Periódico Andén 84 - Colores (no todo es blanco y negro)

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#84 año viii julio 2016 precio: este periódico

I

PARADA OBLIGADA EN LA COMPRENSION DE LA REALIDAD

ilustración por daniel martín - www.dmdesign.com.ar - mardaniel@gmail.com

no se vende

(pero escuchamos ofertas)

colores no todo es blanco y negro


2

editorial

tu aldea

A

estas alturas no hay modo de dudarlo: hay una disputa política por los colores que trasciende en mucho lo meramente institucional o partidario. El color es imagen, es sentido, símbolo, identidad. Nos coloca a un lado o al otro del espectro ideológico, nos ubica dentro o fuera de una corriente estética, más acá o más allá de la salud, a un paso de la vida y de la muerte. Nos signa. El color de nuestra piel nos dispone dentro del campo de la mismidad o la otredad brindándonos los atributos que muchas veces marcan nuestro paso por la sociedad de consumo, o en resumidas cuentas, dictando si seremos –quien más, quién menos- los ganadores o los oprimidos del modelo de producción de capital, mercancías o símbolos en el que vivimos. Laboriosas tradiciones simbólicas operan al punto de identificar los colores con la sexualidad y asimilando ciertos cromatismos con los roles que atinamos a cumplir bajo las sábanas de nuestra intimidad. ¿Oscuritos? Ciertos territorios, ciertas perspectivas de vida, ciertos salarios, derechos y castigos. ¿Rosa pastel? Ciertos juguetes, ciertas obligaciones estéticas, conductas e incluso deseos que hacer carne ante la mirada del otro (siempre fálica). Fenomenal herramienta interpretativa, el color brinda un ordenamiento posible ante el caos del mundo. Desde aquella capacidad de las lenguas Inuit (esquimales) que distinguen 30 variantes del blanco hasta la imperceptible gama de colores de los televisores 4k, el ser humano depende casi exclusivamente de su sentido de la vista. Si no ve, está en peligro. Si no puede segmentar, fragmentar en elementos distinguibles el bloque de realidad que entra por sus ojos, también. Los colores, ergo, son de ayuda. A su vez, deleite. Si bien es cierto que la conciencia de una visión coloreada en occidente es relativamente reciente (los escritos antiguos solo dan cuenta de 8 y el mismo Aristóteles solo percibía 3 en el arcoíris) la humanidad tiene vínculos de larga data con las formas expresivas del color. El primero de ellos es el que brinda el paisaje. El segundo su propia corporalidad y la de los suyos. El tercero, la representación de los dos anteriores ya sea en paredes, vestimentas y pinturas corporales rituales que dan cuenta de los vínculos entre el arte, la religión y los ordenamientos sociales en los cuales se insertan. En el nro. 55 de Periódico Andén “Arte & Política“ de febrero de 2011 se hizo un acercamiento aproximado al tema

planta

más o menos

estable

maquinista juan ignacio basso

guardabarreras gabriela giambroni

la que pasa por abajo del molinete giselle méndez

jefe de estación horacio ernesto giambroni

chancho gustavo zanella

boletera soledad ramati

la que endereza las vías maría virginia compte

la que dice que el tren no tiene que poner guiño para doblar yael tejero (de vacaciones) el que corre la zorra manuel fontenla

el que no se quiere bajar del tren césar maffei

staff

www.revistasculturales.org

EXIGIMOS QUE LA PRENSA GRÁFICA SEA DEMOCRÁTICA

1) Derogación del decreto 1025 que fomenta la concentración. 2) Ley de Fomento a las Rwevistas Culturales Independientes 3) Ley que reconozca y proteja el trabajo de canilitas

Las notas que no entraron en el papel encontralas en nuestro sitio web y en las redes sociales. Artículos, diálogos, videos, descargas y toda nuestra historia a tu disposición para informar, comunicar y generar ideas.

bajo el supuesto de que todo producto artístico es una declaración política. Este nro.84 “Colores (No todo es blanco y negro) tiene algo de eso. ¿La elección de un color para las propias banderías posiciona realmente a un sujeto en un espacio determinado o esta es solo una consideración ociosa que busca enrular el rulo de la reflexión política para llevar agua al propio molino? Algo de eso, por supuesto, también hay. La mayoría de los ciudadanos argentinos en condiciones de votar eligieron en octubre de 2015 un cambio en las formas de representar y relacionarse con lo público y lo privado, con el bien común y el bien individual. El espacio ganador, la coalición CAMBIEMOS, no es ajena a las disputas de color. Mauricio Macri dirige con mano de hierro al PRO, una agrupación que ha hecho del amarillo furioso una marca y un eslogan que –a diferencia de lo que opinan sus críticos más infantiles- está repleto de contenido ideológico… de un liberalismo de derecha urticante. Sus socios del partido radical aportan el blanco y el rojo de una rebeldía que sus propios integrantes hace décadas en la que no creen. Y algunos otros colores que coaligan formas menores de expresión partidaria que entienden a la política como una escuela de señoritas sin advertir que son partícipes de la propia barbarie que denuncian. Tal y como lo hacían los unitarios y los federales (1826-1852), los azules y los colorados (1962), o el amarillo Macri vs el naranja Scioli de los últimos tiempos. No solo es un desafío pensar un nro. Que utilice a los colores como excusa para pensar la realidad. También es un desafío hacerlo en blanco y negro. No solo por lo puramente técnico sino porque entendemos que el camino que va del blanco al negro está repleto de una infinita gama de grises que los sentimientos no pueden abordar. Solo el auxilio de un entendimiento claro, de un ojo entrenado para percibir matices, nos permite hacer las distinciones que nuestro tiempo requiere. Por eso desde la comunicación cultural independiente apostamos a que, como sociedad, abandonemos las zozobra oscura del presente y el oropel nostalgioso del pasado por colores mucho más reales y más dignos, más arduos, sí, pero también más firmes y perdurables: el gris cemento del asfalto y el marrón de la calle de tierra. Esas dos dimensiones de lo público que el campo popular no tendría que haber abandonado nunca.

el que pinta grafitis en la estación daniel martin el que insiste con el carbón gustavo guevara trenes al oriente daniel gómez matías chiappe

el que corta las vías ezequiel pinacchio

la que se pasó de estación maría belén morejón

caminantes de las vías que se detienen en esta estación

hugo “cachorro” godoy, carlos caviglia, marcelo brizuela, alejandro campos, mariano nicolás campos, sudakas, denise risnik, natalia isla, gabriela ramati, luján burckhardt, martín cutino, nicolás rothshtein pasajeros posibles todos los que tengan algo que decir sobre los temas que abordamos

gratarola boleto

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sociales colores

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cromatismos

Así como en la física se relaciona cada color con una frecuencia diferente (un número), también en las ciencias sociales los números nos muestran una sociedad con diferencias.

césar maffei /

Colores En la física, el negro, como ausencia de energía emitida, y el blanco, como sumatoria. En el plano social, símbolos de una brecha dolorosa. Negro por el color de la piel. Negro también se le llama al trabajo no registrado. “Soy rubia por dentro”, dice Mirta Legrand; “Tengo un amigo negro que es blanco de alma”, dice Blumberg. “Le hiciste creer a un empleado medio que su sueldo medio servía para comprar celulares, plasmas, autos, motos e irse al exterior. Eso era una ilusión. Eso no era normal”, Javier González Fraga.

Como todo pensamiento de los opresores, logran transmitirlo aparte de los oprimidos, que lo reproducen en la medida en que no tomen conciencia de ello. “Qué lindo tu bebé, qué blanquito que es”, “El patrón me da trabajo” o “Si a él le va bien mejor para nosotros” (la teoría del derrame).

Datos sobre la situación social Aquí también, números. A diferencia de la física, estos se pueden disfrazar, se pueden medir de maneras muy distintas y eso dificulta las comparaciones en el tiempo, además el estilo de vida va cambiando.

Ejemplos: 1) Cuando se analiza el ingreso, se divide la población, o los hogares, en franjas según el nivel de ingreso. Hay estadísticas sobre el total del país o sobre conglomerados (por separado o con distintos rejuntes). 2) Cuando se estudia la composición de la canasta familiar, esta depende del nivel de ingresos, del tipo de ocupación, de las costumbres de cada época (por ejemplo: gastos por comunicaciones, y comparan la actualidad con épocas en que no había internet, celulares ni televisión paga... 3) Las comparaciones con el PBI (producto bruto interno), cuando se analiza la inversión educativa. En nuestro país, la Ley Federal de Educación de 1993, en su artículo 61, daba las metas de presupuesto para el siguiente lustro, las que no se cumplieron. Por eso, ley de financiamiento en 2006, lindos discursos sobre el cumplimiento de las metas, que no eran otras que las mismas de la ley del 93, llegar en cinco años al 6% del PBI, pero trece años después. El tema de cómo se calcula el PBI, cuál se toma como base, cómo se mide la inflación para actualizarlo, más allá de cómo se utiliza esa cantidad de dinero. Las mismas estadísticas oficiales tomando base 1993 dan el 6,8% del PBI, pero con base 2004 el 5,3%.

El verso no numérico Vivimos en un sistema basado en la mentira. El origen del capital, la propiedad de la tierra, generada con tanto robo y asesinato. Necesitan justificar con mucho verso:

A

La falta de reconocimiento de derechos porque así es lo mejor “para todos”

1- Cortes de Cádiz, 1811, el diputado español Palacios decía: “En cuanto a que se destierre la esclavitud, lo apruebo como amante de la humanidad; pero como amante del orden político lo repruebo” (Historia de la Nación Latinoamericana, Jorge Abelardo Ramos). Ama la humanidad, pero que haya esclavos. ¿A qué humanidad ama? Con este mismo argumento se pide

constantemente aumentar el esfuerzo de los trabajadores, es decir, de los generadores de riqueza, para que, en cada crisis, generada por los que más tienen, quede la sensación de que la generaron los que menos tienen y para eso deben volver a sostener con su mayor esfuerzo la salida de la crisis. Hasta dicen apenarse por los que debemos esforzarnos, cuando no dicen que, por acostumbrarnos mal, provocamos la crisis. Siempre planifican cómo salvarse a costa de nuestra miseria. 2- “Por especial que pudiera ser, teóricamente, el proyecto de educar a las clases trabajadoras de los pobres, sería perjudicial para su moral y felicidad..., en lugar de enseñarles subordinación los haría rebeldes y refractarios..., los habilitaría para leer folletos sediciosos, libros perversos y publicaciones contra la cristiandad; los tornaría insolentes para con sus superiores y, en pocos años, sería necesario que la legislación dirigiera contra ellos el brazo fuerte del poder” (Dicho por un tal Giddy, efiriéndose al proyecto de ley que se presentó en el Parlamento británico en 1867, creando escuelas subvencionadas. Citado por Paulo Freire en Pedagogía del oprimido). Giddy, otro que pensaba en nuestra felicidad. Es obvio: tenemos que pensar por nosotros mismos.

B

Si la presión aumenta, reconocen legalmente los derechos con la letra de manera ambigua

1- Artículo 14 bis de nuestra Constitución Nacional: habla de participación en la ganancia de las empresas, pero ni se pueden mirar sus libros contables. En 2013 y 2014, el fallido proyecto de ley, que tomaba hasta un 10% de las ganancias netas, no prosperó, pese a haber sido presentado por un diputado del oficialismo (Héctor Recalde). Este año Franco Macri, el padre del presidente, aseguró, respondiendo a la requisitoria del juez Casanello, que la firma Fleg Trading, radicada en Bahamas y revelada en Panamá Papers: “No estaba obligada a llevar libros contables”, porque así surge del art. 90 del Pacto Social, conforme al cual “la compañía deberá llevar las cuentas y registros que los directores consideren necesarios o deseables para reflejar la situación financiera de la compañía”. El capitalismo es un circo donde las cosas están organizadas por unos pocos espectadores y para ellos, y donde las mayorías tenemos asignado el papel de payasos. 2- Definición de Salario Mínimo Vital y Móvil (SMVM), Ley de contrato de trabajo: “Es la menor remuneración a percibir en efectivo, sin cargas de familia, en su jornada legal de trabajo, de modo que le asegure alimentación adecuada, vivienda digna, educación, vestuario, asistencia sanitaria, transporte y esparcimiento, vacaciones y previsión”. La canasta familiar ronda los $20.000 (familia tipo), mientras el salario mínimo es, desde este 1 de junio,

$6.810, sueldo bruto por cuarenta y ocho horas semanales. Descontando aportes, quedan $5.652,30, y hacer el proporcional si se trabaja otra cantidad de horas. Otra clara hipocresía del sistema. Recordemos a Cristina decir tantas veces que “Es el más alto de América latina”. Puede que sea verdad, en tal caso, afirma lo mal que andamos en la Patria Grande. Sabemos las razones. Este SMVM pasó de $4.716 a $5.588, en agosto 2015, y a $6.060, en enero 2016, (todo vía reunión del consejo del SMVM, julio 2015). En mayo de este año, acordaron y comunicaron con otro típico anuncio rimbombante, ahora de Macri, los $8.060, desde el 1 de enero del 2017, en medio de una gran inflación, pasando por $6.810 desde junio y $7.560 desde septiembre. Además, la jubilación mínima por ANSES es de $4.959, desde marzo. Hay otras cajas con jubilaciones menores. Por falta de espacio, sobre la ley ómnibus (blanqueo y “reparación histórica” a los jubilados) que tiene media sanción (Diputados), solo comento que, con honrosas oposiciones, en las cámaras se aprobaron y festejaron las privatizaciones que iban a mejorar las jubilaciones y, ahora, esta “reparación”, que significa quitas para los jubilados y premio para los evasores, mientras ya fueron premiados los buitres a los que se les paga mucho más de lo que pusieron... Y sí, vale más un buitre que un jubilado, sobre todo para quienes tienen intereses en el asunto, tal vez unos bonitos, o trabajan para quienes tienen los bonitos, o tienen el chip en la cabeza...

