Andén 83 - Basura, Resiudos, Desechos

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#83 a帽o VII enero 2016 precio: este peri贸dico

I

no se vende

(pero escuchamos ofertas)

ilustraci贸n por daniel mart铆n - www.dmdesign.com.ar - mardaniel@gmail.com

PARADA OBLIGADA EN LA COMPRENSION DE LA REALIDAD

Basura, Residuos, Desechos


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editorial

este editorial

basura es pura

L

o más difícil de definir suele ser lo obvio. Los diccionarios dicen que “basura” es la suciedad, una cosa que ensucia y/o los residuos desechados. A su vez, cualquiera de nosotros, podría sostener que la basura es lo inútil, lo que ya no queremos, lo que ya no sirve, lo que no es bueno. En nuestras expresiones diarias se escucha “televisión basura”, “la música basura”, la comida chatarra, etc. Todas expresiones que vienen a dar cuenta del sentido que está habitando la palabra basura. Sin embargo, en tanto miramos con mayor detenimiento, vemos que no es tan sencillo discernir qué es basura, qué no y cómo definimos cada cosa. Para encontrar ejemplos, basta leer el número de Andén : si hay monumentos que se hacen con chatarra, si podemos usar los residuos orgánicos para hacer compostadores caseros que generen abono para la tierra, si más del 95% de las partes de un celular podrían ser recuperadas, si podemos reciclar botellas de vidrio para producir nuevas o si el “negocio de la basura” genera millones, ¿esos objetos son basura?, ¿por qué? Más allá de estas preguntas y propuestas que ya son experiencias de varios, sería una visión limitada si nos quedáramos con la idea de que la basura es “solo un problema de definiciones” de corte conceptual. Sostenemos, en cambio, que la complejidad de nuestras sociedades se trasluce inevitablemente en el problema de la basura, sin agotarse allí. En la basura podemos encontrar un reflejo del sistema consumista que nos dice que, no importa cómo, debemos posicionarnos en la cúspide de la pirámide social comprando, usando y desechando con la rapidez que la moda nos indique; disfrutando los instantes que se pueda de la efímera sensación de completitud. Pocos entre nosotros tienen el valor de mirar sus propios desperdicios y ver allí el acierto o el error en sus formas de consumo. El discurso de la corrección política tiende a ver con buenos ojos la difusión de las distintas formas de reciclaje; en los hechos, el común de las personas no está ni remotamente dispuesta a realizar los esfuerzos e inversiones que implican tales prácticas. En este sistema de valoraciones, el decrecimiento –es decir, la disminución controlada y conciente de la producción para evitar que nos tape la basura y se acaben los recursos– no parece una opción viable. En la basura tropezamos con nuestra moderna admiración por lo nuevo y con su contracara necesaria: el desdén por lo que construimos socialmente como obsoleto, que nos

planta más o menos

es t a b l e

hace crear depósitos para guardar bienes que aún funcionan, como los subtes, o para guardar personas, a los que llamamos geriátricos, cárceles, manicomios. Es decir, lo que en los hechos tratamos igual que a la basura: es un producto de nuestras relaciones sociales, no le hallamos utilidad y por lo tanto no queremos verlo, nos molesta, nos incomoda y consideramos que pone en riesgo nuestra salud. En la basura se nos representa, también, el sistema productivo que ya no hace bienes para que nos duren toda la vida ni para que sea pensable su reparación. La famosa obsolescencia programada que mantiene en funcionamiento los engranajes del capital. La basura nos muestra la polarización social que hace que tantísima gente coma de ella, en el sentido más literal. Y en esa polarización también están los que, en la basura, pero antes de que ingrese al circuito de recolección formal, ven la oportunidad de recuperar muebles, cartón, materiales reciclables, ropa, etc., y reivindicar esa tarea como trabajo y, a su vez, como aporte social. La basura es una doble encrucijada de competencias políticas en tanto nos muestra, por un lado, la conocida puja entre los diferentes niveles de gobierno –nacional, provincial y municipal– para desligarse del problema de la basura y delata, también, la sujeción de los candidatos políticos al sistema consumista. En otros términos, los candidatos saben que no serían votados si prometieran el decrecimiento, aun cuando eso significara un lugar más sano para que vivamos por más tiempo. Por otro lado, también nos indica donde se pone fino el hilo –y se corta– cuando vemos en qué ciudades se instalan los “complejos ambientales”, eufemismo para llamar a los rellenos sanitarios que devienen en enormes montañas de basura que ponen en riesgo la salud de los vecinos y que comparten escena con los basurales clandestinos. Presencia paradojal la de estas montañas, que conviven con la proliferación de publicidades de jabones, detergentes y limpiadores que prometen acabar con el asco y conseguir la mayor blancura y asepsia doméstica. Dos caras de una misma moneda. La basura habla de las sociedades que, pasado un buen tiempo, serán estudiadas a través de la arqueología. Ya verá ella desde la posteridad, desde la visión de largo plazo, a través de nuestra basura de hoy, si esta civilización, como diría Aimé Cesaire, que se muestra incapaz de resolver los problemas que suscita su funcionamiento es (o no) una civilización decadente.

maquinista juan ignacio basso

jefe de estación horacio ernesto giambroni

la que pasa por abajo del molinete giselle méndez

trenes al oriente daniel gómez matías chiappe

guardabarreras gabriela giambroni

chancho gustavo zanella

boletera soledad ramati

caminantes de las vías que se detienen en esta estación: natalia sánchez, gito minore, maría belén surubbi, martín almiña, lucas landolfo, manuel embalse, maría ángeles maffei yapur, jazmín tiscornia, lorena cañardo, virginia salerno, florencia zapata

la que dice que el tren no tiene que poner guiño para doblar yael tejero (de vacaciones) la que endereza las vías maría virginia compte

pasajeros posibles todos los que tengan algo que decir sobre los temas que abordamos.

staff

el que pinta grafitis en la estación daniel martin

www.revistasculturales.org

EXIGIMOS QUE LA PRENSA GRÁFICA SEA DEMOCRÁTICA

1) Derogación del decreto 1025 que fomenta la concentración. 2) Ley de Fomento a las Revistas Culturales Independientes. 3) Ley que reconozca y proteja el trabajo de canillitas.

gratarola

el que insiste con el carbón gustavo guevara el que corre la zorra manuel fontenla

boleto (mientras el cuerpo aguante)

el que no se quiere bajar del tren césar maffei la que se pasó de estación maría belén morejón

Las notas que no entraron en el papel encontralas en nuestro sitio web y en las redes sociales. Artículos, diálogos, videos, descargas y toda nuestra historia a tu disposición para informar, comunicar y generar ideas.

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periódico andén

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basura

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r e s i d uo s d e l t i e m p o

objetos y memoria

lorena cañardo/

virginia salerno/

lorenacanardo@gmail.com

florencia zapata/

vmsalerno@gmail.com

florpazapa@gmail.com

El mundo de los desechos es basto. Tanto, que la casi totalidad de procesos humanos finaliza con alguna de sus formas. ¿Qué decir entonces de aquellos restos que revelan procesos de otras edades y de otros pueblos? ¿Qué decir de aquellos desechos a los que el tiempo vuelve signos, rastros, huellas del andar de una comunidad por el mundo?

L

o s objetos forman parte de nuestra vida, estamos rodeados de elementos por los cuales nos comunicamos e interactuamos: los acumulamos, los reutilizamos, los reciclamos, los usamos para que nos identifiquen. Tarde o temprano, gran parte de esos objetos serán desechados e integrarán las montañas de basura que se ven en las márgenes de las ciudades. Hasta tal punto que en la actualidad la basura se ha convertido en un asunto controversial en el que participan políticos, medioambientalistas y otros. Una mirada diferente sobre los procesos de generación de basura y los desechos en sí mismos se puede formular desde la arqueología, disciplina que estudia las relaciones humanas a partir de sus restos materiales. En estas líneas, invitamos a pensar en los procesos de generación de basura no solo como un problema ecológico, sino como un proceso activo, de creación destructiva a partir del cual es posible estudiar comportamientos y relaciones humanas.

La basura de ayer A lo largo de la historia humana, los objetos han formado parte de nuestra vida, tanto aquellos que conservamos como aquellos que descartamos. De hecho, la arqueología se desarrolló como ciencia al estudiar las relaciones sociales a partir de los materiales que forman parte de ellas, entendiendo a los objetos no solo como una creación humana, sino como elementos que a la vez afectan a las personas constriñendo o habilitando sus capacidades de acción. El estudio de materiales hoy conceptualizados como “antiguos” y “arqueológicos” ha permitido identificar y reconocer variados aspectos de la vida social y cotidiana que tuvo lugar en otros tiempos. De esta forma, es posible abordar aspectos que en un momento determinado se quieren mostrar y para los cuales se generan acciones concretas con intenciones de trascendencia (como por ejemplo la conservación de pequeños tesoros familiares, el desarrollo de obras monumentales, entre otros). Por otra parte, también es posible estudiar aquellos aspectos que no se muestran, que no han sido documentados por los propios actores y que, sin embargo, han conformado parte de su accionar. En este caso, el estudio de los desechos resulta fundamental. Un ejemplo es el proyecto “Tucson Garbage” desarrollado a inicios de los años setenta por

el arqueólogo norteamericano William Rathje. Este proyecto analizó la relación entre datos de encuestas acerca de hábitos de consumo y el estudio de los desechos domiciliarios de las personas encuestadas. La basura mostraba que los sujetos respondían a los encuestadores desde la imagen que tenían de sí mismos y no desde lo que efectivamente ocurría. Para la arqueología, el estudio de la basura se fundamenta en el supuesto de que toda sociedad humana genera procesos de descarte debido a que integramos un ambiente que, en nuestro devenir, vamos transformando. Esto da cuenta de que todo medioambiente es construido por las relaciones que establecemos en nuestra existencia y a través de ellas. Las decisiones sobre cuándo, cómo, dónde y qué se descarta, así como aquellas relacionadas con la recuperación y reutilización de objetos descartados no son decisiones aisladas ni utilitarias. Éstas remiten a un marco social a partir del cual ciertos elementos son valorados y otros no. En efecto, se ha observado que, en sociedades de cazadores recolectores, ciertas decisiones vinculadas con la elección de lugares de descarte para elementos orgánicos –semillas– previeron la modificación de la flora que conformaba originalmente su territorio. Así, espacios que a primera vista consideraríamos en la actualidad “territorio virgen”, en realidad, son el producto del descarte estratégico de basura mucho tiempo atrás. En otros casos, el estudio arqueológico de la basura ha sido provechoso para identificar patrones de alimentación y diferenciación social. Por ejemplo en grupos sociales con jerarquías bien marcadas, donde la relación entre tipos de desechos y los contextos desde los cuales éstos provienen, se pueden identificar materiales utilizados y descartados por cada sector social. En suma, el estudio de los objetos, entre ellos aquellos que han sido desechados, permite ir más allá de la intencionalidad de lo que han querido expresar los sujetos acerca de su historia, permitiéndonos reflexionar y complejizar las relaciones sociales de los seres humanos a lo largo del tiempo. Esta perspectiva nos invita a cuestionarnos sobre la apariencia

superficial de las cosas y a preguntarnos qué hay más allá.

La basura de hoy En las sociedades de consumo, la generación de basura se puede pensar como el último eslabón de una cadena que involucra la producción y circulación de objetos. La desmedida cantidad de residuos se debe, en parte, a que la producción de objetos se desarrolla en función de las necesidades del mercado sin importar que dicha producción comporte un uso inadecuado de los recursos naturales en las actividades humanas. A su vez, las empresas necesitan colocar sus productos para obtener ganancias. Esta circunstancia se complejiza aún más desde mediados del siglo XX, dado que el ritmo de consumo se ha acelerado a la par del desarrollo de la obsolescencia programada. Este fenómeno designa el proceso de fabricación de objetos cuya vida útil ha sido cuidadosamente planificada con el propósito de que se torne obsoleto y el usuario sienta la necesidad de consumir uno nuevo. Al mismo tiempo, las relaciones de consumo que establecemos con los objetos han devenido en un elemento clave en la conformación de la subjetividad: somos lo que consumimos, lo que poseemos nos brinda seguridad y confort; a través de los objetos definimos perfiles y estilos de vida. Por otra parte, en las últimas décadas, se ha puesto atención a los procesos de nuevas concentraciones de riqueza que generan destrucción y devaluación de lo existente. Estos ocurren en el marco de guerras, reorganizaciones urbanas y crisis económicas periódicas y dejan espacios llenos de despojos –basurales, edificios abandonados, puentes derruidos e ignorados–. Los paisajes ruinificados, la obsolescencia programada y la definición del ser a partir de lo que se posee son

tres fenómenos del mundo contemporáneo que tienen como consecuencia el aumento exponencial de generación de basura. Así construimos escenarios que nos interpelan en el presente y atestiguan para el futuro los efectos del progreso capitalista. Para cerrar, es necesario mencionar que, en este contexto, han surgido nuevos actores sociales que dan cuenta de la desigualdad social en la dinámica del tratamiento de la basura. En la larga cadena de reciclaje actual, mientras, para unos, la basura es algo que molesta, para otros –como en el caso de los cartoneros–, constituye una fuente de subsistencia, un objeto de valor en sí mismo, posible de ser intercambiado.

¿Solo basura? A lo largo de estas líneas, intentamos argumentar que la basura es mucho más que un problema ecológico, pues ésta y los modos en que se produce nos permiten reflexionar sobre aspectos que nos definen, que remiten a nuestros comportamientos y acciones, tanto de ayer como de hoy. Solo nos queda afirmar que la basura, los desechos y las ruinas, en tanto despojos de vidas pasadas y presentes, dan cuenta de las idas y vueltas del tiempo.


