#86 año IX diciembre 2016 precio: este periódico
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PARADA OBLIGADA EN LA COMPRENSION DE LA
no se vende
(pero escuchamos ofertas)
Esoterismos
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editorial
de
fe
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ilcara. 1986. La Selección argentina hace una promesa a la Virgen de Copacabana con la condición de regresar para agradecerle. El equipo argentino gana el Mundial. Nunca vuelve a visitar a la Virgen. Río de Janeiro. 2014. Después de 28 años, la Selección Nacional vuelve a jugar la final de la copa del mundo. Rodrigo Palacio la tira por arriba y nos recuerda que nunca vamos a ser felices. También que las promesas incumplidas a entidades religiosas pesan a la hora de definir nuestros destinos. Ahora bien, ¿por qué en pleno siglo XXI tantas personas siguen creyendo que fuerzas “sobrenaturales” pueden influir en el devenir de sus vidas? O, en todo caso, ¿por qué no deberían creer en eso? Ante el proceso de globalización iniciado por la llegada de los europeos a América, los primeros antropólogos interesados en las creencias de los llamados hombres primitivos establecieron como hipótesis que estas irían sin duda desapareciendo con el tiempo. Esta mirada evolucionista sobre la vida simbólica y religiosa implicaba la predicción de que, con el avance de la Modernidad capitalista, racionalista y, sobretodo, científica, las creencias y rituales serían definitivamente abandonados por la humanidad toda. Sin embargo, las cintas rojas contra el mal de ojo y las iglesias de los más variados cultos siguen en pie. Entonces, ¿falló la cruzada racionalista? Así como es posible visibilizar que el ideal evolucionista moderno encubría la destrucción y subordinación de los Otros no blancos ni europeos, quizás sea posible mostrar que en el plano religioso y místico sucede algo similar. Entonces, no hay supervivencias culturales erróneas, sino diferentes formas a través de las cuales los seres humanos nos acercamos hacia lo que nos trasciende, pero también nos organiza y da sentido a nuestra cotidianeidad. Lo esotérico, como conocimiento que emana de una conexión con fuerzas difíciles de cuantificar, genera un halo de misterio que atrae y causa rechazo por igual. ¿Podemos pensar lo esotérico como una variable para entender las conexiones que los seres humanos establecen con otros planos de la existencia? Si este lazo con lo divino y su misterio es propio de la condición humana, más que esperar su desaparición a manos de la racionalidad y el existencialismo podríamos preguntarnos de qué maneras se presenta en nuestras vidas. Ya Emile Durkheim, uno de los padres de la sociología, afirmó en su libro Las formas elementales de la vida religiosa que las representaciones ídem son en definitiva representaciones
planta
estable más o menos
maquinista juan ignacio basso
guardabarreras gabriela giambroni
la que pasa por abajo del molinete giselle méndez
jefe de estación horacio ernesto giambroni
chancho gustavo zanella
boletera soledad ramati
la que endereza las vías maría virginia compte
el que pinta con liquit la parte de atrás de los asientos el chorizo
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el que corre la zorra manuel fontenla
el que no se quiere bajar del tren césar maffei
el que pinta grafitis en la estación daniel martin
staff
EXIGIMOS QUE LA PRENSA GRÁFICA SEA DEMOCRÁTICA
1) Derogación del decreto 1025 que fomenta la concentración. 2) Ley de Fomento a las Revistas Culturales Independientes 3) Ley que reconozca y proteja el trabajo de canilitas
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colectivas que expresan realidades colectivas. Que la Difunta Correa, el Gauchito Gil o la lectura de chakras se vuelvan parte de nuestro lenguaje cotidiano no nos acerca a la llamada “mentalidad primitiva”, sino que expresa parte de nuestra condición humana. Sin embargo, esta lectura sociológica no deja de ser un ensayo de explicación racional ante fenómenos invisibles o extraordinarios. La regularidad de las estrellas y los planetas puede ayudarnos a entender ciertos fenómenos terrenales, pero, ¿en qué momento se realiza el salto hacia la predicción de las circunstancias personales y sociales y cómo se lo hace? ¿Cómo se pasa de observar a la naturaleza a diseñar el I Ching? En modos de vida no alienados (o al menos no tanto como el occidental) la naturaleza no es un objeto al que se debe poseer, controlar y explotar. En ese sentido, podemos comunicarnos y aprender de ella. Aun así, esto no responde a cómo lanzar seis monedas con diferentes símbolos puede devenir en un mensaje con un sentido. En ese punto pasamos de observar las relaciones en un plano más o menos horizontal entre las personas y su mundo a intentar comprender los vínculos en un plano vertical. Y aquí llegamos, si se quiere, al polémico nudo de la cuestión esotérica: la existencia de planos superiores (y también inferiores) inalcanzables para la mente humana no entrenada, pero a los que se puede acceder y que tienen un mensaje sobre el orden del universo y nuestra existencia. La vida a escala microscópica permaneció durante muchísimo tiempo ignorada hasta que se desarrollaron los elementos técnicos para apreciarla, sus efectos en mayor o menor medida eran visibles o al menos sospechados para los humanos. De la misma forma se puede suponer la existencia de otros planos que apenas vislumbramos, claro que la soberbia para negar aquello que aún no podemos ver también es parte de la condición humana. El conocimiento esotérico ha sido durante miles de años una forma de comunicación entre estos planos. Encontrar un sentido y un orden superior nos ayuda transitar nuestra existencia. Aunque podamos medir físicamente la comba de una pelota pateada al arco, el azar nunca dejará de maravillarnos y angustiarnos por igual. En este número, los invitamos a reflexionar en un viaje entre las luces y las sombras, lo sagrado y lo profano, la razón y la intuición. Como siempre, encontrar verdades en las respuestas a las preguntas planteadas responderá a una cuestión de fe
el que insiste con el carbón gustavo guevara trenes al oriente daniel gómez matías chiappe
el que corta las vías ezequiel pinacchio
la que se pasó de estación maría belén morejón
los pibes del sindicato grupo de investigación interdisciplinaria sobre el heavy metal argentino (GIIHMA) caminantes de las vías que se detienen en esta estación
luciano scarrone, federico surijón, zulema castiglione, luján burckhardt, nicolás viotti, florencia rotundo, juan pablo restrepó, taly barán, alejandro campos, mercedes delatorre , fernando szurman, rodrigo cabrera pertusatti pasajeros posibles todos los que tengan algo que decir sobre los temas que abordamos
gratarola boleto
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el cielo popular
U
na de las mayores críticas que se le hace a la Astrología es su hipótesis de la influencia planetaria, el criterio cuasi mágico de que los astros determinan nuestras acciones. Entrados en el siglo XXI esta premisa suena, sino falsa, poco probable. Sin embargo, la Astrología despierta cada vez más interés. El crecimiento de estudiantes de este saber en la ciudad de Buenos Aires se ha quintuplicado en algo más de diez años. Los nuevos astrólogos, lejos de la imagen de la pitonisa con su bola de cristal, son psicólogos, antropólogos y artistas. En la nueva mitología astrológica, conviven la ciencia, la magia, la fe y el escepticismo. ¿Nos encontramos ante las puertas de una nueva torre de Babel? ¿Qué se esconde detrás del horóscopo? La Astrología ingresa en nuestra vida a través de la contratapa del diario. El horóscopo es el estandarte que porta, con algún orgullo, la astrología moderna, pero, también, es el responsable de su mala fama. ¿De dónde surge la información que da el horóscopo? ¿Dispone de base científica? ¿Es mera adivinación? No hay una única respuesta. La Astrología, como estudio de los astros, se puede sostener desde distintos puntos, y todos tienen su validez. Pero el interés por ella se debe a su aspecto predictivo, aunque no siempre fue así: el horóscopo popular tiene apenas unos cien años. Durante milenios observamos el cielo para ver qué había en él. De hecho, la palabra horóscopo deriva del griego "ὥρα" ("hora") y "σκοπέω" (skopeo = "examinar"). En Grecia se establecieron las porciones de los signos como los conocemos hoy, en función del zodíaco ("rueda de animales"). Esta franja de la esfera celeste es donde se desplazan el Sol, la Luna y los planetas. Debido a la oscilación de la Tierra sobre su propio eje, las constelaciones se desplazan del grado cero Aries, y esto hace diferir las constelaciones de los signos zodiacales. Este movimiento da lugar a las Eras Astrológicas. Actualmente, nos encontramos entre la Era de Piscis y la de Acuario, pero cuando se dio nombre a los signos del zodíaco, signo y constelación estaban ubicados en el mismo lugar, de allí su correspondencia.
Orígenes del zodíaco Podemos datar el inicio de la franja zodiacal en Babilonia, unos 4.000 años atrás, aunque los signos no fueron definidos hasta 520 a.n.e. Al parecer Cleostratos de Tenedos dividió la eclíptica en doce partes iguales y "reconoció los signos del zodíaco", según un poema hoy perdido, Astrología. Lourdes Hernandez Perez, en su ensayo Astronomía en Grecia, dice: “Fue precisamente en la Jonia griega (ubicada en Asia Menor) durante los siglos VII al V a.n.e. donde se originan las ideas de un cosmos ordenado y matemático. Los griegos estaban convencidos de que había una «materia prima» de la que se originaba todo lo existente, la esencia de todas las cosas”. En Mileto surgieron las primeras manifestaciones del pensamiento astrológico racional; donde Tales desarrolló su actividad como filósofo, astrónomo y matemático. A él, se le atribuyen la invención del reloj de Sol y la construcción de calendarios astronómicos con indicaciones meteorológicas ¿Qué relación existía entre la astrología, la astronomía y la ciencia en la antigüedad? Para comprenderla, debemos posicionarnos en la
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firmamentos
orígenes y prácticas de la astrología en la actualidad
cosmovisión antigua, en la que estas disciplinas respondían a un único intento de comprensión del hombre y lo que lo rodeaba. Isaac Newton, en su Cronología, relata el inicio del saber planetario diciendo que este estudio fue establecido para el uso de la navegación y que los egipcios fijaron los solsticios. Luego, relacionaron este conocimiento con los movimientos de los planetas y sus posibles consecuencias sobre las conductas humanas. El primer registro del zodíaco es el Zodiaco de Dendera, un bajorrelieve del Antiguo Egipto esculpido en el techo de la pronaos (o pórtico) de una cámara dedicada a Osiris en el templo de Hathor de Dendera, datada a finales del periodo ptolemaico. Las imágenes corresponden a constelaciones, entre las que se pueden reconocer la de Tauro y la de Libra. Appollonius Rhodius, poeta griego y jefe de la biblioteca de Alejandría, escribió: "Los egipcios llaman a los doce signos del zodíaco dioses consejeros por nombre, y sirvientes a los planetas". Entonces eran los doce dioses quienes gobernaban los signos del zodíaco, y no los planetas. Así, antes de ser signos, fueron meses.
mercedes dellatorre/ mercedes@lacasamatriz.com.ar Los calendarios primitivos eran lunares. Tanto en Babilonia como en Egipto, se creía que cada mes poseía un dios distinto como su regente o guardián. Cada civilización adjudicaba diferentes regencias a cada mes. ¿Puede, desde esta perspectiva relativa, ser el horóscopo un elemento de predicción? La problemática de la predicción, más allá de que se apoya en una concepción determinista, contiene otro elemento cuestionable, y es que descansa sobre las variaciones posicionales a lo largo del tiempo. Sin embargo, lo que la Astrología observa para realizar sus predicciones no es el cielo, sino sus mecanismos planetarios en relación con el Sol y la Tierra. La astrología, como sistema de símbolos, no escapa de lo que se quiera depositar sobre ella. En la mitología astrológica conviven la ciencia y la magia, la fe y el escepticismo. La Astrología tiene muchos significantes y dispone de una enorme capacidad de simbolización de la psiquis. Por eso siempre, ya fuera para equipararlo con Dioses o con fuerzas naturales, existió una intencionalidad de ver en el cielo lo que la psiquis humana y su estructura entendían como cierto.
Vincular cielo y tierra El astrólogo y músico Dane Rudhyar dice:
Para el hombre primitivo y tribal, la astrología era parte integral del simbolismo religioso, al igual que un medio para prever los hechos naturales periódicos que afectaban la Vida de la comunidad y, especialmente, sus actividades agrícolas o el apareamiento del ganado. En semejante condición de vida y con la consciencia humana enfocada en el suelo y en el bienestar total de la comunidad orgánica, la astrología era muy sencilla. Se basaba, esencialmente, en la salida, la culminación y la puesta de todos los cuerpos celestes.
