FOLKLORE y TRADICIÓN ORAL EN ARQUEOLOGIA Vol. III MEMORIAS DEL IV CONGRESO NACIONAL Y I INTERNACIONAL DE FOLKLORE Y TRADICIÓN ORAL EN ARQUEOLOGÍA
América Malbrán Porto, Enrique Méndez Torres Y Byron Francisco Hernández Morales
Coordinadores 2016 3
IV CONGRESO NACIONAL Y I INTERNACIONAL DE FOLKLORE Y TRADICIÓN ORAL EN ARQUEOLOGÍA Ciudad de Quetzaltenango, Guatemala Casa de la Cultura de Occidente Del 20 al 24 de Junio de 2016
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Folklore y Tradición Oral en Arqueología Vol. III. Memorias del IV Congreso Nacional y I Internacioal de Folklore y Tradición Oral en Arqueología/ Coordinadores América Malbrán Porto, Enrique Méndez Torres y Byron Francisco Hernández Morales, Centro de Estudios Sociales y Universitarios Americanos S.C. 2016. 523 p. il. Fotos; PDF.
ISBN: 978-607-95928-0-8
Primera edición: 2016
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Las opiniones expresadas en cada uno de los artículos son responsabilidad exclusiva de sus autores. Fotos de las portadas, páginas: 14, 130, 237, 275, 391, 413, 464 elaboradas por OMI, Itzel Orozco Moreno.
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INDICE Introducción
11 TRADICIÓN ORAL Y ARQUEOLOGÍA
Arqueología y Folklore del NO argentino en la obra de Adán Quiroga (1863-1904) María Alba Bovisio
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Historias de arqueólogos y algo acerca de sus razones y sin razones Luis Alberto López Wario
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Duendes Mecos y Chimecos. Percepción y memoria históricas en la Sierra Gorda Queretana Flora Leticia Isabel Salazar Ledesma y Elizabeth Mejía Pérez Campos
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APARECIDOS Y ESPANTOS 131 Un recorrido a través de las historias de espantos y leyendas del Cerro del Carmen, del Centro Histórico de la ciudad de Guatemala. María Saravia En La Huertona espantan. Tradición oral en Parras, Santa Rosa de Lima Byron Francisco Hernández Morales
148
De hechiceros y espantos: un ejemplo de resistencia religiosa durante la época misional en Baja California Sur, México. Armando de Jesús Romero Monteverde, Alfredo Feria Cuevas y Carlos Mandujano Álvarez
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Diego el nefasto amigo de los niños: Estudio sobre una leyenda guatemalteca Weagli Estuardo Veliz Casasola
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Los terribles hijos de Keraná. Los Espantos del Noreste Argentino América Malbrán Porto
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FOLKLORE E HISTORIA ORAL AMERICANA Superstición de las minas antiguas en el sur de la Sierra Gorda queretana Elizabeth Mejía Pérez Campos, Alberto Herrera Muñoz y Flora Leticia Salazar Ledesma
236
La Pintada: la presencia de “Los Antiguos” en Salitre de Estopila, Michoacán Esteban Gutiérrez Quezada
256
Los olores como referente de lo sobrenatural Enrique Tovar Esquivel
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DEVOCIONES Y RELIGIOSIDAD POPULAR Viejos de Corpus en Temascalcingo, Estado de México Minerva Rodríguez Licea
276
La fiesta de San Pedro Mártir en El Soconusco (Chiapas). Personajes de una celebración de origen colonial, organizada por la única cofradía sobreviviente Antonio Cruz Coutiño
306
La devoción a Jesús Nazareno de Candelaria en el ideario nacional de Guatemala camino a su centenario de consagración (1917-2017) Mario Alfredo Alvarado Vela
329
Ritual de petición y agradecimiento en la cueva de Tempaz, entre los nahuas del norte de Puebla, México Alberto Diez Barroso Repizo
349
Los rostros de los tastoanes: Las máscaras y su danza Ana Hurtado Pliego y Saúl Hurtado Heras
371
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COSMOVISIÓN RITUAL E IDEOLOGÍA La cosmovisión otomí retomada y adoptada por los mestizos de Tulancingo, Hidalgo, México Enriqueta M. Olguín CUENTOS, MITOS Y LEYENDAS Creencias, mitos e historias asociadas al nahualismo en el municipio de San Pedro Sacatepéquez del departamento de Guatemala Julio Alejandro Ajin Mutz
392
414
«Terminaré rebanándoles el sebo»: las narraciones del Pishtaco en el mundo andino Esteban Gutiérrez Quezada
431
La historia no contada del flechador al sol en Monterrey Enrique Tovar Esquivel
442
FOLKLORE EN EL NORTE DE MÉXICO Gerónimo y El Peñón del Diablo Tobías García Vilchis, Emiliano Gallaga M. y Víctor Ortega León
465
La explicación del material arqueológico en la tradición oral ralámuli (tarahumara) Edgar Adrián Moreno Pineda
480
Arqueología y Folklore en el Desierto de Sonora Víctor Ortega León
492
De cómo los objetos se transforman en leyenda: La Pascualita de Chihuahua Tobías García Vilchis y Nadia Giral Sancho
509
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Los terribles hijos de Keraná. Los Espantos del Noreste Argentino América Malbrán Porto1
A
rgentina tiene una gran extensión de territorio, por sus 2 780 400 km², es el país hispano hablante más extenso del Planeta, sin embargo pareciera que fueran muchos países en uno, algunos de ellos desconocidos en el exterior, ya
que generalmente lo asociamos con el estereotipo de la gente que vive en Buenos Aires, el porteño, con el tango… Una de estas regiones ignotas es el Noreste argentino comprendido por las provincias de Entre Ríos, Formosa, Chaco, Corrientes y Misiones (Fig.1). Donde predomina un clima subtropical cálido casi todo el año lo cual se refleja en florestas de selvas densas, subamazónicas y suelos rojos que manchan las faldas largas de las mujeres al andar. A esta región se le suma el sur de Paraguay y de Brasil ya que mucho del folklore que ahí existe proviene de los estados de Río Grande y Paraná, estos ambientes influyen de manera directa sobre la caracterización de los personajes míticos dadas sus características fisiográficas y climatológicas (Coluccio, 1993). Originalmente la región estuvo poblada, por indígenas guaraníes a los que se sumaron más tarde los europeos que fueron apropiándose del territorio. Esta fusión cultural ha dado origen a infinidad de mitos y leyendas, muchas de las cuales siguen vigentes en nuestros días, tanto como cuando se empezaron a relatar, algunos en época prehispánica y otros durante la Colonia. La gran mayoría de los habitantes de esas tierras son de habla guaraní y, naturalmente, muchas creencias y supersticiones son propias de su carácter y de su pasado.
