#75 año v septiembre de 2013 precio: este periódico
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PARADA OBLIGADA EN LA COMPRENSION DE LA REALIDAD
ilustración por daniel martín - www.dmdesign.com.ar - mardaniel@gmail.com
no se vende
utopía&poder
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editorial
planta estable
maquinista juan ignacio basso chancho gustavo zanella encargado del salón comedor luciano pablo basso boletero jorge augusto cuello la que hace sonar la bocina lorena barbosa guardabarreras gabriela giambroni la que se pasó de estación maría belén morejón las que enderezan las vías david del río maría virginia compte natalia lópez
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n el lenguaje cotidiano la palabra utopía es usualmente utilizada para descalificar a nuestros adversarios, no por lo bueno o malo de sus ideas, sino por las escasas posibilidades de que adquieran facticidad. Así, no descartamos argumentos por erróneos sino por irrealizables. Por el contrario, el poder, si bien se define apresuradamente por su capacidad de incidir en la realidad y materializar las intenciones de quien lo ejerza, raramente es considerado con carácter positivo. En este caso, lo realizable es lo erróneo. En esta lógica encontramos, por un lado, que quienes tienen buenas ideas se ven desprovistos de los medios necesarios para realizarlas y, por el otro lado, que quienes tienen en sus manos los medios, desatinan en los fines. Curiosa situación, mientras unos pecan por no dar con la realidad, los otros lo hacen por habitarla. Pero esto no es todo lo que puede decirse al respecto. Desde Andén proponemos pensar si utopía y poder son términos que necesariamente se excluyen, reservándose cada cual un ámbito de injerencia con absoluta independencia, o si, en cambio, podemos encontrar algún provecho al pensarlos en relación. De este modo, en las páginas que siguen se propone al lector un recorrido que no se agota en la inmediata y simple negativa, sino que recorre creativamente las posibles configuraciones del poder en el ámbito de lo utópico y de lo utópico en la configuración del poder. Este tratamiento arroja preguntas que molestan los espacios comunes en los que se pierde la cotidianidad: ¿de qué modo se potencian o se condicionan una utopía y los medios para realizarla?; ¿hay experiencias donde utopía se haya concretado?; de ser así, ¿cómo se ha conseguido el poder?; ¿las expresiones políticas utópicas necesitan resignarse para alcanzar el poder?; ¿una vez alcanzado el poder, se dejan de lado las utopías? Izquierda y utopía son dos términos que en los tiempos y geografías que habitamos ya no parece que puedan darse por separado. Tanto es así que eludir una reflexión sobre la utopía y el poder sin trabajar con la experiencia política de la izquierda constituiría una falencia en nuestro trabajo con el pensamiento. Recurrir a experiencias históricas como la revolución francesa (devenida en Napoléon) o la revolución soviética (devenida en Stalin), da que pensar que cualquier práctica revolucionaria encontrará expresión en la réplica
jefe de estación horacio ernesto giambroni el que no vio la barrera pedro pertusi
los que corren la zorra manuel fontenla franco dré
el que corta las vías martín giambroni
la que dice que el tren no tiene que poner guiño para doblar yael tejero
de estas truncas experiencias. Sin embargo, que las revoluciones fracasen no es impedimento para que se sigan planteando horizontes revolucionarios, porque no es posible imaginar un conjunto de humanos sumidos en la opresión y la exclusión que no posean ansias de acabar con ellas en una gesta liberadora. La importancia de la utopía, entonces, no debemos buscarla en la historia. No porque no haya revoluciones en la historia que valga la pena destacar –como es el caso, por citar un ejemplo, de la revolución haitiana– sino porque la plenitud del significado de la utopía se encuentra, en realidad, cercana a nuestro horizonte de percepción. En su Abecedario Gilles Deleuze dice que no ser de izquierda es partir de sí mismo y, luego, ubicar la ciudad, el país, los países, y así cada vez más lejos; en cambio, ser de izquierda es lo contrario, es percibir –como lo hacen los japoneses– primero el horizonte, luego los países, luego el país, luego la ciudad y, por último, a sí mismo. Si pensamos la primera impresión desde quien ejerce el poder, encontraremos a quien padece sus consecuencias al final del horizonte, desligando así toda responsabilidad, procurando solamente mantener esta situación. En este caso la injusticia será absoluta. Por el contrario, Deleuze afirma: “ser de izquierda es pensar que los problemas del Tercer mundo están más cercanos que los problemas de nuestro barrio”. Como se puede apreciar, la diferencia es tan solo una cuestión de percepción. En este sentido la palabra utopía es revalorizada, porque al dejar de lado la simple asociación a la irrealidad de los sueños, reconfigura el poder a través de la creación de nuevos patrones de sensibilidad. Es decir, la utopía dejará de ser considerada como un acto de seducción de una sociedad ideal que nos venden impostores deseosos de poder, y el poder dejará de asociarse con el ejercicio de la fuerza en función del propio beneficio, en la medida en que nuestra sensibilidad configure como necesidad primera la problemática más lejana. Porque allí el poder se ve fundido en la relación, en la impostergable llamada de ese otro que reclama, de ese otro que padece, y que colma de contenido el vacío formal de un pensamiento utópico inerte. Esta práctica no es más que pensar la relación del poder con la utopía, ya no como conceptos aislados, sino como una relación indivisible.
el que no se quiere bajar del tren césar maffei el que pinta grafitis en la estación daniel martin el que insiste con el carbón gustavo guevara las que pasan por abajo del molinete bárbara aguer giselle méndez las que se roban los quebrachos viviana montes barbara compte ana laura suarez cassino el que se dedica a otra cosa nicolás alejandro miguez colgados del tren, como racimos grupo de estudios para la liberación (gel): bárbara agüer, juan ignacio basso, martín forciniti, juan francisco martínez peria, mercedes palumbo, ezequiel pinacchio, soledad ramati, tomás rosner y santiago sánchez caminantes de las vías que se detienen en esta estación agostina macchi, ana julia bustos, inés zadunaisky, itai hagman, emiliano terán mantovani, horacio cárdenas, laura loredo rubio, raldaz espinoza.
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descolonialidad
las palabras, ¿límite o potencia de la imaginación social?
soledad ramati /
“La palabra es la cárcel de la idea”, dice Nicolás Guillén, paradojalmente, a través de palabras. Eso nos lleva a preguntarnos por el rol que cumple la imaginación en nuestras vidas. En otros términos, ¿lo que imaginamos es poder o utopía?, ¿nos atrapa o, más bien, nos libera? La imaginación, en las palabras de Guillén, ¿es idea o es cárcel? Sin embargo, la pregunta así planteada, en abstracto, sin una problemática específica, parece perderse en la nebulosa de la insensata futilidad. Dicho de otra manera, la cuestión relativa a la fuerza liberadora o constrictiva de la imaginación no parece interesante si no es justificada en un conflicto social específico e interpelante. Particularmente quisiera pensar de qué manera aquello que se imaginó como “la nación argentina” fue pensada en función de un sujeto “tipo”, de un modelo: imaginado con cierta lengua –el castellano–, con cierta cultura –la europea– y con cierto rasgo físico –blanco–. Aceptado esto, me gustaría pensar por qué, en todo caso, aquello que se imaginó, no se pudo re-elaborar como idea. Es decir, por qué hoy por hoy nos sigue costando imaginar una “nación” más abarcativa, que incluya a los indígenas. La cuestión sería, entonces, que ante la crítica al racismo sobre el cual se fundó la Argentina, la clásica respuesta remite a los límites de la imaginación histórica de aquel momento, diciendo frases del estilo de “ellos hicieron lo que pudieron”, “respondieron a su época”, “pensaron lo que era común pensar”. Esta defensa también impugna los términos de la crítica diciendo que se acusa anacrónicamente a los “padres de la patria” por cuestiones que escapaban a su horizonte de sentido, a sus posibilidades de crear “de la nada” cierta institucionalidad política, cierto orden social; en síntesis, un proyecto de país inclusivo. En este sentido, si estamos de acuerdo en que en el momento de la conformación del Estado-nación argentina cundía un eurocentrismo que no permitía imaginar una nación que incluyera a los pueblos originarios (ni a otros ni otras) dentro de ella, ¿por qué hoy por hoy no logramos re-pensarlo? O, si lo logramos, ¿por qué no gana el poder suficiente como para cristalizarse en medidas concretas, en políticas? A su vez, en relación con la defensa de los “padres de la
patria”, pero también en función de nuestro propio posicionamiento ante problemáticas sociales actuales, que nos van a seguir interpelando, ¿sería posible sostener entre nosotros, hoy, que existe algo así como lo que “es común pensar”? ¿Podemos, efectivamente, suponer que hay un pensamiento de época sin más, al que nos incorporamos de manera abúlica y que, por lo tanto, no genera ningún tipo de responsabilidad –personal y social– por sus consecuencias? Por otra parte, se podría suponer que alguien preguntara: ¿Tantos son los miembros de los pueblos originarios? ¿Qué importa si no están incluidos en nuestra idea de nación? La respuesta a la primera pregunta sería que, según algunas fuentes, el 1% de la población argentina es indígena, pero para otras, se trata del 2,38%. En segundo término, la importancia de su inclusión en la idea de nación se responde en función de la violencia y de la injusticia. En este sentido, diríamos que la discusión es relevante porque el choque entre lo que se imagina (un estado, una nación, un tipo de sujeto) y lo que es (pluricultural y pluri-étnico) se resuelve mediante la violencia. En la práctica concreta actual, se anuncia en las noticias: humanos y culturas sacrificables y sacrificados, supeditados a la ampliación de grandes negocios, visualizados como obstáculos por remover en pos del anhelado progreso. Entonces, no hay mayores diferencias entre el coro de “hay que matarlos a todos” y la violencia fundacional del estado que efectivamente los mató a todos. Dicho de otro modo, resulta más fácil amar y defender las ideas que nos pertenecen porque las imaginamos nosotros que amar a los otros: las personas, diferentes, imprevisibles, externas, inabarcables, defectuosamente reales. Personalmente creo que la pobreza imaginativa es propia y radica en la imposibilidad de ubicarse en el lugar del otro, sea lo que fuere ese otro. Quizás nuestra imaginación pueda ser infiltrada por palabras que nos permitan concebir el dolor ajeno, salir de la imaginación televisiva, repetitiva, tipologizada, y pensar en las pequeñas historias, en los laberintos donde nos encierran, en los vericuetos sociales, en el sufrimiento. Como si fuera una especie de experimento entre amigos, quisiera compartir la canción de Bruno Arias Kolla en la ciu-
dad (2012), que nos relata una historia de estas. Dice: “Venderé la última tierrita de colores Cansado de ser la diversión para turistas Basta de socavones y de cosechas magras Junto con la miseria dejo mi pacha mama Llegaré a retiro y cambiaré mi idioma Quichua de mis parientes de Iruya y Pozuelo Seré un inmigrante que no tendrá memoria A quien puede importarle de donde provengo Mudaré mi poncho por ropa ciudadana Y con tono porteño encontraré trabajo Seré un albañil, seré un basurero Tal vez una sirvienta sin pucarás ni lanas Y desde mi villa al bar de los domingos Y soplaré mi Sicus para saber que existo Mientras otro paisano chayando todo el suelo Recordará su origen al frente de un espejo La ciudad me duele cuando entona el himno Porque en sus estrofas no encuentro a mis hermanos Los mártires caídos por la tierra y la simiente Y mis ojos puneños tan indios que no entienden Cada doce de octubre qué festeja la gente Y mis ojos puneños tan indios que no entienden Cada doce de octubre que festeja la gente.” En este sentido, podemos pensar que la imaginación, oscilante entre el poder y la utopía, teje narrativas sociales, fluye entre ideas, captura, libera y recombina. La imaginación puede atraparse en las palabras pero también puede ser un motor de prácticas alternativas a las dominantes. Si continuamos leyendo el poema de Guillén con el que comenzamos esta columna de “descolonialidad”, veremos que dice: “Yo en vez de la palabra, / quisiera, para concretar mi duelo, / la queja musical de una guitarra”. Quizás la utopia viene encerrada en palabras o, quizás, en forma de canciones. Quizás las palabras cambian las ideas. De otra manera, no se explicaría el esfuerzo de escribir. Lo que es innegable es que cada cultura tiene las utopías que su imaginación le permite. Yo quiero proponer que nos imaginemos que somos hermanos. Diferentes, sí, como todos los hermanos.