C

A mayor presión, leyes menos ambiguas, pero si pueden, después no las cumplen Ley Federal de Educación art. 61 A seguir luchando

Prólogo Aún podemos construir un presente y un futuro distintos, aún el planeta resiste; seguiremos luchando contra la explotación del hombre por el hombre. Escribir este artículo, que tuve que serruchar bastante para que entre en la página, me permitió cambiar la mirada de una frase que suelo escuchar. Por eso, a aquellos que auguran un futuro negro, les digo “gracias”, es lo que queremos muchos.


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sindicalizATE

diálogos

diálogos con hugo “cachorro” godoy, carlos caviglia y marcelo brizuela

Las líneas internas del sindicato de los trabajadores del Estado ATE eligen los colores como símbolo de identificación. Como sus diferencias no son sólo cromáticas, Andén dialogó con dirigentes y representantes de las principales listas nacionales para comprender su historia y su lectura política de la actualidad. soledad ramati /

Verde Anusate

Hugo “Cachorro” Godoy. Secretario General de ATE Capital. Verde Anusate, Agrupación Nacional Unidad y Solidaridad de la Asociación Trabajadores del Estado Andén: ¿Qué representa la lista verde?

Hugo Godoy: En los años sesenta, nació el color como expresión de diferentes listas en la disputa sindical, y como oposición al vandorismo, al peronismo sin Perón, a la disputa con la CGT de los argentinos. En ATE, la agrupación Anusate nació en diciembre de 1977, los compañeros que se reunieron en la Iglesia de la Santa Cruz estaban despedidos, expulsados del sindicato y expresaban una corriente de pensamiento ligado a la historia de la CGT de los argentinos. Héctor Quagliaro fue el fundador, había sido secretario de la CGT de los argentinos en Rosario y había estado al frente de los dos Rosariazos. También estaban Víctor de Gennaro, Germán Abdala, Cacho Mengarelli, que eran los hijos políticos de esa corriente de pensamiento sindical particularmente en ATE. Originalmente, la lucha de los trabajadores y la lucha por la defensa de los derechos humanos estuvieron muy emparentadas, porque el día anterior a esa reunión, se produjo ahí el secuestro y la desaparición de las Madres de la Plaza de Mayo y de las monjas francesas; el operativo del que participó Astiz, de triste recuerdo. Los compañeros se reunieron en la semiclandestinidad y trabajaron en la organi-

zación de la agrupación que tomó el color verde y se presentó a elecciones en 1984. Esto significó, principalmente, la posibilidad de recuperar el gremio de manos de un agente de la dictadura: Horvath había llegado como Secretario General y representante de la lista Azul y Blanca y había entregado el gremio a Massera. Fue en sí mismo un claro cambio, no solamente de colores, sino de políticas. Anusate ya participaba en la CGT Brasil, en agrupaciones gremiales peronistas y en las que fueron expresión más confrontativa con la dictadura militar. Del otro lado, estaban Triaca, Baldassini, Cavalieri, Horvath y otros dirigentes sindicales que expresaban la subordinación a la dictadura. Eran dos modelos claramente contrapuestos y, desde allí, se dio una posibilidad de desarrollo del sindicato, de avanzar en democracia interna y sindical; ATE recuperó la participación en la discusión política sobre el rol del Estado que había

En ATE se garantiza el debate interno, decide la asamblea, como un instrumento democrático y de poder de los trabajadores. Todo eso expresa el Verde en ATE perdido. Hubo una posibilidad de crear una CGT, De Gennaro fue secretario de prensa en la CGT encabezada Ubaldini, pero cuando ésta se reunificó, durante el Menemismo, como “los gordos”, ATE se retiró y formó la CTA, como nuevo

modelo sindical. El sindicato creció porque el nuevo concepto de sindicalismo permitió que el gremio no quede vinculado solamente a los trabajadores del Estado Nacional, sino que se abrió a los trabajadores provinciales y municipales. En las elecciones del 2 de septiembre de 2015, la Verde significó la ratificación del concepto de que ATE es de los trabajadores, gobierne quien gobierne, como contraposición a otras listas que quedaron subordinadas al gobierno anterior. Tenemos un concepto de autonomía de los trabajadores para intervenir en política, desde la capacidad de elaboración propia y de resolver en asamblea. En ATE se garantiza el debate interno, decide la asamblea, como un instrumento democrático y de poder de los trabajadores. Todo eso expresa el Verde en ATE.

Andén: Además de la autonomía, ¿qué más distingue el verde de los otros colores?

HG: El abordaje de la discusión del Estado. No pensamos que por trabajar en el Estado somos sus dueños o los únicos que podemos discutirlo. Aspiramos a que el Estado sea propiedad del pueblo argentino. Lamentablemente, hoy el Estado está copado por las estructuras gerenciales del poder, pero nuestro esfuerzo permanente es el concepto de que los trabajadores del Estado nos vamos a salvar junto con toda la clase trabajadora; todos tenemos que discutir el Estado. ATE no es solamente un sindicato, es un movimiento de trabajadores que promueve la articulación con otras agrupaciones para debatir el modelo de estado y construir uno más fuerte, democrático, solidario y popular; es un signo distintivo de la Verde asignarle este rol.

Andén: ¿Cuál es el efecto que genera en las bases la convivencia de los diferentes colores?

HG: Genera riqueza. La diversidad no puede ser un signo de distanciamiento ni una zanja, tiene que ser una fuente de enriquecimiento; el debate interno y la existencia de distintas listas y agrupaciones son una riqueza y un motor de vida interna de la organización y de la posibilidad de que los trabajadores seamos protagonistas. Esa diversidad es posibilidad de debate, es decisión colectiva, y es lo que garantizamos en la lista Verde, como conducción del sindicato, que en ATE decida la asamblea. Es todo un ejercicio de proponer y de aceptar decisiones colectivas. Eso también es el mejor antídoto contra la intervención externa. La democracia interna es fundamental, la elección y la participación directas. En ATE todos los cargos se eligen por el voto directo y secreto de los trabajadores. Eso da mucha fuerza y lo construyó la lista Verde: la posibilidad de garantizar ese protagonismo de los trabajadores en todas las instancias de la organización. ¿Viste? Zafé del cliché de que el Verde es esperanza…

Verde y Blanca

Carlos Caviglia, Delegado General. Archivo Nacional de la Memoria Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. La Verde y Blanca. Fortalecer el Estado para liberar la Nación.

Andén: ¿Cómo se originó la lista Verde y Blanca? Y hoy, ¿qué representa?


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diálogos Carlos Caviglia: Es una confluencia de la Verde, de Germán (Abdala), y la Azul. Esto tiene que ver con una divergencia política que hubo en ATE. En los noventa, con el neoliberalismo y Menem, la CTA se construye con dos grandes identidades: los estatales y los maestros, junto con otros gremios que se opusieron a la política de vaciamiento del Estado. Luego, el kirchnerismo dividió aguas, en todos lados hubo una división “k” - “antik”. Hubo una izquierda, constituida durante los noventa, que entendió que el kirchnerismo le estaba robando las banderas y que tenían una posición que no era genuina ni auténtica. La CTA se dividió en dos a partir de esa discusión, y ATE es como el espacio que queda “antik”, aunque esa tensión queda encapsulada. Las paritarias anuales, las jubilaciones, el tema del empleo, la asignación universal por hijo, que eran banderas de la CTA, terminaron generando un quiebre dentro de ATE Verde. Entonces se armó -como línea interna, no una lista separada- ATE Verde de Germán.

la política laboral, la de ingresos, la monetaria, todo tiene que estar pensado en función de los trabajadores También, con la división de la CTA, un sector muy importante de ATE, al que le interesaba más estar en la otra CTA, armó la lista Azul. Yo soy de esa lista Azul, porque entiendo que la CTA de Yasky me representa, es una construcción que tiene una historia impecable, que siempre fue propositiva, no es que tira piedras por tirarlas. Para las elecciones 2015, la lista Verde de Germán y la lista Azul confluyeron en una sola: la Verde y Blanca, y ganamos la seccional Capital, la más importante del país. Actualmente, es la refundación, el ir por la defensa genuina de los derechos de los trabajadores sin bandería política. Es entender la defensa de los trabajadores desde su identidad de trabajadores sin perder la perspectiva de que hay un interés nacional más amplio que los intereses particulares, que los enmarca, no que los excluye; que la política laboral,

la de ingresos, la monetaria, todo tiene que estar pensado en función de los trabajadores, del mercado interno, de la producción. Para poder pensar eso, como un combo, uno no se puede quedar en la chiquita salarial, que no es moco de pavo, obviamente. Andén: ¿Qué te parece que la diferencia de otros colores?

CC: En el sindicalismo, hay colores tradicionales: la Marrón, la Bordó, que son de agrupaciones más de izquierda, trotskas, comunistas. De hecho, la Azul siempre ha sido la más peronista. La diferencia de los colores…, eso es complejo, son identificaciones al fin y al cabo. Entonces, el color es la bandera, lo que te unifica.

Andén: ¿Cómo confluyen estos colores en el trabajo sindical? CC: Yo vengo de una junta interna que era un instituto de la Ciudad, empecé siendo delegado y pasamos a la Nación los ciento cuarenta compañeros. Esa junta está compuesta por compañeros de distintas filiaciones de colores: hay Azules, Verdes, Verdes de Germán, Marrones, Bordó, pero nuestro horizonte fueron siempre los conflictos que teníamos como junta interna con nuestra patronal y ahí conjugamos. Si bien los conflictos son inherentes, los consensos también son posibles. El consenso te lo da una meta común, más allá de con qué bandera va cada uno hacia esa meta. Esa experiencia es riquísima porque logramos, desde identidades distintas, conseguir cosas y caminar juntos en función de cuestiones que nos interesan a todos. Uno se mete a militar en el gremio o en cualquier lado porque cree que es lo que hay que hacer, es la gratuidad absoluta y no sabés adónde te estás metiendo; es tirarse a una pileta y siempre hay agua porque siempre hay compañeros.

Bermellón

Marcelo Brizuela. Secretario Gremial de Gran Buenos Aires Sur. Secretario de Comunicación de la CTA Lomas de Zamora. La Bermellón. Frente de Unidad y Lucha Andén: ¿Qué es la Bermellón? Marcelo Brizuela: Es una lista nacional, y la confluencia de actores combativos,

que en dos circunstancias disputó la conducción con la lista oficialista Verde Anusate. En la última elección, la del 2015, estuvo encabezada por Raquel Blas, una dirigente histórica de los sectores que provienen del peronismo combativo, pero que rompió con la línea tradicional, la Verde. Después del 2010, entabló una lucha por retomar los métodos y las tradiciones del peronismo combativo que se fusionó con las bases y buscó el protagonismo de estas. Hoy está ligada al partido obrero y a las expresiones genuinas de la construcción de las juntas internas en Capital, de promoción social, del Ministerio de Trabajo, de Economía, de Estadísticas, donde “ATE desde abajo” pudo confluir dentro de la lista Bermellón toda esa experiencia de rescatar el método, el clasismo, de ir a la base, de la democracia sindical, de ese método que no es patrimonio de un solo partido de izquierda, sino que es de toda la clase trabajadora. En la Bermellón hay una línea de masas, no una línea de pegar a la colateral de un color; no es de tal o cual partido y se autoerige como el partido de la clase obrera. Nosotros entendemos que la pluralidad de colores refleja ese espíritu de no fraccionar a la clase trabajadora, de no enchalecarla con un color Verde, como hace el DeGennarismo, o con un color Verde y Blanco, como hace el sector que confluye con el kirchnerismo y con la CTA de Yasky.

la Bermellón no es de tal o cual partido y se autoerige como el partido de la clase obrera Andén: ¿Qué más los diferencia de los otros colores?

MC: Nosotros impulsamos como eje diferenciador el fuerte protagonismo de la base en la elaboración de la política, el de los compañeros en cada lugar de trabajo y la unidad de lo que se considera el activismo con esa base, que no es una base militante, sino que son trabajadores. Y se fusiona con ese activismo desde la concepción de que no son unos

los esclarecidos y otros los esclarecedores, sino que, en realidad, todos somos trabajadores, parte de esa misma clase y que en ese ámbito cara a cara, que son las asambleas y plenarios, podemos garantizar una línea correcta para poder ganar, y vencer los planes de aquellos que nos quieren sujetar al terror al despido y cambiarnos el eje de por lo que tenemos que pelear: la emancipación de la clase trabajadora, y no solamente las conquistas económicas por más salario y mejores condiciones de trabajo. No hacemos sindicalerismo, no hacemos economicismo. Creemos que el sindicato tiene que pelear por el derecho a condiciones dignas de trabajo, por que haya más compañeros empleados en las políticas públicas; porque trabajo no falta, lo que falta es la decisión de que el Estado sea un activo promotor. Pero una de las líneas de diferenciación de la Bermellón (y de la Víctor choque lista Marrón) es creer que la emancipación de los trabajadores no muere en la actividad sindical, sino que hay que construir una fuerza política, no un partido ni un estrecho frente electoral, sino una fuerza mucho más rica y diversa y por eso nos vemos reflejados en la experiencia de los sutebas multicolor.

