Lo jerónimo en Sor Juana
La cabeza y la corbata
Intentó ser carmelita, pero renunció a los tres meses y se fue con las jerónimas para el resto de su vida. ¿Por qué? Porque San Jerónimo creía en las bibliotecas y en la inteligencia femenina
Aura... "No han sido muchos los casos en que el encuentro con un libro haya dejado en mi memoria un tan intenso y perenne recuerdo", Saramago.
Gabriel Zaid Pág. 6
José Saramago Pág. 7
VIERNES 13 DE NOVIEMBRE DE 2015
SUPLEMENTO CULTURAL
Comunicante En México, primero la TV y otras cosas…
después, los libros
Noviembre 12, Día Nacional del Libro Por: Juan L. Simental
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Una existencia doliente
S
e ha dicho que para Søren Kierkegaard, el gran pensador danés del siglo XIX, la melancolía fue una manera de existir; además, retoma un antiguo tema cristiano y se esfuerza por convertirse en un vir dolorum, el varón doliente. La ruptura con Regine es una de las más tristes historias de amor que haya influido en el pensamiento filosófico moderno. En 1840 el joven Kierkegaard, profundamente enamorado de Regine, se compromete a casarse con ella. Kierkegaard vivía en colisión
con el mundo, y una de esas colisiones, la que tenía un sentido erótico, lo llevó a abandonar a Regine, a pesar de lo mucho que la quería. “No fue otra fuerza la que nos separó más que la potencialidad de mi colisión erótica, no fue la muchacha misma quien rompió conmigo, sino que yo mismo fui obligado a demoler un amor auténtico... fue mi melancolía y el arrepentimiento por mi vida anterior lo que me hizo hacer lo que hice”. También anotó en su diario: “puedo ser más feliz en mi infelicidad sin
ella que con ella”. La melancolía le permite a Kierkegaard ser él mismo: “la melancolía da sombra a toda mi vida, pero ello es también una indescriptible bendición”. Refiriéndose también a Regine, escribió: “sostener en la mano a esta criatura preciosa, ser capaz de encantar su vida, ver su inexpresable felicidad, es la suprema felicidad para el hombre melancólico... Y después escuchar una juiciosa voz interior que dice ‘Debes dejarla ir’, este es tu castigo, que se intensifica-
rá al ver toda su angustia, aumentada por sus plegarias y sus lágrimas, ella que no sospecha que es un castigo para ti”. En el pensamiento de Kierkegaard late un corazón negro que, estoy convencido, es una de las claves más importantes de su confrontación con la modernidad. Este oscuro corazón late al lado de la necesaria ironía sin la cual se apagaría la reflexión. (Roger Bartra, Letras Libres; octubre de 2014. Kierkegaard murió el 11 de noviembre de 1855).
“Del amor imposible al amor posible no solo hay un paso sino todo un abismo”, Fernando Delgadillo. (Nació el 12 de noviembre de 1965)
La Efeméride
Nomás por hablar de algo...
El 16 de noviembre es Día Internacional de la Tolerancia. La tolerancia es el reconocimiento y la aceptación de las diferencias entre las personas. Es el reconocimiento de que ninguna cultura, nación o religión tiene el monopolio del conocimiento o de la verdad. La tolerancia es el reconocimiento de que las diferencias, más que distanciar, nos complementan.
El 12 de noviembre de 1853 se lanzó la convocatoria para componer el Himno Nacional. En días recientes, el gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón, propuso acerca del Himno: “tenemos que cambiarlo, la violencia no debe ser parte de la educación de las nuevas generaciones; para no cantar más palabras de violencia”. Ahora sí que El Bronco salió muy bronco.
Editor / Ricardo Bonilla VIERNES 13 DE NOVIEMBRE DE 2015
Diseño / Grupo Editorial HADEC
3 SATÍN Y SEDA
A los traumas hay que enfrentarlos…
¡pero con mucho cuidado!
