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“Quieres fotografiarme desnuda, ¿verdad?”

El Hombre Mono y la familia que lo acompaña

“No es cierto que no tuviese nada puesto. Tenía puesta la radio”, respuesta sobre su desnudo en Playboy

Ganó cinco medallas de oro olímpicas y una de bronce, además de 52 campeonatos nacionales en EU; estableció 67 récords mundiales

José de la Colina Pág. 6

María Porcel Estepa Pág. 7

VIERNES 03 DE JUNIO DE 2016

SUPLEMENTO CULTURAL

Comunicante

Kafka, ¿feliz alguna vez? “¿Has desesperado alguna vez de ti misma, simplemente desesperado (…), desesperado hasta el extremo de tirarse al suelo y permanecer así más allá de todos los Juicios Universales?” Por: Juan L. Simental

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Juan XXIII y el aggiornamiento

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n palabras de Francisco de Vitoria, “desde que los papas comenzaron a temer a los concilios, la Iglesia está sin concilios, y así seguirá para desgracia y ruina de la religión”. El dominico español escribió esto en 1530. Desde entonces ha habido tres concilios, dos para oponerse a la modernidad (Trento, en 1545; el Vaticano I en 1869); un tercero en 1962, para el “aggiornamiento”. Juan XXIII, un papa fieramente humano, quería nada menos que poner al día (aggiornamiento) a su Iglesia. Quería borrar la huella del

Vaticano I, donde Pío IX se había proclamado infalible y engordaba cada día el “Syllabus errorum modernorum”, en guerra total contra la modernidad entera. Su Índice de libros prohibidos, un apagón cultural más allá de toda imaginación, incluía a los fundadores de la ciencia moderna e incluso a la “Crítica de la razón pura” de Kant, y desde luego a Copérnico y Galileo, a Descartes y Pascal, a Spinoza, Mill, Comte, Condorcet y Ranke, por supuesto a Rousseau y Voltaire, a la Enciclopedia de Diderot y hasta al Diccionario Larouse, y también a

los más grandes de la literatura de todos los tiempos. Con Pío IX, Roma se echó encima a media humanidad. La gota que colmó el vaso fue su decisión de proclamarse a sí mismo, ¡infalible!, decidiendo, además, que era dogma de fe. Grandes prelados del Vaticano I, sobre todo los centroeuropeos, salieron despavoridos del concilio tras fracasar en su intento de impedir semejante extravagancia. Juan XXIII quiso cerrar el error del Vaticano I con un nuevo concilio, para colocar a su Iglesia en la modernidad, haciéndola huma-

na, sensible, cercana. Sus propuestas iban en esa dirección, no había otra posible. Y quiso hacerlo desde la verdad, desde la humildad. Lo dijo con palabras que aún parecen provocativas: “la libertad religiosa debe su origen, no a las iglesias ni a los teólogos, y ni siquiera al derecho natural cristiano, sino al Estado moderno, a los juristas y al derecho racional mundano, en una palabra, al mundo laico”. (“Juan XXIII detestaba la idea de ‘cruzada’”, J. G. B; El País, 20 de octubre de 2012. Edición Comunicante).

“Las cicatrices nos enseñan que el pasado fue real”, Anthony Quinn. (Murió el 3 de junio de 2001).

La Efeméride

Nomás por hablar de algo...

El 5 de junio de 1964 el papa Paulo VI exonera del castigo eclesiástico a los cristianos que deseen la incineración después de muertos. Ya se sabe: iba en contra del dogma de la resurrección de los muertos; ¿cómo iban a resucitar los cuerpos convertidos en cenizas?