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basura

magnitudes desechables

la

no existe

A

lbert Einstein hace cien años descubrió una ecuación. E=MC2. “¡La energía es igual a la materia!”, gritan esas letras así agrupadas. Todavía lo estamos digiriendo. ¿Cómo estamos tratando la materia y la energía en nuestras sociedades modernas? Los productos que hoy utilizamos están diseñados con empaques que terminan siendo enterrados, por ende, al enterrar materia, estamos enterrando energía. Esto quiere decir que gran parte de esta energía se pierde o, podríamos decir, queda estancada y, en la naturaleza, lo que se estanca se pierde. El “Complejo Ambiental Norte III” recibe seis mil toneladas de desechos, provenientes de la ciudad, por día. Esto es seis millones de kilos por día. Si tomamos en cuenta una densidad de unos doscientos cincuenta kilogramos por metro cúbico, estamos llenando una manzana a unos 2,4m de altura, por día. En cuatro meses habríamos ocupado todas las manzanas de Coghlan; al finalizar el primer año, tendríamos dentro también Colegiales. El año siguiente se le sumaría Nuñez. Dos años más tarde tendríamos Caballito cubierto por dos metros y medio de desechos. Poco a poco la ciudad quedaría bajo miles y miles de productos, de no ser por el Complejo Ambiental que hoy todo lo recibe, como una garganta infinita. Las cantidades son abrumadoras, y cada vez aumentan más. La superficie de los rellenos aumenta cada día más y también cada vez tarda menos en llenarse. Conclusión: el consumo y, por ende, la generación de desechos está aumentando. Si a las seis mil toneladas le restamos unas dos mil de áridos (escombros y restos de obra), quedamos con unas cuatro mil toneladas. De esas cuatro mil toneladas diarias, la mitad son desechos orgánicos, la otra mitad está compuesta por: telas, maderas, metales, plásticos, pañales, papeles, vidrios, medicamentos, a grandes rasgos.

¿Y cuánto valen los materiales que enterramos? Si valorizamos esos materiales, al valor al que las cooperativas los comercializan, teniendo en cuenta las cuatro mil toneladas de las que hablamos, llegamos rápidamente a un número: $2.300.000. Ese es el valor de los materiales que estamos enterrando. Este dinero podría emplear casi a siete mil personas mes a mes, con un salario de $10.000 con cargas incluidas.

¿Y cuánto cuesta enterrar energía? Además, enterrar energía es costoso. El nuevo contrato para el servicio público de Higiene Urbana es un contrato por diez años por $31.115.792.551. Si tenemos en cuenta que la Ciudad está habitada por tres millones de personas, esto nos da unos $10.000 por habitante. Si tenemos en cuenta seis millones -debido a la entrada de tres millones de personas por día a la Ciudad-, esto nos da $5.000 por

Actualmente en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se

producen seis mil toneladas por día de desechos. Llenamos

una manzana de dos metros y medio de altura por día. La sociedad ya está separando un 25% de los materiales, nadie lo

sabe.

Los

dirigentes

insisten

con

soluciones

multimillonarias llave en mano, sin embargo, todavía no sabemos cuántos kilos manejan las cooperativas. ¿Quién se

hace cargo? ¿Qué le queda a las generaciones futuras? martín almiña/

habitante. Esto quiere decir que cada habitante de la ciudad está abonando de $5.000 a $10.000 para enterrar energía por los próximos diez años.

¿Por dónde empezamos el cambio? Los residuos son en realidad MATERIALES, la palabra BASURA tiene que ver con aquello que hay que “limpiar”. ¿Qué es lo que realmente hay que limpiar? Nos preguntamos. Vilfredo Pareto, allá por el siglo diecinueve, descubrió un fenómeno al que llamó: “Los muchos que tienen poco y los pocos que tienen mucho”, o más bien la ley 80/20. Existe por lo general un 20% de los productos en un almacén que dejan el 80% de ganancia, y un 80% de los productos que dejan el 20% de ganancia. Claramente, el almacenero, concentra sus energías en mantener siempre impecable su stock del 20% de los productos que le reportan el 80% de ganancias.

¿Cómo se aplica esto a los residuos? Si aplicamos la ley de Pareto a los desechos, podemos notar que hay tres materiales que nos permiten lograr un 80% de separación en origen. Estos son: los plásticos, el papel y los residuos orgánicos. Esto quiere decir que si concentramos nuestros esfuerzos en separar tan solo tres materiales, podemos recuperar: ¡Tres mil toneladas por día! “Pero…, y los que tiran de carros, y la gente con uniformes revolviendo los desechos. ¿Dónde los deja a ellos todo esto?”. A toda esta ecuación, tenemos que agregarle algo más; la gestión de los materiales por parte de las cooperativas. Existen en la ciudad unas doce cooperativas, ocho Centros Verdes activos y dos por construirse. Actualmente hay 4.500 Recolectores Urbanos “formalizados”, es decir bajo contrato. Un contrato de unos $8.500 para aquellos que están en planta, y unos $5.200 más un plus por venta de materiales, para aquellos que no tienen un contrato de forma continua. Después de estos, quedan los carreros, quienes recolectan por su cuenta y venden por su barrio los materiales. Esta cifra, en estos últimos años, se

m.almina@maso2.com.ar

duplicó. Existen actualmente entre diez mil y doce mil personas juntando materiales en la ciudad, aunque siguen siendo solo cinco mil los que están formalizados. Los otros siete mil se las arreglan entre algo que les da la cooperativa y con unos diez a veinte kilos de material que se llevan y venden en sus barrios o ferias informales. Los Centros Verdes son galpones, con tecnología sencilla, en donde los recolectores separan los materiales y clasifican, para su posterior venta. Los materiales llegan desde las campanas de la ciudad, algunas veces limpios, otras, sucios. Los operarios no discriminan, es su forma de vida y gracias a ellos pueden poner un plato de comida en sus mesas. El problema es complejo, es un monstruo de muchas cabezas, y se necesitan muchos cuadros técnicos, tecnología y creatividad puestas al servicio de la comunidad para resolverlo. Como ingenieros vemos las soluciones, están frente a nosotros, sin embargo las instituciones todavía fallan. Las fallas son humanas, y la principal de ellas es la escasez de autocrítica. Vemos en la dirigencia actual el mismo problema: un apego a la ideas personales que dificulta el trabajo en equipo y la mejora a la velocidad que la situación lo demanda. La cantidad de materiales que se inyecta día a día en la sociedad está fiscalizada. Aquellas industrias que venden empaques y bebidas tienen contabilizado desde el origen la cantidad de materiales que se vuelcan en la sociedad, si pudiésemos medir las salidas actuales, podríamos obtener la eficiencia que Ciudad Buenos Aires tiene hoy en día en su separación, y mejorarla. Porque como dijo Peter Drucker: “Si se puede medir, se puede mejorar”. Todavía faltan mediciones. Por otro lado se estima que la cantidad de materiales que hoy recuperan nuestros amigos recolectores es de unas mil toneladas por día por sobre el total de las cuatro mil. Esto quiere decir que ya estamos recuperando un 25% de los materiales de nuestra sociedad. ¡Eso es mucho! ¿Por qué nadie lo comunica? También sabemos por experiencia que lo que motiva la separación en origen, es la competencia y recompensa a aquellos que hacen bien las cosas. Tampoco sucede aún. A todo esto se le suma una licitación de dos plantas que tienen una eficiencia del 5% de separación de materiales. Es decir, a estas plantas van a entrar dos mil toneladas -que se van a convertir en la mitad- que sirven para cubrir la parte superior del relleno sanitario y cien toneladas de materiales. Esto le costará a la sociedad unos 6.300 millones de pesos. Queda un largo camino por recorrer, acá estamos para ir esclareciéndolo y Dios quiera que, dentro de poco, podamos reconocer que en realidad las letras de la ecuación podrían significar algo así como Evolución = Más Conciencia al cuadrado.


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basura

otros residuos

Existen tantos tipos de basura como de actividades del

hombre. En nuestra vida cotidiana nos cruzamos con muchas de ellas. ¿Pero qué ocurre con aquellas con las que la mayoría de las personas no estamos habituadas a tratar; en

este caso, ¿los residuos patológicos?, ¿qué son? ¿Qué protocolos se deberían seguir en su tratamiento? Un pequeño acercamiento a este tema gigante.

¿

maría ángeles maffei/

mangie_88@live.com.ar

Qué son los residuos patológicos? Por definición, son todos aquellos desechos o elementos materiales en estado sólido, semisólido, líquido o gaseoso, que presentan características de toxicidad y/o actividad biológica, que puedan afectar directa o indirectamente a los seres vivos, y causar contaminación del suelo, del agua o de la atmósfera; generados con motivo de la atención de pacientes, así como también en la investigación y/o producción comercial de elementos biológicos . Este tipo de residuos son generados en varios espacios: laboratorios de investigación biológica o medicinal, clínicas, hospitales, consultorios privados. En esta ocasión me voy a referir a la basura generada en los hospitales. Allí es mucha la cantidad de residuos de este tipo que se generan a diario. Pero las preguntas más importantes son: ¿Qué se hace con estos residuos?, ¿cuál es el tratamiento que se les da, desde el momento en el que son generados hasta que se eliminan? ¿Cómo se procesan? Sabemos que, por ser infecciosos, el contacto con ellos no es precisamente recomendable, y que necesitan un proceso de eliminación especial, diferente al que se le realiza a los residuos llamados domésticos (los que vos, yo, todos generamos en nuestras casas). Para ubicarnos un poco en el mundo de los residuos intrahospitalarios, podemos nombrar que desde el momento en que se generan son separados de los residuos comunes. Hay contenedores especiales, llamados descartadores, para todos los elementos corto-punzantes (agujas, escalpelos, ampollas de vidrio, etc.). Estos son unos recipientes de plástico grueso, de diferentes tamaños, que por el espesor de sus paredes no permiten que alguno de los elementos arrojados en su interior las atraviese. Así también existen bolsas de residuo diferen-ciadas. Las de color rojo (bolsas especiales, muchísimo más gruesas que las bolsas de residuo comerciales), en las cuales deben desecharse todos aquellos sólidos, patógenos en sí o que hayan estado en contacto con algún patógeno; y las de color negro (del mismo grosor que las comerciales) en las cuales se desecharán el resto de los residuos, a los que más arriba me referí como domésticos (papel, cartón, desechos de baños o cocinas del personal hospitalario, etc.). Esto como para tener una idea desde dónde parte una clasificación intrahospitalaria de los desechos generados, para después seguir con su eliminación, diferenciada y, en teoría, protegiendo al medioambiente (incluyendo pobladores cercanos) de su posible contaminación e infección.

Una visión más cercana Ahora me toca hablar de los hospitales de la Provincia de Buenos Aires, pero yo me voy a enfocar en uno en particular: el Hospital Simplemente Evita de González Catán. Allí, el manejo es más o menos el mismo que en cualquier establecimiento generador de residuos patológicos. Existen con-

patológica hospitalaria

tenedores especiales tal como los que nombré en el párrafo anterior, donde los residuos son arrojados y separados por tipo, en cada uno de los sectores del hospital (laboratorio, rayos, internación, etc). Luego los empleados de maestranza, encargados del área de limpieza en el hospital, pasan por todos los sectores a recoger las bolsas, tanto rojas como negras. Los residuos domésticos van a un contenedor, ubicado en el estacionamiento del hospital, donde son retirados por la empresa Martin y Martin día por medio. Y los residuos patológicos, son cerrados con un precinto especial y colocados en otro sector, fuera del edificio, en unos contenedores particulares. De ahí son retirados por la empresa de tratamiento de residuos patológicos (empresa privada, contratada por el Estado para hacerse cargo del trabajo). Vale aclarar que tanto los precintos como las bolsas rojas son entregados por la misma empresa privada. Esta información es la que me facilitaron los empleados de maestranza del hospital, cuando quise interiorizarme un poco en el tema. Una vez en manos de la empresa, los residuos son llevados a las plantas de tratamiento. Allí pasan por un proceso de esterilización en autoclave por calor húmedo. Básicamente, se colocan los residuos en un recipiente metálico, el cual conserva una presión y temperatura determinadas durante cierta cantidad de tiempo, el suficiente como para destruir todos los microorganismos que

puedan contener. Luego, los residuos esterilizados son incinerados convirtiéndose en gases, emitidos a la atmósfera, y en cenizas, dispuestas posteriormente en rellenos de seguridad. En este punto podría cuestionar la forma de eliminación y no estar de acuerdo con la incineración de basura (de la basura toda, no solo la proveniente de hospitales), haciendo notar que en definitiva afecta al medioambiente. Por otro lado, sería inmiscuirme en un tema bastante complejo, ¿qué hacemos con la basura que generamos constantemente, si necesitamos eliminarla y a la vez deseamos cuidar el lugar donde vivimos? No mucho tiene que ver con el fin de este artículo. Prefiero dar mi punto de vista frente a algo más cercano, de lo que conozco un poco más, y es mucho más fácil de mejorar. Es sabido por todos que muchas veces no tenemos todos los recursos a plena disposición. Y en este caso, refiriéndonos al manejo de residuos hospitalarios, hay ciertas cosas que sería bueno cambiar para cuidar la salud de la comunidad hospitalaria (tanto de trabajadores como de pacientes y de los familiares de los pacientes); por ejemplo, el personal no posee ciertos artículos para la recolección de estos residuos en los distintos sectores del hospital, tales como barbijos y delantales especiales, que servirían de protección frente a cualquier accidente. En cuanto al almacenamiento de los residuos, previo viaje a la planta de tratamiento, y basándome en la ley de Residuos Patogénicos 11347 de la Provincia de Buenos Aires que dice: “El sitio de almacenamiento final de los residuos, dentro de los establecimientos, consistirá en un local ubicado en áreas exteriores al edificio y de fácil acceso”, y da una lista de características detalladas en la misma ley, tales como paredes y piso lavables, aberturas de ventilación protegidas para evitar el acceso de insectos y roedores, entre otras. Sin embargo, el cuarto disponible para este fin (que actualmente no posee una puerta) no da abasto, y una parte de las bolsas rojas se acumulan al costado del este, donde reciben el sol del día y están al alcance de cualquier curioso animal que quiera acercarse a ellas. Inclusive, estas bolsas se deben mantener en tachos especiales de color rojo y plástico resistente hasta que sean llevadas a la planta de tratamiento, lo cual tampoco se respeta en muchas ocasiones. el Hospital no cuenta con la cantidad suficiente de tachos de este tipo, por lo que algunas de las bolsas quedan simplemente en el suelo, sin protección alguna. Para concluir, en general hay falta de información, muchos de nosotros no conocen el real peligro de este tipo de residuos, y en este punto tengo que incluir no solo a los trabajadores del hospital, sino a los pacientes y a sus familiares, quienes en muchos casos tienen este tipo de residuos en sus manos y no conocen cómo protegerse de ellos. Como casi en cualquier ámbito, la educación es clave: solo conociendo cuál es la forma correcta de hacer las cosas, podemos actuar de mejor manera y reclamar a quien corresponda una correcta gestión de residuos hospitalarios.