Nadia Bracho
Fui a que me leyeran el tarot para saber si las manchas de mi mejilla eran de origen “kármico”
T
rauma.- Choque sentimental o emoción que deja, en el individuo que lo ha sufrido, una impresión duradera y difícilmente asimilable. La Pontificia y Real Academia de la Lengua Española. Trauma.- Pequeños defectos físicos o emocionales que son detectados solamente por las “queridas amigas” y casi siempre son cosas imperdonables de pasar. Lo que usted ve en su cuerpo como un pequeño desliz de la naturaleza, es un error “abominable” para la sociedad. El siempre traumado y nunca igualado Vulgo. -¿Qué es eso que se ve a un lado de tu mejilla? -me cuestiona al tiempo que señala con el dedo índice mi vecina, pues resulta que salí a dejar la basura frente a la casa y, mientras la saludaba, ella me acribilló prácticamente con la pregunta. -¿Cómo qué? –contesté aterrada. -Son… ¿como manchas? -dijo con el gesto horrorizado. -¿Manchas? Ah… -respiro aliviada y me preparo para aclarar que son por el embarazo de mi bebé; es el mejor conocido “paño” y que... mi reflexión se detiene al recordar que el niño ya cumplió dieciocho años, casi tiene edad para reclamar su Afore por jubilación y yo sigo con el “mentado paño”. Se va a carcajear en mi cara. -¿Tú crees…? ¿Se notan mucho? -me doy tiempo con otra pregunta para ordenar mi cerebro. -¡Claro! ¿Qué te has puesto? –vuelve a preguntar. Si supiera que he probado todas las cremas del mercado, he consultado dermatólogos, he ido con homeópatas; le entré también a la acupuntura, aromaterapia, tratamientos naturistas, incluso fui a que me leyeran el tarot para saber si las manchas de mi mejilla eran de origen “kármico”. -No, no he probado nada -mentí derrotada-. ¡Pues con razón!, esas manchas están fatales -dijo entusiasmada de pisar al “asquel” que me convertí ante sus ojos y de inmediato. -Tengo una crema, claro si tú quieres probarla, la hago yo misma y te
puedo dar tantita -¿que si quiero probar?, eso he hecho los últimos años de mi vida, solamente me queda ir con un espiritista para buscar en el más allá una solución a mi problema. -Sí, por qué no -titubeo para disimilar las ganas de gritar: “¡por piedad, ayúdame!”. -Mi muchacha llegó muy manchada del rancho y con esto quedó blanca, no te imaginas cómo quedó –argumenta la vecina. -¿Como albina? -le pregunto con sarcasmo-. No, ella se llama Teresa, pero en fin, no tiene importancia, se fue con el novio nomás y se compuso de la cara, pero tú usa la crema. Esa noche hice el ritual correspondiente: me lavé mi cara con cuidado, haciendo una especie de “despedida para las manchas”. Me puse una pijama nueva (era ocasión para celebrar), coloqué una banda para el pelo que después me quité al sentir que todos los defectos del mundo se veían más con ese “truco”, y abrí mi “gran tesoro”. Pues resulta que el “tesoro” era de una consistencia pegajosa y de color gris oscuro, por no decir “negro pavimento”. Quise cerrarla nuevamente y regresar al televisor a seguir comiendo mis palomitas de maíz, dándome por vencida, pero mi “espíritu de lucha” me dio valor para seguir adelante. ¿Qué me puede pasar?, pensé. Es una simple crema y lo mejor es que podría ganar una cara sin manchas. Metí primero dos dedos, después cuatro y al momento ya tenía toda la mano “embadurnada” por la crema, y de ahí a mi cara. Como tenía que dormir con ella, busqué el auxilio de una toalla para ponerla en mi almohada. Alisando la cama, me peiné el cabello para que no se pegara a mi rostro; puse las manos sobre mi pecho (como Blancanieves en su féretro de cristal) y me dispuse a dormir feliz y a la vez impaciente por el esperado resultado… A la mañana siguiente con dificultad abrí un ojo, posiblemente fue porque estaba totalmente pegado debido a que la crema se fue recorriendo durante la noche: cubrió los ojos, la frente, tres cuartas partes del pelo, el cuello, una oreja en su totalidad y media manga de mi pijama. VIERNES 13 DE NOVIEMBRE DE 2015
Salté al baño de inmediato y el agua tibia pasó p o r el rostro y un suspiro escapó de mi pecho. Pero después se convirtió en un grito ahogado al percatarme de que la “masa pegajosa y gruesa” no se quitaba de mi cara. Con los ojos cerrados busqué a tientas el jabón. Lo único que sucedió fue que el jabón pasó a ser parte de la “masa pegajosa”. Después grité a una de mis hijas para que me trajera con urgencia un estropajo de fibra, el líquido quitagrasa que uso en Navidad para limpiar el horno, una acetona para las uñas y, por si las dudas, el pulidor de plata, si acaso lo demás no daba resultado. Salí del baño con el rostro ardido por el “ultraje” que hice en él y, con desaliento, me acerqué al espejo: efectivamente, las manchas ya no estaban... solas, ahora estaban acompañadas por numerosos granitos debido a una intoxicación de la piel, el grosor de ella aumentó tanto que parecía que me había inyectado “bótox”. Fue un triste fin de semana encerrada en mi casa, esperando que pasara la hinchazón. ¿Cree usted en los traumas? Por favor, no deje que eso la intimide, sea una mujer de lucha y demuestre de qué madera está hecha, pero, ¡por ningún motivo!, pase lo que pase, tape esos traumas con crema casera para las manchas.