La Astrología simboliza la vinculación entre lo que sucede en la Tierra con lo que sucede en el cielo, aunque no significa que haya una influencia directa. Es en el medioevo cuando la astrología se interesa por la idea de modificar el destino, y cuando el astrólogo queda más asociado a la brujería ocupando un lugar casi mágico. A partir del 1900, con el advenimiento de la psicología, el saber astrológico vuelve a acercarse, aunque de una manera mucho más marginal, al cuestionamiento sobre la relación del hombre y su destino desde una perspectiva humanista. Durante más de mil años la astrología luchó por demostrar sus dotes científicas, pero ha quedado en el lugar de pseudociencia. Se le exige que sea exacta en sus predicciones, aunque no es su misión. Como dice el virginiano Levy Strauss, la Astrología es un gran sistema que ha ayudado al hombre a pensar durante milenios. Tal vez por esto, los humanos seguimos maravillándonos con la majestuosidad del universo, buscando, en la inmensidad, hilos que formen la urdimbre de nuestra existencia
tensión
A
razón e
entre
la
diálogo con nicolás viotti
irrazón
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diálogos sobre el misterio
es también una cuestión de clase
NDÉN: Si el esoterismo es una forma de relacionarnos con algo que escapa a nuestro entendimiento. ¿Entonces, está presente en todas las religiones? Nicolás Viotti: Lo que hay de base en todos los modos de conocimiento humano es un modo de gestión de la incertidumbre, y la religión es uno de esos modos. La religión, como concepto, tiene doscientos años; surge en el contexto de la posreforma y se empieza a hablar de que hay religiones con los protestantes en Europa. Durante la edad media, no existía el concepto como nosotros lo entendemos modernamente, antes había catolicismo y nada más. Y, desde el punto de vista antropológico y sociológico, había determinadas concepciones de la “creencia” o de los modos de saber específicos del grupo humano que suponen algún tipo de ordenamiento que explica las cosas. Ese tipo de organización, en algún momento, en algunas sociedades se consolidó en instituciones, por ejemplo, el cristianismo medieval, la iglesia católica; es decir, adquirió una forma institucional jerárquica. Entonces, cuando decimos “religión”, lo asociamos a las iglesias y a las estructuras jerárquicas y, sobre todo, a estructuras monoteístas, pero si usamos el concepto de religión en el sentido más amplio, lo podemos definir como un modo en que los seres humanos se vinculan con agentes que no son humanos y que suponen algún tipo de fuerza que no podemos ver, o sí eventualmente, pero tiene que ver con algún tipo de agencia social que no es específicamente humana. Ese sería como un grado cero de lo religioso; lo encontrás en un grupo indígena, en el chamanismo amerindio, en las sociedades africanas, en las sociedades rurales de Siberia. Esos modos de vínculos se pueden institucionalizar en un iglesia, pero si escarbamos un poquito en la iglesia católica de acá a la vuelta, de base entendemos que lo que está de fondo es una creencia en una entidad que es Dios o Jesús, que supone un modo de vínculo con un agente no humano. Si le sacamos toda la estructura eclesial, lo que tenemos es eso.
Hay ciertas instituciones religiosas que están más legitimadas como creencia frente a otras, ¿por qué pasa eso y cómo se disputan esas creencias? Eso depende de cada contexto. Argentina, comparada con otros países de América Latina, fue un país bastante secular en sus orígenes. Pero, a partir del golpe del treinta, hubo una serie de procesos y el Congreso Eucarístico, donde el catolicismo
se volcó hacia el espacio público, esa es una singularidad argentina. Si uno pensase en una historia de la religión en Argentina, vería que ya desde las primeras décadas del siglo XX, hay un montón de fenómenos alternativos al catolicismo. Dentro del movimiento esotérico, está el espiritismo, que tiene una tradición muy fuerte a partir de la migración española, y un poco menos de la francesa, hasta fines del siglo XIX y hasta la década del veinte tuvo una presencia muy importante. De hecho, intelectuales y políticos argentinos, como Julio Argentino Roca, José Ingenieros y Roberto Arlt, tuvieron relación con el espiritismo. Este es un movimiento que se basa en las enseñanzas de Allan Kardec, un francés que hacia fines del siglo XIX escribe El libro de los espíritus, donde retoma algunos principios morales del cristianismo silvestre, digamos, con una cuestión que había surgido en Estados Unidos: la posibilidad de hablar con los espíritus. Allan Kardec hace un coacktail con todo eso y le pone una impronta muy cientificista, la idea de que uno puede comprobar científicamente la presencia de espíritus, no como algo irracional, sino como algo extremadamente racional. Entonces, está muy impregnado del positivismo. El espiritismo, en la Argentina, decayó hacia los años treinta y quedó una institución muy significativa: la Escuela Científica Basilio, que es un grupo religioso espiritista cristiano, una versión espiritista argentina, un invento argentino, como el dulce de leche y el colectivo (risas). Al mismo tiempo, hay otro fenómeno importantísimo: la Teosofía, que es una tradición esotérica, también surgida en Europa en el siglo XIX, con Madame Blavatsky, una serie de autores de los entresiglos que tienen un interés muy grande por Oriente, lo que se llama un fenómeno “orientalista”, pero no por el Oriente real, sino que es cómo imaginaron en Oriente todo lo que la civilización occidental no tenía. Esta estaba en decadencia, deshumanizada y Oriente era todos esos valores espirituales que se encarnaban en el hinduismo y en las prácticas esotéricas. La Conferencia de las Religiones en Chicago de 1983 fue visitada por Swami Vivekananda, y los intelectuales europeos y norteamericanos enloquecieron por esta imagen de Oriente como la espiritualidad extrema. La teosofía recuperó mucho estas cuestiones y tiene una concepción muy intelectual, muy letrada, que reivindica esta idea de la transformación espiritual. En la Argentina, fue muy importante, hasta los años veinte y treinta. De hecho, Leopoldo Lugones
estaba muy vinculado al mundo teósofo. Toda esta cuestión que, a veces, se llama esoterismo, en la Argentina fue muy importante hasta la década del cuarenta, e influye en muchos fenómenos culturales argentinos, como la literatura. Uno no podría entender a Borges, a Lugones o a buena parte de la idea de Roberto Arlt, de Los siete locos, de Los lanzallamas, sin eso.
“La Nueva Era es una categoría horrible porque no dice nada, pero son procesos que, a diferencia del esoterismo de elites intelectuales, son de masificación, tienen que ver con la cultura masiva y con una serie de principios, con un marco interpretativo, con una serie de elementos que son una gramática religiosa.”
Más cerca en el tiempo, ¿dónde podemos encontrar manifestaciones del esoterismo? En el código de la “Nueva Era”, que tiene elementos del esoterismo más clásico...La Nueva Era es una categoría horrible porque no dice nada, pero son procesos que, a diferencia del esoterismo de elites intelectuales, son de masificación, tienen que ver con la cultura masiva y con una serie de principios, con un marco interpretativo, con una serie de elementos que son una gramática religiosa. Pueden ser diferentes grupos: yoga, Reiki o participar en un grupo neohinduista, o la astrología, etc., pero de algún modo el concepto de Nueva Era permitiría agrupar una serie de fenómenos muy heterogéneos en base a una serie de elementos que los aúnan, que son la idea de que uno no termina en uno mismo, sino que supone una serie de relaciones con otras personas, con la naturaleza y con la teoría de la energía. La idea de la energía supone que las cosas no están solas en el mundo, no están aisladas, están conectadas y, sobre todo, que no pasan porque sí, sino que suceden porque hay algún tipo de orden en el universo que hace que pasen. Esa es una
concepción religiosa, pero no supone un Dios o una figura mítica concreta, sino esta idea de un fluir de las cosas. Y lo interesante de la Nueva Era es que muchos de estos elementos están al mismo tiempo atravesados por concepciones muy intimistas, que ponen el foco en la idea del yo, de que todo trabajo de transformación es primero un trabajo sobre uno mismo y esa es una concepción bien liberal. No casualmente todos estos “saberes” de la Nueva Era vienen de Estados Unidos. Tienen mucho que ver con los procesos de los derechos civiles, de los movimientos sociales: como el feminismo, la ecología, el movimiento racial, todas esas concepciones de las minorías, y al mismo tiempo pretende reivindicar prácticas espirituales no convencionales. Ese fenómeno en los sesenta se empezó a expandir en el contexto de la contracultura y ya, en los setenta y ochenta en Argentina, sobre todo después de la dictadura, que es cuando se liberaliza el mundo cultural en general y el mundo religioso en particular. Aparece la revista Uno mismo, con el discurso Nueva Era, y un poco antes la revista Mutantia, que mezcla rock con ecología y espiritualidad. Esta última es más under, y la primera es más comercial. Ese paso entre Mutantia y Uno mismo es una pista de este proceso que va de lo under, contracultural, medio hippie, medio alternativo a ser un fenómeno de masas, de psicólogos que dejan de hacer psicoanálisis y empiezan a hacer lo gestáltico y la experimentación grupal. En los noventa, con ese proceso neoliberal, este tipo de discursos empiezan a volar por los aires, circulan masivamente en revistas, en programas de televisión, en muchos lugares que no son institucionales. ¿Y eso facilita una lectura y un uso político de esta gramática religiosa liberal? Sí. Ahí hay dos vertientes. Posochentanoventa, este fenómeno de la Nueva Era tiene una versión más alternativa, más under, que se mantiene, y, también, una versión más comercial. A fines de los noventa, empiezan a aparecer prácticas de meditación en empresas, coaching ontológico, mindfulness, esta cosa de hacer yoga entre todos para estar mejor, especialmente en el mundo empresarial. Si vos me preguntás dónde ahora veo estos fenómenos, creo que hay uno fenómeno under que se mantiene, hay un montón de gente de clase media que experimenta con estas cosas y un montón de otra gente de un mundo más empresarial, más de cultura mainstream, que también se apropia de eso, pero de otro modo, en una matriz mucho más
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diálogos sobre el misterio
Esoterismo, política y religión están más conectados de lo que podríamos imaginar. Por eso, Andén se juntó con Nicolás Viotti , Sociólogo y doctor en Antropología social, para problematizar esos pretendidos límites. giselle méndez/ mendez.giselle@gmail.com soledad ramati / soledadramati@hotmail.com
centrada en el bienestar personal. El paso a la política viene de ahí. En el caso de Cambiemos, del Pro, que tiene ese discurso muy de autoayuda, muy emprendedor y espiritual, para mí, se explica, entre muchas razones, porque buena parte de sus integrantes proviene del mundo empresarial, que ya fue bombardeado por estos discursos.
¿Ese tipo de gramática religiosa dificulta el diálogo con otros que se quedaron en una perspectiva más conflictual a la hora de pensar la política? Por un lado, en la Nueva Era tenés varios fenómenos políticos que no tienen que ver con la invención más “neoconservadora”, sino con movimientos ecologistas en contra de la megaminería y feministas que incorporan elementos de la Nueva Era, que funciona como un lenguaje contemporáneo, y vos lo podés usar para una cuestión neoconservadora o para una emancipadora, pero yo nunca pondría a la Nueva Era de un lado o del otro. De hecho, si querés radicalizar todo esto, me parece grave que los movimientos políticos no se apropien de eso porque es un lenguaje que tiene una potencia muy fuerte de interpelación pública. El Pro consiguió interpelar un montón de gente con ese discurso, y otros sectores, si querés más progresistas, quedaron un poco rezagados en la posibilidad de apropiarse de ese discurso. No es que te explica por qué ganó el Pro en las últimas elecciones, pero hay una dificultad de los movimientos progresistas, de izquierda o emancipadores para poder apropiarse de ese discurso.
¿Esa dificultad tiene que ver con el prejuicio hacia ese tipo de discursos o formas de organizar tendientes a lo religioso? Sí, exacto. En Argentina hay una dificultad más grande que en otros países porque hay una tradición de secularización fuerte y de asociación de lo religioso con la jerarquía católica. Cada vez que aparece algo religioso, se activa el anticlericalismo y todo se empieza a enrarecer. Pero la Argentina está cambiando mucho y todas estas cosas van a producir transformaciones a corto y largo plazo, a nivel de la vida cotidiana. Pensando en lo que venimos hablando hasta ahora sobre el espiritismo, la Nueva Era es preponderantemente una serie de prácticas de la
clase media para arriba, ¿qué pasa con los sectores populares y su vivencia de lo religioso? Es muy importante pensarlo en términos de clase. Si uno indagara sobre cuáles son los fenómenos religiosos en el mundo popular, que ya excede el esoterismo, sería el pentecostalismo, que no son las iglesias evangélicas en general, sino un tipo de denominación evangélica que reivindica una experiencia mágica o “encantada” con el Espíritu Santo: él te cura, te hace aprobar un examen, te consigue trabajo y te hace llorar y caer en éxtasis y te cura el alcoholismo. No existe la concepción del milagro, sino que la intervención de un agente “divino, sobrenatural” sobre tu vida es una posibilidad real. Hay otro fenómeno interesante... Algunos antropólogos, como María Julia Carozzi, muestran cómo en los años noventa hay un boom de los santos “plebeyos”, como San La Muerte, el Gauchito Gil, que ya existían pero que tienen de golpe una difusión inusitada. Esta antropóloga piensa este crecimiento inesperado como algo sincrónico al proceso de radicalización de la distancia social entre los sectores medios y el sector popular. De algún modo, hay una correlación con esta
plebeyización de la religión. Los santos que ganan visibilidad y que tienen más adeptos son los que están hablando de algún tipo de tensión social: el Gauchito gil era un perseguido por la policía, tiene una muerte violenta; San La Muerte es una figura cadavérica, antioficial.
