Lola Herrera

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En esto creo

Lola Herrera Actriz, 73, Valladolid

Texto: Ana Valls / Fotografía: Kike Palacio > Algún recuerdo remoto debo de tener sobre la guerra, porque los fuegos artificiales me asustan mucho. Cuando oigo las

típicas tracas en fiestas me estremezco. Pasados los años y viendo que no me acostumbro, creo que debe tener algo que ver. > Mi amor por el teatro nació desde dentro. Pasé de trabajar en Radio Valladolid a Radio Madrid, donde formaba parte de un cuadro de actores muy bien considerado. Allí se formó una compañía que iba a representar una obra de Edgar Wallace, El Campanero. Ésa fue mi primera oportunidad. Ahí pude descubrir, después de los nervios del estreno y de las emociones iniciales, que sentía cosas que no sentía en ninguna otra parte. Fue algo maravilloso. > Las necesidades y estrecheces que se viven en una guerra te ayudan a formar el carácter. Valoras mucho más lo que vas consiguiendo. En esa época y después, en la posguerra, todos buscábamos una mejoría, alimentábamos unos sueños. Nos ha tocado vivir demasiadas cosas y eso te hace aprender. Cuando caes en un hoyo y estás acostumbrada a pasarlas canutas, te levantas con más facilidad que la gente que vive toda su vida sobre un colchón de plumas. > Mi madre es una cantante frustrada. Tenía un talento increíble y una voz maravillosa. Podría haber sido alguien en el mundo de la ópera o la zarzuela, pero su padre no se lo permitió. Creo que de una manera consciente o inconsciente, yo he realizado todo lo que ella no pudo, por eso siempre me ha apoyado en todo lo que he hecho. Y lo sigue haciendo. > El paso de los años va mermando todo. Vas perdiendo energía, no las ilusiones, pero sí la salud, te vas apagando... Pero mientras mi cuerpo y mi mente me lo permitan, voy a seguir subida a un escenario. No imagino cómo sería mi vida si dejase de golpe el trabajo, me da vértigo pensarlo. > Antonio Calderón, el director del cuadro de actores de Radio Madrid, me dijo que estaba loca por elegir quedarme en el teatro. Me decía que esto era pan para hoy y hambre para mañana. Yo me arriesgué, lo dejé todo por un sueño y la verdad es que no me arrepiento en absoluto. Esta profesión me ha dado y me sigue dando muchísimas satisfacciones y, también, una cantidad infinita de posibilidades para poder vivir muchas vidas, para aprender, para reciclarme. > El personaje de Carmen Sotillo en Cinco horas con Mario ha marcado definitivamente mi vida. Me han pasado muchas cosas a raíz de él, tanto profesional como personalmente. Pero si tuviera que elegir entre ella y otro de mis personajes femeninos más dramáticos, me quedaría sin duda con Petra Von Kant. Era una mujer perdedora, progresista y generosa, pero sobre todo una mujer necesitada de amor y de cariño. Por aquella época nadie se atrevía a montar esta obra. La gente que me rodeaba no estaba muy de acuerdo con el papel, porque tocaba el tema del lesbianismo, algo de lo que no se había hablado de forma seria hasta el momento. Dejé el papel de Blanche DuBois en Un tranvía llamado deseo por Petra. > Creo que en cuestiones de amor puede decirse que he suspendido. Me han dejado casi siempre y eso duele mucho. Después de mi separación nunca pensé que no volvería a enamorarme, pero el tiempo va pasando. Hasta los cuarenta y tantos he vivido etapas en las que añoraba tener pareja, e incluso me llegué a cuestionar a mí misma. Pero, a partir de esa edad, le cogí el gusto a eso de estar sola, aunque sin renunciar al amor. Poco a poco descubrí que el centro de mi vida era mi trabajo y que eso, junto a mis hijos y mi familia, era lo que más satisfacciones me daba. > Función de noche es lo mejor que he hecho por mí nunca. A medida que van pasando los años, me doy cuenta de que fue una inversión importante. Hubiera sido imposible grabarlo si hubiéramos seguido con una dictadura, pero con la Transición se abrieron puertas, pudimos respirar más hondo y analizar las castraciones sufridas en esos 40 años [En esta película, Lola Herrera recuerda junto al que fue su marido, Daniel Dicenta, sus años de matrimonio]. > A los hombres los miro con buenos ojos. Siempre me hacen reír, a veces incluso a carcajadas. Tuve un padre maravilloso, tengo un hijo maravilloso y pienso que deben de haber muchísimos hombres como ellos en el mundo, pero yo no he tenido la suerte de cruzarme con el adecuado. > Hace unos años tuve que ir al psicólogo para tratar el tema de la muerte. Era algo que se me iba de la cabeza, y estaba muy preocupada por no saber, a mi edad, encajar bien el descenso de la vida. La verdad es que los trabajos que realizamos me ayudaron mucho y me sirvieron para tranquilizarme. No quiero morir asustada, quiero irme tranquila.

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