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basura

d i g n i f i ca c i o n e s

“la

es una riqueza, por eso un montón de gente quiere usurparnos el laburo”.

diálogo con Sergio Sánchez, presidente de la federación de cooperativas de cartoneros

A

ndén: A comienzos de la década del dos mil, la figura de los cartoneros comenzó a formar parte del paisaje urbano y a estar asociado a la crisis socioeconómica, ¿ustedes ubican el inicio, la aparición, en ese mismo momento? Sergio Sánchez: Verdaderamente, la crisis, para nosotros, arrancó en el 2001, cuando muchos cartoneros salieron a mansalva a las calles. Todo muy independiente; muy informal. No había nada organizado, era todo muy raro. Simplemente por la necesidad de trabajar y de sobrevivir pudimos empezar esto. Estos trabajadores eran de diferentes puntos de la provincia de Buenos Aires y de Capital Federal. Se reunían en determinados lugares, a donde compañeros -yo no los llamaría militantes, sino estudiantes- se empezaron a acercar y trataron de explicarles a los cartoneros que había una sola forma para salir adelante y era unirse y tratar de hacer una fuerza, porque en forma independiente no se podía llegar a hacer nada. En ese momento, ellos eran cinco y cinco nosotros, los que escuchábamos, teníamos miedo. El miedo era que dijeran que “el que se acerca por algo es, o por política”. Hasta que nos dimos cuenta de que lo único que querían era enseñarnos los caminos para poder lograr una lucha y una unión.

Y, ¿en cuanto a empezar a reivindicarse como trabajadores en un sentido tradicional? Fuimos aprendiendo, con el tiempo. Éramos pocos, hasta que pudimos empezar a tocar las primeras puertas y a defendernos de las injusticias sociales que había, como la corrupción policial: trabajar con material reciclable como basureros era penado y si te agarraban tenías que pagar una coima para seguir trabajando. Llegó un punto en el que dijimos “basta”. Fue una lucha bastante complicada porque cuando nos paraba la policía tratábamos de juntarnos todos y hacer un poco de fuerza. Fuimos aprendiendo algunas cosas que no estaban bien vistas por la ciudadanía, pero era la única parte que aprendimos nosotros a hacer, que es cortar una calle, pelear por nuestro trabajo. No estábamos robando, sino simplemente estábamos peleando por una causa justa. Cuando empezamos éramos muy pocos. Hasta que se mostró que con un poco de lucha y perseverancia, con tomar un ministerio y querer tener mejores condiciones de vida se podía lograr. Mejorar la situación de trabajo como un trabajador más formal nos costó un tiempito.

¿Empezaron convencidos sobre la capacidad de organizarse, o no? Sí, los pocos que empezamos, de los cuales soy uno, sí. Tuvimos que aprender que primero había que asumir un papel que a veces uno no lo tiene en vista. Verdaderamente me autoacredité como referente y en cada lucha y en cada pelea estábamos presentes porque había un aval, porque por más que uno no tenga estudios tiene la enseñanza, que los compañeros estudiantes reforzaron guiándonos día a día, explicándonos nuestros derechos.

Qué rol te parece que pueden haber llegado a tener, más allá de los estudiantes, otro tipo de instituciones, pienso en el Estado, en la Iglesia… En los primeros tiempos, los únicos que colaboraban eran los militantes y los abogados, que sabían hacer un escrito, sabían pedir una ley; a veces, lo pensábamos y ellos de ahí sacaban las ideas y redactaban un montón de cosas que no sabíamos escribir, pero sí expresar. Eso fue avanzando mucho. Hoy ya hay un respeto a lo que se aprendió, hay una organización importante que creció

durante años. Una consigna muy importante fue que no había que pelear simplemente por el tema de la basura, sino empezar a pelear por los excluidos, lo que después se llamó Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), que albergaba un montón de trabajos informales o la cooperativa “Amanecer de los cartoneros”. Ya no éramos los cartoneros que peleábamos, sino que tratábamos de pelear en grupo, mas enganchados con los costureros, con los manteros, con los que podíamos de a poquito empezar a trabajar más.

¿Cómo fue el trabajo de armar redes con gente dispersa territorialmente, y de otros sectores? Se fue armando con las consignas que pusimos, como “nos tocan a uno, nos tocan a todos”. Después se fue formalizando de a poquito. Es decir, empezar a organizar manteros, participar en la recuperación de una fábrica eso fue ayudando un montón. Antes era todo muy disperso, hasta que uno fue aprendiendo los roles. Hoy seguimos estando juntos. Los recicladores hablan de los recicladores, los vendedores ambulantes hablan con los vendedores ambulantes, pero, en el tiempo de la lucha, en el tiempo en el que tocan a alguien, tratamos de que los cartoneros, los costureros, las fábricas recuperadas estén juntos con quien realmente lo necesita.

¿Cómo llegaron a reivindicarse como trabajadores plenos? Primero estuvimos en un proceso muy importante en donde los cartoneros eran los ladrones de la basura. Creemos que ahí se doblegó un poco al Estado. Había que solucionar algo: los vecinos estaban cansados de la basura, y los cartoneros eran los que reducían un poco el problema. Nosotros, durante muchísimos años, trabajábamos sin percibir nada, sacando toneladas y toneladas de material reciclable para que no se entierre. Eso mucha gente no lo vio y nunca tampoco se dijo que reciclar doscientas toneladas diarias dentro del ámbito de Buenos Aires, que no se entierran, era un costo para el mismo Municipio que no nos pagaban. Los logros fueron conseguir una mejora para el compañero porque revisar la basura no es muy bueno, es un laburo bastante complicado, pero mucha gente aprendió y no cambia este trabajo, porque, dentro de todo, este trabajo es un poco libre. La basura es muy rica, uno vivió de la basura mucho tiempo, pero no es que uno solamente vive de la basura, sino lo que puede hacerse con la basura en diferentes formas: el que cambia de ropa y la tira, se la lleva el reciclador; el que se va de vacaciones tiene la heladera con cosas, las saca y se las lleva el reciclador; el que cambia el televisor y el ropero, etc. Tiene un montón de riquezas, entonces, nosotros de la basura sabemos vivir. Nosotros, de la basura, a veces comemos. Hay mucha gente que tira un cuarto de pizza y lo mezcla con la basura, a nosotros nos parece una injusticia. Hubo momento en que la comíamos igual y, si tenía un poco de yerba, la sacudías y la comías porque el hambre te llevaba a eso, o trabajar tanto tiempo dentro de la calle te llevaba a eso. Por eso decimos que todo lo que es comida tendría que estar separado. Si después veías que las cosas estaban feas, uno no las consumía. Pero hay muchísimas familias que viven todavía de la basura, de las verdulerías que tienen su descarte, de las panaderías que descartan el pan, la grasa de las carnicerías… tenés quinientas mil cosas para poder sobrevivir. Por eso, de la basura y de los basurales, se sigue sobreviviendo. Y hoy, los logros ganados fueron pelear por una obra social, que sea una obra social medianamente digna como la de cualquier otra persona, tener una vestimenta digna, tener una ropa especial y que sean reconocidos, que un poco haya

cambiado la mentalidad del vecino. En su momento, cuando pasaba un cartonero que llevaba una visera y ropa de civil, no sabías si el tipo venía a juntar cartón o venía a robar. Sigue pasando todavía un poco la discriminación, pero desde el momento en que se empezó a tener el derecho a tener ropa que nos diferencie, ya fue cambiando un poco la mentalidad de la gente. También tener un incentivo por trabajar en una zona, que pensamos que no se corresponde, que tendría que ser un poco más, porque al trabajar dentro de la basura es más fácil enfermarse, llevarse cualquier contaminación a tu casa. Hemos tenido en su momento, antes de tener la logística, compañeros que se han muerto arriba de un camión porque se cayeron de tantos bolsones que llevaban. con el tiempo, fueron mejorando. Hoy ves gente que trabajó y pudo armar su casa. Yo fui uno, en su momento, tuve una heladera, un televisor, ropa de la calle, entonces eso es muy difícil cambiarlo. Y cuando hablamos de la basura, la basura es una riqueza, por eso un montón de gente quiere usurparnos el laburo de recicladores. Cuando nosotros quisimos que la ley impusiera que los materiales reciclables eran de los recicladores y que la basura era de las personas que limpiaban en los servicios de higiene urbana, fue todo un problema.

¿Cómo es actualmente esa disputa por la basura? Hoy, después de tanto pelear y de tanto hacer, logramos que se entendiera que no podíamos competir con una empresa de higiene urbana. Entonces se hicieron las cooperativas de recicladores que tenían ya estabilidad y forma; se hicieron unos pliegos donde cada sector tenía recicladores dentro de la misma zona y trabajaban ahí mismo. Ahora, cuando lo escuchás por televisión parece muy lindo. Pero seguimos todavía bastante lejos de poder estar con una mejora del sistema… ¿Por qué? Porque cuando hablamos de tener máquinas, no tenés la logística adecuada para poder arreglarla; cuando hablamos de limpieza, no te da el gobierno la logística; y cuando hablamos de que trabajamos con la basura y la llevamos a un predio de reciclado en grandes cantidades, ese laburo que le estamos haciendo a las empresas privadas (que la tendrían que estar llevando ellos) no tiene el reconocimiento mínimo ni la colaboración de decir “te mandamos cepillos para tener mejor higiene”. Es toda una lucha para llevar adelante. Hoy muchos recicladores están contentos porque hubo un cambio social importante, otros, no. Nosotros, no totalmente, porque parece que hay cartoneros de primera y cartoneros de segunda. Hay muchos en un sistema y otros muchos que no tienen posibilidades de entrar porque no están habilitados. No tenés los lugares, no tenés los espacios físicos, no tenés un montón de cosas que tendría que proveer el Estado.

Hablaste de cartoneros de primera y de segunda, ¿cuál es la diferencia entre la situación de los trabajadores de la Ciudad de Buenos Aires y otros lugares del país? ¿Es la misma? No. Yo te digo la verdad: nosotros, en la Ciudad estamos a años luz de lo que están en algunas provincias, aislados, que trabajan en vertederos, totalmente descuidados, desposeídos, contaminados, no tienen botines, no tienen nada, no tienen ropa y están trabajando en municipios donde se tira la basura y se sigue enterrando. Todos los municipios tendrían que tener un sistema de reciclado. Nosotros lo entendemos, pero ellos no. Se ve como se entierra la basura a mansalva en todo el país. El otro día, casualmente, fui a Bahía Blanca a ver una planta que inauguró la expresidenta, que se hizo con un préstamo del BID que salió millones y millones. Ves que las máquinas


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d i g n i f i c a ci o n e s Trabajar con lo que otros desechan o descartan y vivir de eso es uno de esos espacios conceptuales que amplios sectores de la clase alta y media biempensante han puesto desde siempre dentro de las zonas de la indignidad. Sin embargo, miles de personas sostienen sus vidas y las de sus familias con honradez y trabajo gracias a una riqueza que una parte importante de la población elige no ver. Sergio Sánchez, cartonero y dirigente social, sabe lo que es vivir, sufrir y luchar por eso que, así como así, abandonamos al pasar. De eso y de la dignificación del cartonero como trabajador, nos habla en este diálogo con Periódico Andén. giselle méndez/

soledad ramati/

están paradas, no hay mantenimiento, no hay logística y lo manejan municipalmente. Entonces, pensamos que todavía esto tiene que tener un tiempo muy largo para poder mejorar. Siempre quisimos que las campañas que se hacen sobre la basura, se hicieran con actores que verdaderamente sean los que trabajan con la basura. Cuando se hace una propaganda para que los vecinos no tiren material reciclable, tendría que haber un cartonero ahí, hablando y explicando de alguna forma que cuando uno tira un vaso de vidrio dentro de la basura, como pongo las manos adentro, me corto, me sale sangre y muestren los puntos. Entonces, falta conciencia, falta educación. Acá nosotros, como recicladores, fuimos aprendiendo muchísimo: cómo pensar y pelear, que teníamos que tener concientizadores ambientales mujeres, pero no chicas del Estado contratadas para que hablen con los vecinos, chicas contratadas que salieran desde la basura, que hoy ya no puedan meter más manos dentro de la basura y que lo puedan explicar con razón: “¿Ves? Si yo pongo las manos dentro de la basura y vos tirás un vidrio, yo me corto. Si ustedes no separan esto, esto ya no sirve y se sigue enterrando”.

Y, ¿cómo se podría congeniar que se haya cambiado socialmente la concepción del cartonero con que no existan estos cuidados para con el cartonero? Dicen que la gente está concientizada. Es muy poca la gente que se da cuenta de que clasificar en origen es lo necesario para que haya menos entierro, en Buenos Aires y en cualquier lado. No es lo lógico armar mallas para seguir enterrando. Quieren incinerar, pero incendiar es seguir contaminando. Cuando no contaminás en la tierra, contaminás en el aire y pensamos que dentro de la materia que se tira y que se entierra todavía hay mucho material que se puede reciclar, que puede volver a ser útil.

Y, ¿cómo es la división en cuadrillas que ustedes tienen? Hay diferentes formas: lo que es cuadrilla son zonas, zonas que se hicieron como licitación. La cooperativa fulana de tal tiene todo Palermo. Yo no voy a entrar a Palermo, pero tenés muchos trabajadores independientes que van tirando un carrito y entran igual, porque nunca lo vas a poder evitar y porque nunca vas a poder hacer un censo para poder entrar, porque cuando te lleva la pobreza, lo único a lo que te lleva es a salir a la calle porque, de la calle, comés. Y el que un poco conoce y lo dejó para volver a un trabajo, pero luego lo pierde, vuelve a salir a la calle porque sabe que es su única fuente.