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diálogo diálogo con itaí hagman candidato a diputado por camino popular
“hay que abandonar la idea de que la misión de la izquierda es desperonizar a la población”
gustavo zanella / maría belén morejón / juan ignacio basso vísperas a las elecciones de octubre. allí donde los discursos políticos –impulsados desde los grandes medios– se polarizan en kirchneristas y opositores, andén encuentra candidatos que presentan una problematización política sin caer en lógicas binarias. itaí hagman, candidato a diputado por camino popular, cuenta cómo disputar espacios de construcción política de izquierda sin caer en el dogmatismo, con la mirada puesta en la utopía, pero sin dejar de lado la búsqueda del poder
ANDÉN: Siendo una persona que se dedica a la política desde las bases y las organizaciones..., ¿qué creés que es la utopía? Itaí Hagman: Hay un texto de Galeano donde se pregunta para qué sirve la utopía y dice que es para caminar. Tomando eso, coincido en que es un concepto que apela a los sueños, a una sociedad completamente nueva, sin desigualdades ni relaciones de opresores y oprimidos, casi una idea clásica de socialismo que nació como una utopía. Nosotros, en nuestro tipo de militancia, consideramos que la utopía es transformar la realidad, partiendo desde la base de que queremos una realidad completamente distinta a la que hay, aunque asumiendo que la realidad es compleja y contradictoria; por tanto transformarla es un desafío. Entonces a mí me gusta pensar que la utopía (como dice Galeano) es lo que te hace caminar y, a su vez, es lo que hace que uno no siempre se conforme. Yo creo que en las últimas décadas se plantea la política dentro del campo de lo posible, entonces parece que las viejas utopías murieron y que se consolidó una idea casi dominante del “fin de la historia”, donde prima un discurso que se conforma con lo que existe, casi sin dar espacio a otros caminos posibles. Entonces frente a esa ideología dominante, desde nuestro espacio de militancia y desde la izquierda, pensamos que la política tiene que ver con hacer posible lo imposible. ANDÉN: Y en esta búsqueda de lo imposible, ¿qué sería el poder? I. H.: Yo creo que el poder hay que pensarlo como en una relación social, donde hay alguien que ejerce el poder y alguien que lo recibe. A veces se limita la idea de poder al poder político o de gobierno. Creo que es un poco más complejo, hay relaciones de poder en los medios, en el gobierno, en el mundo del trabajo, etc. En nuestra organización se piensa el poder desde la idea de poder popular, que tiene que ver con un tipo de construcción política que no se limita a construir poder desde las instituciones solamente, sino a creer en el poder que nace desde abajo, desde la soberanía popular. Con lo cual, en ese juego de distribución de poder, hay un vínculo del poder de arriba y el poder de
abajo. No podemos negar las relaciones de poder, pero tampoco podemos limitar la militancia solamente a la disputa de poder. La idea sería tratar de vincular la disputa del poder popular con la idea del poder dominante, político, del estado o como lo queramos llamar. Creo que nuestra visión pasa por ahí, aunque también lo pensamos desde el poder hacer, uno tiene poder para hacer algo, desde ahí consideramos la lucha política. Nosotros tratamos de pensar el poder tratando de mancomunar las dos instancias: la del poder de abajo y la del poder de arriba, no es que hay que optar por uno o por otro, sino que construimos el poder abajo y discutimos el poder arriba. ANDÉN: ¿Cómo se puede hacer una construcción política popular en clave no peronista? I. H.: Si hay algo que tiene resuelto el peronismo es el tema del poder. Lo que define a un peronista es la ambición de poder. Yo creo que en la Argentina hay que distinguir el peronismo en dos formas: una, como estructura partidaria, visto como el partido dominante donde parece que la única estructura tiene que nacer si o si de las entrañas del PJ; y otra es el peronismo como identidad política y popular de un sector probablemente mayoritario de la población, que se identifica con éste por la conquista de derechos, por los cambios profundos y hasta por algunos revolucionarios. También, por lo que significó el peronismo en términos de resistencia a las políticas dominantes, lo que fue la resistencia peronista. Entonces hay que diferenciar estas dos opciones. Creo que de ninguna manera nos definiríamos como antiperonistas, ni tampoco pensamos que el peronismo sea un problema. Desde la izquierda, muchas veces se dice que el problema de la izquierda es el peronismo…, pensarlo así es un gran error, primero porque implica poner el problema afuera: “¿Por qué no pudimos hacer la revolución en la Argentina?..., porque existió el peronismo”. La izquierda a veces se pone en un rol donde tenemos que convencer al resto de la población (casi de una manera mesiánica) de que nosotros tenemos la razón y de que el pueblo esta engañado por el peronismo. Entonces pensar la izquierda desde esa lógica, la muestra desde una perspectiva soberbia, pedante y poco constructiva. Creo que en la Argentina tenemos como dificultad histó-
rica estas separaciones entre identidades nacionales y populares, como San Martín, Moreno, Artigas, Bolívar, hasta todos los movimientos populares y la disociación de la izquierda por la pelea de una sociedad no capitalista, etc. Hubo como una división mutua: desde la izquierda, una identidad refractaria no peronista, y, desde el peronismo, una identidad refractaria de la izquierda. Hubo algunas experiencias en la historia Argentina que han intentado superar esa dicotomía del movimiento popular. Pero de parte de quienes venimos de una cultura de la izquierda implicaría asumir una mirada diferente frente al peronismo. Nosotros, en nuestro movimiento, tenemos compañeros que se identifican como peronistas de izquierda y otros que no. Hay que abandonar la idea de que la misión de la izquierda es desperonizar a la población, sino que al contrario, tratemos de fundir las ideas anticapitalistas con las identidades nacionales y populares que existen…, nuestro rol como militantes no es ser espectadores o jueces de las identidades populares, sino ser parte. Hubo una experiencia en América Latina que logró superar esta dicotomía y fue la revolución Cubana. Logró fundir las dos tradiciones: el socialismo y toda la tradición popular Martiana. Como movimiento de izquierda, nos planteamos la necesidad de ser parte de un movimiento que sea capaz de trasformar la Argentina, tratando de sintetizar las distintas identidades políticas. Incluso puede pasar que se pueda parir una identidad nueva, tomando las identidades existentes. Entonces creo que hay que repensar esta idea del peronismo y de la izquierda, abandonando las viejas dicotomías y aprender de la historia. ANDÉN: Pasando a otro eje, a Camino Popular le fue bien en estas elecciones ¿Qué sería un éxito electoral, en qué condiciones políticas? I. H.: Nosotros teníamos un desafío electoral en las primarias que era pasar el piso de votos para estar en octubre. Nuestro desafío político más profundo tiene que ver con visualizar todo un espacio de militancia de base que por muchos años no se había presentado en un camino electoral. Sobre todo participamos en una elección muy polarizada, donde parecía que lo único que se discutía en Argentina era kirchnerismo contra “frenar la dictadura chavista que se viene con Cristina”.
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diálogo
Entonces entre esos dos discursos muy fuertes no fue fácil plantear algo distinto. ¿Cómo hacíamos para encontrar un gris? El haber pasado el piso fue un éxito, el desafío para octubre será mantener y crecer, pero el parámetro del éxito electoral en octubre es ver hacia dónde va la Argentina en el 2015: ¿Vamos a una restauración de un modelo que plantee políticas más conservadoras?, ¿vamos a una reconversión del kirchnerismo en otra cosa? El éxito para nosotros es que se pueda pensar por fuera de esa dicotomía y por fuera de los reciclajes del PJ y de la UCR, que van a estar en danza de cara al 2015. ANDEÉN: ¿A qué atribuís que hayan crecido los votos de la izquierda a nivel nacional? I. H.: Tiene que ver con lo que dejó el proceso político de los últimos diez años, de mucha polarización, y con que por ahora hay un sector minoritario, pero importante, de izquierda, que, frente al malestar que se observa en las políticas de derecha, no quiere que gobiernen. Que haya 1.300.000 personas que votaron la izquierda implica que el Kirchnerismo no está dando respuestas, pero tampoco se quiere votar a la derecha. El desafío es: ¿Qué hacemos con eso? Si sólo nos contentamos con meter un diputado, estamos flojos. Por otro lado, hay que hacer una reflexión desde la izquierda que implique poner un punto de base común, hay que construir un marco de unidad en la izquierda, por lo que hay que tener amplitud mental para articular las distintas expresiones de izquierda y dejar el izquierdómetro y la autoproclamación de lado. Hay que construir otra cultura militante, desde la izquierda, lo cual implica otra flexibilidad. Por ejemplo en Camino Popular, confluyeron sectores que vienen de Proyecto Sur, del Progresismo de la CTA y de Marea Popular. Otro punto tiene que ver con que, para avanzar en un movimiento unitario de la izquierda, tiene que haber un piso de construcción colectiva militante y democrática, y que la construcción no sea desde el personalismo, es difícil, si sólo dependemos de una figura .Y, también, con que, para avanzar en un movimiento unitario de izquierda, tiene que ser un movimiento de cara a los procesos populares de América Latina, como Bolivia, Venezuela, Ecuador. Esas son algunas de las discusiones que nos tenemos que dar como izquierda.
Nuestro desafío es construir en unidad y tender puentes con otras organizaciones del campo popular, incorporando distintas tradiciones y experiencias políticas para comenzar a pensar en grande. ANDÉN: Poder construir desde lo grande implicó hacer ciertas concesiones. Esta estrategia o modo de encarar la política, ¿a qué conduce? ¿Renunciaron a algunos postulados en pos de conseguir votos? ¿Eso mismo no significa subestimar a aquel con el cual construir? I. H.: Hay dos experiencias paradigmáticas para tomar en los últimos años: una, donde, por un principismo absoluto, terminaron condenados a experiencias marginales o testimoniales o a meter un diputado, como máxima aspiración; y, otra, donde una cantidad de organizaciones, después del 2001, optaron por el camino opuesto y consideraron que, para disputar el poder, había que juntarse con otros sectores (muchas organizaciones se integraron con el Kirchnerismo, otras terminaron con la oposición). La primera experiencia tiene la limitación de que, con una lógica política −que es la que existe en la izquierda tradicional−, parecería que hay una verdad establecida, un programa de transformación de la Argentina, un molde, y que solo restaría aplicarlo como una receta. Yo no creo que con ese tipo de construcción podamos trasformar el país, por lo cual es un principismo vacío y discutible. Algunos dicen que hacemos una campaña light, pero hacer una campaña donde dicen que el principal objetivo es que haya un diputado de izquierda no me parece nada revolucionario; si hay un diputado de izquierda, no va a cambiar nada en la Argentina, pero si hay 2, 4 o 5... No creo que eso sea un planteo revolucionario, parece un planteo adaptado a las reglas del sistema. Del otro lado tenemos la experiencia donde se bajan todas las banderas, en pos de construir alternativas de poder. La gran pregunta es: ¿Podemos construir una izquierda donde no estén las dos grandes tensiones, ¿que no seamos una izquierda en la marginalidad ni tampoco una izquierda donde seamos conducidos por otros: PJ, UCR o PS de Binner? Nosotros estamos en ese camino y no sentimos que
estamos haciendo ninguna concesión política, no sólo es un programa de transformación, sino que planteamos la necesidad de discutir el sistema de representación. ANDÉN: Las dirigencias suelen vincular la utopía con la juventud ¿En qué se diferencia el interés de Marea Popular por los jóvenes, del interés del FPV o PRO? I. H.: Marea Popular es un movimiento joven pos 2001. Creo que la juventud tiene un papel fundamental que es que un proyecto político nuevo en la Argentina tiene que estar vinculado a una nueva generación. Las viejas generaciones están atravesadas por una cantidad de vicios que hacen muy difícil la posibilidad de que hagan una nueva política en la Argentina. Creo que todas las estructuras vinculadas a las políticas tradicionales (FPV, UCR) pueden tener jóvenes que militen ahí, pero son proyectos viejos, son jóvenes militando en proyectos viejos, son jóvenes gestores de un proyecto que se piensa de arriba hacia abajo. Nuestro interés en plantear una agenda con jóvenes tiene que ver con pensar un proyecto nuevo, tiene que ver con una militancia nueva, con una nueva forma de hacer política que es de abajo hacia arriba, desde la militancia cotidiana y también en el protagonismo popular en el proceso de cambio. Nosotros pensamos que sin protagonismo popular no puede haber cambio social, y lo demuestran los procesos de América Latina. ANDÉN: ¿Algo más para agregar? I. H.: Agradecerle la entrevista y decir que, en general, la lógica electoral hace que uno tenga que ir a los medios de comunicación dominantes y decir algo en un minuto y medio, y sucede que uno no puede reflejar lo que uno es. Uno no es un individuo que está pensando en ver cómo pegar un cargo en el Congreso, sino que es un referente de un movimiento popular y militante, en esos medios no suele haber espacio para hacerlo. Entonces estos medios independientes me gustan porque permiten reflejar lo que somos genuinamente, escapando a la agenda electoral, que es armada desde arriba. Entonces, agradecerles y convocar a ponerle el cuerpo a la militancia, a organizarse, a luchar, eso nos hace crecer como campo y movimiento popular en la Argentina.
