad y gusto por la vida.

Folklor y religiosidad binnizá.

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…Ay de mí, llorona, llorona, llorona de ayer y hoy, para atrás y para adelante, para la derecha y para la izquierda, meciéndose de un pie al otro, le enagua barriendo el compás sobre el piso de tierra apisonada… Luz y luna, las lunitas, Elena Poniatowska


ASUNCIÓN IXTALTEPEC

M

uy cerca de la ciudad de Juchitán de Za­ ragoza, asentadas también sobre la pla­ nicie costera del Istmo, se encuentran tres poblaciones hermanas de profunda raigambre zapoteca: El Espinal, Asunción Ixtaltepec y Ciudad Ixtepec, las que comparten no sólo las tradicio­ nes y la idiosincrasia que hacen famoso al Istmo, sino también uno de los paisajes más llamativos de la re­ gión: un campo coronado de palmeras y guanacastles, rodeando a trechos los caseríos que todavía conservan esa arquitectura de piedra, ladrillo y teja tan típica de la zona. Pero, detengámonos un momento en uno de estos lugares que es quizá el que guarda todavía con más énfasis ese “color” istmeño: Asunción Ixtaltepec. Según las fuentes históricas, el año más probable de la fundación de este poblado es 1546, de cuando data la edificación del primer templo católico, en un

sitio llamado Yu Gudxa (Tierra húmeda), propicio para la agricultura por su humedad, y de buena materia prima para la actividad que desde entonces distinguió a este pueblo: la alfarería. Sin embargo, esta condición también fue la causa de que los primeros ixtaltepeca­ nos o bini guiaati´ (en idioma zapoteco “gente de arriba”) tuvieran que abandonar el asentamiento, pues al en­ contrarse a las riberas de un río (hoy llamado “Río de los Perros”, las inundaciones eran frecuentes, por lo que tuvieron que establecerse un poco más al norte, en el paraje denominado Guiaati´, de donde ya no se move­ rían más. Se trata de un municipio con una extensión de 547 km2 (comprendidas sus agencias) y quizá su principal ca­ racterística, que le da también su mayor atractivo, es que se encuentra surcado por un río y varios arroyos (Lachilona, Banderilla, Verde y Zopiloapam), los que ha­ cen posible una exuberante flora tropical constituida por fornidos guanacastes, mezquites, tepehuajes y cen­

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3. EL ENCANTO DE LAS CIUDADES Y PUEBLOS DEL ISTMO

El topónimo Ixtaltepec significa “Cerro blanco”, o “Donde se origina o surge el pozol”, que dicho sea de paso, el pozol es un alimento a base de maíz muy preciado para su gente. Otras acepciones son: “Cerro de la sal” (ixtal, que quiere decir “blanco”, o “sal”, y tépetl que significa “cerro”), esto es en lengua náhuatl, porque en lengua zapoteca se le conoce con el nombre de Guiaati´, que significa “Pueblo que está arriba” o “Pueblo hacia el norte”.

Existe un lienzo que refiere parte de la historia de este lugar, rescatado por el profesor Pedro Mijangos (autor del libro Bacuana), en cuya parte inferior se encuentra una fecha que probablemente es 1546; en éste se señalan los linderos, los caminos reales y los poblados vecinos con sus capillas. Se cree que se trata del Título primordial de Asunción Ixtaltepec, y por eso también se le conoce como “Lienzo de Ixtaltepec”, por esta razón se considera este año, 1546, como el más indicado para afirmar cuándo se dio su fundación.

Pág. anterior: Casa de la Cultura de Ixtaltepec. Templo católico en Asunción Ixtaltepec.

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tenarios pochotes, además, claro está, de una variedad de árboles frutales y plantas de ornato propias de la región, que convierten a la zona en un verdadero edén. En cuanto a su etnografía, su primigenia es zapoteca, hablantes en su mayoría de este mismo idioma, el cual aún preservan con esmero pese a los acelerados procesos de occidentalización a que está sujeto este poblado, situación que no es distinta con sus vecinos, los poblados de El Espinal y Ciudad Ixtepec. Según los censos recientes, la población sobrepasa los 14 mil habitantes, distribuidos en mestizos, binnizá y en menor porcentaje huaves o mixes. Para quien desee visitar esta bello pueblo, puede acceder a través de dos vías: por Cuidad Ixtepec, para lo cual tomará la carretera federal 185 que comunica Tehuantepec con esta ciudad, y de ahí seguir por la carre­ tera que comunica a Ciudad Ixtepec con Juchitán; o bien, partir de Juchi­ tán hacia Ciudad Ixtepec, pasando primero por El Espinal, de cualquier forma el viaje es breve y agradable, no más de 15 minutos por una carre­


ASUNCIÓN IXTALTEPEC

tera que por trechos atraviesa el próspero campo y por otros zigza­ guea por las calles de los poblados que casi se entrelazan. Ya encontrándose en Ixtaltepec, con toda seguridad el visitante cami­ nará por las calles del centro o por sus barrios o secciones (las más tra­ dicionales son: Santa Rita, Barrio de los alfareros; Sección Cuarta, Barrio de los ladrilleros, de San Antonio y Barranca Colorada), para disfrutar no sólo de la armonía arquitectónica, donde se ha sabido amalgamar la construcción tradicional de ladrillo rojo y teja con casas más moder­ nas, y donde todo visitante también

disfrutará de la amabilidad ixtalte­ pecana. Se podrá iniciar el reco­ rrido en su zócalo, que en las tardes se alegra con la convivencia de las familias del lugar, siempre bajo la mirada de Chu Rasgado, artista ori­ ginario de lugar y de quien todo el Istmo se siente orgulloso por ser su principal compositor, autor de famo­ sas canciones como Naela y El penúltimo beso, y que como justo homenaje la población le ha levantado un mo­ numento en este jardín central. Desde luego que para conocer mejor Ixtaltepec habrá que caminar un poco más y dirigirse a su mercado público, donde es posible saborear el riquísimo sazón de Ixtaltepec y adquirir los productos artesanales elaborados en el lugar. El paseo puede completarse en la Casa de la Cultura, donde se forjan las nuevas generaciones de ixtaltepecanos en las artes que dominan: la danza, la música, la escultura en madera y la cerámica (véase Artesanos y Músicos), y que está instalada en un so­ brio edificio muy bien conservado que alguna vez albergó a la primera escuela del la población: la Prima­ ria “Centenario”. La religiosidad es sin duda uno de los principales elementos de la so­ ciedad istmeña y en consecuencia de Ixtaltepec, por ello, todo viajero no puede irse sin conocer la iglesia de

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Asunción Ixtaltepec se localiza en las coordenadas 95º 03’ longitud oeste y 16º 30’ latitud norte, a una altura de 30 metros sobre el nivel del mar. Como límites tiene al norte los municipios de El Barrio de la Soledad y Santa María Chimalapa; al sur San Pedro Comitancillo y El Espinal; al oeste El Barrio de la Soledad y Ciudad Ixtepec; y al este a San Miguel Chimalapa y Juchitán de Zaragoza. Se caracteriza por su clima cálido con algunas variaciones durante el otoño, en el verano es bastante lluvioso. Las principales localidades del municipio de Asunción Ixtaltepec son: Aguas Calientes, La Mata, Chivela, Chivixhuyo, Lázaro Cárdenas, Cieneguilla, Mazahua, el Mezquite, Sitio de las Flores, Mazahuite, Nena, El Morrito, La Cueva y Santa Rosa.

Ixtaltepec, igual que las principales poblaciones istmeñas, posee niveles de desarrollo bastante aceptables, por lo que cuenta con servicios suficientes que satisfacen las necesidades públicas, evidente en su infraestructura educativa, la que alcanza dos instituciones de nivel bachillerato; también tiene una Casa de Cultura (antigua Escuela Primaria “Centenario”) y una Biblioteca Pública, unidades médicas del IMSS y de la Secretaría de Salud, un mercado, un auditorio, un palacio municipal y un estadio de béisbol.

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3. EL ENCANTO DE LAS CIUDADES Y PUEBLOS DEL ISTMO

El municipio se encuentra a unos 290 kilómetros de la ciudad de Oaxaca y a 9 kilómetros de la ciudad de Juchitán de Zaragoza. Se comunica con la carretera panamericana y con la supercarretera del Istmo mediante un ramal que parte de la ciudad de Juchitán. Existen varias líneas de autobuses que pueden transportar a los viajeros desde la ciudad de Oaxaca, vía Ciudad Ixtepec; de igual manera, si se sale de Tehuantepec o Juchitán, el transporte es frecuente y seguro, ya sea en autobús o en taxis colectivos.

