Polifonía de la Resistencia

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Yesenia Escobar Manuela Del Mar Gómez Zapata Alexandra Avendaño Cifuentes Daniela Lozano Brahyan Cano Blanca Sicúa Ana María Trujillo (tallerista)



INTRODUCCIÓN

Partimos del desconocimiento con la intención de abrir caminos en ese territorio que nos era comúnmente inexplorado. Las etiquetas son engañosas. ¿De qué hablábamos cuando decíamos “literatura afro”? Hicimos a un lado las ideas previas. Pusimos todo en duda. Discutimos. Dejamos las posibilidades abiertas. Descubrimos que no se trataba de una sola voz, una sola historia o un único problema. Que si bien había un punto de quiebre en la historia que, nos dicen, unió tres mundos en uno solo, hablar de lo afro -de África, de sus descendientes- no era solo hablar de la cuestión racial, de la esclavización, de la diáspora, de la resistencia. Era hablar de la condición humana y de su necesidad fundamental de contar historias. Cierto, el peso de la discriminación que ha operado tantos años hace de esta labor algo diferente. Porque no hay duda de que esa jerarquización racial que operó como justificación de la trata esclavista ha llegado lejos, ha calado hondo. Por eso, el primer paso era reconocer el atropello, y la primera respuesta trascenderlo. Entonces descubrimos una cantidad de autores, tradiciones y memorias que reposaban en los anaqueles de las bibliotecas sin ser leídos. No había una curiosidad inicial, quizás porque nunca, en nuestros escenarios habituales de aprendizaje u ocio, nos fueron siquiera insinuados. Pero esa era la motivación de este espacio, y aunque quizás el tiempo fue corto, el recorrido cumplió el objetivo fundamental: agitar la curiosidad y quedar con ganas de más.


Quiero agradecer a todas y todos los interesados y participantes por haber hecho de esta experiencia un primer paso satisfactorio, lleno de aprendizajes, de discusiones y encuentros. A Yesenia, Dinah, Jannia, Juanita y Camilo por haber aceptado acompañarnos y enseñarnos de lo que saben. A Idartes, por haber creído en esta idea. a John Jairo y todo el equipo de la Biblioteca Colsubsidio de Ciudad Roma, por el espacio y la colaboración. A Juan Francisco por la realización de este fanzine, que sencillamente quiere recoger el producto de 3 meses de descubrimientos literarios que apenas comienzan. Al pasar estas páginas, se encontrará con las lecturas, las sensaciones y los aprendizajes que nos dejó esta experiencia, que esperamos replicar en el futuro. Ana María Trujillo


La AntologĂ­a de Mujeres Poetas Afrocolombianas El Camino hacĂ­a el Posicionamiento de la Mujer Afro en Colombia Por Yesenia Escobar Magister en Estudios Literarios



L

a literatura no sólo puede ser una puerta a los mundos inimaginados, también puede serlo a los mundos desconocidos. En el caso de las letras afrocolombianas, la literatura es definitivamente esa puerta que abre el camino para la visibilización, reconocimiento y valoración de los aportes que en esta materia han hecho las comunidades “negras” al país. Esto lo entendió muy bien el Ministerio de Cultura cuando decidió publicar en el 2010 la Biblioteca de literatura afrocolombiana, cuyo propósito era justamente dar respuesta a la necesidad de re-pensar y re-conocer la pluralidad étnica de nuestro país, por lo cual esta publicación se convierte en un hito importante en la construcción de una nueva historia de las letras nacionales. Dentro de los grandes aportes de esta biblioteca, se encuentra el que por primera vez se haya consolidado en una obra el trabajo de 58 mujeres afrocolombianas. Me refiero a la Antología de mujeres poetas afrocolombianas que constituye el tomo XVI de la colección y que recoge, aunque de manera muy compacta, una significativa compilación de la producción poética de las mujeres “negras” de este país. En primer lugar queremos destacar que, dicha antología, recoge la obra de autoras afrocolombianas del centro, la periferia y el caribe insular, con lo cual es posible tener un panorama amplio de las visiones étnico-culturales que permea el abanico de las letras afrocolombianas, rompiendo así con la mirada míope del concepto de raza en el que se agrupan a las distintas comunidades afrocolombianas, como si se tratase de un grupo homogéneo. Sin embargo, cabe decir que una de las falencias de la publicación es que se compile a un número tan grande de autoras, sin un criterio específico de selección distinto a la condición fenotípica, lo cual se refuerza con la disposición de las autoras en el texto según la década de su natalicio acompañadas apenas por un somero análisis de las claves rítmicas de su poesía. No obstante, esto no hace menos importante el logro conseguido por esta antología, ya que el solo hecho de hacer visibles las