4 Noviembre 12, Día
En México, primero la TV y otr
Por Juan L
E
ntre los 194 países reconocidos que hoy pueblan el orbe, México es único, especial. Muchas son las cualidades que es posible enumerar para justificar tan categórica declaración. Pero, para ahorrar palabras y espacio, baste decir de aquella gracia que tuvo que venir de lo Alto, a no ser que en torno a esto baste la casualidad que, dicen los entendidos, no existe. En esta tierra nació Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, mejor conocida como sor Juana Inés de la Cruz, la Décima Musa o la Décima Musa Mexicana o El Fénix de América. En esto de los nombres el gusto también es variedad. Sor Juana vino al mundo en San Miguel Nepantla, hoy Estado de México. Con los años, buscando más que una orden religiosa dónde enclaustrar la vida, ansiaba un espacio en el que pudiera dar rienda suelta a su pasión dominante: las letras y, a través de ellas, el conocimiento. Ella misma confesaría alguna vez: “no estudio por saber más, sino por ignorar menos”. Nació la Musa el 12 de noviembre de 1651, es decir, 364 años atrás, y entre los muchos honores con los que es justo reconocer a una mujer de su talla, uno en este país hace que baste y sobre en la buena intención. En el año de 1979, el entonces presidente José López Portillo decretó que, a partir de la fecha y para siempre, cada día 12 de noviembre fuera en México Día Nacional del Libro. Por eso, y en busca de la coherencia perdida, en México importa responder a una pregunta fundamental: ¿cómo hacer que la memoria sea constante y la fecha no sea una más, la número 36 desde que se instituyó la data como testimonio de la honra sorjuanesca? La Musa, que no en vano lo fue, responde precisa a la cuestión: “salgan signos a la boca de lo que el corazón arde, que nadie, nadie creerá el incendio si el humo no da señales”. Si en esta tierra nació sor Juana, y siendo ella una mujer de letras y de libros, lo menos que se puede esperar es que México sea, igual, una patria donde los libros sean la constante.
