Colaboraciones Enero 2013-julio 2014 Revista 99 Grados - Flotante Mag Alondra Berber
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El amor
en los tiempos de Por Diana Mijangos
OPINIÓN
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U
n día, el narcotráfico reescribió el amor, sus formas, su lenguaje. Hizo un poco más desesperados a los amantes cuando surgió con la pasarela de cuerpos un final alternativo a la felicidad perpetua. Las páginas de los cuentos fueron reemplazadas por notas rojas, las brujas por sicarios y secuestradores, los príncipes azules por epitafios y las hadas madrinas es probable que hayan sido deslumbradas por el poder, el dinero, y acabaron como amantes de políticos o narcos. Por supuesto, la felicidad no fue eterna. Desde el principio, nunca lo fue, como no fue el punto final de la historia algo congruente en discurso y acción. Nacieron entonces las viudas del fuego; mujeres de diferentes edades, niveles socioeconómicos, personalidades, gustos y formación, que amando o creyendo amar a los príncipes por siempre y para siempre, se quemaron también. Algunas lloraron el asfalto, otras las cárceles, las funerarias, las fosas comunes… Otras tantas a los desaparecidos; memorias aquellas hermosas, inconclusas, con el sabor de una esperanza condenada a desaparecer y un nuevo estigma en que la doble moral satanizó por igual a víctimas y victimarios de los cárteles de las drogas y contempló desterradas, perseguidas a sus féminas. Algunas princesas de escasos años y pieles todavía tersas se convirtieron en protagonistas de la noticia, perforadas por las balas o rebeldes ante el escarnio del nuevo escritor del cuento. Pero algo debemos reconocer: la gente comenzó a leer; de pronto, como si la desgracia fuese tierra fértil de letras, la sociedad empezó a unirse, a esperar con cierta curiosidad cada periódico testigo de algún rumor de detonaciones, ejercitó su memoria para reconocer cuerpos o adivinar qué diría el próximo letrero,
plomo
“El amor en tiempo de la guerra de Calderón”. Acrílico sobre tela. 1x1m Luis Vargas Santa Cruz
adiestró sus sentidos para detectar delincuentes o pronosticar ingresos, para reinterpretar las redes sociales de aquel que “dicen que mataron porque estaba metido”. Todo miembro de la sociedad miró ante sí un gran campo de batalla con las divisiones de los viejos juegos en que reproducían y fortalecían el adoctrinamiento moral: los buenos, los malos. Pocos comprendieron que no existían ni los unos ni los otros en un estado de pureza, que hasta en el último individuo existía dualidad: todos mártires y verdugos a su manera, más allá de la sangre escandalosa y siempre protagónica. Aún menos captaron que no se trataba de cuántos “culpables”
morían porque cada ejecución, fuera de quien fuera, era la derrota de un país entero que atascado de cuernos de chivo, estaba desarmado como nunca. Los personajes del cuento se endurecieron; cambiaron los cantos alegres por temerosos silencios, la felicidad por sobrevivencia, la adaptación ordinaria por una balanza entre la psicopatología y las ganas de crecer a partir de la adversidad. Algunos pelearon con lo divino, otros se aferraron. Algunos siguieron adelante, otros murieron en vida, pero lo que es real es que nadie olvidó que el cuento rosa sólo fue el primer espejismo, el primer eslogan político pensado para niños.
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Las grietas de la princesa que soñaba con volar Por Diana Mijangos
OPINIÓN
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U Parte I
n globo con enormes ojos de búho de una cadena mexicana de restaurantes nos da la pauta para hacer una travesura que hará menos ordinaria la noche. Ella me ha pedido que entregue personalmente un detalle en la habitación de hotel de su amante. Visto pants, tenis, una camiseta. Toco la puerta y pregunta quién soy. Sonrío, le digo que la imaginación de ella y hago entrega del obsequio. Entonces regreso al auto. Posteriormente la misma dinámica con un policía federal, pero mi encargo es distinto: llegar hasta el elevador sin que me detengan, hallar su habitación e indagar sobre la relación emocional entre éste y la amante de un servidor público. El juego nos da horas de plática, de risas que terminan siempre con un dolor en el rostro y con pastel. Ella me mira con una tristeza que no encaja en el arco de sus cejas: esta no era la vida que quería. En el fondo le duele, pero prefiere cubrir sus heridas con maquillaje, volverlas de un muerto cualquiera que tras el entierro simplemente desaparece, excepto por breves instantes de nostalgia. Los encuentros se repiten, las frases de femme fatale aprendidas en telenovelas como Rubí y Teresa . Pasamos de la gula a la melancolía, de la soledad compartida a una especie de hermandad necesaria, casi enferma. Todas las noches siguen el mismo patrón: culminan abriendo la carne, un poco más adentro. Nuevamente la oscuridad del rímel mancha sus mejillas. Nos abrazamos, me dice que quisiera estar muerta, se deja caer sobre el volante del automóvil. La motivan pocas cosas: los chocolates, el poder, el no llegar a casa donde el silencio declara la devastación interna. Parte II Su inteligencia radica en mover sutilmente los hilos de la sexualidad: eterna piedra de tropiezo del hombre promedio. El erotismo como un
eficaz mecanismo de control que apela a necesidades primitivas de preservación de la especie con sus respectivas trampas (el amor, la pasión), a la naturaleza que motiva la conducta en función de acercarse al Eros y repeler conceptos de muerte y dolor. Dicen algunos criminólogos que la mejor delincuente debe ser mujer, por la subestimación que despierta su vulnerabilidad atribuida y por el enorme poder que obtiene gracias a la seducción. Encanto superficial, mentiras patológicas, manipulación, falta de remordimiento, escasa profundidad de los afectos, impulsividad e incapacidad para aceptar la responsabilidad de las propias acciones. Según Robert D. Hare, rasgos psicopáticos. Lykken agrega otros criterios: ausencia de temor a las consecuencias, egocentrismo patológico, pérdida específica de insight. Tal astucia no sueña con lo típico del deslumbramiento parasitario sino con cargos políticos; una dirección, ser síndica, diputada, senadora, secretaria, presidenta del DIF. La cama se vuelve país aquel donde el sexo es la moneda de intercambio, el gemido un síntoma de asco y el envejecimiento un tema de angustia. Los resultados acuden. Aún así, ella está triste.
fácil de decodificar y comprender. Poco es casual, realmente. Surge conciencia de cómo saltar la trampa de las líneas intervenidas, la conveniencia de los mensajes guardados en el celular, la utilización de códigos, números y apodos para hablar de tal o cual servidor sin que las palabras puedan ser usadas en contra: efectivamente, la información es un arma y ésta no se toma para apuntar el pecho propio.
Parte III
Parte IV
Federales invaden la costera. / Luces. / Mi deseo de llegar a casa. / Ella acelera para desafiarlos / callando la ansiedad de un suicidio / que no jala el gatillo.
El mayor victimario es el desencanto. Existen vidas rotas que los periódicos no anuncian cuando enfatizan la sangre, rostros que antes de valer siete pesos y compartir planas con golpes a políticos tenían familia y perdieron todo. Una joven desnuda en la cama soñaba otra cosa que ser amante: no haber conocido la violencia, la rabia, el abandono de las amistades, la explotación de una familia rota y la autodestrucción; probablemente renunciaría a los obsequios de la belleza y la juventud si ello le regresara tan sólo un cuarto de la felicidad que alguna vez sintió.
Los viejos amantes sustituyen los regalos con insultos y bloqueos. Probablemente ellas sufrieron mucho para nadar a la tabla de salvación y asegurar salidas en caso de emergencia. Las noches se vuelven preocupantes. Adictivo el paisaje de uniformados con pasamontañas que invitan a fantasear. Inicia la provocación, el discurso de las influencias, el interrogatorio sobre seguridad y política en una costera cuya madrugada se halla en silencio El lenguaje de los guardaespaldas de funcionarios-objetivo, por fin, más
Mirada rosa. De Luis Vargas. Arte digital.
“La más grande caída es la que uno realiza desde lo alto de su inocencia”. -Heiner Müller.
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La niña que jugaba muñecas y el monstruo en el espejo
C
I uatro años. El domingo parece similar para todos; rutinarios encuentros familiares, infantes jugando lejos de la mirada de padres sobreprotectores. Una niña juega con muñecas, su vestido es manchado a propósito con tinta china, una prima propone prestarle ropa si la acompaña a su casa. Entonces llama a otros tres primos. La puerta es cerrada con llave. Afuera, el volumen de la música es alto y poco se perciben otros sonidos. El juego se trata de –entre todos– hacer cosquillas a su cuerpo hasta que duela. Los encuentros se repiten como las palabras que siembran vergüenza, culpa y miedo. Si ella habla alguien va a morir. Descubrimiento de una nueva sensación: la suciedad. Nadie se entera de lo que realmente ocurre cuando llega el domingo. La niña a solas juega a que los muñecos tocan y besan a las muñecas a la fuerza. La masturbación surge compulsiva, la sexualidad descubierta con odio, la agresividad. Introversión. II Seis años. Inicia la primaria y con ella el ansia de ocultar el cuerpo para no provocar las miradas que ensucian. Masculinización. El espejo arroja la imagen de una pequeña vista a sí misma como fea. La comida se vuelve una forma secreta de calmar la ansiedad. Ella compra comida en la cooperativa y se esconde en un cubículo del baño para que nadie la mire desesperada llenando el vacío. Los defectos físicos parecen cada vez peores y el aislamiento por miedo a interactuar se vuelve una forma de sobrevivir al horario escolar, ¿cómo identificarse con sus compañeras? –se pregunta mientras cree que todos en la escuela pueden captar su maldad y lo que ha pasado si la miran fijamente–. Sentimientos de vergüenza, de inferioridad. La evitación es la manera en que aprende temprano a protegerse y la dependencia a la familia que brinda seguridad es lo único que calma el profundo miedo. Nadie puede halagarla sin detonar su enojo, su violencia. Aún así, su desempeño académico es excelente: la niña descubre el complejo de inferioridad y la válvula que brinda mantenerse ocupada para no recordar, aunque las pesadillas siempre regresen. Con el accidental hallazgo de una portada de “Crónica de una muerte anunciada”, surge un persistente interés por la muerte.
Ilustración: Luis Vargas Santa Cruz
Por Diana Mijangos
OPINIÓN
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III Trece años. Ropa holgada. La tragedia acude: el desarrollo de los senos. El hábito de esconderse en el baño para comer da pie a rumores entre los nuevos compañeros: anorexia y bulimia. Extrañamente, éstos detonan una repentina popularidad y con ella una máscara para ocultar la introversión. Descubren las pastillas, los tés para adelgazar, los laxantes, ayunos, el vómito apenas como experimentaciones vagas. Llamar la atención asusta menos y aunque contemplar apenas un beso le genera absoluto asco, decide inventarse romances y un personaje, sintiendo ya los primeros gustos de la adolescencia mezclados con la fobia de ser obligada a tener contacto físico. IV Dieciséis años. Las actividades académicas, sociales, culturales y deportivas conforman desesperados intentos de canalizar la energía sexual a experiencias que compensen el mal autoconcepto. La exhibición entonces cobra un sentido de trascendencia lejos de la suciedad y desprecio al propio cuerpo, capaz de generar en otros conductas lastimosas y abrazos extraños. Surge el descubrimiento de un mundo de complicidad en internet: las páginas pro-ana y pro-mía; el culto a la “Diosa de porcelana” y la adoración de la delgadez como un látigo para castigarse a sí misma y destruir la carne que a tanto dolor la ha sometido. Las pulseras rojas y moradas que representan la pertenencia a la anorexia y bulimia cubren heridas, pero la máscara sonríe como lo hacían las “muñecas” mientras se convertían en monstruos con la ropa arrebatada. Surge la necesidad obsesiva-compulsiva de alcanzar la perfección. V Diecisiete años. Las presiones de la sexualidad aumentan como las noticias en televisión sobre las sexoservidoras del puerto. El narcotráfico es ajeno, muy de Tijuana donde las balaceras ocurren en las calles a plena luz del día, algo sorprendente y cruel, pero muy lejano. Las relaciones con el sexo opuesto son rechazadas más allá de lo superficial, la virginidad sobrevalorada donde no importa cómo, la inocencia simplemente se ha perdido. Disfuncionalidad. Hay besos que carcomen, que torturan, pero los frutos con el paso del tiempo y el esfuerzo no por aprender sino por deshacer la memoria, se vuelven el primer acercamiento a la satisfacción de necesidades de estima y pertenencia. Una autoestima crece como los árboles, los animales, los secretos, y el amor no se vuelve sino otro fruto del invento, donde no hay seres respirantes que despierten al monstruo por fin manso: el recuerdo del abuso sexual. La autodestrucción se vuelve un arte que no requiere de sogas, pastillas o navajas: de mariposas quemadas están manchadas las pesadillas. “Truman se convierte en un magnífico ángel con poder de muerte –sólo sobre de él–. Un íntimo demonio que lacera a su propio esclavo. La plegaria ha sido atendida; pides siempre un látigo y cuando te lo entregan se te advierte: es sólo para castigarte a ti mismo ¡a nadie más! El precio de acercarse al arte es la locura convertida en enfermedad” - Pablo García M.
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Como cuadros de Dalí Inicia el hambre de poder, de tener el control de la plaza en un país en que es mayor desviación social estudiar que cometer un delito.
Ilustración: Luis Vargas Santa Cruz
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Retrospectiva:
V
I. ibra el celular. Las manos tiemblan, el corazón se desboca y la sangre desciende a los pies desesperados por escapar. Basta contestar para que una voz inicie el ataque psicológico, presión que aplican los contraterroristas para provocar el suicidio de aquellos que crean sus propias trampas y escondites en los laberintos. Al fondo, chillido de llantas, una voz familiar, sus gritos, balazos, un silencio. “Siguen tus papás y tu vieja si no te matas”. Al día siguiente, los encabezados estrenan historias: DEPRIMIDO POR HOSPITALIZACIÓN, RECLUSO SE QUITA LA VIDA/OLA DE VIOLENCIA DEJA TRES PERSONAS MUERTAS, ENTRE ELLAS UNA JOVEN. II. Mi cariño era de un monstruo roto,/uno que podía comerme,/pero no tenía miedo al ingresar curiosa a sus infiernos,/porque yo sabía amar a los monstruos,/y ellos aprendían a no verme como alimento. Una locura desviste la tristeza de las paredes. Adentro, juegos de cartas, cadenas, jaulas de oro, sueños montados en cuneros de mortinatos. Ingresa comida italiana, una acción amorosa haciendo cómplices a los reos acusados de secuestro, de homicidio, de violación, de extorsión. Ha de ser que la ternura agrieta las rutinas de sobrevivencia. Una celda privilegiada se vuelve el escondite que dicen peligroso. Otra, un mundo nuevo a crear con las velas encendidas del pastel cuando la mano pálida de venas pintadas abre la puerta de su estancia: “Sin importar la fecha, ¿sabes qué día es hoy? Pide un deseo”. Él pide ser libre, mira el reloj y exige el entendimiento de que jamás existió, nunca fue conocido y pregunte quien pregunte, no se tiene una idea de quién es. Libreto urgente en el encuentro, el último, convencido de que no hay otra salvación ante la venganza. III. Muerte de un capo. Alacranes se comen los restos del cuerpo, con las agujas todavía clavadas en los brazos. Inicia el hambre de poder, de tener el control de la plaza en un país en que es mayor desviación social estudiar que cometer un delito. Temor a la noche. Los grisáceos pasillos de los reclusorios ven pasar sombras en la madrugada. Nadie duerme, los reos se orinan en los pantalones al escuchar el rumor: otra noche de violencia, otra verdad que callar en las visitas de derechos humanos. Otra llamada a las dos de la mañana en que los amantes se vuelven uno solo; él entre las rejas y ella mirando la luna sin saber que las cárceles no se conocen sólo por los libros de Julio Scherer y que cuando él dice que no haga preguntas lo que realmente quiere decir es que otra ola se acerca. IV. Llegar al penal es descubrir un exterior imponente, rostros emocionados en las filas por el día de visitas, relojes, guardias derretidos insinuando que un vestido inquieta como bestias mordiendo los genitales. Renta de ropa usada. Sello invisible, descripción en un papel, filtros y más filtros de custodios, revisiones, aduana, nombres cantados cada dos segundos. Zancos. Un recluso amigable,
surrealista como guía y la sonrisa inseparable del rostro. Atravesar el sendero en que todo luce como obra de Dalí. Artistas tristes y dulces a partes iguales, nubes inmensas, enormes alas de mariposa. Descubrir el área de visitas es como bucear, el tiempo transcurre lento y la inquietud transforma las mesas y asientos de cemento en la inmensidad. Los fanales desvanecen todo alrededor y por inercia, en el momento justo, en el lugar exacto, algo demanda voltear y las miradas se cruzan, los monstruos se acarician el rostro apenas respirando. La persona de ensueño más delgada, la piel pálida, el resplandor de los ojos y los labios agrietados por la resequedad. Una cercanía que invade la espalda como látigo de escalofrío cuando un beso en la mejilla sustituye las palabras. Instante impoluto. La magia de una celda en que suena jazz. Una jaula de oro para los sueños descosidos. V. *Mirábamos la antena. Conversábamos horas en el teléfono reinventando el pasado. Le escribía con la puesta de sol viendo las aves, queríamos ser como ellas, libres y lo éramos a instantes, adivinándonos entre cientos de avenidas como si yo no estuviera en un techo cualquiera ni él en una celda de máxima seguridad. Despertaba mecida por su voz, el cielo era absoluto desde los separos o desde cualquier paraje en que me escondiera para hablar con él, porque las mujercitas decentes –decían– no se enamoraban de monstruos o asesinos y él era ambas cosas. Apretábamos los ojos, jugábamos a ser otros, a cambiarnos los nombres, los rostros, perder atrás la saña de un país que no entendíamos. Él se escabullía entre los reos y yo le contaba de la sal de las playas. No retrocedíamos como sabiendo los dos que morir así era el milagro. A veces sólo mirábamos la antena al mismo tiempo, eso estar juntos: imaginar. Todos eran pesados afuera –me contaba– y sólo hablaban de armas, de drogas, de secuestros, de “a cuántos mataron” y cómo chillaban al ser torturados. Se mostraba fuerte. Decía siempre que estaba bien, que era él, que lo conocía. Yo temía de su tristeza, un silencio breve que bastaba para delatarlo, para entender que estábamos perdiendo. Podíamos sentir el viento refrescando nuestros rostros si así lo queríamos, las olas rompiéndose en los custodios, montones de peces nadando en las líneas de cocaína y cada ansía de escapar juntos. Despertábamos contándonos encuentros ya sabidos, todo era posible entonces. VI. Descubrir la noticia, los encabezados, la ausencia de sentido. La cárcel suena definitiva, ajena a los cubrebocas y máscaras que invaden efecto del manejo mediático de la influenza. Dormir con el recuerdo hundido la cama, con el concepto de prisión girando en la mente. Una llamada en que la voz que la memoria conoce pide no colgar al confirmar su nombre, evocando tiempos felices, escenas clandestinas, compra de drogas, terror, fiestas invadidas por sujetos cortando cartucho y fumando marihuana. Eso es el destino: un afán ilógico, entre un asesino y la mujer que lo ama, un atardecer atravesado por trenes. Él dibujaba líneas de polvo/en nuestro destino arrancado./Y yo creía que era bueno,/porque acariciaba mi frente,/para hacerme dormir, entretanto,/y que no viera.
POLĂ?TICA
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I. Blanca se pone un moño rosa en el cabello, el mandil de preescolar con la cabeza de un cerdo a la altura del estómago, las calcetas de holanes. El primer día en el kínder nadie llorará al dejarla y a nadie le dirá adiós detenida en la reja como si algo le estuviera mordiendo las entrañas. Su madre ha muerto en un accidente y ya no le pudo ver la cara, la sonrisa: el ataúd estuvo cerrado todo el velorio. Su padre no le tomó la mano mientras la gente se acercaba con morbo; también tenía el alma con sangre. II. Suena el timbre. Ha concluido el receso. Los niños correrán al salón; harán bolitas de plastilina que se convertirán en serpientes, las serpientes en muñecos o animales, la pobreza en excremento y éste en un pedazo de infancia. También saldrán en un bailable, de la nada han surgido en el patio una balsa, plumas, tobilleras de corcholatas y vestidos de papel china: Blanca agarrará el cuchillo y le quitará el corazón a un niño una vez que despierte debajo de la escalera y sea pellizcada por la maestra tras estar perdida por hora y media. A las doce del día, cuando recojan a sus compañeros, ella se esconderá para evitar que nuevamente se burlen porque no tiene mamá; es por la última que van, siempre la tía, la abuela o algún vecino; esta vez serán los papás de su mejor amiga para llevarlas al acuario, chapotearán y fingirán que son peces. Se le harán grandes los ojos porque para un escuincle de tres ya se mira que hay quienes tienen algo y quienes no tienen nada. III. A Blanca no le queda claro eso de que su papá sea un vegetal, pero le duele. De pronto regresa; es como un árbol al que le ha pegado mucho el aire, las hojas se le desprenden, la ve confundido y luego al retrato de su mujer muerta. Ella lo contempla como si fuese un fantasma y aún así el único que podría darle un abrazo. La alegría deja de ser un recuerdo borroso para la niña de hebras castañas que siempre tiene sueño y un montón de tristeza en la mirada. A los cuatro años ya sabe que existe el infierno. IV. El árbol no pudo recuperarse del todo. De tanta hoja mutilada se le fue primero la cordura, luego la vida. Con la primaria llegaron nuevos verdugos y maestras cómplices demostrando que la tortura no es nada más rebanarle una pierna al prójimo, también es soplarle las cenizas en lugar de las ganas de amarrarse una sábana al cuello. El escarnio echaba raíces, los nuevos compañeros de clase le escupían a Blanca que su papá estaba loco; luego, que estaba enterrado; luego, que quiso llenarse el vacío con comida. Ella los miraba con el miedo con que mira uno a su gente en ataúdes; no respondía, sólo lloraba, ¿qué otra cosa hace una niña con el corazón vuelto cementerio?