Se le conoce como Revolución Cultural China, encabezada por Mao Zedong. Sin embargo, derivó en una cacería de brujas y una de las peores persecuciones en contra, principalmente, de la clase intelectual, como los profesores universitarios, acusados por “actividades contrarrevolucionarias”, es decir, educar a la juventud fuera del dogma del fanatismo oficial. La cultura fue también erradicada. Inició el 3 de junio de 1966. Diseño / Grupo Editorial HADEC


3 SATÍN Y SEDA

Vacaciones y plancton en papas fritas… un oleaje espiritual Nadia Bracho

El choque de las aguas contra mis piernas me hizo recordar que las rodillas no me han respondido muy bien últimamente

Solo relájese, es un tiempo que debe 20 metros algo me indicó que estaba mal, quiaprovechar para encontrarse a sí miszá la postura de “homo sapiens” que no abanma”, fueron las palabras que llegaron donaba o porque las plantas de mis pies se esa mi mente cuando tuve frente a mí a la taban calcinando... Un grito de dolor hizo que inmensidad del océano. ¿Algún seminario unos pelícanos que iban pasando se abrazaran de desarrollo? ¿Quizá un alto en el camino entre sí y huyeran a playas más tranquilas para ver adónde voy y cuál es mi misión en (como las Islas Marías), mientras yo brincaba la vida? ... ¡Para nada, simplemente estaba en un pie y luego en el otro, buscando refresde vacaciones! car lo que ya era demasiado tarde. Con esto en mente, corrí al encuentro de Era el primer día de mis vacaciones, los “mí misma”: la cara llena de bloqueador, un niños gritaban, pero no los escuchaba y estagran sombrero de paja con una flor de papel ba acostada con los pies hacia arriba llenos de a un lado, un coco con una sombrilla... Me pomada para calmar quemaduras. Me dejaron sentí de pronto parte de una película de Sildescansar, rodeada por supuesto de atenciovia Pinal en blanco y negro ante la diversines como: un vaso de limonada, el libro de dad de trajes de baño minúsculos que deam“Cómo viajar seguro” y un lápiz labial, de ahí bulaban a mi alrededor; yo, definitivamente, en más estaba a merced del mundo, y así fue. lucía una “sotana” en colores pastel. Mientras contaba nuevamente los moEl choque de las aguas contra mis piersaicos del piso, reparé en que una mancha se nas me hizo recordar que las rodillas no los ojos... Para volverlos a cerrar de inmediato movía. No quise tomar eso en serio cuando me han respondido muy bien últimamente, porque ahí venía otra ola del doble de tamaño yo era alguien sordo y quemado, pero al ver por lo que adopté la posición del “homo sa- que la primera. Esta vez no me dejé al infortu- que la mancha crecía, tenía patas y antenas, piens” para contrarrestar su fuerza. No me nio, luché con fuerza, bracee hasta donde pude, no pude más que tomar el lápiz labial y emveía cosmopolita, pero no he sabido de nin- realicé la técnica de mariposa y rematé con la puñarlo como espada. ¡En guardia, muere coguna luxación glamorosa. infalible “de perrito”, hice bucitos y, cuando sen- barde! Fueron las palabras que salieron de mi La tibieza del agua me dio confianza su- tí que mis pies tocaban fondo, traté de acelerar garganta mientras retrocedía para subirme al ficiente para seguir adelante. “Podría nadar la marcha, tanto lo hice que tocador de la recámara. Un grito de dolor hizo como en ‘La laguna azul’”, me dije en voz una vez fuera del agua seguí La lucha sería que unos pelícanos baja. “Así es, pero 35 años después”, me dictó corriendo como “alma que cuerpo a cuerpo, pero que iban pasando se la conciencia por lo que volví a ponerme en lleva el diablo” alrededor de no iba a dejar que un guardia. Fue exactamente en esta micra de se- sombrillas, toallas rayadas insecto con cabeza de abrazaran entre sí gundo cuando apareció de la nada (se los juro, y bronceados cuerpos que alfiler me fuera a ga¡de la nada!) una ola gigantesca, miré a la de- no se inmutaron de que “el nar la batalla. Corrí recha, ¡y agua!; a la izquierda, ¡y agua!; abajo, monstruo de la Laguna Negra” estuviera dando tras de ella, después ella corrió tras de mí, ¡más agua!, y arriba… una gaviota que poco vueltas a su alrededor. después bailamos una danza parecida a la podía hacer por mi humanidad. -¡Mande! ¡¿Qué dices?! -gritaba a la niña de los viejitos michoacanos y, por último, No supe cuántas volteretas di, tampoco que gesticulaba con fuerza hacia mi dirección, logré aplastarla con la pata de una silla y la si en el camino a la playa me abracé de un entonces un terror me invadió: estaba sorda del maleta de mi hija. pulpo, un pez globo o de algún alga marina, oído izquierdo, ¿razón? Quizá una mantarraya Aún temblando, me dejé caer en la cama el hecho es que me vi se me había metido durante y recordé la tranquilidad de mi oficina, la No supe cuántas tirada en la arena, con la marejada, pero estaba dis- seguridad del paso a desnivel, el sonido revolteretas di, tampoco si puesta a ir por un pez espa- confortante del teléfono celular, ¿qué estoy el oleaje todavía moen el camino a la playa da y sacármela a como diera haciendo en otro ambiente? Si Dios hubiera jando mis piernas. Mis hijos llegaron hasta mi me abracé de un pulpo lugar, pero el solo hecho de querido que fuera sirena, me hubiera man“bulto”, no podría depensar en regresar otra vez dado con escamas, pero ahora solo tenía cir cuerpo porque estaba, creo yo, cubierto al agua me dejó quieta en mi silla y pidiendo un ampollas en la piel y arena entre los dientes. de plancton y envolturas de papas fritas. chicle para “destapar el oído”. Era suficiente, ya me había encontrado conSus voces me llegaron desde lejos, empeRegresé lentamente a mi habitación, con la toa- migo misma y a aquel que me había dicho cé por mover los dedos de las manos, lla arrastrando y sin sandalias, ya que la sensación que me relajara le llevaba en un frasdespués los pies, por último, escupí de arena hasta en el ventrículo izquierdo me hizo co un pequeño “quemador” como dos kilos de arena y entonces abrí desistir de calzarlas. Mala idea, una vez que caminé recuerdo de mis días de playa. VIERNES 03 DE JUNIO DE 2016