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territorios
las asambleas
de cómo una simple y clásica herramienta ayuda a distribuir el poder en la escuela, históricamente tan concentrado, enseñando a la vez posibles caminos colectivos hacia la utopía necesaria
horacio cárdenas maestro de grado, escuela 15 de 13, villa lugano, caba cardenashoracio@yahoo.com.ar
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abemos que algunos de los problemas más manifiestos que estallan en la escuela (los relacionados con la violencia, con la falta de compromiso y participación, con las dificultades de comportamiento, con la exclusión grupal) condicionan fuertemente la enseñanza y el aprendizaje. Nadie puede aprender bien cuando no está cómodo en su lugar de trabajo. Es cierto que esa violencia en la escuela es un eco más de la descarnada violencia que la sociedad ejerce sobre nuestros niños. Si queremos disiparla, no queda otra que cambiar las causas profundas que la generan y que pasan por el modo en que se organiza el mundo para producir sus frutos y repartirlos. Sabemos que no es tarea a corto plazo, justamente por eso no nos quedamos esperando. A pesar de ello, mucho podemos hacer desde la escuela. Aparece la metáfora del refugio: una guarida, un laberinto para perderse y escapar por un rato de esa cruda realidad que persigue a los niños, los condena y los ultraja. La escuela puede convertirse en ese sitio dentro del barrio que les haga tomar distancia de ese entorno, para luego animarse a cambiarlo. Para eso, la palabra es nuestro principal fusil. Es el medio para expresar ingenios y el canal de fuga para sentimientos y temblores. Es una herramienta para provocar, un arma de efectos, tan látigo como abrazo. Pero por sobre todo es a lo que más le teme el Miedo, arma del Poder, pues con símbolos, emblemas o melodías se ahuyenta la oscuridad, se ilumina lo desconocido y se sintetiza lo difuso. Ponerle palabras a lo que nos pasa es una necesidad y, por lo tanto, un derecho. Esa es una de las primeras funciones de la asamblea de grado. ¿Y cómo podemos hacer para levantar históricas barreras de vergüenza, muros hereditarios que llaman al silencio y a la autolástima? ¿Cómo hacer para que, de a poco y sin imposición, todos le encuentren sentido a prestar la palabra y a tomarla, y aprendan a manejarla como instrumento que reemplace el golpe o el grito? Sabemos que pedir la comunicación verbal es una invitación a exponerse, una incitación a la desnudez, pues la palabra no es algo fácil de entregar, más aún para quien no está acostumbrado a manejarse con ella. A tomar la palabra se aprende, al igual que a escuchar. No basta con pedirles a los alumnos que se escuchen o que registren a sus compañeros, así como no es suficiente enunciar las propiedades de la aritmética para que las comprendan y utilicen. Hay que proponer actividades que den sentido a la percepción de los demás, que pongan en conflicto la conducta niño-céntrica, que promuevan la descentración y la necesidad de estar pendientes del otro.
del mostrador de reclamos y arbitrajes. La clave está en problematizar los vínculos, los roles y las actitudes, que gravitan sobre la convivencia y el trabajo colectivo. No hay que esperar que el maestro confirme o califique las intervenciones. Todo lo que sale en el grupo es responsabilidad del grupo. No sirve pontificar con moralina de falso reglamento; no funciona imponer el disimulo de miserias y la impostación de virtudes angelicales; no vale fogonear la comodidad de la delegación, reforzando el poder individual que desangra la potencia colectiva; sí en cambio merece desovillar la madeja, buscar el ojo del huracán que se arremolina con tantas palabras, preguntar preguntándose sobre la certeza de las ideas que escupen, recortan o sacralizan. Puede el maestro retomar al inicio las ideas de la asamblea pasada, como calandria de memoria grupal; callar luego, esperando, devolviendo silencios que conviden a profundizar; insistir con la mirada, secreta impaciencia; a veces, pedir ejemplos, explicaciones, reformulaciones, o invitar a seguir pensando, promoviendo otras voces; lanzar, también, preguntas con intención de llamarada; poner en palabras lo subterráneo y así ayudar a separar conceptos tramposamente amalgamados (por ejemplo los de justicia y castigo) y, finalmente, relojear, sin dudas, la válvula de la paciencia. Consideramos que la convivencia debe ser un objeto de trabajo, al margen de las explosiones particulares de ciertos problemas. No debería hacer falta un conflicto sobresaliente para instalar la discusión; no se necesita llegar a las piñas para charlar en grupo sobre el grupo. La idea de las asambleas es reflexionar sobre este convivir en la escuela, este estar con otros en el lugar de trabajo. Es también un instrumento para la autonomía, para forjar una disciplina entendida en su mejor razón y sentido: ni silencios sepulcrales, ni terror a castigos externos, sino la expresión de una mínima organización para el trabajo. El encuentro en las palabras y en las miradas debe servir para aprender a identificar problemas, tarea ardua, esquiva y compleja. Una vez recortados, planteados, pueden ser analizados en conjunto para, mucho después, intentar darles respuesta y solución. Los problemas grupales deben ser resueltos por el grupo pues su propia dinámica no es un avatar de la fatalidad: es una construcción, un aprendizaje sobre sí mismo. Una asamblea entonces puede servir para consensuar, para fundamentar y para establecer normas que surjan del trabajo y que lo ayuden. Pero las leyes son horizonte lejano, siempre punto de llegada, creaciones del esfuerzo humano que van cambiando con nuestra voluntad. Las sanciones deben nacer del seno comunitario del aula, pues las sentencias de los compañeros suelen ser más
Palabras, entonces, pueden sobrar en la escuela: las tienen ellos, si se las damos; las buscan ellos, si se las acercamos (en libros, canciones, secretos, adivinanzas, desafíos y aventuras; es decir, en los motores para conocer el mundo); y las construyen ellos, si los dejamos juntarse. Una asamblea es una reunión en torno a algo, una forma distinta de vincularse, un lugar de encuentro y de discusión, ancestral, práctica, comunitaria. La primera y sencilla consigna es que cada uno vea la cara de todos: una ronda donde nadie es el centro, donde ninguno es más importante que otro. Pocas pautas para arrancar: mano alzada para pedir la palabra, respetar turnos, escuchar con atención, decir las cosas cuidando al compañero y pensando para no herir gratuitamente. Es importante darle un encuadre temporal: día fijo y horario específico. La propuesta de asamblea no es una mera dinámica, una geometría de conversaciones a la marchanta. Las asambleas se vuelven interesantes cuando están definida la intención y claro el sustento pedagógico, en particular sobre la intervención del maestro. El docente, aunque lejos de suponerse neutral e indiferente, debe correrse del centro, salir
poderosas y efectivas que las de la autoridad formal. Es el dictamen colectivo el que sopesa el cumplimiento de las normas para un buen convivir y para el correcto ejercicio de las responsabilidades repartidas. La asamblea es el mecanismo por el cual ese dictamen se vuelve democrático, en tanto reflexivo y consensuado, no por mera mayoría circunstancial. Una asamblea entonces es la posibilidad de repartir el poder, evitando su concentración autoritaria por delegaciones incuestionables, sea en la figura histórica del maestro omnipotente, sea en los eventuales caprichos del gregarismo infantil, de la histeria momentánea, de los cacicazgos de gallinero escolar. Ese poder asumido y ejercido implica un aprendizaje que, con suerte y con continuo viento a favor, se hará piel y necesidad en la identidad del sujeto, camino imprescindible para construir una sociedad de justos e iguales. En definitiva, la reflexión sobre el poder en la escuela nos obliga a pensar en nuestro proyecto político-pedagógico, o sea en nuestra idea de educación, de mundo, de Hombre y Mujer Nuevos.
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manchas que no salen con nada
hay quienes sostienen que la “lucha de los pueblos originarios” abarca mucho, poco aprieta, y –en resumidas cuentas– constituye una utopía culturalista. y quienes no sienten la interpelación de incluir sujetos pluri-multi-culturales en política y por lo tanto reducen las ideas de éstos, y sus propuestas positivas, a utopías. el “mestizaje cultural” parece jugar siempre para el equipo del desarrollo y el orden político vigente, establecido desde las “independencias” con la instalación de las repúblicas latinoamericanas. la búsqueda de identidades nacionales en territorios delimitados por la arbitrariedad de la guerra y la conquista se nutre de esta idea (mestizaje), tratando de ocultar todo lo que no ha podido matar.
ana julia bustos /
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xiste una idea, en la historia y en la literatura boliviana, que Guillermo Francovich nombra como “El mito de retorno al Tawantinsuyu”1 y que condensa esa manera utópica de pensar al sujeto cultural como propuesta política. Este “mito” alude a la posibilidad de reconstituir en el presente (y en el futuro) aquel orden político que se condensa metafóricamente en el Tawantinsuyu, existente previo a la conquista. Quienes, tomando peyorativamente el “mito” caracterizan esta perspectiva política, señalan a los movimientos indianistas de mitad del siglo xx como fundamentalismo revanchista. El indio como figura política se vuelve relevante, se des-oculta como sujeto cultural desde 1952 con la Reforma Agraria boliviana. Desde allí va constituyéndose como actor, generando una identidad política en torno a las figuras como Tomás Katari, Tupak Amaru, Tupak Katari que, en su memoria larga, han marcado el camino de resistencia y revaloración de las formas de producción, organización y celebración propias –es decir, sus identidades y organización política–. Echemos un vistazo aquí a la división que establece Silvia Rivera en Oprimidos pero no vencidos2 entre ‘memoria corta’ y ‘memoria larga’. La primera es la historia oficial de un país, estado-nación, desde la instalación de las Repúblicas con sus respectivas independencias; mientras que la segunda responde a una genealogía de los pueblos previa a la conquista, sus formas de organización ancestrales, sus ritos y sus costumbres celebrativas: su historia larga que figura y se sedimenta como memoria de ese grupo. Esto, según la autora, persiste y vuelve una y otra vez a confrontarse con lo establecido de modo opresor desde la colonia y la República. Ha apelado a esta “memoria larga”, por ejemplo, quien en nombre del último inka, Tupak Amaru, se enfrentó a los españoles antes de la independencia: Tupak Katari. Siguiendo el camino de la valoración del uso que se hace (y que se hizo) de tales historias-genealogías, un personaje interesante que encarna a su vez el “mito del retorno” y la propuesta política es Fausto Reinaga. Relevante en la escena intelectual boliviana desde los setenta donde se comienza a organizar propositivamente el proyecto con el Manifiesto del Partido Indio de Bolivia: “El Occidente racista se acaba. Ni el Partenón, ni la Diosa Razón, ni la Dictadura Proletaria han logrado la plenitud del hombre. […] En América, concretamente en el Tawantinsuyu del siglo xx, la Wiphala inka ha comenzado de tremolar. Y aquí en Bolivia, de un confín a otro, el rugido del Pututu llama a la conciencia de la raza. […] Los indios aymaras y keswas, kambas y chapakos, chipayas y chiriguanos… y todos los afluentes raciales del Kollasuyu, ya no están en cuatro patas”3. Es importante aquí poder observar que el indio es el que políticamente organizado levanta su cabeza y en perspectiva propone un proyecto que considera realizable. Lo que este discurso parece negar y pretende anular es la presencia “mestiza” y blanca que convive con el indio (y vive de él). Por ello, para ocultar la pertinencia de tal proyecto, las clases dominantes (que continúan siendo minoritarias) y las izquierdas catalogan esta propuesta de utópica. Al mismo tiempo, la presencia de conceptos como el de raza (y “pureza” de esa raza) reproduce, en una nueva propuesta política, la misma metodología de ocultamiento que se pretendía propia del “blanco”, del que el “indio” pretende liberarse. Ahora bien, ¿qué es lo que puede resultar de tomar en consideración crítica esta “utopía”? Es un desafío que debemos asumir, si pensamos que la utopía política es en verdad un proyecto político oculto que ha surgido como reacción a un orden dado y pretendemos des-ocultarlo en su capacidad política positiva que nos aporte nuevos elementos para la discusión. Pero, ¿cómo hablar de un proyecto político de pueblos originarios allí donde la realidad política se esfuerza por mostrarnos que todos somos iguales, nacionales, mestizos y civiles? Nosotros, argentos –sostenemos muchas veces sin pensarlo– somos hijos de grandes hombres españoles e italianos (¿y nuestra madre?). A Bolivia, en cambio, –creemos– no llegó la inmigración que planeó Alberdi y que rogaron todos nuestros “padres de la independencia”. Allí, lo que sí es cierto es que los españoles esclavizaron aymaras, quechuas, cambas como mitayos y pongos. Allí, el mestizo no resulta ser una figura agradable y se iguala al blanco con el que se los llama “q’ara”. Q’ara es la palabra aymara para nombrar a aquel que se encuentra culturalmente desnudo y se apropia de lo ajeno. Es q’ara el español que explota y se sirve del trabajo del otro.