“CUANDO LOS MEXICANOS TIENEN TIEMPO” Dijeron en días pasados cuatro muy sabios ministros de la Sala Superior –de ahí que sean tan sabios y superiores- de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que en este país cada cual es libre de autodeterminarse como mejor lo entienda porque en ello va la hechura de su propia persona. Nadie, ni el Estado, le puede decir a nadie qué hacer con su tiempo libre, lúdico o para la recreación… por ejemplo, con toda libertad debe poder echarse un “guatito” de mota. Hay otros muchos que, sin embargo, tienen otro tipo de ocupaciones. De acuerdo con el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, “cuando los mexicanos tienen tiempo libre, lo dedican principalmente a ver televisión, practicar deporte o asistir a alguna reunión, escuchar música o la radio; leer es la quinta opción de entretenimiento”. Así lo dice la Encuesta Nacional de Lectura y Escritura 2015 que el pasado lunes 9 de noviembre presentó el Conaculta. Hablando en números contantes y sonantes, el 52.9 por ciento de los consultados dijo que su tiempo libre lo pasa frente a la televisión; luego, el 26.7 practica algún deporte; el 25.4 se reúne con familiares o amigos; el 22.6 oye la radio o escucha música; el 21.1 por ciento lo aprovecha para leer. Luego de tal revelación (de que los mexicanos que prefieren la TV son más del doble de los que optan por adentrarse en las páginas de un libro), no faltarán los que, prestos y practicantes de la ortodoxia de sor Juana, se disponen ya al rasgamiento viril de las vestiduras. Sin embargo, aún hay más en el informe de la Encuesta Nacional que bien pudiera valer detener el impulso. 5.3, LA CIFRA MÁGICA En estudios anteriores se decía que
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En 2014, m gastaron 8 mi libros y 4 mil bebidas de licores
La Bib Citas d Tse-T Harry y El Se los An los más en mun
5 Nacional del Libro
ras cosas… después, los libros
L. Simental
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blia, las de Mao Tung, Potter eñor de nillos, s leídos n el ndo
los mexicanos leíamos un libro, uno y medio o hasta dos y medio al año; la cifra última presentada por el Conaculta supone un auténtico salto cuántico por la envergadura del progreso: hoy, afirma la Encuesta Nacional, los mexicanos leemos 5.3 libros al año, es decir, más del doble que apenas uno o dos años atrás. Esto no es para menos. En uno de sus cuatro problemas de la Filosofía, el Aquinate planteó la cuestión ética, el para qué. En este caso, ese de empeñar el tiempo libre en la lectura de un texto, de esos 5.3 libros anuales, 3.5 son por el gusto del que lee; los restantes 1.8 son para cubrir una necesidad, o sea, se leen porque se tienen que leer. Ese número mágico de 5.3, dividido en los 365 días que tiene el año, podría parecer nimio, calderilla, cola, poco, muy poco. Pero es suficiente para que México tenga el segundo lugar en lectura de América Latina: Chile, con 5.4 libros per cápita leídos al año, está en primer lugar. Como quien dice, es un empate técnico; en todo caso, una diferencia de una décima es pecata minuta. Y ya entrados en gastos, y sin afán de incomodar, en el ámbito global hay países como Finlandia, donde se leen 47 libros al año, o España, donde el lector promedio da cuenta de 10.3 libros. Pero en descargo de cualquier complejo, vale decir que en México la lectura se vuelve privativa dados los precios, cada vez más altos, de los libros. En este país, con el peor salario de América Latina y uno de los más raquíticos del planeta, solo el 59 por ciento de los que leen puede comprar un libro; al 46 se los regalan; el 40.6 lee en libros prestados; 15.9 va a una biblioteca; el 11.6 por ciento los descarga gratuitamente de la red.
tas; el 25.2 en los sitios web (donde se puede leer cualquier cosa, y cualquier cosa es cualquiera cosa); el 16.6 prefiere las historietas o los cómics; el restante 13.4 por ciento se enfrasca en los blogs (donde la calidad de lo leído es un albur). Alguien dijo alguna vez: dime con quién andas y te diré quién eres. Puede ser que sí o puede ser que no, porque eso de andar con alguien depende también de las circunstancias; en el caso de la lectura es igual. Por eso, afirmar “dime qué lees y te diré quién eres” puede hablar de la persona o puede embrollar aún más el asunto de la identidad. En el caso de los mexicanos, sin embargo, hay preferencias que podrían servir para definir una generalidad (lo cual suena intrínsecamente perverso). Así como los mexicanos tenemos nuestro corazoncito en relación con el picante, el tequila, el “¡viva México, cabrones!”, el “¡sí se pudo!”, “mañana te pago” y el ser guadalupanos, “que es algo esencial”, lo tenemos también cuando decidimos lo que leemos. En esto de las preferencias los mexicanos estamos partidos en dos, somos dicotomía, paradoja. Por un lado la piedad; por el otro, la pasión; por uno, la devoción; por otro, ciertos lúbricos ardores… Dios y el Diablo. Y es que, según la Encuesta Nacional 2015, los nacidos en esta patria de contradicciones leemos, en primer lugar, la Biblia, el Libro de los Libros; en segundo, su posible antítesis: las Cincuenta Sombras de Grey. (Fervores vemos; calenturas no sabemos). Pero hay otros, la lista completa de los “best sellers” mexicanos (que nos libran de concupiscencias mal entendidas) la completan: Cien años de soledad, El Principito, Crepúsculo, Juventud en éxtasis, Bajo la misma estrella, Don Quijote de la Mancha, Historia de México, El diario de Ana Frank, ¿Quién se ha llevado mi queso?, Harry Potter, El alquimista, Los cuatro acuerdos, Caperucita Roja, Caballo de Troya… en la variedad se rompe el género. …..