¿Cómo es el cupo de recicladores de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires? Cartonero de primera es el que ya está en blanco. El cartonero de segunda es el que no tiene nada y no tenemos posibilidades de incluir porque el Estado o el municipio no te dan posibilidades de incluir. Hay tres mil, cinco mil tipos; no pedimos que se incluya toda esa cantidad, pero incluí cincuenta, después incluís otros cincuenta, y por lo menos vamos achicando la brecha y nos vamos dando cuenta de que hay un cambio. Ahora, si para obtener algo tenemos que hacer una movida, es injusto porque quiere decir que estos tipos trabajan bajo presión. Y tampoco es bueno porque dentro de una marcha hay compañeros que se des-

gastan o que piensan que dentro de esto hay corrupción porque le dan a uno y a otro no, y nosotros no somos punteros políticos, trabajamos a conciencia, luchamos y peleamos por lo que no hay. Para mejorar la vida de los compañeros, tenemos que pelear.

En lo que refiere a la mejora a las familias del cartonero, también ustedes consiguieron que haya guarderías, ¿cómo fue ese proceso? Fue todo muy a pulmón, una sola guardería esta bancada por el Gobierno de la Ciudad, donde, de tres mil cartoneros, únicamente tenés albergados doscientos pibes, que es muy poco. Con eso no hacés nada. Desde el movimiento, se trata de trabajar con el grado infantil y los adolescentes, que son los que nos van a seguir a nosotros. Si hoy no los empezás a formar y a transmitir lo que es la lucha, lo que es esto, no van a llegar nunca. Acá adentro tenemos doscientos pibes y vos decís: “¿Cómo doscientos pibes?”, y son cada vez más; si tuviera diez espacios más como este, tengo trescientos. Porque hoy verdaderamente hay mucha hambre. Las familias sienten que hay hambre. Por más que trabajen, que sean cartoneros, hay hambre todavía, porque el trabajador, el cartonero nunca llega a lo que es una canasta básica. Cuando hablamos del cambio de sueldo, lo que

tiene un trabajador de una empresa privada comparado a lo que tiene un trabajador de una cooperativa, por ejemplo, un operario de una empresa privada que tira la basurita en el camión gana veinte mil pesos por mes, y nosotros, que hacemos el mismo laburo, por ahí más sacrificado, no ganás ocho mil pesos. Hay injusticia social. Y además, la política pública no se quiere renovar… Si tuviéramos una fábrica que moliese plástico, tendríamos doscientos tipos trabajando, y no doscientos tipos más en la calle.

¿Cuál es la idea de paritarias populares que ustedes están proponiendo? Son como las paritarias comunes, pero para los trabajadores de la economía popular, para negociar con el Estado. Porque economía popular no es lo mismo que recicladores. Está en la misma rama, pero la economía popular son los

mendez.giselle@gmail.com soledadramati@gmail.com

vendedores ambulantes, los trapitos, todo lo que sea informal que nunca los van a dejar formalizarse, que es por lo que nosotros luchamos, para que cada cosa tenga su cooperativa, para formalizarse, para que sean reconocidos como trabajadores. Nosotros entendemos que vos vas a Once y hay quinientos mil vendedores ambulantes delante de un negocio que vende la misma ropa que vendés vos. Pero no existe la fábrica que les de laburo digno o el lugar de venta para que la gente pueda sobrevivir. Ahora, si nosotros logramos que toda esa gente ingrese dentro de un sistema nunca competiría con un negocio. Los compañeros que venden en Once están dentro de la rama de trabajadores de la vía pública que es lo que nosotros llamamos la rama de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), y la mayoría no están incluidos dentro de una cooperativa, aunque están dentro de esta rama y dentro de la mutual, pero también están los compañeros que son trapitos, los motoqueros, los campesinos, huerteros, los cooperativistas, los cartoneros, los trabajadores que trabajan en las villas y en los barrios, haciendo todo lo que es alumbrado, barrido y limpieza. Hay muchas ramas. Eso es para nosotros la economía popular y esa es la paritaria que nosotros pedimos para esos compañeros. Primero que sean reconocidos como trabajadores y, obviamente, también la paritaria.

Quizás la imagen del trabajador popular no está asociada a la imagen del cuidado del medioambiente. ¿Ustedes articulan con otras organizaciones ambientales? No. Mirá, cuando Macri ganó el premio al cuidado del medioambiente fue a recibir el premio, pero nunca se acordó de un pobre ni, por lo menos, nombrarnos o agradecer a los recicladores. Imaginate: tres mil quinientas personas a cien kilos por día, cuántas toneladas se ahorran diariamente. Cuidado del medioambiente no significa eso, sí, hicieron las placitas para que la gente tire material, pero ahí hay algunas cosas que contradicen el reciclado. Si yo pongo un puestito en la plaza y hago un concurso: “Chicos, todos junten las botellas porque el que gana se lleva un viaje a Bariloche”; el reciclador, ¿qué va a agarrar?, no la va a ver. Aunque la vea porque todo el material después de ahí va a una planta, pero el que vive informalmente todos los días no la ve. Entonces, entramos en el hambre de ellos. A veces, no es justa la pelea. La pelea hay que darla, que esté ahí. Me parece bien que esté el puestito para que la gente que sale temprano del departamento pueda dejarlo ahí, está bien. Es una lucha que se va a seguir, no sabemos qué puede pasar en el cambio este que hay [La entrevista se realizó el 10 de diciembre del 2015, día de asunción presidencial de Macri]. Reconocemos y sabemos que Macri nunca nos quiso mucho, después se tuvo que ablandar. Antes éramos los ladrones de la basura, después en las políticas públicas, en la lucha y por la trayectoria nos fueron reconociendo. Nosotros pensamos que la lucha la vamos a tener en la calle, vamos a seguir peleando, no por la basura, sino por la inclusión social de los compañeros que trabajan informalmente en el área de la basura.


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propuestas

E

qué hacemos

n sus 2.780.400 km² de extensión y con poco más de 43 millones de habitantes, nuestro país produce anualmente 12.325.000 toneladas de basura por año de las cuales aproximadamente el 35 % son generadas por la provincia de Buenos Aires. Esto no implica que esa masa de basura se divida por la cantidad de habitantes y muestre lo que cada uno genera, sino que existe mucha variación según el nivel económico de cada región. Por ejemplo la Ciudad Autónoma de Buenos Aires genera poco más de 1,5 kg de basura por habitante por día, mientras que ciudades como Misiones generan 0,4 kg de basura por habitante por día. Estos valores aumentan año a año cerca de un 8 % de manera pareja en todas las ciudades y no parece atenuarse. Hoy casi la totalidad de esta basura es enterrada o arrojada sobre algún terreno, aunque existen algunos municipios mayormente pequeños que han logrado articular las herramientas públicas en función de lograr soluciones más ecológicas y sustentables que los rellenos sanitarios. La ley 1854 del GCBA, sancionada el 24 de noviembre del 2005, conocida como Ley de Basura Cero, fue uno de los primeros intentos para concientizar sobre la importancia de la separación de los residuos en las casas, la disposición diferenciada según los contenedores, de una recolección de residuos preclasificados y de la promoción del reciclado de los diferentes componentes para gradualmente reducir el volumen; pero muchas de estas cosas no ocurrieron. No se logró trabajar mancomunadamente con las asociaciones civiles de recicladores urbanos preexistentes, conocidos anteriormente como “cartoneros”, que gestionaban el reciclado de los residuos; además hay que sumarle la poca o nula concientización vecinal sobre cómo separar y disponerlos residuos. La idea no es polemizar sobre si la ley fue eficiente en su aplicación o no lo fue, simplemente se pretende hacer una introducción al marco normativo actual que tienen los residuos y qué opciones existen para su tratamiento, en especial, los orgánicos. Hoy en día, la basura que nosotros generamos podemos dividirla en varias categorías; por ejemplo: según su composición orgánica o inorgánica, por su origen, si es domiciliaria, industrial, hospitalaria, entre otros. La categoría orgánica incluye principalmente restos de comidas, residuos del jardín, de podas. Actualmente contamos, para el tratamiento de los residuos, con: a) la disposición en un relleno sanitario, es decir enterrar la basura; o bien b) reciclar las fracciones de plásticos, vidrios, metales, y aprovechar la parte orgánica en algún proceso como el compostado; de esta manera reutilizamos recursos y disminuimos considerablemente la cantidad de basura que termina en un relleno. Existen otras opciones de tratamiento como la Biodigestión y la pirólisis o la Gasificación.

y

qué

podemos hacer

El tratamiento de Biodigestión es una tecnología que se lleva adelante en muchos países desde hace muchísimo tiempo y consiste en un proceso de fermentación que se realiza en tanques con la fracción orgánica de los residuos para obtener dos productos: un gas, al que denominaremos biogás (que posee características similares al gas de red), y un barro estabilizado químicamente (rico en nutrientes que puede utilizarse como fertilizante). Los materiales involucrados en el proceso de fermentación deben ser acondicionados, lo cual implica que sean molidos o picados, dependiendo de cuáles sean los insumos. Toda la reacción química debe ocurrir sin oxígeno y en condiciones próximas a la neutralidad de pH, es decir, que no sea un medio ácido o alcalino. Existen biodigestores de pequeña escala, utilizados en viviendas rurales para autoabastecerse de gas o para tratar excesos de materia orgánica. Los de media escala son tanques que tienen volúmenes de tratamiento que van desde los 10 m3 hasta los 100 m 3 diarios, también se emplean para tratar desechos provenientes de la producción agropecuaria como camas de pollos (heces de ave, plumas, ali-

lucas landolfo/ll@opener.com.ar mentos en el piso de los galpones de cría), heces de cerdo y de vaca, principalmente. Y los de gran escala con volúmenes mayores a los 100 m 3 diarios que son empleados en la industria con el fin de disminuir el impacto ambiental de su actividad y, en muchos casos, consumen la propia energía que generan o vuelcan a la red eléctrica nacional. Como ejemplo en nuestro país, se comenzó a utilizar, hace unos años, el relleno sanitario que posee la CEAMSE en el Complejo Ambiental Norte III, el cual captura los gases del relleno, (el metano el gas que se colecta) para luego combustionarlos en los generadores y volcar a la red aproximadamente 10MW que equivalen a 20.000 casas. Otros ejemplos de este tipo son las industrias azucareras en el Norte que, como subproductos de la producción de azúcar, generan alcohol y biogás de los residuos de los ingenios. El proceso de Pirólisis en nuestro país tiene carácter investigativo y se ha encontrado con muchos problemas planteados por asociaciones ambientalistas que declaran que es una solución muy contaminante. Para explicar brevemente el proceso, este consiste en un reordenamiento de la materia, lo que implica que cualquier material que ingresa en el reactor de Pirólisis, menos los vidrios y metales, será transformado en un fluido, del cual, luego de ser sometido a diferentes procesos, pueden obtenerse combustibles. El argumento que actualmente esgrimen las asociaciones ambientalistas en contra es que, al utilizarse esta tecnología, se liberan gases producto de la reacción que no son efectivamente filtrados por el sistema, y generan perjuicios ambientales a la atmósfera en el proceso de liberación. Lo que debería desarrollarse es un sistema de filtrado de aquellos gases para que esta tecnología sea ambientalmente inocua. Existen razones para suponer que en el futuro esta será una de las mejores tecnologías para el tratamiento de residuos. Como conclusión de este tema que preocupa y ocupa a muchísimas personas, considero necesario reflexionar honestamente sobre los conceptos de basura o residuo. Nuestra sociedad ha normalizado la existencia de residuos que no pueden ser reciclados o reutilizados. Es tarea de todos nosotros consumir productos que tengan la menor cantidad de plásticos y envoltorios, asegurarnos, por ejemplo, que los envases puedan ser reciclados. Nuestro planeta actualmente está siendo sobreexplotado casi al doble en términos de sustentabilidad. Las consecuencias están a la vista en todo el mundo y no es solo culpa de unos u otros. Debemos asumir un compromiso con todos los productos que consumimos. Y ese compromiso debe hacerse hoy.


historia grandes hechos

9

agrupaciones

de la

S

i buscamos la definición de basura, vamos a encontrar que se trata de desechos, de elementos no deseados y con intenciones de deshacerse. En las diferentes formas organizativas que tuvo la Agrupación Vallese desde su conformación el 14 de abril del 2002, hemos construido cerca de cincuenta esculturas y monumentos en provincias tales como Buenos Aires, Corrientes, Córdoba, Tucumán, Catamarca, San Fe, Chaco, Neuquén, Entre Ríos, y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. También realizamos un homenaje al Trabajador Descamisado en Santiago de Chile. Con estos desechos hemos (re)construido hechos históricos a lo largo y a lo ancho de nuestro país y, cruzando la cordillera (aunque en avión), en la tierra hermana que liberó José de San Martin. Particularmente hemos trabajado mucho en los desechos ferrosos, la chatarra, todo material descartado que se pudiera soldar fue, es y será idónea para nuestras obras, que buscan ser herramientas comunicacionales dentro de la caracterización tan amplia que significa el arte popular. Nuestra concepción del arte militante tiene como particularidad que el actor principal en la construcción de la obra es el espectador, quien deja de ocupar ese rol pasivo para construir, soldar, modificar e incluso diseñar la escultura o monumento, en tanto los artistas (militantes) pasan a ocupar roles secundarios, luego de enseñar los principios básicos sobre los cuales se trabajará y las medidas de seguridad para evitar quemaduras, cortes o heridas producto de los materiales y las herramientas por usar. Construimos las obras en los lugares donde van a ser emplazadas, es decir, en espacios públicos, a la vista y alcance de todas las personas, incentivando a los vecinos a participar y de esta manera a apropiarse de la obra. Siempre, inexorablemente, nos proveemos de material de descarte que acercan los vecinos, hierro domiciliario o de demoliciones, pero lo mas atractivo resulta recorrer “las quemas”, los lugares donde no solo se arroja basura orgánica, sino también la inorgánica. Allí encontramos algunas de las piezas más hermosas que han ido conformando las diferentes esculturas. Es paradigmáticamente el anti shopping, es donde encontramos los elementos (usados y desechados) que se transformaran en las (nuevas) piezas de una obra de arte público. Nuestras obras siempre tienen que ver con la identidad de los pueblos, la lucha por la defensa de los Pueblos Originarios, los derechos laborales y humanos. El revisionismo de nuestra historia como pueblo y como nación, es allí donde asumimos el rol de artesanos que resignifican la materia. Imaginemos que hace años alguien forjó, por ejemplo, una llave francesa, alguien la usó hace otros tantos años hasta que se rompió y luego la desechó; nosotros la recuperamos y tal cual está, la resignificamos, sin modificarla, en algo que pasa a ser, por ejemplo, una mano en una escultura de un cuerpo humano. Cientos de herramientas viejas, hierros de construcción, marcos de ventanas, piezas de motor, autopartes, bicicletas, todo lo imaginable es parte del ensamble que conforma alguna de nuestras obras. Tomamos algunas piezas y las reutilizamos en otras obras, así entonces un monumento a un guaraní en Corrientes aportó parte del

hierro para un gaucho en Buenos Aires. Una escultura de una Madre de Plaza de Mayo en Catamarca aportó hierro para un homenaje a los Héroes del Crucero General Belgrano en Quilmes. En San Fernando del Valle de Catamarca, en la entrada del Poder Legislativo, construimos al Quijote de los Andes, Felipe Varela. El cuello de su caballo es un pupitre de más de cien años que tiene grabadas las iniciales del colegio. Para este monumento, recogimos chatarra en un cerro y una quema. En el pueblo de Las Cañas, Bañado de Ovanta, Departamento de Santa María en la Provincia de Catamarca, construimos el Paseo de la Memoria Damián Marquez con hierro que buscamos y trasladamos desde la provincia de Santiago del Estero. Nuestra forma de militancia a través de la cultura popular hace que nuestro trabajo sea gratuito, nuestras obras son donadas a los pueblos donde las construimos y eso hace que el enorme valor que poseen no sea tarifado por el capitalismo, sino por el empoderamiento de aquellos vecinos que han participado de una u otra forma en su construcción. Nunca podemos saber cómo quedará la obra hasta terminarla, ya que por más que esté pensada, bocetada o planificada en maqueta. El hierro que hallaremos entre la basura y desperdicios es lo que le dará estructura, armonía y estilización a la obra. Y eso es maravilloso, que el capricho de las formas de la basura sea el condicionante de la belleza de una nueva obra de arte.