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Centro de Estudios Sociales y Universitarios Americanos S.C. (CESUA)/Faculta de Filosofía y Letras. Universidad Nacional Autónoma de México. amalbranp@archaeologist.com
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Fig.1. Noreste argentino comprendido por las provincias de Entre Ríos, Formosa, Chaco, Corrientes, y Misiones
A pesar del avance económico que se vive en otras partes del país como las capitales de las provincias, entre las que podemos contar a Buenos Aires, Rosario o Mendoza, las regiones rurales de la Argentina están plagadas de mitos y leyendas que todavía hoy son recordados y creídos por gran parte de la población, son éstas las que han dado origen a un vasto folklore nacional, producto del sincretismo motivado por las diferentes corrientes étnicas que han poblado el área. La grandiosidad de la campiña, las extensiones de territorio, así como la exuberancia del paisaje tropical, propician la presencia de seres míticos que tienen su aparición en horas claves como la siesta, sobre todo en los pesados días del verano donde las temperaturas 213
pueden llegar a rebasar los 35°C, o bien se aprovechan de la posibilidad de movimiento que les brindan las sombras de la noche. La mayoría de estas creencias y supersticiones están fundadas en el miedo. Existe una legión de seres sobrenaturales que sostienen su imperio en el terror. Tienen su guarida en lo profundo de la selva, en la espesura del monte, en las barrancas de los ríos, en las corrientes y en los remolinos de las aguas, en el mismo aire que se respira. Algunos aparecen de imprevisto y paralizan de terror a aquellos que son sorprendidos, llegando a enloquecerlos. Otros son vengativos, sanguinarios, violentos y jamás tienen piedad de sus víctimas a los que llevan a la alucinación y a la muerte (Coluccio, 1991:150). Es común que estos seres aparezcan en los momentos en que la gente se encuentra más desamparada. Por lo mismo no se recomienda aventurarse solo en la espesura del monte o viajar durante la noche, ya que es muy probable que uno pueda ser sorprendido por alguno de estos personajes, verdaderas encarnaciones del mal. Para salvarse, será imprescindible poseer una enorme Fe, que en muchos casos, tampoco llega a ser suficiente. La creencia y superstición popular le ha dado forma a los fenómenos naturales, encarnándolos en un sinnúmero de estos seres de apariencia humana o animal, sin embargo otros muchos no tienen representación definida, son sombras inasibles, amorfas, que nadie puede ver pero sí se llega a “oír” su presencia (Benítez, 1963:371; Coluccio, íbid.:160-161). En su afán catequizador, el sacerdote europeo en lugar de negar y terminar con estos mitos, les buscó similitudes cristianas. Enseñó al indígena y al esclavo negro a conjurarlos con la oración, la cruz y el agua bendita. Elementos fundamentales en los rituales que, paradójicamente, son llevados adelante por brujos y curanderos locales, para erradicar o alejar los males que su presencia puedan causar (Benítez, íbid.:372). Muchos de estos mitos actuales son el fruto de la transculturación, donde se fusionaron tradiciones, leyendas y supersticiones, europeas, africanas e indígenas (íbid.:371). En el caso de los componentes africano y europeo se dio un "trasplante" de elementos folklóricos trasladados desde su ámbito geográfico y cultural original, por sus propios creadores y actores, a este nuevo ambiente, donde fueron cultivados de manera personal 214
o en el seno de los círculos familiares, entre amigos y compatriotas, perdiendo, algunos de sus rasgos originales y mezclándose con elementos autóctonos. Paulatinamente esta nueva generación de mitos se fue extendiendo por gran parte del territorio Argentino llegando a cruzar las fronteras, de ahí que encontremos relatos similares en los países cercanos como Chile, Brasil, Bolivia o Paraguay. En no pocos casos estos relatos en los que aparecen seres con connotaciones fantásticas, sirven de freno, de contención para que el individuo no haga nada fuera de las normas sociales, de la moral establecida y que parece ser fijada por el temor universal, que invade al hombre ante la sensación de impotencia, de su pequeñez frente al espectáculo magnífico e imponente de la naturaleza que lo rodea (Rosemberg, 1954:87).