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Asunción de María, una joya de la arquitectura sacra por sus enormes cúpulas y su rico altar tallado en madera que resalta todavía más por el blanco color de las paredes y el frontis del edificio, muy a propó­ sito para expresar la ritualidad de los moradores. Claro que la idiosincrasia ixtal­ tepecana no termina aquí, toda vez que la festividad también se suma al espíritu de los habitantes. En toda la zona es famosa la celebración que aquí se hace a la Virgen de la Nati­ vidad, entre el 20 y el 25 de diciem­ bre, organizada para más lucimiento por un comité de festejos nombrado

cada año. La gente del pueblo y los paseantes se divierten con el con­ vite, los jaripeos y los programas artísticos que con este motivo se llevan a cabo. Es digno de admirar el esmero con que las familias y los organizadores adornan sus facha­ das y los lugares para la fiesta, con toda suerte de papeles coloridos y flores, además, no podía faltar, el ex­ quisito arreglo de la parroquia. Otras fiestas comunitarias a las que se puede asistir son las ya muy conocidas “velas”, que celebran los barrios o las “asociaciones” (cofra­ días o gremios), donde se desborda todo el sabor, la música y la alegría zapoteca. Destacan como las prin­ cipales velas la de Santa Rita (a fi­ nales de mayo), la de La Asunción (patrona del pueblo, entre el 18 y 20 de agosto) y la de Dios Padre, en el barrio Barranca Colorada (en enero). (véase Calendario festivo). Ahora que si de participar en la más auténtica de celebraciones reli­ giosas se trata, se deberá visitar Ix­ taltepec en los primeros tres días de mayo, que es cuando se le rinde culto a la Santa Cruz. Todo comienza con el traslado de los fieles católi­ cos al cercano Cerro Blanco, el sitio más emblemático del pueblo por ha­ berle prestado su nombre, en donde se encuentra una capilla. La comi­ tiva toma la cruz de esta capilla y la


ASUNCIÓN IXTALTEPEC

lleva a su iglesia, donde adornada con perfumadas flores la veneran el día tres de mayo con actos litúrgicos, para regresarla después al cerro con la misma devoción. Pero Ixtaltepec es mucho más que sus fiestas y su paisaje, es sobre todo un pueblo laborioso que ha podido ganarse el respeto y la admira­ ción, lo mismo de sus vecinos que de los extraños. En su campo, los hom­ bres cultivan maíz, sorgo, cacahuate, frijol, calabaza y ajonjolí, productos que no sólo se comercializan localmente sino que son llevados al mer­ cado regional de Juchitán, pues la calidad de sus tierras y el esmero de los agricultores permite tener buenos excedentes. Por su parte, las mujeres tampoco se quedan atrás en su contribución a la vida cotidiana y la cultura de su pueblo, llevando incluso a niveles de refinamiento su trabajo, hecho que se demuestra, por ejemplo, en las ta­ reas artesanales, principalmente en la elaboración de textiles y en la alfa­ rería. Quien visite Ixtaltepec no podrá dejar de preguntar por sus prendas de vestir (los típicos huipiles y enaguas del Istmo), bordadas por las hábiles manos ixtaltepecanas, lo mismo que admirarse por los distintos modelos

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Durante la fiesta de diciembre en Asunción Ixtaltepec, se llevan a cabo vistosas calendas que terminan con la quema de fuegos artificiales. En la víspera de la celebración, el día 24, se realiza el vistoso paseo-convite por la tarde, un desfile popular, en donde una “capitana” porta un estandarte montada a caballo, seguida por otras mujeres, todas ataviadas con hermosos trajes bordados y alhajas. Las acompañantes llevan velas y flores, y otras portan grandes bolsas para la tradicional “regada”, que consiste en obsequiar frutas y juguetes a quienes las siguen en el camino. Este recorrido termina hasta entrada la noche, precisamente en un sitio dispuesto para la “vela” (siempre en el Jardín Central), en donde todos participarán del baile amenizado por una orquesta típica que ejecuta los populares sones.

Cerro Blanco, en los límites entre Ixtaltepec y Ciudad Ixtepec, es un motivo perfecto para conocer más de la historia y la geografía de este municipio istmeño. La excursión, que puede ser a caballo, y acompañado siempre de algún lugareño resultará gratificante por la vista que desde ahí se logra y el fresco aire que se respira.

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3. EL ENCANTO DE LAS CIUDADES Y PUEBLOS DEL ISTMO

Otra tradición de las familias ixtaltepecanas es acudir al balneario Ojo de Agua, quizá porque en el pasado les perteneció. Es un manantial en el cercano poblado de Tlacotepec. Su aguas cristalinas y frescas son el motivo para que los fines de semana y durante las vacaciones acudan muchas familias a bañarse en él y a disfrutar las viandas que se expenden bajo la sombra de añosos árboles. Se puede llegar en los autobuses que salen de Ciudad Ixtepec, el recorrido es de 20 minutos aproximadamente.

Monumento a Chu Rasgado, Ixtaltepec.

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de piezas en barro anaranjado (de uso doméstico u or­ namental), actividad en la que por cierto también par­ ticipan los varones con maestría, uno de ellos es Sergio Cabrera Manuel, quien vive y trabaja en la Cuarta Sec­ ción del pueblo. Cabe decir que las puertas de las casas y los talleres de estos artífices siempre están abiertos para quien quiera conocer más de cerca su labor (véase Artesanos). Por supuesto, Asunción Ixtaltepec se termina de conocer con su comida (véase Recetario), que debe men­ cionarse aparte debido a lo que aporta para la gastro­ nomía del Istmo. Tan hacendosas son las ixtaltepecanas en la cocina que compiten con las mejores cocineras de la región. Inclusive se dice que el estofado, uno de los más exquisitos platillos de la zona, y de más com­


ASUNCIÓN IXTALTEPEC

La cerámica de Ixtaltepec es de las más reconocidas en la región debido, por una parte, a su variedad: artículos de uso cotidiano y decorativos como tinajas, maceteros, ollas, floreros, chimeneas, cazuelas, platos, cántaros y muñecas tehuanas; y por otra, a sus técnicas de elaboración: modelado a mano, en torno, y en pastillaje, con terminado natural o con decorados a base de pinturas vinílicas y de esmalte. La peculiar característica de este barro que sólo es extraído de las minas de Ixtaltepec, es que antes de entrar al horno es de coloración gris, pero al ser cocido toma un tinte naranja.

plicada preparación, surgió precisamente aquí. Además del estofado, los visitantes pueden llevarse en el paladar el inolvidable sabor del mole ne­ gro, los tamales, los chiles rellenos, el beladxuuni´ o frito de res, y una variedad de dulces y conservas, y los típicos “curados” (frutas en licor). Ixtaltepec es un pueblo al que siempre se tendrá el deseo de volver, tanto por la alegría y buen trato de su gente, como por lo espléndido del paisaje y lo subyugante de su cultura. Las palabras que de éste se escriban son nada más una ventana para asomarse a la belleza que lo envuelve. Para descubrirlo plenamente, como se dijo al principio, se debe pasear por su calles y caminar por sus veredas.

El estofado es un platillo antiguo y exigente que se sirve sólo en las grandes fiestas porque puede llevar hasta doce horas de preparación. La señora Clara García Guzmán afirma que es tradicional de Ixtaltepec y que es herencia de los españoles. Lleva 19 ingredientes, de los cuales 11 son de origen asiático y europeo, y 8 americanos, lo que deja claro su origen mestizo. Destacan en éstos el pecho, la pierna y el cuello de la res, además de frutas en abundancia. Las creencias zapotecas dicen que es tan delicado que no debe prepararlo una mujer embarazada porque éste no espesa y la piña y el tomate empleados se fermentan.

Alfarería anaranjada de Ixtaltepec.

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Los concesionarios ingleses ponían vagones de primera para el tráfico internacional del Istmo, en aquel tiempo circulaba un convoy cada dos horas… veíamos hileras de vagones de mercadería de Asia que por allí tomaba el rumbo de Europa antes de la apertura del canal de Panamá. Ulises Criollo, José Vasconcelos


MATÍAS ROMERO AVENDAÑO

U

na de las ciudades más jóvenes del Istmo de Tehuantepec es Matías Romero Avendaño, con apenas un siglo de haberse establecido. Y es que al recorrer las bien trazadas calles y admirar su arquitectura, los visitantes no pueden ha­ cer menos que sorprenderse de que en esta región, donde la mayoría de los pueblos y ciudades son ances­ trales, exista un centro habitacional como Matías Ro­ mero, un sitio singular porque en su trama urbana se fusiona la orografía tropical, la tradición indígena y la modernidad. Matías Romero, la ciudad cuyo nombre rinde ho­ menaje a un ilustre político y escritor oaxaqueño nacido en el siglo XIX (el licenciado Matías Romero Avendaño), se encuentra en el punto intermedio de la carretera federal 185, también conocida como Transístmica, por tanto se puede llegar a ella partiendo de Juchitán en

dirección al norte, hacia el Golfo o bien de Acayucan, en el estado colindante de Veracruz, en sentido sur, hacia el Pacífico, en ambos casos el recorrido prome­ dia una hora de duración, pues el trayecto no excede los cien kilómetros, además de que esta carretera que atraviesa el Istmo siempre se mantiene en perfectas condiciones. Cabe decir que el simple viaje por la carretera Trans­ ístmica, una de las mejores del estado, ya constituye un paseo inolvidable, pues ésta discurre entre la vasta y rica orografía alta del Istmo de Tehuantepec y la Selva de los Chimalapas. Imposible apartar la mirada de las majestuosas montañas cuajadas de vegetación, en algunos parajes de selvas tropicales más que en­ cantadoras, con abundancia en especies como caoba, cedro, pino encino, además de árboles frutales y todo género de plantas exóticas. Sorprenden también los collados de donde descienden caudalosos arroyos que más adelante se convierten en mansos ríos. Será común

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3. EL ENCANTO DE LAS CIUDADES Y PUEBLOS DEL ISTMO

El municipio de Matías Romero Avendaño se localiza al suroeste del estado de Oaxaca, en las coordenadas de 95º 02’ longitud oeste y 16º 52’ latitud norte, con una altura de 180 metros sobre el nivel del mar. Limita al norte con el municipio de San Juan Cotzocón y el estado de Veracruz; al sur con el barrio La Soledad y Santa María Chimalapa; al oeste con San Juan Mazatlán, San Juan Guichicovi y Santa María Petapa; y al este con el estado de Veracruz y Santa María Chimalapa.

El licenciado Matías Romero Avendaño nació en la ciudad de Oaxaca en 1837, como político y diplomático fue miembro destacado de los gabinetes de dos presidentes de México, Benito Juárez y, más tarde, Porfirio Díaz. Entre otros puestos ocupó el Ministerio de Hacienda y la Embajada de México en Estados Unidos. Fue además impulsor del ferrocarril y el café en el Istmo, debido a esto y para preservar su memoria esta ciudad istmeña lleva su nombre.

Pág. anterior: Estación ferroviaria, Matías Romero. Monumento al licenciado Matías Romero.