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“A partir de cierto pu

Kafka, ¿feliz

Por Juan L

“¿Has desesperado alguna vez de ti misma, simplemente desesperado así más allá de todos lo

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afka el icono. Kafka el afiche. La imagen inconsciente en la memoria cuando se dice del hombre atormentado, el que hace de su existencia un nublado permanente; todos los días bajo el gris de una lluvia que no cede y que tampoco arrecia, pero es la constancia hecha presente. El hombre de la figura triste, mas no como el otro, el de la Dulcinea, el que empeñaba el afán contra molinos de viento, aquel que dijo que el corazón tiene razones que la razón no entiende. Este, como aquel, lleva en el corazón también razones que no entiende su razón. Pero no hay molinos, no hay Dulcinea –aunque tal vez la hubo-. Hay solo en la cama -su camaun escarabajo patas arriba. La figura patética de un triste escarabajo. Kafka: el icono, el afiche, el personaje -víctima propiciatoria- de su alter ego: la sabandija en la que se convirtió Gregorio Samsa. Su propio delirio hecho realidad. El traje de luto permanente y la figura imponente del padre que castraba, el padre que dolía y hacía doler la vida. El hombre breve y apocado que, de no haber sido por Max Brod –el amigo desobediente-, hubiera sido para siempre el anónimo existente que nunca hubiera tenido – para su futuro pesar- poder ninguno sobre Camus, Sartre, Borges ni García Márquez… y, sin embargo, lo tuvo. “En la lucha entre uno y el mundo, hay que estar de parte del mundo”, dijo alguna vez. Y se hizo del lado del mundo. Lo hizo, sin embargo, como quien se para a la orilla del lago y solo mira, no fuera a ser que el mundo le pasara por encima,

pero le pasó. Como a Garrick, el payaso triste.