Los hombres leen 3.9 libros al año; las mujeres, 3.2
DIME QUÉ LEES Y TE DIRÉ QUIÉN ERES Sin embargo, hay aquellos que afirman que no se trata solo de leer. Y es que se lee en los letreros de la calle, se lee en las instrucciones para armar algún raro artilugio, se lee en los subtítulos de una película sin doblaje… o se lee la sección de chistes o deportes o de espectáculos de un periódico; se lee la nota roja. Pero igual que en el caso del sibarita que en el sentido del gusto encuentra su deleite, el que lee debe procurarse igual placer. Afirma la Encuesta Nacional de Lectura y Escritura que el 57.3 por ciento de quienes leen optan por un libro; el 55 se remite a los periódicos; el 44.9 lee en las redes sociales (algo así como: “ola, ¡ke ase?”); el 38 busca en las revis-
Concluyendo, “sin claridad no hay voz de sabiduría”, dijo sor Juana y tenía razón, y en esto sí hay ley: la lectura aumenta el vocablo y mejora la manera de decirlo y de escribirlo; a leguas se reconoce a la persona que no frecuenta un libro. Por eso, en el aniversario de la Musa y del libro, bien se haría en procurar la coherencia o, al menos, en ello comprometer el empeño: “yo no estimo tesoros ni riquezas, y así, siempre me causa más contento poner riquezas en mi entendimiento que no mi entendimiento en las riquezas”.
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6 “Sin claridad no hay voz de sabiduría”
Lo jerónimo en Sor Juana Por Gabriel Zaid
“Yo no hago ninguna diferencia entre las santas mujeres, los hombres santos y los príncipes de la Iglesia”
S
grama vital de emulación literaria, como para el resto de su vida. Había otros veinte muestras de su capaconventos de moncidad para acometer jas. ¿Por qué ese? todos los géneros en Porque San Jeróniboga, aun los más mo fue un gran esarriesgados”. critor, que creía en Parece que la las bibliotecas y en censura lo entenla inteligencia fedió así, porque menina. el Calificador del San Jerónimo Santo Oficio de la creía que las mujeInquisición (contra res tienen que hacer lo que imaginamos cosas más imporde aquellos tiemtantes que casarse. pos) dice “que habiendo leído con singuPromovió que se dedicaran al estudio, la lar atención cuanto en este volumen se contemplación y la oración, con tanto éxito contiene, nada he hallado que corregir que fue acusado de subversivo de la buena (...) Ni en un ápice ofende, ni la verdad sociedad y líder de aristócratas rebeldonas. El no ser de padre honrado de la religión católica, ni la pureza de las Su ejemplo era un apoyo frente a la pequefuera defecto, a mi ver, costumbres más santas. si como recibí el ser ñez moral que no ve en Mucho sí que aprender, Aunque hay controversia la cultura más que vanide él, se lo hubiera yo dado. muchísimo que admirar; dad y perdición. Era poen torno a la fecha de conque dejando el oficio Más piadosa fue tu madre, sible tener cultura y fe. su nacimiento, la más de censor, tomara gustoso que hizo que a muchos sucedas Era posible ser mujer y aceptada es el 12 de el de panegirista”... para que, entre tantos, puedas letrada. Era legítimo tenoviembre de 1651 Juana intentó ser cartomar el que más te cuadre. ner una gran biblioteca melita, pero esa regla tan y dedicarle mucho tiemNo era propio de una mujer, y menos pesada fue superior a sus fuerzas. ¿Por qué po. San Jerónimo no quería ser sacerdote, y, de una monja, escribir así. Y, precisamen- carmelita? Joaquín Antonio Peñalosa hace cuando lo presionaron, aceptó, a condición te por eso –dice Antonio Alatorre en “Sor una buena hipótesis en Alrededores de Sor de que no lo distrajeran de sus libros, con Juana Inés de la Cruz: a misas y esas cosas. Juana y los hombres”– Hacia 1693 dejó de los diecinueve años de escribió este soneto En el convento de las jerónimas, Sor escribir y se dedicó