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ver durante el día a lo largo de esta ruta, a los paseantes que se detie­ nen a admirar este paisaje o a pro­ bar alguna vianda en los numerosos restaurantes o en los pequeños po­ blados que bordean el camino. Matías Romero es también ca­ becera municipal y pertenece al

distrito de Juchitán. Su extensión territorial es de 1,460 km2, que se distribuyen entre planicies y lome­ ríos. Debido a que está ubicado to­ davía en la amplia cuenca del río Coatzacoalcos y a pocos metros so­ bre el nivel del mar, su clima es subhúmedo, con bastantes lluvias durante el verano y principios del otoño, las que hacen crecer consi­ derablemente las corrientes de los ríos que lo atraviesan: El Corte, Jal­ tepec y Malatengo, en donde es po­ sible practicar la pesca de variedades como sardinas, charales, chacales (langostinos) y mojarras. Quien llega por primera vez a “Matías”, como se le dice común­ mente en la zona, de inmediato se da cuenta que ha llegado a una ciu­ dad próspera y con historia, pues desde la entrada de la población, al abandonar la carretera 185, lo re­ cibe el monumento a Matías Romero Avendaño y un amplio boulevard. Este boulevard, llamado Hombres Ilustres, de casi un kilómetro de longitud, lleva al visitante directo al centro de la ciudad. Los censos recientes contabilizan más de 40 mil residentes para el municipio, esta cifra la confirma la actividad que puede notarse en sus calles. Matías Romero dispone de todos los servi­ cios: restaurantes, lo mismo que hoteles, terminales de autobuses,


MATÍAS ROMERO

La Carretera Transístmica une a los estados de Veracruz y Oaxaca, pero sobre todo hace posible la tan necesaria conexión entre los dos litorales del país: el Golfo de México y el Océano Pacífico. Por esta razón el transporte, tanto de personas como de mercancías, es incesante. Numerosas líneas de autobuses la recorren diariamente, por lo que llegar a Matías Romero, punto intermedio de esta carretera, no representa ningún problema para los visitantes.

oficinas de gobierno, bancos, un mercado y todo género de comercios. Sin duda esta ciudad es el centro económico y cultural de la zona en que con­ fluyen los pueblos del norte de la región del Istmo y la zona Mixe Baja. Pero la bonanza y el desarrollo de esta ciudad (que originalmente fue llamada Rincón Antonio), muy joven en relación con otras ciudades del Istmo, no es un hecho fortuito, la explicación radica en la actividad eco­ nómica que durante casi cien años le dio vida: el ferrocarril; sí, porque Matías Romero fue uno de los principales centros ferroviarios del país hasta finales del siglo veinte, cuando Ferrocarriles Nacionales de México llegó a su ocaso. Como ha de suponerse, la actividad ferroviaria caracte­ rizó todos los aspectos de la vida de los pobladores de esta ciudad y de los poblados circunvecinos, a tal grado que son pocas las personas de este lugar que no cuenten con familiares que hayan mantenido algún trato con el “riel”, como aquí le nombran a todo lo vinculado al ferrocarril, ya sea como trabajador de vía, motorista, garrotero, maquinista, mecánico u oficinista. Además de que el riel, también permitió que esta población,

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Matías Romero comenzó a poblarse casi al despuntar el siglo XX, con motivo de la instalación de la vía férrea que enlazaría los puertos de Coatzacoalcos y Salina Cruz (anteriormente conocido como El Morro). El primer asentamiento (Rincón Antonio) estuvo en un llano denominado Xochiapa, en la jurisdicción del municipio de Santa María Petapa, poco propicio para habitarse debido a sus condiciones insalubres, pero que con el correr del tiempo y la intervención de las compañías ferroviarias se fue urbanizando.

Arquitectura inglesa en Matías Romero.

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3. EL ENCANTO DE LAS CIUDADES Y PUEBLOS DEL ISTMO

Santa María Petapa, vendió en el año 1901 los terrenos de su propiedad, fue en estos donde se construyó el primer taller ferroviario (que se inauguraría con el nombre de Matías Romero, en 1907) y las casas para los obreros (los “cuartos colorados”), ubicados donde actualmente se encuentra el mercado público, y con ello comenzó la historia de este poblado. Antes de ser declarada ciudad (el 21 de abril de 1950), este municipio tuvo el nombre de Rincón Antonio.

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aislada geográficamente de los centros urbanos del Istmo, tuviera una vía de comunicación rápida y segura con la capital del país y con otras ciuda­ des importantes de los estados vecinos de Chiapas, Veracruz y Puebla, lo que le dotó de una cultura particular. Hoy, como invitación para conocer un poco más de la historia del “tren”, como también se le nombra, que dio vida a una ciudad, a dos cua­ dras del mercado se puede visitar la estación del ferrocarril, en donde además de solazarse con el Parque Daniel González y su kiosco forjado, se podrá participar de la exhibición de una nostálgica locomotora de va­ por. Para terminar este recorrido cultural habrá que andar unos pasos más y en la Plaza de los Ferrocarrileros admirar un mural del pintor Pe­ dro Tenorio, artista de Santiago Ixtaltepec, el cual destaca escenas ferro­ viarias junto a las imágenes de insignes figuras locales, como la señora Guadalupe Domínguez Padilla (quien realizó importantes obras a favor de las mujeres) y el doctor Ernesto Guzmán Clark (médico con una gran


MATÍAS ROMERO

vocación social); asimismo, se da fe de la marimba y la fuerte presencia indígena y mestiza en el lugar. Al platicar con los nativos de la ciudad tendrán sólo buenos recuerdos del tren, que ahora añoran porque ha desaparecido, al menos el de “pasa­ jeros”. Mucho se podría decir de lo que ha sido este transporte para Ma­ tías, pero será mejor escucharlo en voz de un viejo ferrocarrilero, con el que seguramente se podrá pasar una buena tarde de charla en uno de los varios cafés de la ciudad, en los que por cierto se sirven de los mejores aromáticos cultivados en los propios campos del municipio, o en otros municipios de la región Mixe. Al pasear por las calles del centro de la ciudad, los viajeros percibirán que la arquitectura es muy distinta a la que se puede ver en las demás ciudades del Istmo e incluso del país, y en efecto, las construcciones adop­ tan el estilo europeo del siglo XIX, otra de las influencias del ferrocarril, dado que al ser de origen inglés los primeros concesionarios y trabajadores,

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Las principales localidades del municipio de Matías Romero Avendaño, pueblos totalmente rurales, son: Cuauhtémoc, Paso de las Maravillas, Los Ángeles, Palomares, Paso Guayabo, Tolosita, Donají, Nuevo Progreso, Barrancones, El Paraíso, Francisco Javier Caso, Guelavego, La Victoria, Las Flores, Tierra Nueva, Martínez de la Torre, Nuevo Overo, El Pajital, Rancho San Carlos, Colonia Rincón Viejo, Profesor Otilio Montaño, San Juan del Río, Juno, La Esperanza y La Soledad.

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3. EL ENCANTO DE LAS CIUDADES Y PUEBLOS DEL ISTMO

El Mercado Público Doce de Octubre, ubicado en el primer cuadro de la ciudad, ofrece en sus andadores una variedad de productos típicos de la región istmeña. Los pescados y mariscos son expendidos por mujeres provenientes de San Mateo del Mar (mareñas) y de Juchitán. El mercado cuenta con pasillos donde se vende crema y diferentes tipos de queso provenientes de la costa chiapaneca (seco, cuajada, salado, de mantequilla, etc.). Un atractivo más es la variedad y tamaño de totopos: botanero, de coco, de maíz nuevo, de mantequilla, etc., éstos provienen especialmente de San Juan Guichicovi y El Espinal, donde este producto constituye una industria casera.

El cariño y la nostalgia que Matías Romero aún guarda por el ferrocarril le ha llevado a incorporarlo como parte de su cultura. Existen muchas demostraciones de este hecho, por ejemplo, el “Festival del Riel”, un programa artístico-cultural que se realiza el segundo fin de semana de junio y reúne diferentes expresiones, como la plástica, la danza, la música y el canto, con la participación de talentos istmeños y artistas de otras latitudes.

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aplicaron este carácter a las iniciales construcciones que se levantaron aquí, influencia que hasta nuestros días muchos propietarios conservan. Esta arquitectura es una nueva pincelada en el paisaje istmeño, so­ bresalen dos estructuras construi­ das a principios del siglo XX: la estación de trenes y el complejo re­ sidencial para empleados de la com­ pañía ferroviaria conocido como Brick Blocks (cuadras de ladrillos). La primera es un bello ejemplo de la arquitectura del porfiriato, con un cuerpo principal en estilo art nouveau

inglés; la segunda, muy cerca de esta terminal de trenes, son residencias construidas por la compañía Pear­ son & Son, que retoman el estilo neoclásico francés. Claro que no se debe pensar que Matías Romero es una ciudad muy ajena a la identidad istmeña, la tiene y muy marcada, pese a la distancia física que la separa de la planicie costera. No es extraño entonces en­ contrarse tanto en los aspectos de la vida cotidiana de la ciudad (el co­ mercio, la gastronomía, la lengua) como en los acontecimientos espe­


MATÍAS ROMERO

Los Brick Blocks (altas estructuras de ladrillo con techos de teja de dos aguas, altillos o gabletes y elementos estructurales de madera), son construcciones distintivas de Matías Romero, originalmente fueron viviendas para los trabajadores del tren, venidos principalmente de Inglaterra. Después de casi un siglo de haber sido levantadas, éstas todavía funcionan como casas-habitación.

ciales (fiestas, rituales, expresiones artísticas), elementos de raíz indígena. De este modo, los visitantes, además de las comodidades que ofrece la ciudad, podrán ser partícipes de fiestas tradicionales, entre otras: la de San Matías (el 24 de febrero) y la de Santo Domingo de Guzmán, que se celebra por partida doble (el 4 de agosto y una semana más tarde), y donde lo más admirado son los programas culturales, los torneos deportivos, la calenda, bailes populares con el acompañamiento de música y los sones de la región, la quema de fuegos artificiales y el “jaripeo”. Otras festivida­ des esperadas y en las cuales la gente participa con mucha algarabía son las de la Santa Cruz, el 3 de mayo; San Antonio del Monte, el 13 de junio; Abuela Santa Ana, el 26 de julio; y la dedicada a la Virgen de la Soledad, del 18 de diciembre. En todos los casos, la organización y los gastos descansan en las tradicionales “mayordomías”. Sin embargo, este aliento multicultural de Matías Romero no sólo se expresa en lo ritual, también se hace patente en los distintos rubros de la

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La fiesta de Santo Domingo de Guzmán es sin duda la celebración en que la población participa más, ésta comienza desde el 31 de julio con el xhibeu (“espera de la luna”), un baile-velorio para recibir la primera luna de agosto. Ya para el primer día de agosto, sale la calenda por la noche en un paseo con faroles en cuyo recorrido se queman los “toritos” y se reparte mezcal a todos los asistentes; el día 2 por la mañana se da un paseo infantil, y el 3 es el “convite de flores” con una misa. El 4 de agosto es el “día grande”, que inicia con las mañanitas, una misa y le sigue un baile popular; finalmente, el día 5 es el “baile de gala”, al que las mujeres asisten con el traje de tehuana y los varones con guayabera blanca con pantalón negro. El día 6 se realiza la “lavada de ollas”, cierre de las festividades, acto en el que se elige a los mayordomos para el siguiente año.