CARTA AL PADRE Era el año 19 del siglo pasado, los albores de la nueva edad; el siglo venidero, el tiempo abarrotado de promesas, no todas cumplidas. Franz, con 37 años, escribió a su padre la carta que este nunca leería, y que se publicó hasta el 50 gracias a Max y a Milena, quienes la leyeron antes que todos los demás. Cartas de tal calado son, las más de las veces, confesiones para que se lean “el día de mi muerte” y entonces el misterio sea develado. Cartas autoinculpatorias en las que se pide perdón. Pero esta era distinta: no un mea culpa, sino un Yo Acuso. Igual que en los Diarios, la Carta al padre es la revelación del hijo que un día no quiere ser ya la víctima con la que el padre –frente a su propio dios-

sustancia materna… -Por fin —dijo el padre apenas Oskar puso los pies en la habitación—… Quédate en la puerta… Estoy tan furioso contigo que no respondo de mí mismo… ¡Silencio! Silencio, te ordeno. Y guárdate para ti tus “peros”, ¿entiendes?… No pienso seguir soportando tu vida de inútil… Un hijo así se lo regalo a cualquiera… Ya he perdido la costumbre de mirarte. Y Oskar calló un momento con la boca abierta y murmura: -Mi verdadero padre me habría abrazado… Pero no lo abrazó. “¿Por qué te tengo miedo?”.

MILENA

pretende el perdón de sus pecados en el sacrificio del hijo, como Abraham: “dormir, despertar, dormir, despertar, una vida miserable… Cuando reflexiono debo confesar que mi educación me ha dañado… Este reproche alcanza a una cantidad de personas; es decir, a mis padres… Estamos presos entre nuestro pasado y nuestro porvenir”. Es el drama de Caín y Abel en las figuras del padre y el hijo; Edipo sin la

Pero cabe la pregunta, ¿fue siempre tan triste? La respuesta más deseadamente sincera es que no, no siempre fue así. Entre los capítulos que hacen la historia del hijo de Hermann y Julie existe el relato de Milena, la antijudía que fue capaz –a su manera- de amar al judío. Hay momentos por los que la vida se vive, por los que vale la pena el intento. Franz Kafka también los tuvo, aunque en esto contradiga el paradigma del hombre para siempre triste. Milena fue una de tales razones. Ella fue el respiro de aire fresco, el ruhaj, soplo de vida que sostuvo la vida bre-

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L. Simental

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ve de Franz. “El miedo es verdaderamente extraño, sus leyes internas no las conozco, solo conozco su mano en mi garganta, y eso es realmente lo más horrible que me ha ocurrido o que podría ocurrirme jamás”, escribió el autor de El proceso a Milena… “Milena, vista desde nuestro tiempo, era una mujer mucho más atractiva. Nació en 1896, cuando Kafka ya tenía 13 años en una familia burguesa, nacionalista checa, antisemita, hostil a los alemanes, contraria a Viena y al imperio. (…) La hija se rebeló, decidió ser el peor enemigo de su padre. Le robaba cocaína (el padre era dentista), tenía líos, gastaba fortunas, se quedaba embarazada y abortaba una vez tras otra... La mandaron a un psiquiátrico. Pudo terminar en un ensayo de Carl Gustav Jung, pero consiguió salir de la clínica, se casó con un crítico literario, se fue a vivir a Viena, pasó algunos años de hambre y tormento y acabó en un libro de Kafka” (“Cuando Kafka fue feliz”, Luis Alemany; El Mundo, 30 de octubre de 2015). Era el 19 del siglo pasado, el mismo de La carta al padre, cuando Franz y Milena se vieron en la mesa de un café, aunque luego él no recordaría su rostro: “caigo en la cuenta de que no recuerdo propiamente ningún detalle preciso de su rostro. Solo cómo se marchó por entre las mesas del café, su figura, su vestido: eso aún lo veo”.