Pero es también q’ara el “mestizo” que reniega de ser hijo de este suelo y desea asemejarse al español. Es todavía más angustiante la realidad del “mestizo” que se convierte en guacho, que ha negado a su madre para poder acercarse al español, para educarse como él y para llegar a los lugares de poder (político) que le pertenecen a éste por excelencia. Históricamente, entonces, a los argentinos lo que se nos ha presentado como base identitaria “real” de la política (y no utopía) es que somos “mestizos” y esto implica que somos guachos, negadores y que nos encontramos culturalmente desnudos. La realidad política de este lado se nos presenta clara y distinta, nuestra identidad es una y lo que sea político será en función de aquellos sujetos homogéneos q’aras. El mestizaje es algo que nos “salva” de preguntarnos qué parte de este suelo persiste en nuestra cultura, en nuestra sociedad, en nosotros. El mestizaje es mezcla que oculta, la utopía de creer que lo indio no persiste en nosotros, no nos toca, no nos mancha. Si tan sólo pensáramos que aquello que es ocultado por el “mestizaje” está presente en la misma proporción que el instrumental institucional que permite ocultarlo (educación europeo-occidental, costumbres extranjeras, formas de producción capitalistas), entonces consideraríamos lo mestizo como dinámico, lo homogéneo como plural, lo indio en lo blanco y lo blanco en lo indio. Silvia Rivera nos presenta la cuestión en estos términos: “Personalmente no me considero q’ara (culturalmente desnuda, usurpadora de lo ajeno) porque he reconocido plenamente mi origen doble, aymara y europeo, y porque vivo de mi propio esfuerzo. […] La palabra ch’ixi tiene diversas connotaciones […]. Es ese gris jaspeado resultante de la mezcla imperceptible del blanco y el negro, que se confunden para la percepción sin nunca mezclarse del todo”4. Y de esta manera, nos invita a cambiar la noción de mestizaje por la idea de lo ch’ixi. Mestizaje ha servido para tapar estratégicamente todo aquello que no era asimilable a lo europeo-blanco, ha servido como camuflaje del guacho que –gracias a esto– llegó a obtener los lugares de autoridad política en tales países “mestizos”. Por lo tanto, ha sido un instrumento práctico y teórico que ocultó una realidad abigarrada5 y plural. De este modo, su “retorno” se asumió como una utopía romántica muchas veces ligada al revanchismo de la conquista, y otras veces cooptada por instituciones partidarias que, en tanto formas mestizas de la política tradicional, le dieron una ubicación estática al indio que quisieron representar. Por el contrario, Silvia Rivera nos invita a pensar lo ch’ixi, manchado, como algo propio tanto del “indio” como del “blanco”. Existen, en nuestros pueblos y territorios, subjetividades ch’ixis, grupos sociales-culturales ch’ixis que combinan formas de organización occidentales y originarias con formas de producción ancestrales y, en este sentido, nuestra política es ch’ixi. Ni la utopía del retorno del Tawantinsuyu, ni la utopía de un desarrollo capitalista moderno-desarrollista, ni la pretendida Revolución Proletaria. Nuestras perspectivas políticas –si responden a la diversidad y a la pluralidad propias de este suelo– son propuestas que, actualmente, comienzan a mirar hacia las utopías ocultas y vislumbran, por sus propios medios creativos, su concreción en proyectos políticos positivos. Pero, debe quedar claro que algunos seguirán apelando al mestizaje y a la homogeneización de la identidad para no abordar la concreción de ciertas utopías que incomodan. Otros intentaremos tomar como nuestra la causa de visibilización de esta dinámica ch’ixi. Ésta nos atraviesa y presenta propuestas políticas “utópicas” que, sólo si las consideramos en su especificidad cultural histórica, las podremos hacer propias asumiendo que también son nuestras manchas. Francovich, G; Los mitos profundos de Bolivia. La Paz-Cochabamba, Los amigos del libro, 1985. 2 Rivera Cusicanqui, S; Oprimidos pero no vencidos. La Paz, WAGUI, 2010. 3 Reinaga, F; Manifiesto del Partido Indio de Bolivia. La Paz, WAGUI, 2007. 4 Rivera Cusicanqui, S. Ch’ixinakax utxiwa. Una reflexión sobre prácticas y discursos descolonizadores. Buenos Aires, Tinta Limón y Retazos, 2010, p. 69. 5 René Zavaleta Mercado desarrolla la idea de abigarramiento en la sociedad boliviana. De esta idea se nutren las reflexiones de sociólogos y filósofos bolivianos, como la misma Silvia Rivera, Luis Tapia, entre otros. Para un desarrollo de este concepto ver: Zavaleta Mercado, R. Lo nacional-popular en Bolivia. La Paz, Plural, 2008. 1
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autogestión
la utopía de hacer una revista
yael tejero /
yael.tejero@gmail.com
un anarquista hecho de ficción nos invita a pensar en la producción periodística libertaria. su reactualización es un modo de interpelar el presente de los medios independientes
ficciones argentinas Vidal está a punto de arder. Junto a él, preso de las llamas, se encuentra un nazi refugiado en Argentina bajo la gracia de Perón. El joven anarquista español se rehúsa a entregar a los oficiales su medio de producción: un mimeógrafo. Años atrás, un 17 de octubre de 1945, él y su amigo, Andrés Olalla, habían defendido a sus compañeros de la fábrica cuando tuvieron la libre intención de acudir a la plaza. “¿Por un general?”, se preguntaban confundidos los dos libertarios que, ante la incongruencia social de un país que no es el suyo, no sabían cómo aunar ideología. Pero algo los interpeló: el patrón no dio permiso. Y nada hay peor, para un anarquista, que la subordinación de la voluntad. Así se desata la revuelta de los dos partisanos. Días antes del episodio, un arma de fuego había caído en manos de Andrés. Era el revólver de Felisa, su hermana, única sobreviviente de los fusilamientos franquistas contra su familia. Refugiada en las montañas asturianas junto a los maquis, la joven esperaría el final de la Guerra Civil Española, para emprender un viaje a Buenos Aires, donde vivía su hermano exiliado. De la resistencia maqui hasta la clase trabajadora argentina, haría su derrotero un arma de fuego hasta llegar a manos de Andrés quien, a instancias de su hermana, la usaría contra el patrón para lograr que todos los obreros abandonen sus puestos de trabajo y marchen a pedir la libertad de Perón. El episodio es narrado a partir de la imagen elocuente de una usina abandonada por sus operarios en plena jornada de trabajo. Vidal y Olalla, tras íntimas deliberaciones morales, decidieron acudir a la histórica manifestación. Y sin embargo, años después, los dos inmigrantes ácratas no trastocan sus ideales libertarios por el pragmatismo del Estado de Bienestar. La militancia continúa y es a través de las letras. Vidal, Olalla y otros serán los actores apócrifos de una experiencia utopista con historia: el periódico La Protesta, órgano de difusión de ideas anarquistas más importante de la Argentina. Todo este racconto se trata de Vientos de agua, la miniserie dirigida por Juan José Campanella, realizada entre 2005 y 2006, que vincula de modo entrañable la vida de los personajes con los acontecimien-
tos más relevantes del escenario político del siglo XX en España y Argentina. El peronismo es una de las zonas más contradictorias. Uno de los mayores clímax de la serie se produce en ese enfrentamiento con la censura. Allí, Vidal y sus compañeros secuestran a un exoficial nazi, en su afán de ejercer una justicia que el Estado no protege. Se encierra con él en el sótano de la casa allanada y sometido a un final entre audaz y descorazonador, se entrega a la apoteosis del héroe en medio de las llamas voraces.