Detalle del mural en la plaza de los ferrrocarrileros.

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3. EL ENCANTO DE LAS CIUDADES Y PUEBLOS DEL ISTMO

Desde hace varias décadas, habitantes de San Juan Guichicovi y otros poblados mixes aledaños están migrando a la ciudad de Matías Romero, con lo que simbólicamente se están reapropiando de un territorio que históricamente les pertenecía, y que compartían con los zapotecos de Santa María Petapa.

Aun con el predominio de la población mestiza, en Matías Romero existe un mercado indígena regional muy fuerte, conformado por mujeres comerciantes de la zona Mixe Baja (San Juan Guichicovi, El Chocolate, Mogoñé), quienes comercian naranja, tomate, leña, café, flores, hierbas para guisar, además de animales de traspatio y silvestres; y la zona Zapoteca (Guivicía, Santa María Petapa y Santo Domingo Petapa). Este mercado físicamente está ubicado en la calle Iturbide, entre las calles Reforma y Corregidora. Funciona diariamente de 7 de la mañana a las 5 de la tarde. Dentro de la variedad de productos orgánicos y la gama de olores y sabores destacan el chile blanco, cebollín, yuca, lisa, caracol de río, hueva, pescado cocinero, mojarra, etc., además de los productos textiles y artesanales elaborados en la región.

Actividad comercial en la ciudad de Matías Romero. El “riel” a Matías.

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vida doméstica: en la gastronomía, la cual incorpora platillos principal­ mente zapotecos (mole negro, totopos de maíz, tamales de elote y pan de manteca), pero adicionados con materias primas y condimentos traídos de las montañas mixes, en cuyas laderas se cultiva maíz, frijol, mango, limón, café, ajonjolí y piña; en el multilingüismo, siendo posible escu­ char, tanto en los espacios públicos como privados, la práctica del mixe y el zapoteco; la arquitectura, que si bien, como ya se mencionó, en el cen­ tro urbano predominan las construcciones de estilo europeo, hacia su periferia y en el campo aún es posible encontrar construcciones típicas del campo istmeño en adobe o palma. Es muy cierto que la vida de esta interesante ciudad ya no fue la misma desde que el tren hizo su último viaje (aunque el ferrocarril de carga aún transita), sus pobladores tuvieron que buscar otras opciones: el campo, la ganadería, la industria forestal o el comercio; no obstante su identidad ya está forjada, y es como antaño: moderna pero a su vez tradicional, mes­ tiza pero también indígena, recibiendo a propios y extraños con la alegría y la emoción de aquellos días cuando al escuchar el fuerte pitazo en la estación, hombres, mujeres y niños abrían los brazos y entregaban el co­ razón a todo quien llegaba.



En cuanto al idioma ayook, que también así se le denomina al mixe, para significar el género de los seres se añade a sus nombres la voz significativa de hombre o de mujer. Oaxaca recóndita, Wilfrido C. Cruz


L

SAN JUAN GUICHICOVI

a Villa de San Juan Guichicovi está asentada en los linderos de la Sierra Mixe y la zona mon­ tañosa del Istmo de Tehuantepec. Su nombre en lengua mixe o ayuuk es Tëkaam, y en za­ poteco Guichicubi (“Pueblo Nuevo”), de donde se deriva “Guichicovi”, que es como mejor se le conoce. Algu­ nos historiadores encuentran en este topónimo el ras­ tro más antiguo de este asentamiento: un grupo de gente ayuuk que peregrinó desde la Mixe Alta en la primera mitad del siglo XVI en busca de un lugar para vivir, toda vez que se resistían a ser sojuzgados por los entonces recién llegados colonizadores españoles; sin embargo, existen otras versiones que apuntan hacia el año 1825 como el más convincente de su fundación en el sitio donde ahora se encuentra. Pero ya sea una fe­ cha u otra, lo cierto es que San Juan Guichicovi es un pueblo cuyas raíces vienen desde esa tierra de las gran­

des montañas y las densas nubes: la Mixe, y que en la actualidad conserva muy bien ese legado, además de enriquecerlo con los aportes de otros pueblos que le rodean, como se leerá enseguida. Los paseantes que deseen conocer este hermoso rincón del Istmo, sólo pueden hacerlo por una ruta, que parte de la carretera federal 185 (Transístmica), diez kilómetros adelante de la ciudad de Matías Ro­ mero, esto es con rumbo al puerto de Coatzacoalcos, y continuar otros quince kilómetros por un camino rural pavimentado, al pie del macizo montañoso que se extiende hasta la Sierra Juárez. Desde Juchitán es una hora y media aproximada de viaje, pero de Matías Romero nada más 30 minutos (que es el tiempo de traslado de los taxis y camionetas “pasajeras” que pres­ tan el servicio de transporte ordinario). En realidad, el placer de conocer Guichicovi co­ mienza desde que se toma el camino rural en Mogoñé (pueblo famoso por su estación en los buenos años del

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3. EL ENCANTO DE LAS CIUDADES Y PUEBLOS DEL ISTMO

La heráldica del municipio de Guichicovi simboliza su fundación, desde la migración de los primeros habitantes, que inicialmente estaban asentados en la población de San Juanito, hasta el actual San Juan. En ésta se observa el agua y tres especies de árboles (habil, ceiba y lambimbo o mandimbo), asimismo una iglesia de estilo dominico y los arcos que sostienen al palacio municipal.

Guichicovi está localizado al sureste de la región del Istmo de Tehuantepec, en las coordenadas 95º 05’ en longitud oeste y 16º 58’ latitud norte, con una altura de 260 metros sobre el nivel del mar. Limita al norte y al este con el municipio de Matías Romero, al sur con Santo Domingo Petapa y al oeste con San Juan Mazatlán.

En cuanto a los medios de transporte del municipio de Guichicovi, el pueblo se conecta con la carretera federal Trans­ ístmica que puede llevarles a Coatzacoalcos o a Juchitán y Salina Cruz; además cuenta con una estación de ferrocarril en el poblado de Mogoñé. Por su parte, los caminos de terracería comunican con las agencias municipales, rancherías y comunidades aledañas. Pág. anterior: Jardín central de San Juan Guichicovi. Corredor del palacio municipal de Guichicovi.

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ferrocarril), aunque ya se ha dicho que toda la carretera Transístmica es un deleite para la vista. El trayecto transcurre entre la sorpresa de una pequeña ranchería con chozas típicas y patios arbolados, y vegetación abundante que cubre los lomeríos (principalmente de robles, ceibas, primaveras y granadillas, además de otras especies maderables y frutales como la naranja, el mango y el mamey). Esta flora exuberante, así como la fauna silvestre que fácilmente se deja ver, puede darse gracias a los varios ríos y arroyos que bañan el territorio de Guichicovi. Dicho sea de paso, dos arroyos atraviesan ese camino que conduce al pueblo, y que a cualquiera le hará recobrar la estima por la naturaleza, detenerse en los estrechos puentes para mirarlos y escuchar los cantos rodados que se acompañan del trinar de las aves es un placer que ningún paseante debe negarse. Al arribar al pueblo, es grato encontrarse con una amplia calle princi­ pal, bien trazada y acicalada con flores y arbustos que también embelle­ cen los patios y los corredores de muchas viviendas, este detalle hace pensar de inmediato que el gusto por la naturaleza es inherente a los pueblos del Istmo. Pero si la entrada del pueblo, con sus primeras casas a


SAN JUAN GUICHICOVI

la usanza tradicional, de barro y paja, cautiva al viajero, más todavía el “centro”, pues aquí es posible andar por calles y callejones que capricho­ samente toman distintas direcciones, entre las casas antiguas de techum­ bre de teja junto a otras más modernas con cimientos y paredes de piedra. Es de hacer notar asimismo el esmero que la población tiene por los espa­ cios comunes, ello se constata por ejemplo en las buenas condiciones en que mantienen sus escuelas, una Casa de la Cultura, un palacio munici­ pal (construido probablemente a finales del siglo XIX o principios del si­ glo XX, y que conserva todavía varias puertas de madera maciza con sencillos herrajes claveteados de metal), una clínica del Seguro Social y un auditorio, y que se completa con otros servicios que los habitantes de la comunidad se han procurado para su bienestar, entre éstos: alumbrado público, drenaje y servicio telefónico. Pero, sin duda, el máximo orgullo de Guichicovi y el sitio de mayor interés para los paseantes es la iglesia de lugar, una majestuosa edificación dominica del siglo XVIII, con fachada estilo romano y torreones octago­ nales (por cierto inconclusos, igual que sus bóvedas, de las que sólo se eri­ gieron los arcos), un verdadero tesoro para los amantes de la arquitectura

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El municipio de Guichicovi tiene una extensión territorial de 563 km2, la mayor parte de geografía montañosa, en donde despuntan los cerros: Bandera, Azul, El Tambor, Verde y Cerro de Caja. Su clima es cálido húmedo, con lluvias abundantes en verano, que incrementa el caudal de sus principales ríos: Sarabia, Malatengo, Pachiñe y Juñapa. Estos factores favorecen la presencia de árboles maderables de mucho valor en el mercado, como la ceiba y el roble, además de una fauna variada, sobre todo tepezcuintle, armadillo, venado, tejón, zorrillo, jabalí y tucán.