Ella sí lo recordaría. Él terminaba una relación “claustrofóbica” con Julie. ¿Romance? ¿Entregarse el uno al otro y burlar la presencia del escarabajo patas arriba en la cama de Kafka? ¿Un beso, al menos? No. Bastaron solo… cartas, al menos diez. “Un buen puñado de cartas que viajaron desde Praga, Merano y Karlsbad a Viena entre abril de 1920 y el día de Navidad de 1923. Cuatro meses después, Kafka murió” (“Cuando Kafka fue feliz”…). El vocativo (el “vocare”, el llamado) lo decía todo: “Querida señora Milena”, un llamado desde la distancia, donde se decían de insomnio, de enfermedad, del padecer que es la vida cuando la vida es carencia, cuando el amor es la definición precisa que han urdido los filósofos: el amor es carecer de lo que se ama. Milena era casada; él, un solitario, uno que por cuatro días dejó de serlo. “Llegó el amor y llegaron todas sus estaciones clásicas: el asombrado descubrimiento mutuo, la obsesión, la osadía, la confesión. Y, entonces, el primer reto. ¿Volver a verse? Sí, no, por qué no. Kafka lo deseaba pero no lo veía claro. El terreno platónico era dulce y cómodo para él. De encontrarse con Milena, tendría que poner a prueba su ímpetu sexual. (…) Para enero, el hilo entre los dos amantes ya estaba roto. (…) Después, Kafka se murió y Milena escribió un bonito obituario. Tenía 28 años y le queda-

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Murió el 3 de junio de 1924 ban 20 por vivir”. (“Cuando Kafka fue feliz”…). “Las personas no me han engañado prácticamente nunca, pero las cartas siempre”, dijo Franz en una de las cartas a Milena. Y es que, tal vez –y eso ahora es fácil de comprender-, el que escribe es siempre sincero; el problema son las cartas. “Milena, tú no puedes comprender bien de qué se trata o, en parte, de qué se ha tratado, yo mismo no lo entiendo, tiemblo bajo este estallido (…): silencio, tinieblas, esconderse en un rincón, eso lo sé y tengo que hacerlo, imposible negarse”. Eso fue la felicidad de Kafka y, acaso, la felicidad a secas: tan solo un momento, tan solo un secreto, un íntimo deleite. Será que la felicidad, la humana felicidad, es tan finita como el tiempo en medio de la eternidad; un instante. Luego es la nada, el samsara. Volver a comenzar.


6 “Necesito libertad para ser feliz”

El Hombre Mono y la familia que lo acompaña

Por José de la Colina

Ganó cinco medallas de oro olímpicas y una de bronce, además de 52 campeonatos nacionales en EU; estableció 67 récords mundiales