Andén: La confluencia de colores, ¿qué genera?

MC: Es absolutamente necesario que todas las corrientes que conviven en cada lugar de trabajo u organización gremial y que estén hermanadas por un espíritu de construir un sindicalismo desde abajo estén expresadas. Allí donde se anula, desde una mesa de conducción, la diversidad de voces que hay, se asfixia la fuerza de los trabajadores. Fue lo que pasó en el Congreso provincial de ATE en donde mil doscientos trabajadores aproximadamente intentamos debatir francamente que en esta etapa hace falta unidad y que los problemas, matices y diferencias que se generaron en el 2010 en la CTA hay que dejarlos, porque hay que enfrentar el macrismo, a Vidal. Los trabajadores mismos son capaces de superar, como pasó el 24 de febrero en las calles, las miserias o las debilidades de una conducción que no es capaz de estar a la altura y unificarse para golpear con un solo puño el ajuste y los planes del imperialismo yanqui y del gran capital para la Argentina y para la región.


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territorios

fiebre amarilla

en todo estás vos

Una ciudad teñida de rubio y una fisonomía completamente hibridada por los procesos y las lógicas de gobierno globales. Dos gestiones sucesivas de política macrista dejaron marcas muy distinguibles en “la ciudad de todos los argentinos”. Pensar que fueron meramente estéticas sería seguir subestimando el fenómeno alejandro campos/

N

o deja de ser sorprendente que algo tan somnífero como la estadística se haya vuelto pasión de multitudes. Hoy, lejos de estar ceñida su aplicación al campo laboral y al cálculo del rendimiento, la estadística está presente también en nuestras actividades “ociosas”. Si es que algo así todavía existe, ya que en rigor casi siempre estamos produciendo algo, aunque no sean más que datos. La concepción deportiva de la vida que parece tener el gobierno amarillo (que se desliza en el machaque de la palabra equipo) se hibrida a la perfección con la subjetividad mercantil-digital actual. Es uno de los rasgos, creo, más característicos del gobierno. Uno de los primeros elogios que recibió el gabinete de Macri fue: “Es como el Barcelona”. Y después de todo, ¿no fue en un equipo de fútbol que empezó toda esta aventura amarilla? Es conocido, y por demás evidente, que Macri alimenta (o pudre) su retórica con las fórmulas más berretas del coaching empresarial, que no es mucho más que bibliografía de autoayuda aplicada al rendimiento de una empresa. Y su resultado es ese discurso de tono motivacional que, aunque cuadra más para circunstancia de campaña, parece extenderse a discurso presidencial. Sin embargo, el concepto y la práctica del coaching no provienen del mundo de los negocios, sino del deportivo. Un coach es, básicamente, un entrenador que ayuda a mejorar el rendimiento. Al calor del mundo digital, se ha producido una aleación entre el espíritu deportivo-lúdico y la obsesión por el rendimiento, por más contrapuestos que estos puedan parecer a primera vista. Rendir ya no implica más una obligación o una imposición del mundo laboral. El ámbito de las actividades mensurables y cuantificables deja cada vez menos actividades sin acaparar. Ya sea por el número de “me gusta”, sea el de “compartidos”, o sea el de “retwitteados”, cada vez nos volvemos más amantes de los datos. En un mundo con estas pasiones, el coach es el sofista actual. Su tarea (más bien, su misión) se centra en entrenarnos para que logremos el éxito en el contexto de esta red modulada en que ha devenido el mundo. La característica central de esta red es la transparencia. Cada clic deja un rastro. Cada operación deviene dato, archivo. Todo se registra, como si se tuviera pánico al olvido. Pero también, transparencia en este sentido: todos podemos mirarnos a todos. La naturaleza (en cierto sentido) desjerarquizada de la red remplaza el viejo panoptismo por otro mucho más difuso y más generalizado. Enteramente vidriado, tanto en sus “paredes” externas como en las divisiones internas, de aspecto pulido con sus

enormes cerámicos color claro, de amplísimos espacios abiertos y con un sistema de iluminación que va modulándose de acuerdo a las variaciones de la luz solar; el nuevo edificio de la Buenos Aires Ciudad (ahora la escriben así, invertida la gramática, así suena más a New York City) es un monumento a la transparencia. Allí, uno no acaba de

sentirse dentro de nada. A no ser quizás en el baño, uno no deja de sentirse expuesto. Al entrar a algún salón (siempre vidriado) la impresión es la de estar en un acuario o en una pecera. Su diseño arquitectónico borró cualquier vestigio de interioridad. La antropología bautiza ciertos espacios como los “no-lugares”: terminales, bancos, aeropuertos, locales de comida rápida. El rasgo central de estos espacios es precisamente su falta de rasgos específicos. Se trata de espacios globales, pero lo cierto es que este tipo de arquitectura, pensada originalmente para espacios de circulación, comienza a expandirse. Son espacios, por decirlo de algún modo anti-topológicos. No invitan a ser habitados, no invitan al cuerpo a sumergirse en el espacio. Van a tono con una subjetividad globalizada, arrancada de cualquier territorialidad.

La transparencia acondiciona el reino de lo “todo expuesto”, de lo “todo compartido”, en fin, de la inmediatez. Un mundo sin veladuras es un mundo sin mediación, cuyo síntoma más extremo es la obscenidad, o sea la compulsión a mostrarlo todo, la imposibilidad de guardarse algo para sí. Se pasa a existir solo en función de la mirada del otro. Es el reino del “me gusta”, en donde se inhibe la negatividad, y la comunicación se desliza fácil como por una pista de patinaje o una touchscreen. “En todo estás vos”, reza uno de los principales eslóganes de la Buenos Aires Ciudad. Estos ochos años de gobierno amarillo han dejado en la capital las marcas de la lógica ubicua de la transparencia. La ubicuidad refiere a la posibilidad de estar en todas partes. Es un atributodivino, pero también una posibilidad que habilita la tecnología digital. La teología y la tecnología comparten esa misión. Así, cada estación de Metrobús tiene su mapa tipo Google Map, con una impronta medio turística, con su ícono (amarillo, claro) localizándote: VOS. La arenga motivacional utiliza siempre la segunda persona del singular. Te habla a VOS. A veces ese discurso alcanza su paroxismo, como sucedió en la apertura de las sesiones del congreso: “Quiero un estado que te convoque a tu aventura personal”. Lo que está implícito en esta comunicación es la concepción de un “ciudadano” (devenido consumidor) al que se lo abstrae de la complejidad social y económica de la que forma parte. En el mundo que pinta ese discurso del “nothing is impossible”, quien no alcanza las metas que se propone es enteramente responsable (culpable, más bien) de sufracaso. ¡Sí se puede! ¡Sí se puede! Ese grito sintetiza el efecto que genera el discurso motivacional en el público que lo deglute. Se trata del voluntarismo ingenuo de quien cree que todo es posible. Tras ese grito, mal se disimula un sentimiento de impotencia. La hipertrofia de ese VOS puede tener consecuencias graves. Al extenderse la idea de que todo depende exclusivamente de uno, crece el sentimiento de culpabilización por no alcanzar las metas que uno se propone. Y lejos de tratarse de un problema meramente psicológico, este fenómeno supone hondas consecuencias sociales. Ya Hannah Arendt ubicaba, en el sentimiento de frustración y en el consiguiente aislamiento a gran escala que producía, el caldo de cultivo ideal para que las masas acogieran el fanatismo nazi. ¡Es acá! ¡Es ahora! También se le ha escuchado al presidente estas frases que son emblema de la autoayuda. Casi como efecto de compensación de ese vago: “En TODO estás vos”, tan amplio que parece que vamos a salir flotando, aparece también la necesidad opuesta. Anclar un AHORA en medio de un presente


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rojo

texturas

comunista

El color rojo formó parte de los momentos más destacados de la humanidad: estuvo presente desde la creación y lo encontramos hasta en las señales de tránsito. No existe una sola expresión de izquierda que no se asocie con alguna de sus variantes cromáticas

que se va, se va, se va cada vez más veloz. Fijar un ACÁ en medio de ese TODO. El discurso público parece asumir estos ribetes de la política devenida terapéutica: el político cuida, acompaña, motiva, ayuda. El efecto de la ubicuidad se consolida en el modo como se van configurando nuestras urbes. Ya sea mediante las camaritas o los celulares que registran nuestra circulación o sea mediante los mapas que indican nuestra localización, la ubicuidad va tiñendo la lógica (la logística) de nuestra circulación urbana. Se está acá, y se está en todo. Se está ahora y para siempre. Pero, lo aprendimos de pendejos: en gramática, el orden de los factores sí altera el producto. En ese eslogan entre divino y tecno, al “vos” lo mandaron al fondo de la frase. Lo han predicado, ya no es sujeto. Tras ese protagonismo excesivo que se le predica, se lo ha miniaturizado. Es en este contexto que se explica la sistemática apelación, en los discursos del presidente, a las historias de Juan, Pedro, María y Magoya, o la estrategia del timbreo, pero también la difusión de esas palabritas estelares del diccionario amarillo: equipo, vecinos, alegría, juntos. ¿Volvieron los noventa? Las similitudes son muchas, pero es más urgente señalar las diferencias. Cuando terminaba el menemato, todavía usar Internet era ocupar la línea de teléfono, ICQ era nuestra gran novedad. A años luz de ese paleolítico digital, el actual desarrollo de la tecnología, si bien está lejos de garantizar por sí misma el despliegue de una sociedad en la cual cada quien pueda “gestionarse a sí mismo”, sí torna esa incitación, más verosímil (y más excitante) a muchos oídos. Habrá que permanecer atentos. No es imposible que, a la velocidad en que vamos, esas mismas herramientas puedan volvérseles en contra. Después de todo, aunque el macrismo haya hecho una utilización mucho más eficaz de las redes sociales que sus opositores, quizás también estas sean los medios que más dolores de cabeza puedan traerle.

E

ara que quede claro que el rojo es un asunto delicado, voy a comenzar por el principio del mundo, cuando Dios soltó las escuadras y compases, y decidió ponerle color a la creación. Al rojo, según el antojo divino, le tocaron dos elementos fundamentales: las tripas y las manzanas. Según se sabe, Caín se ofuscó con el hermano y lo descosió con una quijada de burro, y la sangre empezó a brotar, y Caín se lleno de preguntas: qué es la sangre, qué es la muerte y qué es el asesinato. Ni idea, pero es de color rojo. En adelante el rojo reaparece ligado a los traicioneros, los violentos y los asesinos, es decir, a lo peor de la humanidad. Sarmiento dice, por ejemplo, que el rojo grita “violencia, sangre y barbarie” para luego atribuírsela -según se estila entre los próceres nacionales- a los países salvajes: “Asiáticos, africanos; es el color de los caciques, de los dictadores, del absolutismo, del verdugo, de Artigas”. Pero no siempre fueron las cosas así. Antes de Caín, la gente tenía otro concepto del color rojo. En el Jardín del Edén, la manzana era popular entre Adán y Eva porque Dios había lanzado un decreto divino al respecto. Con sabiduría de semáforo, Dios inventó el rojo en el mismo momento que inventó la prohibición; y, pese a que contenía toda la ciencia del bien y del mal, lo había plantado para que quedara clarita la ley del rojo: “prohibido”. Este principio fundamental, por supuesto, fue matizándose y adaptándose con el correr de los tiempos. Hoy encontramos el rojo, por ejemplo, en dos parientes cercanos de la prohibición: la precaución y el alerta -que son más adecuados a los países occidentales-. También, cuando yo iba a la escuela, el rojo era un censor potente: indicaba un pecado contra la gramática (hoy, también con sabiduría de semáforo, se prefiere el verde por sus virtudes inclusivas). El rojo, quiero decir, es un emblema de la represión: y así perdurará por los años de los años. Luego, el concepto del color rojo cambió: en 1865, las hijas de Karl Marx Jenny y Laura le hicieron un cuestionario a su padre que, en la época, fue famoso como entretenimiento y actualmente se lo conoce con el nombre de Cuestionario de Proust en honor a Marcel Proust que lo completó a los trece años, y fue pasto para psicologías proustianas (por cierto, el gusto inequívoco de la gente por la literatura francesa por sobre los barbudos enfadados fue decisivo a la hora de elegir el

mariano nicolás campos /

nombre, ya que Marx lo realizó con anterioridad). El listado de preguntas se dirige a respuestas rápidas y decididas, y entre las confidencias que busca ventilar se encuentra: “¿Qué color te gusta?”. “Rojo” respondió Marx. Cualquier marxista sabe perfectamente que otra respuesta era imposible: desde hacía ya unos años, el rojo había sido prometido a la izquierda. Fue en la Revolución Francesa de 1789, el álgebra de la política moderna donde se asistió a la fundación espacial (izquierda) y cromática (rojo) de nuestras preferencias, digo, la de los marxistas. Fue entonces cuando el rojo, según la ciencia de las banderas -ciencia que posee el nombre escabroso de vexilología-, hizo su aparición estelar como preaviso de que iban a reprimir la revuelta. Curiosamente, no la izaban los trabajadores para espantar a los nobles, sino los nobles para espantar a los trabajadores: es el rojo de la pincelada divina. Debió parecer entonces una ironía histórica que esa bandera reapareciera espontáneamente en las barricadas durante los levantamientos de 1848 y que se convirtiera en el símbolo de la Comuna de París. Seis años luego del cuestionario, Marx aseguró que “Comuna” es la primera experiencia histórica en que la clase obrera fue reconocida como la única clase con iniciativa social: “El viejo mundo se retorció en convulsiones de rabia ante el espectáculo de la Bandera Roja, símbolo de la República del Trabajo”. Y por supuesto, ninguna historia del rojo estaría completa sin su suplemento soviético. O mejor, el ruso (que es otra forma de no querer hablar de la socialdemocracia, que incluye comediantes de la talla de Tony Blair). Los bolcheviques sucumbieron a una tentación mayor (formal, casi diría) que la de los parisinos: el parentesco obligado de la revolución con lo bello. Creo que no se ha observado lo suficiente que, en ruso, el adjetivo rojo y roja (krásnyy y krásnaya, respectivamente) arrastra consigo el sentido arcaico de bello y bella. La plaza bella, la estrella bella e, incluso, el ejército bello son el sonido irremediable que palpitó detrás de cada símbolo revolucionario: la belleza supo introducir un argumento irrebatible para la lucha. Por todo esto -es decir, por la iniciativa obrera, las preferencias de Marx y las singularidades de la lengua rusa-, es que hoy, pese a los nazis y la Coca-Cola (el mal y el mal gusto, respectivamente) estamos convencidos de que el rojo es el color de la revolución.