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3. EL ENCANTO DE LAS CIUDADES Y PUEBLOS DEL ISTMO

La religiosidad de la gente de Guichicovi se expresa en el fervor que tienen para su santo patrón, Juan Bautista, que no obstante dedicársele el 24 de junio, desde febrero hacen peregrinar su imagen por los pueblos cercanos, esto con el propósito de recolectar ayuda económica para la realización de la fiesta. Los mayordomos reciben para tal efecto apoyo en especie (maíz, azúcar, frijol, animales, etc.) o en efectivo para sufragar los gastos que generará la conmemoración.

Arquitectura religiosa del siglo XVIII.

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colonial. Con seguridad todo aquel que pise este recinto de inmediato se sentirá transportado a otro tiempo, en medio de esos portentosos muros tan ricos en elementos arquitectónicos, y la devoción que refleja el esmero con que se cuidan y se visten las imágenes de bulto en el altar mayor. Cabecera del municipio con el mismo nombre, San Juan Guichicovi es habitado primordialmente por indígenas mixes, quienes conviven en armonía con un buen número de zapotecas, provenientes de los cercanos pueblos Petapas, y otro tanto de mestizos, por lo que es común escuchar el bilingüismo o hasta trilingüismo en las conversaciones, en los distin­ tos actos de la vida comunitaria o familiar; asimismo puede observarse, entre otras singularidades, un eclecticismo muy marcado en lo que tiene que ver con su religiosidad y sus formas de organización social, donde se entremezclan elementos y prácticas tanto indígenas como españoliza­ dos, pues los habitantes de Guichicovi, lo dicen ellos mismos, nunca han renunciado a ese espíritu ayuuk que les viene desde lejos. Este concilio de culturas es evidente sobre todo en las celebraciones, ya sea sacras o civiles. Un claro ejemplo de lo anterior es su prolijo calenda­ rio ritual que comienza en mayo, con la fiesta de la Santa Cruz; siguiéndole


la feria al patrono San Juan Bautista, el 24 de junio; la fiesta a San Juan Degollado, el 29 de agosto; la de Santa Cecilia (patrona de los filarmónicos), el 13 de octubre; hasta terminar el 11 de noviembre con las festividades a San Martín Caballero (véase Calendario festivo). En éstas se nombran mayordomos del festejo a personas reconocidas por la propia comunidad, y se cumple con la liturgia católica, pero además se organizan bailes y calendas al estilo zapoteco, amenizados siempre por bandas de viento compuestas por verdaderos maes­

tros que custodian la incomparable tradición musical mixe (véase Músicos). Otras conmemoraciones que con­ viene mucho presenciar en este pueblo por su carác­ ter solemne y su vistosidad son la Semana Santa y el Día de Muertos. Desde luego, en todas estas celebraciones, así como en cada acto importante de la vida colectiva o fami­ liar, no puede faltar otra de las expresiones culturales que distingue a San Juan Guichicovi: su gastronomía, la que tiene un sazón que remite sí a las altas montañas

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3. EL ENCANTO DE LAS CIUDADES Y PUEBLOS DEL ISTMO

El municipio de Guichicovi cuenta con muchos pueblos y rancherías bajo su jurisdicción, cuya visita es recomendable, sobre todo por la belleza de su paisaje y la cordialidad de su gente, entre otras: Estación Mogoñé, Estación Sarabia, Piedra Blanca, Santa Ana, Plan de San Luis, Arroyo Lirio, Boca del Monte, Buena Vista, Chocolate, Mogoñé Viejo, Ocotal, Paso Real de Sarabia, Río Pachiñe, Brena Torres, Vicente Guerrero, Arroyo Limón y Río de Guasamando, a donde se puede llegar en vehículo propio o en taxi de alquiler abordado en la misma población o en la cercana ciudad de Matías Romero.

El trapiche.

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mixes, pero también al mar y la planicie costera del Istmo de Tehuante­ pec. Tamales de hierba santa, mole de amarillo, mole negro de pollo, guajolote, armadillo y tepezcuintle, son sólo algunos de los platillos que deleitan cualquier paladar, y para “la alegría”, como dicen aquí, nada mejor que sus convidantes dulces de calabaza, camote, yuca, chilacayote y guaya, delicias culinarias que le dan un lugar especial a las mujeres de Guichicovi en el ya riquísimo paisaje gastronómico de la región. (Véase Recetario autóctono del Istmo). El censo más reciente reportó para el municipio una población total (incluida sus agencias) muy cercana a los 30 mil habitantes, la mayoría de los cuales se dedican a las faenas del campo y a la ganadería, toda vez que sus tierras son sumamente propicias para estas actividades, sobre todo para el cultivo del café, uno de los productos que sostuvo durante mu­ cho tiempo la economía del lugar, pero que dejó de hacerlo hace dos décadas debido a una crisis de los precios internacionales de este grano, y que llevó a los cafetaleros a abandonar sus plantíos; sin embargo, es bueno decir que para la fortuna de los bebedores del café, y de los pro­ pios campesinos de la zona, hoy esta actividad se está recuperando con el


SAN JUAN GUICHICOVI

cultivo del llamado “café orgánico”, aquel que ya no emplea agroquímicos y se realiza con técnicas artesa­ nales, que incluso se exporta a otras partes del mundo. Además de las actividades del campo, dada su as­ cendencia indígena, los pobladores de Guichicovi son artesanos diestros, y aunque la mayoría de lo que pro­ ducen se destina al mercado local, pues se trata de pie­ zas utilitarias de barro, de palma o textiles, estos últimos bordados de la manera más primorosa, tanto que así lleven los mismos motivos florales y colores que los de otras poblaciones, en todo el Istmo se sabe reconocer cuando fueron hechos por las manos de las mujeres de

San Juan. Los visitantes pueden adquirir estas arte­ sanías en las casas de los propios productores o en los incipientes talleres que ya han comenzado a aparecer (véase Artesanos). La visita a este lugar enclavado ya en la serranía, sin duda les revelará a los viajeros porqué la región si­ gue seduciendo a quien recorre sus campos o descansa en sus poblados. Paisaje y tradición son los rasgos que mejor definen a San Juan Guichicovi, un pueblo que ha sabido vivir en el presente sin renunciar a su pa­ sado; un lugar florido que está bordado sobre la ur­ dimbre sorprendente del Istmo de Tehuantepec.

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Existe la creencia de que los indios huaves, cuyos principales pueblos habitan las regiones pantanosas de las lagunas Superior e Inferior del Istmo de Tehuantepec, duermen caminando. Oaxaca rec贸ndita, Wilfrido C. Cruz


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SAN MATEO DEL MAR

an Mateo del Mar se ubica casi en el centro de una península que parece abrirse camino en­ tre el Océano Pacífico (al sur) y una gran la­ guna, llamada Superior (al norte), desde luego, en la zona lacustre del Istmo de Tehuantepec, esa que forma precisamente la cintura que le da nombre a la región y que desde tiempos remotos la hizo codiciable tanto por su riqueza como por las posibilidades de na­ vegación que representaba, interés que hasta hoy to­ davía se conserva. Es seguro que esta particular ubicación de San Ma­ teo, rodeada por agua en su mayor parte, y con un es­ trecho paso hacia la tierra firme, le ha valido ser una de las poblaciones más singulares de la región, ya sea por su paisaje como por la forma de vida de su gente, forjada en un medio ambiente como muy pocos en el país. Un pueblo que bien puede dar la impresión de

que el tiempo ha pasado por él más lento de lo habi­ tual, quizá al mismo ritmo en que lo hace el oleaje de ese elemento natural que con gusto le presta su nom­ bre: el mar, de ahí San Mateo del Mar; el pueblo de los “mareños”. Las fuentes históricas señalan 1606 como el año de la fundación de este poblado en el sitio que ocupa actual­ mente, aunque también existen otras versiones que apuntan a fechas anteriores, pues se tienen evidencias de que los huaves o ikoots llegaron muy temprano a las llanuras del Istmo de Tehuantepec, en donde man­ tuvieron relación con los mixes y los zapotecas, quie­ nes los fueron replegando en distintos momentos hacia la franja de tierra en que hoy se asientan los pue­ blos hermanos de San Mateo: Santa María, San Dioni­ sio y San Francisco, todos “del Mar”. Pero, comencemos nuestro recorrido, y nada me­ jor que hacerlo desde el sitio que le da identidad a este pueblo: la orilla de la laguna (o mar Tileme, como me­

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3. EL ENCANTO DE LAS CIUDADES Y PUEBLOS DEL ISTMO

jor se le conoce), porque en San Mateo, casi todos los caminos llevan al agua. Desde ese litoral, el visitante tendrá la satisfacción de sentirse parte de la natura­ leza, pisando la fina arena o los playones tapizados de pequeñas conchas y caracoles, observando un manso oleaje y aspirando la brisa milenaria, una experiencia en verdad memorable, pues el estar en San Mateo es imposible no creer que se ha viajado a otra época, o al menos a un sitio extraordinario donde la naturaleza se manifiesta en toda su magnificencia.

San Mateo del Mar se localiza en las coordenadas 94° 59’ longitud oeste, 16° 12’ latitud norte, con una altura de sólo 10 metros sobre el nivel del mar. Limita al norte con Juchitán de Zaragoza y San Pedro Huilotepec, al sur con el Océano Pacífico, al oriente con Salina Cruz , y al poniente con la Laguna Inferior. Su distancia hacia la ciudad de Salina Cruz es de 20 km, y a la capital del estado es de 300 km, aproximadamente. Pág. anterior: Laguna Superior.