la utopía libertaria En 1890, junto con la consolidación del proceso de modernización y sus consecuencias sociales, la propaganda anarquista comienza a tomar cuerpo. Se forman los primeros grupos y se consolidan los periódicos, dando lugar a los inicios y al momento de mayor virulencia de la prensa ácrata una década más tarde. El pensamiento y la militancia libertaria no desaparecen luego de 1910 o 1912. Esa fecha es, sin embargo, el umbral en el que se inicia su decadencia. Ese ocaso es el que se refleja en Vientos de agua que, con todos sus bemoles históricos e ideológicos, retoma el tema de la inmigración como un tópico esencial de la condición humana: siempre hemos llegado de algún lugar, siempre nos dirigimos a otro. A veces, cargados de utopías y sorteando las injusticias de quienes detentan el poder. Así desembarca también el anarquismo en el Río de la Plata. Los activistas libertarios comienzan a arribar a la ciudad a partir de 1870, escapando de persecuciones policiales. Su estadía es en principio transitoria y empiezan a nucleares en pequeños grupos de afinidad étnica o ideológica, que luego se desarrollarán como periódicos, sociedades de resistencia, círculos culturales, bibliotecas o sindicatos. Muchos de ellos habían participado en acontecimientos de relevancia en el movimiento obrero como el levantamiento de la Comuna de París o la Primera Internacional de Trabajadores. Uno de ellos fue Enrico Malatesta, fundador de la revista La Questione Sociale, donde se intentó construir un canon del pensamiento anarquista a disposición de la clase
obrera argentina. Se formó de a poco un sector partidario de la intervención y organización libertaria en las luchas sindicales y gremiales. El arribo de activistas españoles dio un impulso a los organizadores que, respaldados por la aparición de La Protesta humana (1897) y por la presencia de Pietro Gori en Buenos Aires entre 1898 y 1902, se lanzaron a organizar la propaganda, especialmente a través de la prensa. Tanto en su vertiente individualista como colectivista, la expansión de las ideas libertarias se llevó a cabo a través de publicaciones heterogéneas, cuyo espectro abarcaba periódicos de noticias, revistas que se consagraron a la divulgación de textos doctrinales del canon teórico, magazines ilustrados o suplementos culturales orientados a otorgar mayor enjundia de lo que permitía el formato periódico con sus avatares diarios. Y en todos ellos se propició el espacio de laboratorio para la exploración de una estética ficcional, escrituraria y gráfica que conforma la revista como artefacto cultural. La utopía anarquista busca la supresión de la propiedad y el control del poder político, los conflictos entre individuos y clases a través de, por ejemplo, la abolición de la institución que existe a fin de protegerlos: el Estado. El fin es la autoorganización sin órgano dirigente ni sufragio, mediante medios educacionales, antimilitaristas y sindicalista, entre otros. Gracias a la acción conciente y concertada de los individuos y los grupos sociales sobre los conflictos sociales y a la afinidad electiva entre sujetos, se busca, ante todo, rechazar la representación política. En los medios ácratas argentinos, algunos supieron denostar a la autoridad al interior de la jerarquía periodística a través de la ausencia de editoriales y de directores (lo cual, en los hechos, no niega la existencia de una puja por el poder). También portaron una mirada caleidoscópica de una herencia cultural aluvional que demuestra que no hay tábula rasa. Es necesario ofrecer una lectura propia de los relatos, de las figuras y de los íconos de la cultura, célebres o ignotos, para bregar por el advenimiento de la utopía ácrata. Las líneas editoriales coinciden en el deseo y la voluntad de un proyecto utópico. Y en su afán por el advenimiento de ese tiempo revolucionario, interpelan a un presente tangible y cotidiano. El campo
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de la redención no es extramundano ni transcendental, sino que está en la calle y en el hogar, a la vera de todos. A la hora de financiar la compra de insumos y maquinaria, el colectivismo estaba a la orden del día. Existían, por ejemplo, comités Pro-linotipos. Había dos condiciones imprescindibles para desarrollar la labor editora: los bajos costos de impresión y venta y cierta libertad de prensa que se fue encorsetando con los años hasta acabar (o comenzar) con la Ley de Residencia. Entre 1902 y 1903, por ejemplo, La Protesta fue cerrada en cinco oportunidades por distintas causas (una de ellas fue el asesinato de Ramón Falcón). A menudo, las ediciones eran secuestradas por el tono o por el contenido de algún artículo y las razias solían ser implacables. En 1908 y 1909, salen a la luz once números del Suplemento Cultural del Periódico La Protesta, de la mano de Máximo Aracemi y Eduardo Gilimón. En 1922, el periódico publica un nuevo suplemento cultural que saldría hasta 1928, bajo la dirección de Emilio López Arango y Diego Abad de Santillán. La línea editorial de este semanario se hace eco de los recientes hechos locales e internacionales como la Patagonia Rebelde, la Semana Trágica y la Revolución Rusa. Examina los derroteros de la utopía comunista en el topos mismo de los hechos. Asume su posición crítica frente al estatismo soviético y la política agraria y cultural bolchevique. Se coloca en diálogo de convergencia o disidencia con las vanguardias estéticas. Publica una columna de divulgación científica. Incluye una sección titulada “Páginas de arte”. Asume la labor de vocero de las represiones internacionales, incluso las comunistas. Y, en el afán de didactismo y de pedagogía con la clase obrera argentina, construye una biblioteca del militante, mediante la publicación de una colección de libros como parte de un brazo apendicular del semanario y del diario. Entre otros ejemplos variopintos, en un volumen de 1923, intervienen en una curiosa polémica sobre la impertinencia de quitar las hadas del imaginario de los niños rusos. Pero llega la década infame. El suplemento reaparecerá con un primer número “Edición 60° aniversario”. En el editorial se expresa que, a pesar del prolongado paréntesis que impusieron las circunstancias de 1930, la publicación no se ha perdido. En
esa década se privilegió la denuncia y el llamado a la acción, ante el crecimiento del fascismo y todas sus formas de represión: los enfrentamientos callejeros, los exilios forzados, el envío al penal de Ushuaia. El semanario de La Protesta de 1932 reza un “provisoriamente” que antecede, en letra pequeña, al subtítulo “revista semanal”. El 12 de Agosto del mismo año, anuncia su aparición los miércoles y sábados, con la intención de que resurja la utopía de la publicación diaria, antes suspendida por las artimañas represivas del gobierno de turno. Sigue un período mucho más político. Con plataformas organizativas e información sobre la distribución de la revista de La Protesta en ciudades de EEUU, Europa y Latinoamérica. Esta concertación es la represalia pertinente frente a la coyuntura, acompañada de un regreso al canon del anarquismo para consolidarse ante hechos que son fulguraciones del peligro inminente. La Protesta no fue el único medio. Existieron otras revistas como Ideas y Figuras (1909-1916) y Martín Fierro (1904-1905), ambas dirigidas por Alberto Ghiraldo, Germen (1906-1912) de Alejandro Sux, Vía libre (1919-1922) de Santiago Locascio, Alborada (1919-1918) de Mercedes Gauna, Libre Examen (1930), entre otras, que militaron de manera loable el camino a la Acracia deseada. La historia de la prensa de izquierda es de una gran magnitud. Y al decir de Fernanda Beigel, fueron las revistas, en América Latina, uno de los principales medios de difusión de un editorialismo programático de utopías en marcha. La prensa anarquista contendió contra los medios gráficos hegemónicos casi desde los albores del periodismo argentino. Arremetió contra todo acto violento individual. Incorporó público lector en medio de un proceso masivo de alfabetización de las multitudes migratorias y bregó por dotar de autonomía a los lectores en el camino necesario no sólo para la conversión anarquista, sino también para la constitución de individuos libres: otorgar herramientas para la propia sustracción del sujeto inserto en la masa. Consolidó las bases del sindicalismo argentino y antecedió al peronismo en la emancipación de la mujer a través de la lucha por conquistar su voto.
metáforas del mimeógrafo
“¿Cómo va a estar armado un mimeógrafo?”, responde Vidal a sus censores cuando éstos intentan secuestrar su maquinaria. Quizás lejos de la advertencia del guionista, esa inapropiada broma de Vidal contra la autoridad, reedita el tópico de las Armas y las Letras, fundidas en la imprenta clandestina. El papel y la tinta siempre fueron alimento de cañón. En ese enfrentamiento zanjado en el devenir de los hechos, la miniserie hace justicia y reivindica el pensamiento libertario contra la censura de la que fue víctima. Lo hace a través de dos críticas imbatibles al peronismo que, por motivos evidentes, son poco resaltadas: la persecución de la prensa opositora y la entrada de los nazis a la Argentina. Punto para la utopía libertaria. Estos capítulos de la prensa argentina no son los únicos y ni siquiera los más sangrientos. Pero ofrecen una fértil metáfora de la libertad de expresión, dado que hablan del soporte discursivo de las ideas más distanciadas del proyecto nacional triunfante. Vidal se enfrenta con el pretorianismo de sus censores. Su apostolado, contraeclesiástico y antimilitarista, encuentra su misión acorralada y por eso se atrinchera en su imprenta. Cualquiera que conozca la lucha que atraviesan las publicaciones culturales en la actualidad puede ver en esta imagen un capítulo más de la genealogía del periodismo cultural argentino. ¿Cómo se controla el alcance de la prensa independiente hoy? La cooptación del mercado de distribución de revistas es uno de los modos de silenciar otros discursos. ¿Qué es ahora atrincherarse a la imprenta? Difundir y proteger el proyecto de Ley de Fomento a las Revistas Culturales Autogestivas, impulsada por ARECIA, que permitirá un mayor alcance de otras voces en medio de la centralización del poder de las corporaciones mediáticas. Un instrumento para una cultura lectora autónoma que permita identificar el poder oligopólico y –posiblemente, en disonancia– las voces que siempre bregan por ser mucho más que una mera alternativa, contra el estertor o el susurro en que las quieren convertir. En esa metáfora del mimeógrafo está contenida, también, la utopía que somos capaces de desear contra una hegemonía de sutiles o alevosas estrategias. Porque el Poder, antes que sustantivo, es un infinitivo, un verbo en potencia. El poder, así entendido, está en nosotros.
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Hay en nuestro país algo capaz de relacionarse al mismo tiempo con el poder y con la utopía? Sí, el peronismo. Museo Ezeiza es una obra teatral dirigida por Pompeyo Audivert que parece tenerlo en cuenta: revisa la Masacre de Ezeiza, ocurrida el día que Perón volvió al país, cuando la derecha del movimiento mató a 13 militantes.
utopía y poder:
“para un peronista no puede haber nada mejor que otro peronista”
museo
20 de junio de 1973. Perón vuelve a la Argentina luego de 18 años de exilio. En los bosques de Ezeiza, lo esperan unas dos millones de personas. El lugar está custodiado por el coronel Jorge Manuel Osinde. Osinde tiene la orden de evitar el acercamiento de la izquierda peronista. Las columnas de la FAR y de Montoneros quieren entrar. Los militantes son asesinados a tiros desde el palco. Hay 13 muertos y 365 heridos. Un mes antes, había asumido Cámpora. Menos de tres años después se llevó a cabo el golpe de estado. La masacre de Ezeiza significa, para muchos, el cierre de una etapa y el comienzo de otra. Ella precipita el ascenso del lopezreguismo, el surgimiento de la Triple A y genera una escalada de violencia inaudita que termina concretándose en marzo de 1976. Pero si bien la dictadura es el período más oscuro de la historia argentina del siglo xx, por suerte se ha vuelto sobre ella muchas veces, desde diversos enfoques, disciplinas y ramas del arte, intentando hacer justicia y re-pensarla para que nunca más pueda repetirse. Sin embargo sobre la Masacre de Ezeiza no se volvió tanto, siendo lo clave que es para la historia posterior. La obra de Pompeyo Audivert la retoma y lo hace de una forma muy original.
ezeiza
y sin embargo...
museo ezeiza es una obrainstalación dirigida por pompeyo audivert. ella retoma el tema de masacre de ezeiza, hecho histórico clave sobre el que no se volvió tanto. y lo que es mejor, lo retoma de una forma muy original; el que se mueve no es el actor sino nosotros, los espectadores
laura loredo rubio lauloredorubio@gmail.com
Todo es mucho más complejo. El peronismo y esta obra: el sentido de esta no viene dado, sino que debe ser descubierto. ¿Por qué? Porque Museo Ezeiza es una performance, una instalación teatral, un amplio galpón donde los actores se hallan distribuidos sobre mesas y es el espectador el que se mueve y elije dónde hacer foco. Debemos transitar el espacio para recuperar lo que dicen los actores, que actúan en simultáneo, y el sentido que armamos es resultado de los fragmentos yuxtapuestos que juntamos. Además de esto, la obra se presenta en el Centro Cultural Haroldo Conti, donde era la ESMA y que hoy funciona también como museo (de la Memoria). De esta forma, la puesta de Audivert tiene múltiples conexiones; nos pone como espectadores en un lugar activo, incitando a ver cómo se ve en el museo, a pasearse por el espacio, a detenerse, a elegir, pero también pone en entredicho la calidad de estas instituciones como conservadoras de la Memoria. La obra se plantea como un museo que recrea la masacre “exhibiendo” objetos que quedaron luego de la huida y que son representados por actores –“Soy el largavistas de Juan Ramírez”, dice uno–. Sin embargo, a poco de estar ahí, se nos confiesa algo: ciertos militantes se infiltraron en los objetos para dar una versión distinta a la impuesta y para tomar el museo y convertirlo en un Hotel de Inmigrantes. Como sostiene el director: “Los objetos se revelan a ser usados como coartada de una interpretación histórica institucional museológica, siempre vinculada al poder. Los cuerpos que se infiltran en ellos son lo subversivo, lo inasible, la sangre viva del hecho, lo indomesticable. La instalación finalmente es eso: una superficie de inscripción de la ruptura poetizante que sobre el suceso histórico tienen los actores en su situación teatral, en contacto con el público a
través de un enmascaramiento en el objeto”.1 La relación de esta instalación con la Historia entonces es así, indirecta. Los textos de los personajes no buscan ser el relato del hecho, sino que son más bien evocativos, hacen uso de un lenguaje altamente poético que escapa a la crónica de los acontecimientos y encarna los sueños y las utopías de esas generaciones del 60 y del 70, subversivas e indomesticables. Los actores se dividen entre aquellos que representan a objetos-militantes, y aquellos que son parapoliciales, estos últimos circulando por el espacio, interrogando a los objetos constantemente en búsqueda de algún izquierdista infiltrado.