azul

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zipango y después

casi transparente

R

esulta que una vez les mencioné a mis alumnos de quinto esta novela, que considero lleva en su título la mejor imagen cromática que jamás tuve la posibilidad de percibir. Una alumna la anotó y unos meses más tarde me dijo que la había leído, que le encantó y algunas cuantas cosas más. Me puse contento y supongo que fue uno de los mayores (y únicos) logros de mi carrera docente. Claro, la novela trata sobre drogas inyectables, orgías interraciales y violencia extrema. Pero bueno, la lectura por sobre todas las cosas, ¿no? Y aunque siempre me resistí a hacer esto, hoy quisiera escribir una breve reseña sobre esta novela, con la esperanza de que también a ustedes les interese.

Ryu Murakami (no Haruki Murakami, ese es otro) debutó con Azul casi transparente en 1976, unos pocos años después de que en Japón, quiero decir, de que también en Japón, surgiera un masivo, ilusionante y ulteriormente fracasado movimiento de estudiantes. El contexto mundial era el del hipismo, los viajes psicodélicos y las paranoias de la Guerra Fría. Murakami supo adaptar este conglomerado de significantes a su propio país. Plagó su novela de referencias al rock de los sesenta y la ambientó en alguna ciudad de Japón en la que hay bases militares estadounidenses (recordemos que, después de la Segunda Guerra, el país no posee sino un limitadísimo ejército propio, por lo cual depende de las fuerzas armadas de Estados Unidos). Hizo de la droga un tema y, por eso, se opone a los grandes y laureados escritores japoneses de las décadas anterio-

res: a Yasunari Kawabata, a Yukio Mishima, a los que escribían sobre geishas, samuráis y demás japonerías.

Por otro lado, a diferencia de los personajes rebeldes que gestó la Generación Beat o los demás escritores-faloperos de la época, al protagonista de Azul (también llamado Ryu) lo caracteriza la apatía. Es un joven bisexual en su acción y asexual en su psicología, un joven que disfruta de las orgías en las que participa tanto como hablar sobre insectos. Quizás no disfruta ninguna de las dos cosas. Posiblemente no disfrute de nada. Pero esta interpretación se la dejo al lector. Basta con repetir las palabras de Lilly, su mejor amiga y prostituta predilecta de los soldados estadounidenses para quienes organizan orgías: “Ryu, sos un tipo raro, me das lástima; hasta cuando cerrás los ojos tratás de ver cosas flotando”. La escena continúa con ellos dos tomando unas cápsulas de mezcalina.

No esperen una trama. En cambio, la novela presenta un caleidoscopio de personajes inmersos dentro de un mundo de adicciones, alucinación, ataques de pánico y un sinfín de posiciones sexuales. La primera parte es la más caótica y abunda en descripciones de vómitos, semen, comida podrida y los antes mencionados insectos. En la segunda parte, las descripciones parecen concentrarse más bien en los variados colores que emergen de los cuerpos de estos últimos antes de morir. Lo que separa a estas dos partes es la salida de los jóvenes orgiásticos al mundo exterior. En lugar de vomitar y de manosearse en cuartos y espacios cerrados, ahora lo hacen en el tren y en

otros lugares de la ciudad. La interacción con la sociedad es casi nula; se limita a los momentos en que asustan a los chicos que van al colegio o cuando escapan de los guardias de una estación.

Hay una escena en que se enfrentan a la policía: tres uniformados vienen a pedirles que bajen el volumen de la música. Luego de tratarlos de “degenerados”, los policías se marchan, agregando que no es de buen ciudadano andar ventilado lo que uno hace, que si se quieren drogar y coger hasta el hartazgo, que lo hagan, pero a puertas cerradas. Es la voz del estado, de la sociedad, que viene a reprocharles que sean unos reventados. Pero bueno, tampoco podemos culpar a la voz de la moral. Un grupo de jóvenes drogados en el económicamente milagroso Japón de los setenta… Nadie podría tenerles lástima, menos aún sentirnos cercanos a ellos. Ni siquiera es lo que ellos mismos se proponen. Solo nos queda observarlos a través de un narrador sumamente frío y antisentimental, que quizás deja percibir alguna huella de nostalgia. Porque esto sí logra la novela a la perfección: dar cuenta del vacío en el que ha caído la juventud de la segunda mitad del siglo XX.

De hecho, el principio de “la juventud está perdida” parece ser el epicentro temático de la novela. En una entrevista que le hicieron recientemente, Murakami habló sobre la influencia negativa que habría tenido en ella el influjo de la cultura americana; también, sobre el vacío de la tradición japonesa por ofrecer una alternativa y sobre la perdida de ideales de la juventud. Cuando

le preguntaron cómo imaginaba el futuro de los jóvenes, se limitó a responder: “oscuro”. Una respuesta mucho menos poética que el título de la novela en cuestión. Ni siquiera se explayó en los problemas concretos que enfrentan los jóvenes de Japón hoy en día: la precarización laboral y el envejecimiento demográfico (son ellos quienes pronto deberán sostener el sistema jubilatorio). Mucho menos en una solución. No. Solo “oscuro”. ¿Al final resultó ser un viejo choto que se queja de todo? Es posible.

La traducción literal del título es “Azul, de una trasparencia casi infinita” (o casi eterna). Demasiado barroco para nuestra lengua. En esto los traductores españoles la pegaron; su título mantiene la belleza y la potencia del original, aunque con una siempre necesaria dosis de simpleza. Lamentablemente, la traducción del texto en sí está llena de “pollas”, de “chavales” y de expresiones como “chutar heroína”, que hacen que cualquier lector latinoamericano quiera tirar el libro a la basura. Es lo que hay. Porque si encima seguís indagando, te enterás de que ni siquiera fue traducida directamente del japonés, sino desde inglés. La traducción original es de una tal Nancy Andrew que resulta que abandonó su activismo feminista para dedicarse a ser traductora del canal de televisión NHK. Ahí tenés tu desintegración de ideales. Pero bueno, quedémonos con la Nancy de los setenta. Gracias por tu traducción, Nancy de los setenta. Dos consideraciones más sobre el título. La primera es un dato que quizás desconozca la mayoría de los


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zipango y después

“ Puse el pequeño fragmento de vidrio, que chorreaba de sangre, en mi bolsillo y corrí hacia la calle brumosa. Las puertas y las ventanas estaban cerradas, nada se movía. Sentí que me había tragado una gigantesca criatura; que yo estaba dando vueltas y vueltas dentro de su estómago, como el héroe de ese cuento de hadas”.

matías chiappe /

lectores occidentales: que el color ao (青) refiere, para los japoneses, a lo que suele denominarse como azul, pero también como verde. Así, la luz de un semáforo y las hojas de los árboles tienen en Japón un color ao. Por otro lado, al igual que nuestro verde, este último hace referencia a la juventud; de hecho, su ideograma se usa con otra de sus lecturas en palabras como seinen 青年, que significa joven, o como seishun 青春, adolescencia. Murakami, sin embargo, eligió titular su novela con la palabraブルー, esto es, la romanización del inglés blue, que también entre los japoneses tiene cierta connotación de tristeza o de melancolía. Había un título anterior: Manteca en el clítoris, pero finalmente quedó descartado por no generar ningún tipo de efecto (?) en el lector.

Segunda consideración: la idea de transparencia me hizo pensar en aquel otro gran título de 1959 que surgió también en el universo de lo trash y que refiere de igual manera a “lo despojado”: El almuerzo desnudo. Murakami, esto hay que aceptarlo, no le llega ni a los talones a Burroughs. Pero su novela es cuanto menos interesante para analizar cómo se tradujo la estética beatnik a Japón. Por su parte, el contenido en sí parece haber sentado un precedente, tanto que le cuestionaron a Bret Easton Ellis, el autor de Menos que cero (1985), una novela que se propone ser trash y que resulta ser pop, si se había basado en Murakami. Nunca dio una respuesta precisa. Me re cebé con el título (pero bueno, después de todo, éste es un

número sobre el color), así que mejor improviso algo así como una conclusión de lectura. Cuanto menos, Azul casi transparente es un micromundo de drogas, secreciones y sexo desenfrenado, algo que raras veces carece de entretenimiento. Cuanto más, es la prueba de la desintegración del “bello Japón” que tanto el orientalismo occidental como el auto-orientalismo japonés se esforzaron por propagar. Me permito exagerar. Es la confirmación del camino hacia el que avanzamos (o avanzan) las sociedades capitalistas contemporáneas. ¿Demasiado? Seguro. Pero hoy sigue estando de moda hablar sobre el vacío de la existencia y de las drogas como única salida posible. Nunca está de más revisar a quienes lo dijeron antes.

Cierro con otra anécdota. En un karaoke de Shinjuku, obligué a sus dueños a incluir el tema Azul de Cristian Castro en sus listas de reproducción. Lo escucharon y les pareció divertido y extraño, porque para ellos ese color refería a la tristeza y a la melancolía, tal y como dijimos que sucede con blue. Los dueños del karaoke también me contaron que Japón cuenta con un

espectro cromático de unos dieciséis azules, entre los cuales está el marino, el cielo, el índigo y el azul rata. Como ven, hay obsesivos por el color en todas las latitudes y cada uno comprende p o r ellos

lo que se le da la gana. Después están los transparentes y los oscuros, esos filtros que borran y confunden todo contenido y todo sentido, que nos recuerdan que el mundo es demasiado complejo y que a veces es mejor mandar todo a la mierda. El azul de esta novela es un ejemplo más de esto último. Título: Azul casi transparente (Kagirinaku tomei ni chikai buru) Autor: Ryu Murakami Traducción al español: Jorge G. Berlanga Editorial: Anagrama (1997) Año de Publicación: 1976 Páginas: 144 Precio: $200 Puntaje: 7 de 10 chapetitos


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fluidos primarios

sangriento cromatismo

¿De qué color es la sangre? ¿Por qué? ¿Es siempre del mismo color? ¿Existe la sangre azul? Estas preguntas son menos sencillas de contestar que lo que parece a simple vista.

denise risnik /

H

Para empezar, hay que entender qué es la sangre y cómo funciona el sistema circulatorio. La sangre está formada por un componente celular -integrado por glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas- y por plasma -que es principalmente agua con una gran variedad de moléculas disueltas-. En pocas palabras, el sistema circulatorio es una red de vasos sanguíneos de distintos calibres que permite que la sangre y todo lo que viaja en esta llegue absolutamente a todo el cuerpo. Esto solo es posible con la ayuda del corazón, que actúa como bomba propulsora de esta circulación. Entre las células mencionadas se encuentran los glóbulos rojos, también llamados eritrocitos o hematíes. Estos tienen como principal función llevar, a través de las arterias, el oxígeno que respiramos hacia los tejidos, donde se genera la energía que necesitamos para el funcionamiento de nuestro cuerpo. Como producto de desecho, los tejidos generan dióxido de carbono, que también viaja unido a los eritrocitos, pero, por las venas, hasta terminar en los pulmones, donde es exhalado. Los glóbulos rojos, a su vez, como su nombre nos indica, son los responsables del color de este líquido. Para ser más precisos, las moléculas de hemoglobina que se encuentran dentro del glóbulo rojo son las que poseen como parte de su estructura el pigmento rojo, conocido como grupo hemo. El grupo hemo tiene una estructura cíclica y, en el centro, posee un átomo de hierro. Hay un conjunto de compuestos que comparten con el hemo la misma estructura cíclica, pero difieren en el átomo central y, debido a esto, en su color. Como se mencionó, el hierro da el color rojo. Si en su lugar hay magnesio, hablamos de clorofila,

compuesto que le da el color verde a las plantas; y si hay un átomo de cobre, hablamos de hemocianina, sustancia que le da un color azul a la sangre de algunos moluscos y artrópodos. A partir de lo dicho hasta ahora, no hay dudas de que el hierro cumple un papel fundamental en el color de nuestra sangre, cualquier persona que haya trabajado con este fluido alguna vez puede diferenciar a simple vista una muestra de sangre arterial de una muestra

de sangre venosa. Las venas son mucho más superficiales que las arterias y, de ellas, se toman muestras para hacer análisis clínicos de rutina. Por esta razón, la mayoría de las personas, cuando piensa en sangre, tiene en mente el color de la sangre venosa, el cual normalmente es de un rojo oscuro, porque no está oxigenada. La sangre arterial, sin embargo, es de un rojo muy brillante o escarlata. Esta diferencia se debe a que, en las arterias, la hemoglobina está cargada de oxígeno, que interactúa con el hierro del hemo y da esa tonalidad. A su vez, algunas situaciones patológicas también alteran la coloración de la sangre. Cuando una persona tiene una anemia severa, es decir, una muy baja concentración de hemoglobina en sangre (recordemos que el hemo es parte de la hemoglobina), es esperable que, por tener menor cantidad del compuesto pigmentado, el rojo sea menos intenso.