más a edad, Juana buscaba una Juana se encontró a sí misma. Tenía lo digno de Quevedo: para labores religiosas figura tutelar para su do- que Virginia Woolf llamó después Un demostrar que no era ble vocación de soltera y cuarto propio (de hecho, un dúplex). En menos que los hombres. Octavio Paz, en Sor Juana Inés de la Cruz o escritora. Creyó encontrarla en Santa Tere- el “sosegado silencio de mis libros” vivió las trampas de la fe, había hecho esa com- sa de Jesús, y, con el espíritu deciveintisiete años paración y subrayado algo importante: Ni dido de la reformadora, entró de como una de las Sus padres nunca se estos ni otros poemas satíricos de Sor Jua- novicia en la orden de las carmeliunieron en matrimonio cristianas docPero los na fueron póstumos. Están en la primera tas descalzas. tas apoyadas por legítimo ayunos, edición de sus obras. Ella San Jerónimo; penitenlos envió a su editor en contenta de que cias y deberes la “debía por el estado eclesiástico profesar Sevilla sin aspavientos, enfermaron. Re- letras, y más siendo hija de un San Jeróy él los publicó con las nunció a los tres nimo y de una Santa Paula, que era dedebidas licencias eclemeses y, después generar de tan doctos padres, ser idiota siásticas y del rey. Sor de buscar tres hija” (Respuesta a Sor Filotea).(Letras Juana, probablemente, meses más, se fue Libres. Fragmento del artículo pulos “consideraba, con las jerónimas blicado en septiembre de 2011). dentro de su proor Juana Inés de la Cruz tuvo una madre soltera, analfabeta y empresaria que tomó a su cargo la hacienda manejada por su padre, un buen lector cuya biblioteca despertó en la nieta el apetito de leer. Su inteligencia asombraba a todos y molestaba a algunos, como el necio que se atrevió a ofenderla con un epigrama sobre su origen familiar. Ella reviró con otro, “tan sangriento que nos duele en Sor Juana” –dice el padre Alfonso Méndez Plancarte, compilador de sus Obras completas. Fue una mentada de madre feroz, dos redondillas “que dan el colirio merecido a un soberbio”:
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7 “No me etiquetes, léeme. Soy un escritor, no un género”
La cabeza y la corbata Por José Saramago
Carlos Fuentes nació el 11 de noviembre de 1928
E
l primer libro de Carlos Fuentes que leí fue Aura. Aunque no he vuelto a él, guardo desde aquel día (más de cuarenta años han pasado) la impresión de haber penetrado en un mundo diferente a todo lo que había conocido hasta entonces, una atmósfera compuesta de objetividad realista y de mis- teriosa magia, en que estos contrarios, en el fondo más aparentes que efectivos, se fundían para crear en el espíritu del lector una vibración singular en todos los aspectos. No han sido muchos los casos en que el encuentro con un libro haya dejado en mi memoria un tan intenso y perenne recuerdo. No era un tiempo en que las literaturas americanas (a las del Sur, me refiero) gozasen de un especial fervor del público ilustrado. Fascinados desde generaciones por las liminières francesas, hoy empalidecidas, observamos con cierta displicencia (la fingida displicencia de la ignorancia que sufre por tenerse que reconocer como tal) lo que se iba haciendo a este lado del río Grande y que, para agravar la situación, aunque pudiera viajar con relativa comodidad a España, apenas se detenía en Portugal. Existían lagunas, libros que simplemente no aparecían en las librerías, y también padecíamos la angustiosa falta de una crítica competente que nos ayudase a encontrar, en lo poco que iba siendo puesto a nuestro alcance, lo mucho de excelente que aquellas literaturas, luchando en tantos casos con dificultades semejantes, iban elaborando. Tal vez en el fondo hubiera otra explicación: los libros viajaban poco, pero nosotros todavía viajábamos menos.