En algún artículo, estudiás la adjudicación de irracionalidad hacia los sectores populares cuando en realidad en sus acciones se podría leer una racionalidad política, por ejemplo, en las movilizaciones de la CTEP a San Cayetano. ¿Ese también sería un punto para abordar? Vos te referís a lo de San Cayetano… ¿Qué dije yo sobre eso? (Risas) Hay una cuestión, si quieren, histórico-estructural en esto: los sectores medios y el mundo letrado, históricamente, condenaron las prácticas mágicas, el corte fue siempre socioestructural, cultural y, a su vez, religioso en el sentido de que las prácticas mágicas eran asociadas al arcaísmo. Todas las religiones que circulan por los sectores medios-bajos y populares, entre las que incluiría la umbanda, el culto a los santos, el pentecostalismo, las religiones afro, etc., fueron asociadas por
los sectores medios siempre a un tipo de práctica “mágica” y, a su vez, lo mágico es lo atrasado, y lo atrasado son las cosas de los negros. Hay una especie de tensión étnica, religiosa, moral y de clase que produce un corte muy esquizofrénico en nuestro país, donde las clases medias blancas, educadas, seculares, espirituales se distinguen de los sectores populares, negros, mágicos, macumberos. La tensión entre razón e irrazón es una tensión también de clase. Retomando lo que decías de San Cayetano, algunas veces los análisis sobre determinados cultos a los santos replican esta imagen de lo irracional. Entonces, el culto a un santo o una práctica mágica son presentados como una especie de recurso de segundo orden cuando tenés una necesidad: vos vas al curandero o al santo porque no podés ir al médico; vas a pedirle trabajo porque no tenés y si el Estado garantizase trabajo y salud, vos no irías al santo. El santo es básicamente un recurso en plan “b”. Es como una concepción ilustrada, liberal que tiene una imagen de que toda la práctica religiosa mágica es como la desviación de lo que correctamente debería hacer un ciudadano individual, ilustrado, racional, que es el “ideal” de la sociedad argentina. Entonces, aparecen interpretaciones sobre San Cayetano como que, por ejemplo, la acción política concreta de los sectores populares es la militancia en un sindicato, ir al santo a pedirle trabajo es básicamente un modo de alienación. Ese tipo de análisis no tiene en cuenta dos cuestiones: primero, que las personas que pueden estar militando en un sindicato o en una actividad política con conciencia de clase o con conciencia de la desigualdad pueden perfectamente hacer eso y al mismo tiempo ir al santo. Y segundo, de la propia lógica de la creencia, rezar es también acción política. Considerar que el rezar no es acción política es una concepción totalmente nuestra. Uno podría decir: “Yo no creo en eso” o “Considero que la acción política debe ser otra cosa”, pero digo que si una serie de personas tiene ese tipo de acción, para esas personas, eso es acción política. Habría que redefinir qué es política.
*Esta es una versión editada de la entrevista. El lector que tenga interés podrá encontrar el reportaje completo en nuestro sitio web
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CÓDIGOS
diálogos narrados
PARA INTERPRETAR EL UNIVERSO Ante el misterio de la vida y de la conciencia, la humanidad ha inventado cientos de respuestas. Las religiones, rituales y disciplinas esotéricas fueron, y son, algunos de los caminos para acercarnos a una verdad trascendente de nuestra existencia humana.
S
i actualmente tuviéramos que clasificar al género humano en cuanto al tipo de relación que establece con el misterio, probablemente caeríamos en una grieta bastante más difícil de cerrar que la que divide nuestra política contemporánea. De un lado, los escépticos, aquellos para quienes lo que se ve es lisa y llanamente lo único que hay. Del otro lado, quienes creen que nuestra existencia tiene que tener un sentido, un fin último. ¿O acaso no dijo Einstein que Dios no juega a los dados? Puede que el hombre moderno haya matado a Dios, pero la búsqueda de un sentido que nos conecte con algo superior a nosotros mismos es tan antigua como la humanidad, y renace en un juego entre símbolos, cálculos matemáticos y, quién sabe, también seres de otras dimensiones. Las señales que nos llevan hacia esas revelaciones pueden estar en las estrellas, en los números o incluso en las historias que nos contamos ancestralmente. Joseph Campbell, un estudioso de los mitos y de las religiones comparadas, sostenía que todas las tradiciones místicas coincidían en llevarnos a una más profunda conciencia del acto de vivir, pero, para poder apreciarlas, había que estar despierto. “En la facultad, cuando traducíamos del griego o el latín nos perdíamos en el análisis literario, discutíamos el uso de tal o cual adjetivo. Hasta que en unas jornadas escuché hablar de las escuelas de misterios y entendí que el verdadero contenido de los mitos tiene que ver con qué es la vida y qué es la muerte”, me dice Zulema Castiglione. Es licenciada en Letras y profesora, pero también astróloga, psicóloga, tarotista y numeróloga. Como piezas de un rompecabezas, Zulema fue uniendo diferentes disciplinas: “Los misterios de Eleusis, de Démeter, con sus rituales nos enseñan a ir más allá de lo material, tienen un mensaje para el alma. Pero después te das cuenta de que esos mensajes están presentes en muchos otros lugares. Son códigos del universo. Alguien puede decir los códigos de Dios”. Ella está convencida de que estas reglas universales codificadas están semiocultas, por ejemplo, en el arte y disponibles para quien verdaderamente tenga ganas de ver: “Eneas escribe la Eneida en base a la numerología pitagórica. Cuando él estaba por morir le manda una carta a Augusto diciéndole que la destruya porque perfecta non est. No es perfecta porque no e staba dentro del 3 y el 9 y todo el edificio numerológico que había hecho. Por suerte Augusto no le hizo caso. Hay mucha información oculta, cifrada, como un río que corre Más allá del ámbito académico, esa por debajo”.
giselle méndez/ mendez.giselle@gmail.com
información puede estar mucho más cerca de lo que creemos. Para Zulema: “Cuando las cosas que están contando son profundas, verdaderas y hablan al alma, vos podés no haber estudiado nada y, sin embargo, captar la esencia de eso. De hecho las puede captar un chico”. Por eso en los cuentos de hadas se pueden encontrar claves como llaves para abrir puertas hacia el entendimiento de la existencia. “Creo que La bella durmiente no es más que la historia del alma. Las hadas que le van repartiendo los dones a la princesa no son más que los guardianes kármicos, o como se los quiera llamar, que están acordando con el alma las experiencias que tiene que aprender en esa vida. Por eso aparecen tales dones y tales dificultades”, explica. Desde una mirada astrológica, el cuento nos enseña que cada ciclo, cada acontecimiento tiene un momento preciso e inevitable en la vida. Y comenta: “El príncipe llega en el momento en que la protagonista tenía que conocerlo, porque ella tenía que tener esa experiencia. Los otros no pudieron llegar, pero porque no era el tiempo. Es el momento en que ella se puede enamorar y la posibilidad de enamorarse quiere decir abrirse a muchas otras cosas. Uno se enamora de alguien y probablemente no se enamora de ese alguien. Se enamora del efecto que
ese alguien produce en el alma de uno. Porque tenía que aprender a vislumbrar el amor. Después qué hace con eso es otra historia. Pero esoestaba ya dado. Cuando uno nace, tal día, tal hora, los números están hablando y de alguna forma dicen que a tal edad va a pasar tal cosa”. Para identificar los ciclos de la vida, la astrología es una herramienta precisa. Pero, primero, debemos partir de una premisa hermética (es decir relacionadas con Hermes Trismegisto, sabio egipcio que parece haber sentado las bases del ocultismo): “Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba”. Existe una correspondencia entre el micro y el macro cosmos, por eso entender lo que sucede en el cielo es entender lo que sucede en la tierra. En segundo lugar, debemos tomar la carta astral, es decir, la posición de los planetas en el momento del nacimiento de cada ser como un mapa. Por supuesto, el movimiento celeste es continuo y cíclico. A través de la matemática, se pueden determinar los ciclos vitales y ciertos acontecimientos ante las combinaciones celestes. Resulta entonces que, en el caos aparente de la vida, todo ocurre cuando tiene que pasar. Pero entonces, ¿tenemos un destino inevitable? ¿Qué lugar queda para el libre albedrío? “Es la discusión eterna”, suspira Zulema. “Yo creo que no hay diferencia. Cuando yo nazco traigo un montón de cosas previas, familiares, tal vez de otras vidas. Visto desde la física cuántica de otras dimensiones. Esas cosas hacen al destino. Si yo no tengo conciencia de los dones y de las dificultades que traigo, voy a seguir un camino hasta que aprenda de ellos. Si voy tomando conciencia puedo acelerar ese camino, pasar por alto algunas cosas. En realidad, el libre albedrío es muy poco. Es como vivimos las cosas que tenemos que vivir”. Quizás por eso mismo se puede considerar el manejo de un conocimiento esotérico como una forma de poder. Sin embargo, si hay ciencias ocultas no es porque su contenido deba ser secreto en función de que su ejercicio otorgue poder. Según Oskar Adler, un reconocido músico, médico y esotérico austríaco, lo que determina el carácter de oculto de una disciplina es el hecho de que la fuente cognoscitiva de ese saber provenga del misterio de la “interioridad” del propio ser humano. Solo al descubrirse esa fuente, se comienza a revelar una esfera del saber que en última instancia se basa en la premisa del “ser uno con todo lo que existe”. “Creo que el mundo es un entretejido, es un telar. Con un montón de cosas dibujadas. Lo que pasa es que hay un montón de cosas que no vemos”, me dice Zulema. Será cuestión entonces de aguzar la mirada hacia afuera, pero sobre todo hacia adentro
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es palabra
todo
divina
diálogos narrados
F
ederico es un rabino, bueno, estrictamente rabino, no; seminarista, pero no tiene la imagen prototípica de quien habla de dios a sus fieles. Es joven. Si se lo busca en internet incluso se lo puede encontrar haciendo covers de Luis Miguel. Eso lo humaniza. Lo vuelve cercano. Cuando habla de los misterios de su fe no duda, los conoce. Como todo rabino (o rabino en formación), maneja la miríada de preceptos y normas de una religión que ya era ancestral cuando Sócrates nacía. Y, sin embargo, no usa el tono de los decidores de verdad. Es un intérprete, “un buscador”, alguien que aprende, y enseña, a buscar la naturaleza de la creación en el sentido que hay oculto detrás de las palabras.
Nos recibe después de despedir a unos chicos en la escuela y comunidad Tel Aviv, en la Ciudad de Buenos Aires. Al entrar en la sinagoga, se disculpa por el desorden; hay sillas en todo el salón. “Aunque no parezca esto es un templo”, dice, “pero los chicos de primer grado estuvieron con un Sofer viendo cómo se transcribe la Torá”. Algo digno de ver.
Conversamos frente a un altar en el cual hay colgado un tapiz con el árbol de la vida, el Etz hajaim, uno de los signos más reconocibles de la práctica cabalística. La fonética correcta de הלבקes kabala pero el castellano es capichoso y lo escribe de otro modo: cábala. Federico, entonces, arranca haciendo un repaso rápido: “Cábala viene del verbo lecabel, en hebreo, que significa “recibir”, aquello que se recibe. Es una doctrina de pensamiento filosófico que surge en el siglo XII, al sur de Francia y España con el objetivo de tratar de entender por qué al pue-
la cábala en formato humano
gustavo zanella /
blo judío le pasaba lo que le pasaba”. En toda esa historia de persecuciones, el creyente lo que trata de hacer es preguntarle a Dios cómo cumplir su misión en este mundo como integrante del pueblo elegido. Aparece, entonces, una línea de pensamiento que intentaba escalar a nivel espiritual para conectarse con el creador y conseguir respuestas. A su vez, hay ya una línea de pensamiento místico girando en torno a los textos sagrados. Y, al mismo tiempo, hay una corriente demaestros conocidos como los baal shem o dueños del nombre, que, a través de los diferentes nombres de Dios, curaban a la gente. En la edad media, con todo eso detrás, surge la cábala. Pero Federico aclara que esta no es lo mismo que el misticismo. “La cábala, para ser diferente del pensaiento místico tradicional, tiene que tener tres cosas: teúrgia, es decir, la posibilidad de influir en la divinidad a través de distintas acciones; las diez sefirot o energías, con las cuales uno se puede ir elevando para llegar a la divinidad; y algún tipo de presencia femenina, como una de lasposibles manifestaciones de Dios”.