voces de autoras otrora desconocidas la consolida como una publicación significativa. En ese sentido, los vacíos que no logra llenar la obra serán la excusa para motivar nuevas propuestas de análisis sobre dicha temática o autoras en el campo de los estudios literarios del país. En ese orden de ideas, cabe destacar que la Antología de mujeres poetas afrocolombianas genera una nueva mirada de la mujer afrocolombiana, quien lamentablemente ha sido subalternizada durante siglos, ocupando un lugar invisible en la historia colombiana y sometida al maltrato, la marginalidad y el abuso por parte de la sociedad. Esta publicación permite romper con el estereotipo de la mujer “negra” destinada exclusivamente al servicio, las labores domésticas o las actividades operativas, para brindar la posibilidad de visionarla como una mujer creadora, pensante, llena de sabiduría e intelectualidad, capaz de aportar desde otros campos a la sociedad, visión que sin duda permite una reconfiguración de los imaginarios tejidos entorno al sujeto afro-femenino y sentar una plataforma que procure su posicionamiento social. Otro de los elementos que se destacan en la Antología de mujeres poetas afrocolombianas es el valor que se le da a la poesía afro, como una expresión propia dentro de la literatura colombiana. En este sentido, cabe resaltar la explicación de las claves para comprender la poética afrocolombiana que hace Alfredo Ocampo en el prólogo del libro, donde señala al pie anfíbraco como uno de los ritmos incorporados por la poesía afro a la poética española, al igual que describe elementos culturales como la tradición oral, la espiritualidad y la lucha de los afrodescendientes en los procesos de resistencia cultural. Ahora bien, en lo que respecta al trabajo logrado por las autoras se reconocen los siguientes elementos como fundamentales aportes para la construcción de nuevas lecturas en la poesía colombiana: - La visibilización del sujeto afro-femenino como protagonista. El yo poético está construido desde una voz autobiográfica que se narra o se nombra a sí mismo, reconociéndose desde una


colectividad, plasmando unos elementos de identidad muy marcados que conlleva a la exaltación del sujeto que se enuncia en el poema. - La reconfiguración de su comunidad y de su entorno, a partir del enaltecimiento de su espacio geográfico, de la naturaleza, de su gente y de los lugares que les son comunes, para rescatarlos a través de las letras, del abandono que han sufrido socialmente. - La recurrente presencia de temáticas relacionadas con la racialización y la marginación social, más que a manera de denuncia, como una forma de hacer visible en las letras aquellos aspectos sociales que se han naturalizado y soterrado en el imaginario polìtico y cultural del país, sin que alguien llame la atención sobre ellos. - El reconocimiento a la ancestralidad africana, al legado cultural legado a través de la tradición oral y diferentes formas de transmisión de la cultura que permitieron a los afrocolombianos mantener el cordón umbilical con sus raíces y no perder la esencia de lo que son como comunidades. - La relectura de lo femenino, desde la construcciòn de nuevos discursos en torno al cuerpo y la sexualidad, al rol de la mujer, la maternidad, y otros elementos importantes para generar rupturas en las concepciones tejidas en torno a la figura de la mujer “negra”. Todo este escenario es lo que permitirá pensar en la poesía de las escritoras afrocolombianas como un verdadero escenario para subvertir la visión que se tiene de la mujer “negra” y reestructurar los espacios en la sociedad para darle cabida a sus saberes y a su creatividad.