V. Un día, la cuatita del kínder llegó emocionada a la escuela pese a que algún maricón la recibió con insultos por su peso: “soy una mujer” –casi gritaba–, su mejor amiga respondió que lo era de por sí, entonces le contó que ya le resbalaba sangre entre las piernas. Blanca era de esas que de tanta herida si uno le miraba fijo a los ojos no se veía a sí mismo, veía fantasmas, pero inspiraba ternura; estaba desprotegida, hambrienta de que alguien la amara (su tía y su abuela no lo hacían, preferían madrearla, eran tan sádicas que debieron ahorcarse con el cordón umbilical, pero en vez de eso lo desgarraron). VI. Hay una secundaria en que los chavitos más listos se van al caño. A la Sindi la corrieron porque se tatuó en la mano el nombre de su banda y un día tuvieron riña a navajazos con un grupo rival. Carlitos se empezó a meter mota y ya no entraba a clases. Al David lo acosaban porque no hablaba mucho, lo esperaban entre varios y le caían a golpes. Una vez le aventaron bolsas llenas de mierda; dicen que llegó a su casa embarrado con la playera rota y al día siguiente despertó queriendo clavarle un fierro en el pecho a cualquiera de los que lo habían humillado (no fue necesario; años más tarde algunos se metieron de halcones y el cártel contrario se los echó). A Blanca le pasaba lo mismo que a David pero con mujeres hasta que se cansó y llevó una pistola; se las quería vaciar en las tetas y en la cara para que se les borrara el maquillaje de rameras, pero un maestro se dio cuenta, la reportó y le quitó el arma. Debió ser útil. Cuentan que ahí los docentes usan el auto robo con la misma pasión con que se gastan sus sueldos en préstamos y productos de catálogo. VII. La vida siguió. Blanca también, como pudo. La tristeza de la infancia se convirtió en enojo, en odio. Uno se la encontraba luego por las calles, bien flaca, chupada de la cara, con un cigarro detrás de la oreja y otros más en el escote. Desapareció. Con el tiempo se supo que la metieron a la cárcel –quién sabe por qué, igual y logró recuperar la pistola– no sin antes golpearla, encuerarla y gritarle que era una porquería. La pinche vida se la folló antes de que aprendiera a hablar, pero ahora era satanizada: la victimaria. VIII. Blanca no tuvo carrera. Quién sabe si llegó a la preparatoria. Ella no cogió tiempo para hallar vocación, andaba ocupada sobreviviendo, pero un día con el eslogan de la readaptación social llegó un curso de teatro a la cárcel y se dio cuenta de que tiene talento para ser actriz e incluso se aprendió un libreto de García Lorca. La sociedad cabrona la golpeó con ganas, pero algo es ley: no lo merecía.
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OPINIÓN
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I. Sunday is gloomy/my hours are slumberless/ dearest the shadows/I live with are numberless/ little white flowers/will never awaken you,/not where the black coach/of sorrow has taken you.
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En una habitación a media luz suena la voz de Billie Holiday cantando Gloomy Sunday.
iecisiete personas se han suicidado en Hungría escuchando esta canción y cien más en Estados Unidos al llegar a la radio –lee Fernanda–, incluso Rezső Seress, su autor, ha saltado de una ventana en 1968. Con los años, sus muertos en el mundo han aumentado. Cuenta la leyenda que Laszlo Javor escribió la letra a su novia que se suicidó dejando sólo una nota que decía “Triste domingo”. Las gemelas sonríen, tararean, deciden jugar cadáveres exquisitos - Ellas saltan del techo con las tripas enredadas: - su flagelo es la repetición, - el carrusel en que los óbitos lentos son justos. - El baño de la preparatoria siempre huele a mierda, pero la ternura siempre busca su refugio: - eso es la eternidad. II. Cuando llega la troca es inevitable cerrar los ojos un instante para entregarse al juego de las ensoñaciones diurnas; dos jóvenes delgadas de cabello largo levemente ondulado y piel pálida se deslizan de ella con gracia de serpientes: Fernanda y Andrea. Una es castaña, la otra se ha teñido el cabello de rubio, seducida por los estereotipos gringos de belleza, pero lo que más impresiona de ellas son sus ojos enormes y labios gruesos. Las gemelas asisten como todos los días a la escuela católica. A sus dieciocho años se vislumbran ya peligrosamente irresistibles, son las mujeres más deseadas, capaces de hacer pecar con el pensamiento a más de una monja y llevarla a las convulsiones de la masturbación mirando sus fotos. Tal es el caso de la Hermana María: una mano va y viene entre sus labios, contracciones, las piernas le tiemblan como conejos friéndose, los fluidos de la virginidad impuesta flotan hacia la coladera y no hay rezo que calme las palpitaciones generadas por su vicio. Desvanecimiento. Obsesión: eso son las gemelas para quienes las conocen y saben que jamás podrán aspirar siquiera a una mirada suya. *** Miradas frías. Las gemelas son soberbias, ven el amor como una cacería; entreabren los labios dejando asomar la fila superior de dientes, arquean las cejas, miran siempre a la nada con ojos de cúpula conscientes de ser observadas en todo momento entre la sorpresa y el témpano. Tienen esa capacidad de dar mil formas a sus ojos para que los espectadores brinquen en ellos sin saberlos un abismo; nada hay por dentro, sólo oscuridad. Se dice mucho sobre ellas –y sobre su madre que tiene las tetas operadas, un madrazo en la cara cada día y la necesidad de competir por lucir a sus cuarenta y tantos más hermosa que ellas–, pero nadie saca el rostro de la penumbra, nadie quiere hacer enojar a Acosta; cuenta la leyenda que en la cartera guarda fotos de cabezas como si fuesen trofeos o recordatorios y que gusta de tirar balazos al cielo como si entre las nubes se escondieran quienes pudiesen desear a sus hijas. Si existe el miedo para ellas tiene el nombre de la fusca de papá.
*** Nadie las mira comer, pero siempre tienen una botella con agua entre las manos. En el receso observan los comedores llenos de cerdos devorándose a sí mismos: el México Obeso; se sienten superiores en tanto contemplan la grasa resbalar de sus bocas. La perfección es el único credo para ellas. Miran con escarnio a sus compañeras, pero éstas, absurdas, aplauden el dedo en sus llagas ansiosas de aprobación. Las gemelas juegan, imponen sus condiciones y varias aceptan ser humilladas a cambio de pertenecer al grupo; la primera regla es no comer, la segunda es vomitar y usar laxantes, la tercera es cortarse cada vez que un alimento sea masticado y no escupido, la cuarta es hacer ejercicio por horas, la quinta es obedecer lo que ellas ordenen valiendo madres qué sea. La degradación es constante, pero ellas se divierten siendo el vientre de la decadencia. La primera orden es una carrera de kilos, no importa cómo: la que baje más en menos tiempo gana. Nadie hay como las gemelas: etéreas, ambiguas, inalcanzables; sueñan pesar 40 kg y son capaces de convencer al mismo demonio de cumplir sus antojos. Los huesos se asoman de su ropa, pero el espejo siempre devuelve una imagen bestial. Contemplan pieles flácidas en el aula, rostros deformes y pellejos quemados con cigarro. La madre superior convoca a una reunión de padres de familia: una compañera de las gemelas ha fallecido y en su computador han encontrado el horror de un cementerio virtual invadido por jóvenes muertas soñando la perfección. Aun así, la escuela se llena de pulseras moradas y rojas: muchas chicas quieren ser anoréxicas o bulímicas para parecerse a las gemelas. *** Persisten las navajas de afeitar hundidas en los antebrazos. Duelen los mutilados de los periódicos, los espejos, los vellos arrancados y el olor de la sangre. Las gemelas sonríen cuando sus estómagos desnudos son embestidos por golpes. En el fondo, les duele ser hijas de un narco cuyo cártel está siendo aniquilado por los rivales. *** En el vaivén de cuerpos vacíos, la gemela rubia escapa hacia los baños para comer sin ser descubierta. Volátil, una uña acaricia el desborde: no hay dedo lleno de callos que sea infeliz. Emergen lo indigerido y las lágrimas, la perfección como un vuelo de siete vidas. Excusas mismas las de siempre: el movimiento, el relieve bastardo de la carne, el ayuno de los ángeles al caer. Usando el perfume de los caños, la alegría está muerta junto a los laxantes. Una persona acaricia su hombro: es la Hermana Patricia, desliza la mano por su brazo y le besa el cuello. Andrea que admira la escuela de su padre e imita su comportamiento masculino la usa como una diversión. Se aproxima, se aleja, la llama desesperada una tarde pidiéndole fotos desnuda y luego la ignora por semanas. Cuando la mira lacerada voltea hacia el cielo doblemente orgullosa y blasfema. Suele mirarla frágil, como se mira a un gusano baboso a punto de ser bañado en sal. Quizá tanta crueldad es algo orgánico, heredado: ni siquiera el hecho
de crecer en Acapulco justifica el placer que experimenta en cuanto desgarra el alma de su amante, sabiéndola temerosa del fuego eterno y hablándole de demonios. La coloca frente al espejo jalando su cabello como si quisiera arrancarlo y le susurra al oído que no vale nada. III. Acosta deja a sus hijas en la escuela. Las monjas cierran el portón. Unas camionetas le bloquean el camino y él sabe lo que continúa. La calle se pierde con los gritos y el sonido de los balazos. *** Las gemelas lloran en el aula. Sienten que la ráfaga perforó a su padre. Entonces todo pasa rápido. Nadie dice nada al respecto, no de frente, pero corre el rumor de que efectivamente han balaceado a Acosta. Las monjas permanecen herméticas esperando a que sea Brisa (su madre) quien les dé la noticia; llega por ellas con un vestido negro escotado, unas gafas oscuras enormes, la boca roja, el cabello teñido de un rubio vulgar y dos de los guarros cuidándola a discreción. Hace lo propio ante una muerte que estuvo en todas las predicciones: fingir dolor. No hay velorio. Nadie quiere más plomo para un rostro perforado. Quizá porque la jefa es una doña que emergió entre multas de tránsito y semen en la cara se nota en sus gestos la imposibilidad del luto. Los días posteriores acude con mayor frecuencia al gimnasio, se liga a los chavitos, pero su tirada es un funcionario de gobierno capaz de darle dinero, casa, trocas, joyas y más guarros. Eres una pinche puta –le dice Andrea–, cómo no te balacearon a ti. Las gemelas nunca la respetaron, menos al enterarse de que a menos de un año del homicidio de su padre se había embarazado a propósito de uno de los gallos del poder en el estado para continuar siendo un parásito y salir en sociales. De ser por ellas hubiesen sido sus tetas las que explotaran en lugar de la cabeza de Acosta: el único cabrón digno de su miedo, respeto y piedad, el único ser que ellas amaban. *** Con las cenizas de Acosta corroborando su muerte y el permiso de faltar algunos días a la escuela, las gemelas no tienen otro escape que jugar y mirarse mutuamente por horas. - Cada llanta quemada es como un fantasma hurgando en mis aberturas. Las tristezas cobrándome el cincuenta por ciento de derecho de piso. - Calles peligrosas: alrededor, todas son vidas tristes. - Y yo ando por ahí, provocando a la suerte, burlándome de ella, exhibiéndome, bañada en combustible. - Los ojos llueven todos los meses. Grito. Nadie voltea. Otra hija de monstruo, otra perra, - otro futuro cadáver de cabellos largos rebotando en el asfalto. - Mi idioma es el coraje, pero sonrío, padre, porque quiero mi belleza en el último relámpago de la cámara.
IV. -¿Podré descubrirte? ¿Podré saber qué hay debajo de esa mujer que se engaña y no se deja amar? He pensado que nos enamoramos. Te imagino conmigo, caminando de la mano. Te imagino, también, conmigo envejeciendo. Ojalá te enamores y sea de mí. Fernanda es menos fuerte y decidida que Andrea, pero por dentro la carcome el mismo desprecio que la empuja a buscar la violencia como un bebé busca respirar cuando es arrojado al agua. Asiste a un performance; ahí cruza miradas con el poeta cuarenta y dos, con quien hacía meses no tenía contacto. Con sus ojos clavados, ella se siente desposeída por primera vez, como si él tuviera demonios y fantasmas en la mirada y le estuviera abriendo la carne para enterrarlos a todos. Invitación a la cercanía. Escucharlo hablar de sangre le golpea la espalda como un escalofrío. Sonríe. Continúa caminando en círculos entre los brutales personajes accionados. En su deambular halla al poeta, sus manos se rozan, se disipan, se buscan. En escena un sacerdote neo-azteca mutila una cabra. Fernanda suspira hipnotizada. El poeta se para en frente, toma su rostro con ambas palmas y la besa. Al día siguiente visitan el Semefo y ella acaricia su espalda frente al refrigerador de los muertos; el sonido de la sierra abriendo cadáveres la enternece. El poeta cuarenta y dos la mira como si quisiera protegerla de sí misma y de la inocencia que le supone. Ella jura amarlo toda su vida. V. La voz de Billie Holiday invade los oídos una vez más. Las gemelas tararean Gloomy Sunday. Se contemplan, se maquillan, se peinan el cabello la una a la otra, ambas con los brazos heridos o las muñecas vendadas. Batas blancas. Pies sucios. Caminan descalzas por la habitación entre risas y bromas. Juguemos cadáveres exquisitos -sugiere Andrea-, ¡escribamos en nuestros cuerpos! - Nunca supe si temer más a la fusca, a los cinturonazos o a enamorarme. Papá sonreía con el aroma de la pólvora, - ¿a quién no hubiese desollado para que yo creyera hasta el féretro que el mundo era rosa? - El día que lo incineramos sobró la misma mierda de siempre. - Consumido por las llamas, Dios también decidió irse. - Entonces, nos quise muertas. Las gemelas se abrazan y caminan de la mano hacia el balcón con kilos de cocaína adosados a la cintura con cinta canela, como si quisieran que su papá las encontrara al morir. Colocan las sogas en sus cuellos. Saltan. Sunday is gloomy,/my hours are slumberless/ dearest the shadows/I live with are numberless/ little white flowers/will never awaken you,/not where the black coach/of sorrow has taken you. /Angels have no thought/of ever returning you/ would they be angry/if I thought of joining you?/ Gloomy Sunday.
Por Diana Mijangos
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Mundo Cáncer
OPINIÓN
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M
I. e conducen al aislado de oncopediatría. Doña Laura está inconsolable y me ha tocado ver el primer niño muerto en mi vida: su hijo de nueve años. Desde que descendí por el elevador sentí el sudor en mis manos anunciando que no iba a otro lugar que al infierno. Cuando ingresé al área lo confirmé: su llanto se escabullía por los pasillos como un montón de serpientes. Miro a Fabián envuelto en una sábana blanca junto a la ventana llena de regalos. Por alguna razón los niños del hospital tienen la costumbre de regresar los juguetes a las cajas, quizá es la manera en que se aferran a un trozo de eternidad. El algodón en sus orificios me perturba tanto como las cortinas cerradas que encogen hospitalización y dejan entrever las miradas asustadas de pacientes infantiles: todos saben que cuando las enfermeras las recorren aprisa es porque alguien más ha partido. Coloco mi silla a un lado de la cama, apenas a centímetros de la mano derecha de Fabián. Al tomar asiento la altura me hace una mala jugada: puedo mirar un fragmento de sus pupilas. La voz de Doña Laura va y viene interrumpida por la impotencia. Cuando su esposo entra me mira calmado y abraza; cuatro días antes por ahí de las seis de la tarde nos conocimos en la sala de espera y lo invité a platicar, sus ojos eran un caos de palabras mutiladas, ¿qué ocurre? le pregunté, dejando la libreta cerrada sobre el escritorio junto a mis exiguas esperanzas de escuchar un caso de pronóstico favorable o recibir un beso (poco respiró más en el túnel que mi ansiedad de llegar a las cuatro de la tarde para tomar un autobús y hallar a Ernesto donde nadie se busca). “Mi hijo lleva tres semanas hospitalizado, la doctora Pereyra nos citó para informarnos que está muy delicado y nos falta un donador, no somos de aquí, traemos amigos de nuestra tierra pero los últimos no han podido donar porque no cumplen con los requisitos, además, mi esposa tiene diabetes y dejó el tratamiento, ya no se cuida”, liberó don Javier conteniendo el llanto. Me contó del miedo que sentía de que Fabián sufriera, de la tristeza que le mordía el alma por saber que perdería a su hijo y tener que preparar a los otros chamacos para la ausencia. Habló de la niñez de Fabián, de cómo era cuando estaba sano, qué le gustaba jugar, cuál era su comida favorita y del día en que el médico general les dijo que debían buscar a un especialista porque al parecer tenía leucemia. A partir de ese momento comenzaron los interminables estudios, los tratamientos y los pensamientos catastróficos, “uno siempre piensa en la muerte cuando escucha cáncer”, me dice. Luego de platicar poco más de una hora, nos despedimos y me pide que le ayude a dar la noticia a su hijo que ha de tener entre diecinueve y veintidós años. Al día siguiente llegan juntos intentando parecer fuertes el uno frente al otro y hago lo que los cognitivoconductuales considerarían una jalada tras entablar una línea de empatía: pongo a Yann Tiersen, les pido que se sienten uno frente al otro, que cierren los ojos y los comienzo a dirigir hacia una fantasía al punto de que al estirar las manos no se encuentran mutuamente, toman las de Fabián y comienzan con el proceso de despedida. El llanto es desbordado entre palabras que emergen como si fuesen un rápido. “Quisiera“ “Has sido para mí“ “Tú me enseñaste” “Me siento orgulloso de ti porque…” Recuerdan los momentos felices, dan las gracias por aquello que les dio, le perdonan las travesuras y le piden perdón por los errores y por los juguetes que a veces no podían comprar porque no había dinero. “Hoy me doy cuenta que daría lo que fuera porque tus últimos días te sintieras feliz”, “quisiera estar en tu lugar Faby, hermanito, quisiera morirme con tal de que siguieras molestando a todos en la casa, voy a extrañar mucho tu risa”, “te prometo que jamás te voy a olvidar y que vamos a ser felices por ti, en tu honor, vamos a luchar porque tú nos enseñaste eso”. Al concluir, con los ojos cerrados y le moulin sonando al fondo, padre e hijo abrazan a través de sí mismos a Fabián y las lágrimas aumentan. Pasan minutos antes de que abran los ojos con un semblante que transmite paz. Tienen tarea, les aviso: van a planear un festejo y comprarán un pastel que dirá –sin importar la fecha ¿sabes qué día es hoy?–. Continúo con las instrucciones; la vida como un manual que sólo da por hecho el aquí y ahora. Se retiran con prisa de iniciar la tarea. Ahora nos encontramos en la colorida habitación, con los cubrebocas, las batas azules y los guantes de látex puestos para ayudar a doña Laura a despedirse porque no hay palabras que pesen más que aquellas que nos tragamos. II. ¡No hay que entrar ahí! –gritan los niños– ¡hay que luchar para no llegar! ¡prohibido entrar porque es el cuarto de la muerte! La habitación colorida abre sus puertas. Hay tres niños que van y vienen de hospitalización como si fuesen olas: se llaman a sí mismos los reyes de la playa y juegan en las camas como si las plaquetas no fuesen todo lo que se necesita para ser feliz y las batas azules se convirtieran en trajes de baño, las camillas en tablas de surf y los amortajados en turistas mordidos por tiburones; contemplan a sus amigos en el aislado: muchos salen, muchos no. Creen que la habitación es un sicario. Quienes piensan que los menores no se dan cuenta de las cosas quizá es porque no conocen a Roberto cuya tristeza nació del entendimiento de que las cortinas corren cuando los buitres llegan; para su desgracia, tres personas en estado terminal acudieron a emergencias el mismo día que llegó para su primera quimioterapia. Para su fortuna, tiene muy buenas probabilidades de recuperación. Bueno sería también hablar de Ramón, aquel adolescente que soñaba ser dj y recibir el primer beso; su pronóstico cortaba esperanzas, pero al salir del hospital lo primero que hizo fue tocar en una fiesta y espero realmente que haya tenido ese beso y una docena más, por si acaso.