Sin embargo, la historia de las prácticas mistéricas no nos dice nada de lo que hacen y de lo que son. Entonces, el rabino, detalla: “La tradición cree que hay cuatro grandes niveles de interpretación del texto de La Torá, de la palabra divina: el lineal (lo que el texto dice tal cual); la doble intensión, lo que el texto sugiere; luego la explicación homilética; y, al final, está el Sod, el secreto, el nivel donde opera la cábala. Todos ellos constituyen el Pardes, el huerto, el lugar al que uno debería acceder luego de haber atravesado distintos niveles de aprendizaje. Ese último nivel de interpretación es hoy la cábala y se constituye como tal en el siglo XV en la tierra de Israel”.
Cuando preguntamos sobre qué significa la cábala para la espiritualidad judía, Federico cambia el registro y ya no es un historiador; se vuelve rabino y filósofo, predicador de su fe y guía. Dice que, para la tradición cabalística, Dios para crear el mundo, en su exceso de voluntad rebalsa de amor y crea la necesidad; se retrae a sí mismo y, en el espacio que deja, emana y crea, como una madre que retrae su propio cuerpo para alojar en sí misma a su creación. En ese momento de creación se están gestando dos energías con las cuales todo en el mundo funciona: la fuerza del dar y la fuerza del recibir. Lo que revela y lo que oculta. Y si uno logra reconocer en su propia vida cuándo tiene que dar y cuándo recibir entonces alcanzará algo parecido a la felicidad. No es un cincuenta y cincuenta, el justo medio aristotélico, sino un juego, una tensión. Si estamos dando todo el tiempo, el otro se asfixia, si nos retraemos todo el tiempo, hay un vacío. El manejo de esas energías es lo que enseña la cábala a través de distintos ejercicios. Federico habla de los vínculos de la matemática y las palabras, el valor de las letras en la interpretación de los textos sagrados, desde el fiat lux en adelante, como si todo lo que
deviniera a la existencia no fuese más que dios hablándole a la creación, creando realidad a través de una numerología cósmica que oculta, en el trazo, las energías que hacen del mundo lo que es.
Reconoce que no todas las corrientes dentro del judaísmo se vinculan a la cábala del mismo modo. Algunos la viven como experiencia personal, otros la respetan, otros simplemente se sirven de sus textos para ilustrar y embellecer, y hay quienes piensan que no aporta nada y que es una locura. Al no haber una estructura piramidal, como en el catolicismo, el abanico de posibilidades de expresar el judaísmo es mucho más grande. Por eso queda a criterio de cada maestro de cábala aceptar como iniciados a mujeres y jóvenes, a no judíos o, incluso, a judíos que no hayan completado la lectura de la torá y del talmud. Federico sorprende en ese punto. Él cree que todo es palabra divina y que es bueno utilizar todo lo que nos hace bien y aprenderlo y, mucho más aun, compartirlo. Incluso cuando le preguntamos su opinión sobre otras prácticas esotéricas, como el tarot, se desmarca de la ortodoxia y dice que hay un solo conocimiento y diferentes caminos místicos en la búsqueda de la divinidad que hay en nosotros. Lo ve positivo más allá de que adhiera o no a ellos. Pero aclara: “No veo bien cuando se utilizan esos conocimientos por personas que no están del todo preparadas para eso y detrás hay una búsqueda de gloria personal o económica, por eso hay que tener cuidado con los maestros que se eligen”. Los seres humanos, para él, venimos al mundo predeterminados (no predestinados) a conocer a Dios y queremos hacerlo porque Dios quiere conocerse a sí mismo a través de nosotros, por lo tanto todo camino que busque eso lo ve positivo, aunque no sea el camino que elija. De ahí lo de buscadores, pues el perfil del público de la cábala es el de aquellos que por la razón que fuera tratan de encontrarle sentido a cosas que les pasaron en la vida y, muchas veces, llevados por la banalización de lo new age llegan a una práctica que, por su complejidad, acaba decepcionando a algunos. Ante la ciencia, también se desmarca, ciencia y religión no se contradicen, responden preguntas diferentes: una va hacia el cómo y la otra hacia el para qué. Lejos de contradecir a la cábala, la ciencia enriquece su lectura, sus matices.
Le preguntamos por qué una práctica de hace mil años, surgida en una comunidad particular, todavía perdura en sociedades posindustriales y secularizadas, Federico sonríe y atina dos respuestas: la primera, porque aun brinda respuestas; la segunda, porque a pesar de los avances técnicos no hubo gran avance al nivel de valores. Y la cábala pretende no solo ya buscar a dios en uno, sino también desplegar una espiritualidad que nos ayude a buscarlo en el otro.
Terminamos. Nos despide. Nos vamos con una picazón que pincha en nuestra racionalidad. Con la sensación de que hay caminos antiguos que muchos buscan para ser felices. No los compartimos, y aun así, bien por ellos
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ciencia oscura
matices
el esoterismo en la historia de la razón
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efinitivamente hubo tiempos mejores en el vínculo entre ciencia y esoterismo, donde los representantes del mundo científico que incluían, en sus estudios, temáticas relacionadas con disciplinas que hoy se enmarcan dentro del ámbito místico no eran pocos. Lejos de plantearse la dicotomía ciencia contra fe, estos iniciados vivieron bajo un paradigma en el que estos dos mundos parecían menos irreconciliables. Por el contrario, los científicos buscaban integrar el conocimiento proveniente de ambas “realidades” y, desde allí, dar respuesta a preguntas de las más variadas. De acuerdo al reconocido historiador de la ciencia Alexandre Koyré: “La época del Renacimiento (siglo XV-XVI) fue la menos dotada de espíritu crítico que haya conocido el mundo. Es la época de las más burda y profunda superstición, una época en que la creencia en la magia y en la brujería se propagó de una manera prodigiosa”. Es en este contexto en el que el genio Leonardo Da Vinci desarrolló sus variados talentos. Ícono indiscutible del Renacimiento, modelo del uomo universale, Leonardo es reconocido mundialmente por ser uno de los pintores más innovadores de la historia, aunque apenas conocemos alrededor de veinte de sus obras. El padre de la Gioconda también tuvo un prolífico trabajo como investigador aunque su costado más innovador no fue tan valorado en su momento como él pretendía. El filósofo natural italiano (el término “científico” se acuñó hacia 1840), estudió física, anatomía humana, botánica y geología, a la vez que imaginó lo que podrían ser los antecesores del paracaídas, helicóptero y submarino. No obstante, este inventor e ingeniero visionario ha sido históricamente relacionado con el misticismo. Su vida está rodeada de historias que incluyen conspiraciones, doctrina alquímica y sociedades secretas. Leonardo, místico pero no tanto La obra de Leonardo está cubierta por un aura misteriosa, acaso promovida por el genio, o bien por los numerosos best sellers que lo involucran. Aún hoy se conservan miles de páginas de sus cuadernos, muchos de ellos plagados de dibujos con textos crípticos, entre ellos fragmentos escritos de tal forma que solo pueden ser
leídos con un espejo. Hay numerosas elucubraciones respecto del origen de sus inventos vanguardistas, incluso se ha llegado a sugerir que fueron inspirados por visiones futuristas. No son pocos los que sospechan que su obra artística está repleta de mensajes encriptados que van desde iniciales misteriosas en las pupilas de la Mona Lisa hasta evidencia oculta de la existencia de descendientes de María Magdalena y Cristo en la obra La última cena. En el período renacentista, florecen los estudiosos de la naturaleza y comienza a gestarse lo que lo que muchos historiadores de la ciencia y epistemólogos llamaron la “Revolución científica”. Este proceso, que abarca del siglo XV al XVII, significó el reemplazo del paradigma vigente, sostenido en la cosmovisión de Aristóteles y en la autoridad de la Iglesia a través de las Escrituras, por aquel que sentó las bases conceptuales y la manera de hacer lo que hoy entendemos por “ciencia moderna”. Sin embargo, la Revolución científica no estuvo exenta de místicos, o al menos, de aquellos que temían ser señalados como tales por sus ideas disruptivas, incluso algunos fueron acusados y castigados por herejes.
Tycho Y Nico En ese entonces, los exploradores necesitaban más datos astronómicos para poder guiarse en sus viajes hacia territorios inexplorados a la vez que había interés eclesiástico por generar calendarios más exactos. Esto revalorizó el rol de los astrónomos y contribuyó a la profesionalización de la especialidad. Copérnico, Tycho Brahe, Kepler y Galileo se destacaron dentro de este grupo de investigadores y sentaron las bases de la nueva visión del universo que aún se encuentra vigente en la actualidad. Uno de los elementos iniciadores de este cambio fue sin duda el abandono del sistema geocéntrico y estático aristotélicoptolomeico (el universo no cambia y la Tierra inmóvil es su centro) por un sistema donde los planetas giran alrededor del Sol (sistema heliocéntrico). Copérnico empieza a imaginar esta organización celeste en abierta contradicción con las Sagradas Escrituras, y lo da a conocer a su círculo íntimo. Uno de sus conocidos, el teólogo y editor alemán Andreas Ossiander, advierte del peligro y sin consentimiento del astrónomo polaco agrega un prefacio a su
obra: “Sobre la revolución de las esferas celestes”, antes de su publicación en 1543. La primera edición cuenta con una larga introducción donde dedica el libro al Papa Pablo III y explica que el modelo solo busca ser una herramienta matemática para poder predecir con mayor precisión el movimiento de los planetas, pero que de ninguna manera buscaba reflejar la realidad física. Tras la muerte de Copérnico, su libro se popularizó en Europa y, más allá de los esfuerzos, en 1616 la Iglesia lo declaró herético y lo incluyó en la lista de libros prohibidos hasta 1835. En tiempos de Copérnico no había una clara distinción entre la astronomía y la astrología. Mientras que aún existen dudas sobre si el científico polaco practicaba esta disciplina, la historia retrata a Tycho Brahe como a un astrónomo y astrólogo experto que creía que los planetas influían sobre algunos fenómenos terrestres y que también practicaba la alquimia. Brahe contribuyó a la Revolución Científica recabando datos astronómicos minuciosos en un estudio incansable y sistemático del cielo, para el que no contaba con telescopio. El resultado fue un completo inventario de astros y la medición de la duración de un año con tan solo un segundo de error. Aunque no comulgaba con toda la amplia gama de sistemas astrológicos existentes y promulgaba un estudio más matemático del tema, dos de sus primeros trabajos se referían a la astrología. Al morir su primer mecenas, el astrónomo danés se incorpora en la corte del emperador Rodolfo II de Praga, un apasionado de la astrología que le ofrece un observatorio y un castillo. Allí se dedica a los estudios astronómicos a la vez que analiza cartas astrales y predice el futuro de los nobles. Algunos dicen que sus observaciones exhaustivas estaban ligadas a su interés por mejorar su poder de interpretación astrológica de acontecimientos como la aparición de un cometa o de una supernova, otros creen que Brahe se dedicaba a la astrología meramente para contentar a sus mecenas.
Juancho, no todo es perfecto En 1600, otro protagonista de la Revolución científica comienza a colaborar con Tycho. Al contrario que su maestro, Johannes Kepler compartía la cosmología heliocéntrica de Copérnico por lo que formula que los planetas, atraídos por una fuerza del sol (anima motrix), se movían a
su alrededor. Sin embargo, plantea que lo hacían siguiendo órbitas elípticas, idea innovadora ya que no se concebía la posibilidad que los planetas girasen siguiendo un patrón diferente del perfecto círculo (órbitas circulares) tan valorado en el Renacimiento. Además de astrónomo, Kepler estudiaba la astrología y la ejercía, aunque tenía una postura ambigua sobre ella. Se dedicó a analizar las cartas natales de ricos, produjo almanaques con reseñas astrológicas, conectó el ciclo de las mareas con los nodos lunares (elemento astrológico) y hasta cobró fama porque predijo una rebelión campesina, un ataque de los turcos y un invierno helado. Entre los distintos escritos, el interés de Kepler por la astrología quedó plasmado en dos cartas que envió a uno de sus mentores, donde analizaba las cartas astrales de su familia y las posibles causas astrológicas de la muerte de su hijo, y en un ensayo autobiográfico, donde analizaba minuciosamente su carta natal. No obstante, en tiempos crecientes de racionalismo y probablemente motivado por temor a ser juzgado por sus pares, el astrónomo alemán se pronunció crítico a los astrólogos demagogos o superficiales del momento y propuso una reforma en la materia en la búsqueda de fundamentos matemáticos más sólidos. Comenzó a cuestionar conceptos astrológicos básicos como la división de la bóveda celeste en doce signos iguales, la asignación de ciertos planetas como regentes de algunos signos (no se conocían aún Neptuno, Urano ni Plutón) y el sistema de casas que se usaba para las cartas astrales. Asimismo, exaltó el análisis de los “aspectos” o ángulos críticos entre planetas (oposición, trígono, cuadratura, etc.), y los consideró análogos a los intervalos musicales (octava, quinta, cuarta, respectivamente).