Las Historias de mi abuelo Por Manuela Del Mar G贸mez Zapata



A mi padre Tal vez aquí donde me escondo no llegue el monólogo del padre; tal vez este último recodo bajo la luna llena, recoja otras tristezas y su voz no me alcance. He acostumbrado el alma a esa luz que lo aísla, al silencio pleno de eternidades, a su magia mientras declina el amor. Inquieta me aproximo a la alquimia de sus libros, al universo que irradia su palabra. Cuando me refugio en el sueño de las cosas sencillas, descarto la caricia de su piel que tiembla y huye abro mi corazón a la ternura. Edelma Zapata. Ritual con mi sombra. 1996 Tras el estruendo desgarrador del trueno, en un fuerte y frío aguacero bogotano, se escuchaba la voz de El Coco: -¡Changooó!-. Era Manuel, que al unísono de la naturaleza clamaba por los ancestros, los orichas, como si quisiera hacer manifiesto el Muntu en ese preciso instante en que la fuerza de la naturaleza se hace presente en la tierra. Este es, tal vez, el más intacto, dulce, recurrente y bonito recuerdo que guardo de mi abuelo… sentado en la mecedora, en la esquina del comedor, con los ojos cerrados, pasaba largas horas escuchando la lluvia, perdiéndose en pensamientos y esperando ese momento, el del relámpago, cuando el padre de las tormentas se hacía escuchar… ¡Era Changó! La biblioteca de El Coco fue un espacio entrañable, uno de mis


lugares preferidos. Allí me refugiaba a llorar, reír, leer y soñar. Al fondo, un gran ventanal dejaba ver el jardín en la planta baja. Las estanterías cubrían de libros las cuatro paredes de la gran habitación. Mi acercamiento a la lectura lo propiciaron mis abuelos de una manera mágica: visitábamos las librerías situadas en el centro de la ciudad. Entrar a estos establecimientos era todo un acontecimiento para mí. Me gustaba sentir el olor peculiar de los libros, mirar a las personas cuando seguían minuciosamente los lomos en su búsqueda particular… También guardo conmigo, muy cerca al corazón, los almuerzos de fines de semana en casa de mis abuelos con mi hermano Karib y mis primas Juliana y Catalina. Sentados alrededor de la mesa, Manuel a la cabeza, y con la elocuencia propia que solo otorga una vida dedicada al vagabundaje, al arte de contar, al quehacer literario, El Coco nos mantenía suspendidos en tiempo y espacio con su narración... De cómo cruzó el continente americano a pie practicando las más diversas ocupaciones, del encuentro con el pintor Diego Rivera para quien posó como modelo en uno de sus famosos murales en México, de tantos años recorriendo caminos, entretejiendo la historia de la América triétnica a través de los relatos de los más humildes y adentrándose en los lugares más recónditos de Colombia. Ahora, años más tarde, vengo a entender que Manuel traspasó los linderos umbilicales de la tierra y del país donde nació para abrazar la causa de la diáspora en cualquier lugar o momento. Asumió el papel de vocero de la masa del pueblo analfabeto y semiletrado que alimentó con sabiduría profunda a la cultura popular de los pueblos indígenas y africanos llegados a América. Dada la invisibilización de los aportes de afros e indígenas en la historia académica, Manuel mantuvo en su discurso literario y antropológico un rechazo a las injusticias sociales y, lo más importante, una posición beligerante y contestataria de reivindicación histórica y humana, que convertirían su pluma en un arma de denuncia y esclarecimiento histórico, de reafirmación e identidad étnica. Manuel manifestaba la necesidad de que los escritores y autores afrocolombianos, incluido él, asumieran el reto de convertirse en los voceros