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e los muchos intérpretes de vida hogareña con la bella Jane (Maureen O’Sullivan) y maestras de la piel humana. Las restantes secuelas de la serie Tarzán ofrecidos por las panta- con una traviesa sirvienta: la chimpancé Cheetah. Muy importante en la serie Tarzán-MGM era el medio Tarzán/MGM desdibujaron la casi total llas de tela o de cristal, el hoy recordado como el mejor portador del ambiente: la falsa pero funcional selva en medio tono conce- apología fotogénica de la epidermis inipersonaje engendrado en la novela de bida por el “director artístico” Cedric Gibbons como un iluso ciada en las dos primeras películas tarEdén en el que Tarzán y Jane, facsímiles zánidas. En todos los géneros hollywooaventuras, en la “Siempre he creído que la de Adán y Eva anteriores a la pecaminosa denses se había impuesto una moralina historieta dibujada competencia deportiva entre manzana, se amaban en castidad, vivían obtusa, según la cual debía restringirse y en la pantalla de las personas y las naciones cine en que todas debe sustituir la violencia y en la jungla como en un supermercado y la duración de los besos aun más caslas miradas se ense trasladaban por el aire de liana en liana tos, medir en milímetros el tamaño de las guerras” o por tierra a lomo de elefantes con voca- los escotes de las damas y canjear la lazan (¿lo dijo Breción de taxis o tanques de guerra. Luego cama matrimonial por un par de menoton o Cendrars?), fue el poderoso nadador y nulo actor vino el niño, redundantemente llamado Boy, que, en esa cine- res camas gemelas. A partir de entonJohnny Weissmüller, quien lo “inter- matografía robusta e hipócritamente puritana, no fue producto ces ya no hubo erotismo en las escenas de intimidad de la pretó” en 12 películas, de las cuales las del coito, sino de un oportuno accidente pareja protagonisprimeras seis, realizadas en los años de aviación que habría suprimido a los Al final de su vida, llegó a ta en la epopeya treinta, fueron producidas por la Metro- padres naturales... Y así se completó la pesar 30 kilos y confundía selvática. A TarGoldwyn-Mayer, cuyo emblema del imagen de la familia ideal en un Amerila realidad con la fantasía zán le ampliaron león rugiente la predestinaba a las pe- can Way of Life “selvatizado”. del cine. Fue internado en el Hospital Psiquiátrico de el taparrabos, a Sin embargo, en las dos primeras pelílículas del héroe selvático soñado por el Acapulco donde murió en 1984 Jane le impusieron culas del mito reconsiderado por la MGM novelista Edgar Rice Burroughs. un “traje de baño” Las seis películas del Tarzán poco se abolirían ciertos tabúes de la compañía parlante, pero sonoro como virtuoso productora y, por extensión, de la californiana “fábrica de ilu- tipo Jansen pero dizque hecho con piel del inacabable grito ondulado, ya pro- siones”. La semidesnuda figura atlética de Tarzán con su exiguo de fiera, y a Cheetah le ocultaron el ponían un señor de la selva domesti- taparrabo, la delicada belleza de Jane también con taparrabo y naturalmente desnudo trasero con una cada al modo MGM. La primera de la además tapatetas, no podían menos que hacer eróticamente prolongación artificial del pelaje. Pero a veces la memoria, ¿o la serie, Tarzán, el hombre mono (“Tar- muy visibles sus cuerpos, que en las escenas de nado adquirían zan the Ape Man” 1932, dirigida por la plusvalía sensual del agua ceñida a la piel humana. El enorme nostalgia?, reestrena el momento W. S. Van Dyke II), omitía el aristocrá- triunfo taquillero de los dos primeros filmes de la serie de Tar- prodigioso de una película en el que tico origen inglés del protagonista: un zán/Weissmüller/MGM se debía mucho a un fabricado espacio la bellísima, la ondulante, la desnuda lord Greystoke, y lo sacaba de la nada edénico y adánico. En ese mundo sensual y cariciosamente di- Maureen/Jane llegaba nadando hacia para ascenderlo a espontáneo fuso, captado en una fotografía suave lograda con gasas y filtros el ensueño del cinéfilo. (Letras policía de la jungla dotado de ante la cámara, esplendían Adán/Tarzán y Eva/Jane como obras Libres; 4 de agosto de 2014). VIERNES 03 DE JUNIO DE 2016


7 “The last sitting”, “La última sesión”

“Quieres fotografiarme desnuda, ¿verdad?” Por María Porcel Estepa

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“No es cierto que no tuviese nada puesto. Tenía puesta la radio”, respuesta sobre su desnudo en Playboy