maría belén sarubbi/

belensarubbi@hotmail.com


10

políticas

un

no desechable problema

H

ace unos días, se realizó la cumbre del cambio climático COP 21, en París. Los ambientalistas fueron muy críticos respecto de los resultados. El reconocido científico estadounidense James Hansen calificó los acuerdos como un fraude, expresó: “Es sencillamente una mentira que ellos digan 'tenemos un objetivo de limitar el aumento de temperatura en 2°C y trataremos de hacer las cosas un poco mejor cada cinco años'. Estas son palabras sin ningún valor”. La periodista y activista canadiense Naomi Klein dijo que la cumbre fracasó "incluso antes de empezar", que el documento no menciona las palabras "combustible fósil", ni "petróleo" o "carbón" y que el acuerdo no permite que los países más afectados por el cambio climático ─y más pobres─ puedan demandar por "daños y perjuicios". La forma en que los medios cubrieron la Cumbre es muy coherente con el sistema. Al observar las ediciones digitales, este 6 de diciembre, vi que Clarín publicó una nota muy importante de título: “Tensa cumbre para salvar al planeta” y uno dice: “Esa va como principal” y no, fue bien al fondo... Lo mismo ocurrió con las noticias del tema en La Nación, Pagina 12, Jornal O ¨Globo ( Brasil), El País y Mundo (España), Le Monde (de Paris, ¡donde se hacía la Cumbre!), en fin, ahí paré mi recorrido.

La basura es un problema serio Muchos pagamos a los municipios una suma de dinero para que se hagan cargo de la recolección y del proceso que sigue. Algunos alumnos en la escuela, al decirles que no tiren papeles en el piso, lo primero que responden es que para eso se les paga a los porteros. Obviamente, después debe seguir una saludable discusión. Es decir, la basura no es mi problema, otro se hará cargo. En este tema, como en tantos, estamos encima de una escalera mecánica que nos lleva al abismo. Es solo una parte de un enorme sistema en el que nos vemos inmersos y

que, de seguir así, terminará con nuestro planeta. Los roles que juegan el estado, las empresas y los ciudadanos están fijados por un sistema lineal, donde lo importante es el consumo y la competencia, en un planeta cuyos recursos son muy limitados. En el Área Metropolitana Buenos Aires (AMBA), los Residuos Sólidos Urbanos (RSU) se descargan en los rellenos sanitarios. El Estado reconoce que los estos trabajan al límite de su capacidad. Los pobladores que vivimos cerca de alguno de ellos sabemos de sus efectos nefastos para la salud. Nadie quiere tener uno cerca, pero algo hay que hacer, porque podemos disminuir el consumo, pero seguirá habiendo basura. Tanto enterrar como incinerar traen perjuicios, necesitamos tratar los residuos de la mejor manera, separando y recuperando para reutilizar, aunque parte de esos procedimientos también son nocivos. Es evidente que debemos modificar nuestras pautas de consumo y nuestra actitud con respecto a los residuos.

Cantidad y tipos de basura que generamos Como me gusta usar herramientas matemáticas, tomé datos del 2013 de San Isidro, Pcia. de Buenos Aires , que tiene el mayor promedio de cantidad de basura producida por habitante (1,85 kilos diarios) y, teniendo en cuenta el volumen aproximado que ocupa la basura (600 kilos por metro cúbico), calculé que cada habitante produce 1,13 metros cúbicos por año. Y si sus 292.878 habitantes pusieran durante todo el año sus residuos en un terreno rectangular de seis cuadras por cinco cuadras y media, llenarían con basura hasta un poco más de un metro de alto. Si toda el área metropolitana tuviera el mismo nivel de producción, el terreno se llenaría con más de cuarenta y seis metros de altura. No se preocupen, el verdadero promedio está por debajo del de San Isidro, por lo cual la altura solo alcanzaría unos veinticuatro metros... A continuación un informe del 2010 1 , muestra que se año el AMBA enterró

5.421.510 toneladas de residuos, de las cuales 2.110.122 correspondieron a CABA y 3.311.388 al resto. CABA

GBA

Población censo 2010

2.891.082

10.705.238

Desechos alimenticios

41,55 %

37,65%

Residuos de poda y jardín

6,03%

12,74%

Papeles y cartones Plásticos

16,64%

13,80%

Residuos reciclables Material compostable

17,24% 19,8%

20,59%

Otros

18,54%

39%

15,22% 16,2% 42%

Rellenos sanitarios en el Área Metropolitana Buenos Aires. Los rellenos sanitarios de la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (CEAMSE), donde se depositan los residuos generados en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y treinta y tres municipios bonaerenses del AMBA, sobrepasaron su vida activa. Quedan tres rellenos en actividad, dos de ellos ─el de González Catán (que recibe los residuos de La Matanza) y el de Ensenada (que recibe los de La Plata, Berisso, Brandsen, y Ensenada)─ siguen abiertos en incumplimiento a órdenes judiciales que dictaminaron su cierre. Es que no hay aún sitios alternativos. El exintendente de La Matanza Fernando Espinoza dijo, en plena campaña del 2011, que tenía el candado para ponerle al relleno de Catán, pero la condición era que se construyera el Centro de Reconversión Energética de Residuos (CARE), también en González Catán. La “máquina de Harry Potter” así lo llamaban en el municipio, prometía transformar la basura en energía, sin que ello trajera nuevos perjuicios a la población de la zona, es decir “contaminación cero” (les gusta usar el cero, podés agregar la palabra que quieras: pobreza, tolerancia, pero dejás el cero…). Pero, por ejemplo, el informe sobre el CARE que publicó Greenpeace 2 , expre-

sa, entre otras cosas, que: “Estas tecnologías alternativas no han demostrado, hasta la fecha, ser viables para el tratamiento de Residuos Sólidos Urbanos desde el punto de vista ambiental, técnico y económico”. Sobre la información pública brindada oficialmente sobre esta iniciativa, dice que: “Es técnicamente pobre, confusa, inconexa, contradictoria y por sobre todas las cosas, insuficiente para que pueda definirse un proyecto de esta envergadura”. El otro relleno sanitario Norte III, en zona límite de San Martín, San Miguel y Tigre, que recibe más del 80% de los residuos de la AMBA, (CABA, Almirante Brown, Avellaneda, Berazategui, Escobar, Esteban Echeverría, Ezeiza, Florencio Varela, Gral. Rodríguez, Gral. San Martín, Hurlingham, Ituzaingó, José C. Paz, Lanús, Lomas de Zamora, Malvinas Argentinas, Merlo, Moreno, Morón, Pilar, Presidente Perón, Quilmes, San Fernando, San Isidro, San Miguel y Tigre, Tres de Febrero y Vicente López) debería cerrarse en el plazo de tres años, pero a la fecha no existe un sitio alternativo para construir un nuevo relleno. Es el tema de las leyes y su relatividad, para otro artículo... En definitiva, nadie quiere las consecuencias y muy poco se hace para modificar las causas.

En una visita a Tecnópolis, fui, a propósito, con los alumnos al estand de la CEAMSE. Dejé que el responsable de hablar con los visitantes explicara la maravilla que son estos rellenos, nos mostró cómo es la membrana que se coloca sobre la basura, explicó que sobre ella se pone tierra para que no se pinche y todo siguió hasta que le dije: “Hay un problema, nosotros venimos de González Catán”. Me dijo que él había estado allí, que había tomado el agua de la zona y que los fallos judiciales sobre cierre de los rellenos son para defender intereses corporativos. Obviamente le expuse mis opiniones. En distintos estand nos encontramos con defensas de verdades parciales: el de YPF mostraba el fracking con ese término tan prometedor de “no convencional”; y el de la Comisión Nacio-


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políticas

Dejamos de ver la basura que recoge el sistema de recolección cuando se la llevan, pero no deja de existir en ese momento. Como en tantos casos, es más fácil borrar de nuestra conciencia lo que no se ve, sobre todo cuando la voluntad va en esa línea. Basura, rellenos sanitarios, ciudadanos, gobiernos, sociedad de consumo, ¿dónde está el ser humano?

césar maffei/

nal de Energía Atómica decía que “no aporta al efecto invernadero”, pero callaba el problema de la radioactividad. Donde sí pudimos tener una buena conversación, con los pros y los contras sobre la mesa, fue en el tema biocombustibles con un especialista de la UBA. Para ejemplificar la gravísima situación en los rellenos, recomiendo leer el informe de la Fundación Metropolitana referida al estado del Relleno Norte III 3 , Entre otras cosas, dice:

En el frente de descarga, por ejemplo, se advirtió en diversas oportunidades falta de cobertura diaria de tierra, y se constató presencia de residuos patogénicos (bolsas rojas con restos hospitalarios), barros industriales, residuos peligrosos (como cueros curtidos al cromo o derivados de hidrocarburos). Los depósitos de combustibles, tanques y cisternas, no contaban con habilitaciones de Secretaría de Energía, no existía plan contra incendios, y de los dos c o c h e s bomba del complejo sólo uno funcionaba. El sistema de control de ingreso de residuos resulta sorprendentemente débil. De diversos conteos de ingresos y descargas de residuos no se observó control de procedencia ni de contenido, y se constató recepción de camiones de municipios distantes en 40 o 50km (recordemos que el Art. 4to. Del Decreto Ley 9111/78 prohíbe el ingreso de residuos provenientes de distancias mayores a 20km de los rellenos). Las membranas impermeabilizantes de las piletas de lixiviados, componentes centrales para el control de derrames, presentaban roturas y pérdidas. Asimismo,

en días posteriores a precipitaciones y debido al retraso del ingreso de los camiones a la zona del frente de descarga se pudo observar la descarga de los residuos en los caminos internos del Complejo, los cuales no cuentan con ningún tipo de imper-meabilización. Es una historia repetidísima. Sobran las promesas de controles, de que todo estará bien, pero son demasiados los ejemplos de que no es así. Si no se puede controlar un simple relleno, que ya no es relleno de un hueco, sino un encadenamiento de “cerros” de basura, ¿cómo controlar el CARE, donde se sabe que detectar la contaminación implica un costo económico muy alto? Recomiendo ver “El Famatina no se toca” (partes 1 a 3) en Youtube . Un ejemplo de participación y de organización para luchar, con conocimiento e ideas claras, ante los representantes de las empresas que vienen a enriquecerse a toda costa y ante los del estado cómplice.

En todos estos temas tenemos que tener claridad. Ellos siempre tienen un comportamiento que es de manual: mienten, tergiversan la realidad, calumnian a quienes se oponen y juegan con la necesidad y con lo peor de los corruptos. La gestión de residuos representa, según distintas estimaciones, entre un 10% y un 20% de los gastos totales de los gobiernos municipales. Estos

pagan el transporte y a la CEAMSE, según la cantidad de basura depositada en los rellenos. La CABA paga más por hacerlo fuera de su territorio. En junio del 2012, la CEAMSE anunció un aumento del 35% de la tarifa que cobra a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, luego de que la expresidenta, reconociend o

que la planta de relleno sanitario estaba literalmente exhausta, le reclamara a Macri que pagara lo que tuviese que pagar a los distritos del conurbano por la basura que envía diariamente. Así pasaron de cincuenta dólares por tonelada ─el doble de lo que pagan los municipios del GBA─, a un 35% más. Es que, pese a la ley 1854/05 de “basura cero” de la CABA que promueve la reducción, separación en origen y reutilización de los residuos y esta-

gabycesar2010@yahoo.com.ar

blece un cronograma de reducción de la disposición final en rellenos sanitarios, previendo la prohibición total de enterrar materiales reciclables para el 2020, la Ciudad aumentaba su envío de basura al relleno Norte III. La Ley es del 2005, año en que se depositaron 1,48 millones de toneladas, pese a lo cual la cantidad siguió aumentando hasta llegar a 2,28 en el 2011. A partir del mayor cobro, empezó a reducir el envío de residuos (ya 1,56 en el 2013). Es que el dinero sí que los conmueve.

¿Cómo se sale de esto? Los estados, principales responsables de estos temas, muestran su incapacidad por una razón sencilla: son los garantes de un sistema que tiene el lucro como principal motor. Esta contradicción es insalvable, y el deterioro del planeta está al borde de ser irreversible. Los que “mueven las principales palancas” nos están llevando al suicidio colectivo. Podemos retrasar esa bomba de tiempo, si reducimos el nivel de contaminación, generamos conciencia, nos organizamos, y si presionamos a los estados, pero fundamentalmente es el sistema lo que hay que cambiar. Es otro grave problema inherente al capitalismo. Que exista futuro es lo que está en juego.