drisnik@hotmail.com

También en intoxicaciones producidas por compuestos como los nitritos, que pueden ser incorporados con la ingesta de algunos vegetales o por consumo en exceso de ciertos fármacos, se modifica la carga del hierro de la hemoglobina (cuyo nombre pasa a ser metahemoglobina) impidiendo su buen funcionamiento y modificando el tono de la sangre arterial de un color rojo brillante a uno pardo casi chocolate. En muy raras ocasiones, un empleo desmedido de algunos medicamentos que contienen azufre lleva a la formación de sulfohemoglobina, que no es otra cosa que la misma molécula que la hemoglobina, pero unida al azufre, y esto produce que la sangre tome un color verde muy característico. Como nota de color sobre el tema, tal vez, sea interesante indagar sobre la cuestión de la sangre azul. Hubo una época en la que se creía que quienes pertenecían a la nobleza tenían sangre de ese color. De ahí, surge el arquetipo del “príncipe azul”, pero como dije: solo los moluscos poseen esa distinción. La teoría más aceptada que explica esta creencia, viene del hecho de que quienes pertenecían a los altos estratos tenían la piel muy blanca. Esto era esperable teniendo en cuenta que no pasaban largas horas trabajando expuestos al sol y tampoco “mezclaban su sangre” con individuos de otras culturas. Las venas por sí solas tienen un color blancuzco translúcido. Si tenemos la oportunidad de mirar bajo la piel, las vemos rojas por estar cargadas de la sangre que fluye por ellas. Pero vistas a través de la piel blanca se genera un efecto visual que nos hace creer que son azules cuando en realidad no lo son. Por lo que lamento informar que los príncipes azules no existen.


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rieles de arena

aquellos

colores isis y su bandera negra que matan

¿Qué sucede cuando el simbolismo alrededor de un color y el bombardeo mediático remplazan un significado milenario sin que nos percatemos? Quizá preguntemos “¿Por qué los musulmanes usan banderas con un color asociado con la muerte y el luto?”. ¿Puede pensarse otra connotación que no se asocie a hombres de uniforme en el desierto desplegando una bandera negra?

E

n Bollywood, una novela de Shashi Tharoor, se convence a un director de cine de que debe cambiar el rol de un personaje y convertir una película romántica en una de acción. El resultado es un producto clásico y popular de los años ochenta y noventa: la lucha del héroe contra comandos terroristas liderados por un hombre despiadado escondido en un palacio, fortaleza o caverna. Así se describe uno de los escenarios de la película tras la modificación que lleva a cabo el director: “Interior: una enorme cueva. […] Los hombres pasan por delante de unas columnas inmensas […] y lanzan miradas aprensivas hacia los comandos vestidos de negro que permanecen en posición de firmes junto a cada columna, con las metralletas preparadas”. Luego agrega un detalle que termina de retocar el cuadro pop: “Todos ellos llevan un animal en pleno salto cosido en un brazalete de la manga, en el que están bordadas las palabras guepardo negro con hilo dorado”. Cuando se menciona a ISIS (Islamic State of Iraq and Syria, aunque se puede elegir un amplio abanico de términos: EIIL, EI, Estado Islámico, Dáesh, Daish, IS…), los medios -incluso aquellos fomentados por el mismo grupo- han instaurado un imaginario específico: hombres, precisamente, vestidos de negro con metralletas y armas blancas; cuerpos y colores agotados ya por las representaciones de películas norteamericanas y novelas de Tom Clancy. Pese a la brutalidad que disemina el aparato propagandístico de ISIS a través de imágenes y de videos, hay una sensación de artificio, de exageración y de lugar común. En el transcurso de dos siglos, sería una ardua, pero posible tarea enumerar la cantidad de grupos terroristas, pequeños o grandes, que han quedado plasmados bajo esta misma imagen, un cierto tipo de terrorismo configurado en torno a un rostro con balaclava que representa tanto el terror como la muerte en torno a un mismo color. Un comando terrorista con uniforme rosa e imágenes de Hello Kitty, ¿no nos causaría extrañeza en primera instancia, pese a que nos percatemos acto seguido del riesgo y de la plena significación de la situación? Desde Occidente, el color negro es un espacio simbólico donde opera lo maligno y si bien en el siglo XXI nos alejamos paulatinamente de dicha tradición, todavía tenemos una reacción instantánea y negativa a su alrededor. En una nota de The Atlantic, “How ISIS got it´s flag”, leemos en los primeros párrafos que un vecino musulmán en Nueva Jersey, al ser interrogado sobre una bandera negra puesta en su casa, respondió: “Every Muslim uses that black flag” he said. “You’ll find it in any mosque in the world” (“Todos los musulmanes usan esa bandera”, dijo, “La encontrarás en cualquier

daniel ismael gómez /

mezquita del mundo”). El color negro y el tipo de bandera con la aš-šahādah, el credo queproclama a Dios como Uno, forman parte de la tradición de muchos musulmanes, sin ninguna connotación violenta, y preceden a los movimientos terroristas que la han utilizado desde finales del siglo XX; podemos actualmente ver su versión en color verde, quizá para nosotros más amigable, en la ban dera del Reino de Arabia Saudita. Dentro de la historia del Islam, la bandera negra posee una marca particular: con este estandarte se supone que un ejército vencerá al falso mesías o anticristo. Aquellos relatos tradicionales y mágicos en Occidente que asocian el blanco a la pureza y al Bien, también, se ven en el Islam a través del color negro que, para nosotros, en ciertos periodos se consideraría sospechoso. El color reservado para historias sobre reyes y reinos mágicos, el dorado, en la historia del Islam, podemos hallarlo en el negro, que corresponde al mejor de los gobiernos: el del profeta y los rashidun -los cuatro célebres califas llamados “bien guiados”-. Si uno se remite a las banderas de Medio Oriente, notará que persiste en algunas de ellas una franja negra, lo que precisamente se debe al hecho de que el movimiento panarabista adoptó cuatro colores: negro, blanco, verde y rojo. El negro se destacó por sobre los demás debido a que, como referimos, es el más indispensable por su doble referencia al Profeta y los rashidun, como también al rol venidero contra las fuerzas del mal (y se le puede sumar otro hecho significativo: la bandera negra fue el estandarte de los Abasidas, una de las dinastías más fuertes durante el medioevo).

¿Qué nos dicen todas estas referencias sobre banderas y hombres enmascarados? A través de la carga simbólica de los colores, se expresan contenidos que no son natura-

les. Esto ya lo sabemos, pero suele ser difícil llevarlo a la práctica cuando se trata de casos particulares fuera de nuestras esferas cotidianas. Es mucho más sencillo asociar el blanco con el bien y el negro con el mal, el combate del caballero blanco contra el mago negro, que lograr separar con nitidez series históricas recientes de terrorismo con un color que, en realidad, rezuma rasgos positivos como la grandeza, la justicia y la paz.


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alguien tiene que pagar todo esto


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el príncipe azul

géneros

color de rosa y el cuento

cuestiones de género en los colores y juguetes

Queremos criar un hijo libre, que elija qué colores usar, cómo vestirse, con qué y a qué jugar”, convenís con tu pareja en voz alta, delimitando ese deseo como horizonte. Hasta que un día común, tomás el tren con tu hijo, escuchan las ofertas de juguetes, stickers y chucherías que se ofrecen, y el vendedor, sin ver al nene, te mira y dice: “¿Para nena o nene?”. El juguete es el mismo, solo cambia su color. A tu hijo le gustó el rosado o le da lo mismo −no sabemos−, pero lo quiere. El vendedor lo ve, te mira, a vos te da igual, pero él insiste: “De varón no tengo”, agarra el juguete y se va. El vendedor pierde la venta; tu hijo, su juguete; y vos, la posibilidad de detener los embates de la cultura. Lo que aprendió tu hijo no se borra: la cultura tiene colores y objetos para cada uno de los −únicos dos− sexos. Más tarde va a aprender que esos colores no solo lo definen como nene o nena, sino que, para esta cultura, son indicadores de su orientación sexual y, por eso, de su “normalidad”. Seguimos en el tren, boquiabiertos sin el juguete deseado y un amable señor pasa en su silla de ruedas saludando a cada pasajero, aunque no lo ayudes con una monedita. En este mundo dividido y jerarquizado en dos términos, saluda a las nenas: “Ay, qué linda la princesa de la casa”, y a los nenes: “Grande, campeón, ¿ya tenés novia?”. Abrimos bien los ojos a los colores del mundo y el abanico se clasifica en dos, como lo han/hemos hecho en Occidente con los sexos (hombre/ mujer), las razas (blanco/ negro), las ubicaciones (arriba/ abajo), las procedencias (nuestro/ ajeno), las características (bueno/ malo), las calificaciones (aprobado/ desaprobado), los espacios (público/ privado), etc. ¿Qué posibilidad tiene cada familia de filtrar los estereotipos de género, cuando le regalan maquillaje rosado a la nena y una ametralladora al nene? Si

natalia isla/ gabriela ramati /

el juego de té de la casa de los adultos lo usamos todos, ¿por qué el juego de té es rosado y, por eso, definido para las nenas? Si las parejas heterosexuales incluyen a los hombres como padres, ¿por qué Peppa Pig es un dibujito de nenas? ¿La familia no es el espacio que ocupamos todos, o acaso una función de las mujeres abocarnos a ella? Colores tiernos, naíf, cálidos, para nenas dulces y calmadas que toman el té con sus amiguitas, que limpian, se peinan y maquillan, mientras cuidan a su bebote, siempre en el mundo interno del hogar. Los superhéroes y sus armas, en cambio, tienen colores “de varones”: brillantes, intensos y reflejantes: verde, rojo, negro o azul, pura energía y adrenalina puesta a jugar afuera, contra el mal del mundo público. Jugar con cosas de varones, que tienen “colores de varones”, implica la construcción física, los encastres, las rampas, juegos de cuerpo-fuerza o de agresión, y después, ¿qué hace un nene con eso que aprendió? Los cuentos infantiles, la ropa, los dibujitos para colorear se adornan con objetos de ciertos colores diferenciados: hadas, estrellas

y flores color pastel, para las nenas; amistad, misiones y riesgo con color intenso, para los nenes. Ningún guerrero es pink; ninguna princesa usa blue jeans. Tal como nos anticipó el señor que saluda en el tren: a la nena, se la valora por su belleza −pasivamente observada− rosada y sutil, y, al varón, por su capacidad −activa− de ganar y de dominar, de ser un campeón brillante. ¿Qué matices o posibilidades hay en un binarismo? Dentro de tanta conceptualización académica, ¿qué recepción tienen los usuarios de las sutiles y pomposas conclusiones de género, cuando el taxista te dice: “Me voy a tener que conformar porque tuve todas hijas”? La invitación se dirige a que abramos las opciones hacia las habilidades y destrezas de las mujeres y a la afectividad y las prácticas de cuidado masculinas. La propuesta no es que seamos iguales, pero sí que podamos serlo, si es que así lo deseamos. No deberíamos, como sociedad, anticiparnos a plantear en qué es bueno cada uno. Lo que sí queda claro es que no hace falta mucho tiempo de vida para que niño o niña capte lo que cada grupo social valora y lo que espera de cada uno de ellos. Nuestra cultura no espera que un niño pida una máquina de coser cuando tiene una motricidad fina que le permite usarla ni espera que una nena juegue a “hacer cuerpo a tierra”, a pesar de que tiene la motricidad gruesa para hacerlo. A modo de cierre, otra pequeña situación: un día, una nena jugaba con un táper, metía pequeñas formas y revolvía. Su mamá le preguntó: “¿Estás cocinando?”. La nena le respondió: “No, estoy haciendo una poción mágica”. Cuestionar el consumo irreflexivo de colores asociados a juguetes es un comienzo, empoderar la imaginación es un avance y fomentar habilidades amplias es la meta.