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SAN MATEO DEL MAR

Prestas a salir, apenas mecidas por el viento que sopla a veces del sur, otras del norte, la cantidad de pequeñas y rústicas barcas da a sa­ ber que los “mareños” (como de ma­ nera familiar se le dice a la gente del lugar) son pescadores por tradición, y que ese vaso lagunar es inmensa­ mente rico en cuanto a especies ma­ rinas, por lo que la pesca se limita a la laguna y a los abundantes este­ ros (cuya suma es de 100 mil hectá­ reas). Tan abundantes en pescados y mariscos son las lagunas que la pesca es la base de la economía del pueblo (por cierto una actividad bien organizada, toda vez que mien­ tras los hombres pescan, las mujeres venden el producto en los merca­ dos locales). De esta manera, quien quiera conocer más de cerca sobre la pesca autóctona y las formas de vida de una típica comunidad de pescado­ res, encontrará en San Mateo del Mar sin igual oportunidad, y desde lue­go, aquellos que gusten practicar la pes­ca como afición o profesionalmente tendrán en los pescadores mareños los mejores guías. Incluso, nada más al contemplar los amaneceres o los atardeceres frente a la laguna, mi­ rar las faenas de los pescadores que llegan o que salen, y hasta sentirse llevado por el viento que sopla con tanto ímpetu, ya representa para

Los ikoots en la actualidad habitan el litoral del Golfo de Tehuantepec, específicamente una barra de 40 km que separa al Océano Pacífico de dos grandes lagunas, conocidas como Superior e Inferior. Las principales poblaciones huaves -San Mateo del Mar, San Francisco del Mar y San Dionisio del Mar- son municipios que dependen políticamente del distrito de Tehuantepec, aunque mantienen mayor relación con el enclave petrolero de Salina Cruz. Mujeres ikoots.

cualquier excursionista un suceso gratificante. Sin duda que el agua es el ele­ mento en torno al cual gira la vida cotidiana y la cosmogonía de la gente de San Mateo, de modo que es el agua –con sus manifestaciones y sus consecuencias– lo que deter­ mina a este pueblo y sus costum­ bres. Así, aun las actividades que se realizan en tierra estarán supedita­ das a este elemento vital, entre otras: sus rituales y fiestas, la siem­ bra, su alimentación y sus manifes­ taciones artísticas, como se verá enseguida. San Mateo del Mar, es de los municipios istmeños que relativa­ mente tienen menor territorio, sólo

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3. EL ENCANTO DE LAS CIUDADES Y PUEBLOS DEL ISTMO

Las lagunas de la zona huave son privilegiadas para la pesca a nivel comercial, especialmente del camarón, que se exporta en buen volumen a los Estados Unidos de América, además de algunas ciudades de nuestro país. Otras especies que también se capturan para el mercado local son la corvina y el pargo.

Entre las vías de comunicación con que cuenta la zona está un camino rural que une a Salina Cruz con el pueblo de Santa María del Mar, agencia municipal de Juchitán y cuarta población huave de relativa importancia. San Mateo se encuentra a la mitad de esa ruta. La ubicación más distante de otros poblados huaves, San Francisco y San Dionisio del Mar, hacia el suroeste de las lagunas, hace complicado el acceso terrestre a ellos, por lo que es mejor bordear la región lacustre por la carretera que comunica al Istmo de Tehuantepec con el estado de Chiapas si se les quiere visitar. Las posibilidades de comunicación entre los tres municipios se reducen a dos vías: la terrestre, por medio del transporte público (autobuses o taxis colectivos), generalmente escaso, y la travesía en lancha a lo largo de las lagunas cuando el viento del norte lo permite. En todos los casos, el viajero que desee llegar a San Mateo tendrá que salir de la ciudad de Tehuantepec o del puerto de Salina Cruz.

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75 km2 de tierras planas en general, quizá por esto las elevaciones son muy apreciadas, incluso objeto de veneración, como el Cerro Huazatlán, Cerro Bernal y Cerro Cristo, que son isletas en el vaso lagunar. Su clima es caluroso y seco, aunque de pronto lo refrescan los aires que soplan tanto del norte (de la laguna Superior), como del sur (del Golfo de Te­ huantepec), además de las lluvias en verano y principios de otoño. Estas condiciones, en conjunto, le dotan de esa singularidad al poblado, la que se aprecia desde el momento en que se llega, ya sea por los fuertes vien­ tos, por la arenisca constante (que incluso provoca espectaculares dunas), o por la humedad que se siente en todas partes. Debido a las condiciones del ambiente ya mencionadas, los visitantes también son partícipes de otra expresión de la naturaleza, sobre todo si caminan por los alrededores de San Mateo, donde observarán especies de flora como el pochote, el mezquite, el tepehuaje y la pitahaya, en tanto que en fauna silvestre destacan el jabalí, el coyote, el tejón, la liebre, el ar­ madillo, la chachalaca y el zopilote. Desde luego que no es sólo el mar el motivo de visita a San Mateo, lo es también el pueblo, las tradiciones de su gente. A esta comunidad se


SAN MATEO DEL MAR

llega por la carretera que parte del puerto de Salina Cruz (no más de 30 minutos de viaje por automóvil), de inmediato los visitantes se darán cuenta de que están en un pueblo característico de los litorales del sur: sus calles arenosas, bordeadas por arbustos, y las casas hechas de horco­ nes, carrizo enjarrado y palma real (aunque desafortunadamente algu­ nas de estas bellas viviendas han sido sustituidas por las nuevas casas de concreto), con sus patios de enramadas que sirven por igual como área de trabajo que de lugar de descanso, donde se cuelgan las hamacas y se pone a secar el pescado o el camarón, a un lado casi siempre la cocina que consta de un fogón y un horno. Según los censos recientes, el municipio de San Mateo del Mar tiene una población total de 1,600 habitantes, la mayoría, como ya se dijo, per­ teneciente al grupo étnico huave, en consecuencia, hablante de esta len­ gua; así, no será extraño escuchar a los mareños hablar en ikoot, ya sea en la vida privada o pública. Junto con la pesca, su idioma son sin lugar a dudas sus principales rasgos distintivos, más que su vestimenta, en la cual han adoptado la tradición zapoteca (véase El Istmo: urdimbre cultural de México).

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Los huaves clasifican las enfermedades en dos grandes categorías: las enviadas por Dios, generalmente leves y de carácter epidémico, y aquellas causadas por una acción humana o por la intervención directa de algún espíritu. La primera categoría, además de reconocer las enfermedades que pertenecen al conocimiento occidental, abarca los malestares que son provocados por la oposición entre “frío” o “calor” y que se refieren a causas intestinales. Las enfermedades de la segunda categoría, conocidas como narangïc suelen, por el contrario, asociarse a condiciones emotivas, tales como la ira, la depresión o el temor. Su tratamiento no sólo exige la intervención de un especialista, sino también la ejecución de una larga ceremonia presidida por el neasomïy. Un tercer tipo de enfermedad, incluido dentro de la segunda categoría, se deriva de los daños causados a la “tona” o animal hermanado desde su nacimiento con el enfermo.

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3. EL ENCANTO DE LAS CIUDADES Y PUEBLOS DEL ISTMO

La franja costera del Istmo carece de estaciones y su única alteración consiste en una corta temporada de lluvias y una larga época de sequía. A éstas corresponde la presencia de dos vientos encontrados: el del norte y el del sur, en torno a los cuales giran la pesca y la mitología. Entre octubre y febrero, el viento del norte golpea con fuerza la costa y provoca el desplazamiento de las dunas hacia terrenos que antiguamente fueron de cultivo.

En San Mateo del Mar, la mayor parte de los pobladores son monolingües en lengua indígena y emplean ésta, el huave, como medio de comunicación dentro de la misma comunidad; existe también población bilingüe que domina la lengua española como la lengua indígena, sobre todo se trata de personas que han salido a trabajar a ciudades de la región u otros estados; una mínima parte habla únicamente el español.

La pesca en San Mateo del Mar.

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Quizá los principales sitios de reunión en San Mateo son el mercado y la iglesia, lugares que después de las lagunas son sumamente importan­ tes en la vida de los mareños, ambos en el centro del pueblo. El primero se instala por las mañanas sobre la calle (aunque está en construcción un edificio que servirá para este fin). En él las mujeres comercian aquellas especies que los jefes de familia han extraído del mar, además de los pro­ ductos agrícolas e industriales que llegan principalmente de Salina Cruz, Juchitán y Tehuantepec, y los propios que elaboran las hacendosas mare­ ñas. Cabe decir que este intercambio comercial se ha llevado a cabo desde tiempos inmemoriales, debido a la escasa producción del campo en los pueblos huaves y a la vocación comerciante de sus vecinos zapotecos. En el mercado también es posible adquirir productos artesanales que complementan la economía y la tradición ikoot, es famosa la cestería de palma, la cerámica, la hechura de redes, los textiles y más recientemente la elaboración de cortinas y joyería de conchas de caracol. Es en efecto, el tejido textil (hecho en telar de cintura), la actividad que en los últimos años ha cobrado relevancia, esto al fundarse talleres de mujeres artesanas,


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donde se elaboran desde prendas de vestir hasta artículos para la casa, como cojines, servilletas y sábanas; además de objetos de uso personal, como bolsas para dama, carteras, etcétera. (Véase Artesanos). La iglesia, por su parte, es el crisol de la cosmogonía huave, pues en ella se concentran no sólo la ritualidad cristiana introducida por los espa­ ñoles, sino que ha permitido la continuación de algunos aspectos del an­ tiguo culto ikoot. Sí, porque la religiosidad de este pueblo, como el de los otros pueblos mareños entrelaza a los santos cristianos con los dioses an­ tiguos (divinidades locales, monteoks, que gobiernan las fuerzas naturales y se hacen presentes en los rayos y en los relámpagos que cruzan el hori­ zonte), además de los temidos “naguales”. Se puede decir incluso que el sistema religioso marca las actividades cotidianas y el orden social en San Mateo, incluidas desde luego las expresiones artísticas y la festividad tan arraigadas.