47 Cuando conocí a Marcos, de diecisiete años, no quería hablar con nadie; tenía problemas de insomnio, varios kilos menos y dos meses de haber sido diagnosticado con cáncer; desde entonces decidió no decir lo que pensaba o sentía y ser fuerte, hasta que llegó el día de la primera quimioterapia y le confesé que también tenía miedo a las agujas. Comenzamos a encontrarnos más seguido y decidió hablarme. Recuerdo a Clara, una bebé muy bonita de tres meses, pestañas enormes y padres que querían dejarla morir porque gastaban veinticuatro pesos por día cada vez que tocaba llevarla al hospital (lo que podía ocurrir dos veces por semana); ella feneció en el 2013. También recuerdo a Julieta, aquella niña de aproximadamente seis años a la que conocí por accidente; tenía el cuerpo en posición fetal, los labios apretados y los ojos llenos de miedo cuando el doctor hizo la punción en su médula espinal y sintió cómo centenas de abejas volaron entre sus vértebras mientras una membrana se rompía. Era como si sus ojos pudiesen hablarme, como si pidieran ayuda. Su llanto me taladró la cabeza. Sentí con ella la desesperación y la angustia porque la gota amarilla que salía de su espalda culminara su camino; no sé cuánto tardó en caer, pero parecieron horas. Luego aprendí que se llamaba intratecal y que nadie sabe de agallas hasta que conoce a niños como Julieta. *** Pedro, de siete años, entre dibujos y letras logra su primer cuento: El equipo vive en casa pero cuando llega Estefanía se espantan y corren. Son magos. Él: - Cálmate y vete. Estefanía: - No, les voy a hacer daño. Equipo: - Te vas a matar. Él: - Puedes entrar a mi vida para hacerme daño pero no lastimes a mi equipo. Estefanía: - No, yo quiero a todos, no nada más a ti. Se va Estefanía, se va el equipo. Regresan y Estefanía los persigue hasta su casa y los espanta. Estefanía: - Tú no mereces vivir. Pedro es bueno, tiene amigos, cree en Dios, a veces se pone triste y se enoja porque lo pican. Saca su varita mágica y vuelve buena a Estefanía, no hace “lo malo”: entrar al cuerpo para hacer daño. Él: - Vuélvete buena porque cuando eres mala me siento enojado y cuando no estás tú me siento feliz. Estefanía: - Muchas felicidades porque me volviste buena. Estefanía era buena pero le echaron un hechizo para que cuando quisiera hacer amigos los asustara y les cayera mal, por eso siempre está triste, pero los piquetes rompen el hechizo para que deje de ser mala. El equipo sigue viviendo en casa y juegan con Estefanía porque se volvió buena. Todos son felices para siempre. Fin. III. Pereyra mira las placas de Edgar y anuncia que sólo existe una solución: amputar la pierna para prevenir metástasis pulmonares. El osteosarcoma se está comportando como un Pac-Man y no cede a las quimioterapias; doña Reina agarra aire y responde que piensa agotar todas las posibilidades antes de acceder a la prótesis, Edgar en cambio guarda silencio, mira la ventana desde la silla de ruedas y dice que su pierna todavía sirve debajo del yeso porque puede mover los dedos. Al quedarnos solos en el consultorio me pregunta qué pasa cuando alguien muere y si los fantasmas siguen teniendo recuerdos. Me habla de su tío Beto; primero le cortaron dos dedos, luego la mitad del pie, luego se lo quitaron completo y después trozaron hasta arriba de la rodilla: lo enterraron a pedazos. Él no quiere que su caja esté casi vacía cuando la muerte tome su mano. Pregunta qué le va a pasar a su pierna y dónde podrá ir a visitarla, ha escuchado que las prótesis resbalan en la nieve, ¿qué pasaría si nevara en Acapulco? pregunta
consternado, también le contaron que atraen rayos y no sirven para patear un balón de fútbol. Este niño de ocho años tiene una curiosidad enorme y una escala de vida que bien podría enmarcarse para ser el ejemplo perfecto de resiliencia. Le digo que puede elegir el color de su nueva pierna, entonces sonríe. Quiero una pierna azul para ser mitad niño, mitad pitufo o avatar, no, mejor una roja para ser mitad cangrejo o una verde para ser un niño sapo o Hulk, o mejor una pierna amarilla. Divaga. Más tarde me doy cuenta de que así es él y me hace saber que acepta la operación: “quiero que me operen, vale la pena vivir por ver las plantas, los animales, los paisajes, por jugar y para estar con mi familia”. Nunca antes vi a una persona tan convencida de algo. *** Son las ocho de la mañana y Edgar está acostado en la camilla fuera del quirófano, preocupado nuevamente por los rayos que caen en la prótesis, pero contento porque le quitarán algo que le hace daño, según sus palabras. El doctor Gutiérrez es un hombre alto, interesante y de mirada pesada cuyo carácter es el terror de los doble moralistas; para él los recomendados no tienen por qué pasar a consulta antes que las personas que han viajado seis horas con la ropa agujereada desde un poblado sin los servicios básicos, lo que lo hace el chivo expiatorio entre aquellos que viven de lamer el fango de la raza política. Pero ese es tema aparte. Nos observa y sonríe al llegar, me regala un muffin de arándano y café de una empresa conocida, “en un momento te voy a operar” le dice a Edgar con amabilidad, posteriormente ingresan al quirófano. Cuando escucho la voz de Gutiérrez inundar el pasillo, corro a preguntar cómo le fue y me dice que ya puedo subir. Al despertar le pregunto a Edgar cómo se siente: “feliz porque estoy vivo”. Con el paso de los días la pierna es un fantasma que sigue jugando con él, sigue sintiendo cómo le pica la rodilla pero al rascar encuentra que sólo queda aire. Determino llevarle un juguete que me lo ha recordado en el súper mercado: una papa disfrazada de Darth Vader; él es similar, pero adicto a las malteadas de chocolate y a jugar carreritas con su silla de ruedas en el estacionamiento del hospital. Edgar tiene toda una vida por delante y dice que ha decidido el color de su pierna: será azul. IV. La ventana del consultorio filtra la imagen de la bahía de Acapulco: una de las ciudades más peligrosas a nivel mundial. Me han pedido que haga lo que nadie “excepto los gritones de los periódicos” quiere anunciar: una muerte inevitable, pero no a causa de matones ni plomo sino de una violencia interna: la que ejerce el cáncer. Es así como conozco a Greta, la mamá de Paco, un niño de siete años, delgado y de piel atezada que ha tenido una recaída. Ella levanta el rostro con miedo cuando digo su nombre, “ustedes sólo vienen cuando algo malo ocurre”, tiene razón: somos a menudo las voceras de un futuro sin nombre. Doña Greta odia hablar de la muerte, prefiere buscar soluciones. La falta de plaquetas y la sangre en los labios son el sufrimiento cotidiano, nadie sueña mirarlas encogerse como un gusano con sal. Hay días que “el tesoro” –como ella le apoda– no quiere jugar, hablar ni voltear a ver a nadie, días como ese sábado en que amanece con el estómago hinchado y los ojos tristes. Cuando llega el momento de hablar de control de dolor, Greta entra en crisis, admite que lo único que da sentido a su vida es Paco y que fuera de él nada le importa, en medio de la implosión confiesa que una conocida está grave en otro hospital y le duelen las cosas que no dijo del mismo modo que contemplar la piel opaca de sus brazos lastimados. Le sugiero que vaya a visitarla para trabajar un proceso de duelo anticipado con ella. Paco platica que de grande quiere ser militar, casarse y tener tres hijos, mientras juega con un carro a control remoto, abraza a Greta y la hace correr por la sala de espera.
48 Pasan los días y continúa internado en el área de hospitalización de adultos debido a la sobrepoblación en las camillas pediátricas. El enojo es el mismo de siempre, pero comenzamos a jugar caricaturas presenta nombres de y la alegría se vuelve contagiosa para su mamá, la enfermera, otras dos señoras que cantan y los pacientes de las camas aledañas que aplauden como si el área fuese un laberinto lúdico. *** La doctora Pereyra habla con doña Greta para confirmar el estado de salud de su hijo y el objetivo paliativo del tratamiento. Es imposible posponer el pronóstico para una mujer cuya pasión, vocación y ética no admiten trampas a la verdad. Paco dice a un joven del banco de sangre que la medicina ya no puede ayudarlo y que ahora se encuentra en las manos de Dios, también dice a su mamá casi como un regaño que él ha sido valiente al enfrentar la leucemia y que no quiere una mamá cobarde. Al salir de hospitalización la familia lo lleva a festejar la vida a una plaza que anuncia la cercanía de la navidad; comen hamburguesas, juegan por horas en las maquinitas, se toman decenas de fotos entre los enormes adornos (duendes, pinos y panqués en movimiento), su madrina le compra un juguete que él mira embelesado tras el cristal y llegando a casa parten el pastel. Dos días más tarde entra una llamada a mi celular, es doña Greta que suplica le envíen morfina: Paco tiene fuertes malestares, pero no quiere morir en un hospital. Fallece horas después con una dignidad inquebrantable. V. Entre Janna y yo sólo hay una puerta cuya cortina mal acomodada encuentra nuestros ojos; ella me mira con tristeza como si el rostro le pesara cuando la sangre comienza a salir de su boca similar a la lava de un volcán. Las enfermeras y los médicos corren, los equipos son trasladados hasta la habitación luchando por salvarla, pero cuando a uno le toca poco logran la ciencia y el hambre de milagros. Todo ocurre demasiado rápido, pero otra vez siento que los segundos se alargan. No consigo desprender mis pupilas creyendo que me intenta decir algo. El universo se detiene. Entre gritos contemplo su muerte. Janna era una niña de quince años que disfrutaba leer y dibujar. Recuerdo la primera vez que platiqué con ella, me contó que extrañaba su vida antes de ser diagnosticada con cáncer, que tenía tres hermanos, dolor en el pecho y que se aburría mucho cada vez que la internaban, pero que las visitas le causaban alegría. “Le tengo miedo a esta enfermedad”, me dijo un día como esperando la confirmación de algo que ya sospechaba. “Este hospital es mi infierno”. *** Un día antes Aída, la mamá de Janna, me cuenta que necesitan urgentemente un donador de plaquetas y nadie quiere ayudarlas ya. “La gente tiene miedo porque cree que le va a pasar algo si dona o simplemente se cansan y dejan de contestar el teléfono” me dice, también que su esposo las abandonó porque se ponía celoso de los doctores y enfermeros y que de no ser por la intervención de un camillero, hubiese agarrado a golpes a un residente; cada vez que van a citas médicas o que es necesario internar a Janna para recibir ciclos de quimioterapia él cree que es un pretexto de su mujer para verse con otro porque no es natural que pasen tanto tiempo en el hospital. Claro que no lo es: Janna debería estar en la escuela, tener una larga melena negra, sentir mariposas en el estómago y ensayar con su mano por si un día ocurre el primer beso. Pero tiene leucemia. Doña Aída me cuenta que se siente sola, desatendida y que tiene terror de perder a su niña. ¿Dónde está Dios que no nos ayuda? Me pregunta llorando. Al día siguiente un grito explota. Aída llora junto a la cama, intenta cerrar los labios de Janna mientras le dice cuánto la ama. Al terminar llama a su esposo; no responde al primer intento, al segundo sí y de inmediato escucha la noticia: “nuestra hija murió y no estuviste aquí,
con ella, la abandonaste, ¿por qué no creíste que estaba mal?”. El donador jamás llegó. VI. Fuera de la habitación aguardan cubrebocas, guantes, gel antibacterial y un perchero con batas. Romina está dentro con el rostro cubierto por sangre seca y su mamá rezando a un lado. Días antes la visito, acaba de ser internada y me mira como si fuera un sacerdote, un confesor. “Yo ocasioné esta recaída porque jugué basquetbol”, dice convencida. Me cuenta que por un tiempo casi perfecto fue feliz; pudo volver a la escuela, el cabello quebrado le creció hasta los hombros y estaba emocionada porque pronto cumpliría quince años. Suspira y se aplasta en la cama: le duele lo que dicen de la muerte. Me confiesa que está preocupada porque piensa que la enfermedad regresó y no quiere desilusionar a su familia ni a los doctores. Quiere una vida normal. Para mi mala suerte, ignoro si tuvo la fiesta de quince que tanto quería. Para su buena suerte, el camino continúa. La que sí se irá es Danessa, el mero día de año nuevo. Danessa es una bebé de tres años, famosa por haber estado a punto de morir varias veces y salir adelante. Su mamá llorará y no escuchará a nadie porque estará ocupada odiando a todos sordamente. Yo miraré las enormes pestañas chinas de un cuerpo diminuto enfriándose aprisa y pensaré que los niños son tan inocentes que cuando se van parece que sólo durmieran. Nadie reclamará a doña Bertha no haber seguido las indicaciones ni volverán a regañarla por no permitir movimiento en Danessa (aunque por dentro estén pensando que debió dejar que su metabolismo funcionara) porque cuando la muerte llega se escribe un punto final y la repartición de culpas se vuelve tan sólo un acto de sadismo. Las calles estarán invadidas por luces festivas y rostros alegres mientras ellas sean trasladadas en la carroza. VII. “No sé cómo empezar”, me dice don Gustavo, pero yo sé que lo que no quiere es decir cómo piensa que va a terminar todo. Le miro las cadenas de oro, la barba, la agrietada máscara de hombre duro cuando juega con su hijo que contrario a los pronósticos, sigue vivo. Pablo, como muchos niños en su situación, hay ocasiones en que quiere jugar o ver caricaturas, días en que despierta con ganas de colorear o armar un rompecabezas con su papá y otros en que despierta sin ánimo, cansado de las quimios o enojado con las enfermeras por picarle las venas, pero lo invariable son sus padres; siempre están ahí, viendo cada día como un milagro. –Papi, enséñale a la muchacha tu carrito– dice don Gustavo. Ocurre en ocasiones que varias opiniones de especialistas en hospitales públicos o privados dan un pronóstico desfavorable a corto plazo, pero hay personas cuyas existencias tienen tanto significado que llegan a vivir meses o incluso muchos años más y nadie se explica cómo al ver los análisis; es entonces cuando uno deja el escepticismo y entiende que hay cosas más poderosas que la muerte y que el amor es tal vez una de ellas. VIII. Hay niños que no pueden asistir a sus tratamientos porque el narco se pone en las terminales de autobuses de sus pueblos y si hay algo que uno aprende en Guerrero es a andar a las vivas. También hay pacientes que no son niños, pero parecen. Cuando vi por primera vez a Hernán me impresionaron sus dos metros con cinco centímetros de estatura y las condiciones de su llegada, luego me di cuenta de que era sólo otro niño con un pasado de sangre que le pesaba mucho; llegué a verlo como un hijo. Meses después el estacionamiento fue invadido por zanqueros, actores, payasos y niños riendo; esa vez a Hernán le tocó estar internado, cuando lo fui a ver me preguntó qué había afuera y comencé a contarle. Le acababan de amputar el brazo pero todo lo que a él importaba era que pudiera conseguirle algunos dulces.
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La salud psicosocial: un tema prioritario.
Se llevará a cabo en Acapulco el Primer Encuentro de Psicólogos Especialistas en Desastres.
Por Diana Mijangos
OPINIÓN
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éxico ha sido escenario de pérdidas humanas y materiales. El 19 de septiembre de 1985 los habitantes de la Ciudad de México enfrentaron una de las más grandes tragedias en lo que a desastres naturales se refiere: el terremoto del 85. Heridos, desaparecidos, damnificados, edificios destruidos, rupturas asfálticas, la interrupción de servicios básicos y miles de muertos fueron algunas consecuencias de este fenómeno sísmico de 8.1 grados en la escala de Richter. Otros desastres como las inundaciones de Tabasco y los huracanes registrados entre 1997 y 2005 entre los que destacan Wilma, Gilberto, Isidoro, Emily, Stan, Kenna, Juliette y el huracán Paulina representaron los siniestros más lamentables del país. El huracán Paulina fue considerado uno de los más mortíferos que tocaron el sur de México, dejando comunidades destruidas y cientos de muertos principalmente en Acapulco. Familias enteras afectadas y múltiples crisis tanto económicas como emocionales en la sociedad fueron el día a día tras este desastre. Socialmente, el sexenio pasado representó una etapa difícil para millones de mexicanos debido a la llamada Guerra contra el narcotráfico, de la cual se contabilizaron 70 mil muertos según Osorio Chong, titular de la Secretaría de Gobernación, quien mencionó que no hay suficiente información debido a que la anterior administración dejó de hacer un “conteo oficial”. Cifras extraoficiales arrojadas por una agrupación europea documentaron 136 mil 100 personas asesinadas señalando que no todas las muertes se encontraban vinculadas al “ataque frontal contra los cárteles de la droga”. Además de desastres naturales y muertes violentas, las personas están expuestas a otro tipo de situaciones generantes de estrés: enfermedades crónico-degenerativas, suicidios, adicciones, accidentes, muertes súbitas cardiacas, violencia familiar, acoso escolar o laboral, entre otras. Si bien no toda persona habrá de desarrollar un trastorno reactivo, es importante precisar que esto dependerá además del factor contexto, de sus vulnerabilidades o predisposiciones biológicas, psicológicas y culturales. El trastorno por estrés postraumático es el más común en estos casos, con su respectiva comorbilidad, entre fobias específicas, trastorno por estrés agudo, TOC, agorafobia, depresión, fobia social y otros. Las alteraciones pueden manifestarse de manera orgánica, emocional, social, cognitiva o en el comportamiento y no siempre de una manera inmediata. El desarrollo de un trastorno dependerá también de las herramientas de afrontamiento de cada persona y el apoyo social con que cuente, asimismo, de la intervención oportuna
y eficaz que se realice. Dependerá, bien, de su capacidad para procesar la información de una situación traumática, lograr la adaptación, sobreponerse y resurgir a partir de lo vivido. Si bien la psicología es un área de estudio cada vez con mayor demanda, la salud psicosocial ha sido un tema minimizado por funcionarios y políticos, más allá del discurso de la reconstrucción del tejido social y mientras estos temas no sean justamente dimensionados los proyectos para prevención del delito y apoyo a víctimas de siniestros estarán destinados al fracaso al abordar problemáticas por la superficie y proponer soluciones en función de ello. No existe en Guerrero una cultura de la salud mental y social, por lo cual los avances en la formación teórico-práctica de los profesionales a cargo de la atención en situaciones de crisis son también mínimos o bien, focalizados en grupos minoritarios de psicólogos que van más allá de las escasas alternativas de especialización ofrecidas en la región. Los días 19 y 20 de septiembre a partir de las 9 am se darán cita en el puerto de Acapulco profesionales de emergencias provenientes de distintas partes del país en las instalaciones del Hotel Romano Palace, a fin de compartir experiencias, conocimientos y técnicas de intervención aplicados a emergencias psicológicas y sociales. Evento dirigido a profesionales de la emergencia, psicólogos técnicos en urgencias médicas, rescatistas, bomberos, académicos, trabajadores sociales, estudiantes, militares, marines, personal de salud y protección civil, personas involucradas en la atención a desastres y público en general. A través de conferencias magistrales, talleres y mesas regionales de trabajo se pretenden cumplir los objetivos de dicho foro, al cual asistirán como ponentes el Psic. Jorge Montoya, fundador de la Comunidad Latinoamericana en Resiliencia, el Mtro. Jorge Álvarez Martínez, investigador y catedrático de la UNAM que implementó el Call Center por influenza, el Psic. Daniel Carbajal que dio contención emocional en albergues por el sismo del 85, Dr. Psic. Ignacio Jarero fundador de la Asociación Mexicana de Ayuda Mental en Crisis quien dio terapias psicológicas a damnificados del huracán Paulina, entre otras importantes figuras de la psicología de Emergencias en el país, como una iniciativa de la agrupación de Psicólogos Emergencistas de México y el Equipo de Respuesta Inmediata de Apoyo Psicológico en Emergencias y Desastres. Mayores informes a los teléfonos 216 38 17 y 74 41 06 77 04, al correo velcar@hotmail.com y en facebook en la página Psiemex Psicólogos Emergencistas de México.
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De figuras masculinas, introspecciones y el Mágico Mundo Marino. Carta a Berber. Por Diana Mijangos
OPINIÓN
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“Me hablabas a través de ella. Hablabas conmigo desde el cielo. Los árboles. Antes de saber que te amaba, creía en ti. ¿Cuándo tocaste mi corazón por primera vez?”. -Terrence Malick Hombre-padre, hombre-pareja.
La negrura surge y se desborda. La sombra de las tantas mariposas en la arena. La sombra de las aves en el mar. Mi cuerpo flota, se enciende. En el brazo, las puntas del cabello son círculos y líneas color chocolate y beige, vibraciones llenas de luz. Una sombra-libélula. Las olas en la cortina manchada de vigas y aro ardiente. Mi brazo entre el agua y el aire forma explosiones de tinta oscura: es el día de las sombras. Te busco en cada esperanza, en Terrence Malick y en un Debussy-milagro en el repertorio de cumbia, banda, narcocorridos y canciones de emoción quemada y cenizas fálicas en pie de la cuesta. Un perro busca comida en la bolsa de basura. También busco mi rostro cuando miro a la nada. *** Las regresiones son ondas marinas, nostalgias que revientan mi boca cuando hablo en voz alta sólo para comprenderme. Figura masculina: tienes todos los nombres. Sus cuarenta años, tus cuarenta y cinco. Recuerdo el instante en que descubrí que lo mío era un complejo de Electra. Los celos en miniatura. La misoginia como un monstruo que devora(ba) dignidades. Padre. Yo no sabía qué era eso, pero lo sentía. Las miraba acercarse a ti, como amantes iletradas con sueldo de Gobierno. El oficio ordinario de la i griega. Hablo a tus cenizas como queriendo concentrarte en un solo sitio. *** En mis sueños te invocaba, quería contarte tantas cosas. Todo lo viste. Mis miedos. Mi vacío. Creep. Él me cantaba. Frank Sinatra, el Cigala. La carretera podía recordarme lo que era amar como un acto absoluto. Escuchaba a Veloso. Eu sei que vou te amar. El fragmento doloroso de la infancia. Padre. AG ahuyentaba pesadillas, angustias, pasajes pertenecientes al ayer deforme. La primera vez que me besó, miramos el acuario bajo un hongosombrilla. Los peces. La paz. Él quería conocerte. Y yo dibujaba en mi vientre un rostro idéntico al suyo. Todo eso era ser feliz. Te cuento de él. Mi esperanza. La búsqueda de ti. De mi alma. La búsqueda de Dios. Castillo Magia.