Los espantos
Ese es el dominio de los monstruosos hijos de Keraná. Se cuenta que Keraná, hija de Marangatú, uno de los espíritus del bien. Era una joven de gran belleza. Sus ojos tienen el brillo del movimiento de las aguas cuando juegan con el sol. Sus delicadas manos existen sólo para las caricias. Esta hermosa criatura pasaba la mayor parte de los días durmiendo, por esta razón le pusieron ese nombre, que significa dormilona. La belleza y bondad de Keraná trasciende, hasta que su fama llega a oídos de Taú quien era un espíritu maléfico (Colman, 1929; Rivarola, 2007). Desde lo más oscuro de las sombras, Taú se dedica a observar a la niña. La mira con deseo, con pasión lujuriosa. La observa para encontrar sus puntos débiles y poseerla. La quiere para sí y está dispuesto a todo para conseguirlo (ídem.). Taú se había quedado enamorado de ella y para conquistarla se transformó en un apuesto joven. Lleva una flauta mágica que hace sonar junto a la hamaca donde duerme Keraná, quien despierta y se sorprende de ver al joven. Nunca antes había visto un hombre tan hermoso. Keraná, hechizada por la música, la mirada, la sonrisa y sus palabras, lo escucha con placer, embelesada. Más tarde el joven sigue su camino dejando extasiada a Keraná. 215
Con su nueva apariencia Taú la visita por siete2 días consecutivos, tratando de conquistarla con regalos y bellas palabras. En el último día, intenta raptar a la joven, por lo que Angatupyry (el espíritu del bien) se ve obligado a intervenir para evitarlo. Para ello se enfrenta en una lucha con Taú que dura siete días. Finalmente, haciendo uso de artimañas Taú vence a Angatupyry (ídem.). Viendo el camino libre va al encuentro de Keraná. Desde su disfraz de hombre inocente, por primera vez le habla con lascivia, de sus deseos más recónditos. Se desenfrena haciéndola protagonista de los placeres carnales que él imagina. La niña pretende resistirse pero Taú, conducido por sus propias ansias, se muestra ante ella con toda su fealdad, convirtiéndose de pronto en el terrible monstruo que es. Es entonces cuando decide llevársela a la fuerza. Keraná grita y toda la tribu acude a su llamado. Taú se aferra a su presa y huye enceguecido. Nadie puede detenerlo (ídem.). Taú conduce a la niña a su inaccesible morada y la disuade de intentar escaparse. -¡No lo intentes, morirás si pretendes irte!- le dice con su voz de trueno. Taú, a partir de entonces sacia su sed de placer en el joven cuerpo de Keraná. Sometida, la niña llora desconsoladamente y su llanto enfurece aún más al terrible espíritu del mal (ídem.). -¡No seré tuya jamás!- grita Keraná cada vez que el monstruo la posee, pero el grito es apagado por los ensordecedores gruñidos de Taú. Tras el rapto, la gente le implora a Arasy, la Madre del Cielo, la diosa de la Luna, que interceda para poder rescatar a Keraná. La indignación y el estupor han invadido a la gente que ahora pide un castigo ejemplar para el raptor desalmado. Arasy escucha los ruegos y maldice a Taú, lo maldice para toda la eternidad y maldice a toda su descendencia (ídem.). Siete lunas han pasado desde aquel día aciago en que Keraná fue raptada por el malvado. Siete lunas han observado pálidas de espanto la desesperación de la niña. Ahora Keraná está dando a luz. Ella espera un niño, pero la maldición de Arasy le ha hecho engendrar un 2
El siete es un número sibólico para los guaraníes.
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monstruo. A partir de este momento Keraná, asediada permanentemente por Taú, parirá un hijo cada siete lunas. Todos sietemesinos. Todos fenómenos deformes. Todos malvados. Así nacen los siete monstruos de la mitología guaraní (ídem.), estos son: Teyú Yaguá, dios o espíritu de las cavernas y las frutas. Mbói Tu'i, deidad de los cursos de agua y las criaturas acuáticas. Moñái, dios de los campos abiertos. Yasy Yateré, deidad de la siesta, único de los siete en no aparecer como un monstruo. Kurupí, dios de la sexualidad y la fertilidad. Ao Ao, deidad de los montes y las montañas. Luisón, dios de la muerte y todo lo relacionado con ella.
Al nacer el último hijo de la pareja apareció en el cielo una señal de advertencia para que los hombres se cuiden de estos engendros: las Pléyades. Al parecer el mito quiere asociar el castigo a las siete penas que, de acuerdo con los guaraníes, marcan a la humanidad: el miedo, el dolor, el llanto, el hambre, la sed, la enfermedad y la muerte.
Teyú Yaguá
El primer hijo de Keraná es Teyú Yaguá un enorme lagarto con siete cabezas de jaguar, el dorso es una escamosa coraza, que resplandece como oro labrado; las cabezas, en cambio, son como un arcoíris: rojo, negro, amarillo, azul. Cada una de distinto color; las bocas enseñan sus dientes simultáneamente, cuando sus rostros miran en todas direciones. Dicen que sus ojos carecen de pupila y en lugar de ellas se nota un fuego en movimiento continuo, un fuego que no se extingue, que parece querer salir afuera para incendiar lo que encuentre en su camino (Colman, op.cit.). Sus siete cabezas le dificultan cualquier tipo de movimiento y le condenan a la inacción. 217
En algunas versiones, Teyú Yaguá sólo tiene una enorme cabeza de perro o siete cabezas de perro. Pero todas las variantes coinciden en su escasa capacidad de moverse. Ninguno sabe dónde vive; no obstante, se dice que mora en un hermosísimo bosque, hacia el cerro de Yaguarón; ahí está de guardia para que nadie entre. Cuentan que allí no hay árbol que no dé frutos. A un costado hay una loma mágica, cuyas faldas bordea un cristalino manantial: en el que Teyú Yaguá se alimenta. Pues los ancianos relatan que en esa colina maravillosa borbotea una miel silvestre intensamente dorada, alimento de su predilección, que solo para él colocó allí su hermano Jasy Jatere. Esa miel brota solamente cuando el Lagarto Jaguar tiene hambre: al hartarse, vuelve a cerrarse el manantial de miel (ídem.) Cuando se escuchan sus rugidos, tiembla la tierra y se desmoronan las piedras de la cima del cerro: ello ocurre si amenaza con caer la lluvia y se levanta un oscuro viento fuerte, en el centro del cual viene el propio Demonio. Y dicen, por último, que a nadie le es dado mirar al Teyú Yaguá; y si acaso existe alguno que lo hace de inmediato queda ciego, sin volver a ver la luz hasta morir. Su aspecto era el más horroroso de los siete hermanos. Sin embargo su ferocidad fue aniquilada por deseo de Tupá, el dios creador. Que lo volvió dócil e inofensivo. Aun así era temido por su mirada fulgurante. Fue considerado como el señor de las cavernas y protector de las frutas. Se lo menciona también como genio protector de las riquezas yacentes en el suelo. El brillo de su piel lo adquirió revolcándose en el oro y las piedras preciosas de Itapé, ciudad al oeste del Departamento de Guairá, en la República del Paraguay (Colman, 1929; Montesinos, 2011). Hoy en día existe un premio que lleva su nombre, éste lo entregan desde hace más de doce años, los santotomeños residentes en la ciudad de Corrientes y en Resistencia, a los vecinos destacados quienes fomentan la defensa de las culturas regionales.