“No estarás exactamente desnuda, tienes un pañuelo”. arecía un buen principio. Era jueves, 21 de junio. “¿Cuánto podrás ver?”, inquirió ella. “Depende de la En Los Ángeles hacía calor, pero ella había luz”, afirmó él. Norma Jean solo pidió una última querido esa ciudad y él cruzó el país para opinión: a su peluquero, al que le pareció “una encontrarla en el hotel Bel Air, suite 261. De idea divina”. Y descorcharon el Dom Pérignon. Nueva York llevó vestidos, pañuelos, collares. Todo dependió de la luz. Una Norma Jean Y encargó tres botellas de Dom Pérignon. La de 36 años, delgada pero curvilínea y sensual, esperaron cinco horas, él y su champán. Y se transparentaba bajo un pañuelo. Las luces Marilyn apareció, sonriente, esbelta, casi realzaban su piel transparente y su pelo de transparente, “hermosa, trágica y compleplata, las primeras arrugas bajo los ojos y los ja”, diría él. Todo había empezado bien. No surcos de su boca. Y una marca en el costado, acabaría igual. recuerdo fresco de una operación de vesícuMarilyn Monroe cumplió su tarea, y la. “Vi la cicatriz. Una imperfección que solo Bert Stern la suya. Aquel junio de 1962, la la hacía parecer más vulnerable y acentuaba actriz posó para el fotógrafo con y sin ropa, la suavidad de su piel. Era de color champán, de rubia y morena, pensativa y a carcajadas. Pero color alabastro... Podías meter un dedo en su piel, nunca vio esas imágenes publicadas: el 5 de como probar un merengue recién hecho”. agosto aparecía muerta en su cama junto a un bote Cinco semanas más tarde, el mundo despedía a la vacío de barbitúricos. “Entonces supe que mi histochica de las tres botellas de champán. Ese 5 de ria de amor con Marilyn había acabado”, explica Norma Jean Baker nació agosto, Monroe llamó a Stern. “Nunca cogí esa Stern medio siglo después al recordar el adiós de el 1 de junio de llamada. Me lo contó alguien años después. Hasu musa, de la que había tomado las dos mil 571 bría hecho todo lo que hubiera podido para ayuimágenes que cambiarían su carrera. 1926 darla. Nunca imaginé ese final, jamás. Pensé que Aquellas fotos fueron bautizadas “The last era feliz con su vida y su carrera”. sitting” (“La última sesión”). “Soy el fotógrafo Otras cinco semanas después salía Vogue, con 10 que hizo las últimas fotos de Marilyn Monroe”. páginas sobre Marilyn, sus primeras en la revista y su Para Stern, por cuya cámara habían pasado Twiggy o Audespedida, apenas una muestra de esa intimidad. La drey Hepburn, la diva era un reto. Recién contratado por Vogue, última sesión, la que comenzó con un encuentro entre volando a Roma para retratar a Elizabeth Taylor en “Cleopatra”, dos desconocidos con cinco horas de retraso, Monroe se cruza por su mente. Y consigue una cita. “Tenía un pañuelo transparente y una cicatriz, se una llamada de mi secretaria. ‘Marilyn dice sí, Vogue dice convirtió en la más sincera. Marilyn nesí. Los Ángeles. 21 de junio’. Hice las maletas”. cesitaba sus dos Eran las primeras fotografías de Monroe para la remil 571 grandes vista. “Necesitaba descubrir algo no capturado”. Ella, al despedidas. (El fin, apareció. “Olvidé que estaba casado, olvidé mi vida en País; 28 de junio Nueva York. Estaba enamorado. Era mucho más guapa y de 2013. Edición más fácil de trabajar de lo que esperaba”. Comunicante). El sol se ponía sobre California. “¿Quieres fotografiarme desnuda, ¿verdad?”. “Es una buena idea”, dijo él, dudando si Monroe aceptaría.

“En Hollywood, la virtud de una chica importa mucho menos que su peinado”

“No quiero hacer dinero. Yo solo quiero ser maravillosa”

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8 “Ustedes no son más que políticos chocolateros que se benefician de la Revolución”

Las lágrimas del Centauro Por Iván Ríos Gascón

“En esta época hay muchos políticos ambiciosos, que ningún bien hacen a mi raza; pasan el tiempo discutiendo tonterías y robándose el dinero que le pertenece al pueblo”