Mi primer viaje a México fue para participar, en Morelia, en un congreso sobre la crónica. No tuve tiempo de García Márquez, nos presentamos amigos entonces para visitar librerías, pero que pasaron a serlo de uno y otro, y así hasta ya frecuentaba que una noche, en el DF, en un con asiduidad la “Comencé a escribir para bailongo en que se festejaba obra de Carlos vivir y ahora escribo para el aniversario de un libro tan Fuentes a través no morir” transparente como antaño lo de, por ejemplo, fue la ciudad descrita, Fuentes la lectura de libros fundamentame declaró portugués y mexicano y supe que les como La región más transparente y La aquella declaración me comprometía mucho. muerte de Artemio Cruz. Entonces ya era Desde luego a la reciprocidad, de modo que ahoevidente para mí también que estaba ante ra tengo que declararlo a él, en Lisboa, mexicano un escritor de altísima categoría artística y portugués, asunto que debe realizarse cuanto y de una infrecuente riqueza conceptual. antes, porque hay motivo y es la hora en punto. Más tarde, otra novela extraordiY por fin, una confesión. No soy pernaria, Terra Nostra, me sona que pueda ser fácilmente intimidada, abrió nuevas perspecmuy por lo contrario, pero mis primeros tivas y de ahí en contactos con Carlos Fuentes, en todo caso adelante, sin que siempre cordiales, como era de esperar tra-
“No existe la libertad, sino la búsqueda de la libertad, y esa búsqueda es la que nos hace libres” sea necesario retándose de dos personas bien educadas, no ferir otros títulos fueron fáciles, no por su culpa, sino por una (salvo El espejo enespecie de resistencia que me impedía acepterrado, libro de fondo, tar con naturalidad lo que en Carlos Fuentes indispensable para un conoera naturalísimo, y que no es otra cosa que cimiento sensible y conssu forma de vestir. Todos “Me reconocí, sabemos que Fuentes viste ciente de América de Sur, definitivamente, como bien, con elegancia y buen como siempre me gusta devoto admirador del gusto, la camisa sin una denominar a esa parte del autor de Gringo viejo”, arruga, los pantalones con mundo) me reconocí, defiSaramago la raya perfecta, pero, por nitivamente, como devoto admirador del autor de ignotas razones, pensaba yo Gringo viejo. que un escritor, especialmente si perteneConocía al escritor, me faltaba conocía a esa parte del mundo, no debería vestir cer al hombre y ese momento no tardó en así. Gran equivocación mía. Al final, Carlos llegar, aunque fue necesario que antes me Fuentes hizo compatible la mayor exigenlanzara en esta cosa de escribir. cia crítica, el mayor rigor ético, que son los A partir de ahí nos fuimos encontransuyos, con una corbata bien elegida. No es do en diferentes países, en nuestras casas pequeña cosa, créanme. respectivas, en actos académicos tutelados (Publicado en nexos; por Julio Cortázar y bajo la mirada, siempre octubre de 2008). benevolente y algo irónica VIERNES 13 DE NOVIEMBRE DE 2015
8 “Prefiero una Iglesia magullada, dolorida y sucia porque ha estado en las calles”
Noviembre Por Juan L. Simental
Novela que narra el antes y el después del asesinato de seis jesuitas en El Salvador, la madrugada del 16 de noviembre de 1989
A
ño de 1209, abril o mayo, no se sabe con certeza. En lo que sí hay verdad es en la presencia de un pobre nacido en Asís, uno que, años atrás, se soñaba caballero y que, sin embargo, el día en el que escuchó aquella Voz, “hay otras maneras de caballería mejor”, lo dejó todo, aunque todo fuera “nunca bastante”. Ese día, el Pobre de Asís se plantó ante el papa en turno, Inocencio III, y los príncipes de la Iglesia que le miraron con una mal disimulada curiosidad. Francisco, hijo de Bernardone, el rico comerciante en telas, lo había dejado todo incluso los sueños del padre que así vio truncados sus propios sueños; dejó también a doña Pica, la