Galileo, el único con ese nombre La Revolución científica encuentra su mayor exponente en el científico italiano Galileo Galilei. El “padre de la astronomía moderna” fue el primero en utilizar el telescopio para estudiar el cielo, aunque no en inventarlo, como se cree. Descubrió los anillos de Saturno, las lunas de Júpiter (no todo gira alrededor de la Tierra), las manchas solares y el paisaje lunar, lleno de montañas y cráteres, lo que, al igual que las órbitas elípticas de Kepler, desafiaba el
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matices
“Cuando la vida de un ser humano comienza, cuando tiene ya su propia vida y no puede seguir permaneciendo en el vientre materno, recibe entonces un carácter y una impresión de todas las configuraciones celestes [...], que conservará hasta la tumba”.
Johannes Kepler, Tertius Interveniens, 1610.
“Newton no fue el iniciador de la edad de la razón. Fue el último de los magos, el último babilonio y sumerio, la última gran mente que miró al mundo de lo visible y del intelecto con idénticos ojos que aquellos que iniciaron la edificación de nuestra herencia intelectual hace 10.000 años”. luján burckhardt/ concepto aristotélico de perfección que implicaba que los astros deberían ser esféricos. Su observación de las fases de Venus, similares a las de la Luna (creciente, menguante, etc.), fue una evidencia empírica indiscutible de la veracidad del sistema heliocéntrico copernicano. Más allá de sus hallazgos en física y astronomía, su aporte más valioso a la modernidad fue la introducción del método científico basado en la observación de hechos, de los que surgen hipótesis que se contrastan con experimentos bajo condiciones controladas y reproducibles, y cuyos resultados dan lugar a leyes matemáticas universalmente válidas. Esta aproximación, claramente alejada de las verdades indiscutibles reveladas en las Sagradas Escrituras y de las especulaciones aristotélicas en las que se basaban muchos estudiosos de esos tiempos, le valió poderosos enemigos como la Iglesia católica. Aunque en 1616 había sido advertido por popularizar las ideas copernicanas opuestas a la Biblia, en 1632 Galileo publicó “Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo”, donde exponía su visión heliocéntrica del universo. Por esta razón, al año siguiente fue llamado a comparecer ante la Inquisición en Roma. Luego de un largo y humillante juicio, se lo halló culpable de herejía y fue condenado a arresto domiciliario perpetuo y a que se quemen todos sus libros. La leyenda cuenta que, aunque en retractación pública negó la teoría de Copérnico de rodillas, por lo bajo también pronunció: «Eppur si muove» («Y sin embargo se mueve», refiriéndose al movimiento de la Tierra alrededor del Sol). Suena esperable, aunque irónico, que aquel que marca por primera vez en la historia la necesidad de separar la actividad científica de la fe, que puso punto final al vínculo entre la ciencia y el misticismo tan populares en el Renacimiento, haya sido condenado como hereje. Galileo pasó sus últimos años confinado a su villa de Acetri, donde murió ciego en compañía de su hija y sus discípulos. Cuatro siglos más tarde, la Iglesia admite su errada decisión.
Issac, el de la manzana La Revolución Científica culmina en el siglo XVII con el trabajo de uno de los grandes genios de la historia, Isaac Newton. Este físico inglés adquirió notoriedad por su teoría sobre la naturaleza de la luz y los colores, y describió los principios fundacionales de la física clásica, entre ellos la ley de gravedad universal (se dice que inspirada al caerle una manzana en la cabeza) y las tres leyes de la dinámica (inercia, interacción y acciónreacción). Dichas leyes fueron las primeras demostraciones matemáticas de la existencia de una fuerza de atracción ejercida por el sol sobre los planetas que los obligaba a girar elípticamente. Por esta gran labor, es consagrado como primer científico en Reino Unido con el título de caballero. Paradójicamente, en 1930 se descubren una gran cantidad de escritos enfocados en temas como teología y alquimia. De esta forma se revela un perfil místico, fuertemente atravesado por el esoterismo, un desliz fuera del mundo racional. Newton fue ferviente estudioso de la
John Keynes, economista que en 1936 adquirió gran parte de los escritos esotéricos de Newton.
Biblia, estaba convencido de que encerraba la respuesta a grandes secretos universales. De sus análisis deduce conceptos muy diversos, como la estructura del templo del Rey Salomón, el advenimiento del apocalipsis hacia el 2060, y la inexistencia de la “Santísima Trinidad”, lo que lo enfrenta a la Iglesia católica y, a pesar de su prestigio como científico, le impide ser el director del instituto donde investigaba, el Trinity College de la Universidad de Cambridge. Dios es una pieza clave en su ontología, aquel que está presente en cada átomo del cosmos, que establece y mantiene las leyes del mundo físico. Así, cuando le consultan por qué si todos los cuerpos con materia se atraen, las estrellas parecen fijas en el cielo, él responde que es Dios quien las mantiene en su lugar. Con el mismo interés que desarrolla sus teorías de cálculo infinitesimal y física mecánica, Newton estudia alquimia, disciplina popular, pero ilegal para la época. Bajo el pseudónimo de Ieova Sanctus Unus (Jehová Santo único, anagrama de su nombre en latín que declara su lema anti-trinitario) publica manuscritos sobre el tema. En su laboratorio casero, lleva a cabo experimentos de trasmutación de metales con sustancias desconocidas y en su mayoría tóxicas, algunas a las que bautiza como “el león verde” o Júpiter. En 1979, análisis realizados sobre el cabello del físico revelan que padecía de un fuerte envenenamiento con mercurio, uno de los siete “metales planetarios” de la alquimia. Por tanto se interpreta que la presencia de este componente neurotóxico podría ser la causa de sus ataques de depresión y arranques de paranoia, e incluso de una gran crisis emocional antes adjudicada a mal de amores. No obstante, muere longevo, a los 84 años, en Londres. Albert, un peine ya En la actualidad, la ciencia y la fe aún se mantienen esencialmente separadas, aunque algunos hayan visto, por ejemplo en la física cuántica, la posibilidad de explicar ciertos fenómenos del tipo esotérico-místico. Ambas conviven en el seno de muchas personas, y no necesariamente en conflicto, simplemente pretenden explicar aspectos distintos de la “realidad” de acuerdo esta sea definida por su usuario. Albert Einstein fue un ejemplo de esta convivencia. Declarado agnóstico, descartaba el ateísmo y proclamaba que creía en un Dios panteísta, motivado por sentido profundo de misterio y asombro, y no, en uno centrado en el castigo o la necesidad de compañía. El científico alemán responsable de la segunda Revolución científica reflexiona: “No tendría que haber conflicto entre la religión y la ciencia, pues la ciencia sólo puede afirmar lo que es, más no lo que debiera ser,
y fuera de su ámbito son necesarios juicios de valor de todo tipo. La religión, por lo demás, enfoca sólo valoraciones de pensamientos y acciones humanas: no puede hablar, esto es claro, de datos y relaciones entre datos”. ¿Será posible poder definir tan claramente el límite entre ambas o bien quedan aún, en algunos de nosotros, resabios de aquella manera que tenían los filósofos naturalistas del Renacimiento de aproximarse al mundo?
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oscuridades
Inanna
sobre el vuelo de las brujas y la construcción de arquetipos sexuales abyectos
y el fruto prohibido
rodrigo cabrera pertusatti /
En la literatura mesopotámica, la figura de Inanna aparece como el arquetipo por antonomasia de lo femenino, a la que se le atribuyen aspectos regenerativos, como el sexo, y aniquiladores, como la guerra y la muerte. En este sentido, la divinidad se presentaba como la alegoría por antonomasia de lo abyecto, cuya representación negativa fue recogida por la tradición bíblica a través de la figura de Lilith y posteriormente sirvió para construir el arquetipo diabólico de la bruja de la temprana modernidad.
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l cuerpo de Inanna: sexo, muerte y alimentación en Mesopotamia Lo escatológico se presenta como uno de los grandes tópicos tratados en la literatura de la antigua Mesopotamia (escrita en lengua sumeria y en acadia), donde la vida se asocia a la manipulación de los entes sagrados que gobiernan el cosmos, los “me” (“potencias divinas”, en sumerio), y su carencia es interpretada como sinónimo de muerte. Los estos son mencionados solo en la literatura y algunos estudiosos los han vinculado con la idea de “alma” de la tradición judeocristiana. Por ejemplo, en el poema sumerio conocido como El descenso de Inanna al Inframundo, la muerte de la diosa de la guerra y la sexualidad se produce cuando es despojada de todos los “me” y su reintegración a la comunidad de los vivos está conectada con el acceso a ofrendas de agua y alimentos que le proporcionan dos personajes del mito, llamados kurgara y galatura, sacerdotes eunucos ligados al culto de la deidad. La figura de Inanna es paradójica y multifacética, y su descripción coincide con el retrato arquetípico del Dionisos que Friedrich Nietzsche supo plasmar locuazmente en su obra El origen de la tragedia o Grecia y el pesimismo (1870-1872). Etimológicamente, su nombre significa “Señora del Cielo” y, para los sumerios, Inanna era una diosa guerrera a la que se le habían dedicado diversas construcciones monumentales, como el famoso templo de la ciudad de Uruk, así como un sinfín de inscripciones conmemorativas, donde se la representa como un personaje destructivo y sediento de sexo. De alguna manera, Inanna personificaba la sexualidad, lo pasional, lo más irracional e iracundo sobre la faz de la tierra, así como también era la expresión per se de la guerra, una actividad por antonomasia conectada con la muerte. A pesar de este perfil irascible e incontrolable que ofrece la literatura sumeria sobre la divinidad, Inanna también estaba relacionada a la monarquía y, por consiguiente, al orden social, como evidencia la celebración ritual del “matrimonio sagrado”, en el que el gobernante se transformaba en el esposo divino de la diosa. El compañero sexual de Inanna y además su víctima mítica por excelencia es Dumuzi, una divinidad enlazada a los pastores, el cual era evocado por el rey en su rol ritualista. La hermana y contraparte en el mundo de los muertos de Inanna es
Ereshkigal, la “Señora del Inframundo”, con la que comparten diversos rasgos en común. A propósito, el texto bíblico recoge y sintetiza la metáfora ceremonial del matrimonio sagrado a través de los paisajes del Edén, en los cuales Eva invita a Adán a comer del fruto prohibido del árbol de la sabiduría. Sin embargo, detrás del árbol -que en la mitología mesopotámica recibe diversas connotaciones- se sintetiza la capacidad ordenadora de Inanna como manipuladora de los “me”. Ante una Inanna que tienta a Dumuzi con su vulva y lo incita a tener sexo, está Eva que induce a Adán a comer del fruto prohibido. Sin embargo, La Biblia invisibiliza a “otra” mujer o, quizás, los compiladores del texto bíblico la extirparon de la tradición. Su nombre es Lilith, del hebreo “noche”, y al igual que Ereshkigal merodea el Inframundo y recibe a los muertos. Su única mención en La Biblia la encontramos en Isaías 34:14: “Y las bestias monteses se encontrarán con los gatos cervales, y el peludo gritará a su compañero: la lamia [Lilith] también tendrá allí asiento, y hallará para sí reposo”.