de esas masas. Consideraba que un continente multiétnico y pluricultural, como es América, exigía del oficio de escritor una responsabilidad social: el testimonio de lo que se vive y se piensa y se hace. Si no se ha vivido, si no hay una experiencia que comunicar, entonces el cambio de oficio se hace imperativo y la sociedad ofrece otras alternativas. Manuel se fue de este mundo, el terrenal y mundano, sin ver los alcances de la cultura afrodescendiente: un negro presidente de una potencia mundial, un chocoano en la NASA, un mundial de fútbol en uno de los continentes más pobres del mundo. Y es que él siempre creyó en el poder de los afros y en su aporte a la cultura del mundo, por algo dedicó 20 años de su vida a escribir la epopeya del pueblo africano en América: «Changó, el gran putas». También se fue en la pobreza, como la mayoría de afrocolombianos; y es que para nadie es un secreto que Chocó es el departamento más pobre de Colombia. Se fue a sus 84 años mendigando una pensión del Estado que no valoró ni en vida ni en muerte su labor literaria e investigativa. Se fue sin saber que su trabajo de más de treinta años de recolección de la tradición oral de Colombia, contenida en fotografías, manuscritos, poemas, ensayos, grabaciones, diapositivas, correspondencia y casetes, fue entregado a la Universidad de Vanderbilt en Estados Unidos, gracias al interés manifestado por amigos académicos afronorteamericanos que han dedicado su vida al estudio de la literatura colombiana y especialmente, a la obra de Manuel. El 19 de noviembre de 2004, Manuel falleció en Bogotá. Sus cenizas fueron esparcidas en el río Sinú en Lorica, como símbolo de unión con sus ancestros. Allí él está presente, en la sabiduría de las abuelas fumadoras de tabaco, en los cuentos de vida, muerte y libertad, de sufrimiento y esperanza, en el Muntu de miradas y de voces desde el pasado coreando sin cesar y sin descanso el porvenir. En cada paso, en cada ancestro, en cada susurro del volcán.





El Muntu nos habla a todos Por: Alexandra Avenda単o Cifuentes



De África solo se nos ha contado que fue la despensa de mano de obra para América, cuando la población indígena sucumbió a las vejaciones de los invasores. Así sin más, nos dijeron que fueron subidos a barcos que atravesaban el Atlántico, sin reconocer el impacto para las sociedades africanas de la época, sin saber del sufrimiento al que se vieron sometidos en los viajes, sin siquiera saber cómo vivían, en qué creían, cómo estaban organizados y qué les esperaba, aparte de la esclavitud. Ni decir de las resistencias que opusieron en sus tierras, en el mar, al llegar al destino que les determinaban los blancos al no considerarlos seres humanos. Quizás ese trágico episodio sea el único referente de algunos colombianos sobre la población afrodescendiente; históricamente ha sido percibida por algunos como exótica, extraña, ajena. Esto nos ha impedido reconocer la enorme de cantidad de aportes que ha hecho a nuestra cultura, desde la literatura, la música, el arte. Hemos estado ciegos (o nos han dicho qué ver). Y es precisamente por la negación de su importancia, sumada a la vergonzosa tradición de exclusión racial, que todo un universo de concepciones, de ideas, de representaciones y acciones ha sido desdeñado. Tener la posibilidad de acceder a este maravilloso universo (tanto al africano como al de los afroamericanos) permite apreciar la diferencia, aprender de ella, de la diversidad de nociones y explicaciones sobre lo que nos rodea, sumergirse en la belleza de los demás aunque esta implique, a veces, replantearnos nuestras propias nociones de la misma. Y así mismo, encontrar en la diferencia todas aquellas cosas que nos unen, las situaciones de dificultad que se comparten, las similitudes en las dinámicas de nuestros países, la necesidad constante de un mundo diferente. Polifonía de la resistencia nos ha mostrado al Muntu, que aunque dispersado por el mundo, nos enseña desde la misma cotidianidad que debemos construirnos un mundo en el que quepamos todos.


“Tarde o temprano tenías que enfrentarte a esta verdad: la historia del hombre negro en América es tan tuya como la del indio o la del blanco que lo acompañarán a la conquista de la libertad de todos.”*

*Manuel Zapata Olivella. Changó, el gran putas. 2010, pp. 35.


ยกร frica Libre! Por: Daniela Lozano



En el detonante paisaje que circunda llanuras y desiertos, Es África el lugar esencial de historias y ensueños. La flor en el exilio recuerda las raíces De mis antepasados que lucharon y sobrevivieron Ante el ultraje de colonos con crueles directrices. Tambores que asaltan fulgores secretos, En noches sombrías sin luz ni destellos. Resisten humanos con fuerza y gallardía Conservando el legado de un pueblo fastuoso Que glorifica y quiere vivir en armonía. En sus venas estalla la identidad de mi gente Y guarda en el corazón una herencia vigente, Sus pulmones respiran sonrisas y bailes Que vislumbran en el mundo con letras y cantares. La piel oscura, los ojos profundos, La transparencia del alma, Los labios cerrados que gritan en un murmullo. Quisieron borrar una historia con cadenas y osadías, Hoy África grita en sus entrañas: ¡Libres, no más tiranía!