El güero rescata a los bichos sin alas. Los leones de sal nadan entre marcos dorados y espejos temblorosos y una estrella marina parpadea en la alberca. El telón de los tiburones aleta blanca y aleta negra. Padre. Sonríes. En el acuario, la puerta escondida entre las rocas me lleva a ti. Busco a Pancho, a Marina, a Coral, al gran cocodrilo que un día cambió la pecera por el museo oceanográfico. La jaula de tucanes roza mi hombro, pero las tortugas ya no lloran. Busco el tobogán anaranjado. Todos los nombres de la infancia. Los corales. Busco el puente que conduce al Mágico Mundo Marino, donde crecí. Retiro la estampa de un hongo-nostalgia y salto adentro. Tu esperanza. Tu mundo.
*** Cruzo las telas vaporosas sobre caleta y caletilla. Mi cabello tiene alas. Las conchas. Los caracoles. Aquellos niños buscando monedas en el fondo del mar. Te recuerdo emocionado con cada rescate de mantarrayas. La gente iba y venía de las terrazas y asoleaderos flotantes. Escuchaba el trío. Cerraba los ojos. Aprendí a nadar. A soñar. Cada piso era un mundo. Las enormes tortugas. Las pirañas. Los jardines. Tenía tres años cuando inició el castillo-magia. Padre. Salía del kínder, de la primaria para ir a verte. Rememoro los documentales de la sala de proyecciones y el museo a la orilla del mar. Tus estanques, la nutria, los paseos en el camión turístico y el segundo bebé foca que nació en cautiverio en Latinoamérica (en contra de las pocas probabilidades de reproducción de la especie en tales condiciones). No sabíamos cómo llamarle. Buscamos a los niños. Corría entre peces de ornato, la osamenta de un delfín y los rostros nobles que me cuidaban como si fuese una hija
47 propia. Contemplaba la luna. El telescopio. Nadie podía ser malo en el acuario. Nadie podía ser infeliz. Éramos una familia.
*** Recuerdo tu tristeza aquel día que llegaste a casa. Tenía once años. Habías organizado una visita al acuario para los niños de la Fundación “Pide un deseo”. Pequeños sin hebras. Mirabas los dibujos. Las crayolas. Pensabas en nosotros. Te dolía el cáncer en cuerpos diminutos. Y me dolía. Y crecí sólo para buscar a esos niños. A otros. Para buscarte en mí. En las nubes. En la sonrisa de mi madre.
*** Recuerdo el jardín de niños. La directora loca. Mi infierno. Recuerdo su mirada. La saña con que dijo a un menor con hiperactividad que era feo y nadie lo quería. Padre. La vi hacer manualidades, sonreír. Creí en la cáscara. Contemplé la descomposición en su rostro. El llanto de padres humillados, humildes. El escarnio a una mujer que vio a su hermano perforado por las balas. Un aliento roto por encapuchados frente a una familia entera, llena de miedo. La exhibió. Le hizo descuentos. Dijo que había tenido todas las vacaciones para superarlo. Ella salía a las calles. Se reunía con funcionarios. Extendía pliegos petitorios. Fingía preocupación por la violencia. Quieren poner una escuela en nuestro acuario. Padre. ¿Por qué deciden eso? *** El 5 de abril de 1990, el Gobernador José Francisco Ruiz Massieu inauguró el Mágico Mundo Marino, un proyecto ambicioso de Ricardo Zeevaert Wolff, dirigido por el Licenciado Jesús Miguel Berber, para el cual empresarios locales y extranjeros invirtieron inicialmente cinco millones de dólares. En él se grabaron telenovelas, se llevaron a cabo certámenes de belleza y fue sede del Festival Acapulco. Personalidades como Silvia Pinal, Cecilia Ocelli de Salinas, políticos y funcionarios mexicanos, miembros de la Comisión de Turismo de la Cámara de Senadores de E.U.A., Verónica Castro, Raúl Velasco, Jacobo Zabludovsky, Luis Miguel y el gran oceanógrafo Jean Ives Costteau visitaron sus instalaciones. El buscar de las aves.
Padre. El mundo no era rosa. Veo las calles. Los niños vendidos en el zócalo a gringos asquerosos. La esquizofrenia al plural de pasos constantes y pliegos petitorios. El poder es un hueco. Traga voluntades. Noblezas. Padre. Lo tragó a él. Veo el acuario. Las ruinas. Las personas que dejaron su esperanza entre los estanques y hoy no tienen comida ni justicia. Nadie los protege más. Te busco, donde estés, para confesar que hay una grieta en medio de mí. No me dijiste que buscara en nuestro Larousse la decadencia, pero el mundo se quema en mis recuerdos. *** Esquelas del dos de julio fueron la demolición de mis ojos. Papá. ¿Qué era la muerte? He contado once años con mis dedos. ¿Dónde estuve? Quería reír, pero no recordaba cómo y la gente hablaba estupideces, sufría por estupideces, se vendía por estupideces. Para cuando dije una grosería, ya no estabas para romperme la boca ni yo para acomodarme en la esquina de la cocina y mirarte enojada. Me dibujé parada sobre el asfalto: portaba ya la máscara de una sonrisamueca y las manchas en el vestido de café-velorio. Una boca succiona el aire de otra. En mi pecho, la colección de alas de mariposa aún no tiene título, pero he descubierto las heridas ordinarias: el amor de los vivos. Una desilusión como el inicio de mi-realmente-existencia.
*** Las lágrimas son una historia que no quise escribir. Un día, el mundo detenido. Los médicos. Los miedos. El acumulado sabor de todas las muertes. La vida de AG fue el milagro que supliqué a Dios. La permanencia de sus gestos, donde fuera, con quien fuera. Recuerdo el movimiento de los árboles, el vuelo de la hojarasca y tus cenizas, la puerta luminosa en los algodones sin color. La grieta sacra. Mi renuncia a él. Amado. El nuevo sentido de la vida. Mi vida. Mi esperanza. *** Padre. Te reconstruyo a través de notas periodísticas, cogniciones, fotos e historias. Juego a coser tus pedazos sólo para recordar cómo se sentía hablar contigo. Los peces. Tu caricia en mi frente. La infancia.
La musa
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Por Diana Mijangos
OPINIÓN
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de Martyia
A
l ver los cuadros es como si Elisa gritara en todos. Ojos llenos de miedo la hacen parecer más viva. Boca difusa. Rojo quemado de los lienzos. Ella hablaba del arte como la quintaesencia humana más allá de sus decadentes autores. Cuando pintas –decía– contemplo demonios asomar en tu mirada y a instantes siento que escarban en mi vientre como buscándose. Martyia corre hacia el baño. Cierra la puerta. Enclaustra los ojos. Y corta su garganta junto a la tina. La prensa anuncia el inicio de temporada de la bella durmiente. Camerino. Un espejo grande enmarcado por filas de focos advierte como movimiento único el andar de una máscara cuyos gestos cambian cada segundo. Elisa acomoda sus medias y amarra las cintas de las zapatillas; la fantasía del estreno le permite acaso sentir algo cercano a la felicidad del sacrificio. Mucho. Por ser la primera bailarina de la nueva producción y perderse en Tchaikovsky. Aurora doliente distingue que el único príncipe de fe respira exclusivo en las inexistencias internas. Cuando asciende el telón sus movimientos son espirales hipnóticos; nadie podría sentir como ella la coreografía de Marius Petipa.
*** Concluye la función. Elisa es festejada en el departamento por un grupo de amigos que han invitado a su vez a otro conocido: Martyia. Un pintor de treinta y dos años cuya personalidad ambigua detona los efímeros semblantes del eros. Emerge y se disipa en sus propias variantes. Luego de ser presentados, Elisa y el ángel de la muerte se contemplan desde los extremos de una sala con ventanales y pared roja. Paso de las horas. La salvia, marihuana y cocaína cobra efecto en el círculo de amigos. Ella no consume, sin embargo se divierte mirando los cambios. Desmayos en la cocina. El vómito de aire. La salvia es un disociativo, psicodélico y antidepresivo natural fascinante en el turbo capitalismo –afirma una voz entrecortada por la risa–. Martyia pega el rostro a la mesa para inhalar una línea de coca mientras habla con un editor. Elisa se despide para ir a descansar. Martyia la sigue hasta el pasillo en el que asoman seis puertas que hacen juego con el piso de madera y el recuerdo vago de algún cuento sobre lo eterno. Voz en retorno al presente. La amplitud del escarnio. Elisa lo deja hablando solo. Piensa que todos los pseudoartistas son pose.
*** Reencuentros casuales se repiten en cada hoja hoja arrancada de un calendario beige. Surge la complementariedad entre ambos. Elisa asiste a la inauguración de la exposición de Martyia. “Descarnados”. Trata de los instantes de tortura que vivieron los victimarios-víctimas de la violencia en el sexenio del presidente azul. Escenas terribles pero extrañamente hermosas. Martyia la mira estática frente a la obra en que un hombre es cortado por tarjetas. Confiesa que fue un método de tortura que le impactó conocer al hablar con el periodista Alejandro Almazán durante la presentación de su libro “entre perros”. Ella sabe quién es. Quiso escarbar en sus palabras y en sus dientes desde la primera crónica. Platican por horas, hedonistas. Emergen del vino y estallan entre los estímulos sensoriales. La gente abandona la sala como filas rotas de fantasmas. Quedan cuatro personas. Él acaricia su rostro y desliza la mano derecha por la clavícula hasta llegar a su brazo. Pide que sea su musa. Ojos encontrados como soles con alas y petróleo. Elisa rechaza la oferta, convencida de que la mirada a la carne desposee. Una pupila-flashazo y deja de ser eternamente suya. *** El estudio de Martyia, como todo estudio de pintor, concentra pilas de objetos que sólo tienen significado y orden para él. Lienzos vivos por todos lados. Reproducen a Elisa con tutú, zapatillas y medias en color beige, el cabello recogido, las cejas arqueadas sobre las sombras durazno de los ojos y sus labios en color lila. Expresión apenas de una niña asustada como si algo hubiese fuera del cuadro capaz de mutilarle el alma. Bocetos confusos sobre un sillón, caóticos, difíciles de comprender. Al conocerte tus ojos me invocaron. La mujer de las perpetuas sublimaciones. Los cuerpos fundidos. La dulzura. La acidez. *** Elisa descubre el odio y la sensualidad, también que Martyia significa ángel de la oscuridad y de la muerte. Renuncia a la compañía de ballet para vivir con él a otro Estado. Es una niña jugando a meter los dedos a la estufa porque ignora las quemaduras latentes, pero sus piernas tiemblan cuando él prende una vela y siente por primera vez la parafina caliente
sobre su espalda. La existencia es confirmada no sólo por sus ojos que la reflejan sino también por una obra que la hace sentir menos efímera. La desnudez llena de heridas, quemaduras y moretones, aprendido el arte de la adoración. *** La vida es infierno. Él la descubre observando una fotografía del periodista. Los celos le devoran las entrañas y comienza a golpearla, aplastando el vientre como si estuviese lleno de alacranes. Dice que es una puta y la deja sangrando en la habitación. El estudio se llena de pinturas sobre su rostro desfigurado y cuerpo femenino y frágil colgado de un gancho como una res muerta. Lienzos de la memoria encierran el nacimiento de sus pasiones. Senos abiertos como dos flores bajo el numen de la devastación. *** La noche es testigo de todas las parafilias a puerta cerrada. Elisa recostada sobre la cama percibe en Martyia una mirada que teme y venera como si fuese mil hombres en uno solo y a ninguno hubiese visto jamás. Él venda sus ojos y le amarra las manos y pies de las esquinas de la base de madera. Al frente hay un espejo que ocupa toda la pared. Comienza a besar sus pies y sube lentamente con caricias hasta llenar el esqueleto de manchas oscuras, parando en los puntos más frágiles y sensitivos. La penetra hasta provocar un orgasmo. Los gemidos y gritos traspasan cada pared. Al sentir cercana la eyaculación, toma el cuchillo que había puesto sobre el buró de lado derecho y comienza a enterrarlo una y otra vez sobre el cuerpo de Elisa, sumergida y gritando entre las sábanas. La cama es vuelta un nido de sangre como el rostro de Martyia extasiado en la imagen que arroja el espejo. Comienza a morderla y rasguñarla con desesperación hasta acabar recostado encima cansado y satisfecho.
Besa los labios todavía cálidos, embelesado en el cuerpo de montaña rusa. Una frescura que deja de latir. Parte al estudio a pintar la escena que vio en el reflejo. Elisa con las vísceras expuestas. Su cabello húmedo y oscuro. La piel luminosa. Martyia comienza a cortar. Abre su cabeza para coserle un pedazo de sí mismo; un pellejo del brazo que ha cortado con el mismo cuchillo. Presiona la lengua contra el líquido rojo como si fuesen cubos de azúcar. Le saca el corazón para pintar sobre él como el lienzo más puro de todos. *** En los días siguientes Martyia permanece seducido por su amante en constante cambio como si estuviera jugando con diferentes máscaras y personajes. Es suyo el cadáver más bello de todos, los deleites adictivos, la explosión que devora el mundo. Nadie más podría causar en él un deseo tan grande. Al entrar en proceso de putrefacción comprende que la ha querido desde el abismo de sus carencias. Le pertenece. Exclusiva es la sangre plasmada en las paredes. Todos los monstruos se alimentan de dolor. Despiertan. Entierran las garras en los poros y respiran. Martyia platica con Elisa, le cuenta del tiempo. Llena la tina y carga su cuerpo hasta ella. Acaricia su mejilla y la recuesta con cuidado como si pudiese lastimarla. Transcurre un año de encierro en el estudio. Las jóvenes van y vienen de la recámara oscura con un fuerte olor a semen y las caras descosidas. En el baño, la hermosa Elisa ha sido disuelta en ácido. Tchaikovsky agrieta los silencios de la soledad, repetido en la obsesión como un homenaje a la mejor princesa Aurora. El último trabajo de un pintor degollado para perseguirla hasta el infierno.
Muerte de una musa.
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De muelles, dispersiones y memorias hospitalarias Por Diana Mijangos
OPINIÓN
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Soy como esos peces que para no morir necesitan de un espejo y veinte gramos de luna. La mujer espuma y el muelle de Tar Nazco en arena. Mis brazos se extienden como granos en tonalidades de sol y brillo reflejado. Soledad: cueva en que los lobos dormitan como música clásica. Miedo manchado por la historia que cuento a la suma de mis partes, ese montón de rostros pronunciados como un abecé. Camino a la orilla de la playa y la neblina vuelve lienzo el paisajenostalgia. Llueve soplo, verso desprendido que no rima. Siento la hinchazón de mi nariz, aquel aroma en medio de mis onirismos repetidos. Vestido. Papeles. Dibujo movimientos de circo. Zanqueros con máscaras, bailarinas, bufones con velas húmedas. Contemplo los pechos inflados. Me cuentan cuentos y yo les digo cómo es el mundo. Las nubes se deslizan verticales por el azul como pintura de brocha presionada contra la tela. La lluvia-lágrima es una obra de Luisao, un sendero con líneas de plata. Camino. Mis huellas son marcadas en la arena. El sello de mis pies. En medio de la playa una montaña de rocas aparece. Mis cabellos ascienden como globos inflados con helio. Nado hacia el horizonte donde son disipados todos los vientres de piedra y cruzo al otro lado donde el camino largo define la eternidad. Los seres irreales extienden los brazos e inflan el estómago, empujando la pelvis hacia afuera del cuerpo. Flotan en el aire como si fuese agua y sus cuerpos se elevan. Les coloco cuerdas, pero no consigo volar como ellos. Descienden. Siento latidos en la bolsa de mi vestido. Uno de los zanqueros sugiere que me dibuje a mí misma. Escribo en mis párpados amarillos que los folios son espejos del onirismo, en mis labios azules que mundos paralelos se encuentran y desencuentran con el cuadro de la realidad. Mis huellas son borradas por las olas. Dibujo. Vislumbro distante un muelle oscuro que atraviesa el mar y parece eterno. Soy la mujer espuma. Papá me llamaba así. Mi cuerpo se encoge cada cierta cantidad de pasos. La lluvia une todos los colores como si fueran pasteles, pero sus gotas azules, moradas, rojas, amarillas, verdes y anaranjadas no me mojan. El paisaje cobra el tono de mi alma. El muelle es un canto de sirena, un susurro del Mágico Mundo Marino al otro lado de los fanales. Las rayas en las manos son una pintura inacabada de todos los destinos posibles. El bufón susurra en mi oído. –Cuando los pasos se reduzcan a uno solo, encontrarás. Cada grano de arena acaricia las plantas de mis pies. Siento mi cuerpo como cuando tenía cuatro años. Así luce. Así suena mi voz. La niña espuma. Llego al muelle. Me imagino debajo. Los pasos no tienen memoria ni hay una escalera hacia la última nube. En los papeles guardados en el vestido
hay animales que hablan, mimos, repartidoras de flores y una gitana. La florista coloca en mi cabello una corona de azaleas, pero hay sitios donde los imaginarios no acuden: donde todo es más blanco, los papeles humedecen y se rompen. Me abrazan. Besan mi mejilla. Me despiden desde el suelo de reloj de arena. El oleaje es un ineludible retorno a la orilla, el muelle un largo túnel hacia mar abierto. Una roca contiene como caja musical la melodía exacta de los dedos, saco de ella un papel y un lápiz. Dibujo mis alas. La tela vaporosa de mi vestido como una gaviota. El aire mojado peina mis hebras, pero son pálidas las cortinas de la lluvia. El papel es un círculo temblando con el reflejo de mis ojos. Retorno al túnel que nace debajo de él. Percibo una sombra al final del muelle y la tintura blanca de las nubes. La infinidad de globos donde viajan las flores, la búsqueda que respira un fin. Cansancio. Suspiro. Mi cuerpo se sumerge, pero el movimiento de mis pies en el agua fría me regresan a la superficie apenas respirando. Inflo el estómago y empujo mi pelvis. Me elevo sobre las olas como si fuera irreal. Floto al final del muelle, en medio de la nada. Contemplo la oscuridad cada vez más cerca, susurrando que nos hemos encontrado desde la niñez, entre bocetos, antifaces y vestuarios. No discierno más que una amorfa negrura, una nube que surge pausada, una sombra, un hombre. Se arrodilla. Su frente queda a la altura de la mía. Tiene palabras que vuelan como polvo luminoso. Dice que nada tema. Recuerdo ahora. Lo reconozco. Lo dibujé cientos de veces para no sentirme sola jamás. Ahora sé que era él. Las pestañas guardan un soplido propio. La mirada se asoma en lo profundo de sí y la gota del aguacero asciende. Sonreímos. Las pupilas se buscan mutuamente como aves ciegas. En el muelle uno sólo escribe en los párpados lo que el tiempo olvida. Un dedo acaricia el tercer ojo y mi cuerpo se hace aún más pequeño, como si tuviera apenas unos meses. La sombra es una voz mansa, el aroma de mi padre. –Ha llegado el gran barco, es hora de partir. Su abrazo inventa alas de espuma y me lleva hasta lo hondo del océano. Vuelvo a ser un feto-espuma y las cenizas arrojadas del muelle vuelven a ser mi padre. Aros de agua I. El pasto se reflejó en los ojos y ella fue santa y fue puta. Madre. Vientre estéril del mundo. Todos los rostros de una mujer.
47 En sus cabellos las nubes eran negras. En sus dientes, monstruos de cabeza-murmuro. El tiempo. El alma de los mortinatos, el significado de cada pestaña que nunca se reflejó en un ojo. Amaba, pero tenía en la piel un montón de letras que nunca formaron palabras. II. Sentir. Restan hebras de animales muertos. Colores y Taxco que hiere las entrañas. Compañía de calle valorada como el precio para que un cajón con esferas aleje el olor a sal de Acapulco. Una camisa perfumada significa algo. Él se extiende por todas las cogniciones con zancos y cuerdas, negaciones y líneas que parecen cargadas de plumas. Tal vez no consiga más que saltar al féretro creyendo que el hedoné no integra dos organismos con alma sin que éstos se cosifiquen y usen. Renuncia a ciertas convicciones. Fecha de inicio. Una botella rota. La aparición intermitente de todos los destinos, el cuerpo en que aprendió la lengua materna de las ansias. III. Cada verso es una bala encendida, pero nadie entiende que quema la boca. Palabras tristes se aplastan en el triángulo de ojos bajo patas de grillo. Temen igual al refugio que a la roca. Flotan a veces. El amor es un paso que nunca se da por completo frente al muelle. Él es la espuma en sus manos, la sonrisa, las tablas, los letreros de clausura y la gran ciudad donde quien busca encuentra. IV. En el principio nos miramos como si no fuésemos a partir nunca. Tu recuerdo es como un caracol pero describe mis dichas. El horizonte camina porque se busca a ciegas. Recorres la memoria. Invoca el nombre exacto del tiempo. Tiemblo sumergida en tu cuerpo, me cobijo sumergida en tu cáscara y mi nariz es la predicción de cada lluvia. Nos volvemos neblina. Me miras hondo, besando cada hueso, inhalándome el alma. Sólo continúas cuando mis ojos se abren tanto que de ellos crecen lenguas. V. Tu partida. Mi incapacidad crónica de paralizar el corazón ante un reloj de arena. Mi inquietud bajo las nubes. Intuyo según el horario y la humedad de la ropa colgada que los escalofríos son un sinónimo del recuerdo. No sé si idolatro. Los sentimientos comen aviones de papel. Pago el precio de no haber aprendido a separar mi personalidad melancólica de la melancolía del clima. Siempre –cuando uno parte– no queda otra cosa que un aire y un cajón de recuerdos, que un papel rayado y un par de ojos con memoria. VI. Te doy heridas, las mías (las de mi amante). Me bauticé en cada una y todo él fue sacerdotes y demonios que jamás recibieron una caricia, un beso en la mano o un exorcismo. Los labios entrecerrados se mueven como agua hirviendo. Te invento. Me invento a mí misma. Eres la laguna y la espina de pescado en la curva del pie. Basta con que seas el ruido al centro de un aro de agua para que yo te escriba. VII. Tuvo una mano. Un dedo. Una caricia. Tuvo el miedo de un gato mojado y aquel que amó fue el agua y fue la lengua, fue el sofá y fue el hoyo en la tierra.