1 https://www.dondereciclo.org.ar/blog/de-que-hablanlos-numeros-analicemos-nuestros-residuos/ 2 www.greenpeace.org/argentina/Global/argentina/report/

2010/9/proyecto-care-matanza-catan.pdf 3 http://metropolitana.org.ar/idm/situacion-y-perspectivasdel-complejo-ambiental-norte-iii/ También consulté y recomiendo el trabajo “Ges tión de residuos sólidos urbanos en la región metropolitana de Buenos Aires”. Modelos y prácticas. U.N.S.M.


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soltar

aferramientos

natalia sánchez/

nataliasanchez77@gmail.com

No solo existen los que viven para desechar o los que viven de los desechos. Hay -entre tantos otros- quienes compulsivamente no pueden transformar las cosas en basura, quienes no consiguen ver la finitud que habita en aquello que utilizamos. Síntoma de sociedades que viven de la producción de lo irrelevante, los acumuladores padecen un trastorno que los pone frente a frente con el concepto de derroche, como un espejo que devuelve el negativo, sufriente, de la imposibilidad.

J

untar, acumular, amontonar, acopiar, acaparar. Muchas maneras de describir básicamente esa necesidad imperiosa de tener más de lo que necesitamos. Precavida, dirán algunos; innecesaria, dirán otros. La pregunta es, ¿hasta qué punto guardamos cosas porque, tal vez, las necesitaremos luego, y hasta qué punto esa dificultad para dejar ir aquello que no usamos se nos vuelve una pila de basura que nos impide mirar hacia adelante? Con los desórdenes mentales, suele pasar que al leer sobre ellos uno siente que un poco de eso tiene. Quien lee sobre ansiedad no puede evitar revisar cuánto se preocupó en los últimos días, quien lee sobre depresión piensa en esa tía que casi nunca salía de la casa; y así podríamos continuar un rato largo. Ocurre también con el trastorno por acumulación, probablemente el lector no podrá evitar pensar en ese amigo o familiar medio bagayero que juntaba rollos de alfombra para “redecorar” la pieza; o en el tío que guarda envases descartables para darle al primo que vive lejos un pedazo de la torta que sobró. Y sí, muchos tenemos un poquito de eso que, antes de cierto límite, es simpático y pintoresco. El punto de corte entre una conducta pintoresca y un trastorno o disfuncionalidad de la conducta, generalmente, está dado por el nivel en que la dicha conducta afecta nuestra calidad de vida y nuestras relaciones interpersonales. El trastorno por acumulación fue incluido recientemente como entidad diferenciada de otros trastornos (antes formaba parte de los trastornos obsesivos) en la quinta versión del manual de desórdenes mentales (DSM V), algo así como nuestro gran libro gordo de Petete donde todos los que trabajamos en salud mental consensuamos y homologamos clasificaciones diagnósticas. En éste, como en la gran mayoría de los desórdenes mentales, existe una predisposición genética a enfermarse y, para que el trastorno se manifieste, se necesita de determinadas condiciones ambientales, además de un estresor desencadenante de este. Y sí, de alguna manera se le puede echar la culpa a los ancestros acumuladores, pero no del todo, ya que lo determinante para que un cuadro aparezca será siempre dicha suma de factores internos y externos. El trastorno por acumulación se diagnostica cuando una persona presenta una dificultad persistente para descartar bienes, generando una acumulación y desorden que impide el uso previsto para los espacios. Este proceso de acumulación provoca un nivel

de malestar clínicamente significativo o cierto deterioro en las áreas sociales, ocupacionales u otras áreas importantes del funcionamiento del sujeto, incluido el mantenimiento de un ambiente seguro para sí mismo y para terceros. Suele ser habitual en estos trastornos la poca, o nula, conciencia de la enfermedad por parte de quien la padece, lo que impide la posibilidad de pedir ayuda o asistencia y genera cierto círculo vicioso entre el aislamiento social y el agravamiento del cuadro. La persona que sufre de trastorno por acumulación suele no reconocer la dificultad que presenta para desprenderse de objetos ni el nivel de ansiedad o angustia que esto le produce. Si bien este no es un desorden que cuente con una gran cantidad de investigación en su haber, sí se sabe que tiene un buen pronóstico de recuperación cuando la persona accede a los tratamientos adecuados, como a terapia psicológica del tipo cognitivo conductual y, en algunos casos, tratamientos con psicofármacos. El tratamiento terapéutico se basa mayormente en revisar y modificar la base de creencias disfuncionales sobre las que se sustenta dicha conducta y su impacto emocional, ya que generalmente dichas creencias están asociadas a dificultades para valorar y regular el monto emocional de estas. Se trata de que inicialmente el paciente logre identificar las consecuencias que la conducta de acumulación tiene en su calidad de vida, para que luego, poco a poco, vaya logrando regular ese comportamiento y a su vez incorporar conductas más adaptativas y funcionales. Por supuesto que como en todos y cada uno de los tratamientos psicoterapéuticos, la explicación es fácil, pero aplicarlos en la vida real es un poco más difícil. Aún así, siempre la mirada estará puesta en que el paciente logre más, y mejores, herramientas para regularse y así lograr una relación más saludable con sí mismo, con su medio y con los demás. ¿Cómo ayudar a alguien que tiene un trastorno de este tipo? Principalmente no juzgando lo que hace. Una persona que atraviesa por una situación así, más allá de que tenga conciencia de su trastorno o no lo tenga, les aseguro que no la está pasando bien. Seguidamente, lo mejor que uno puede hacer, es ayudar a esa persona a conseguir asistencia profesional. Probablemente uno se vea tentado de sugerirle al mejor estilo libro de autoayuda, que tire todas esas porquerías y que limpie su espacio, pero justamente si la persona pudiera hacerlo, ya lo hubiera hecho; por lo que la sugerencia puede ser bienintencionada pero completamente inútil.


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la historia

cosas

t e r r i t or i o s

de las

jazmín tiscornia /jazmaru@hotmail.com

Eso que se transforma en basura por un simple cambio de enfoque tiene, además de un origen material, una historia, una trama en la que está inser ta. Lo desechado forma par te de un conglomerado de procesos sociales, económicos, políticos que quedan sepultados en la cotidianeidad. Volverlos a la luz es, en par te, la intención de Annie Leornard.

E

scribo este texto a oscuras, es casi verano en Buenos Aires. Es un poco irónico estar escribiendo sobre un libro que cuenta cómo el humano destroza el planeta, padeciendo una consecuencia directa de nuestro uso y abuso del planeta tierra. Cuando digo a oscuras, es a oscuras de verdad. Solo me ilumina la pantalla de la notebook . Teníamos una linterna hasta recién, pero se acaba de romper. Creo que costó veinte pesos. Planeo llevarla mañana a arreglar. Si, ya lo sabés: te estoy mintiendo. No sería un buen negocio llevar a arreglar algo, si me va a salir más caro de lo que me costó. Va a terminar en la basura. Basura. Detengámonos un minuto en esa palabra: basura. ¿Qué es la basura? Una, como civil común y corriente, puede probar muchas respuestas: lo que no sirve, lo que sobra de lo que usamos, los restos. Yo pensaba eso, pero me di cuenta de que estaba muy equivocada. Y me di cuenta leyendo este libro del que te hablo: La historia de las cosas de Annie Leonard . En un texto atrapante, llevadero (para mí, al menos) y con certeza de conocimiento de campo; la autora nos hace pispear el “fantástico” mundo de un objeto desde que es producido hasta que se consume, y cómo finalmente se desecha. Uno de los párrafos del libro que más quedó en mi mente es uno en donde Leonard relata un breve experimento que ella hacía en escuelas. Mostraba una lata y le preguntaba a los alumnos: ¿Qué es esto?, a lo que todos los alumnos respondían: “Una lata”. Cuando la autora luego la tiraba al tacho, los mismos chicos, ante la misma pregunta, respondían: “Es basura”. A partir de esta simplemuestra de nuestra concepción de lo que es basura y lo que no lo es, Leonard recorre en forma cruda y tajante la verdad sobre lo que

nosotros consideramos desecho. Desarma, en unas pocas páginas, nuestra creencia de que todo lo que termina en el tacho “desaparece” por arte de magia, y saca a la luz su real recorrido desde el momento en que las “cosas” son puestas en un tacho, pasando por los tratamientos químicos, el gasto energético, obsolescencia planificada , la contaminación ambiental y sus consecuencias en las poblaciones más vulnerables. Lo mismo hace con el proceso de producción en la primera parte de libro, pero es en el capítulo sobre el consumo donde uno puede sentirse, ¡seriamente!, identificado. Desde cómo hacerle creer al humano que necesita cosas, analizando las enormes cadenas de supermercado, las relaciones entre consumo y calidad de vida, el índice de felicidades y tantas otras cosas, la autora defenestra nuestro tan cuidado rol como consumidores y nos hace percatarnos de nuestra obnubilación. Lo cierto es que leer La historia de las cosas puede dejarle al lector algunas serias y graves consecuencias, que son hábilmente advertidas por la autora. Leer este libro es un abrir de ojos doloroso. Muy bueno para que aquellos que tienden a considerarse rebeldes ante nuestro aceitado sistema consumista, pero peligroso para seguir habitando el planeta en la forma tan feliz e ingenua en que lo hacemos. Algunas de las consecuencias directas: tirar todo el PVC que tengas en tu casa, intentar hacer un compost o mirar compulsivamente todas las etiquetas de los alimentos que comas. Son cosas que probablemente vas a hacer por un tiempo después de caer en el torbellino leonardino. Con muchísimos datos, gráficos, con un vocabulario sencillo y siempre cercana y demostrando un gran talento para la comunicación, Annie Leonard ofrece un libro de esos que son para recomendar a (casi) todo el mundo. No lo dejes pasar.


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d e s ca r t e s f í l m i c o s

E

la basura del

n los últimos años, noté que la Ciudad Autónoma de Buenos Aires no solo se caracteriza por su belleza geográfica, la de sus edificios antiguos, de sus galantes paseos y actividades diversas, gracias a su magna oferta cultural las veinticuatro horas del día, sino que también se caracteriza por un personaje muy importante: su basura. El ojo del caminante urbano ya se acostumbró a contemplar los restos de cada casa o edificio en las esquinas o a los pies de los tachos de basura. Una imagen repetida: los tachos llenos, y los restos que cubren el piso, como si fueran el fruto de un árbol de plástico. Uno de mis placeres, sin embargo, es caminar y recorrer los barrios de la ciudad donde nací para descubrir constantemente estéticas y elementos oriundos de lo urbano. Al haber desarrollado un ojo cinematográfico, no puedo evitar ver la basura urbana como un plano metafórico de nuestro presente, donde el exceso de población, el constante consumo y la inconsciencia del cuidado del medio ambiente son algunos de los ejes que componen este gran plano de la realidad. Ahora bien: ¿Hay acaso películas que aborden esta temática? El problema sobre la basura y la contaminación del medio ambiente data de varias décadas y fue un repetido elemento detonante para todo tipo de filmes, tanto documentales como de ficciones. Antes de comenzar con algunos ejemplos, creo necesario mencionar algunos detalles sobre un film que condensa toda idea sobre el hombre urbano, aquel híbrido entre la naturaleza y la ciudad: “Koyaasnisqatsi”, de Godfrey Reggio realizada en 1983. El director decidió tomar imágenes de distintos paisajes naturales de nuestro planeta y contraponerlos contra todos aquellos espacios de la ciudad que la componen: autopistas, estaciones de tren, centros comerciales, supermercados, etcétera. El hombre es aquel mediador entre estos dos mundos y su acción es la que determina el estado actual del planeta. Al no tener diálogos o una trama fija, la película es atractiva para todo espectador, ya que éste tiene todas las herra-

mientas para construir su propio mensaje del film: tan solo observar aquellas imágenes que sabemos que existen, pero que, sin embargo, nunca nos detenemos a contemplarlas. Volviendo a la incógnita sobre si hay películas cuyo atractivo principal es la basura, la respuesta es: sí, pero no tantas. Luego de los años dos mil, surgieron muchos documentales activistas independientes que fueron desarrollando distintos problemas sobre la salud humana o los conocidos procedimientos de los alimentos, tales como: Super Size Me, realizada por Morgan Spurlock en el 2003, donde consume durante un mes únicamente alimentos de McDonald’s, y refleja el desastre alimenticio en el estilo de vida americano y mundial (luego de haber visto esa película, cada vez que paso cerca de un McDonald’s, veo que hay un garaje con entrada a la cocina de la que emana un olor a basura intenso); otro de los pilares que desarrolló esta temática es Fast Food Nation de Richard Linklater, quien desarrolló una mirada interesante sobre el mundo de la comida rápida de la industria americana. Escapando de las reglas de los géneros documental y ficción, encontramos al gran cineasta americano Harmony Korine que, en un film muy criticado titulado Thrash Humpers, utiliza la basura como factor fundamental en las motivaciones de sus per-

manuel embalse/manuelembalse@gmail.com

sonajes, quienes tienen relaciones sexuales con la basura. A partir del material en VHS, Korine plantea un mundo absurdo donde la incomodidad ante lo que vemos es constante, pero que sin embargo interesa (al menos a mí) que la basura sea un elemento cinematográfico que puede disparar diversas acciones. Personajes que deambulan por baldíos se mueven fuera del orden civilizado, quizás pertenecientes y habitantes de un mundo de rechazados. Así, la basura se convierte en un eje social que el director manipula de forma autoral. Pero ahora vamos al plato fuerte. El film más conocido es Ilha das Flores, un breve cortometraje documental del brasilero Jorge Furtado realizado en 1989, donde en tan solo trece minutos da material para reflexionar días y días sobre lo que observamos en pantalla. La idea del ciclo es una variable muy importante en el film, ya que la desarrolla unificando distintos elementos que parecen ser muy diferentes, pero, al fin y al cabo, componen el mismo camino: alimentos, animales y dinero. La basura como resultado del ciclo económico es aquello que moviliza al director, situándonos en Ilha das Flores, una isla real que se encuentra en Porto Alegre, cuya principal función es recibir todos los desechos de la gran ciudad. Así es como un narrador nos presenta a