Lilith también se vinculaba con las diosas mesopotámicas Lilitu y Ardat Lili, dos seres femeninos malignos, a los cuales se les tenía especial estima. Sin embargo, La Biblia muestra a Lilith como la primera esposa de Adán, pero relacionada al adulterio y a la fornicación solo por placer. No es fortuito que la posteridad haya ocultado e
invisibilizado esta imagen de la mujer, que durante la temprana modernidad se asoció a los arquetipos de la bruja y el demonio. La Lilith bíblica tiene diversos paralelos con la Inanna sumeria, sobre todo por su pulsión sexual desmedida, aunque como Ereshkigal aparezca como la “Señora de la Noche”. En cuanto a la efigie de Inanna en la literatura mesopotámica, el famoso poema que narra el periplo hacia el mundo de los muertos, le otorga una imagen armoniosa al manipular los “me” y estar ataviada con sus ropajes ceremoniales. En su tránsito por los siete portales del Inframundo o Kurnigia, la “Tierra del no retorno”, Inanna es obligada a desnudarse, simbolizando así su agonía y posterior expiración. La necesidad de despojar a Inanna de sus atributos se conecta con el deseo de destruir el cuerpo sagrado y magnificente de la diosa, eliminar su potencialidad divina, su aterradora imagen y sojuzgarla. La poetisa, la muerte y el vuelo de las brujas La literatura mesopotámica fue compilada por distintas escuelas de escribas, que se encargaron una y otra vez
de reproducir la ideología de la elite dominante. Asimismo, el fenómeno de la autoría se manifiesta como algo anómalo, pero, sin embargo, Enheduanna “firmaba” sus obras, la cual figuraba no solo como suma sacerdotisa del dios lunar Nanna, sino también como la primera autora en la historia mesopotámica. A ella, se le atribuye la composición de
diversas piezas, especialmente el conocido Himno a Inanna y el poema La exaltación de Inanna, ambas en honor a la diosa de la guerra y la sexualidad. A propósito, en el primero de los textos, Inanna es vinculada expresamente con la noción de “muerte” (nam-ush), así como con la pestilencia y la destrucción. Por ejemplo, en un poema cuyo nombre es La canción de la azada -instrumento que no era simplemente empleado en las actividades agrícolas, sino que, además, servía para enterrar a los muertos-, Inanna se enlaza con el accionar de la herramienta. El texto reza: “En la ciudad de Zabalam, la azada es el trabajador de Inanna. Determinó el destino de la azada con su lapislázuli” (líneas 52-53). Por otra parte, entre las líneas 39-48 del Himno a Inanna, Enheduanna resalta el rol destructivo de la divinidad, afirmando que: “la persona que coma la comida y la leche de la muerte de Inanna no perdurará […] en su boca… en su alegre corazón, ella realiza el canto de la muerte sobre la llanura. Ella canta la canción de su corazón. Lava sus armas con sangre y pus…”. En este sentido, la descripción que procura el texto anterior posee notables analogías con otros poemas de la época, donde predominan los aspectos tremendos de la diosa, frente a otras composiciones, donde se manifiesta multifacéticamente como en el ya mencionado El Inanna al descenso de Inframundo. Enheduanna realizó una apología literaria de un personaje abyecto, que no solo encarnaba la potencia vivificadora de la vida y la pulsión sexual, como se expresaba a través de la idea de “me”, sino también la muerte y la destrucción, la enfermedad y el terror. La poetisa retrató así los aspectos mortíferos de Inanna y le puso su propio sello y, de alguna manera, se legitimó exaltándolos. En cambio, La Biblia trató de velar, execrar o deslegitimar cualquier imagen pestilente asociada a lo femenino. Así, como Lilith desapareció volando de al lado de Adán y se fue a vivir en una cueva cerca del Mar Rojo para tener sexo con demonios, las consideradas brujas por la Inquisición -los súcubos que surcaban las alturas por las noches para “tentar” a los varonesatravesaban con sus escobas los cielos, pero pagaron con su cuerpo por tanta inmoralidad sexual y se las hizo desaparecer al calor de la cruz y la espada.
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meditaciones
¿Prácticas auténticas o traducciones latinoamericanas?
Los sentidos de nuestras prácticas en el mundo no se definen de una vez y para siempre y no calan de igual manera en las diferentes clases sociales. El yoga y el budismo en nuestra región conviven con la armonía y el conflicto, dos versiones de lo humano y de la política en tensión.
L
uego de haber investigado diversas disciplinas físicas como Artes Marciales y Danza Contemporánea, conocí el yoga en Colombia, hace quince años. Y hace siete, tuve mis primeros acercamientos al budismo, en el cual buscaba técnicas para fortalecer mi atención y trabajar más sutilmente con mi respiración. Ambas prácticas me llevaron más allá de lo que esperaba de ellas; quiero decir, más allá de mis prejuicios sobre el sentido de ellas y de la manera en que podía integrarlas en mi vida. Este artículo trata precisamente de estos prejuicios (no necesariamente negativos) que nos permiten acceder a cierta dimensión de aquello que se nos presenta como “lo otro”: lo oriental, lo misterioso, lo esotérico, la paz, la unidad… Pero también intenta plantear lo problemático de algunas maneras en que asumimos y nos apropiamos de “esto otro”, en las que es posible omitir el carácter conflictivo de nuestras sociedades. Junto con un grupo de colegas hace un año y medio que ofrecemos un taller de yoga y meditación en la Villa 31, CABA, en el marco de las actividades que la Parroquia Cristo Obrero ofrece a la comunidad. En nuestra primera reunión, a la que asistieron ocho mujeres, les preguntamos qué conocían del yoga, tres de ellas nos dijeron: “El yoga es lo que mi patrona hace”. Sabemos que este tipo de prácticas han entrado en los sectores sociales más pudientes de nuestra sociedad; pero en ese momento se hizo patente el malestar de encontrarnos en un lugar tan ajeno a la realidad que se nos presentaba en ese momento. En una oportunidad cenaba con colegas en un restaurante vegetariano de Buenos Aires; al lado de la caja registradora, tenían una estatua de Buda que flotaba sobre agua y sostenía una fuente. Yo me quedé mirándola y les dije: “Para una religión que se jacta de exponer como fundamento que lo primero y principal es reconocer las causas del sufrimiento, resulta extraño un Buda, chorreando agua en una fuentecita, como dando la sensación de que todo anda bien y todo está en paz. En contraste, sería imposible poner la figura de un Cristo ensangrentado chorreando sangre por sus costillas al lado de la caja registradora en un restaurante cheto de Buenos Aires”; una de mis colegas me respondió: “Lo que pasa es que los budistas somos vegetarianos”. Estos dos eventos (de la vida real) me hacen reflexionar sobre la manera en que prácticas como el yoga y el budismo han sido traducidas e incorporadas en ciertos grupos de nuestras sociedades latinoamericanas. Tanto el yoga como el budismo nos permiten mirarnos a nosotros mismos y, tal como en un espejo, encontramos el reflejo de nuestros anhelos, potenciales y miserias. Ahora bien, ¿qué imagen nos devuelve nuestra precepción de lo que es el budismo y el yoga? Estableceré ciertos rasgos generales con el previo aviso de que no podemos hablar de una sola recepción del budismo y menos aún de un “budismo original” así como tampoco de un yoga auténtico. En un cartel donde aparecían chicas delgadas, en bikini, bañándose en un jacuzzi, se invitaba a los habitantes de Buenos Aires a pasar una temporada de primavera en Mendoza. El título de la campaña es “MendoZen”. Lo que parece querer transmitir el anuncio es un estado de relajación, de placer de los sentidos, donde te invita a “ser vos mismo”, a percibir un “instante zen que te reconecta”. El video publicitario termina con un cool: “¡Tan
juan pablo restrepó /
Mendozen!”. El zen, para esta agencia publicitaria, parece ser una manera de disfrutar la existencia de quienes pueden costearse ir a los viñedos y a meterse en jacuzzis. Una manera de vivir el instante presente, bastante caro y exclusivo, por cierto. Para los que hemos practicado Zen, esta percepción llama al menos la atención, si es que no termina en rechazo. Para quienes participamos de Seshines (retiros zen donde se medita diez horas diarias), el zen puede ser cualquier cosa menos lo que invita el anuncio. Por otro lado, lo que llamamos en el Budismo “la Primera Noble Verdad”, que fue el primer discurso de Buda después del acontecimiento que marca su despertar o iluminación, es una invitación a adentrarnos en el sufrimiento, a investigar sus causas. La imagen del zen que muestra el anuncio es casi lo opuesto del zen y del budismo mismo. El budismo, el zen y el yoga parecen brindar un cierto “reencantamiento” del mundo. Juan Manuel Cincunegui, director del instituto Mente, Vida y Sociedad, me recordaba que, a partir del siglo XVIII, hay una especie de desencantamiento y de desvinculación de los individuos con su cosmos. Las visiones premodernas dan paso al ideal científico-racional (al menos en ciertos sectores de Europa). Junto a este proceso de desencantamiento se da el malestar propio de quien mira un mundo concebido
mecánicamente y dice: “¿Es esto todo lo que hay?”. En el siglo XX, hay una especie de explosión de prácticas y de sistemas de creencias que eran antes desconocidos o rechazados en Occidente, diversas maneras de lo que podemos considerar un reencantamiento del mundo. Este acontecimiento indica nuestra situación actual en la cual tenemos diversas “nociones de plenitud” a disposición. Es por ello que sentimos que el “mercado espiritual” se ha ampliado. La matriz de creencia y no creencia, para un sector de la sociedad, nos invita a asumir nuestras nociones de plenitud, ya no condicionados por la tradición familiar o nacional, sino por lo que “resuena con el propio interior”. Aquí pareciera que se juega lo que Taylor denomina una “ética de la autenticidad”, y donde esta interpretación del yoga/ budismo, como técnicas de bienestar, resuena en las fibras de algunos de nosotros. Es pues en la esfera de las “técnicas para sentirnos bien” donde se juega cierta comprensión de las prácticas que hemos venido comentando. Una amiga me decía que lo que más le molestaba del yoga era esta prevención ante el conflicto. Sus amigas yoguinis, decía ella, siempre que necesitaban putear cerraban los ojos y respiraban. Sus palabras me causaron una gran carcajada porque veo que este cliché se repite en todos los que alguna vez hemos hecho yoga o meditación. Si el “sentirse bien” es el ideal de relación con uno mismo, la ausencia de conflicto y la estabilidad de la unidad y la armonía vendrían a ser el correspondiente a nivel interpersonal. Pero aquí aparece algo problemático: si el conflicto se resuelve simplemente diciendo que todo depende de la perspectiva de donde se mire o que todos somos uno, tenemos entonces una ausencia de espacio público en el cual podamos debatir. Esta actitud neutra-liza cualquier tipo de discusión en torno a los temas en que se nos juega la vida, y quedan sumidos en un espacio aséptico, libre de asperezas. Allí se presenta un miedo al disenso, a la diferencia, lo cual nos vuelve a replegar en nuestra actividad netamente privada. Si vamos un poco más allá, esta neutralización del conflicto puede convertirse en estrategia donde, con palabras de Peter Cappussoto, le decimos a los pobres: “Encuentren su luz interior porque para ustedes todo es oscuridad”. En defensa del budismo, podríamos decir que no ha sido esta la manera en que se ha comprendido su práctica a lo largo de dos mil quinientos años. Si algo cuestiona el budismo, como me lo recordaba Juan Manuel Cincunegui, es esta división privado/ público. Si algo pone en cuestión el budismo es la existencia de un “yo” separado, atomizado. La realización podría ser vislumbrada como una total apertura, de corazón y de mente hacia lo que es, lo real. Qué diferente y opuesta de la propaganda Mendozen es esta comprensión de Dogen, fundador del Zen en Japón: “Estudiar el camino de buda es estudiarse a sí mismo. Estudiarse a sí mismo es olvidarse de uno mismo. Olvidarse de uno mismo es ser reconocido e iluminado por todos los dharmas. Ser testificado por todos los dharmas es abandonar el cuerpo y la mente propios, como cuerpo y mente de otro, es ver desaparecer toda huella de despertar y hacer nacer el incesante despertar sin huellas”
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aquelarre visual
C
aminemos entonces con el fuego. Permítasenos un recorrido apolíneo, abracemos esa política bruja del culto al Sol, dejémonos cautivar por la llama viva, por la visión permanente de la mutación que resulta de las tormentas magnéticas, por los polos cohabitados por explosiones de un calor agobiante.
Como es Arriba es Abajo Pero debe tenerse en cuenta que la forma esencial puede originarse en la materia sólo a traves de un efecto accidental, no por la virtud de la forma en sí misma, sino por la virtud de otra sustancia real, ya sea el Fuego u otro principio accidental de calor. Splendor Solis, pág. 18 (trad. G. Méndez).