Los hongos-sombrilla Aquel día desperté más temprano que de costumbre. Sentí las hebras de mi cabello entre los dedos, acariciando las palmas de mis manos. La caricia de cada prenda con que cubrí mi cuerpo. Ingresé al hospital a las siete de la mañana, con la bata blanca de cada día. En los pasillos no sonaba el caminar del Dr. Medina ni su carcajada. El consultorio de cirugía plástica estaba en silencio. Sólo podía escuchar los propios pasos. El sonido del checador al recargar mi dedo índice en él, el sonido de mis cosas al caer en el locker. Sentí la presión, el ligero enrojecimiento de los tirantes de mi bolsa pesada por los expedientes, los libros y mi libreta de notas en que cargaba los miedos y el dolor de seiscientas personas. No había uniformes aquel día, ni citas médicas más que en dos consultorios. El área de onco médica también tenía su voz de viento. Cuando subí, el mundo estaba concentrado ahí, dormitando. Hablé por última vez con mis pacientes y con algunos desconocidos. Yann Tiersen sonaba al fondo y el acordeón se comportaba como un susurro, sonaba como uno, volaba como uno. Poco a poco, las agujas fueron desclavadas de todos los brazos, de todas las venas. Pequeños estigmas no reconocidos. La ansiedad de la quimioterapia se convirtió en la emoción de hacer alguna comida especial para festejar algo tan trivial como la vida. La gente se disipó. En hospitalización, algo me hacía sentir triste. Era la nostalgia de tantos rostros. La memoria del ir y venir de las esperanzas, del estallido de tantas estrellas. Había cierta paz, cierta dicha. Crucé el túnel, mirando el parpadear de los focos en cada esquina. Escuché el golpeteo de mis pasos en el suelo de madera. Mi piel erizada formando pequeñas bombitas de carne más blanca que el resto de la piel. Un lienzo cubierto de pasto-vello en mis brazos. Cuando descendí a mi consultorio, un mensaje llegó a mi computador: la urgencia de volver a hospitalización a un consultorio que creí vacío. Se trataba de una niña de tres años que acababa de fallecer. Paola. Siempre fue extraño cruzar el túnel de los terminales, sabiendo un final. Al ver la luz de la salida, la estatura de los gritos de una mujer me atravesaron el cuerpo. Era su mamá. Destrozada. Limpié mis manos con gel antibacterial. Me coloqué de inmediato el cubrebocas y la bata azul. Era tan pequeño el cuerpo en esa cama. Era como si Paola sólo estuviera durmiendo. Miré sus frágiles cabellos castaños, sus ojos enormes cerrados por la muerte, sus pestañas largas y chinas. Algo dentro de mí podía mirar su dolor, conectar con su dolor, pero mi rostro se mantuvo en calma. Hice lo que debía hacer. De pronto me sentí extraña, distanciada de mí misma, como si estuviera viviendo una obra de teatro de manera incompleta, llena de olvidos, de partes borradas. Debió ser la anestesia. Mi corazón dejó de responder. Sólo sentí la utilidad de mis ojos. Flashazos. Una niña amortajada. Las lágrimas como un montón de árboles enterrando las raíces en el suelo frío de la habitación ciento veinte. Descendimos por el elevador. Otro instante de cortinas cerradas aprisa. Otro ser partiendo en la carroza fúnebre, mientras afuera, las luces navideñas y festejos por año nuevo invadían el despertar de los vivos. Al regresar al consultorio, descubrí las horas, el paso de un tiempo no sentido y una llamada en mi celular recobrando mi calor corporal y la piedad en mis venas. Me quité la bata. Recargué mi dedo en aquella pantalla por última vez y tomé un taxi hacia el hotel Boca Chica. Descendí las escaleras sintiendo los saltos del pecho. Crucé el restaurante y llegué al muelle, donde alguien me esperaba, también, por última vez.
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Segunda estrella a la derecha Por Diana Mijangos
OPINIÓN
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Bendito sea el que olvida, porque a él le pertenece el paraíso, F. Nietzsche. La alarma suena como el agua. Tras la ventana, el mar-verticalidad convierte los zapatos en tiburones o peces. Ruedas de la fortuna entre charcos camino a la misericordia. Compramos dulces. La camioneta marca una pausa. Un punto final.
L
a reja es abierta, dejando ver los tonos crema de las paredes y la respiración verdosa. La gente se aproxima. Da la bienvenida desde la ventana de otro universo; rostros tan iguales que es difícil distinguir a los unos de los otros, rondando una fuente en que dormitan la hoja seca, el gusano, el espejo. Es así como conozco a los pacientes del Centro de Rehabilitación Para Enfermos Mentales. Sonríen. Se aproximan. Siempre los nombres completos, la honestidad en el rostro, la piel-alma transparente. *** Baile. No hay mente incapaz de hallar un reflejo de sí misma en la música. Los pacientes bailan. Solos. Acompañados. Solos, solos. No tienen el filtro de las calles de vergüenza. La contemplación es un laberinto lleno de rostros, de expresiones de inocencia y besos que quedan mordidos por la nostalgia. La vestimenta, los pies descalzos con residuos de un lodazal-parto del vientre de lluvia. *** La gente es respetuosa, amable. Sus cristales y los míos se vuelven una sola cosa. Un contacto de dos mundos entre los cuales prefiero el suyo. Las conversaciones surgen espontáneas, llenas de existencia pura, de calor humano. *** Una mosca acaricia con sus patas la mesa blanca de la entrada. Un paciente camina en el pasillo exterior rodeado de arbustos y mariposas amarillas. El perro de pelaje café anda en círculos y afuera otro se echa bajo la sombra indetenible de un ave. ¿Qué nos hace distintos? Mis ojos. Los pabellones. Los pacientes agresivos. Los agresores sexuales. Las lesiones orgánicas con sabor a tristeza. Encierro, ¿qué es la libertad? El llanto espontáneo de una génesis que no capto vibra desde el globo rojizo del estómago. Las lágrimas son fuentes. Mangueras que escupen al cielo, que respiran. Una paciente ha tenido un brote psicótico. Llegan las cajas, los medicamentos, el tambo azul de agua con larvas y tierra, agitada por los vasos hundidos en que los pacientes tragan píldoras y olvidos nuevos. *** Gracia es una mujer alta, rubia. Su belleza radica en la mesura del comportamiento más allá del maquillaje colorido entre duraznos y el azul de un mar de noche. El arreglo de flores sostiene una coleta media. Me cuenta que le gusta escribir,
imparable el movimiento del abanico que sostiene con la mano derecha. Plasmó sus memorias y soñó la publicación de su libro en una editorial. Un incidente desapareció los recuerdos del papel, de la mente. Miro su collar con tres plumas grises. Las decenas de pulserasarcoíris. La elegancia de una mujer cuyo destino es un rimero de interrogantes y esperanzas, de personas que nunca llegan, de calles en que ningún paso tiene sonido. *** Caminamos. No importa quiénes somos. Regalamos dulces. Frases trilladas que sientan bien cuando la mente no cosifica lo humano. Llegamos a las celdas. Varios hombres se aproximan como idos, buscando sin saber que buscan y respirando porque el cuerpo tiene memoria. Uno de ellos toma el chocolate que ofrecemos, lo mete a su boca sin retirar la envoltura. Es como un tren golpeado en el estómago, el cacao en la puerta de una lengua dormida. La despedida que no admite treguas. El surrealismo permanente. El silencio. *** El pabellón de las damas emerge como una ciudad perdida entre las olas. Es así como mis ojos cruzan por primera vez con Carlota, una mujer de los años veinte que apareció un día, sin más, en una jaula de rejas invisibles, entre la pluma y la nube. Contemplo su vestido negro de brillos sutiles. Las perlas sujetas al cuello y las que caen sobre su pecho dócil. Las pulseras infinitas. El cabello corto y la frente dividida por una cinta con un arreglo de aquella época. Me pregunta si les llevamos pulseras. Las coloridas muñecas de casi todas las mujeres. La mujer de carne. La mujer desnuda. La mujer vestida de vello y una llamada que no llega. *** El destino se extiende sobre tierra mojada. El lago refleja los árboles que rodean el cielo diurno. Un perro posa junto al agua. Los pasos se multiplican. Las bolsas llenas de chocolates y paletas de sandía. Caminamos hacia el pabellón de hombres. La mayoría de los pacientes, aferrados a las rejas. Extienden los brazos entre ellas como si fueran muelles o cuerdas flojas de circo. Preguntan quiénes somos. De dónde venimos. Qué tenemos entre los pliegues plásticos de la materia. Reciben dulces. Erick, uno de ellos, de piel clara y cabello levemente canoso, me pide que sea su esposa. El próximo domingo le contesto . Pero resulta que de pronto, los domingos ya no existen en ningún calendario. Y nadie se explica quién robó el tiempo. *** Prisión que no tiene mi nombre soy. Turista en mi propia realidad. Me desnudo. La gente cotidiana divaga sin reconocerse en espejos. ¿Qué fragmento tiene mi nombre? ¿En qué brillo dormitan los dedos? ¿Cuál calle atraviesan los pasos del adiós?
47 Gracia. Ilustración de Miguel Berber
Lágrima. Llanto. Ahogo. Cansancio. Sueño. *** Lengua-ola. Lengua contorsionista en aros paladares. Lengua columna de tallo. Lengua-diente de las cosas más perfectas. Vuelvo al malecón. Reflejo danzante de la bandera de mi país. La soga que sujeta el yate se sumerge. Surge. Flota. Y alrededor forma círculos de agua. Y yo que soy adicta a lo que no termina. A lo que tiene nombre. Las gotas se despiden. Un perro dormita. El balón suena sin rebotar.
Un hombre parte un coco y saca el agua. Ríe. Otro enseña a su hijo los peces con puntos de colores. Suelto una pluma. Se eleva. Vuela más, más lejos. Me sonríe la mujer que mira abajo, la que se parece a mis huesos. Lo que no digo lo invoco con el alma. No hay diferencia entre la misericordia y el Acapulco de los cuerdos que no tienen alas. ¿Cuán feliz es la suerte de la inocente vestal? Al mundo olvida y el mundo la olvidó. El eterno resplandor de la mente inmaculada acepta todas las plegarias y renuncia a todos los deseos, Alexander Pope.
CULTURA
TOP DOG:
PSICOPATOLOGÍA Y CONTROL SOCIAL EN LAS ARTES ESCÉNICAS
Por Diana Mijangos
Reflexión sobre tres puestas en escena presentadas en Guerrero.
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Rojo: Game start o game over. Actúan: Ilian Blanco, Leonardo Cuesta y Alet Rojas. bra que reproduce la ideología del control social capitalista y la cosificación del ser. Muestra a través de un inteligente juego de voces, luces, silencios, movimientos y rupturas la adicción al control y la inestabilidad/incongruencia discurso-acción en las relaciones afectivas contemporáneas. Transmite en la distancia emocional del público una posibilidad de juego fascinante: se mira al controlado, pero también se miran a los observadores detrás del cristal como parte de un experimento. El espectador cobra poder, se vuelve en tales condiciones otro científico observando y desposeyendo al objeto de estudio, una reproducción igualmente adictiva de los top dogs. Los personajes ven y no ven, van de la frialdad de la alienación a la lucha interna manifiesta a través de arranques emocionales que agrietan la máscara e intentos posteriores de represión y entretenimiento. Control y descontrol. Crisis existencial ante lo mortinato: el sexo, las decisiones, la libertad. Personajes deshumanizados, robotizados sobreviven a sí mismos. El tiempo es un botón más del juego, el deseo de control es proporcional al nivel de vacío y a la necesidad. La realidad nace muerta. Con una excelente selección musical en lengua romance y un trabajo de creación colectiva cuya calidad es no sólo innegable sino también prometedora, tres de los mejores actores en Guerrero descarnan al hombre actual, pero ofrecen la conciencia como principio de toda esperanza. Al concluir el laberinto lúdico y decadente resta una reflexión: el perro y la saliva, el sonido y el tiempo: ¿al final quién toca la campana? No necesitamos ganar porque somos el juego mismo. ROJO: GAME START O GAME OVER. La casa de Bernarda Alba. Actúan: Karem Domínguez, Donaji Soto y estudiantes del E.T.A. Bernarda camina a un lado de mi asiento. Sus gestos son duros y su bastón golpeando el suelo implica una orden. Es machista, dominante, dueña de un apellido simbólico que representa una realidad visible en algunos puntos del sureste mexicano como Campeche. El apellido. El lodo. El honor. La sociedad tradicionalista. Esta obra no dista de la realidad como país en pleno 2013 –pienso, en tanto los torsos cubiertos por la muerte cobijan el rezo apresurado–. La casa de Bernarda Alba es una ventana al fanatismo religioso, la sobrevaloración de la virginidad y el duelo patológico. Al matriarcado y el control ejercidos a través de la manipulación agresiva. Bernarda es juicio y dictadura. Una de esas mujeres que evocan los primeros peligros de la existencia humana, las emociones como huellas del pasado. El miedo. La sangre circulando en los pies expectantes para el enfrentamiento o el escape. El enojo. El organismo con las vísceras mordiendo, la garganta raspada por el grito y la sangre en las manos preparando el ataque. Bernarda es la violencia consentida por una época. El balazo a la lujuria. El desbordamiento de
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la tristeza. Rostros victimizados por la frescura de la inexistencia paterna y la devoción. Sus hijas, de personalidades diferentes e indispensables las unas para la confirmación de las otras, podrían bien ser la fotografía perfecta de las necesidades fisiológicas, de estima y pertenencia que teoriza Maslow. Aún así, surge sin tregua la intimidad como una experiencia individualista, y entrelazada con la masculinidad una experiencia fóbica. El apellido es castidad. Astro inalcanzable. Mérito que no se cuestiona. El dinero vale como siempre ha valido en las sociedades marcadas por la desigualdad. El interés. La envidia. La superioridad y la inferioridad determinadas por las clases altas. Los cantos pese a no ser el plato fuerte de la obra, son armónicos. La mirada va y viene entre lo concreto y lo soñado por mujeres inexpertas en el amor, a ventana y ojo abierto con el camisón sobre los arcos femeninos. Nadie dice locura. Nadie cuestiona. Nadie tiene una voz más fuerte que la mujer que se plasma en el escenario, indicando que no piensa: ordena. La senectud y la sugerida psicosis en la figura materna son elementos dignos en el contexto de la obra y cognición de la protagonista, del destierro diligente. La búsqueda de la perfecta reputación. La obra transcurre generando un ambiente que cautiva, a veces, sin que uno quisiera sentirse también prisionero de las paredes de su casa, regidas por la prohibición, el dolor, la tristeza y la rabia. Nadie muestre una debilidad. Nadie llore. Nadie pregunte. Nadie perdone el pecado ajeno ni el propio. Nadie engañe, porque toda casa tiene oídos y tiene boca. ¿Cuántas vendas pueden presionar los ojos antes de que la represión alimente sus propias tragedias? Al final, Bernarda se muestra como una mujer marcada por la educación de su época, el catolicismo y el deseo del bien para sus hijas, llevados a un extremo insano con consecuencias que erizan la piel del espectador. Las mujeres en la iglesia no deben mirar más hombre que al oficiante, y a ése porque tiene faldas. La casa de Bernarda Alba. Cuarteto: La esclavitud de los cuerpos. Actúan: Emilio Guzmán y Diana Mijangos. Cuarteto, obra montada por la compañía teatral Maskharah, tiene como temas centrales la perversión humana y la lucha por el poder entre dos libertinos cuyos vicios se concentran en la dominación y destrucción del sexo opuesto a través de la seducción expuesta como un arma conductista. La dramaturgia de Heiner Müller, cuya poesía es fascinante, conduce a diferentes lecturas, a caminos de un pasadizo cuyas posibles puertas no son más que espejos, como siempre ocurre con el control social. Merteuil y Valmont emprenden mecanismos cognitivos que detonan emociones como el miedo, la culpa y la vergüenza. Una triada afectiva de manipulación ejercida por los top dogs. Müller no busca la cercanía del público ni la condescendencia, por el contrario, busca su distancia y conciencia crítica para obsequiarle una visión de estructuras más allá del simple salto entre estados anímicos. Recurre a la provocación y a
la transgresión para descarnar al ser humano. Escenifica la represión, la dominación sexista y la cosificación de la sociedad como un rompecabezas. Evoca el consumismo y la conducta hedónica que le toma la mano mientras cubre sus ojos con una venda. Con un manejo de subtextos, el entendimiento de cada mensaje es logrado mediante aspectos como la gesticulación, el manejo de la voz, las piezas sonoras y las rupturas. Silvia Salazar, directora de la obra, consigue abordar las psicopatologías del control, mediante la brutal exposición de rasgos de personalidad como: manipulación, narcisismo, maquiavelismo, libertinaje, egoísmo, crueldad, indiferencia afectiva, amoralidad, perversión, inteligencia, clasismo, blasfemia y doble moral. Valmont y Merteuil cuentan a través de un cruel, erótico y sarcástico juego de papeles la devastación de sus víctimas arquetípicas y aspectos de su psicología como el miedo al envejecimiento y el deseo de venganza ante el rechazo. ¿Quién vence? ¿Quién controla a quién? Cuarteto es una obra cuya tensión llega a generar ataques de risa en el espectador a modo de catarsis, frente a las situaciones perturbadoras que se presentan. El escarnio siempre presente y la confirmación de la posibilidad de decir las cosas más terribles con las palabras más hermosas. La más grande caída es la que uno realiza desde lo alto de su inocencia. CUARTETO: LA ESCLAVITUD DE LOS CUERPOS.
Por Diana Mijangos
Desde el TX*: Las vertientes hedónicas de la Sociedad Secreta de Culto al Placer como pilares para la generación de propuestas psicoterapéuticas.
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nspiradas en las prácticas de la cultura romana, surgen las preferencias vivenciales de una sociedad secreta contemporánea cuyo objetivo general es rendir culto al placer. Más allá del elitismo, secrecía y exclusividad propios de una agrupación de tal nivel, investigadores han buscado develar ciertos misterios de la misma, de los cuales se ha desprendido el análisis de cinco vertientes del placer que bien consiguen abordar, desde los subsistemas de la personalidad, los factores cognitivo, afectivo, somático, interpersonal y conductual contemplados por la psicología. El placer físico, que parte de lo somático. El placer psicológico que integra aspectos cognitivos, afectivos y conductuales. El placer social basado en el subsistema interpersonal. El placer intelectual que parte del subsistema cognitivo, y el intelectual, que alimentado por elementos diferentes, nutre el mismo subsistema. Tales, consiguen además la satisfacción de las necesidades planteadas por Maslow en su teoría de la pirámide: necesidades fisiológicas, de seguridad, estima, pertenencia y autorrealización. Ni hablar entonces de las herramientas de afrontamiento: búsqueda de información, autoafirmación, autocontrol, distracción, religión y catarsis.
Resulta, bien, que más allá de los fines últimos de la secta, dichas vertientes pueden ser pilares adecuadamente fundamentados de tratamientos psicológicos destinados a la resolución de diferentes problemáticas de índole mental y social. Todo ser humano parte de tres factores: hereditarios, contextuales y variaciones individuales. En la búsqueda de un punto de equilibrio y promoción de la salud mental, ¿acaso no sería adecuado considerar dichas vertientes para abrir un abanico de posibilidades que a modo de tareas coadyuvaran a generar emociones específicas que permitieran al ser humano alcanzar la satisfacción de sus necesidades? Si consideramos que las emociones básicas son miedo, tristeza, enojo, amor y alegría, ¿en qué medida facilitaría la producción de sensaciones de bienestar la creación de un modelo ecléctico cuyo medicamento fuese la justa administración de la búsqueda del placer? Simplemente, al hablar de ciertas actividades con pacientes con enfermedades crónico degenerativas en fases paliativas y terminales, el abordaje en el proceso de comunicación de situaciones placenteras vividas, llega a distraer de sensaciones perturbadoras como el dolor
físico y emocional propio de una enfermedad. Contemplando el placer desde una perspectiva que retira la etiqueta moral de egoísta, bueno, malo, puro, pecaminoso, premio, castigo, cielo, infierno, etc. y hace mención del hombre como parte de una sociedad que lo confirma y sensibiliza, la propuesta de encaminarlo a una responsable y sana satisfacción de sus necesidades ya no sólo parece una opción más para el libre albedrío sino una posibilidad fascinante desde la psicoterapia basada en soluciones. Alguna vez un paciente con cáncer dijo en el transcurso de la intervención: “tardé tanto esperando ser feliz, que nunca me permití disfrutar lo bueno que tenía”. ¿Qué pasaría entonces si a personas en condiciones de vulnerabilidad biológica o social se les mostraran estrategias para alcanzar un placer físico, no sólo sexual como suele considerarse en automático sino uno multisensorial: el gozo de percibir el mundo a través de los sentidos; el de una explosión de sabores en las papilas gustativas, de un aroma delicioso o nuevo, una imagen bella como las que a diario proporciona la naturaleza, un sonido natural, una melodía, la voz de alguien amado o una sensación en la piel de frío, calor, caricia, presión, etc.? En tales condiciones, hablaríamos también de otros placeres además del físico: el placer psicológico que parte no sólo de los pensamientos y la inteligencia
emocional sino también de las imaginerías y los onirismos, el placer social natural en todo hombre bio-psico-social a través de una sana interconexión con otras personas, el placer intelectual obtenido a través del aprendizaje de diferentes disciplinas, el placer que da el saber mismo cuando después de años se descubre algo nuevo y ello genera toda una revolución interna y el placer espiritual, obtenido no sólo a través de la fe manifiesta a modo de una religión sino también como un proceso espiritual individual, único y personalizado; la espiritualidad que puede surgir de un proceso de introspección, un encuentro con la naturaleza o bien del mismo sentido de vida o la creación que permite la trascendencia. Si todas las vertientes encuentran su justa medida, oportuna aplicación y un equilibrio que las contemple sin la discriminación de una sola como parte de un modelo incluyente, el placer podría cobrar un doble papel: ser el destino, pero también ser el camino hacia él y, qué mejor, si es un trayecto compartido, una mezcla entre lo primitivo, la razón, los valores y la cercanía entre seres vivos. *TX: Abreviación en medicina para el tratamiento de una enfermedad.