traición o destino Una de las cosas más interesantes de Museo Ezeiza es que se llama a Perón Edipo y se dice que fue víctima de un brujo (alusión a López Rega, apodado así). Edipo Rey, la tragedia griega, se inicia con la catástrofe de una plaga, cuya causa se desconoce, en Tebas. El desconocimiento permanece hasta que se descubre la verdad: Edipo en realidad es hijo de su esposa y del anterior rey Layo, al que asesinó por error. Todo esto él no lo sabía, claro. Sus padres conocían esta verdad porque, al nacer el niño, el oráculo había augurado este desenlace. Con miedo por el cumplimiento de la profecía, sus padres decidieron matar a su hijo (que obviamente nunca murió). Más allá de la historia concreta, la enseñanza es que no se puede escapar del destino; por “no haber visto”, Edipo terminó sacándose los ojos. Ahora, ¿Perón no vio ni supo que estaba traicionando (y concretamente, asesinando) a sus militantes de izquierda? ¿Su deslealtad fue algo inevitable y que en cierta medida lo excedía, la marca de un destino, la víctima de un brujo que lo engañó? ¿O fue una traición limpia y llana, la consecuencia de una ideología, de un Perón realmente de derecha que los últimos años se había exiliado en la España franquista? La obra deja ese interrogante. Es más, parece no interesarle dar una respuesta. Lo atractivo de la obra-instalación, entonces, es que no da una versión del hecho: el lenguaje poético y fragmentario,
la simultaneidad de las actuaciones y el espectador circulando, así como el uso de metáforas como la de Edipo, hacen que sea imposible establecer una única versión histórica. El interés no es la fidelidad al acontecimiento, sino envolvernos en la energía colectiva del espectáculo. Este tipo de teatro rompe con la tradición en la cual el espectador ve una apariencia ignorándola y permanece inmóvil en su sitio; en Museo Ezeiza toda la mecánica está a la vista y eso es lo bueno. Imposible arrancarse los ojos.
dónde verla: Centro Cultural Haroldo Conti (Av. Del Libertador 8151) Primer sábado de cada mes a las 21hs. A la gorra. http://museoezeiza.blogspot.com.ar/ museoezeiza@gmail.com Citado de Tiempo Argentino. Méndez, Mercedes, (2010, Dic. 02) “Perón, su regreso y la muerte como si fuera una exposición de museo”
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«Las utopías parecen mucho más realizables hoy de lo que se creía antes. Y ahora nos hallamos ante otro problema igualmente angustioso: ¿Cómo evitar su realización definitiva? (…) Quizás empezará una nueva era en la que los intelectuales y las clases cultas soñarán con el modo de evitar la utopía y volver a una sociedad no utópica, que sea menos “perfecta” pero más libre» Nicolás Berdiaeff1
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agostina macchi agostinamacchi@gmail.com
esulta interesante pensar la utopía y el poder a partir de ciertos clásicos de la ciencia ficción de la época de auge del género, entre 1930 y 1970 aproximadamente, durante períodos marcados por las grandes guerras y luchas por el poder, que implicaron, por un lado, grandes avances científicos y tecnológicos y, por otro, nuevas formas de manejo del poder, muy atravesadas por la estética, los símbolos fuertes y la manipulación mediática. A pesar de alejarsede los relatos realistas, este género literario logra cierta verosimilitud al encontrar toda justificación en la lógica científica y en la tecnología. Así, logra satirizar y cuestionar las costumbres de una época de manera indirecta a partir de acontecimientos imaginarios, al mismo tiempo que sirve para conferir predicciones y anticipaciones sobre un posible futuro muchas veces poco prometedor. Como ejemplo podemos citar tres novelas clásicas: Un Mundo Feliz (1932, Aldous Huxley) ,1984 (1948, Georges Orwell) y Fahrenheit 451 (1953, Ray Bradbury). Se caracterizan por ser relatos distópicos: si entendemos a la utopía como el “no-lugar”, entendemos a la distopía como el “lugar no-deseado”. Encontramos que en ellas se describen sociedades que, bajo un aparente bienestar, resultan ser masas alienadas y esquematizadas que encarnan las intenciones de dirigentes supremos a través de una organizada industria cultural, a la manera en que la describen Adorno y Horkheimer2: para todos hay algo previsto, cada uno debe comportarse “espontáneamente”,como se espera, y debe dirigirse a la categoría de productos que ha sido preparada para él; estos pueden, incluso, ser consumidos rápidamente en estado de distracción; se actúa por repetición; las prohibiciones son incuestionables, y fijan positivamente un lenguaje propio. En el caso de la novela Fahrenheit 451 de Ray Bradbury –que no casualmente fue publicada por primera vez por partes en la revista Playboy, la cual obviamente no contaba con aval de la crítica “seria”–, encontramos, de manera muy clara, esta sociedad alienada, adormecida. Una sociedad acostumbrada, por ejemplo, a consumir fármacos mecánicamente para mantener un aparente bienestar, mientras que los intentos de suicidio por intoxicación son tan frecuentes que basta con una máquina y dos operarios, para realizar un lavaje de estómago, y un recambio de
sangre en poco tiempo. La novela transcurre en el contexto de una guerra que los personajes ignoran o a la que le quitan importancia. Los “bomberos” se encargan de generar incendios para quemar libros –por eso el título de la novela, que refiere a la temperatura a la que arde el papel –,porque hacen pensar a la gente, y eso es algo muy negativo que lleva a la infelicidad y a la angustia. En cambio, pasan horas con su “familia” proyectada en paredes parlantes, son bombardeados constantemente por información a través de medios de comunicación manipulados por un poder totalitario, que procura vaciar de ideas y contenidos a los ciudadanos, anulando su capacidad de reflexión. La violencia atraviesa lo cotidiano sin generar sorpresa alguna: cualquiera en un mal día conduce su auto a gran velocidad o arroja objetos agresivamente sólo para mostrar algún tipo de disconformidad. Reinan la deshumanización, la manipulación. Y así podríamos continuar enumerando miles de características más que abundan en la novela. ¿No resulta un poco aterrador que las predicciones pesimistas de los escritores mencionados no resulten tan alejadas del mundo que vivimos hoy? La aparente omnipresencia que nos brinda internet, el acceso “ilimitado” a la información (no importa demasiado cuál), la necesidad de saciar la sed de pertenencia a algún tipo de grupo, la “portabilidad” de las relaciones, como si estas pudieran caber en un bolsillo –o lo que es peor, en el ciberespacio – la magia que hace que la inseguridad desaparezca cuando se juega el mundial de fútbol, cuando asume un nuevo Papa, o cuando cae nieve en Buenos Aires… Retomando las palabras de Berdiaeff: quizás debamos dejar de buscar la “perfección” y preocuparnos más por cuidar nuestras libertades, si es que todavía nos queda alguna. En “Prólogo” de Un Mundo Feliz de AldousHuxley. Editores Mexicanos Unidos S.A, México, 2004 2 T. Adorno y M. Horkheimer. (1944-1947) “La industria cultural. Iluminismo como mistificación de masas”. En Dialéctica del iluminismo. Edit. Sudamericana, Buenos Aires, 1988. 1
opinión
S
en la argentina, esta es
mi utopía
jorge cuello cuellojorge76@gmail.com
egún el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra utopía se refiere al plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación. Sobre la base de esta definición, podemos decir que las propuestas que a continuación se enumeran, si bien resultan irrealizables en la actualidad, en el futuro podrían convertirse en realidad, si los argentinos fuéramos capaces de construir una alternativa política a este gobierno que, de nacional y popular, solo tiene el nombre, porque en los hechos impidió que estas propuestas prosperen en el Congreso Nacional gracias a la mayoría que el Frente para la Victoria mantiene en ambas Cámaras. Pero, luego de los resultados de las elecciones primarias del pasado 11 de agosto, podemos decir que esa alternativa al kirchnerismo se empezó a construir en la Argentina. Se estructuró a partir de la confluencia de la UCR, el FAP, la CC y el Proyecto Sur y obtuvo más de 5 millones de votos en todo el país frente a los 5,9 millones del Frente para la Victoria. Estos resultados colocaron las fuerzas del arco progresista y democrático no solo ante la posibilidad de ganar en las elecciones generales de octubre, sino también la de disputar el poder en las elecciones presidenciales que se llevarán a cabo en el 2015 y en la que se estarán eligiendo, además, los gobernadores e intendentes en más de 2200 municipios. En la Argentina, esta es mi utopía: Eliminar el pago del I.V.A. para las familias que cobran Asignación Universal por Hijo en la compra de productos de la canasta básica familiar y reducirlo en forma gradual para el resto de la pobla-
ción. Elevar el mínimo no imponible para el pago del impuesto a las ganancias, para que los trabajadores no paguen con su esfuerzo impuestos injustos y regresivos que disminuyen su capacidad de compra. Pagar el 82% móvil a los jubilados con los fondos del ANSES. Gravar las actividades que actualmente están exentas o que pagan porcentajes bajos sobre sus ganancias, como las transacciones financieras, los fideicomisos, el juego y la minería, y atacar la evasión de los grandes contribuyentes. Luchar contra la corrupción para que los recursos del estado se destinen a mejorar los servicios esenciales de salud, educación, agua potable, cloacas o transporte público. Trabajar contra la inseguridad, el delito y el narcotráfico, promoviendo una reforma policial con control ciudadano, restringiendo el uso de las armas por parte de los civiles y alentando una reforma judicial que imparta justicia con celeridad. Diversificar la matriz productiva nacional, promoviendo la generación de valor agregado a los productos primarios provenientes de la agricultura, la ganadería, la pesca y de otras actividades económicas. Reactivar las economías regionales, fomentar el acceso al crédito de las PYMES y potenciar los lazos comerciales con los países de la región, para incentivar la creación de nuevas fuentes de trabajo. Promover una verdadera reforma judicial que se aleje de las reformas impulsadas por el gobierno que no solo atentan contra la independencia del Poder Judicial, sino que además resultan un buen instrumento para garantizarles la impunidad a los funcionarios del gobierno nacional. Proteger los recursos naturales, poniendo freno a la megaminería y a los desmontes, preservando los glaciares y las cuencas hídricas y fomentando el desarrollo de actividades económicas que les garanticen el derecho a un ambiente sano y equilibrado a las actuales y futuras generaciones.
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diálogo con inés zadunaisky precandidata a senadora por mas-las rojas
“no creemos que la juventud sea un botín al cual hay que usar” gustavo zanella /
locardeux@hotmail.com
san telmo, en los fondos de gallo rojo, librería del pensamiento marxista, el cronista de andén revisa libros que atraviesan el pensamiento de izquierda de todos los tiempos y de todas las latitudes. será allí donde se encuentre con una de las representantes de la izquierda más roja –como se define– de la izquierda más revolucionaria y aguerrida. cuando aún la polvareda de las p.a.s.o. no amaina el sacudón institucional, inés zadunaisky, docente, militante social y precandidata a senadora nos cuenta por qué su partido no llegó a la instancia de octubre, por qué la idea de utopía puede ser engañosa y por qué el aborto es la bandera inclaudicable de la agrupación de mujeres a la que pertenece: las rojas
Militando en un partido como el Nuevo Más y siendo una persona que se dedica a la política desde las bases ¿Qué creés que es la utopía? La utopía puede tener muchas definiciones o más filosóficas o más literarias. Se me viene a la mente Eduardo Galeano hablando de la utopía como algo que te permite caminar hacia un horizonte. Personalmente creo que la utopía encierra una cosa muy escéptica acerca de la vida. De alguna manera lo que me moviliza, y me movilizó, para militar y para activar y organizar tiene tiene que ver con una idea que me parece un poco opuesta a la idea de utopía, que es el hecho de que no hay un destino prefijado y de que no hay un mundo que se mueve en el cual uno más o menos tiene que tratar de zafar, sino que la humanidad, la vida, la historia las hacemos los seres humanos. Las hacemos los actores y las actrices sociales. Entonces creo que hay una cosa –que a mí me parece mucho más interesante– que es la idea de pasar por la vida dejando huella, es decir, no pasar por el mundo dejándose llevar y tratando de zafar, sino que hay un mundo básicamente injusto y al cual creo que hay que cambiar, y la humanidad tiene esa capacidad. Entonces, más que una utopía lo que me mueve es la idea de que hay una necesidad que es la de transformar la sociedad. Y creo que hay una agencia, una capacidad humana para actuar en esa historia, que la hacemos los que estamos viviendo. Aportarle algo a la transformación del mundo me parece quizás más profundo que la idea más o menos abstracta de utopía.