más buena de todas las mujeres, su madre. Y es que la Voz le había dicho la noche de Spoleto: “vuélvete a la tierra de tu nacimiento, porque yo haré que tu visión se cumpla espiritualmente”. Luego vino la orden primordial: “reconstruye mi Iglesia”. Por eso estaba aquel día Francisco ante tan altos dignatarios: porque la Iglesia tenía que reconstruirse, erigirse de nuevo y renovarse, porque sus columnas y sus cimientos amenazaban con venirse abajo. Y es que la Iglesia de Inocencio y de los príncipes purpurados no era ya la que un día vislumbró otro pobre, como Francisco: el Hijo del Carpintero. Más de ochocientos años después, otro Francisco pronuncia iguales palabras y lo hace también ante altos dignatarios de la Iglesia. Hoy, el papa jesuita deplora la realidad de tantos hombres de Iglesia y de la Iglesia misma: “me gusta una Iglesia inquieta, cada vez más cercana a los abandonados, a los olvidados, a los imperfectos. Anhelo una Iglesia alegre con rostro de madre, que comprende, acompaña, acaricia. Prefiero una Iglesia magullada, dolorida y sucia porque ha estado en las calles, en lugar de una Iglesia enferma por estar confinada y aferrada a su propia seguridad. “En la Iglesia hay de estos que en lugar de servir, de pensar en los otros, de sentar las bases, se sirven de la Iglesia: los carreristas, los apegados al dinero”. Hay otros empeñados en los mismos afanes: el retorno al origen, la búsqueda y el encuentro con el resto fiel, el de los desposeídos, aquellos de los que incluso la
Iglesia se ha olvidado; los que viven la fe del día a día, que miran al Cielo y claman una respuesta por el infierno que purgan en “Vuélvete a la tierra de vida, hechos a un lado incluso por aquellos tu nacimiento, porque que debieran ir a ellos con los brazos abieryo haré que tu visión se tos y la mirada humilde, como Francisco, cumpla espiritualmente” el de Asís, y como Francisco, el argentino. En la década de los ochenta, en su principio y final, la dolida república de El Salvador lo vivió en carne propia: los buenos serán perseguidos y a muchos A 26 años de de ellos les será arrebatada la vida. Así fue la historia de seis aquel día y de jesuitas que el 16 de noviembre de 1989 repitieron la propia hisuna verdad toria de monseñor Oscar Arnulfo Roque sigue mero, sellada el 24 de marzo de 1980. esperando Centroamérica era un estado de ser revelada sitio donde la guerra hizo de la muerte una manera de existir, un habitual “salirse el corazón del pecho”; un dolor de madres y esposas, de hijos y de amigos que se acostumbraron a llorar la consJorge Galán tante partida de aquel al que amaban, recoge la muerto de bala, muerto de odio, víchistoria y tima propiciatoria de una Revolución sobre ella “libertaria” que infligió un alto precio: escribe perder la vida en nombre de la idea impuesta como única Verdad. A ese El Salvador llegaron un día seis jesuitas, como otros muchos, y llegaron con su propia idea de la Iglesia necesaria en una tierra donde los hermanos mataban a sus propios hermanos: “una Iglesia magullada, dolorida y sucia porque ha estado en las calles”… la Iglesia de Francisco. La madrugada de aquel 16 de noviembre de 1989, seis jesuitas y dos mujeres –más inocentes aún- dejaron la vida como dejaron la sangre y el aliento, y sus palabras de redención y de una gloria que debía comenzar aquí, abajo, donde el hombre hace la vida. Balas asesinas quisieron que ya no hablaran, que ya no dijeran de esperanza ni de igualdad, que no levantaran más el ánimo de los que solo sabían callar. El eterno retorno de la misma conocida historia: los buenos serán perseguidos y a muchos de ellos les será arrebatada la vida. Noviembre es “una reivindicación de la necesidad de levantar la voz, como hicieron los jesuitas asesinados, en defensa de los más desfavorecidos”.
VIERNES 13 DE NOVIEMBRE DE 2015