algunos de los personajes que pertenecen a esta cadena alimenticia y económica donde la basura es el origen y el fin de dicha cadena . Ese mecanismo es representado de esta forma: el Sr. Susuki cosecha tomates en su parcela, no los consume, sino que se los vende a un supermercado; la Sra. Anita compra tomates en el supermercado para comer con su familia, pero uno de esos tomates no les gusta porque está en malas condiciones, y lo tira al tacho de basura; esa basura es recolectada y llevada a Ilha das Flores; el tomate arrojado a la basura por la Sra. Anita se encuentra junto a otros desechos en un espacio enrejado, donde se separa la basura y se la organiza para que pueda ser consumida por sus habitantes o por los chanchos del dueño de esa parcela. Mientras suceden las imágenes entramos en un código que se puede remitir a la comedia, mientras se nos explica esta repetición eterna de la economía, pero la crítica aparece rápidamente para reflexionar sobre la pobreza y las fallas del sistema capitalista que nos domina hace años. Jorge Furtado no realiza un típico documental que quiere mostrar un caso específico sobre las consecuencias de los errores humanos y gubernamentales, sino más bien un ensayo poético donde el mismo espectador debe ser lo suficientemente coherente para comprender la realidad de lo que está sucediendo en los alrededores de su ciudad. Ilha das Flores no es un caso particular, sino que es uno de los millones de espacios geográficos en donde la basura urbana es acumulada, convirtiéndose así en una cuna de enfermedades y de desechos tóxicos para todo ser vivo que se encuentre cerca. Un retrato realizado en 1989 sobre la realidad brasilera es tan apto para ser aplicado en el presente como muchas obras de arte que, a pesar de que reflejan un momento del pasado, son eternas y siempre estarán vigentes ya que encarnan problemas humanos y sociales que aún no son resueltos. Siempre la basura y lo tóxico de los desechos humanos fueron una motivación para aquella explosión de las películas de ciencia ficción hasta la actualidad; aquellos problemas como las enfermedades que puede provocar la basura o el maltrato ambiental puede desembocar en un final terrible.


E

y

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arenas que sobran

basura comunidad

La relación entre el ser humano y la basura produce distintas formas de vida. Una de ellas se encuentra en una aldea egipcia Mokattam, donde toda su población vive y se identifica con su oficio: la recolección y el reciclado de basura

n una nota de Imad Marmal para The Arab American News in Beirut1, la indignación de los libaneses a causa de la crisis de la recolección de basura provoca un comentario que roza lo sarcástico y que puede asombrar teniendo en cuenta el registro y el medio en el que se encuentra publicada: Se conoce al pueblo libanés por su perseverancia. Sobrevivieron una guerra civil de 15 años e incluso conflictos regionales y conspiraciones internacionales, pero las pilas de basura están creciendo y llegando a un punto intolerable. Los olores ofensivos y los riesgos de salud siguen a los ciudadanos a sus casas y lugares de trabajo. No hay escape.

Luego, concluye: "El Líbano ha sobrevivido estos últimos 14 meses sin presidente pero está desesperado y entrando en pánico debido a la ausencia de recolectores de basura". El Líbano no está solo, no es el único país que se ha topado con esta crisis de basura: entre la enorme cantidad de problemáticas derivadas de la crisis en Siria, se puede contar el colapso del sistema de recolección de residuos. Egipto, por su parte, también tuvo que lidiar con problemas de recolección y de reciclaje, sobre todo debido a que El Cairo es una de las ciudades más grandes de la región, pero posee una particularidad que lo separa del resto de Medio Oriente: los zabbaleen. Este término, que significa “recolector de basura”, está íntimamente vinculado a una comunidad asentada en la aldea Moqattam y, aunque existen otros espacios alrededor de El Cairo en el que los zabbaleen operan, Dicha aldea es el hogar de una concentración considerable (el 90%) de coptos, esto es, egipcios de fe cristiana que han desarrollado una identidad particular: la recolección efectiva de basura. Los zabbaleen, de los que se estima que llegan a ochenta mil en Egipto2, reciclan un 80% de toda la basura que recolectan de las concentraciones urbanas importantes de Egipto, como El Cairo, logrando cumplir aquello que los sectores privados no han podido pese a que estos últimos han recibido amplio financiamiento. Ya en 1992 se reconoció el trabajo de esta comunidad en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro y, junto al reconocimiento, también la terrible situación cotidiana en la que está sumida. ¿Cuál es el proceso de recolección que lleva a cabo este pueblo? Los zabbaleen recorren las zonas de El Cairo y recolectan todo tipo de basura para, luego, transportarla a sus hogares. Allí, el proceso de reciclado tiene distintas etapas: mucha de la basura orgánica se la dan a los cerdos, otra se la reutiliza en distintos materiales. Los plásticos y los materiales reelaborados se ofrecen en un mercado como producto, y se crea así una economía rudimentaria en torno al proceso de reciclado. Esta identidad asociada a la recolección de basura no es positiva pese a su éxito en materia residual: en efecto, el grado de escolaridad y salud es nulo. Algunos escritores y periodistas han expresado su asombro por la organicidad entre lo material, la basura, y el pueblo de Moqattam: la basura no solo es un trabajo, sino que configura múltiples facetas de la vida cultural de los zabbaleen. La gran mayoría de los escritores y periodistas, sin embargo, se ha ocupado de remarcar la necesidad de brindar apoyo a este grupo que no tiene posibilidad aún de mejorar su condición pese a esfuerzos internacionales, como el proyecto “Zabbaleen Environmental Development Program”, iniciado en 1989.

Anna Perera es una de las escritoras que abordó una versión sin filtro ni exotismo de este pueblo. Ha escrito una novela basada en la vida de esta comunidad en Moqattam, titulada The glass collector. La fascinación por este tipo de vida produjo un resultado esperable: predomina en el texto la descripción, el detalle; en suma, una suerte de etnografía involuntaria. En la pura descripción, primó la construcción del entorno zabbaleen por sobre la trama y la acción de los personajes. Una reseña de The Guardian3 llevada a cabo por el escritor Lacey indica precisamente esta obsesión por la información sobre los zabbaleen que lleva a la siguiente conclusión: “Me pregunto por qué Perera eligió escribir ficción en lugar de una crónica de viaje o un documental”. Pero, por otro lado, este pueblo ha corrido el riesgo de caer en una visión orientalista. La idea de un pueblo dedicado por entero a la recolección de basura agrega otro matiz capaz de ser explotado al exotismo estético que aún hoy predomina a la hora de abordar lugares “lejanos y orientales”, aquellas imágenes de camellos, pirámides, desiertos y túnicas. Contra esta visión orientalista han luchado las organizaciones que promueven una mejora de las condiciones sanitarias y educativas de los aldeanos de Mokattam. Si bien se ha forjado una cultura particular en un caso excepcional (hablamos, nuevamente, de hasta ochenta mil personas), esto no significa que dicha cultura deba mantenerse ni celebrarse, no es un objeto raro ni fascinante. Los zabbaleen son un grupo social particular surgido de una de las tantas relaciones entre el ser humano y la basura, en este caso producto de condiciones socioeconómicas y políticas que poseen décadas de historia. Los zabbaleen son una deuda pendiente (y reconocida) de la sociedad egipcia que se espera que en algún momento logre saldarse. Se ha tratado de garantizar buenos salarios y seguridad laboral, contratando a los zabbaleen para tareas de recolección al servicio del Estado, en lugar de hacerlo para compañías privadas y extranjeras, pero no hubo éxito. Se trataría de uno de los pocos casos en la historia en donde la erradicación de una cultura será un motivo de alegría y bienestar para todos. 1http://www.arabamericannews.com/news/news/id_10814/Thegarbage-scandal-in-Lebanon:-Another-catastrophe-of-a-failed-sys-

tem.html 2http://www.burnmagazine.org/essays/2012/04/manfredi-panta-

nella-leaving-rubbish/ 3http://www.theguardian.com/books/2011/mar/12/glass-collectoranna-perera-review

daniel gómez/danielgomezlit@hotmail.com

el caso de los zabbaleen de Mokattam en

Egipto


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desechos del sol naciente

japón otros y la basura de los

¡Mamá…, estás mezclando polietileno con poliuretano!”. “¡Marge! ¿Cómo pudiste?”. Esto es lo que uno siente todos los días en el País del Sol Naciente. Porque acá hay ocho formas básicas de clasificar la basura: combustible, no combustible, objetos de plástico, papel duro y cartón, botellas de vidrio, latas, basura del tipo recipientes de plástico y telgopor y basura de recolección anual (como electrodomésticos, ropas, toallas, muebles, cosas que tienen mercurio). Un lápiz labial entraría en el rubro de combustible, pero solo si no está terminado; si lo está, entra en recipientes de plástico. ¿Medias? Si es solo una, entra en combustibles, pero dos cuentan ya como vestimenta usada y, por lo tanto, como basura de recolección anual. Hay veces que es necesario medir los objetos: más de doce pulgadas hace entrar a cualquier cosa en recolección anual. La gobernación de Yokohama se percató de los problemas que residen en esta categorización y optó por lo más sensato: usar treinta y cuatro categorías. La ciudad de Kaikatsu prefirió cuarenta y cuatro. La complejidad es tal que, como buen sal-

vaje q u e viene de Occidente, uno opta por lo que sabe: meter todo en una bolsa y que no lo vean al momento de llevarla a los contenedores colectivos. Atenuante: los ciudadanos reciben un cuadernillo de treinta páginas en donde se explican cada una de las categorías, incluidas instrucciones detalladas para más de quinientos productos de uso frecuente. Agravante: la multa por no hacerlo es de cincuenta a cien dólares. Además, la bolsa del infractor se deja frente a su puerta (legalmente hay que poner la información personal en cada una antes de tirarla), con el así conocido « Sticker de la Vergüenza». La categorización basural se justifica con el lema del “reciclaje”, ese deber moral de los individuos ante el avasallante ímpetu del consumismo capitalista. En Japón esto empezó con un paquete de leyes del año 1997. Los resultados fueron sorprendentes: hoy el país recicla el 77% de su plástico, más del triple que Inglaterra, Francia o Estados Unidos, lo que en términos cuantitativos significó 3.1 millones de toneladas en el 2014. Redujo, asimismo, los elevados costos que implica deshacerse de la basura, fuera quemándola o

tirándola en algún gigantesco baldío. En otras categorías, las cifras de reciclaje de Japón no bajan del 15% y, en lo que respecta a aluminio y acero, las cifras alcanzan el 88% de lo que se usa anualmente. Otro método: hay muy pocos tachos de basura en las calles japonesas. Porque allá la basura es cosa privada y es deber de los ciudadanos llevársela y separarla. El reciclaje es también un tema de primer orden en los colegios y universidades, incluso en los libros que enseñan japonés a extranjeros. Hay competencias, concursos, premios, también programas en la tele. Fomentar la transformación, la conciencia de que todo lo que usamos puede ser reusado, etcétera. Porque, como bien dice cierto proverbio inglés: “one man’s trash is another man’s treasure” (la basura de un hombre es el tesoro de otro hombre). Por ejemplo, existe una corriente artística llamadaリサイクル アート (arte de reciclaje), a la vez acortado a リサイクラート (reciclarte), la cual proviene de otros movimientos estadounidenses y europeos. El artista japonés Tetsuo Kogawa la vinculó con el budismo y afirmó que: “Su propósito es generar un arte de la evanescencia y de la fugacidad”. Las obras de este género son más o menos horripilantes (otra de Los Simpsons: “¡Es basura, es basura!”), característica que llevó al conserje de un museo en Italia a desarmar una de estas muestras durante su limpieza, pues creyó que se trataba de basura común y corriente. Pero bueno, logran, esto vamos a concedérselo, un propósito cívico: promover el reciclaje. Más a propósito: en una reseña que

hizo en 1930 de El Empleado ( Die Angestellten) de Siegfried Kracauer, Walter Benjamin sugirió el potencial creativo de la basura. “Un recolector recoge basura temprano en una mañana gris. Refunfuñando oscuramente para sus adentros, tomando alguna copa, arponea los restos de discursos y fragmentos de palabras con su punzón, y los tira dentro de su carro. Cada tanto recoge sobras de frases trilladas como seres humanos, interioridad y profundidad , y las agita con desdén en la brisa matutina. Es el mismo recolector de basura de siempre, pero esta mañana es la mañana de la Revolución”. En realidad no tiene nada que ver, pero quería citarlo. Volviendo a Japón: no todo es color de rosa (aunque sea difícil imaginar basura de este color). Las playas de las islas Shiraishi y Takashima, por ejemplo, tienen alto grado de contaminación y se llenan de basura todas las mañanas. En un país que sobrevive de lo que saca del mar, éste no es un caso menor. También está el problema de la llamada Isla de la Basura, o Isla Tóxica, o La Gran Mancha de Basura del Pacífico, Gran Zona de Basura del Pacífico, Remolino de Basura del Pacífico. Descubierta en 1988, se trata de una masa de desechos de casi un millón y medio de kilómetros cuadrados, que flota a la deriva en el Pacífico Norte. Más allá de los peligros que acarrea para la vida marítima toda y el ecosistema, recientemente ha sido eje de disputas entre japoneses y coreanos, cada uno de los cuales culpaba al otro de la contaminación de sus playas. También queda otra cuestión: Japón contaminó con productos tóxicos casi todo el cielo y los mares de la región, llegando los desechos nucleares a costas californianas tras el incidente de Fukushima en 2011.