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Mbói Tu'i
El segundo hijo de la pareja fue Mbói Tu'i, cuyo nombre se traduce literalmente como "víbora-loro", lo qu describen la morfología de esta criatura, tiene dos patas que le salen de la cintura, cabeza de perico y el cuerpo de una gran serpiente con un descomunal pico. Su lengua es bífida y roja como la sangre. Su piel escamosa y veteada, la cabeza está emplumada. Con su mirada maléfica asusta a todo aquel que tiene la mala suerte de encontrarse con él, quien no lo olvidará fácilmente. Se lo puede identificar sin verlo pues lanza terribles y potentes graznidos que se escuchan desde la lejanía. A pesar de su aspecto terrible sólo se alimenta de frutas y del rocío. Se sabe que ronda por los esteros. Se le considera protector del rocío y de las frutas silvestres, de los anfibios y demás animales acuáticos, así como de la humedad y las flores, las cuales adora (ídem.). Un relato actual nos dice: De adolescente acompañé a mi padre al Alto Paraná; al obraje. Allí lo vi: ¿es verdad? Yo lo vi de muy cerca. El grito me quedó marcado, es horrendo pero yo lo corrí por su plumaje, es como de escamas de pescado, como oro con pico y alas; porque adelante mío abrió sus alas y levantó vuelo. Es pájaro serpiente. Ese monstruo volador se llama Mboi Tu’i, los peones y los indios le tienen miedo, dicen que su grito les trae siempre a su memoria en los sueños, le tienen mucho temor. Su grito es terrorífico. ¡Si lo vuelvo a escuchar! Lo reconoceré, para mí fue algo fantástico. Hay muchos animales prehistóricos y lo importante es poder decir yo lo vi ¡existe! Otros cuentan, porque se cuenta de unos a otros y así queda; como leyenda, repito: sí existe y jamás olvidaré esas escamas de plumas.
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Moñái
El tercer hijo de Keraná fue Moñái, este ser tenía el cuerpo de una serpiente con cuernos iridiscentes que funcionan como antenas. Puede subir a los árboles con gran facilidad y se descuelga de ellos para cazar a las aves con las que se alimenta y a quienes domina con el hipnótico poder de sus antenas. Es por ello que también se dice que es el señor del aire. Sus dominios son los campos abiertos (Colman, op.cit.; Montesinos, op.cit.). En varios lugares pantanosos circunscriptos por la Mesopotamia que conforman los ríos Paraná y Paraguay se cuenta haber una madriguera que perteneció a este mostruo-ofidio. La gente llaman a esos lugares "Moñai cuaré", incluyendo en ellas profundos zanjones conocidos como "Salamanca", grietas de la tierra, de difícil acceso (Micó, 1997). Se cuenta que Moñái era aficionado al robo y ocultaba todos los productos de sus fechorías en una cueva. Los continuos saqueos de las aldeas provocaban gran discordia entre la gente que se acusaba mutuamente por los robos y las misteriosas "desapariciones" de sus pertenencias. Reunidos en una asamblea deciden poner fin a las fechorías de Moñái y sus hermanos. La hermosa doncella Porasy se ofrece a llevar a cabo dicha misión. Para ello convence a Moñái de que se ha enamorado de él y que antes de celebrar sus nupcias quiere conocer a sus hermanos. Moñái la deja al cuidado de Teyú Yaguá y parte a buscar al resto de sus hermanos. Cuando por fin los trae consigo, comienzan los rituales de la boda. El aguardiente de caña circula entre los hermanos a raudales. Pronto éstos quedan completamente ebrios. En ese momento Porasy trató de salir de la cueva que estaba tapada con una enorme piedra. Moñái advierte el movimiento y saliendo de la penumbra envuelve con su cuerpo de serpiente el cuerpo de la doncella tirándola nuevamente al fondo de la caverna. Porasy alcanza a dar la voz de alarma a su gente que la estaba esperando afuera y sabiéndose perdida les ordena que quemen la cueva, aún con ella adentro. Luego encendieron el fuego y los horribles monstruos se empezaron a quemar y todos los que quedaron adentro murieron, incluyendo Porasy (Ricart Irrazabal, 2012:61). 220
Se cree que esta cueva es la gruta de lioñaikue, que se encuentra en el Dpto. de Yaguarón. Sin embargo tantos habitáculos se señalan para Moñái, que pareciera tener el don de ubicuidad de muchos seres mitológicos, que no hallan cómodo ceñirse a una estrecha geografía. Uno de los posibles escondrijos de este ser se encuentra cerca de Yaguarón, lindero con el lago Ypoá, en Paraguay, en cuyos contornos han sido hallados varios lugares que se piensa son guaridas del temido engendro. En Apepú -San Antonio- de la jurisdicción de Rosario se supone que hay vestigios de su presencia, como también en el camino viejo de Arazapety, en San Estanislao, al norte del Tapiracuai, donde los viajeros afirman que vive aún este espantajo en tupidos matorrales. En general, no se conoce un lugar inhóspito que no sea tenido como antiguo -y aún moderno- refugio de esta serpiente fabulosa que al moverse producía pavoroso ruido en medio de la espesura lacustre, estremeciendo las aguas; la tierra temblaba; las personas huían aterrorizadas, los animales eran presa del espanto y las aves se echaban a volar alborotadas. ¡A mucha gente había devorado en la región y los animales desaparecían día a día...! (Micó, op. cit.). En recompensa al sacrificio de Porasy, los dioses elevaron su alma convertida en un punto de luz pequeño pero intenso. Desde entonces el espíritu de Porasy se convierte en el lucero de la mañana. Moñái protege el robo y lo fomenta. Ladrones y sinvergüenzas aún hoy lo invocan en sus fechorías. Su presencia es tan actual que la encontramos representada en la escultura tradicional guaraní, en juegos de cartas, al igual que la imagen de Porasy. E inclusive por estos días en algunos bares de Asunción podemos encontrarnos con una cerveza artesanal que lleva su aterrador nombre.