¿Qué es el poder? También puede definirse de muchas maneras. El problema es que la gran mayoría de la humanidad cree que no tiene poder. Cree que el poder lo tienen otros, lo cual es cierto; es decir, en el mundo capitalista los que lo manejan a su imagen y semejanza, los que lo definen, los que lo organizan y los que hacen desastres son un grupo minoritario, que son los que manejan todas las cosas. Pero, a la vez, crean la ilusión de que todos los demás no tenemos poder. Y me parece que, justamente, si la mayoría de la humanidad, que es la que trabaja, la que sostiene con su esfuerzo el mundo, tomara un poco más de consciencia de que en realidad tiene poder, se podrían dar vuelta las cosas. Por ejemplo, la gente en Brasil, entre ellos los jóvenes, se cansó hace poco y salió por un aumento del colectivo, y todos sabemos que un aumento de 0.22 centavos no provoca movilizaciones de millones de personas. Evidentemente hay cosas mucho más profundas que se vienen gestando ante las cuales la población, sobre todo la juventud brasilera, salió a cuestionar y salió a exigir no sólo que se frenara el aumento del transporte público, sino que además empezó a cuestionar la idea de que Brasil es un país maravilloso, que está todo fenómeno y que se están gastando todo en el mundial, pero en realidad hay problemas profundos porque la juventud no tiene perspectivas. Eso demostró un poder extraordinario. Hay otros ejemplos en Egipto y todo lo que fue la primavera árabe. Cuando las mayorías se pudren, se cansan y salen,
se dan cuenta de que tienen un poder extraordinario. Esa pelea por el poder es la que mueve un poco las cosas y me parece que tiene que ver con colaborar en ese sentido; mi militancia, mi actividad tienen que ver con eso, con ser parte de una transformación que sea algo de toda la sociedad. Hablás de manifestaciones del poder espontáneas y sin embargo la práctica político-partidaria no lo es. ¿Cómo aúnan la espontaneidad con lo programático? El MAS (Movimiento Avanzada Socialista) no busca el poder a través del voto. En primer lugar porque no creemos que la manera de transformar la sociedad sea a través de las elecciones. Creemos que, para transformar la sociedad, hace falta la intervención directa, masiva, de la mayoría de los explotados y oprimidos, de los trabajadores, de la juventud, de las mujeres. Y eso, inevitablemente,como a lo largo de toda la historia, exige transformaciones que tienen que ver con las revoluciones, con dar vuelta las cosas. Para eso hace falta efectivamente hacerse del poder, en el sentido de hacerse del lugar en el que está el poder que, en este caso, sería el Estado. Para nosotros, las elecciones no son un medio para que el Nuevo MAS llegue al poder. Nosotros nos presentamos a las elecciones principalmente para hacer propaganda y divulgar ideas que por ahí en otros momentos tienen menos amplitud, y llegar a una audiencia mayor, que está más dispuesta a escuchar en los momentos en los que hay elecciones. ¿Es testimonial?
Testimonial y no. Mucha gente nos decía que nuestra campaña era pianta-votos. Nuestra campaña principalmente en la Capital Federal, pero también en otros distritos, tuvo tres ejes: primero, la pelea por el derecho al aborto, que llegue al único lugar de la sociedad donde no se discute ese tema que es el Congreso, por eso el lema era: “Que llegue la voz de las mujeres al Congreso”; Segundo,el impuesto al salario, porque creemos que mientras que a las grandes empresas, (como Chevron) se les exime del pago de ganancias y de otros impuestos, las trabajadoras y los trabajadores estamos sosteniendo buena parte del presupuesto nacional con un impuesto que no corresponde pagar; tercero, la precarización laboral entre los jóvenes, muy ligado a la falta de perspectivas, porque hay pibas y pibes que terminan el secundario y van a parar a Mc Donals, a los call center, van a parar a montones de lugares de trabajo que están sumamente precarizados con salarios bajísimos, con contratos hiperflexibilizados. Mucha gente, incluso de izquierda, nos decía que el eje del aborto es pianta-votos, que por qué levantamos semejante cosa, si lo que hace es espantar a determinado sector que no nos va a votar. Nosotros en la campaña electoral lo que hacemos es aprovechar para llevar problemas que son sentidos, reales, que afectan a los sectores oprimidos y explotados, aunque nos quiten votos. Y tan mal no nos fue porque sacamos muchos votos sobre todo en Capital Federal, un poco más de 17.000 votos (veníamos de 3500 votos en el 2011). El salto es enorme con la candidatura de Manuela
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Castañeira, nuestra compañera que era la cabeza de la lista. Nosotros no definimos cómo hacemos para sacar más votos si eso significa resignar, ocultar, maquillar lo que nosotros pensamos realmente. Otros partidos de izquierda eligieron hacer silencio con respecto al tema del aborto o a los temas de los derechos de las mujeres. Lo cual a nosotros nos trajo una cosa grave que es que no salimos en ningún medio televisivo en toda la campaña electoral, salvo lo que tenía que ver con los spot gratuitos. No fuimos invitados a ningún programa de televisión. Entonces a nosotros nos cerró la puerta la Corpo (TN, Clarín) y el argumento que nos daban era: “ustedes están con el aborto. No es una campaña que nosotros podamos bancar”. Y tampoco fuimos invitados por los medios de la corporación del Gobierno, en ningún canal que tenga que ver con ellos. Eso fue una dificultad muy grande, pero bueno, nosotros de alguna manera elegimos mantener igual ese eje que nos parece que en este momento es muy importante, recoger una deuda que es el problema de que las mujeres podamos acceder a ese derecho tan elemental y tan básico como es decidir acerca de la maternidad. Las dirigencias suelen vincular la utopía con la juventud. De hecho los nombres en las boletas del Nuevo MAS demuestran un interés por la participación de jóvenes.¿En qué se diferencia ese interés del de otros partidos que han hecho también esa vinculación, como el Frente para la Victoria o el PRO? Nosotros no creemos que la juventud sea un botín al cual hay que usar. No les pedimos a los jóvenes que nos voten porque nosotros vamos a hacer algo por la juventud. Les damos un lugar como cabeza de lista. Yo misma que tengo 37 años soy una de las mayores de esa lista en comparación con otros de los compañeros. Quiere decir que hay un lugar activo de la juventud, un lugar activo de la construcción de nuestra política y de nuestra militancia cotidiana. No son una cosa separada o de relleno. No traemos a algunos jóvenes para que quede bien en la lista, sino que es una expresión cohe-
rente de los que somos: un partido joven lleno de jóvenes militantes, y abiertos a que se acerquen más. Es decir de una juventud heredera del 2001 y del argentinazo, de los movimientos sociales, y que tiene un símbolo en Mariano Ferreyra. Y no como esa idea que metió el kirchnerismo del joven como arribista en el estado o la militancia como un cargo que te permita ascender. Jóvenes que militan con ideas, en ese sentido lo vínculo con la utopía. ¿Las PASO limitan el acceso de agrupaciones como Nuevo MAS a elecciones generales, pero también parecería que le permite al electorado tener frente a sí una oferta de proyectos más o menos sólidos a nivel nacional?¿Cuál es tu postura? Las PASO son claramente proscriptivas. Pretenden hacer creer y dar la ilusión de que hay más pluralidad y de que se puede elegir supuestamente en internas, cuando en realidad es una mentira. Pero para lo que sirve concretamente es para dejar en el camino sobre todo a los partidos más chicos, entonces a la elección de verdad que es en octubre no llegan. Nosotros no pasamos las PASO. La gente que nos votó no lo hizo para darnos una mano, sino que realmente quiere votar por estas candidaturas y estos planteos –el aborto–.En octubre no va a poder votar a nuestra agrupación de mujeres Las Rojas o a nuestra candidata Manuela Castiñeira. No vamos a estar. No hay otra lista que reemplace la nuestra. Hay otras propuestas y otras campañas y otras voces, pero esta no va a estar. No ayuda a pluralizar ni a democratizar. Antes, los partidos que querían hacer internas las hacían. Sin embargo no son sólo las PASO, la reforma electoral en su conjunto tiene un montón de elementos proscriptivos. Para poder solo presentarse necesitás 4000 afiliaciones en cada distrito electoral, lo cual ya es un trabajo enorme que nosotros venimos sorteando con mucho esfuerzo. ¿Por qué no realizar frentes o alianzas con agrupaciones como FIT (Altamira–Pitrola), la Nva. Izquierda (Bodart) o Autodeterminación y Libertad (Zamora)?
Todos los partidos están divididos. Si hay otros partidos es porque no compartimos exactamente los mismos programas, aunque en general tengamos las mismas ideas. Zamora no se sabe qué dice, cuando hay elecciones se presenta y aparece. Su organización no tiene una existencia real en ningún ámbito de la militancia cotidiana, de las peleas, de las luchas. No se sabe qué decía Zamora para esta campaña, porque su única propuesta era: Zamora. Es un compañero del cual valoramos su independencia política, no se ha vendido. Con Bodart o el MST, que se presentaba como Nueva Izquierda, ya tenemos más dificultad porque su partido se presentaba en la Prov. de Buenos Aires con Marta Maffei que pertenece a la CTA y muchos la recordamos porque fue entregadora de muchas luchas docentes de los años 90. No tiene nada que ver con la izquierda revolucionaria, es parte de las conducciones tradicionales, que puede tener ribetes, pero pertenece a la clase que vive de los sindicatos y se ha dedicado a traicionar todas las luchas docentes. Y también iban aliados a Fabiana Ríos, que es la gobernadora de Tierra del Fuego que acaba de reprimir y de abrir causas judiciales a los docentes que hicieron una demostración pública en el Ministerio de Educación de Tierra del Fuego. No podemos ir con esa gente en una lista en común. Con el FIT tenemos discusiones desde hace tiempo y no conseguimos ponernos de acuerdo sobre los ejes que deberíamos trabajar. Ya en el 2011 no hubo acuerdo. Principalmente porque el FIT se convirtió en una cooperativa para juntar votos, lavando mucho las campañas electorales. En el 2011, hicieron campaña sin nombrar al gobierno de Cristina. Nosotros no vamos bajar nuestras banderas por sacar un voto más. Y en esta elección su campaña fue “Meta a la izquierda en el congreso”, ¿qué quiere decir esto? Así, sin contenido político. La propuesta era que Altamira llegue al congreso. Ese era todo el eje. Se pierde la oportunidad de tratar de meter en la agenda política algún otro tema. ¿Por qué creés que el resto del electorado no los acompañó?
En este momento, nuestra evaluación es que no tuvimos visibilidad. Si se hubiera visto más, hubiésemos sacado más votos. Hubo una falta de visibilidad. Pegamos menos carteles por una cuestión presupuestaria,en esta oportunidad. En el 2011, nuestra baja performance tuvo que ver con que el kirchnerismo pasaba por arriba de absolutamente todo y el electorado estaba abrumadoramente con ellos, y había muy poco espacio para otras cosas. Esta vez había más espacio, pero nos faltó visibilidad. Sin embargo la izquierda en su conjunto recibió más de un millón de votos. Nuestra campaña fue extraordinariamente bien recibida con todas las dificultades que significan no tener acceso a los medios y armar una campaña con dos centavos. Es la primera vez que una campaña que habla por el derecho al aborto llega a un nivel masivo. ¿Creen que la sociedad está preparada para recibir este tipo de propuestas? Creemos que sí, no toda la sociedad, pero hay una porción importante. Esta campaña no nació de una manera oportunista para las elecciones. Nosotras venimos haciendo un recorrido con la pelea por el derecho al aborto que tuvo momentos muy importantes. Porque efectivamente el “progresismo” del gobierno de Cristina, con respecto a las mujeres, se cae completamente. Es un gobierno que no les ha dado un solo derecho a las mujeres ni de forma ni de fondo. Las Rojas, como agrupación de mujeres, viene creciendo mucho en los últimos años, en el sentido del acercamiento de muchas compañeras y de las acciones que se han hecho conocidas para al menos un sector importante que activa con el sector de género y de derechos de las minorías. Las Rojas tienen una coherencia. ¿Qué hay de ahora en más para el Nuevo MAS? Primero hacer un balance. Llegar a toda la gente que nos votó, saber quiénes son, entablar un diálogo e invitarlos a que se sumen. Y como somos un partido militante, ya tenemos 750 cosas por hacer.