El Canto de Elegua Por: Brahyan Cano


Cae la inminente noche, las horas transcurren sobre el reloj. Nada ni nadie alumbra estos senderos, estas calles vacías. luces intermitentes bailan entre la sombra y la lluvia. Tu voz se apaga cuando soplo la vela, se hace presente el adiós; el aire se torna gris, mi mente trae la misma canción triste que me hace recordarte. Cuando te vas, mis lágrimas caen lentamente pero no tocan el asfalto. Quedan suspendidas, envueltas en nostalgia; en medio del espacio y el tiempo, hasta que regreses de este largo e inesperado verano. Pero hoy Elegua canta conmigo, Su canto es negro, algo rojizo. El mío es azul, rojo, amarillo, verde y naranja y vuelvo a centrarme en el olvido. Viene a mi mente la duda, el paso siguiente. Qué será después del te quiero, tal vez sea el quizás O el no se puede. Más tarde eres mía, luego de otro. Termino las dudas con añorarte e ilustro un poema frondoso, algo espeso acompañado de este café. Añoro tenerte en estas noches frías. Añoro tenerte en mi cama vacía. Añoro tenerte, de nuevo hasta el amanecer. Añoro tenerte, en el lugar donde podamos escapar de esta prisión, donde seas tú la que dé sentido a esta existencia rota, que seas el mañana, el futuro. Luego, el vacío mental. Elegua se cruza y me detiene el paso, se burla de la situación. Su mirada azulada penetra en mí, y responde:


No eres tú, es ella, este es tu nuevo camino, el que ella ha dejado. Ese yo interno que da vueltas en el carrusel del órgano primordial, ese que ella controla. Y llamo a Elegua un demonio y lo maldigo. Malditos sean los demonios disfrazados con pieles, con piernas y brazos humanos. Malditos sean los demonios con tanto poder para destruir sueños y volver negros los sentimientos. Malditos sean los demonios que con inteligencia y maldad ancestral, explotan mi soberbia, mi maldad. Me confunde. Termino disparando la bala sobre el cuerpo que cae en la acera. Elegua se ríe, parece ser el bufón de mi historia, y me echa en cara todo lo que hecho hasta este punto por un amor lóbrego y roto. Vuelve a mí con su mirada azulada, y me dice -eres mío, y soy tu dios, afronta este nuevo camino tan solo por seguir el conformismo del amor, por ser el Shinigami de una mujer, que clama y reclama el placer de algo que no le puede dar-. Porque todo lo que eres te lo dará la dura experiencia, eres tu propio redentor. Pienso en ello mientras la patrulla me lleva hacia algo desconocido, porque mis lágrimas no tocan el asfalto, quedan suspendidas, envueltas en nostalgia; en medio del espacio y el tiempo, tan solo tocan el corazón de alguien que guarda su pistola y se despide de mí mientras se sube al tren trepidante. Y yo, yo tan solo reniego por este canto maldito, el canto de Elegua y un nuevo camino.


He Escuchado Por: Blanca Sicúa



He Escuchado

Las historias de mis hermanos negros, mestizos, zambos, mulatos Historias que narran sus vivencias, alegarĂ­as y sufrimientos Historias que me tocan el alma que me hablan de mis ancestros. He escuchado las voces de los bogas y los orichas que me recuerdan que soy hija de la madre tierra bendecida de las estrellas, del agua de los dioses sol y luna. Historias que aman la vida que reclaman, ante duras injusticias, el reconocimiento de la identidad, de la raza que alimentan en el tiempo una lucha requerida. Mil y una historias que permitan el reconocimiento de los derechos que demuestren a mil generaciones quiĂŠnes son sus Afro- descendientes que cuenten que todos somos iguales. Historias que demuestren que por nuestras venas corre sangre de mil bendiciones.


Este fanzine se realiz贸 en el club de lectura Polifon铆a de la resistencia, proyecto ganador de la Beca de Creaci贸n de Clubes de Lectura de IDARTES, que tuvo lugar entre julio y noviembre de 2014 en la Biblioteca Colsubsidio - Sede Roma, en la Localidad de Kennedy. Bogot谩, Colombia, 2014.




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