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d e s e ch o s d e l s o l n a c i e n t e matías chiappe /m_chiappe_ippolito@hotmail.com

Dos años después del siniestro, el gobierno japonés se vio obligado a afirmar lo que esperemos sea un dato verdadero: que un mínimo de trescientas toneladas de material radiactivo desembocó en el Pacífico a fuerza de lluvia y desagües. Aseguran archiexpertos y mega-conocedores que, a Japón, le tomará doscientos años hacer una limpieza total de la contaminación marítima y terrestre, suponiendo que se mantenga la inversión. También hay daños irreparables, entre los que se cuentan muertos y enfermos terminales. Pero bueno, todo no se puede. Para otro momento o para quien le importe. ¿Y por qué debería importarnos a los argentinos lo que haga esta gente con su basura? Bueno, porque existe algo llamado Teoría del Derrame, la que asegura que todo aquello que sobre a las sociedades avanzadas llegará ulteriormente a manos de aquellas que están “en vías de desarrollo”. Imaginamos que los neoliberales que plantearon dicha teoría hablaban específicamente de la basura, porque esperar que llegue un sobrante de yenes a La Matanza o a Santiago del Estero resulta inimaginable. Pero la basura…, eso sí. Porque a pesar de sus esfuerzos, Japón sigue produciendo más basura de la que puede eliminar, sobre todo en materia de la antedicha energía nuclear y de desechos de material electrónico. La regiones que reciben el remanente son, mayoritariamente: el Sudeste Asiático, África, el Caribe y, orgullo bolivariano y sanmartino, Latinoamérica. Nos llega en la forma de electrónicos recauchutados, ropa usada y plásticos reprocesados, a veces incumpliendo estándares de calidad. En fin, que nos venden su basura. Y llegará el momento en que recibamos todo tipo de ésta, incluso la tóxica. Ya se quejó de esto Marilina Ross: “Tráiganla… Tráiganla

acá… la-acá, la-cá, la-cá, ¡la ca-ca!”. ¿O ya nadie recuerda los debates de los años ochenta y noventa sobre transformar la localidad de Gastre, en Chubut, en un basurero nuclear? Corrijo entonces: el proverbio en inglés que cité arriba quizás deba reemplazarse por su versión japonesa: 「ある人にとっての肉が別の 人にとっては独である」 (lo que para una persona es carne, para otra es veneno). Por un lado, Japón es un modelo para seguir en el campo del reciclaje y de la separación de la basura, que es a la vez un ejemplo de otra cosa: la disciplina. Por supuesto que algún malpensado historiador hará referencia a su pasado bélico y a las marchas imperiales. Así que mejor hablemos de “rutina” o, sencillamente, de “costumbre”, es decir, algo que puede lograrse por la mera práctica cotidiana (en colegios, hogares, en ámbitos laborales y en medios de transporte). Pero, por otro lado, Japón es el caso paradigmático de ese falso sentido de complacencia que gesta el capitalismo contemporáneo. Porque en realidad la mayoría de la basura no es producida por casas y hogares, sino por empresas y fábricas. El mantra del reciclaje y el ideal ecologista evitan que las últimas inviertan en formas más eficaces para deshacerse de sus residuos. Todavía más: desplaza la responsabilidad de proteger el medioambiente de las corporaciones al ciudadano, obligándolos a tener un montón de tachos de basura si no quiere pagar una multa. Y al fin de cuentas, los que la ligamos (literalmente) somos los tercermundistas. Porque bueno, es verdad que nadie quiere el « Sticker de la Vergüenza» en la puerta de su casa. Pero menos querida aún es la basura de los otros desperdigada por todos los rincones de un país.


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arte menor


5 discos 5 /para una CEAMSE poslectoral

T

iramos, desechamos, descartamos. Prescindimos, suprimimos, damos de baja. Así como viene, así se va, casi sin diferencia. Tal vez porque alejados del trabajo manual ya no somos capaces de percibir la vida útil de las cosas, si no es a través de la opinión de los mariscales del consumo. Aquellos a los que no les sobra para comer saben que un tornillo encontrado en la calle, una alfombra tirada o unos metros de cable bien pueden ser un ahorro en caso de mayor necesidad. El resto, los que creen ser más, estar para más, los que se sienten parte de una burguesía para la que no les “dá el piné”,

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5 d i s co s 5

esos no levantarían un huevo fabergé del cordón de la vereda. Esa obsesión por lo nuevo no tiene que ver con la limpieza, con la prestación del objeto ni con las improbables reverberaciones energéticas de lo usado, sino más bien con el deseo de poder decir que se ha consumido, que uno tiene el dinero, que se puede dar el lujo de comprar, que es y que pertenece. En una palabra: forros. Por eso 5 discos 5 (acaso los últimos que puedan leerse en papel) de gente que se recicló, que después de consumir sus recursos y, de algún modo, estancarse o caer en desgracia supo usar lo poco que le quedaba para no tirar del todo su carrera a la basura y darle un aire más..., o no

Purpose -2015- Justin Bieber. Es cierto, no está en decadencia, sino todo lo contrario, pero luego de varios discos con un pop anodino y preadolescente supo rodearse de los mejores productores que el dinero puede comprar y reformular su propia marca con un disco bastante más adulto, con un sonido acorde a los tiempos que corren, que no espanta a quien lo escucha. No varían sus temáticas (es básicamente un lloraconchas), pero su logro está en no aburrir con baladas preformateadas, en saber dosificar lo que se espera de él con bases electrónicas que beben de danzas urbanas como dancehall y el hip hop. Un disco para abordar como quien revuelve la basura y encuentra ahí algo de cierto valor que no esperaba encontrar. No es novedoso, no es maravilloso, pero aseguramos que no es para tenerle ni miedo ni asco.

Yo y Ya -2010- Pala. Uno revuelve la mugre, uno busca, en la basura de Internet, sonidos nuevos, cosas que no conoce; y lo que encuentra no siempre es digno ni bello aunque así se lo propongan sus autores. Todo lo contrario pasa con Pala, quizás el mejor cantautor hispanoparlante de la actualidad, muy por encima de su amigo Jorge Drexler y, por supuesto, muy por encima de todos esos snobs, pseudohippies y experimentadores medio pelo que pululan por el Konex y Palermo sensible. Colombiano viviendo en la Argentina, un poeta gigante, irónico, por momentos cáustico, que sin artificios vuelve obra de arte cada disco. Es difícil verlo en vivo, difícil encontrar sus discos, difícil incluso hallarlos en Internet. Este disco es una excusa, su obra toda es lo opuesto a la basura. Quien lo escucha, se limpia.

Para no ver el final -2010- M Clan. Muchos artistas hacen arte con basura, de hecho la mayoría solo tiene eso como materia prima de su arte: basura; literal y metafóricamente hablando. Los desechos propios, las angustias, las tristezas, las propias mezquindades son excelentes elementos para ser arrojados en las piras del exorcismo del arte. Por eso bandas como M Clan tienen el músculo entrenado para tomar las bolsas de residuos de sus propios dolores y tirarlos al camión del rock y del blues para que la música haga lo que mejor sabe hacer: curar y limpiar. Un disco con sonido a blues clásico, a rock de la vieja escuela que los alejó del coqueteo pop de trabajo anteriores, pero que los acercó sin duda alguna a la mejor faceta de sí mismos

The best of Kylie Minogue -2012- Kylie Minogue. La propuesta no solo era desechable, era francamente un robo. La discográfica encarga una investigación de mercado y los fans eligen sus canciones predilectas de una artista que pasó de ser una suerte de Britney Spears de los ochenta a transformarse, con el tiempo, en una Madonna contenida que no hace más que reinventarse a sí misma, cambiando para que nada cambie. Pop para adolescentes que hoy promedian los cuarenta, pop anodino, pop adulto, pop electrónico, visual, de primer orden, de estadios y de discoteca. Todo eso es lo que tiene la Minogue para ofrecer y está a un universo de distancia de ser considerado basura. No solo es una belleza cautivante, sino que también es una belleza con tres décadas en el negocio de la música que en este compilado demuestra por qué merece la vigencia que ostenta.

La llamada -2014- Ismael Serrano. Todo bien, tuvo cuatro grandes primeros discos que nos inspiraron a muchos con aires izquierdistas cuando éramos jóvenes, no teníamos panza y las chicas no nos daban ni la hora. Luego pasó el tiempo y tanto él como nosotros nos volvimos unos pelotudos. Él por insistir con los mismos sonidos, con las mismas ideas, con las mismas historias. Nosotros, por dejar de creer en todo aquello. A fuerza de repetirse, de bajar línea en la mitad de sus canciones, de predicar una nostalgia y una melancolía que a cierta edad queda desubicada si uno no tiene un chumbo arriba de la mesa y piensa usarlo. A fuerza de todo aquello, sus últimas producciones son casi una basura. El disco se deja escuchar, pero..., ¿para qué?


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mugrientas

ba su r a l e s

en las

esquinas de liniers pierdo los días gito minore/

gitomin@yahoo.com.ar

del siempre ramificado Heavy Metal , el denominado “trash ” tuvo su nacimiento y auge en los años ochenta en EEUU. A contramano de lo que sucedió tanto en ese país como en el resto del mundo, donde imperaron otras tendencias, en la década del noventa se instaló en la Argentina de la mano de Hermética y otras bandas. D entro

S

i hay un género en la historia de la música que posee la maravillosa capacidad de multiplicarse como la “Hidra de Lerna” ese es, sin dudas, el Heavy Metal. Desde los más gancheros y vendedores estilos como el “glam” o el “hard-rock” hasta los más violentos y satánicos, como el “death”, el “grindcore”, el “doom”, todos confluyen en la larga mesa de la familia del metal. Sin embargo, si hubo un estilo que caló en la Argentina bien profundo, allá por los años noventa y se instaló casi como nuestro sello identitario, ese fue el “trash”. Si bien para el iniciado en estas artes le es fácilmente distinguible por sus particulares riffs de guitarras y doble bombo, al trash, aquel que quizás esté más alejado del mundillo metálico, lo puede reconocer por sus letras, ya que, como bien sostenemos quienes conformamos el GIIHMA: “El Heavy Metal no es solamente un estilo musical, sino también un estilo compositivo, un género narrativo”. En este sentido, tal como lo dice César Fuentes Rodríguez, en el libro Cultura metálica: “Si hablamos de ideologías, el Metal resulta muy heterogéneo y acaso en lo flexible de su naturaleza reside el secreto de su longevidad y vitalidad. [ . . . ] Porque se trata de un vehículo

capaz de expresar todo y donde todo cabe. Cualquier tipo de idea, cualquier situación, cualquier historia puede ser abordada desde el espectro metálico. Con otros géneros o estilo no hay forma”. De esta manera, a lo largo y ancho del mundo, el metal se fue expandiendo en sus múltiples formas, narrando los más diversos temas. Alejado de otros géneros, donde la poética recala en la exaltación de batallas de antaño, en la sensualidad del goce amatorio o las más variadas incursiones en la mística pagana, el trash propone, en su discurso, más bien un testimonio de tono denuncialista frente a las injusticias del mundo. C l a r o s ejemplos a nivel internacional son Megadeth o Testament, bandas pioneras cuyos motivos de inspiración estuvieron siempre relacionados con el acuse renegado de las políticas de Estados Unidos. El genocidio que suponen las guerras imperiales que el Estado norteamericano fomenta, el desempleo, el suicidio adolescente, el vaciamiento de sentido y la problemática de los pueblos originarios, por citar solo algunos temas, pueblan las letras de estas bandas.

Los fermentos nauseabundos Cae casi de maduro que un estilo de estas ca-racterísticas se haya desarrollado, casi con exclusividad, en nuetro país. Si bien a finales de los años ochenta, varias eran las bandas que conformaban el ya consolidado género metalero en nuestras tierras, con diferentes variantes en desarrollo creciente, fue sin embargo el trash quien se instaló con más fuerza. No es de extrañar que haya así sucedido, si tenemos en cuenta la historia reciente. El neoliberalismo salvaje que ha dejado día a día más obreros en la calle, la miseria, el desdén de gran parte de la cúpula de poder, la represión y los decretazos, como única respuesta de un Estado vacío y enemigo del pueblo y todas las consecuencias morales y sociales que ello implica, abonó el suelo de una poética destinada a la denuncia.

Un hito importante en la conformación de este género fue la edición del CD Reinará la Tempestad del grupo Horcas en 1990. Otro hecho también relevante fue la salida del compilado Trash en 1991, el cual le dio visibilidad a bandas como Nepal, Militia y Escabios. Resulta notable como muchas agrupaciones fueron saliendo y apropiándose de esta propuesta y argentinizándola hasta llegar a copar casi por completo la escena. Incluso bandas que en su comienzo no eran de esta tendencia, también se sumaron con sus letras hiper cargadas de realidad, como Tren Loco a partir de su segundo disco. Un caso quizás más llamativo aún es el de Rata Blanca, tal vez el grupo de metal más conocido tanto a nivel nacional como internacional, el cual se hizo archi-famoso llevando un mensaje más bien lindante con la fantasía y el amor sensual. En su disco Entre el cielo y el infierno (en el cual, y muy llamativo, debuta Mario Ian, cantante que venía de la línea más acérrima del “glam” ) se despacha con una serie de canciones de alto voltaje social como: “En el bajo Flores”, “Patria”, “Jerusalén” o el sensiblísimo “Sombra inerte del amor”; que, a contramano de lo propuesto en su fantasía clásica “Mujer amante”, donde todo es mágico y amoroso, en esta letra se aborda nada más y nada menos que la “sombra”, con un personaje muriéndose de sida pidiendo por favor que alguien lo abrace. Pero si bien todas estas bandas a las que con justicia les podemos sumar Lethal, Jerikó y Serpentor, entre otras, descollaron y sedimentaron el suelo del estilo trash en la Argentina, el grupo que quizás más influenció la escena y le dio su sello de identidad para siempre fue sin dudas Hermética. Si bien V8 ya fue un anticipo y muchos incluso ven en la legendaria agrupación la semilla del trash, no ya a nivel nacional, sino incluso mundial, fue definitivamente Hermética desde lo musical y particularmente Ricardo Iorio, quien desde una lírica de precisa pluma realista y hasta naturalista, en algunos momentos, imprimió a fuego el carácter literario del trash metal en la Argentina. Con una poética heredera de la mejor tradición denuncialista argentina logró descifrar el drama de los noventa en letras que en solo tres discos de estudio abordaron la mayoría de los temas que marcaron una generación. Una lírica de un género que, como la traducción de su nombre lo indica, nació en la “basura” y en ella se desarrolló, denunciándola, rechazándola, acusándola y, ¿por qué no?, poetizándola, volviéndola indiscutiblemente bella, un cuadro de época, de nuestra época, legado a la posteridad como el maravilloso caso de la letra que nos convoca: “En las calles de Liniers”.


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