Dirección artística: Alondra Berber / Fotografía: Luis Vargas Santa Cruz / Maquillaje: Hedson Castrejón / Peinados: Grupo IPEIC Millenium Iluminación: Cuauhtémoc Arellano / Locación: Costera 125 / Modelos: Alas de espua y arte
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Flotante ARTE
Maquillaje: ensoñación diurna
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l juego. que extraía de er ac pl al te men l como la UNO. La o ncia aparente le es tan difíci nu da re na r; e ga qu ju en sa de saben muy bi crecimiento ce a del hombre ic ím l individuo en an da vi conocen la una vez. Pero quienes ha saboreado e qu er ac pl s. renuncia a un ismas palabra sima de las m ilé m ra Es 1907. u ct le la existencia. rrumpe la e d te in sa o ri ir p sp la r su sión en Un s po iertan la inmer o, la es perseguido p nt es d ce o s in le s ta to en m e infancia. Ges spira. De pront s e imágenes d es hablar d de algo que re razonamiento eu o e Fr id d e n a ociones, d so r en d el la ca ab en H loj tien despertar em e? ¿Qué e re d ac el h d er é d u as o p ill ¿Q el ec ? a man r? Surge torg ¿Qué piensa qué hora? Las uello que le o ación del dolo a aq y lim y b o a m su et is la o m p sí es el el fondo de el mundo d más preciado va a indagar en ienaventurados cuyo don b reflexión lo lle los no envidia a os”. tendidos ¿quién acaso s sueños diurn lo y a . Los brazos ex as de et sa o o p ip El ar V m XX a n m entonces “X a vez como u pincel. Por ga te por primer s de humo y en to m que las ce la o o b ia ed r d ic o p ar el nforma ición ac ía, bajo co gn es o co se p a o la n el u e ci d a s ci El fantasía. poluta o frío. En la infan el juego por la o erra o el suel s primicias im d ti n La . ia la b , es m b to u ca as n , p s pio sienten el s aguas. La n mundo pro estrellan en la iño que crea u n el d d ta er colores que se lib a reproduce la señala. El poet rita y más cupación favo
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Toda alegría genera recuerdo y nostalgia, un camino onírico cuyos pasos son dados con los dedos índice y medio de la mano derecha. El adulto que fantasea es el niño que revive en el cuerpo de los años. El ser humano crea castillos en el aire sabiendo que alguna vez estuvo en ellos, entre disfraces, maquillaje y vestuarios apenas concebibles en una obra de teatro y, aunque son más difíciles de contemplar, hay algunos adultos que disfrutan tanto de la ensoñación diurna que comparten el placer ingenuo de su espectáculo con el público naciente, el arte los plasma. DOS. (Los sueños diurnos) se transforman con las circunstancias de la existencia. ¿Deberemos realmente arriesgar la tentativa de comparar al poeta con el hombre «que sueña despierto», y comparar sus creaciones con los sueños diurnos?
Fotografia: David Arnal Fotografia: César Usan
Un poeta sueña despierto. Persigue las letras. Las atrapa. Un maquillista es similar, entre el vocablo, el teatro y el circo, capaz de poetizar el mundo a través de la tinta y crear nuevos espejos, nuevas puertas para contemplar lo que desborda el pensamiento. Lewis Amarante es hoy en día un ícono del maquillaje en la industria de la moda, uno de los más aclamados hacedores de ilusión. Sus pinceles oscilan entre el lienzo-rostro de infinidad de mujeres y el gozo que todo ser lúdico evoca constante. Estallidos de luz y color. Pieles transformadas en poesía. Ojos que besan la irrealidad. Silencio. Las entrañas danzan en la avenida.
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El ser humano crea castillos en el aire sabiendo que alguna vez estuvo en ellos, entre disfraces, maquillaje y vestuarios apenas concebibles.
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Fotografía: Paco Peregrin
Hotel Loewe Fotografía: Paco Peregrin
Fotografía: Paco Peregrin
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Fotografía: Eugenio Recuenco
Fotografía: Eugenio Recuenco
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Un maquillista es similar (al poeta), entre el vocablo, el teatro y el circo, capaz de poetizar el mundo a través de la tinta y crear nuevos espejos, nuevas puertas para contemplar lo que desborda el pensamiento.
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Fotografía: Eugenio Recuenco
Fotografía: Ale Burset. Sublime Magazine
Fotografía: Eugenio Recuenco
TRES. El poeta está en su alma y contempla por fuera a los demás personajes. Según los conocimientos adquiridos en el estudio de las fantasías, debemos presuponer las circunstancias siguientes: Un poderoso suceso actual despierta en el poeta el recuerdo de un suceso anterior, perteneciente casi siempre a su infancia, y de éste parte entonces el deseo, que se crea satisfacción en la obra poética, la cual del mismo modo deja ver elementos de la ocasión reciente y del antiguo recuerdo. Descubriendo la obra del presente artista, divago sobre lo que hay entre la carne y la máscara. Un juego entre modelos, estilistas, fotógrafos, editores y el maquillista. Es la inconformidad misma de la realidad. La necesidad de crear algo profundo, majestuoso. Un maquillista verdaderamente es un poeta y un soñador. Reconocido internacionalmente por la fascinación que genera su trabajo, Amarante es en la actualidad el maquillista oficial de Max Factor. Ha sido jefe de los equipos de make-up de revistas como Vogue y Rolling Stone y en pasarelas internacionales entre las que destacan Gaudí y Circuit. Entre sus clientes se encuentran Dior, Dolce&Gabanna, Zara, Kate Moss, Madonna, Sara Montiel y Justin Timberlake, así como Love Jordina, creadora de la cinta Saving Isis, una película que por cierto, daría más material para hablar de los soñadores diurnos.
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Fotografía: Paco Peregrín
Fotografía: Paco Peregrín
CUATRO. La poesía, como el sueño diurno, es la continuación y el sustitutivo de los juegos infantiles. Cuando el poeta nos hace presenciar sus juegos o nos cuenta aquello que nos inclinamos a explicar cómo sus personales sueños diurnos, sentimos un elevado placer, que afluye seguramente de numerosas fuentes. Cómo lo consigue el poeta es su más íntimo secreto; en la técnica de la superación de aquella repugnancia, relacionada indudablemente con las barreras que se alzan entre cada yo y las demás, está la verdadera ars poética. Dos órdenes de medios de esta técnica se nos revelan fácilmente. El poeta mitiga el carácter egoísta del sueño diurno por medio de modificaciones y ocultaciones y nos soborna con el placer puramente formal, o sea estético, que nos ofrece la exposición de sus fantasías. A tal placer, que nos es ofrecido para facilitar con él la génesis de un placer mayor, procedente de fuentes psíquicas más hondas, lo designamos con los nombres de prima de atracción o placer preliminar. A mi juicio, todo el placer estético que el poeta nos procura entraña este carácter del placer preliminar, y el verdadero goce de la obra poética procede de la descarga de tensiones dadas en nuestra alma. Quizá contribuye no poco a este resultado positivo el hecho de que el poeta nos pone en situación de gozar en adelante, sin avergonzarnos ni hacernos reproche alguno, de nuestras propias fantasías. Cuando uno cree que ha explotado la locura, algo inicia un nuevo laberinto de risas y recreaciones vivas: la unión de Lewis con fotógrafos como Eugenio Recuenco y Paco Peregrín. Tres personajes que desde la mente toman poemas visuales como globos y los elevan. Estos divagan a su vez con el aire. Hablan con las nubes. Crean la dicha y el aliento. La lluvia. Cada creación es sin duda el sustituto de un juego infantil. Cada semblante sin puntos suspensivos habla justamente a los primeros años manifiestos. Sin duda este artista motivado desde las raíces por Pablo Iglesias, es un ilusionista, un amante de explorar todas las posibilidades que un rostro ofrece, partiendo de aspectos como la luz, las sombras y el color a través del maquillaje, un poeta que plasma nuevas realidades en diversas modelos para hacernos partícipes de sus juegos o ensoñaciones diurnas. *Fragmentos en cursiva pertenecen al texto de Sigmund Freud “XXXV El poeta y los sueños diurnos”.
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Fotografía: Paco Peregrín
CULTURA
Llamado Por Diana Mijangos
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bien no me soñé desprendida, rota, ingobernable. No elegí la serpiente, la mordida, pero ambas me eligieron vientre del veneno. Me desearon ramas y hojas de aquel árbol bajo el cual no intuí la locura de la tía Gloria, su biblia, el coctel, mi cuerpo hundido en la pila feneciendo por una voz en su mente. La muerte ahí, cuidándome. La recuerdo niñez ojos cubiertos. Ella. El juego con mi padre, con mis abuelos. No sentí después sus manos tejiendo mi cabello. Un día sonreí a quien sufría, sostuve su brazo tembloroso. La muerte siempre quiso confesarme el destino: fue ese el único llamado de Dios.
Foto: Luis Vargas / Flotante Fotografía Modelo: Griselda Mora Maquillaje y peinado: Alondra Berber Producción: Alas de Espuma y Arte
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Flotante a rte
Literatura: Letras resilientes
De reconstrucciones internas, ecos y una esperanza-espejo llena de rostros. Fotos: Salvador Castañeda H. / CNL-INBA
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ividir las ansias entre las cuerdas de arpas mudas, grises y el sello transparente de un centro de ejecución de penas, genera una revuelta interna, una reestructuración de todo lo que se daba por cierto, una serie de respuestas a preguntas que uno nunca tallerea por el temor a la reescrituras y sus inminentes puntos finales. La primera vez que cuestioné la libertad como un concepto relacionado con mi existencia, entendí que los separos sirven apenas para evidenciar lo que es muy obvio, una esclavitud en cuerpo, dinero, tiempo y pensamiento que nadie dice en las calles como si fuese parte de una censura o que es dicho tan alto, tan salvaje que repele. La libertad es una elección independiente del contexto. El hombre es biopsicosocial y si decide lo que piensa, lo que hace y cómo vive o transmuta lo que siente, está arrancando un poco de aquello que un sistema polarizado a la materia le quitó al nacer. Uno decide qué dar. Decide e implica consecuencias, pero aún al momento de pagarlas, uno sigue decidiendo y decide también qué hacer con el tiempo y en ese paso de números, en ese recorrido casi político de las manecillas, el significado que se da a las cosas y a las situaciones obsequia otro trozo de libertad. Cruzo un túnel que parece reinventarse cada vez más largo. Repito de memoria un procedimiento que realicé en la mente cientos de ocasiones. La tintura transparente acaricia mi antebrazo. Estamos en el Reclusorio Oriente, gracias al programa Visitando los lectores de la Coordinación de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes. Asoman gestos, cicatrices, tatuajes que cuentan historias, el colordesierto y aquello de pronto parece como si hubiese estado siempre
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ahí, en armonía y por alguna razón, le valoro por encima de la sociedad. Una cárcel miente menos que las masas aparentemente adaptadas. Festejamos el tricolor mexicano, el nopal, el águila, la serpiente. Los estudiantes intrínsecos entonan el Himno Nacional. Posteriormente pasamos a la lectura, cuya dinámica no tiende al tedio de una lectura en voz de un poeta que se cree Dios, con tono monótono y una absoluta verticalidad. Somos lo mismo. Leemos todos. Nos turnamos. Charlamos y las galletas se quiebran entre las cuevas de dientes. Todos ponemos atención a todos, a las voces que se transforman con cada oración que concluye. Compartimos nuestros textos, experiencias, impresiones y preguntas. Es así como emerge el inevitable sueño sepia, rondando, pero cada vez más quieto, más diplomático, más paciente. Una vez un interno muy querido me dijo “de nada te sirve ser bueno en algo si sólo tú lo sabes”. En común acuerdo con las autoridades correspondientes, el Lic. Luis Vargas, director de Flotante Mag, y los creadores mismos, se tomó la decisión de promover tales espejos frente al sol que multiplican la luz y que representan un gran ejemplo de resiliencia y de talento, para la sociedad. En el penal hay arte. Ellos pueden crear y lo hacen. Artistas de todo tipo, pero sobretodo personas que a punta de fregadazos o de una dinámica de interiorización, de diálogo socrático o generación de balanzas, se están reconstruyendo a sí mismas. Damos la bienvenida a nuestros compañeros que arriban al mundo flotante y que podrás encontrar en la sección “Letras resilientes”.
Por Oscar Juárez Galicia
POEMA 1
El amor corre por las calles como niño. Tiene flechas, alas y le llaman cupido. Hace con los corazones collares, Atravesándolos con sus flechas –incluso el que nunca imaginaste–. Cuando menos sientes enamorado te quedas. Hace travesuras entre los animales, despertando el deseo de un caballo y una cebra y entre los humanos el calor alebresta, los peces se aman y nacen millones de ellos. Las aves hacen sus nidos. El amor por las calles corre como niño. Tiene alas, flechas y le llaman cupido. No hay quien no se sienta atraído por su suspiro y cada amanecer se siente limpio el espíritu, el atardecer, lo ves con amor y piensas en la noche. Estar con quien sientas.
Antes que se vaya el sol busca un calor entre las que tienen las nubes, una similar a la mirada que amas. Tus sueños, atrapa, no los dejes ir, de la mente, en ellos navega en su frágil balsa para que no te pierdas en los que la noche sostiene en el infinito. El amor corre como niño, tiene alas, flechas. Le llaman cupido.
POEMA 2
Mientras escuchas el final de la noche el canto de las aves crece y sientes el rocío que empieza a desvanecer al mismo tiempo que la luz vuelve. Siempre habrá amanecer Y aunque no despiertes y el tiempo siga corriendo, tocando todo con sus dedos y aunque haya alguien en tus sueños, te dice despierta, haz vuelto a nacer. Siempre habrá amanecer mientras el alba en la oscuridad, cansada, vuelva a nacer con la luz que en la penumbra
se ve al revés por que el sol en lugar de meterse vuelve otra vez. Siempre habrá amanecer El final de la noche con sus manos trae la línea de los montes y el sol la desvanece y hace desaparecer porque aunque las tinieblas no quieran siempre habrá amanecer. Las flores hermosas abren sus pétalos al despertar. Las rosas rojas. Su vaho con el viento se van a vagar. La tierra suspira y el frío nace, cada vez. Mientras haya noche siempre habrá amanecer.
POEMA 3
Porque sólo la muerte puede salvarte de la vida y sus perdiciones busca en los sueños, en el viaje de la noche al amanecer. La balada en el silencio desciende. Escucha su romance, como da de inicio a la luz de la luna. Escucha su suave música, sus manos cómo te arrullan
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Flotante Arte Literatura: Yo es otro
El eterno pesar de las voces distantes Por Alondra Berber
I. Albergues. Todos buscan desesperados el último rostro que vieron antes del rescate. La búsqueda es la lágrima continua, la pesadilla que rompe el descanso a mitad de los azules, el pensamiento intruso devuelto a la espuma blanca de los miedos. Las pupilas se cruzan entre las colchonetas y montañas de ropa, con la lluvia cubriendo lo entero y los desaparecidos mermados ante números-muertos que crecen, que atormentan, que violentan la fe. II. Incertidumbre. No vuelven los hilos expectantes, dóciles, amados de la sangre, apenas las horas con tinte de cielo y la esperanza de que estén vivos.
Nadie estima la lógica. Nadie ansía remembrar el huracán Paulina, la repetición del dolor invadiendo la memoria, el regreso de los desaparecidos, blandos, mojados, sin un destello en los ojos. III. Niños. Aros de manos entrelazadas. Ojos-lágrimas. Bocas-gritos. El flotar de los retratos y las soledades.
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Del recuerdo descienden nuevas goteras: el hueso sacro de un bebé morado con la manta todavía cubriendo su trajecito amarillo. Las manos pequeñas pidiendo a Dios. Crayolas quebradas. Árboles caídos. La inundación. Ventanas inalcanzables ante los cuerpos diminutos de quienes no entienden por qué el río se ha metido a la casa. IV. Los niños contemplan lo que va quedando atrás desde los brazos de los marinos. Cachorros ladran. Emiten el sensible sonido del estertor. Gatos bajo nubes oscuras concluyen ahogados o arrastrados también y los dueños chiquitos presencian todo con los ojos despejados como si fuesen sometidos, estirados y se preguntan centenares de cosas que nadie procura responder.
Cuestionan todo lo pequeño –lo ínfimo es espejo–. Cuestionan si los bichos sintieron espanto y si todas las aves de los árboles murieron con sus caídas. El silencio es afirmación. Se preguntan dónde está la tía y por qué no pueden regresar a casa. Por qué los animales flotan y por qué nadie intenta ampararlos. Por qué les tapan los ojos mientras la hija del vecino tiene un grito que suena cada vez más lejos. V. Cada súplica se disipa con los hongos formados en los pies. Es buscado entre el agua algo que conserve los recuerdos. Cada mujer es la madre que rompe la rutina de aparecer para serlo todo, es, la abuelita que se quedó dormida y no despertó más. La gente llora la fuerza insuficiente. El agotamiento. Lo inesperado para salvar a los suyos. Se reclama por haber librado al hijo y no al padre. Se pregunta por qué. Por qué no pudo. Se siente culpable y repite en su cabeza todo lo que sabe sobre la agonía. El frío. La fobia. La compañía vuelta imaginaria. Se enferma de frustración. Se vuelve tormenta. VI. Alrededor todos piden resignación, pero las autoridades y los medios continúan sin articular
por qué faltan pilas de personas en las listas de damnificados, desaparecidos o muertos. El llanto inicia en la secrecía de la colchoneta roja, con las luces apagadas del albergue y el cuerpo acurrucado como un feto, hasta que se vuelve incontenible. Y se pide a Dios que termine la noche. Que sean los ojos cobijados por las sábanas del agotamiento. Que no exista despertar. VII. La avenida dormita. El tráfico tiene su silencio, su perpetuo caer de las gotas. Los relámpagos se expanden, se reiteran. Las várices del cielo, los estrobos hacen parecer la lluvia una caída de cristales y brillos en polvo. Los rescatistas asemejan enormes vocales, con los pies plantados como las raíces. No descienden ante la pausa de todos los movimientos y en el suelo de las camionetas sucias las voluntarias, los zapatos enlodados. Un Acapulco diamante entre desechos atisba la fragilidad de la paz, del sosiego. El andar del óbito al centro de un sinfín de semblantes que divagan en círculos. VIII. El techo de cada casa es un hogar nuevo que emerge como las islas. Las señoras impotentes gritan al cielo, en el volar de los helicópteros, en el eterno devenir de las aspas, que las ayuden.
Tienen hambre. Sed. Necesidad. Son libradas apenas para desmenuzar la angustia con la que se desprende una hija de tres años y se vuelve un fantasma. Carreteras bloqueadas. Gargantas clavadas entre lanzas-lamentos. Los techos colapsan. Las mentes colapsan. Guerrero se vuelve un derrumbe de historias que fueron felices. La luz se lleva todo. Los postes. Los cables descarnados. Las personas que tiemblan sobre ellos. Los inocentes viven en casas de hueso de palma y techo de cartón. Dejan sus hogares para salvarse, pero nadie salva a la inocencia de creer en las palabras, de volverse el circo de la catástrofe. IX. La música de orquesta es un canto de aves en medio de la afonía y el adiós. El júbilo escarba en los refugios. Una mujer baila. Es libre. Por un instante, olvida todas las faltas. Las niñas juegan. Esbozan. Cada dibujo es el color de lo que duele, lo que no está. Al fondo suena por los caminos del sur y algunos guerrerenses se sienten a salvo, vivos, porque la música de la tierra es la música del alma misma.