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Yasy Yateré
Es el genio de la siesta, al que se lo describe como un niño hermoso, pequeño, desnudo, rubio, de cabellos dorados y ondulados, con grandes ojos azules, evidente relación con el mundo europeo. Siempre lleva un bastoncito de oro, que es en realidad una vara mágica, fuente de su poder de atracción, a la que nunca abandona y un silbato con el que imita el canto de un pájaro de color obscuro, de pecho blanco, que recibe su nombre; este también vive en el bosque, en la hojarasca y duerme en lo alto de los árboles (Diccionario de Mitos y Leyendas, 2012). Se cree que Yasy Yateré vive en los huecos de troncos de grandes árboles y anda suelto durante la siesta, especialmente en la época de cosecha de maíz, que es uno de sus alimentos favoritos. Es cuando más hay que cuidarse de él porque se sabe que es el momento que aprovecha para atraer a los niños varones, a las niñas por lo general las deja, para ello se vale de su silbato o los toca con su bastón, se dice, también, que es ventrílocuo, y de ello se vale para encantarlos (ídem.). Los rapta y los lleva al bosque donde los retiene durante algún tiempo, los alimenta con miel silvestre y frutas. Inventará juegos exóticos, divertidos y atractivos. Con su amigo ocasional monta tapires, jaguares y venados y se columpia en las ramas de ysypo3 vecinas al río. Ambos se vuelven invisibles e introducen las manos en los panales de abejas, para chupar la miel. Buscan nidos de pájaros. Yasy Yateré golpea con su bastón los huevos, de donde surgirán pichones, nuevas compañías que se sumarán a sus juegos (Goiriz, 2008). Y al final, cuando se cansa de jugar, los suelta o los deja enredados en el ysypo. Para ese momento los niños ya se han vuelto idiotas (tavy: akã tavy), mudos (ñe’ engu) o sordomudos; se recuperan después de cierto tiempo. Se dice, también, que cuando Yasy Yateré, como muestra de afecto besa al chico en la boca o lo lame, con eso les quita el
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Aristolochia triangularis, es una enredadera perenne, voluble, glabra; tallo con corteza gruesa, arrugada y estriada, (MartÍnez Crovetto, 1981)
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bautizo, y es cuando la criatura se vuelve tonta y muda, entonces el Yasy pierde interés y lo abandona. En algunos lugares, la gente cree que en el aniversario del rapto el niño tiene un “ataque” con convulsiones, una solución a esto puede ser volver a bautizar al niño, pero no siempre da resultado. En otras versiones, si el Yasy Yateré se cansa del niño, puede llevarlo al río donde lo ahoga. Cuando va a aparecer se comienza a escuchar su silbido monótono yasí Yateré… yasí Yateré… Cuanto más intensamente se escucha se cree que está más lejos. En cambio cuando el silbido es apenas un susurro delicado, este extraño genio del bosque está muy cerca. Además, su apetito sexual es célebre: secuestra muchachas hermosas para satisfacerlo y de esas uniones nacen niños de hábitos reprobables semejantes a los del padre. Para ganar la amistad de Yasy Yateré se acostumbra dejar tabaco en los alrededores de la casa o en las sendas de entradas al bosque. Las madres suelen amedrentar a los niños con el Yasy Yateré, para que no escapen de casa durante las siestas, y que anden por el monte a haciendo diabluras, bañándose en aguas sucias, subirse a los árboles, jugar con la honda o municiones, o en fin, para no andar “cabezudeando” durante las siestas (Diccionario de Mitos y Leyendas, op.cit.). Cuando Yasy Yateré pierde su bastoncillo y su silbato se vuelve inofensivo, porque desaparece su poder mágico. Se cree, también, que una manera de apoderarse de esos símbolos de su poder, es embriagándolo, pues le gusta beber aguardiente, al que es muy aficionado. Cuando el Yasy se da cuenta que ha perdido sus poderes se pone a llorar como un niño pequeño. Su nombre se traduce como "fragmento de luna" en guaraní. De allí que originalmente este personaje tuviera el cabello de color blanco o plateado y fuera nocturno. Sin embargo actualmente y a partir de la conquista hispana, se lo considera más bien diurno. Sobre este ser Horacio Quiroga nos relata: …cuando una ola nos lanzó a cinco metros dentro de tierra, nos consideramos bien felices. Aun así tuvimos que salvar la canoa, que bajaba y subía al pajonal como un 223
corcho, mientras nos hundíamos en la arcilla podrida y la lluvia nos golpeaba como piedras. Salimos de allí; pero a las cinco cuadras estábamos muertos de fatiga —bien calientes esta vez— ¿Continuar por la playa? Imposible. Y cortar el monte en una noche de tinta, aunque se tenga un Collins en la mano, es cosa de locos. Esto hicimos, no obstante. Alguien ladró de pronto —o, mejor, aulló; porque los perros de monte sólo aúllan— y tropezamos con un rancho. En el rancho habría, no muy visibles a la llama del fogón, un peón, su mujer y tres chiquilines. Además, una arpillera tendida como hamaca, dentro de la cual una criatura se moría con un ataque cerebral. — ¿Qué tiene? —preguntamos. —Es un daño —respondieron los padres, después de volver un instante la cabeza a la arpillera. Estaban sentados, indiferentes. Los chicos, en cambio, eran todo ojos hacia afuera. En