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Los ikoots son profundamente católicos desde el siglo XVI. Las prácticas que rigen su vida religiosa provienen en su gran mayoría, de sus cultos ancestrales y de la implantanción del cristianismo, al llegar los españoles; un proceso de evangelización que logró establecer una armonía entre las divinidades cristianas y las vernáculas. Entre Dios y los huaves se organiza una amplia cadena de santos, vírgenes y monteoks que fungen como intermediarios y determinan las actividades del culto.

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3. EL ENCANTO DE LAS CIUDADES Y PUEBLOS DEL ISTMO

En San Mateo del Mar la fiesta de La Candelaria tiene un carácter regional, a ésta acuden fieles provenientes de diferentes pueblos vecinos, como San Carlos Yautepec, Ixtepec, Ixtaltepec, Ixcuintepec, entre otros. En cuanto a la fiesta de Corpus, es la conclusión de un proceso ritual en el cual las autoridades municipales de “usos y costumbres” (nombrados en asambleas comunitarias), realizan seis peticiones para que la temporada de lluvias sea favorable a los campesinos y a los pescadores; en las tres primeras, las autoridades salen de la iglesia y, de manera individual, escogen lugares especiales a orillas del mar y frente a los cerros del pueblo para ofrecer sus plegarias, en las tres últimas van acompañados de la población, o incluso de representantes de pueblos vecinos, a fin de que la petición tenga mayor fuerza.

Artesanías de San Mateo del Mar.

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Dentro del conjunto de fiestas patronales o religiosas, generalmente a cargo de mayordomos, destacan las de La Candelaria, del 2 de febrero; la de Corpus Christi, que se realiza invariablemente después de la Semana Santa; la Santa Cruz, del 3 de mayo, y también la fiesta llamada “de los pescado­ res”, el 19 de abril. En éstas los visitantes pueden participar de las muestras dancísticas, musicales y gastronómicas del pueblo, asimismo recorrer las calles que en esas fechas se engalanan de flores, o dirigirse a las cercanas playas, donde también se festeja. Particularmente vistosa para propios y extraños resulta la Danza de la serpiente, que se ejecuta sólo en la fiesta de Corpus; este ritual representa el ruego por lluvias provechosas sin inundaciones o daños adjuntos. Si durante la danza soplara algún viento, es mala señal, en cambio si llueve se considera que la temporada será buena. Para los mareños, la serpiente representa una fuerza viva que puede ser destructiva, de manera que la danza finaliza con su decapitación simbólica, lo que despeja el camino de lluvias perniciosas en el próximo ciclo. Esta danza se ejecuta al ritmo


SAN MATEO DEL MAR

de flautas, tambores y caparazo­ nes de tortuga, percutidos con astas de venado, instrumentos que son la base de la música autóctona mareña y que están íntimamente ligados a la ritualidad mesoamericana (véase Músicos). Cabe decir que los “sones de tortuga”, nombrados en lengua ikoot como mipampóh, se ejecutan únicamente durante la noche del Jueves de Corpus, mientras que los sones de las “velas” se presentan du­ rante el día de La Candelaria y la fiesta de San Mateo. Otra de las manifestaciones cul­ turales de los huaves que los visitan­

tes pueden apreciar en las fiestas, en el mercado o en las mismas casas es la cocina autóctona, que en San Mateo tiene una matriz particular, es cierto, con influencia zapoteca, pero guardando la esencia mareña, más que nada por los productos empleados, del mar en su mayoría, y sus procesos de elaboración, relacionados con la parsimonia huave. Destacan entre es­ tos platillos tradicionales, por el cuidado con que se hacen y su gusto, los tamales de pescado, el mole de camarón, el pescado asado, el “capeado”, el guisado de res y diferentes platillos de mariscos. (Véase Recetario autóctono del Istmo). La tarde empieza a caer, los hombres vuelven con sus redes a la es­ palda; las mujeres, igual regresan del mercado con bandejas bajo el brazo. Sobre los follajes cantan centenares de pájaros. Un viento fresco que viene del mar comienza a mecer el agua de las lagunas. El día termina en uno de los pueblos más pintorescos del Istmo, en breves minutos los ruidos humanos habrán terminado, y la voz milenaria del viento y del mar le cantará a la noche en San Mateo.

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En medio de sus fatigas apostólicas, oyó decir que allá entre las asperezas de las incultas montañas de los chontales estaba derramado un pueblo cerril e indómito. Historia de Oaxaca, José Antonio Gay


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SAN PEDRO HUAMELULA

n la zona más al sur de la región del Istmo, siguiendo los ribetes del Océano Pacífico, continúa la carretera federal número 200, que une al industrioso puerto de Salina Cruz con el bellísimo Huatulco, uno de los puertos turísti­ cos prominentes del país. Si el punto de partida es Sa­ lina Cruz, en dirección hacia la Costa Chica de Oaxaca, la mirada del viajero se extasía con el azul esmeralda del mar a su derecha, y con el verde selvático de las lomas y planicies a la izquierda; de pronto, a cualquiera sorprenderá gratamente encontrarse con pequeñas ca­ letas donde un grupo de hombres realiza una activi­ dad heredada desde siglos, la “cosecha” de la sal, que extraen del mar, y la que por buen tiempo hizo famosa no sólo a la zona, sino a toda la región istmeña. Habrán pasado treinta minutos de gozoso reco­ rrido sintiendo en el rostro la brisa marina, cuando un

letrero indica el poblado: San Pedro Huamelula, un sitio cuya visita siempre será grata. Por tanto hay que renunciar a la vista del mar y a la carretera federal, para tomar el camino pavimentado que se dirige a las montañas de la zona chontal (véase El encanto de las ciudades y pueblos del Istmo). No es, en efecto, mayor la distancia que habrá de recorrerse, escasos cinco kiló­ metros, algunos minutos para estar en el pueblo; claro, si el viajero no se detiene un momento a contemplar los paisajes montaraces, donde no es extraño admirar parvadas de loros y cotorros o las iguanas que retozan en los ramajes de guanacastles y tepehuajes. San Pedro Huamelula es un pueblo chontal, pero con mucha influencia zapoteca por encontrarse en la Chontal Baja (como ya se sabe la zona Chontal se di­ vide en Alta y Baja en función de su orografía: la mon­ taña o la planicie), por esta causa es considerado un pueblo costeño, donde el clima, cálido con aires de norte a sur y con lluvias en verano, y la forma de vida

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3. EL ENCANTO DE LAS CIUDADES Y PUEBLOS DEL ISTMO

de sus pobladores lo confirman. Se­ gún la historia, fue fundado donde actualmente se encuentra en 1499; es decir, poco antes de que los es­ pañoles conquistaran la región, aun­ que también se dice que ya existía como pueblo desde mucho antes (cerca del año 300 d.C.). Estudios realizados aportan suficientes evi­ dencias para creer que junto con su vecino Astata, son los poblados más antiguos de la zona. Se trata de un pueblo típico de la región, y por ser cabecera munici­ pal es el más grande en cuanto a su número de habitantes, más de 8 mil, distribuidos en diferentes barrios: Pajaritos, Mato, San José, Tres Reyes, Hormigas, Barrio Nuevo, Guadalupe

El nombre primigenio de Huamelula es Huamimilolli, que significa “junto al montículo de bledos”. Es un pueblo de 8, 800 habitantes, que se localiza en las coordenadas 95º 40’ longitud oeste, 16º 01’ latitud norte, a una altura de 80 metros sobre el nivel del mar. Limita al norte con Magdalena Tequisistlán, Santa María Ecatepec y Santo Domingo Tehuantepec, al sur con el Océano Pacifico y Santiago Astata, al poniente con San Carlos Yautepec, San Miguel del Puerto y Santa María Ecatepec, y al oriente con Santo Domingo Tehuantepec, Oaxaca. Pág. anterior: Iglesia dominica de Huamelula.

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SAN PEDRO HUAMELULA

Las investigaciones arqueológicas sugieren que Huamelula se desarrolló sobre todo durante el período Posclásico Tardío (1200-1500 d. C.), aunque al parecer existió un recinto cívico-ceremonial del período Clásico en el barrio La Soledad, el mismo que se trasladó para el período Posclásico Tardío hacia donde hoy en día se encuentra el centro del actual pueblo de San Pedro Huamelula; según los dichos de algunas personas del lugar, se hallaron restos arqueológicos debajo de la iglesia parroquial de San Pedro.

y otros. Sus pobladores se dedican principalmente a las actividades agríco­ las (cultivan café y frutas tropicales, maíz y frijol), a la pesca y al comercio; la cacería de especies permitidas, aunque en mínimo porcentaje, todavía se practica como medio de subsistencia para algunas personas. Sin embargo, debido a sus necesidades económicas, los miembros de muchas familias tienen que emigrar, ya sea a las ciudades istmeñas (Juchitán, Tehuantepec o Salina Cruz), o hacia la ciudad de Oaxaca o al Distrito Federal. San Pedro Huamelula, como muchos pueblos de México, ha visto al­ terada su arquitectura vernácula debido a la incorporación de técnicas de construcción modernas, no obstante, aún pueden observarse las casas tradicionales de esta cultura, sobre todo en el centro de la población, ca­ sas de altas paredes de adobe y techos de teja de dos aguas, ideales para las condiciones climáticas de la región, además de sus frescos corredores o patios “enramados”, donde seguramente se encontrará una buena ha­ maca para pasar los calores del medio día. Al caminar por las calles del pueblo, llaman la atención dos construc­ ciones singulares: una pequeña capilla dedicada a San Sebastián Mártir, con paredes de abobe y techumbre de teja, que conserva modestos trazos

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El vestigio más notable del antiguo asentamiento de Huamelula es un recinto cívico-ceremonial que conserva dos montículos, un patio de juego de pelota y los restos de otros dos edificios monumentales que fueron destruidos. Otros referentes de este asentamiento prehispánico son los artefactos que constituyen la colección más importante del pequeño Museo Chontal de San Pedro Huamelula, e incluye las esculturas de piedra estilo hacha y fragmentos de recipientes.