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Flotante hed on is mo Editorial de moda
La esclavitud de los cuerpos Homenaje fotogrĂĄfico a Heiner MĂźller
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Flotante CINEMA El perpetuo destello
LA DANSE DE LA REALITÉ PorLaDanessa Font danse de la realité
(Chile-Francia-México, 2013) Largometraje de arte Duración: 130 minutos Director: Alejandro Jodorowsky Guión: Alejandro Jodorowsky, basado en sus libros autobiográficos La danza de la realidad y El niño del jueves negro Fotografía: Dreujou y Jean-Marie Música: Jean-Marie Dreujou y Adán Jodorowsky
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través de La danza de la realidad, Alejandro Jodorowsky poetiza el pasado y la memoria de un padre emocionalmente ausente. En la pantalla, una regresión imaginaria a su infancia en Tocopilla, Chile. Casa Ukrania. La madre. Su voz. Un abuelo entre los hilos que cosen la cabeza de un niño. Una narración onírica e inmersa en anhelos y temores acaricia los oídos, los ojos, el alma del espectador. Música. Simbolismos. La percepción de un menor sobre la dictadura. ¿Qué pasaría si pudieses regresar a la niñez para sanar? La danza de la realidad responde a esta pregunta, contando una historia cargada de emociones en un contexto de represión; muestra a una madre amorosa que siempre quiso ser cantante de ópera y va y viene como la espuma de una ola, abnegada, religiosa, diciéndolo todo cantando. Muestra a un padre comunista, duro, ateo, estricto e incomprensivo realizado como ser humano. En esta película caracterizada por su honestidad, profundidad y valores enriquecidos de sentido de vida, el maestro Jodorowsky da alas a sus progenitores, los convierte en lo que querían o podían ser
y que de algún modo, ya eran. Asimismo, se muestra como un niño vulnerable lleno de ansias y traumas, unido desde lo más puro con su figura materna, discriminado por su religión y aspecto, hambriento de recibir una muestra de cariño de su padre. Un niño temeroso de la sexualidad y confundido ante la dualidad de las crisis. La tragedia. La dicha. Las gaviotas alimentadas con los peces muertos. Cada escena tiene las lágrimas, las emociones de un proceso de reconciliación lleno de metáforas y expuesto a través de un surrealismo hipnótico, cautivante en el que la voz en off del propio Jodorowsky, así como sus apariciones en una constante comunicación espiritual consigo mismo de pequeño generan una sensación de intimidad con el espectador. Le abre una puerta para entrar a su mundo, a su mente, a su proceso de transformación interior. Más allá del inherente sentido de provocación del director, La danza de la realidad es, sin lugar a dudas, su trabajo más personal e impoluto, un film en el cual desnuda su alma para perdonar a sus padres y encontrar la paz, para convertirse en el símbolo egipcio del alma misma: un ave.
Flotante CINEMA El perpetuo destello
LA MAISON EN PETIT CUBES
Por Alondra Berber
Por Danessa Font La maison en petits cubes (Japón, 2008) Cortometraje animado japonés Duración: 12 minutos Director: Kunio Kato Música: Kenji Kondô
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n La maison en petits cubes se cuenta la historia de un adulto mayor que vive en una ciudad inundada. El nivel del agua sube constante y con él la justa tregua a la memoria. El inocente olvido de la edad que se compadece de uno. Inevitablemente, pienso en la voz de Mercedes Sosa, cantando, casi como un susurro canción de las simples cosas: “uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida y entonces comprende cómo están de ausentes las cosas queridas, por eso muchacho no partas ahora soñando el regreso que el amor es simple y a las cosas simples las devora el tiempo”. Llega siempre un día en que el agua retorna como un símbolo que representa los huracanes externos e internos. Las gotas leves. El suelo mojado por el que han pasado la felicidad y los buenos momentos.
Los retratos cada vez más invadidos por el tono sepia. La lluvia que lo cubre todo. La melancolía. La espera. El empezar de cero una y otra vez. La resiliencia. El personaje sin duda logra traspasar las barreras del espectador, mientras construye un piso sobre otro con la naturalidad de quien sabe que la vida continúa, sin embargo, al realizar la última mudanza, su adorada pipa cae por una serie de pequeñas ventanas que unen todos los pisos de la casa, situación que lo lleva a recorrerla y con ello a bucear en la propia historia de vida, a realizar un viaje introspectivo. La construcción de la casa es quizá, desde el sentir de un espectador reflejado en la predicción de este corto, la construcción de uno mismo. Cada imagen, cada melodía es una obra de arte y habla, desde lo intrínseco, sobre la aceptación incondicional de la vida.
Flotante CINEMA El perpetuo destello
LE TABLEAU Por Alondra Berber Le tableau (Francia, 2011) Largometraje animado francés Duración: 76 minutos Director: Jean-François Laguionie Música: Pascal Le Pennec
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través de recursos estéticos y filosóficos Le tableau es una interesante propuesta cinematográfica que narra las condiciones de desigualdad vividas al interior de un cuadro inacabado y habitado por tres tipos de personajes cuyas diferencias existen a causa de su grado de realización: los toupins (seres terminados), los pafinis (seres inconclusos) y los reufs (bocetos). La película inicia con un personaje femenino de dicho cuadro, reflexivo y cómplice en una intimidad con el espectador que se adentra en la obra. “Ya está. Acabas de entrar al cuadro”. Avisa, y surge un acercamiento al castillo, en que los toupins parecen estar en un baile real, en tanto en el bosque, los reufs y pafinis viven sin poder entrar al baile por considerarse abandonados por el artista.
Tres personajes huyen por condiciones distintas y se unen en la desventura para buscar a su creador, motivados por el amor, el sufrimiento, la lealtad, la amistad o una búsqueda espiritual, recorriendo distintos escenarios y conociendo a los personajes de otros cuadros y sus distintas formas de relacionarse con el artista. Le tableau es un film que suspira entre la pintura y el onirismo, entre el desborde de la imaginación y la genialidad que invita al público a una reflexión política, social y espiritual. Aborda a los personajes como seres con cualidades humanas que les permiten sentir y soñar y que los envuelve en una búsqueda que los lleva a conocer el homenaje del cineasta a los universos de pintores como Gaudí, Modigliani, Picasso, Bonnard, Matisse, y Derain. Sin duda, una obra exquisita para los sentidos, inmersa en simbolismos, misterios y la belleza misma que se logra en cada escena.
Flotante Arte
Artes visuales: Círculos de tinta
Homenaje pictórico a los que se fueron Por Niños artistas de la comunidad La Pintada, Guerrero.
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n 2013 se reportaron grandes daños materiales y emocionales en la sociedad de Guerrero, México, a causa de la tormenta Manuel y el alud en la comunidad de La Pintada ubicada en la sierra de Atoyac. Fallecieron más de setenta personas, situación por la cual se llevaron a cabo acciones inmediatas de intervención en crisis con damnificados en el albergue de CICI Renacimiento, en coordinación con el Gobierno del Estado de Guerrero y apoyados plenamente por el Teniente de Marina Félix Sánchez. En el caso de los menores, se definieron mecanismos de trabajo orientados a la desactivación del estrés y al favorecimiento del duelo no patológico, la expresión emocional y el procesamiento de la información a través de actividades como el dibujo y el juego. Decenas de niños representaron sus recuerdos del evento perturbador y a sus seres queridos que partieron. Se realizaron dinámicas en pro de generar o reforzar en ellos características de resiliencia que les permitieran obtener algo de la tragedia y reforzar sus redes de apoyo social, sin embargo, la unión, la transparencia, el trabajo duro y las ganas de vivir de sus habitantes les permitieron hacer un homenaje a sus seres queridos que partieron y reconstruir no sólo sus vidas y el significado de estas sino también su comunidad.
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Flotante a rte
Gestión cultural: Alter Ego Leonel Maciel Ramírez es un gestor cultural guerrerense radicado en Colima. Lo conocí en un taller que impartió en Acapulco en materia de Desarrollo de proyectos culturales. Su congruencia y perspectiva de la cultura a nivel municipal, estatal y federal atrajo mi atención, principalmente por la defensa de algo poco valorado por el artista y promotor local promedio, cuyas competencias se reducen a la disposición al arte en fases apenas de preproducción y en los menos, producción de obra. Aspectos como la profesionalización, la difusión, la formación de públicos y el consumo de productos artísticos representan todavía un auténtico reto para los creadores, cuyos resultados difícilmente son disfrutados a la par por público especialista y público lego, este último cautivado y minimizado en inteligencia mediante su inclusión en actividades efímeras. Al viajar a Colima fue inevitable buscar a Leonel Maciel para conocer su percepción objetiva de la situación artística y cultural en Guerrero como una responsabilidad no sólo del gobierno sino también de la comunidad.
M Leonel Maciel Ramírez ¿Nos podrías hablar de tu trayectoria artística?
i trayectoria artística en realidad no es tan relevante. A pesar de que estudié una licenciatura en Artes escénicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM me dediqué a la gestión. Desde que estaba en el colegio de teatro me preocupó mucho la necesidad de buscar espacios, de tener posibilidades de autogestión y no depender de lo que hubiera o no en cuanto a los recursos que dan las becas, autoridades, etc. Siempre busqué la manera de abrirme camino por mi propio esfuerzo, de hecho jamás he solicitado una beca de nada. Esta búsqueda me llevó a encontrar el camino de la gestión cultural y sentí entonces la necesidad de especializarme en lo que ya estaba haciendo, en lo que ya estaba inmerso, por ello hice una maestría en gestión y desarrollo cultural. He dirigido y actuado en algunas obras, he realizado producción, escenografía, vestuario y principalmente iluminación teatral. Llegué a hacer música para tres o cuatro obras. Cuando recién llegué a Colima compuse la canción tema para una obra que estaba produciéndose. ¿Cuáles son los mayores retos que has encontrado en el proceso de autogestión del aprendizaje? El reto más interesante y el que más me ha apasionado ha sido buscar permanentemente inquietar a la gente que está a mi alrededor en esta necesidad de cuestionarnos si debemos o no seguir dependiendo de los presupuestos oficiales. El desafío ha sido siempre hacerlo incluso dentro de la gestión públi-
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Por Alondra Berber
La viabilidad de la autogestión en el proceso de desarrollo artístico y cultural en Guerrero.
ca, porque he estado siempre en ella, ¿cómo le dices a la gente estando en el servicio público que hay que buscar otras alternativas sin que parezca que les estás cerrando las puertas? ¿Cómo percibes la actitud de los artistas frente al tema de la gestión cultural? Es muy heterogéneo, sería difícil generalizar. Puedes encontrar gente que vive de las becas brincando de un programa a otro y que en realidad ha aportado muy poco, artísticamente hablando. Puedes encontrar también creadores que viven permanentemente del presupuesto, que se instauran y enquistan en determinados programas y que no los sueltan y que tienen –hay que reconocerlo– una increíble habilidad para hacerlo, para manipular presupuestos, voluntades políticas y crear en torno suyo un número considerable de seguidores, pero también hay otro tipo de creadores o gestores culturales que han ido aprendiendo la autogestión, que han ido aprendiendo a abrirse espacios por cuenta propia, buscando recursos no solamente de las becas que otorga el Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico de los Estados que todo mundo conoce como FECA o FOECA porque hacen alusión al fondo que es un instrumento financiero y se pierde un poco de vista lo que es el programa. Todos estos fecarios o foecarios se han acostumbrado a vivir de eso, pero hay algunos que han hecho uso de estos programas y que posteriormente han generado proyectos autogestivos. Un ejemplo es el Rinoceronte, un grupo de teatro de Jesús Corona de San Luis Potosí, que ya tiene su propio recinto hecho con una enorme inteligencia que puede servir como un espacio multifuncional y que se ha legitimado logrando posicionarse en su entorno. La lista es muy larga. Estamos hablando de treinta y dos entidades federativas donde los creadores, artistas y gestores han ido desarrollando diversas formas, métodos y herramientas para buscar espacios. Arte que no es visto quién sabe qué sea. Al menos en Guerrero, académicamente hablando, estamos muy atrasados, ¿qué rol ha jugado la educación en tu vida y en tu desarrollo como artista y gestor cultural? Ha sido fundamental. Cuando uno estudia tiende a rechazar un poco lo que están enseñando los maestros, tiendes a pelear o a menospreciar algún sistema. Cuando eres joven crees que puedes comer el mundo y que eres la vanguardia. Conforme vas creciendo y madurando te das cuenta que lo único que te dieron en la universidad fueron herramientas necesarias para andar por el camino y que el camino tú lo tienes que hacer; para mí han sido muy, muy valiosas. Me encanta llenarme la boca con todas las letras y decir que estudié la licenciatura en Literatura dramática y teatro en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Posteriormente me encaminé hacia la gestión cultural de una manera no profesional ya que la gestión cultural es un campo en construcción. Hay pocas escuelas donde se ofrece la profesionalización, por lo que vas aprendiendo sobre la marcha con muchos errores. Lo más importante para mí fue acceder posteriormente a una maestría que me permitió sistematizar toda la experiencia que había acumulado y abrir por mucho el panorama que tenía sobre la gestión y las políticas culturales. Estoy enormemente agradecido con la especialidad que estudié en la Universidad de Coahuila, aprendí mucho de maestros valiosísimos, aunque varios de ellos no saben lo que es la gestión cultural. Ésa es la paradoja. Algunos de los maestros que están en las universidades no han trabajado la gestión cultural, son antropólogos, sociólogos, que estudian la cultura desde el gabinete, pero pocos de ellos han vivido la experiencia de los que hemos estado detrás de un escritorio o dándole vida a un proyecto. Un ejemplo sería Lucina Jiménez, una chulada de mujer a la que admiro inmensamente y que además de ser una gran académica es una gestora cultural que siempre ha estado en la línea de la gestión y que ahora a mi gusto es la vanguardia con los proyectos que está haciendo en México como CONARTE, ha hecho una gran labor en muchas ciudades que tienen conflictos por la delincuencia como Ciudad Juárez, Tapachula, D.F. y que está haciendo ahora una plataforma internacional. Es un proyecto muy importante. De hecho, yo afirmaría que el discurso de los actuales funcionarios de CONACULTA tiene mucho que ver con el trabajo que ella ha realizado, es posible que le hayan comprado la propuesta de hacer
cultura con responsabilidad social, una cultura que tienda a la reconstrucción del tejido social. ¿Cuáles son las causas o grupos vulnerables que más te sensibilizan a la hora de hablar de retribución social? Estamos llegando a un momento como país en el que todos los grupos ya somos vulnerables; el que es rico porque es rico y en cualquier momento es susceptible de ser secuestrado, con consecuencias nefastas, el que es pobre porque no tiene qué comer y se destierra; se va de su tierra o es cortado por el crimen. Hay condiciones de vulnerabilidad para todos. Todos esos grupos podrían o deberían en un momento dado ser abordados, no importa si es una persona que tiene para pagarse un boleto para ir al teatro o si eres habitante de una colonia popular y no tienes para pagar un boleto de ese tipo. Todos los grupos son vulnerables. Como país estamos en un alto grado de vulnerabilidad. Considero que ya no tenemos marcha atrás, o cambiamos el sistema o ya no queda mucho futuro; no el gobierno, necesitamos cambiar el sistema político mexicano, debe cambiar o lo va a cambiar a punta de chingadazos la gente que está levantándose. Es algo preocupante. Por ello no creo que debamos ahora hablar de grupos vulnerables o de “ellos” y “nosotros” Tendríamos que nosotrificarnos para empezar a hablar de nosotros como nación, aceptando las diferencias. Puede parecer muy pesimista mi visión de este país pero, si se dan cuenta, el problema que tenemos es sistémico. Podríamos hablar de veinte mil problemas como la marginación, la migración, la violencia de género y el bullying, pero todas esas cosas son síntomas, no problemas; el problema es que los que están en el gobierno, los medios de comunicación e incluso nosotros tendemos a exponer estos asuntos como si fueran el problema. Si abordas el bullying como un problema, si abordas la violencia como un problema o a los adolescentes sicarios como un problema no vas a encontrar nunca la solución, concibes los síntomas, pero no estás viendo el problema de fondo. Necesitamos cambiarnos el chip y abordar la problemática de una manera seria. Entonces, los grupos que más me motivan a trabajar son todos, en este momento no podemos negarnos los unos a los otros, es lo que hemos estado haciendo y por eso en este momento nos encontramos divididos en todo y en nada. Te voy a comentar una anécdota de algo que hacía que cuando estaba en CONACULTA me vieran un poco mal, sobre todo las autoridades, cuando iba como funcionario de Conaculta como Director de Vinculación con Estados y Municipios a la ceremonia de entrega del PECDAG, FECA o FOECA estaban las autoridades oficiales, en algunas el gobernador, en otras el secretario de cultura, el diputado y cuando me tocaba hablar a los creadores que habían sido beneficiados con ese estímulo les recordaba que ese dinero no era del señor Gobernador ni de los señores diputados o de la federación, que ese dinero es un recurso del pueblo, entonces no era el gobernador ni el secretario o la cámara de diputados quien se los daba sino el pueblo y los invitaba a que tomaran en cuenta ese pequeño dato para que una vez que terminaran sus trabajos, su poemario, sus obras de teatro, coreografías, composiciones o lo que fueran a hacer durante ese año que iban a disfrutar del estímulo lo regresaran al pueblo, que llevaran a las plazas públicas y comunidades conciertos, talleres, muestras de trabajo porque era el pueblo el que les iba a permitir trabajar sus proyectos, no el gobierno. Esto no les gusta a los funcionarios, pero no lo decía por pose, ¿quién se atreve a decirme lo contrario? En un taller que impartiste en Guerrero hablabas de resiliencia, ¿cuál es el papel del arte en momentos de emergencias psicosociales? Los estudiosos de la resiliencia hablan de que los seres humanos son susceptibles de ser resilientes, es decir, de tener esta capacidad de reconstrucción después de pasar por un suceso traumático, como lo que ocasionan los desastres naturales que –siempre repito– no son desastres naturales sino sociales, ocasionados justamente por la corrupción o bien, la inconsciencia de la gente que tira basura en los arroyos o que construye con permiso de autoridades corruptas cerca de las áreas de reserva o que resecan humedales como barra vieja para hacer construcciones y como el agua tiene memoria tarde o temprano vuelve a pasar por ahí.
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No son desastres naturales y lo que El reto pueden causar son desastres sociales. más interesante La resiliencia es, decíamos, esta posiy el que más bilidad de salir adelante, no sabemos qué la detona en los seres humanos; me ha apasionado los especialistas no lo explican a fondo ha sido buscar todavía, pero indican que los recuerdos permanentemente agradables, las vivencias positivas o los aprendizajes son lo que nos permite inquietar a la gente poder reconstruirnos de dentro hacia que está a mi afuera y salir adelante y el arte o las bealrededor en esta llas artes tienen mucho que ver, ya sea que las utilices como arteterapia como necesidad algunos artistas escénicos, los bailaride cuestionarnos nes, las actividades de risoterapia, etc. si debemos o no o desde la perspectiva creativa. Lo que nos falta en general, en el país, aunque seguir dependiendo hemos tenido muchos avances, es cade los presupuestos pacitar a aquellos talleristas, creadores, oficiales. artistas o maestros que intervienen en momentos de contingencia en materia de resiliencia para que sepan cómo generar actividades o talleres adecuados. Esto lo aprendimos en Tabasco en la inundación del 2007; intervenimos casi masivamente todas las áreas de CONACULTA, sobre la marcha nos dimos cuenta de que no estábamos preparados para intervenir en momentos de contingencia. Para empezar, habíamos generado actividades que estorbaban a la intervención del ejército que tiene todo un protocolo armado. La intervención cultural no ha generado sus protocolos para saber en qué momento actuar. Si entras en la etapa de salvaguarda estorbas a las diferentes unidades que están trabajando, tienes que entrar en la siguiente fase de estabilización, pero con herramientas. No es lo mismo intervenir en tu casa de cultura, con tu mesita, en tu salón o patio cada semana a ir a los albergues a trabajar con los niños o adultos en condiciones de emergencia. Es fundamental aprender técnicas resilientes para poder generar talleres y actividades al intervenir en casos de emergencia. Es parte de la profesionalización de los talleristas o debería serlo.