ese momento, lejos, cantó el yaciyateré. Instantáneamente los muchachos se taparon cara y cabeza con los brazos. — ¡Ah! El yaciyateré —pensamos—Viene a buscar al chiquilín. Por lo menos lo dejará loco. El viento y el agua habían pasado, pero la atmósfera estaba muy fría. Un rato después, pero mucho más cerca, el yaciyateré cantó de nuevo. El chico enfermo se agitó en la hamaca. Los padres miraban siempre el fogón, indiferentes. Les hablamos de paños de agua fría en la cabeza. No nos entendían, ni valía la pena, por lo demás. ¿Qué iba a hacer eso contra el yaciyateré? Creo que mi compañero había notado, como yo, la agitación del chico al acercarse el pájaro. Proseguimos tomando mate, desnudos de cintura arriba, mientras nuestras camisas humeaban secándose contra el fuego. No hablábamos; pero en el rincón lóbrego se veían muy bien los ojos espantados de los muchachos. Afuera, el monte goteaba aún. De pronto, a media cuadra escasa, el yaciyateré cantó. La criatura enferma respondió con una carcajada. 224
Bueno. El chico volaba de fiebre porque tenía una meningitis y respondía con una carcajada al llamado del yaciyateré. Nosotros tomábamos mate. Nuestras camisas se secaban. La criatura estaba ahora inmóvil. Sólo de vez en cuando roncaba, con un sacudón de cabeza hacia atrás. Afuera, en el bananal esta vez, el yaciyateré cantó. La criatura respondió en seguida con otra carcajada. Los muchachos dieron un grito y la llama del fogón se apagó. A nosotros, un escalofrío nos corrió de arriba abajo. Alguien, que cantaba afuera, se iba acercando, y de esto no había duda. Un pájaro; muy bien y nosotros lo sabíamos. Y a ese pájaro que venía a robar o enloquecer a la criatura, la criatura misma respondía con una carcajada a cuarenta y dos grados. (Horacio Quiroga, 1964:85-90).
La creencia en el mito de Yasy Yateré es tan actual que el 26 de agosto de 2005 se reportó en el departamento Guairá, a unos 200 kilómetros al este de Asunción, en Paraguay, la desaparición de la niña Rosita Salvatierra cuyos padres informaron que fue capturada por el Yasy Yateré hecho que reconocieron “porque, supuestamente, en los días previos al 26 de agosto el duende realizaba misteriosos movimientos en el hogar e, incluso, llamaba la atención de Rosita con sus fuertes silbidos” (Territorio Digital, 2005). En la mitología guaraní, Yasy Yateré es el cuarto de los siete hijos de Taú y de Keraná.
Kurupí
El quinto hijo que Kerana da a luz es Kurupí. Su figura se parece en mucho a la de Tau, en sus rasgos agudos, su piel oscura, el cabello de alambre y la boca grande. Kurupí, es un nombre compuesto por dos palabras guaraníes: Kuru, grano, y pi, apócope de pire (piel) es decir, literalmente: piel con granos. Cuando comenzó la conquista, Kurupí constituía un 225
motivo de temor entre los indígenas. El Mito ya estaba instalado desde mucho tiempo atrás. Es tan difícil ver al Kurupí, que más bien se diría imposible. Pero todos saben cómo es, porque su fama es muy antigua, se lo imagina como un ser fortachón y de baja estatura, de cara amarillenta cortada por grandes bigotes, que anda por el monte casi siempre a la hora de la siesta. Otra versión dice que camina en cuatro pies. Ayala Gauna lo describe como un enano cobrizo, robusto, capaz de estrangular con sus poderosas manos, pero con un cuerpo torpe, de una sola pieza es decir, carente de coyunturas. En algunas versiones tiene los pies hacia atrás por lo que es muy difícil seguirlo. Es fácil burlarlo trepándose a un árbol, pues no puede subir. Tampoco puede nadar o lo hace con mucha dificultad. En esta versión es antropófago, prefiriendo la carne de los niños y las mujeres (Colombres, 2008:72). Kurupí tiene una característica particular, posee un miembro viril enorme y larguísimo que va arrastrando, a menos que lo enrolle alrededor de su cintura para evitar caerse, con él laza a sus víctimas, preferentemente mujeres a las que sorprende y persigue cuando van a la selva en busca de leña (Ambrosetti, op.cit.:99). La persona enlazada podría salvarse al cortarle el miembro con un cuchillo, pues así dejará al Kurupí inofensivo (ídem). Sin embargo se dice que sus víctimas se vuelven locas con sólo verlo, por lo que este acto de salvación queda fuera de cualquier posibilidad. El solo hecho de escuchar su nombre llenará de temor a las jóvenes. Son famosos sus ataques a las mujeres solas que se aventuran por la selva. El jesuita José de Anchieta, quien hacia 1595 elabora la primera gramática de la lengua tupí, en su obra Arte de Gramática da Língua Mais usada na Costa do Brasil nos dice: “El Curupirá, es un demonio menor de los guaraníes, pequeño de apariencia semi humana de piel muy escamada, de orejas en punta y que tiene los pies para atrás y los talones hacia delante, o sea que cuando camina pareciera que retrocede si uno observa sus pisadas. Pero la particularidad principal que pone a este mito al lado de los faunos de la vieja Europa y del Efrit de los Árabes, es su miembro viril desarrollado en forma desproporcionada a su tamaño ya que el mismo tiene una 226
extensión tal que lo lleva arrollado por lo común a su cintura y lo utiliza para enlazar a las mozas que escapan de él y las que es muy aficionado” (Anchieta, 1559).