luz ojos 14

mundos extraños

la

N

ewton fue uno de los primeros en proponer algo que hoy parece obvio: el color no es otra cosa más que luz. En 1704 publicó que, al pasar por un prisma, la luz del sol se divide en varios colores, al mejor estilo de la tapa de “The dark side of the moon”. Esta mezcla de colores, que constituye la luz blanca, es lo que llamamos el espectro de luz visible y está formado por los colores que podemos ver también en el arcoíris. Los humanos detectamos estos colores gracias a que en nuestra retina existen tres tipos distintos de células fotorreceptoras (foto=luz), llamadas conos. Cada uno de estos detecta un color del espectro RGB red (rojo), green (verde) y blue (azul) y funcionan cuando hay grandes cantidades de luz, de allí que por la noche o en la oscuridad nos cueste tanto distinguir los colores. Cuando decimos que la sangre es de color roja, estamos diciendo que, al ser iluminada con luz blanca, absorbe todos los colores del espectro salvo el rojo, que impacta y es reflejado (“rebota”) para ser captado por los conos de nuestros ojos que detectan ese color, y luego es decodificado por el cerebro como “rojo”. De manera análoga, si percibimos que una flor es violeta, es porque de la misma posición espacial “rebotan” luz roja y luz azul, que son captadas por los conos del R y B, respectivamente. Esa información es trasmitida a nuestro cerebro, que la integra y compone el color violeta. En el arcoíris, los colores se separan y se muestran en orden. El color que proviene de cada posición activa distintos fotorreceptores (rojo, verde, azul) o bien, las combinaciones de ellos. Así podemos ver el azul violáceo, el cian, el verde, el amarillo, el rojo/anaranjado y el rojo/púrpura, es decir solo seis colores, y no los siete tan promocionados. ¿Dónde está el que falta? Dado que el violeta y el rojo se encuentran en los extremos del arcoíris, no existe un punto en el que se encuentren. En consecuencia, el cerebro no percibe el color que resultaría de su solapamiento: el magenta o fucsia. La confusión surge del propio Newton, quien creía que la ley de los siete regía el Universo (siete planetas conocidos, siete notas

de tus las ciencias naturales y el color

musicales, siete días de la semana, etc.), y motivado por sus creencias alquímicas, no dudó en describir los “siete” colores del arcoíris, lo cual fue refutado más adelante por otros científicos como Isaac Asimov. Lo cierto es que dentro del reino animal, no todos somos sensibles a los mismos colores. Muchos mamíferos, como los perros, ven menos colores que el humano, porque solo tienen dos fotorreceptores en su retina. Por tanto, al igual que muchos daltónicos, distinguen los colores en la gama del amarillo y del azul, pero no así del rojo y del verde. Eso probablemente explique por qué las combinaciones de estos dos últimos colores (gama de los verdes, marrones y pardos) están presentes en el camuflaje de muchas presas de mamíferos carnívoros, los cuales pueden tener dificultades para distinguir claramente a su presa de un arbolado verde donde se esconde. Por el contrario, las aves y algunos peces tienen cuatro fotorreceptores, por lo que su espectro visible es más amplio e incluye el UV. Esto les permitiría distinguir su alimento, las presas y los predadores de su ambiente, donde predomina el azul. Las abejas y las mariposas también pueden ver la luz UV (como la luz negra) por lo que pueden percibir otras propiedades del ambiente, como por ejemplo ciertos patrones de las flores que las guían a su interior e indican la cantidad de polen y néctar que contienen. Hasta el momento, el animal con el sistema visual más complejo que se haya descubierto es el camarón mantis. El ojo del crustáceo tiene una serie de filtros y dieciséis fotorreceptores, que le permiten distinguir los colores del espectro visible para el hombre, la luz UV y la luz polarizada (como la que filtran los lentes “polarizados”). El color que vemos es una interpretación de la realidad, a partir de la información que detectan nuestros ojos, una construcción de nuestro cerebro que nos permite conocer lo que nos rodea. Sin embargo, los escritores Nobokov, Rimbaud, el pintor Kandinsky y los músicos clásicos Liszt y Mozart podían ver colores sin necesidad de luz o de drogas alucinógenas. Mientras que los primeros percibían colores asociados a signos, letras o números (sinestesia gra-

fema-color), los últimos visualizaban colores al escuchar música (sinestesia música-color). La sinestesia (del griego, “sentir junto”) es una condición alterada de la percepción, por la cual la estimulación de un sentido también conduce a la activación de otro. Se cree que se debe a una estimulación cruzada de dos áreas del cerebro que normalmente procesan informaciones sensoriales diferentes. Así Rimbaund escribía poesía de acuerdo a los “colores de las vocales”, Kandinsky “pintaba sinfonías” y Liszt le pedía a la orquesta que tocara un “poco más azul”. Desde tiempos inmemoriales, el hombre no solo ha percibido los colores de su ambiente, sino que los ha “obtenido” a partir de fuentes naturales y los ha utilizado para diversos propósitos. Las pinturas rupestres son probablemente la primera evidencia de la aplicación de tecnología vinculada a los colores. En ese entonces, se extraían los pigmentos de fuentes minerales, vegetales o incluso de fluidos o desechos corporales (sangre, heces). Los hombres pintaban con unos pocos colores y muchos de sus dibujos tenían una finalidad social o esencialmente mágica, ritual. Creían que representando imágenes de su cacería se asegurarían el éxito sobre el animal y la vuelta a casa seguros con la presa. Podríamos, entonces, decir que las pinturas rupestres son los primeros indicios del uso del color, como parte de la búsqueda del hombre de controlar, modificar o entender su propia vida social y la naturaleza. Con el tiempo, no hemos perdido esa costumbre, sino que la refinamos. Goethe estudió y probó las distintas reacciones del humano frente a diferentes colores. Su teoría fue la piedra angular de la psicología del color, que postula que cada color puede transmitir sensaciones particulares de acuerdo a la cultura y sus circunstancias, por ejemplo: el blanco se lo asocia con la paz; el rojo, con la ambición; y el verde, con lo natural. Estos principios son ampliamente utilizados para el diseño del logo de una marca, del packaging de un producto o de una publicidad digital, entre otros elementos de marketing. En esta misma línea, el color es uno de los atributos más valorados a la hora de elegir un alimento, de allí, la vasta utilización de colorantes


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mundos extraños

“Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas”. Génesis 1, 3-4

luján burckhardt /

alimentarios para “embellecer” nuestra comida. A esto se suma nuestra propia estética, donde los pigmentos se hacen presentes en la tinción de los textiles de nuestra ropa, el maquillaje, los tintes del cabello y hasta en el bronceado perfecto que da la cama solar (en este caso, nuestros propios pigmentos de células en la piel). En la naturaleza existen otros recursos, distintos de los pigmentos, para generar color. Las alas de las mariposas y las plumas de los pavos reales tienen “color estructural”, debido a que presentan estructuras microscópicas que no solo reflejan ciertos colores, sino que estos se interfieren (interactúan) en distintos ángulos, dando lugar a otros de acuerdo a cómo se los mire, de allí que lucen tornasolados o metalizados. Este fenómeno también es la base del cambio de color de algunos camaleones, que poseen células similares a microespejos, que, al reorientarse, reflejan luz de otro color y se modifica la interferencia óptica. Algunos organismos, como las luciérnagas, son bioluminiscentes, es decir, emiten luz como producto de una reacción química de una forma similar que el cotillón luminoso. Por su parte, otros animales como los escorpiones y algunas medusas son fluorescentes, tienen moléculas en su superficie llamadas fluoróforos que absorben luz UV (alta energía), se excitan y emiten luz en el espectro visible (de menor energía). A principio de los años sesenta, el científico japonés Shimomura aisló, de la medusa Aequorea victoria, la proteína responsable de su fluorescencia a la que denominó “proteína verde fluorescente” (en inglés, GFP). En los años noventa, se comenzó a utilizar la GFP en investigaciones de biología molecular y celular para visualizar procesos que, de otra forma, serían indetectables, como la reproducción celular, la activación del sistema inmune o la proliferación del virus del dengue, entre

otros. El científico chino Tsien modificó la GFP y generó otras proteínas fluorescentes de diferentes colores, permitiendo ampliar los análisis y, por ejemplo, identificar cada una de las neuronas que constituyen un circuito nervioso complejo con dieciséis alternativas de color distintas (ver Brainbow o “cerebro arco iris”). Además, para poder llevar a cabo muchos de estos estudios, se desarrollaron ratones modificados genéticamente u otros organismos modelo, a cuyos genomas se incorporaron el gen de GFP o

algunade sus variantes por técnicas de ingeniería genética. También se insertaron genes de proteínas fluorescentes en el genoma de otros animales y plantas de las más diversas especies, con el fin de demostrar que se puede transferir genes de una especie a otra y que se pueden heredar. En la actualidad, existen numerosos animales portadores del gen de GFP, entre ellos bacterias, levaduras, hongos, peces, moscas, conejos, perros, gatos y monos. El descubrimiento y la utilización de la GFP y sus derivados revolucionaron la investigación científica, lo que le valió a Shimomura y Tsien el premio Nobel de química del 2008. De esta forma, a pesar de que el hombre cambió los rituales mágicos por la investigación científica, el color persiste como elemento esencial, al abordar el conocimiento de la naturaleza. El desarrollo de la vida en la Tierra estuvo atravesado por el color prácticamente desde sus orígenes. Hace unos 2.500 millones de años, las cianobacterias o bacterias verde azuladas invadieron la atmósfera de oxígeno gracias a una variante de fotosíntesis llamada oxigénica (generadora de oxígeno). Este tipo de fotosíntesis requiere de un pigmento verde esencial: la clorofila. Fue este evento el que permitió la evolución tanto de la biosfera terrestre como de la acuática. Tiempo después, una célula antecesora de las plantas incorporó una cianobacteria y establecieron una simbiosis. Así surgieron los vegetales pluricelulares que hoy conocemos, con la bacteria ancestral transformada en sus cloroplastos. Gracias a que estos cloroplastos tienen clorofila y otros pigmentos accesorios (carotenos), los vegetales captan la luz de la mayor fuente de energía disponible, el sol, y la transforman en energía química que se almacena en sustancias alimenticias que también aprovechamos, como el almidón. Queda en evidencia entonces que el color tiene tanto impacto en nuestras vidas que no solo condiciona la realidad circundante e influye sobre las actividades humanas, sino que, también, la gran mayoría de las especies que hoy habitamos el planeta no hubiésemos existido ni sobrevivido sin él.


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” O I s S C e e O A l c P a M a o S h O c r E i e “S UN olít qu u m p

a pinceladas, con la red sudakas

A

ndén: Ustedes tienen una estética particular que los hace reconocibles ¿En qué se basa? Se respalda en un ideario o en una persistencia, porque nosotros tenemos muchas discusiones antes de salir a las paredes, no solamente como grupo, sino también con otros grupos sobre cuestiones estrictamente visuales, pero que son políticas y que tienen que ver con qué imagen queremos buscar, qué imagen queremos reproducir y qué imagen queremos construir.

Ese imaginario visual, lo complementan con un lema, quizás eso es una novedad en ciertas tradiciones de muralismo. Nosotros somos un poco un engendro, estamos, a la mitad. Hay maestros muralistas que se dedican a hacer obras, murales exclusivamente y que circunstancialmente salen a la calle a hacer cosas que tienen más que ver con las coyunturas políticas, pintadas políticas, o dentro del marco de actividades, y nosotros nos enganchamos, pero del otro lado. Nos manejamos en ese equilibrio, pero es más qué decir que cómo decirlo. Usamos un tipo de imagen que quiere ser más contundente porque queremos hablarle a la mayor cantidad de gente posible. Entonces, lo más importante en sostener ese equilibrio de qué y del cómo, es que la palabra tenga un significado que sea contundente. Hablar claro.

¿Cómo se organizan y financian? S: Eso cambió bastante en el último año porque, con un trabajo que hicimos para un ministerio, conseguimos algunos recursos. Laburando quizás nos sobraba alguna pintura o muy pocas veces algo de guita para financiarnos. Y después es autogestivo o nos asociamos con alguna otra agrupación del barrio con la que queramos laburar. L: En general, nos pasa que es una problemática que atraviesa al muralismo o al menos con el que nosotros nos identificamos más, es que no hay un mercado del mural. No hay un sistema oficial de muralismo. Entonces durante los últimos años el principal estimulador del oficio, más allá de los productores, es el Estado, que funciona como mecenas. No se ofrecen las mejores condiciones, pero es así

soledad ramati / soledadramati@gmail.com giselle méndez / mendez.giselle@gmail.com

como se hace. Y además se diversificó mucho dentro del Estado la idea del mural, como herramienta para otra cosa.

¿Cómo es esa relación que ustedes establecen con el Estado? Especialmente en cuanto a lo creativo, a lo que quieren contar o a lo que el Estado quiere que cuenten. S: En realidad, casi siempre que nos convocaron fue por alguna efeméride. Ejemplo, el 25 de Mayo. Nosotros buscamos por qué lado queremos encararlo, qué discusión queremos llevar a un mural. Siempre fue abierto. Una fecha, qué se yo, cuando fue el 5 de noviembre por el “No al ALCA”. Nosotros después manejamos desde dónde encararlo, qué decir. Siempre, con la consigna abierta, pudimos expresarnos libremente. L: Sí, por lo menos, en la última década. Desde ese punto de vista, siempre nos manejamos con absoluta libertad. De hecho, el concepto nacía del diálogo, del debate. Lo que pasa es que había pocas instancias en las que nosotros nos pudiéramos sentar a discutir políticas culturales o eventos culturales. Pero las veces que se dio… Nunca nos condicionó la imagen, nunca nos rechazaron un boceto.