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humor a carb贸n
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cinco discos cinco
/ agarrá la pala y andá a laburar, vago La única utopía buena es la que tiene el buen tino de quedarse en el papel. El resto sólo se labra dejando tras y delante de sí un tendal espantoso de muertos e injusticias que sólo consideran aceptables los que se encuentran del lado sano del gatillo. Cuando una comunidad, una sociedad o una generación se encaminan en busca de ella más temprano que tarde acaban perdiéndose en sus propios pasos, como lo hacen los fieles de cualquier religión. La utopía que inspira y mueve y enamora es también la que obnubila y obliga a porfiar en el deseo aun cuando todo ha dado muestras de su imposibilidad. Fin sin medios, pura potencia sin forma. Nuestro amor a la poesía nos obliga a seguirla, como sigue el burro a la zanahoria y vamos mascando su nombre entre dientes de la mañana a la noche y de la noche a la mañana. Hasta que un día los velos del futuro se corren y la visión de nuestro esfuerzo nos devuelve la insatisfacción de lo logrado. Hay quienes dicen que eso sirve de aliciente, de inspiración y de musa para hacer de este un mundo mejor, para no dejarse marchitar por las tribulaciones cotidianas. ¡Puro optimismo ecuménico! Prefiero pasar de la utopía, canto de sirenas de los que no tienen poder. Prefiero pasar del poder, excusa civilizada de la violencia. Me quedo aquí, donde los dioses me han traído, para trabajar con fuerzas humanas, por problemas humanos que requieren de negociación, de duda y de incertidumbre, donde lo único seguro son la muerte y el riesgo de que nuestras dudas y nuestras certezas lastimen a otros aun sin quererlo. Por eso 5 discos 5 cínicos, que no esperan nada más que lo que se les es dado. Porque esperar y trabajar por la utopía es cosa de gente con tiempo libre, hippies chics con culpa de clase y señoras fans de Leonardo Favio.
gustavo zanella
/ locardeux@hotmail.com
Hole – 1970 – Lord Laro. Es simple, el calypso, un ritmo originario de Trinidad y Tobago, algo así como uno de los padres putativos del regaee, no es lo que se dice una música comprometida. Surgida entre playas y negros descendientes de esclavos, es más que nada una música relajada sin más preocupaciones que lo que pasará esta noche cuando los cócteles estén servidos y la compañía de turno, lista para compartir la pista de baile. Laro fue uno de los exponentes de este género –aunque no sólo se limitó a él– y, si bien su nombre ya no suena tanto como ayer, debe decirse que brilló enormemente por sus pampas. He aquí el eslabón perdido entre los viejitos piolas del Buena Vista Social Club y el Bob Marley más accesible. Sin utopías, sólo relax.
Santificarás la fiesta – 2008 – Simja Dujov. Una de las peores y mejores cosas que nos legó Manu Chao es el mestizaje musical que impide la categorización y nos lleva a una transversalidad que a veces roza el absurdo. Un militante del judaísmo más heterodoxo que hace klezmer, música balcánica, cumbia, cuarteto y demás variantes latinoamericanas, filtradas por el tamiz de un dj. Todo lo que la Mitteleuropa tuvo intenciones de negar potenciado por el fernet y las sierras cordobesas de donde es oriundo este desclasado de las clasificaciones. Un poco de Matisyahu, un poco de Goran Bregovic, una pizca de Rodrigo, algo de La Nueva Luna y…¡Plop! La utopía de los pueblos del mundo bailando al son de una revolución basada en la celebración del puro goce. En su escucha, sobrevuela la impresión de que, como artista, Dujov sabe algo sobre el futuro que nosotros no.
Surfin’ Tenochtitlan – 2005 – Los Coronas. No hace falta andar gritando el no future para dar a entender que no hay nada que esperar. La mejor banda española de música surf y texmex hace una revisión en clave posmoderna de un pasado onírico plagado de bikinis, de playas azotadas por el sol y del calor agobiante de carreteras en mitad del desierto circa Jack keroac, Quentin Tarantino y el Douglas Coupland de Generación X. Guitarras, trompetas, cadencias de baterías latosas que no aspiran a quedar como ejemplo de nada. Un recorrido por 16 tracks a pura velocidad y virtuosismo instrumental, que no miran hacia delante buscando un horizonte que anule el presente, sino que lo hacen hacia atrás buscando encontrar los elementos que permitan reorganizarlo. ¿Rock vintage? ¿Música de gueto? No, un ejercicio de disfrute hedonista.
Best Of Tokyo Ska 1998 – 2007 – Tokyo Ska Paradise Orchestra. Japón no necesita pensar en el futuro porque le llegó hace rato. Y así como en sus calles convive la tradición, en su expresión más pura, junto a la utopía hipertecnificada, también lo hacen géneros impensados, como el ska, que salvo honrosas excepciones parecieran haberse agotado en el mundo occidental. La Tokyo Ska Paradise Orchestra, en activo desde mediados de los 80, no rinde culto a un sonido en plan retro. Lo que hace es ejecutar un sonido vivo, bullente, desenfrenado que da y toma del bebop, del cool, y del jazz en general. Este grandes éxitos, por momentos excesivo, por momentos algo monótono, es el ejemplo cabal e inapelable de que no vale la pena una revolución en la que no se puede bailar. En suma, filas de vientos a todo pulmón para que las patitas no paren de moverse.
Santa Muerte – 2011– Voodoo Zombie. El interés por zombis, vampiros, caníbales, robots asesinos y cuestiones demoníacas tiende a distraer la reflexión sobre el poder y el mundo al que se aspira, o no. Porque debe haber algún vínculo entre el mundo real y la ensoñación escatológica y conspirativa de un mundo oculto, donde ocurren cosas que nos negamos a ver. Será por eso que, cuando ese discurso adquiere forma metafórica o literal, el resultado acaba siempre en las orillas. Será por eso que el psichobilly y el punk garagero de los chilenos Vodoo Zombie nunca sonarán en las radios. O será por eso que lo mejor que podría pasar en un mundo digitado por esta gente sea un Apocalipsis desbordante de monstruos donde Satán dicte las reglas del juego, es decir, nada muy distinto a estos tiempos en que el peronismo ha probado sangre y sale a la calle pidiendo lo que siempre le faltó: cerebros.
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el fin de la política, el comienzo de la utopía nuestra última rancierana se caracterizó por un gesto anti-rancierano: el de someter el análisis conceptual sobre la política a la valoración de una serie de manifestaciones y formas de ser de lo político, fuertemente identificables en nuestra actualidad sociopolítica y cultural. aquellas que se daban a través de la construcción mediática del asco y de una crítica de la democracia a partir de una exigencia de purificación moral de la sociedad. nada más alejado de los sentidos y matices a partir de los cuales hemos pensado el problema de la democracia, la política, sus sujetos y modos de ser a lo largo de estas notas. por ello, y promediando el incipiente final de las once tesis sobre la política de jacques rancière, invertiremos el gesto en 180 grados. ¿cómo? girando la discusión desde la política hacia la filosofía política
manuel fontenla /
i política y disenso Este gesto no es caprichoso; las dos últimas tesis de Rancière apuntan directamente a esta cuestión. Pero antes de avanzar sobre estas, retomemos el hilo a partir de la novena tesis, que sentenciaba: “La tarea esencial de la política es la configuración de su propio espacio. Es hacer ver el mundo de sus sujetos y de sus operaciones. La esencia de la política es la manifestación del disenso como presencia de dos mundos en uno solo”. La esencia de la política es el disenso, que no debe confundirse con la confrontación de intereses o de opiniones. Disenso es la manifestación de una diferencia de lo sensible en sí mismo. La manifestación política hace ver esto que no tenía razón de ser visto, coloca un mundo en otro, por ejemplo, el mundo donde la fábrica es un lugar público en aquél donde es un lugar privado, el mundo donde los trabajadores hablan y hablan de la comunidad, en aquél donde ellos gritan para expresar su solo dolor. A través de este nuevo elemento –el disenso–, seguimos problematizando la ruptura de la lógica del arkhe que define quién manda, la política como constitución de un espacio, la política como forma específica de un litigio, etcétera. Pero remarcando en este caso que la política en esta forma del disenso no pone simplemente en relación dos tipos de sujetos, sino la presencia de dos mundos en uno. En palabras de Rancière: “La argumentación política es al mismo tiempo la manifestación del mundo donde ella
es un argumento, proferida por un sujeto calificado para ello, sobre un objeto identificado, a un destinatario que es capaz de ver el objeto y entender el argumento que no tiene normalmente razón de ver ni de entender”. La manifestación política es, entonces, la construcción de un mundo paradojal que pone juntos los mundos separados. La manifestación es política porque su forma es de enfrentamiento entre dos partes de lo sensible.
ii política y filosofía Dijimos al comienzo que en esta rancierana realizaríamos un gesto, un giro hacia la filosofía política. ¿Cómo se relaciona entonces esta construcción de lo político como mundo paradojal con la filosofía política? Aquí ingresa nuestra décima tesis: lo propio de la filosofía política es borrar el litigio constitutivo de la política. Es en la descripción misma del mundo de la política que la filosofía efectúa este borramiento. Esta tesis encierra una de las hipótesis centrales, no ya de este libro que venimos comentando, sino de la obra de Rancière, y por ello mismo es de una extrema complejidad. A contrapelo de una larguísima y clásica tradición que incluye desde los antiguos Platón y Aristóteles a los modernos y contemporáneos, para Rancière la Filosofía Política es una forma de borramiento de la política. Que lo propio de la política sea el hecho de ser un sujeto que “manda” por el hecho mismo de no tener título para
mandar, que el principio del comienzo/mando sea para ella irremediablemente dividido y que la comunidad política sea propiamente una comunidad de litigio, tal es el secreto de la política inicialmente descubierto por la filosofía, y que la filosofía siempre ha intentado borrar-esconder. Bajo el término anodino de “filosofía política”, se oculta el choque violento de la filosofía con la excepción filosófica a la ley del arkhe y el esfuerzo de la filosofía para reubicar la política bajo esta ley. De allí que el intento de Rancière sea reubicar la política, fuera de la ley del arkhe, como ruptura de la ley del arkhe y por ello, como distribución de las partes de la comunidad, de lo sensible, principalmente, de la parte de los sin parte. La intención de borramiento de la “filosofía política” es de doble alcance. Por un lado, Platón funda una comunidad que es la realización de un principio no divisible, una comunidad estrictamente definida como cuerpo común con sus lugares y funciones y con sus formas de interiorización de lo común, es decir, una ciudad ideal. Pero a su vez, Platón inventa también un modo de descripción concreto de la producción de las formas políticas. Inventa las formas mismas de la recusación de la “ciudad ideal”. La filosofía política, parece decirnos Rancière, imposibilita pensar la política.
iii política y utopía El tema de este Andén es la utopía, uno de los núcleos centrales del pensamiento
manuruzo@gmail.com
político y del filosófico. ¿Cómo se conectan filosofía, política y utopía? A lo largo de las Once tesis sobre política, Rancière escribe preocupado por la comprensión filosófica de la política que circula en nuestra época, por un supuesto “retorno de la política” mentado por intelectuales, gobernantes, militantes, periodistas, entre muchos otros. Pero, si nuestras tesis son correctas, tanto la filosofía como la democracia están clausurando la política. ¿Cómo reabrir entonces la política, como romper esta clausura? Una forma sería pensando la relación utopía y política. Hemos dicho: la política a través del disenso pone la presencia de dos mundos en uno; ¿no es acaso el leitmotiv utópico de nuestra época el “Otros mundos son posibles” o “Por un Mundo donde quepan otros mundos”? Para finalizar, como en tantas otras notas hemos dicho, no hay aquí respuestas, no hay una “fórmula” para crear esos otros mundos, tampoco la receta para “transformar la política”; lo que sí hay es la convicción de que ya no podemos sostener más la división entre la praxis y la teoría, entre la acción y el pensamiento, entre la filosofía y la política; y justamente por ello es que este ejercicio rancierano de reflexión a través de las once tesis no muere en el papel. Muy por el contrario, se prolonga directamente con aquellas otras reflexiones, prácticas, políticas y formas de ser, que andan en busca de los otros utópicos mundos posibles.