Se lo describe como un hombre joven, velludo, de baja estatura, que deambula desnudo a la hora de la siesta por los bosques, buscando muchachas que caminen solitarias, para aplacar su lujuria. Las madres suelen asustar a sus hijas para que no se aventuren solas en la selva. Si se encontraran con Kurupí, podrían quedar preñadas y si consiguen escapar de la tentación que les hace con señas obscenas desde las ramazones, pierden la razón, teniendo a partir de ese momento ataques de epilepsia. Su mayor diversión es raptar a las vírgenes, quienes desparecen misteriosamente para regresar encinta y listas para parir a los siete meses. Los hijos de Kurupí, sin embargo, mueren al séptimo día de un extraño mal. Se sabe que Kurupí domina a los animales silvestres y no abandona nunca la selva donde reina con el poder de su sensualidad, excepto para raptar a sus víctimas. Juan Carlos Trindabe, un docente misionero descendiente de suecos y brasileños, y dueño de la quinta educativa “La Express”, ubicada cerca de la ciudad de San Vicente, en Misiones, cuenta que junto a un arroyo que pasa por sus tierras están los restos de una canoa de madera que “perteneció al Kurupí”, que ahora duerme en una cueva allí cerca y que tiene un pene de 3,8 metros de largo (Varsavsky, 2011). Otra informante, de la ciudad de Resistencia, contaba que cierto día: ― “Venía yo por la calle, a la hora de la siesta, no había nadie, todos estaban en su casa y entonces, siento que me hacen así en el hombro (haciendo el gesto de que la tocaban) y entonces me di vuelta y vi que era eso del Kurupí… y que me doy vuelta para ver dónde estaba, y que lo veo que venía como a dos cuadras… ― ¿Y qué hizo? Pregunté ― Pues nada, que me voy corriendo rápido para mi casa y me encerré, para que ya no me alcanzara” 227
Fariña Núñez sospecha que con este mito los guaraníes quisieron alejar a las mujeres de los peligros de la selva, especialmente del rapto y en algunos casos, es a quien se le atribuyen, como en tantas otras mitologías y leyendas, los embarazos sin explicación (Colombres, op.cit.:72). Consideramos que el mito, sin embargo oculta o justifica algo más complejo: las relaciones incestuosas o violentas que se viven en esta región donde la pobreza es extrema y por lo mismo el hacinamiento y la promiscuidad son comunes, aquí se dan relaciones entre padres e hijas, hermanos y hermanas, tíos y sobrinas, parientes cercanos y lejanos o amigos de la familia que encuentran el momento para aprovecharse de las jóvenes… de esta forma se oculta la vergüenza familiar y cuando una mujer queda embarazada y alguien pregunta ¿Quién fue? La respuesta inevitable será… “fue el Kurupí”.
Aó Aó
Es el sexto de los hermanos, se trata de una especie de animal cuadrúpedo, con un gran parecido con una oveja, pero con cabeza de jabalí; con la diferencia de que es más grande y además feroz. Está armado de poderosas garras de filosas uñas, que destrozan a sus víctimas de un zarpazo. Posee la facultad de reproducirse solo y vive en una gran manada en las zonas más inhóspitas de cerros y montañas. El Aó Aó se alimenta de carne humana y de oveja. Por eso es perseguido por capataces de estancias. Este ser vive hostigando a las personas que se aventuran por los cerros. Cuando sale, que generalmente es en manadas, persiguen a las hombres y si estos tratan de salvarse trepando a los árboles, los Aó Aó van a rodearlos en círculo y a los gritos de ¡Aó-aó-aó-aó! cavan las raíces de los árboles, los derriban y devoran a sus víctimas. Una forma de escapar de este engendro es subiéndose a una palmera pindó, considerado un árbol sagrado, bendecido por Tupá. De ese modo el Aó Aó queda desorientado, pierde el rastro de la víctima y abandona la persecución. Cualquier otro árbol será arrancado de cuajo por 228
este personaje y su víctima caerá en sus garras. Se dice que si se lleva entre las ropas una reliquia o kurundu (amuleto), hecha de hojas de pindó, bautizado en Semana Santa, evitará el ataque (Diccionario de Mitos y Leyendas, op.cit.). Por su capacidad de reproducirse solo es considerado como una deidad de la fecundidad. Además era reverenciado como el dominador de los cerros y montañas. El Aó Aó casi no existe en la cultura popular, aunque los paraguayos y argentinos conocen el mito no parece tener tanta aceptación como los populares mitos del Kurupí o el Pombero. El libro “A Vanished Arcadia” contiene este pasaje interesante sobre el Aó Aó: “Entre las otras rarezas de la tierra hay un animal amphibio…. Se parece a una oveja, con la diferencia de que sus dientes y uñas son como las de un tigre, animal al cual se asemeja en ferocidad. Los Indios nunca lo miran sin terror, y cuando sale del pantano donde vive (lo cual lo hace normalmente en manadas), no tienen posibilidad de escape excepto trepar un árbol, y aún así algunas veces no están a salvo, porque este bestia suele desarraigar árboles, o algunas veces se queda hasta que el Indio cae en sus mandíbulas”
Es posible que el nombre dado a éste fabuloso ser, provenga de la creencia de estar muy arropado, como el ovino cargado de lana, pero, también podría pensarse que, pronunciado su nombre Aó... Aó... (Como un grito quedo y lejano), tenga reminiscencias onomatopéyicas por parecerse al aullido de un perro. De tomarse la primera definición, tendría que tenerse presente su relación con características de oveja y por lo tanto sería una fabulación nacida en tiempos de la colonia, ya que antes no existían ovinos en éstas tierras. La adopción del quejido o aullido de perro lo torna más enraizado con lo guaraní.