¿Cómo es la discusión, entonces, internamente, a la hora de pensar qué van a contar en un mural? S: Depende mucho de cómo nazca ese mural. De la convocatoria que venga desde afuera. Como una efeméride, era empezar a leer un poco sobre esa fecha y ver qué líneas reivindicamos. Después vienen propuestas nuestras, particulares, que es sobre el contexto básicamente. Ahora estamos con Milagro Sala, es un tema que queremos laburar, los despidos, el ajuste. Eso lo vamos eligiendo nosotros, pero si no, viene desde la investigación de alguna línea. A veces no encontramos una línea que queramos transmitir y no lo hacemos, porque no tenemos nada que transmitir porque para embellecer, mmm…, a eso no nos dedicamos.

¿Cuántos son los miembros de la agrupación? S: Los que siempre nos juntamos somos seis o siete. Después siempre hay alguno que se va sumando. No es lo mismo

convocar a los que quieren participar todos los días que a los que quieren estar en alguna actividad, o solamente salir a la calle. Tratamos de no ser pesados con eso. ¿Querés venir a pintar y aprovechar el momento en el barrio? Bárbaro. Si después no querés venir a reunirte a discutir política, siempre es político lo que hacemos, no los presionamos. L: Porque para nosotros eso es importante. Nos reivindicamos como espacio político, como militantes políticos que hacemos murales, en todo caso, porque de hecho no somos muralistas en nuestra totalidad. S: Yo no sé nada de muralismo. L: Yo me considero muralista. Tengo formación plástica, pero tenemos amigos que hacen documentales, que tienen formación audiovisual. Compañeros especializados en distintas ramas, hay científicos, historiadores. Nosotros nos juntamos y discutimos coyuntura, política, situaciones particulares, generales. Y dentro de esa discusión es que nos dan ganas de empezar a tener una agenda propia. La lucha de todos los espacios, ¿no? Tener una agenda propia que le gane a la coyuntura y, en ese marco, pensar actividades y después ver cómo resolvemos o cómo hacemos operativas esas actividades.

Y, en esas discusiones, ¿surge alguna idea de pueblo que ustedes tratan de plasmar en los murales, o con quién quieren dialogar? S: Y sí, completamente. Somos hijos de las montoneras del Chacho Peña Loza de Varela, por esa línea de Moreno, de Castelli, de Paraguay, de Artigas. El año pasado laburamos bastante Artigas. Creo que es el pueblo que se ve bastante en nuestros murales. Casi siempre tratamos de pintar a los personajes con un color más oscuro de piel, morocho, los que son negados por la historia. Esos son nuestros sujetos. El Chacho Peña Loza, siempre hay un gaucho medio rebelde con una tacuara, la tacuara es una imagen que siempre está. Después el pueblo se representa en los obreros, en los docentes, esos personajes están siempre. Creo que ese es el pueblo al que nosotros le hablamos. L: Tenemos una concepción de pueblo histórico, reivindicamos a los rechazados de la historia y queremos seguir reivin-

dicándolos con nuestras imágenes y con nuestro laburo. Para nosotros, el pueblo es el pueblo trabajador.

¿Cuál es la recepción con sus murales? S: En el barrio, les gusta. Tenemos el momento en el que estamos pintando, y les gusta por lo estético o por lo político. Muchas veces nos traen comida, bebida, nos agradecen. En lo político, depende más de ponerse a hablar. Muchas veces estamos pintando y laburando y no podemos dialogar tanto, que es algo que tratamos de ir resolviendo porque nos devora el mural y, quizás, charlar con la gente, que es lo más lindo, se dificulta. L: Nosotros no decidimos hacer murales. Caemos en los murales, pero primero empezamos con intervenciones, con cualquier cosa, pero porque queríamos ganar el espacio público. Para nosotros, el mural, más allá de la riqueza que tiene en sí como disciplina, es la posibilidad de estar en el espacio público, que es una de las grandes discusiones que creemos que hay que dar hoy por hoy. S: Me acuerdo que, en la villa 31, cayó un nenito con un pincel, él solo, de la nada. Esas cosas son hermosas. L: Hay mucha gente que te ve pintando y se acerca, que de repente ve algo y lo asocia a lo partidario, que está bien, pero se aleja. Hay muchos prejuicios instalados en la calle. En general, nosotros hemos tenido siempre gratas experiencias, excepto casos excepcionalísimos siempre tuvimos buena recepción. Y sobre todo en los espacios que más disfrutamos nosotros, en el barrio. En los lugares que más nos gustan, la gente se acerca, es solidaria, agradece poder formar parte de un espacio público. Para nosotros, es importante que lo que hagamos no sea invasivo, que no sea un desembarco. No es llegar a un lugar, pintar algo e irnos, y mirarlo casi como un experimento sociocultural, sino decir cosas en el espacio que habitamos.

¿Cuáles fueron las otras experiencias de intervención del espacio? ¿Las dejaron por algo en particular? L: Facetas del mural quizás menos acabadas. El stencil, la intervención más parecida a la pintada. Estadios intermedios de lo que es un mural concebido académicamente. Es parte de


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diálogo Es un lugar común decir que las paredes hablan, porque lo hacen. La red Sudakas, una de las agrupaciones artísticas de mayor exposición en los últimos años, le puso voz en imágenes a decenas de paredes de la Ciudad de Autónoma de Buenos Aires, intentando conectar con el espíritu de época. Leonardo Olivera y Sabino Salvatori, dos de sus integrantes, conversaron con Andén de sus cruces entre arte, política y color en una Argentina cada vez más gris.

la misma disciplina pero…, no emigramos porque de hecho lo seguimos haciendo, aunque limitan el contacto con la gente que habita el espacio. S: Pintar un stencil…, lo hacés de noche, nadie te ve, es más anónimo que otra cosa. Esa es la diferencia, pero es algo que está mientras tanto. Pensando en lo de Milagro Sala, puntualmente, estamos, por un lado, evaluando hacer stencil y, por otro, hacer un mural. Por una cuestión de cómo relacionarse con el barrio. Con el stencil, amanecés un día y está hecho, y, más allá de la firma, no sabés quién lo hizo. Con el mural, te podés sentar a charlar. Ahora nos pasa, con ese tema, que hay que formarse, porque la gente no sabe, viene, te pregunta y vos tenés que saber. Nuestra lucha es contra los medios de comunicación básicamente. Entonces hay que poder generar un discurso para confrontar con eso que viene tan instalado en la gente. Es la diferencia entre el mural y el stencil quizás.

Andén: ¿Qué batalla están dando, también, desde lo estético? ¿Tienen una búsqueda en ese sentido? L: Venimos con un trajín, estos últimos años, que sentíamos que éramos realmente protagonistas de la cultura. No nosotros particularmente, sino como espacio político, hasta generacionalmente. Teníamos la capacidad de discutir un montón de cosas, de avanzar sobre discusiones históricas, de reivindicaciones; pero la coyuntura hizo que ya no vayamos a discutir la política cultural de este país. Tal vez mañana nos sentemos en una mesa, en otras condiciones. Nos parece importante poder habitar un espacio donde se nos identifique, donde esa identificación nos permita establecer un diálogo, donde haya un ida y vuelta. Y donde construyamos, también, tal vez sin pensarlo en esos términos, un relato visual de lo que hacemos

¿Cuáles dirían que son sus murales más importantes? L: Los próximos [risas]) la primera actividad fuerte que hicimos como Sudakas fue después del conflicto de la soja. No sabíamos cómo encararlo. La primera idea fue hacer algo en contra de la soja; después, dijimos: “No, hagamos algo más propositivo, ʻpor la tierraʼ”. Y fue loco porque, al tiempo de esa actividad, salió

la ley de extranjerización de la tierra. Nos pasan esas cuestiones. El de YPF, ese está tapado directamente; cuando La Cámpora o la militancia más kirchnerista salían a pedir por las inversiones, nosotros salimos a pintar que se estatice, que se nacionalice ya. Y, al tiempo, salió la nacionalización. Con los trenes, también, salimos a pintar por los trenes; un par de agrupaciones del barrio dijeron: “No están en agenda los trenes, no vamos a pintar por los trenes”. Y, al tiempo, salió la recuperación por los trenes. Para mí, son murales que tienen importancia por eso. Tratamos de hablar de algo y después llegó ese algo, quiere decir que, aunque obviamente no somos iluminados, algo estábamos sintiendo en ese momento.

¿Cómo es en términos fácticos? Ustedes ven una pared vacía y dicen: “Tiene gran visibilidad, no la está usando nadie, ¿vamos?” S: Permiso, a nivel legal, es imposible porque la burocracia tarda mucho, si decís lo que querés pintar en un CGP, como que te sacan a los tiros. Así que, casi siempre, es hablando con los vecinos, con el dueño de la casa, en lo posible. Y poder legitimarte con algo, aunque sea charlar con la gente que vive ahí, o que está ahí todo el tiempo. Por lo mismo que decíamos antes: no tenemos ganas de ser invasivos de los espacios. En todo caso para eso tenemos el stencil. Salimos de noche, algo rápido. L: Si nos decís que no, salimos a la noche y te escrachamos todo [risas].

Hay ciertos murales donde parece que hay una relación directa, explícita entre el color que ustedes deciden utilizar y lo político. El mural de Germán Abdala es preponderantemente verde. En otras ocasiones, ¿ustedes deciden hacer explícita esa relación? L: A veces sí, a veces no. A veces es azul porque tenemos más azul que otros colores. En lo de Abdala, sí porque era un local de ATE, fue más claro. Era una oficina de la gremial de ATE, un mural de Germán Abdala, fue más verde que otra cosa. Nunca es casual, nunca es porque sí. Pero no es el mayor significante de nuestros murales. Hay veces que usamos

una whipala, porque tiene que estar ahí, jugamos con esos colores. Tiene más que ver con cosas circunstanciales. Hay paletas que funcionan y paletas que no funcionan en término plásticos. Otras sobre las que es más fácil trabajar. Muchas veces lo ideal es que tenga un significante adicional y otras, no.

¿Cómo es el acuerdo hacia el interior de la agrupación a la hora de abordar estéticamente un mural? ¿Alguno lleva la cabeza del proyecto? S: Y en eso están tus manos (nt: por Leo). Él es el que va boceteando. Tiene que ver con lo mismo que decía antes, con qué línea queremos hablar, qué personaje tiene que estar y si es un mural confrontativo o no. Tenemos muchos murales en los que ves un grupo de un lado y un grupo del otro. Y otras veces que no. L: Tratamos de socializar las discusiones en la medida de lo posible. Depende de las condiciones externas, cuánto tiempo tengamos, que necesitamos hacer. Y en la medida de los tiempos, de la disposición de cada uno. Tratamos de discutir todo lo posible los bocetos, de que sea una cosa conversada.

Muchas veces, se contrapone lo comunitario o el arte popular con una búsqueda estética más refinada por llamarla de alguna manera. ¿Es una discusión que tienen? L: Es una discusión que no está acá. Para nosotros, no es lo mismo comunitario que popular. Comunitario tiene que ver con la forma de construcción y no tanto con el contenido. En realidad atraviesa todo. S: Siempre estuvo ahí. O en la forma de construcción o en los contenidos. Desde lo estético y demás, yo soy músico y creo que siempre el arte está atravesado, si sos reconocido en tu ámbito por los que se dedican específicamente a eso o, en general, por todo el mundo. Y, para mí, el objetivo siempre es intermedio. Tratar de llegar a la mayor cantidad de gente, pero a la vez apelar a la sensibilidad de lo que tiene el arte. Ni una ni otra. Hacer música panfletaria sería lo peor que podría hacer en mi vida. Pero hacer algo completamente disociado y hablar de cualquier duende del prado que anda por ahí suelto no me interesa. Tratamos de

llegar a la máxima cantidad de gente, pero que, a la vez, vos mires un mural y te preguntes un poco qué es, qué no es; que tampoco sea literal porque para eso escribimos una frase y ya está. Ahí es dondetratamos de apelar quizás a la estética, a la sensibilidad.

Ustedes nombraron cuando empezamos a charlar un montón de referentes ideológicos políticos. ¿Cuáles son sus referentes estéticos? Lucas Quinto. Es rotundo. Carpani, por las imágenes de los trabajadores, las montoneras. Que tiene que ver con esta identidad cultural que nosotros queremos, no rescatar, sino de la que formamos parte y que utilizamos. Y también referentes contemporáneos como Lucas, los tipos que nos formaron o que pintan con nosotros. Gerardo Cianciolo del Colectivo Carpani. Muchos otros que son pibes de nuestra generación y que miramos todo el tiempo, atentos a ver qué es lo último que están haciendo, para afanarles básicamente [risas].