Paisajes de San Pedro Huamelula.

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3. EL ENCANTO DE LAS CIUDADES Y PUEBLOS DEL ISTMO

Huamelula dista aproximadamente 50 km de Tehuantepec, y 300 km de la capital del estado, a una y seis horas de viaje en automóvil, respectivamente. Se puede llegar desde Huatulco en cualquier autobús que se dirija a Tehuantepec o Salina Cruz. Ahora que si se sale de Salina Cruz o Tehuantepec, habrá que abordar los autobuses que se dirijan a Huatulco o Puerto Escondido. El paseante descenderá en el paradero de Huamelula y de ahí esperará otro transporte (taxi colectivo) que lo llevará hasta el centro del pueblo.

Este municipio dispone de un centro de salud y tiendas de abasto; además de que es posible la comunicación mediante la telefonía rural. Cuenta también con escuelas del nivel preescolar, primario, secundario y bachillerato. El medio de transporte más común son los taxis y camionetas “pasajeras”, que realizan recorridos de enlace hacia Salina Cruz y Tehuantepec.

Arquitectura vernácula chontal.

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arquitectónicos del siglo XVII, además de que en su interior todavía se pueden hallar imágenes de bulto, talladas en madera de esta misma época; la otra, es su iglesia de calicanto y techo abovedado, construida por la orden dominica en el siglo XVIII (aunque ya poco queda de la obra original), dedicada a San Pedro Apóstol; dos de los elementos más valio­ sos de esta edificación son un vitral sobre el altar y sus campanas, fundi­ das en 1728, según puede leerse. Son el estado de estos monumentos y su uso cotidiano la mejor prueba de la religiosidad de este pueblo. Su gente, amable con los visitantes y alegres conversadores, resulta otro de los motivos para visitar Huamelula. De origen chontal, una de las culturas más antiguas de la región, aunque también de las menos conoci­ das, habla todavía su lengua materna, el slijuala xanuk o chontal de Oaxaca, que desafortunadamente en las últimas décadas ha padecido el fenómeno de la disminución drástica de hablantes, sobre todo entre la población joven. Por otra parte, dentro de sus tradiciones destacan: la gastronomía, la música y la danza, y así sea en menor proporción, las artesanías.


SAN PEDRO HUAMELULA

La comida de San Pedro Huamelula sin duda es muy generosa en cuanto a su variedad, propios y extraños se deleitan con distintos platillos que tienen como base la carne de animales comestibles −silvestres y domés­ ticos−, entre otros: caldo de res y moles de gallina y de iguana (la cual ahora es adquirida en los criaderos establecidos en la zona para evitar la extinción de la especie). Particularmente en pescados y mariscos, San Pedro Huamelula tiene una larga tradición, siendo famoso su mole de pescado y su delicioso caldo de chacales (langostinos de río). Además, su panadería constituye toda una tradición istmeña, destacando los marqueso­ tes de arroz, de maíz y de trigo y los panes de yema, torta y chiapa. (Véase Recetario autóctono del Istmo). Otra herencia importante de los chontales o istmeños de Huamelula son sus expresiones musicales, resguardadas con celo por músicos tradi­ cionales, ancianos muchos de ellos, que tocan la prehispánica chirimía y el chicante (tambor), y quienes lograron registrar cerca de cien de sus ejecuciones en un disco compacto (véase Músicos). Es posible escuchar en todo su esplendor esta música principalmente en las fiestas religiosas, a cargo de mayordomos, en donde se funde con otra manifestación artística muy arraigada en el pueblo, la danza, bailes representados tanto por ni­ ños como por adultos. Si el fuereño quiere participar de estas expresiones, no puede faltar a la máxima fiesta del pueblo, en honor a San Pedro Apóstol, del 22 al 30 de

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En San Pedro Huamelula una de las expresiones más importantes es la práctica de la música y la danza de “Turcos y Cristianos”, versión local de las danzas de “Moros y Cristianos”. En esta representación intervienen personajes tales como los pichilinqui o turcos, los mareños, el rey Mahoma y los cristianos; acompañados por la flauta y el tambor que ejecutan los “chicanteros” o músicos principales para esta danza. Del 22 al 30 de junio se celebra la fiesta tradicional de San Pedro Apóstol, que es la oportunidad para admirar en todo su esplendor estas danzas. Al igual que muchos pueblos indígenas de Oaxaca y de México, la danza configura formas ceremoniales y rituales indispensables.

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3. EL ENCANTO DE LAS CIUDADES Y PUEBLOS DEL ISTMO

Otra representación popular de San Pedro Huamelula es la Danza del Caballito o Danza de Santiaguito (Tyityo), en donde el santo les “regala” a quienes no creen en el nacimiento del hijo de Dios unos fuetazos para hacerles creer a la fuerza; esos fuetazos son de verdad, sólo que en la actualidad se toman como parte de un juego en la celebración. Las fechas en que se lleva a cabo esta danza son el 15, 24 y 26 de diciembre y el 20 de enero.

Calle principal de San Pedro Huamelula.

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junio, donde disfrutará de las calendas y la divertida Danza del lagarto, con sus juegos de negros, turcos y cristianos. Por supuesto que existen muchas oportunidades más para conocer las tradiciones de Huamelula, todas amenizadas con música y baile: la fiesta de los muertos o todosan­ tos (a finales de octubre), la Semana Santa, las mayordomías y las bodas. En Huamelula, como en muchos de los pueblos de Oaxaca no puede fal­ tar una banda, y para el caso de San Pedro Huamelula existe la Banda Municipal “Santa Cecilia”, que toca diversos géneros, entre los que desta­ can los sones istmeños (véase Músicos). Las artesanías, sobre todo la alfarería, la elaboración de objetos y mue­ bles de madera modestos, el tejido de la palma y la confección de trajes tí­ picos bordados en hilo de seda, lo mismo que su Casa del Pueblo, pueden ser otro pretexto para visitar el lugar. Y, por qué no, de ahí dirigirse a otros pueblos y rancherías cercanas que reservan también gratas sorpresas, por ejemplo: El Coyul, Río Seco, San Isidro Chacalapa, Santa María, Tapa­ nalá, El Bejuco, El Gavilán, El Limón, Los Cocos, Río Papaya, San Pedro Liguaca, San Isidro Labrador y Guayacán; estos pueblos deben ser visita­ dos en compañía de algún guía local, debido a que la mayoría de los acce­ sos son por caminos rurales.


Pero si las costumbres, la forma de vida y el origen de San Pedro Hua­ melula, son un gran atractivo para los paseantes, recorrer su territorio los dejará extasiados, toda vez que este municipio, a causa de su orografía, es poseedor de paisajes que no merecen otro adjetivo sino el de extraordina­ rios. La superficie total del municipio es de 505 km2, que se traducen en extensiones de montañas bajas, húmedas planicies, ríos y arroyos, lagu­ nas y litorales; esto porque Huamelula está rodeada por la cadena mon­ tañosa de Tehuantepec por una parte, y por las tierras costeras del Pacífico, por la otra; el promedio de altitud del pueblo es de 90 msnm. Sin duda son sus recursos hidrológicos los que mejor caracterizan a la zona, desde las playas y bocabarras, hasta sus lagunas, manglares y ríos. Así, los amantes de la naturaleza pueden iniciar su paseo por las principa­ les lagunas del lugar: Laguna Grande y San Diego, paradisíacos sitios donde lo mismo puede disfrutarse de sus aguas que de su flora o su fauna. En éstas se puede practicar la pesca de especies como la lisa, el pargo, el bagre, además de jaibas, camarones y langostinos. Para quien gusta de la orni­ tología, es posible observar ejemplares de especies difíciles de hallar en otras partes de la región, como la espátula rosada, la garza dedos dorados y la garza tigre. Es importante saber que esta laguna no sólo es valorada

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Entre la gran variedad de flora que pueden encontrarse en San Pedro Huamelula destacan: el nopal, el huaje, la palma, el ocote, el guanacastle, el pochote, el tepehuaje, el huizache, el chicozapote y la pitaya. Y en lo que a fauna se refiere, el paseante podrá observar en libertad animales como el jabalí, el coyote, el conejo, el tlacuache y el armadillo.

El río Seco.

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por su belleza, sino por lo que representa para la vida y la economía de los lugareños. El Rosario es otra laguna que se conecta con el mar, donde también los habitantes de Huamelula han encontrado una opción de sobrevivencia, esto me­ diante la pesca de especies como el barrilete, el ojo­ tón, el jurel o la sierra. Asimismo se emplean en otra actividad económica, la explotación de la sal. El pa­ seante, desde luego, tiene la oportunidad de recrearse en las cálidas playas (con sus precauciones porque es mar abierto) y solazarse con la belleza del paisaje. Pero el mar y las lagunas no son la única opción, para quien guste caminar puede hacerlo por las már­ genes de sus ríos: Grande y Seco, una cuenca que nace en la Sierra Madre del Sur y pasa a las orillas del pue­ blo. En éstos, además de refrescarse en sus pozas y caídas, es de admirar la exuberancia en flora y fauna local, la cual irá en aumento en la medida que el cami­ nante incursiona (siempre con el acompañamiento de un lugareño para no extraviarse) en las cercanas mon­ tañas que rodean la comunidad. No será extraño to­ parse en algún momento con especies como conejos, armadillos, palomas, chachalacas e iguanas; ya en la espesura de la selva tropical, es posible llegar a encon­ trar venados, coyotes y jabalíes. En síntesis, quien gusta de la naturaleza vivirá en San Pedro Huamelula y sus alrededores una experiencia que siempre recordará. Las palabras y las imágenes siempre estarán limita­ das en cuanto a mostrar la riqueza que en cultura y tradición tiene en su haber San Pedro Huamelula, nada se compara con descubrirlo al andar sus calles, subir sus montes, bañarse en sus aguas, admirar sus colores y deleitarse con sus sabores, conversar con su gente y escuchar su música. Sea éste recorrido sólo una invitación.


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