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Lobisón
Por último nos queda Luisón o Lobisón, el último de los hijos de esta pareja. Es feo, de cabellos largos y sucios, con una palidez mortal y olor fétido, que causaba repugnancia y terror. Se lo describe como un enorme perro negro que come cadáveres de cementerios. También se cree que se alimenta de niños no bautizados, excrementos y de desperdicios que encuentra en los basurales de las estancias. Se cree que la mayor parte del tiempo es una persona normal que llegado cierto día (los martes o los viernes de luna llena), se transforma en lobisón. Al ccaer las sombras de la noche, Luisón pierde sus formas humanas para transformarse en un perro de horrible aspecto con dientes afilados de diferentes tamaños, sus extremidades son mitad humanas, mitad garras. Para poder cumplir con este proceso se revuelca sobre algún elemento desintegrado, como por ejemplo arena, ceniza o la tumba de un cementerio. A la media noche, con ojos rojos refulgentes como dos brasas encendidas, sale en busca de seres humanos para convertirlos en otros luisones, lo que logra pasando por debajo de las piernas de los hombres que encuentra en su maléfico paseo y no mordiendo como en el mito europeo. El olor nauseabundo que le acompaña y su aspecto hielan la sangre y enloquece a las víctimas que atrapa. Luisón habita en los camposantos y cementerios, se alimenta de los cadáveres que allí desentierra. Se le puede escuchar en las noches de luna llena, cuando emite sus aterrorizadores aullidos sobre las tumbas. Con las primeras luces del nuevo día, retornan sus formas humanas y regresa a sus ocupaciones, donde se lo ve sucio, cansado y esquivo. El Luisón es capaz de hacer perder al hombre su condición humana transformándolo en penante bestia y demonio. Devora la carne de los muertos y el alma de los vivos.
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Es inmune a las armas de fuego y solo se lo puede herir con un arma blanca. En presencia de su propia sangre recobra la forma humana, pero se convierte en enemigo mortal de quien descubrió su secreto y no se detiene hasta matarlo. La creencia popular considera que el séptimo hijo de cualquier pareja corre el peligro de convertirse en Lobisón, por lo que la forma de romper el hechizo es bautizando al niño en siete iglesias distintas. También puede librarse si es bautizado con el nombre de Benito, y si el mayor de los siete hermanos es su padrino. En Argentina y Paraguay se acostumbra desde el siglo XIX, que el Presidente de la Nación sea nombrado "padrino" del séptimo hijo varón de un matrimonio consolidado bajo las mismas costumbres. Esta costumbre irregular se debió a que los supersticiosos a veces sacrificaban a su séptimo hijo a pedradas por el terror que les provocaba la "posibilidad" de que les hubiera nacido un lobizón o lobicete4. Si bien este padrinazgo se realizaba de modo informal hasta 1907, se tienen registros de que en ese año se hizo el primer bautismo oficial, con el Presidente de la Nación como padrino. Ya en 1973, el presidente Juan Domingo Perón dio formato legal a esta costumbre a través del decreto número 848. El decreto otorga además becas totales para estudios primarios y secundarios, a la vez que aclara que este padrinazgo "no crea derechos ni beneficios de naturaleza alguna en favor del ahijado ni de sus parientes" (Leiva, 2014). Actualmente hay en Argentina un promedio de 300 padrinazgos anuales, de los cuales sólo el 30 por ciento corresponde a mujeres.
Consideraciones finales
Hemos conocido a los hijos de Taú y Keraná, algunos de los espantos del Noreste argentino. Moñaí roba y saquea. Luisón ultraja los cementerios. Jasy Jateré en sus travesuras rapta a los niños. Aó Aó asola los rebaños. Con sus graznidos Mboi Tuí espera 4
Lobizón prematuro.
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acechante en la selva y la mirada de fuego de Teju Jagua en la oscuridad de las cuevas, inspiran solo más temor y supersticiones. Kuripí mata y viola, todos enloquecen a sus víctimas sobrevivientes. El mal, propagado por el triunfo de Taú, impera en las tierras que Tupã5 bendijo un día. Ahora los hombres se arman y se matan, prefieren el vandalismo a la bondad. La semilla del mal se ha instalado en la tribu, entre nosotros, y parece que ahí permanecerá. Los espantos nos acechan, pero al mismo tiempo cuidan de la selva, nos advierten. El monte les pertenece, no debemos aventurarnos en él, no debemos abusar de la Naturaleza, de lo contrario siempre algo malo sucederá. Son rectores sociales, que ejercen control dentro del grupo “no te aventures en el bosque, porque el mal acecha”. También, a veces ocultan las facetas más oscuras de la personalidad humana. La hora de la siesta es su ámbito, cuando se pueden aprovechar de las mujeres solas, de los niños. Y entonces ya no será el incesto, la violación dentro del seno familiar, ya no serán el padre, el hermano, el tío… Será un espanto… será Kurupí.
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