Fire walk with me… Esta frase, este mantra leit motiv de la vibración permanente encendida de Laura (un personaje apasionado) siendo acosada por Bob (casi como Drácula atrae a Mina), desde otra dimensión con el llamado permanente de la posesión o de la encarnación de un elemento etéreo, incorpóreo, esotérico y que figura en presencia en las obras de todas las artes, la boda alquímica, la reunión de dos elementos que no estaban en contacto físico, pero se imponían desde un libre virtual, desde una imagen espejada, doble: el núcleo separado. En alquimia existen diferentes procesos que recrean lo que ocurre en la naturaleza con el tiempo o con un poco de ayuda de algún fuego. Se separa y se vuelve a juntar, es el inhalar y exhalar de la materia toda, es el movimiento unificado de todo el espacio.
Fire walk with me… Se destila/ separa, se indetermina cada vez más la materia, para asemejarla a su “creador”, las alturas del ein sof aur –lo absolutamente indeterminado en el árbol de la vida–). Se cohoba (volver a juntar) para indeterminar gradualmente a un personaje: “Sacarlo de sí” Dejarlo en percepción extática, en el goteo de éxtasis de unos pies que casi tocan el agua o ya se ahogaron por completo en una ola. La gota de sudor que no cae, el tiempo, detenido en el recorrido de una duración o un recurso tan sutil como la ausencia del sonido total. El perfecto silencio de acceso al éxtasis. Toda imagen depende del ojo, de la cámara-movimiento. Los misterios, los arquetipos, las imágenes del reloj, el tiempo, el viejo, lo que tarda o la hoja, que sola se mueve en un árbol y el viento la vuela, yacen siempre juntos en memoria colectiva. Son por detrás o por debajo, anteriores o fuera de campo. Siempre y desde siempre reciben los mismos tratamientos: la percepción de la permanencia y la ilusión de su propiedad estática se ven amenazadas por el reborde pulsante, más erótico, desplegable del experimento, de poner a prueba la percepción a través del ritual, de la sustancia, de la alteración consciente. El cine es un arte de cualidades y de capacidades esotéricas, no se relaciona con, no habla de, es devenir-magia, es un devenir alquímico en sus procesos más básicos; está en la naturaleza, se comporta como ella, administra sus arquetipos y distribuye sentido. El sentido ya existente de un pájaro que sale del fuego o de una mujer que llora y su lágrima es un tsunami asesino en una costa errática.
Fire walks Ilusión siempre tersa de los sentidos, desafiante de los límites del territorio de lo real, cerca de la meditación, del sueño, del sujeto profundamente dormido (tal como aparece en el Mutus Liber ─el libro mudo de la alquimia─), quien renueva el sueño profético por estar a merced de la naturaleza. No hay cine sin magia, sin esoterismo y hermetismo o profundidad metalingüística; no hay cine sin creencia, sin signo mutable, si no se permite como existencia otro plano de determinación (o de indeterminación).
Camino a la piedra de plata Aquellos que imitan la naturaleza, no deben usar Mercurio solamente, sino Mercurio mezclado con Azufre, pero no el Mercurio y el Azufre comunes, sino sólo
aquellos que la propia Naturaleza ha mezclado, bien preparada y decoccionada en un fluido dulce. En tal Mercurio la naturaleza ha comenzado con la acción primaria y terminó en una naturaleza metálica, habiendo hecho así su parte, dejando el resto para que el arte complete su trabajo, en una piedra filosofal perfecta.1
Habremos oído hablar de “la piedra filosofal”, uno de los objetivos comunes de la producción alquímica. Esta se consigue en un doble movimiento respiratorio-maquinal, la alquimia busca volver a la fuente de la materia, recuperar esencialmente su contenido. En este movimiento de separar y juntar, de repeler y atraer, de virtualizar y actualizar, hay un cine que es reflejo-maquínico, máquinaenvoltorio, territorio de lo moviente entornado, encerrado y liberador. Lo sostiene la única cualidad doble de su propia materialidad. Lo deja surgir un incendio en la Luna, como si marcáramos con un ritual: el fuego de la plata. El haluro (material componente de un negativo) es condición de posibilidad de las capas de color, le permite al celuloide “tener” y “disponer” de una imagen, tallar la disposición cristalina, y cristalizante, de la película. Cristales que serán destruidos por el mercurio libre para reconstituirse en función creadora, condición de posibilidad de la existencia de una nueva forma. El terreno de la posibilidad toda, de la cualidad inmanente de aparecer allí, es el negativo antes de imprimir y esperando el agraviante fuego del sol que va a hacer un corte en el hilo de plata2 para dejar al sujeto perceptivo en una evidente indiscernibilidad. Perdido, nublado, inflamado en una nube evanescente. En Mullholand Drive de David Lynch, los personajes viven diferentes vidas, constituyen diferentes seres en múltiples realidades, sin más necesidad que una llave, una modificación patente del rostro, una desterritorialización desrostrificante, en favor del espiral de la conectividad de los espacios, transmutando cada significado, rostro, aparición maquinal del cuerpo sin órganos, de cada Imagen-afección, de cada par de entidades creadas al mismo tiempo por la existencia patente del registro de la cámara. Separar el rostro y volver a identificarlo en un nuevo estrato es exactamente el tipo de operación más patente de la alquimia de las imágenes. La transformación de un rostro en otro, de una realidad en otra, del silencio del simulacro en un teatro de la variedad sin la varieté. Ella canta tras su voz, que no le pertenece, pues no hay banda. No hay orquesta. Hay destilar la voz, obtener un virtual y cohobarlo con su nuevo actual. Recrear un tiempo liminar, estallado pero que respira, separa y junta, extrae y recupera. Hay una caja azul. No hay Deus ex machina o destino del héroe, hay pura operatividad: cada cristalización manifiesta atrae un mercurio (solvente) que la destruye y la devuelve al flujo: no hay centro de poder, hay flujo desterritorializante, poder abrasivo de las realidades circundantes de la oniria. Cada imagen-afección, de cada par de entidades creadas al mismo tiempo por la existencia patente del registro de la cámara es una operación de la infatigable obra que subyace a toda obra de arte, pero que, en el cine, es su perfecto espejo, su más nítido reflejo 1 Una de las versiones de la piedra filosofal disponible en el segundo tratado del Splendor Solis (libro de alquimia del siglo XVI).
2 El hilo de plata es en la kabalah el que puede tenderse hasta el mundo del reflejo, como un cordón umbilical que permite visitar otros planos sin perder el camino a la (in)conciencia. Al cortarse el hilo Ariadna, se las verá con el Minotauro y nosotros deberemos quedar atrapados allí en la incandescencia de mundos virtuales, apócrifos, afectuosos o torturados. Seremos espejo magnetizado de un último eclipse, el de la imagen sobre nuestros cuerpos.
David Lynch Fire walk with me fernando szurman /
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desacuerdos I
En toda práctica esotérica hay algo de superstición, una fe inquebrantable en que la voluntad de los dioses puede ser torcida. En el fondo, hay algo allí de soberbia solapada: la pretensión de que ciertos movimientos, ciertos rituales y rutinas, ciertas asepsias garantizan la gracia de aquello que nos trasciende.
II
Las cartas, el rosario, los cuarzos y las pirámides, el agua bendecida, la vela en la heladera, el prepucio circuncidado. Al esoterista, le gustan los objetos, es un fetichista y a la vez un impostor. Se conecta con lo numinoso desde la materialidad que desdeña.
III
Rituales orientales, ejercicios espirituales de comunidades nativas del globo entero, brebajes antiquísimos para curar la angustia, amuletos, piedras y velas de colores. Todos elementos plenos de sentido para las comunidades que las construyeron. Sustanciales para ellos, para su historia y su futuro como pueblo. Para nosotros, son información sobre otros modos de vida, pero no podemos asimilarlos. Podemos acercarnos a ellos, intentar experimentarlos, hacerles algún lugar en nuestra vida. Pero siempre faltará algo. Dios solo habla en lenguas maternas.
IV
La revelación de un orden que no es de este mundo ayuda a campear los horrores que sí lo son. Es la necesidad desesperada de una certeza que haga que algo se detenga en medio del movimiento. O que nos anuncie con cierta justeza cuando va a parar. Hay quienes no se aguantan la ansiedad y la buscan en cada signo y rincón, como si la vida fuese un rico disfrazado de mendigo. Un disfraz, una careta, un maquillaje grotesco sobre una cara angelical. No hay tal conspiración. El mundo es tan horrible como se nos aparece. Su belleza potencial solo está en nuestras manos. Cualquier otra cosa es una excusa, ¿para qué? Para rehuir la responsabilidad que nos cabe que es, en suma, una de las formas de escaparse de uno mismo.
V
En la práctica esotérica hay una rabiosa individualidad, la aceptación de que la verdad o el conocimiento del futuro no pueden ser para todos, que los taumaturgos deben sufrir, disciplinarse, estudiar, ir hacia tal lugar o plano o venir de ellos, salir de la caverna, ganarse el escarnio y el oprobio de los hombres y las mujeres comunes, cuyo intelecto no les permite ver lo que se oculta. El iniciado se sabe parte de una élite y como tal exige prerrogativas, los nuevos también deben realizar las pruebas de Heracles a las que ellos fueron sometidos. En ese sentido las religiones ecuménicas son más socialmente responsables, la oferta de salvación es para todos, no para un grupo de trasnochados.
VI
Hay un punto en el que el poder político se ve forzado a apelar a las fuerzas ocultas. Cuando se llega a la cima, ya no son los hombres y mujeres subordinados los que pueden darnos respuestas, sino quienes habitan en los cielos o el infierno. Juan Domingo Perón, aconsejado por un ocultista de ultra derecha como José López Rega; Carlos Ménem, acudiendo a las predicciones de Ashira; el Zar Nicolas II y Rasputín; Hitler y la sociedad Thule; Mauricio Macri y sus coqueteos con el evangelismo de Luis Palau y su pasión por los gurúes; Eduardo Duhalde en plena crisis bancaria del 2002, al ser consultado sobre si abrirían los bancos contestando: «Sí, y que sea lo que Dios quiera». Lo esotérico, entonces, es una frontera pragmática en ambos extremos del poder: los que no lo tienen buscan, con el ritual, obtenerlo. Los que ya lo tienen buscan, a través de él, conservarlo.
VII
El primer político del que tenemos noticias que se sustrajo, por propia voluntad, del poder de los dioses y del ritual fue Creonte, tío de Antígona. Fue él quien negó el entierro de su sobrino traidor a la patria, violando las leyes no escritas que obligaban a enterrar a los muertos en favor de las leyes civiles dictadas por él. Su decisión, harto conocida, generó muertes y tragedias. Quien fuera entonces un libertador al nivel de Prometeo vuelve al redil de la fe y se arrepiente. Sófocles, un crítico de la democracia, buscó, al describirlo, aleccionar sobre los riesgos de hacerse el loquito con lo que nos trasciende. Construye así un doble cuestionamiento conservador: la democracia debe estar atada a lo transmundano, el ser humano, también.
VIII
El ritual jamás falla ni puede fallar nunca. Si es ineficaz, es porque se ha olvidado algo, porque el ejecutante no era del todo puro o no estaba lo suficientemente
versado, o los elementos ofrecidos en sacrificio no eran los correctos. El pensamiento esotérico es un pensamiento de la evasión. Pretexta el dato de lo real, regate la estadística, socapa sus logros deficitarios. En el fondo, no es sino un hijo bastardo del último mal que quedó dentro de la vasija de Pandora: la esperanza engañosa.
IX
El público mágico es proclive a las mezclas. Sin más orden que el del sintagma, va de la cura del empacho al tarot, de la meditación trascendental al agua primigenia, de los generadores de orgón a colgar la ropa al sereno para que se blanquee. Discursos sobre la influencia de los astros sin saber matemáticas, medicina cuántica sin saber física…, ni medicina. Constelaciones familiares, doble astral, pirámides salvíficas, el cerro Uritorco, aliens y vampiros energéticos. Se forman en el conocimiento de la civilización adámica y purifican sus cuerpos con la noble disidencia a la tradición cárnica. Muchos, incluso, no vacunan a su hijos, desconfiados de la trampa de la modernidad que obtura la comunión con lo espiritual. Proclaman ayudar a conocer al otro y a conocerse a sí mismos y, al fin y al cabo, hombres y mujeres comunes engañan y son engañados. Emiten juicios de valor moral, cuyo único sustento es la analogía entre el movimiento de los astros y las decisiones humanas mediadas, como no podía ser de otro modo, por voluntades trascendentes. No tienen para mostrar mayor nobleza ni son mejores ciudadanos; no son menos rencorosos ni menos hipócritas. No son más sabios ni más reflexivos ni más sensibles ni más justos. Son. Y hay quien jura, desde la buena fe, que la suya es la vereda del solcito pleno. Como adicto devenido en dealer de vuelo bajo, siempre está presto para hablar de las virtudes del producto. Por supuesto que la primera muestra es una gentileza. El resto nunca es gratis.
