El Sacro Bosco de Bomarzo Dante Alighieri se apegó a esta tradición; este enorme perro con sus tres fauces es el guardián de los glotones en el tercer círculo del Infierno. Recuerda cómo al descender Eneas a visitar a su padre en el Eliseo, la Sibila adormece al feroz can con una torta de miel y frutos. Cerbero, fiera crudele e diversa,
Cerbero, monstruo cruel que nunca cierra
con tre gole caninamente latra
sus tres fauces de can, lanza ladridos
sopra la gente che quivi è sommersa.
y aturde a los espíritus y aterra.
Li occhi ha vermigli, la barba unta e atra,
Los acecha con ojos encendidos,
e ‘l ventre largo, e unghiate le mani:
los muerde, los desgarra y descuartiza
graffia li spiriti, iscoia ed isquatra.
con uñas y colmillos desmedidos.
La Divina Comedia, Inf., VI, 13-18 Aunque más adelante este mismo autor describe al perro tricéfalo con la palabra vermo,35 que quiere decir gusano. No debe resultarnos extraño, ya que es la misma palabra que utiliza para referirse a Lucifer,36 ya que también podía tener el valor de dragón.37 Asimismo, es la manera del poeta de recordar las serpientes que se erizaban en el cuello de este can, además de alterar su naturaleza de animal doméstico, por una más aterradora, digna del guardián de los infiernos. En nuestro camino lo recordamos como vivirá para siempre. Cerbero flanquea el final del viaje, con su permiso cruzaremos el umbral de regreso al mundo que guarda las proporciones que conocemos y no mira las maravillas que vigila este monstruo. Al salir, debemos tener cuidado de su mirada, que podría convertirnos en parte de este paseo para siempre.
El templo En el punto más alto del bosco llegamos al final del camino. Un hermoso templo domina el paisaje, por primera vez en nuestro recorrido encontramos un punto fijo. La construcción no guarda huellas de su metamorfosis como el resto de los monstruos. La proporción áurea ilumina su fachada, es la misma belleza de los edificios clásicos como el Partenón de Atenas, la que culmina esta travesía de cambios. Una doble escalinata permite la ascensión a este templo, cuya entrada no está al nivel del suelo al uso clásico. Cuatro columnas de orden toscano enmarcan el arco de medio punto de la fachada que se alarga en una bóveda de cañón. Dos columnas a cada lado, multiplicadas por tres al fondo, son las guardianas de la entrada al templo. La forma de la nave es octogonal, al modo de los baptisterios romanos, decorada por bellos rosetones, está iluminada por tres pequeños óculos que brindan un ambiente de serenidad al interior. Esta hermosa construcción clásica sigue las más severas proporciones del arte. Su inspiración la encontramos claramente en escritos como el de Vitrubio y Alberti. Pero más allá de los serios tratados arquitectónicos este templo tiene un importante antecedente en el palacio de la reina Eleutheride,
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