P

ara sus enemigos, desmoronó la ley y lloriquea en uno de sus encuentros más cercanos con la defunción, una célebre instantánea donde departe con Emiliano Zapata; el desalmado que fusila el orden y la sociedad civil. Para sus agonía terrible que lo lleva a traicionar a la apología de su bravura… Luego de una penosa temporada de calenturas a dos rehenes huertistas en una comida partidarios y para la “La incultura en Jiménez, Villa es convocado al ferrocarril donde con el gobernador de Saltillo: “Mire, commitología institucional, fue es una de las descansa Huerta. El coronel O’Hara y un tal Castro pañerito, ustedes los políticos que apoun protagonista decisivo desgracias más lo encañonan, lo desarman y lo llevan al paredón. yan la Revolución no quieren mancharse en el derrumbe de Huerta. Cuánta razón hay en esta grandes de mi raza” El Centauro está recién casado con Luz Corral, su las manos de sangre. (…) Ustedes no son güera del alma, y al comprender que el fusilamien- más que políticos chocolateros que se beidea: Pancho Villa, en el imaginario colectivo, es un héroe y un verdugo. to ya es irremediable, se deshace en llanto y cae de hinojos, afe- nefician de la Revolución, dejándonos a El macho que desenfunda la Colt .44 a la me- rrado, sin querer, a la bota de O’Hara. Por fortuna, Madero impi- nosotros, los hombres que andamos con nor provocación, el combatiente para el que de la ejecución. ¿Cuándo imaginaríamos una escena semejante? las armas en la mano, el papel de villanos. no existen desafíos: su astucia, su entereza, ¿Cómo concebiríamos ese episodio en que Villa estuvo a punto No, señor, a estos dos prisioneros quiero que los fusilen aquí cerlo hacían un temible adversario que carecía de morir solo por el robo de una yegua? Cada capítulo de “Las lágrimas del Cen- Doroteo Arango nació quitas de donde estamos de apegos o debilidades, porque nada podía el 5 de junio de 1878 comiendo, para que usestorbar el curso de la lucha armada como tauro” es una viva recreación del ánimo persetedes vean con sus proinstrumento democrático. Pancho Villa, en verante y sombrío a la vez, de un hombre que suma, era un hombre de hierro, sin una sola estimaba la lealtad y no toleraba la traición o la irresponsabilidad pios ojos lo que es la guerra”. Pancho Villa sorbiendo un helado y la flaqueza, un hombre que respetaba la ley a su manera: los traza de fragilidad ni sentimientos. En su más reciente novela, “Las lágrimas soldados que se dormían o emborrachaban en sus puestos eran doble antes de ajusticiar al soplón de Cladel Centauro”, Armando Alanís nos muestra pasados por las armas por el delito de arriesgar al movimiento; ro Reza, o las divertidas experiencias del a un personaje a contracorriente con el mito los amigos que el destino convirtió en rivales no merecían pie- Centauro en la Ciudad de México, el llandel pistolero. Resguardado por una pruden- dad, aunque uno de ellos sí consiguió el indulto: guarecido en la to a mares que no puede reprimir en las cueva del Coscomate durante la Expedi- exequias a Madero, o los besos y caricias te distancia de la “No me dejen morir así, digan ción Punitiva tras el ataque de Columbus, a la Güera, a Maud, a Chole, a Manuehistoriografía y de que dije algo” Villa tiene en la mira del Winchester a su la, a La Charra o Austreberta o, en fin… la leyenda popular, esboza una figura huexcamarada John J. Pershing. Se trata de un Quizá porque la literatura, como la hismana, demasiado humana, capaz de conmo- tiro limpio, sin margen de error. No obstante, el recuerdo de otros toria, solo es la cronología de la aventura verse por el más ínfimo detalle: la mirada de años en compañía del general apodado Black Jack, lo hace cam- perdurable. (“Pancho Villa y la aventura una mujer, el desamparo infantil, la caída de biar de parecer y renuncia a aniquilar a ese estratega que jamás perdurable”, nexos; 1 de diciembre de sus compadres en la refriega, la traición y el olvidaría el fracaso de no atrapar al único mexicano que puso en 2010. Edición Comunicante). deceso de Madero, la experiencia gustativa de jaque al ejército estadunidense. Villa, el bromista que se sentó en la silla presidenlos caramelos o la muerte propia, porque en la lente de esta cabalgata fabulesca cial y posó para Pancho Villa Casasola en esa

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