Pensando el Grupo Espartaco, que claramente tiene una preponderancia masculina, hoy, entre los muralistas, ¿ocurre lo mismo? ¿Por qué piensan que sucede? L: Podría decir muchas cosas. Creo que ninguna me dejaría bien parado [risas]. Los muralistas que conocemos son el 90% hombres. Las muralistas mujeres son la excepción; no, la regla. Pasa que nosotros formamos parte de dos espacios naturalmente machistas como la política y el muralismo. Porque no es la plástica. El muralismo está atravesado por el mundo del trabajo, por un montón de cosas que muchas veces tienen que ver con la obra, con la construcción, no con el laburo de taller delicado y sutil [risas]. De todas formas, conozco muralistas mujeres que son excelentes, que son grandes exponentes del muralismo, pero que las cuento con la mano. Y, ¿por qué? Porque la política en general es bastante machista y excluyente. Dentro del muralismo del que formamos parte, coinciden las dos cosas: la discusión política y la discusión estética. Y la discusión política tiende a ser bastante verborrágica y expulsiva. Y más con la mujer [risas], no sé cómo no meterla más hasta las rodillas [risas].


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azulgrana

territorios

el color de un barrio

Los colores definen la identidad de las cosas, despiertan impresiones y generan emociones. Pero raramente una ciudad o un barrio se pueden asociar a un color. Ese caso excepcional es Boedo, donde el azulgrana es tan fundamental para su identificación como el Homero Manzi, el Tango o la intersección de las calles San Juan y Boedo. Aquí el color es pasión, es cultura, es historia. martín cutino /

P

arpadea el perro después de que una catarata de vino que cae por la mesa le moja los ojos, en ese reflejo (el de los ojos del perro) se puede ver una sala atestada, desbordada en gentío: fiesta en Boedo, la barriada feliz. Es que hablar de esta pasión (de esta combinación loca, delirante y apasionada de color) tiene que girar sobre varios ejes: el barrio, la historia, la pasión por un club. Para ser más precisos, hay que recordar las palabras de Álvaro Yunque: “Boedo era la calle; Florida, la torre de Marfil”. El barrio festeja el primer título en la casa de Federico Monti, uno de los fundadores del club, donde, brindando sin parar, se evoca el primer puntapié de esta pasión inexplicable. Si queremos entender el origen del azul y del grana, tendremos que indagar los principios del siglo XX. En los albores de antaño, el arrabal de la ciudad de Buenos Aires era el lugar donde nacían y crecían los hijos de los trabajadores socialistas y anarquistas. Ellos descubrieron, corriendo detrás de una pelota, una pasión infernal. Es sugestivo para la imaginación que hayan sido los ingleses, en cuyo país tuvo origen el capitalismo, quienes inventaron el fútbol, un deporte que sintetiza una práctica colectiva y popular. Antes de hablar de los colores, es necesario ponernos en situación: en aquella época, en Boedo bastaba con una media rota llena de papel o de lana, o con cualquier cosa con forma parecida a lo esférico, para que el mundo se hiciese a un lado y el tiempo se detuviera, ¿olvidando consigo las jornadas de trabajo interminables y la explotación? Bueno, al menos así fue para los niños. Lo que sigue lo saben todos: En una de esas tardes llenas de magia, un tranvía casi mata a uno de los pibes que jugaban en la calle. Alarmado por la situación de los feligreses, un cura de pueblo llamado Lorenzo Massa (un tipo parecido a Mujica, digamos) los invita a arreglar un campito que había detrás de la capilla para que dispusiesen de un lugar un poco más seguro para jugar. Fue en ese preciso acto de voluntad divina que inició la historia de San Lorenzo, una combinación casi pagana que reunió la suerte de los desposeídos con el favor de la Iglesia Católica. No pienso caer en ese lugar común que intenta ligar el origen del Club con la actualidad, en la que distinguimos al Papa Francisco como su hincha más destacado. Sin embargo, me agarro de ese ejemplo para recordar que muchas veces la realidad supera a la ficción, porque tener

un Papa cuervo no se le ocurrió ni a Soriano ni a Fontanarrosa. Con respecto a los colores hay mucho dicho: por una parte, se habla del manto de la Virgen María Auxiliadora, pero también se dice que el rojo representa la pasión (la sangre) y el azul, el color del ideal. Yo me inclino por una resolución más fortuita y sagrada que escuché de un viejo en un bar de la calle San Juan, la semana en que San Lorenzo consiguió su primera copa Libertadores de América. El viejo se sirvió un vaso de vino y dijo: “Estos pibes –y enseguida aclaró–, porque a San Lorenzo lo fundaron y lo llevaron adelante pibes de catorce o dieciséis años, claro está, guiados por el Cura, necesitaban una casaca para empezar a competir. Entonces Lorenzo donó el primer juego de camisetas a esos muchachos que se habían ganado el apodo de “Los Forzosos de Almagro”. Ya el primer juego es azulgrana, a bastones verticales, el

mismo diseño que perdura hasta la actualidad. –El viejo intentaba cautivar al auditorio–: La pregunta es, ¿las eligió él? La historia habla de que las encargó a una tienda que estaba cerca de la calle México… –Lo interrumpen–: ¿Entonces son fortuitos los colores? –El viejo responde–: No lo sé, lo que sí sé es que esa amalgama de colores escribió la historia de un barrio y de un club de manera inseparable, porque hablar de azul y grana es hablar de Boedo y San Lorenzo, porque Boedo es San Lorenzo y San Lorenzo es Boedo”. Yo coincido con el viejo: hoy esos colores generan pertenencia y representatividad viva, alegre, entusiasta; porque son esos colores los que, gracias a la luz de donde vienen todos los colores, iluminan las almas que eligen brindar, en esa mesa, mientras el perro parpadea para sacarse de sus ojos el resto de vino color grana que chorrea por encima el mantel azul.



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negras rojas rubias

aguas coloridas

“Me gusta más la roja”, “La negra es más fuerte”, “Hay varias rubias”… Son las típicas frases que uno suele escuchar al pie de la barra de cualquier bar cervecero de Buenos Aires y, por qué no, del mundo. La elección muchas veces está definida por su color, que hace a la bebida en cuestión más atractiva y apetecible o menos, a pesar de que es tan solo una de las tantas características de esta gloriosa bebida.

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asta hace poco tiempo, en Buenos Aires, muy pocas personas tenían conocimiento de que la cerveza no se distingue únicamente por su color, sino que existen diversos estilos –incluso para un mismo color–. Podríamos decir que hay tantos estilos de cerveza como cerveceros en el mundo. Sin embargo, sí existen ciertos parámetros para los estilos más producidos que sirven de guía para cualquier cervecero. Sin dudas, cuando el cervecero elije una receta, se basa en determinados parámetros para ese estilo, aunque lo mágico de la elaboración normalmente está en la impronta que le agrega cada “cocinero” a su plato.

El color de la cerveza puede sufrir variaciones de acuerdo con la minuciosidad del brewmaster, al cuidado y el control en cada uno de los procesos involucrados en la elaboración. Sin embargo, la base del tinte se da principalmente por la combinación de maltas utilizadas en cada receta. Además, el pH del agua empleada afecta en gran medida la coloración del mosto (en el proceso de elaboración de cerveza, es el líquido producto de la mezcla de la malta molida y agua a una temperatura determinada, antes del proceso de fermentación); cuanto más alto es el pH del agua, mayor es la alcalinidad, lo que favorece a coloraciones de tonalidades más oscuras, mientras que, cuando el pH es sensiblemente más bajo, la coloración se ve afectada en menor medida. Ahora bien, por más cuidado y minuciosidad que exista en la elaboración, las diferencias en la percepción de una persona a otra y las limitaciones de los sistemas de medición hacen muchas veces imposible establecer un color exacto para una cerveza. El universo cervecero nos obsequia una eterna gama de colores que va del pálido dorado de las Weizenbier (cervezas de trigo) al negro más intenso de las Stout.

nicolás rothshtein / nicolarox@gmail.com Un poco de historia cervecera

En 1883, se desarrolló el primer colorímetro práctico constituido por una serie de filminas graduadas y coloreadas. Al compararlas con las tonalidades de las distintas cervezas, el colorímetro arrojaba un valor aproximado. Así nació la escala “Lovibond”, cuyo nombre proviene del padre de un reconocido cervecero inglés que decidió encontrar una manera de asegurar la calidad de sus cervezas. Si bien, con los avances tecnológicos, esta escala fue remplazada, actualmente es utilizada por los malteros para describir el color que sus granos aportan al mosto. Dado que muy pocos cerveceros pueden tener acceso a un espectrofotómetro de luz, lo que comúnmente se utiliza para comparar el color de las cervezas es la guía “Davidson” o tarjetas de colores, que representan el color aproximado de cada estilo. Como mencionaba anteriormente, en la cerveza artesanal existe cierto grado de variación entre un batch (tirada, camada, lote) y otro, a pesar de que se utilice la misma receta. Se podría decir que una variación del 5% es considerada aceptable cuando se trata de una cerveza artesanal. En cambio, cuando se trata de cervezas industriales, la variación de tonalidad entre una cocción y otra es prácticamente nula debido a que se utilizan colorantes para que obtener siempre el mismo producto.

El arte cervecero

Hacer cerveza es un arte y, si bien el arte tiene mucho contenido subjetivo del artista en cuestión, hay diversidad de técnicas que pueden emplearse. Los invito a explorar el proceso de elaboración de manera algo esquemática para ver cómo el color va tomando forma de acuerdo con las variables que lo afectan:

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El primer paso del proceso consiste en la maceración. Para ello, se debe moler la malta y luego mezclarla con agua a una temperatura determinada (varía según la receta, pero normalmente va en un rango de 63°C a 72°C), generando un empaste adecuado y uniforme, que no contenga grumos. La molienda de la malta es clave para controlar la coloración. Si es muy fina, obtendremos un mosto con mayor coloración, y a mayor duración de la maceración, también contribuiremos con la formación de un mosto más oscuro. Es clave tener claro el pH del mosto durante la maceración. Si nuestro objetivo es un estilo de cerveza claro, nuestro pH debería ser ácido; en cambio si estamos produciendo un estilo más oscuro, el pH puede ser más alto o alcalino. Una vez concluida la maceración, se hierve el mosto obtenido. Al introducir el líquido en el hervidor, indefectiblemente se obtiene oxigenación en el mosto, y si ésta es muy elevada, puede traer consecuencias en la coloración, tornando el mosto más oscuro. Al hervir el mosto, se produce cierto grado de caramelización, lo que tiende a oscurecerlo aún más. Además, una vez alcanzado el punto de ebullición se le añadirán lúpulos, con el objetivo de darle un carácter amargo al producto (hay una amplia variedad de lúpulos disponibles que difieren de receta en receta). Luego, a mitad de la cocción, se le agregará una nueva dosis de lúpulos, si es que pretendemos formar un flavour determinado. Finalmente, en los últimos cinco minutos de hervor, se suele agregar una dosis de lúpulos adicional, con el objetivo de aportarle un carácter aromático al mosto. La añadidura de lúpulos también afecta la coloración de la cerveza según mucho del estado en que se encuentren. Una vez concluido el hervor, se realiza el whirpool (centrifugado). En esta instancia, muchos cerveceros suelen agregar productos para ionizar las partículas o sedimentos existentes en el mosto, derivados de sustancias no del todo solubles que contienen los lúpulos y la malta. El whirpool consiste en revolver, en forma de espiral, el mosto para que todo lo sólido decante y se forme el trub caliente, el que luego separaremos definitivamente del mosto; ya que nuestro objetivo es obtener una cerveza sin turbidez ni sólidos. Luego se procede a enfriar el mosto para introducirlo en el fermentador, en donde sembraremos la levadura. Es fundamental, al momento de pasar el mosto (a través del enfriador) del hervidor al fermentador, no arrastrar el trub caliente, porque si no el whirpool no habrá sido funcional. El color de la cerveza obtenida sin dudas se ve influido por el tipo de levadura que se utilice en la receta y la temperatura de siembra de la levadura también es variable, dependiendo de su tipo. Durante la fermentación, los sólidos comienzan a decantar hacia el cono del fermentador junto con la levadura floculada (aglutinada), obteniendo una disminución del color. Finalizada la fermentación, se procede a madurar la cerveza (¡Ya es cerveza!), bajándole sensiblemente la temperatura de manera tal que los sólidos restantes comiencen a decantar por completo. En líneas generales, cuanto más duradera es la maduración más cristalina va a ser la cerveza obtenida, pero, según la receta, existe un rango de tiempo de maduración adecuado para cada estilo.

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Una bebida noble

No hemos ahondado muy profundamente en los detalles respecto del proceso y de las diversas técnicas de elaboración, porque el objetivo del artículo era más bien jugar con los colores y tratar de contar un poco cómo es posible obtenerlos según la cocción de la cerveza. Sería interesante conocer las diferentes variedades de maltas existentes y sus diversas tonalidades para comprender el rol preponderante que tienen en la obtención de colores cerveceros. Por lo pronto, sea del color que fuere, la cerveza es una noble y milenaria bebida que ha perdurado en el tiempo, y es partícipe prácticamente de todas las culturas. Además, al menos en nuestro país, la cerveza es sin ninguna duda una de las mayores excusas para pasar el tiempo con amigos y compañeros. La buena noticia es que la cultura cervecera argentina está en pleno apogeo y cada vez más personas exigen cervezas de calidad, subiéndoles así la vara a los productores, que día a día deben mejorar sus procesos y técnicas. Les propongo que prueben cuantas cervezas artesanales puedan, y, en lo posible, en buena compañía. ¡Salud!


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