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¿Nos podrías hablar de tu paso por CONACULTA? Mi paso por CONACULTA fue una experiencia muy enriquecedora. Ingresé en el 2006 por concurso, no fui designado, obtuve mi plaza por el Sistema Profesional de Carrera que a la fecha lanza convocatorias a las que puedes inscribirte libremente –siempre y cuando cumplas el perfil de la plaza vacante– y concursar. Pasamos diversas etapas y al final quedamos tres finalistas, fuimos entrevistados por una comisión que al final determinó quién ganó la plaza, aunque también la pueden declarar desierta. En abril de 2006 ingresé como Director de Vinculación de Estados y Municipios; fue una experiencia que me permitió aprender mucho de la gente con que me tocó colaborar y trabajar, mismas que tenían mucha experiencia y de quienes aprendí muchas cosas. Tuve la fortuna –y ahí radica lo que debo a CONACULTA, al programa– de que me permitió conocer mi país, no en su totalidad porque este país es inmenso. Ya lo había recorrido en mis años mozos de punta a punta, de mochilazo como sólo se puede hacer de joven. Dormíamos en una hamaca donde nos agarraba la noche o tendíamos una tienda de campaña. Los tiempos eran otros. Podías todavía tomar aventón, recuerdo que tomábamos aventones en el norte, en camiones, camionetas, podías agarrarlo desde frontera corozal allá en Chiapas hasta Bonampak sin ningún problema. Lo más que te podía pasar es que te parara la migra, te identificara y ya. Lo hice y lo disfruté muchísimo. Ya con CONACULTA fue una cosa muy chistosa porque me tocó viajar por esos lugares, incluso donde acampábamos pero ya con viáticos y hotel pagado porque ya eres un funcionario, te mandan en camioneta. Me reía de mí mismo y me decía “quién iba a decir que ibas a regresar después de que llegaste aquí greñudo, sin rasurarte, después de estar una semana en la selva y comer lo que podías en el mercado”. Es paradójico pero es muy padre. Ves el
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país desde otra perspectiva. El programa mismo me pidió ir a varios municipios donde se hacían las dictaminaciones del Programa de Desarrollo Cultural Municipal y conocer a gente de diversas regiones, sus formas de pensar y ver el mundo, y, principalmente qué es lo que querían hacer y su percepción de la política y el desarrollo cultural. Aprendí muchas cosas, desafortunadamente nunca pude incidir los cambios y adecuaciones desde la perspectiva en que los veía porque el tiempo que estuve fue muy corto para poder hacer ese tipo de cosas. Fotos: Luis Vargas Para mí fue maravilloso hasta que decidí que ya no tenía nada que hacer allá ni en DF, me parecía una ciudad maravillosa, cosmopolita donde puedes hacer muchas cosas, vivir muchas cosas, pero ya no quería vivir en ciudad de México. Así que llegó un momento en que di las gracias y vine para acá (Colima). ¿Cuáles fueron los principales dilemas éticos que enfrentaste al iniciar tu carrera como funcionario de la cultura? Los principales dilemas éticos. ¡Guau! Esa sí es una pregunta. En este país cuando eres funcionario público estás permanentemente expuesto al sistema, no al gobierno, ojo. He trabajado para perredistas, panistas, priistas, para los que son un revoltijo de todos ellos que es lo que tenemos actualmente en el país, pero absolutamente todos más lo que inventen en el siguiente periodo son hijos del sistema y funcionan de acuerdo al sistema. Todos quieren ocupar un cargo político o un puesto de elección para seguir trabajando por el sistema y para el sistema. Nadie plantea un cambio de sistema. Hace rato me preguntabas cuáles fueron mis retos y yo te decía justamente eso. Tratar de mostrar a la gente que el poder lo tienen ellos, con esto que decía a los creadores que, esa administración que iban a recibir durante un año no se las iba a dar el gobernante, se la iba a dar el pueblo porque el pueblo es el dueño del erario público. Es un verdadero reto seguir manteniendo esta postura cuando estás dentro del sistema y todo el mundo te pide ser institucional. Ya nadie entiende lo que significa ser institucional o más bien, tiene una connotación que el sistema ha ido construyendo; esto es bien interesante porque el sistema mismo ha ido cambiando este gran sistema memético que es nuestra lengua, entonces las palabras han adquirido el significado que el sistema les quiere dar. Ser institucional para el sistema significa ser leal a la persona que está al frente, no a la institución. Se pierde de vista la institución, así como su función y razón de ser y se pide lealtad incondicional al jefe y eso significa ser “institucional”. El verdadero problema ético es cómo le eres fiel a la institución y no al que en ese momento está ejerciendo el poder, cómo haces para trabajar a favor de los objetivos, de la razón de ser de la institución como la que enseña, la institutriz –porque eso significa, instituye, forma y conforma–, no al funcionario en turno. Eso es un dilema ético muy pero muy cabrón cuando estás en la administración pública y sobre todo cuando piensas como yo pienso. Sólo imagina decir frente al gobernador que el dinero que estamos dando no es ni de él ni del presidente de la República. Yo siempre tenía mi renuncia en el bolsillo. El desafío es trabajar en esas condiciones sabiendo que eres más vulnerable que esos que consideras vulnerables, que esos grupos para los que utópicamente quieres trabajar, porque de acuerdo al sistema estarás solo y siempre te quedarás solo y eso es lo más importante que tienes que saber. Mientras seas un funcionario tendrás muchos amigos, todos los amigos del mundo, pero a la hora de tomar decisiones verdaderamente trascendentales es posible que te quedes solo o con muy pocos amigos, con los verdaderos. Es un reto y un desafío porque acuérdate de lo que dicen: vivir para el sistema no solamente es un error, en estos tiempos es un horror.
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Eres hijo de un ícono de la pintura en el país, ¿cómo fue para ti crecer en un contexto marcado por el arte? o crecí realmente en un contexto marcado por el arte. Oí hablar de que era hijo de un pintor muy importante pero realmente crecí con mis abuelos en Petatlán Guerrero, en la Costa Grande, mientras mi padre estaba viajando por todo el mundo. Nunca fue para mí un conflicto o un problema. Me siento incluso más influido por mis abuelos que por mi padre y siento que esas son las influencias que mi padre tiene, pero yo las mamé de la fuente directa. No pasaron por el tamiz de mi padre. Nos entendemos bien justamente por eso. Nunca hemos tenido un conflicto generacional, por ejemplo, porque los dos mamamos de la misma fuente. Alguna vez rompimos relaciones –como es normal–, cuando yo tenía diecisiete años me fui de casa para agarrar mi propio camino. Trabajé de todo; de chofer, de cajero, de mensajero. A veces tenía que tocar también para llegar de un punto al otro porque no tenía para mi pasaje. Hice de todo. Nunca dejé ni mis libros ni mi guitarra. Fue lo único que siempre me acompañó. Me salí de mi casa con tres trapos, una guitarra y una cajita de libros. Antes de venir a Colima, empaqué y regalé una gran cantidad de cajas de libros que supuse ya no necesitaría o ya no valdría la pena que vinieran conmigo, algunos porque estaban repetidos y otros porque cuando eres estudiante compras la edición de Sepan Cuántos o de Austral y cuando tienes un poco más de dinero compras la edición de Aguilar o utilizas esos para dar clases y en tu biblioteca tienes el Aguilar. Convoqué a mis alumnos y ex alumnos para que se llevaran lo que les pudiera servir. Cuando estaba en mi departamento recordé esto, no sé por qué me vino a la mente ese recuerdo de que me salí de casa con mi guitarra, una mochila pequeña y una cajita de libros y en esa caja de libros una más pequeña donde venían mis pinturas que es la que mi padre me había regalado. Nunca más volví a dar una pincelada de nada. Pese a que tengo cuatro años de haber llegado a Colima hay cosas que no termino de sacar de las cajas. ¿Cuáles son las principales necesidades que encuentras en Guerrero respecto al desarrollo artístico? Tu pregunta pasa por la visión que tengo y en la cual he estado insistiendo, misma que seguramente me llevará a estar un día en mi hamaca solo –y no en mi torre de marfil–, debajo de mi ciruelo y mi tamarindo diciendo “es que era el sistema, yo siempre les dije que era el sistema” y creo que esta pregunta que me haces tiene que ver con eso. Al sistema no le interesa tener escuelas donde se profesionalicen los artistas. Dime tú qué escuela de arte tenemos en Guerrero. En el Estado no tenemos licenciaturas en música ni danza, posiblemente la licenciatura en letras mediante la Universidad Autónoma de Guerrero donde tenemos a gente como Gela Manzano que tiene un doctorado. Hasta donde sé no tenemos licenciatura en artes. No hay un Instituto Guerrerense de Bellas Artes. Tampoco es –creo yo– obligación de la Secretaría de Cultura de Guerrero generar estos programas de profesionalización y viene un problema muy interesante, una pregunta de investigación, ¿sería obligación de la Secretaría de Cultura generar programas de profesionalización o de la universidad? ¿De quién es la obligación? ¿Quién tiene esa función? ¿Quién tiene esa facultad? Mientras no exista para el sistema este interés vamos a tener que nuestros mejores artistas se van. Dos pintores famosísimos de Guerrero: Leonel Maciel y otra pintora connotadísima de Guerrero. José Agustín, ¿dónde se hizo? Al no haber un mercado de consumo cultural, de consumo de Arte en Guerrero tampoco puedes mantener ahí a todos los artistas, aquellos que aspiren a otra cosa terminarán yéndose de Guerrero, que a mí me parece bien, el problema es que luego sus productos no regresan y no circulan, ahí sí estaríamos hablando de la obligación de la Secretaría de Cultura respecto a saber quiénes son los guerrerenses que están dispersos en todo el mundo y eventualmente tenerlos trabajando para la comunidad para formar artistas. Si no tenemos escuelas de profesionalización artística, puedes traer a Leonel Maciel, a Carlos Maciel a que den un taller de pintura o de grabado por dos o tres meses, puedes traer a José Agustín para que tenga una residencia de tres
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meses con escritores, a Martín Zapata para que tenga una residencia con teatreros, me podrías invitar a mí para dar algo sobre teatro, gestión cultural o políticas culturales, pero no hay este interés y mientras no haya esta voluntad política no los vamos a tener, entonces, el sistema prefiere en lugar de generar este movimiento cultural hacer el concierto de “x” artista que tú me digas. Y no sé qué tanto deja eso, cuál es el verdadero impacto al desarrollo cultural gastar “x” millones de pesos en un concierto. No estoy negado a eso, me encanta, he organizado festivales y hemos traído artistas de nivel mundial, pero hay que valorar y poner en una balanza qué es lo que importa y puede realmente tener un impacto. Es lo que pienso respecto a qué haría falta para tener esta profesionalización. Si no se pueden hacer licenciaturas en artes por lo menos se podrían hacer diplomados o residencias constantes, articuladas, que permitan el desarrollo de las distintas disciplinas artísticas. Tenemos gente interesada en hacer teatro, por supuesto que los tenemos, gente interesada en hacer artes plásticas, gente interesada en hacer letras. Todos son artistas. No necesitas un título universitario para ser artista, eres un creador, pero vamos viendo qué nivel tienes y cuáles son tus posibilidades de desarrollo en el entorno para que no te veas obligado a emigrar, para que no perdamos como el país pierde a los grandes cerebros que se nos van al extranjero, para no perder a nuestros artistas podríamos hacer programas de desarrollo cultural, de profesionalización artística y cultural en el Estado de Guerrero para lo cual habría que hacer un programa, las producciones presupuestales del caso, los convenios y los acuerdos con medio mundo. Hay una plataforma de servicios que tienen CONACULTA y Bellas Artes que no estamos aprovechando en Guerrero. Entonces, ahí la pregunta tiene dos filos; me preguntas qué haría falta para la profesionalización de los artistas, pero también tendríamos que hacernos una pregunta: ¿qué hace falta para que tengamos autoridades culturales? ¿Cuál es el perfil que deberían tener nuestras autoridades culturales que son, en última instancia, las responsables de las políticas culturales y que cobran un recurso que
es de todos, un salario del dinero que es de todos y que por lo tanto están obligados a dar el mejor servicio dentro de sus posibilidades a la comunidad cultural de Guerrero y en general a los guerrerenses? No podemos seguirnos tapando los unos a los otros. Algo tenemos qué hacer.
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Es fundamental aprender técnicas resilientes para poder generar talleres y actividades al intervenir en casos de emergencia. Es parte de la profesionalización de los talleristas o debería serlo.
¿Cuáles son las competencias que deben generar o reforzar los creadores para favorecer su autonomía? ¿Qué tendrían que hacer los artistas para dejar de estar buscando la beca/teta? Habría que cambiarles el chip porque ellos fueron creados por un sistema y creen que papá Gobierno está obligado a darles. La mayoría de los creadores, en particular del Estado de Guerrero, no han sabido desarrollar proyectos culturales, no han sabido generar marketing cultural ni campos culturales, ¿qué es un campo cultural? Según Pierre Burnett es aquel en donde tenemos la creación de un producto, los agentes que hacen que circule el producto y aquellos que lo consumen. Todos son agentes de ese campo cultural. Es lo que necesitamos que haya en Guerrero. Necesitamos diseñar programas de turismo cultural y no sólo de turismo de playa, también tenemos grandes valores culturales que podríamos vender al turismo de todas partes, incluso al nacional, ¿cómo haces eso? ¿cómo generas estos campos que permiten que haya producción, circulación y consumo de arte? Ahí es donde entran los gestores culturales que diseñan e instrumentan las políticas culturales deben estar en la Secretaría de Cultura y si no los tiene, los debe formar. A lo mejor no es su obligación generar licenciaturas en teatro, en danza, en música, en pintura, etc., pero sí lo es generar cuadros en la gestión porque son ellos los responsables del diseño y la instrumentación de las políticas de desarrollo cultural y para eso tienen recursos, ¡ojo! Lo primero que tiene que hacer un artista es aprender a hacer proyectos culturales, aprender cuáles son los ejes de la política pública, los ejes de la política cultural donde pueda sustentar sus proyectos y cómo puede ir construyendo campos culturales en donde haya intercambio y circulación de productos y mercancías. Lo que también tiene que hacer un artista, creador o gestor cultural es saber qué está pasando en las políticas públicas, echarse un clavado en el Presupuesto de Egresos de la Federación que es un decreto de ley que sale cada año y nos dice “hay tanto para este rubro, tanto para este, tanto para este, al Estado tal le llegarán tantos millones para esto, tanto para esto y tanto para esto”, entonces el artista puede decir que quiere un proyecto en función de ello y si te dicen que no hay dinero ya puedes argumentar que leíste en el PEF que iban a llegar tantos millones de pesos para desarrollo cultural y solicitar que se te informe en qué lo han gastado porque por ley tienes derecho a saberlo y también el artista debe saber buscar otras puertas, no sólo las de la Secretaría de Cultura, también está la iniciativa privada. Hay diversos programas o leyes fiscales que permiten que la iniciativa privada haga aportaciones al desarrollo cultural o desarrollo artístico, deben saber qué tienen qué hacer para conseguir ese tipo de recursos, cómo hacer una asociación civil, cómo hacer una donataria, son cosas que tienen que saber realizar. La comunidad cultural también tiene que saber que existe el Banco Interamericano del Desarrollo, la Comunidad Europea, la Alianza Francesa, en fin, veinte mil fundaciones, asociaciones y organizaciones europeas que otorgan recursos para el desarrollo artístico y cultural, para el trabajo en comunidades. Recursos hay, lo que
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no tenemos son proyectos y como dice Lucina Jiménez –repito, esta gran señora que tenemos en la gestión cultural en México–: “Proyecto llama dinero”. Existe una iniciativa por parte de la Dirección de Fomento a la Cultura para crear la primera Escuela de Iniciación Artística de Acapulco para niños y jóvenes, en coordinación con el Instituto Nacional de las Bellas Artes. ¿Qué opinas del proceso llevado en Guerrero para iniciar la profesionalización desde esa fase de formación? Es un CEDART seguramente. Es terrible que en Guerrero no tengamos un SETDART cuando todos los Estados tienen uno, pero es un bachillerato, una iniciación. Con el nuevo programa le van a quitar la secundaria y va a quedar sólo el bachillerato. Es fundamental, incluso las autoridades de la Secretaría Federal de Educación Pública lo están manifestando, no sé si esto va a convertirse en acciones concretas o sólo en declaraciones pero están hablando de la necesidad de reincorporar a las escuelas primarias actividades artísticas, mismas que antes había, yo las disfruté, fui llevado de niño a conciertos de piano y obras de teatro, antes había esa posibilidad. Se perdió. Ahora, la pregunta es: ¿quién va a dar esa educación artística en las escuelas? ¿Los maestros que tenemos ahorita? Líbreme Dios. Otra vez el sistema. Ya vimos que hace falta, se tiene que generar un programa y los proyectos correspondientes para resolver una problemática, un malestar social, pero ¿quién lo va a hacer y cómo? ¿quién va a capacitar a esos maestros? Lucina Jiménez hizo un programa de CONARTE, están capacitando a mucha gente en el DF e incorporando precisamente a las escuelas primarias donde ya se va a empezar a trabajar desde la perspectiva de las artes como un complemento importante y en el mismo nivel de las demás disciplinas, pero lo está haciendo Lucina Jiménez, en nuestro queridísimo Estado ¿quién lo va a hacer? Hablando de la oferta y la demanda, no hay consumo de arte –quizá debido al mismo atraso que existe en Guerrero–, generar artistas equivale al hecho de que van a estar profesionalmente preparados pero su producto no va a ser consumido. No existe todavía el campo cultural. Necesitamos generar el campo donde haya quien diseñe y produzca sus productos, llámale artes plásticas, artes escénicas, lo que tú quieras, ¿quién los va a hacer circular? ¿quién los va a consumir? Ahí es donde interviene o debe intervenir la Secretaría de Cultura para diseñar políticas culturales. No es posible que gastes no sé cuánto en hacer una galería que está vacía y que utilizas para dar cursos, ¿cuál es el programa de exhibiciones que tiene esta galería? ¿cuál es el público que esta galería ha ido formando? Si no lo hay entonces jodidos vamos a estar siempre. Debemos hacer entender a nuestras autoridades culturales que la infraestructura cultural no es el proyecto cultural, la infraestructura no es la cultura, es el contenedor, no el contenido, porque si no, entonces nos estamos gastando todo en infraestructura y al final no puedes sustantivar todos esos espacios que estás haciendo. Uno de los puntos que ha planteado Tovar y de Teresa en sus primeros discursos es no hacer más infraestructura, primero vamos viendo la infraestructura que tenemos y luego, si hay la suficiente previsión presupuestal para sustantivarla, porque si no, no tenemos dinero para pagar los programas que se van a llevar a cabo ahí. ¿Qué opinión tienes del nuevo titular de esta Secretaría y de los recortes presupuestales que se están manejando a cultura a nivel nacional? Tovar y de Teresa es un hombre que sabe, que conoce perfectamente las políticas culturales, hay que recordar que la mayoría de los programas que siguen vigentes para bien o para mal él los creó, los convenios de colaboración que existen entre CONACULTA y los Estados él los instrumentó en convenios
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que desde el 92 no han sido revisados. TieEs fundamental nes programas desde el 2002 y no ha habido cambios sustantivos. Obviamente urge aprender técnicas actualizarlos a la nueva realidad del país. Los resilientes para poEstados han tenido desarrollos diversos. Hay der generar talleres Estados que dependen mucho de CONACULTA como lo que puede dar a Guerrero y hay y actividades al Estados que han generado su propia política intervenir en casos cultural y que tienen recursos propios como de emergencia. Es Nuevo León, Jalisco y Guanajuato. Cuando Tovar y de Teresa se plantea esto es parte de la profeporque él sabe todo lo que se ha invertido sionalización de los en infraestructura, seguramente le informaron y la pregunta inteligente es la que talleristas o debería él se formula, ¿toda esta estructura está serlo. funcionando? ¿está operando? ¿hay programas sustantivos en esa infraestructura? ¿existen las previsiones presupuestales para que se utilice esa infraestructura o solamente inauguras un nuevo changarro y ahí se queda con tres o cuatro actividades al año? Cuando él se plantea esto también se plantea si tiene las condiciones para operar, si tiene personal capacitado. Me pareció una pregunta inteligente. Esto del recorte presupuestal es sistémico, otra vez me van a tildar de loco, pero no importa, es parte del sistema, así es, así funciona, desde el 2004, 2005, los diputados vienen cambiando la asignación presupuestal de cultura, entonces CONACULTA emite una cifra en su programa de egresos y la cámara de diputados la cambia y asigna otros tantos. Últimamente vienen asignando cuatro, cinco mil millones de pesos los diputados, la pregunta es ¿quiénes son ellos para asignar dinero a esos proyectos? Y la pregunta de investigación aquí –que creo que es válida– es ¿todo ese dinero que han asignado los diputados a proyectos se ha llevado a cabo? ¿esos proyectos han dado buenos resultados? Nadie lo ha valorado. Nadie le ha hecho esa pregunta a la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados. El recorte presupuestal es un juego, es parte del sistema, yo hago como que recorto aunque me van a mentar mi madre y tú haces como que asig-
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nas y así nos vamos y al final termina en dieciocho mil millones de pesos y aparentemente todo mundo conforme, pero son cifras, es la danza de las cifras. Nadie se ha puesto a pensar si realmente se necesitaba todo eso y de esos dieciocho mil, dieciséis mil o catorce mil millones de pesos ¿cuánto es para gastos de operación corriente y cuánto realmente es gasto sustantivo? No tenemos indicadores cualitativos para contrastar estas inversiones, para contrastar estas políticas, programas y los proyectos culturales que se han desprendido. Tenemos indicadores cuantitativos. Si tú pides un informe te van a decir “fueron tantos millones para esto, tanto para el otro” Sí, pero ¿cuáles son los indicadores cualitativos? ¿cuál es el impacto verdadero que todo esto ha ido generando? No lo tenemos todavía. A falta de voluntad política o institucional, ¿consideras viable la búsqueda de la profesionalización artística a través de la educación privada? Sí. De hecho tiene que ser una alternativa, incluso yo pensaría que es el momento para hacer alianzas. Tocábamos el tema del presupuesto, si las cifras presupuestales ya no alcanzan para la demanda que tenemos, hagamos alianzas, apliquemos la estrategia de ganar-ganar, si una parte de la educación privada está interesada en hacer proyectos culturales, trabajar en la generación de diplomados o actividades de profesionalización de los artistas de la comunidad, bienvenido, vemos qué pones tú, qué pongo yo, qué ponen estos, qué ponen los otros y así lograr sinergias que permitan el beneficio de la comunidad, de aquellos para los que trabajamos, así de simple. En Acapulco tuve el agrado de conocer a un hombre que es el dueño del Restaurante El Jaguar, de nombre Fernando, un hombre muy generoso, de buen apetito y con él hemos platicado en varios momentos de las iniciativas que ha llevado a cabo, no sé si los demás empresarios de Acapulco tengan el mismo entusiasmo que él tiene respecto a las artes y la pintura, pero alguien como él me parece magnífico y por supuesto, si hay posibilidades de hacer unión con él, con una universidad privada, con un grupo de restauranteros o con un grupo de taxistas es excelente, hay que hacer unión con todos, todos estamos en el mismo barco y no sé si se han dado cuenta, pero el barco se nos está hundiendo.