X
Quienes nacieron en el marco del pensamiento occidental llegan a las prácticas esotéricas porque en algún punto se perciben fuera de la vida comunitaria. Un gran sufrimiento, dolencia o extravío los encamina; y quien busca encuentra. Si no se halla el modo de romper lo que Erich Fromm llamó separatividad y Freud malestar en la cultura, entonces buscará saltar de pantalla. Si no hay modo de sentirse pleno en la sociedad, entonces se volverá a la naturaleza; si esta no basta, se irá hacia el orden cósmico; y si este tampoco es satisfactorio, entonces habrá que ir hacia dios y todas las hipóstasis intermedias. A diferencia de la ciencia, que pretende entender las últimas causas y los primeros principios, el esoterista pretende darse una respuesta sobre sí. No es relevante que lo haga desde lo comunitario pues siempre es sobre sí. Quien haya pensado en la palabra «egocentrismo» felicítese, la cosa va por ese lado.
XI
El pretendido operador de fuerzas ocultas es un antihumanista. Al comprender que el control que nuestra especie ejerce sobre el mundo tiene límites, apela a una instancia superior como garante y salvaguarda de su bienestar. No confía en lo humano, lo sabe débil. Hasta allí no yerra. Lo hace cuando lo humano, precario y doliente se vuelve la enunciación de otro enunciado. Transforma, por miedo a la angustia, la escena en escenografía, vuelve lo humano vulgar, y en esa evaluación deficitaria de la historia como un todo, le asigna a objetos, ideas y aspiraciones, un superávit de significación. Cuando puede, lo trata con el psicoanalista; cuando no, leyendo la revista Predicciones.
XII
Realizamos actos de fe en nuestra cotidianeidad sin necesidad alguna de apelar a entidades celestes. Nos rodea el misterio. Solo unos pocos iniciados comprenden el funcionamiento real de nuestros teléfonos y nuestras computadoras. Otros pocos son capaces de abrirnos el pecho y cambiarnos un corazón por otro, de poner en marcha un acelerador de hadrones y hasta de gobernar pueblos de millones y millones de personas. Y otros, un grupo pequeño, tienen la habilidad de hacernos felices. ¿Por qué rezar a alguien más? Con ellos basta.
XIII
«El mayor error de la humanidad es creer que se tiene que entrar en los marcos y en la argolla de una iniciación para conocer lo que no existe, cuando no hay nada ni existe nada. Nada más que la insurrección irredenta, activa, enérgica contra todo lo que pretende ser a perpetuidad», Antonin Artaud.
la es tu pi dez
Las prácticas esotéricas convocan a multitudes de fieles en la misma medida que detractores. Esa tensión entre lo espiritual y lo secular exige que unos y otros busquen explicarse mutuamente aunque los resultados no puedan conciliarse pues, en el plano estrictamente social, no toda práctica debe ser aceptada ni toda fe respetada. gustavo zanella/
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duendes y responsabilidad estatal
género
una lectura de género de las victimas del pombero
E
n las zonas rurales del litoral argentino y del Paraguay, es extendida la creencia en el Pombero. Es el más temido y respetado de los mitos guaraníes. El Pombero es un personaje de figura similar a la humana, pero de pies velludos que amortiguan el ruido de sus pisadas. Visita caminos y casas por las noches, en donde puede introducirse por cualquier resquicio. Imita a la perfección el ruido de los animales, para despistar a sus víctimas. Suele atacar muchachitas a quienes libera luego de saciar su apetito libidinoso. Se cuenta que muchas quedan preñadas por él. Agradece generosamente a quien le deja tabaco, miel y aguardiente de caña, por ello, muchas familias preparan cada tarde esta ofrenda para librarse de su visita. Si la ofrenda desaparece, se sabe que es porque el Pombero la aceptó. Nadie se animaría a robarle “los gustos” al señor de la noche, uno de los tantos nombres que recibe de quienes temen pronunciar el verdadero. Debido al éxito del mestizaje en la región, estas cosmovisiones mitológicas exceden a las comunidades indígenas. Más allá de la transmisión oral tradicional y familiar, estos relatos mitológicos son promovidos por el estado, ya que forman parte del currículo escolar obligatorio de las escuelas primarias del Paraguay. Rosalía Suarez es una humilde paraguaya que en 2015 protagonizó un fugaz revuelo mediático1 en la prensa paraguaya y del litoral argentino por asegurar estar embarazada producto de un ataque sexual del Pombero. Rosalía dice que durante un año, mientras su marido no estaba, recibió visitas del Pombero quien abusaba de ella. El niño nació con una severa malformación, lo que da a Rosalía más razones para sostener que su relato es real. Con la fuerza de la empírea, va a pedir ayuda al cura del pueblo, quien le responde que los duendes no existen y que eso es producto de los agrotóxicos que llegaron con el avance sojero en la región. Así, Rosalía es semioída, traducida en su vivencia, pero principalmente, desoída como mujer. Su experiencia de violencia sexual queda invisibilizada en esa traducción, desaparece, como si dejara de existir. Rosalía no es solo ella, es una Rosalía genérica para dar luz sobre todas las mujeres que simbolizan las violencias sexuales vividas desde lo mágico, a partir de creencias que son propias del territorio en donde viven (incluso previas a la creación del estado-nación y reafirmados por el Estado desde la malla curricular obligatoria) y que no logran acceder a una protección estatal por alegar esas mismas creencias. Su culpa radica en la falta de contacto entre la simbolización que tienen estas mujeres sobre sus vivencias y el lenguaje jurídico estatal, que hace que sigan sufriendo vulneración a sus derechos aun existiendo normativa y programas específicos para combatir la violencia de género. La diferencia de cómo se narra el hecho se convierte en la diferencia de cómo se vive el hecho. Estas mujeres son frecuentemente expuestas, ridiculizadas y estigmatizadas desde los medios de comunicación más populares e invisibilizadas por la prensa de mayor prestigio; en ambos casos, se desestima totalmente la vivencia de dichas mujeres.
Por supuesto que la falta de prevención y las dificultades de acceso a la justicia de las mujeres víctimas de violencia sexual no son una experiencia aislada ni exclusiva de las que tienen creencias mitológicas. La invisibilización de las violencias vividas por las mujeres opera con aceitados mecanismos de desentendimiento estatal cuando esas situaciones son empujadas a la intimidad, a lo secreto, al silencio, a la esfera privada, a los crímenes pasionales, a la responsabilización de la víctima. Sin embargo, los casos de violencia sexual acusados al Pombero no suelen llegar o no son tomados en cuenta en las comisarías, fiscalías ni centros de salud e incluso por las organizaciones feministas. Una mujer para cada nación Como en el caso de la Virgen María, en muchas sociedades hay figuras arquetípicas de mujeres que ilustran y ejemplifican valores, conductas y expectativas que tienen efectos, a veces violentos, sobre las mujeres reales y concretas. La representación de la figura femenina en el imaginario colectivo desde los relatos patrios, nombres de calles, monumentos y figuras destacadas reafirma las imágenes de mujer madre, virgen, santa, cuidadora. Como explica Bourdieu, la violencia simbólica es esa violencia que arranca sumisiones que ni siquiera se perciben como tales, apoyándose en unas expectativas colectivas, en unas creencias socialmente inculcadas. Una prueba contundente de que no hay una definición compartida de “mujer” surge del análisis del instrumento de Naciones Unidas, diseñado, paradójicamente, para unificar desde un piso mínimo de dignidad la situación de las mujeres del mundo. Nos referimos a la Convención sobre la Eliminación de toda forma de Discriminación contra la Mujer (CEDAW por sus siglas en inglés). La CEDAW es el tratado existente que registra el más alto número de reservas por parte de los distintos países. Por lo general, los estados formulan reservas a determinados artículos argumentando que la legislación, las tradiciones, la religión o la cultura nacional no concuerdan con los principios de la Convención. A partir de una lectura de dichas reservas y de las observaciones entre países (sobre todo en un flujo bloque oriente-occidente) obtenemos un claro panorama de las múltiples dimensiones que componen la discusión sobre qué es ser mujer, aun a nivel jurídico.
15 género
Mirar rasgado, patitas chuecas María va pisando penas, la arena ardiente María va calcina el monte un sol de fuego María va, temor pombero , palmar estero, María va Quiso la siesta ponerle un niño a su soledad “María Va” Canción Mercedes Sosa y Antonio Tarrago Ros
No me importa quién haga las leyes de una sociedad,mientras yo pueda crear sus mitos.
taly baran /
Anónimo en Rosana Reguillo, Los laberintos del miedo
talybaran@gmail.com
El mito en clave de género Como ya hemos mencionado, cada cultura construye su mujer arquetípica esperable y empuja al destierro, al silencio y a lo demoníaco los comportamientos que no se asocian a esta mujer prototípica. En ese sentido, el deseo sexual, el erotismo corporal y las experiencias sexuales extramaritales (o pre) (conductas alejadas del arquetipo femenino) muchas veces sonexplicados mediante “voluntades no humanas”, que intervienen en la sexualidad y llevan a las personas a comportarse de un modo que habitualmente no lo harían. En la tradición judeo-cristiana aparece la figura de la serpiente que lleva a Eva al pecado original o la figura del demonio que “posee” inocentes (ya no es dueño de sus actos pues es de otro, está “poseído”). En estas acciones se le resta importancia a la agencia consiente del sujeto y se permite resguardar las imágenes prototípicas de género. Por otro lado, los casos mencionados operan como figuras antimodélicas, que permiten situar en el mito de origen, la necesidad de controlar a las mujeres, de desconfiar de ellas y de castigarlas, responsables de la llegada del mal al mundo, como Eva, como Pandora. Existen, en la mitología, diversas potencias espirituales que podrían operar, al menos en sus orígenes, como la manifestación de estas prácticas sexuales ilícitas. El caso paradigmático y más extendido de fecundación no tradicional es el del Espíritu Santo en la tradición cristiana, por demás conocido por todo lector occidental. La fecundación queda de este modo desligado del acto sexual, las mujeres pueden dar a luz sin necesidad de perder su estado de pureza y virginidad. Por solo mencionar algunas de fuerte arraigo en la región, podemos nombrar el Alma Mula,2 en Argentina, el Trauco,3 en Chile, el Kurupi,4 en Paraguay, entre otros. Entonces, las violaciones, el embarazo adolescente, las experiencias extramaritales y el incesto corresponden a lo demoníaco, misterioso y esotérico para resguardar lo esperable. Es decir, esos sentidos incluyen construcciones simbólicas –y arquetípicas─ de la masculinidad y femineidad. Los mitos operan como cosmovisiones que transmiten sentido, pero no solo eso, también narran cómo lograrlo. Así, se desprenden del mito prescripciones sobre relaciones y roles de género. En el relato del Pombero queda evidenciada la apropiación diferencial de la creencia mitológica según género. El hombre pacta con el Pombero, comparte “vicios”: mujeres, tabaco y caña (aguardiente) a cambio de relaciones de protección. En las comunidades rurales el pacto garantiza buena caza y protección en el monte. Si un hombre enfrenta al duende, no suele atacarlo directamente, puede desorientarlo en el monte y perderlo, lastimar o liberar a sus animales como represalia, incluso en las narraciones se habla que arroja piedras a las casas de las personas con las que se enoja para atormentarlos. La mujer, sin embargo, le deja ofrendas a cambio de no ser poseída sexualmente o teme, se cuida, se guarda en el espacio seguro del hogar. Acceso al cuerpo y al territorio La amenaza de violencia sexual es un aspecto constitutivo de la socialización de las mujeres (las que creen en los
duendes y las que no), sobre todo en determinados países en donde hay una cierta naturalización de esas prácticas. Si bien la violencia sexual no es algo vivido de modo grato por ninguna mujer, es algo dentro del plano de lo esperable e imaginado dentro de su biografía. Esas vivencias son complementadas con los consejos de los adultos: “No hables con extraños”, “Si volvés tarde, que te acompañen hasta la puerta”, “Eso es peligroso”, “Avisame al llegar”, “No vayas vestida así para que no te molesten”. Es decir, la violencia sexual incluso está reglamentada consuetudinariamente. Las mujeres deben cuidarse de exponerse a las injurias de la soledad que reina por fuera de sus hogares, la que no lo haga, es responsable por ello. “La violencia sexual ejercida en lugares considerados no seguros para las mujeres permanece trivializada y naturalizada, confundiendo la promiscuidad con la violencia sexual” (Gómez, 2008: 104). Sin duda estas vivencias influyen en la visión territorial femenina y en la apropiación y acceso a los espacios extradomésticos. Se asocia el hogar como espacio seguro para la mujer, tanto para su autocuidado, como para el hombre (quien de este modo ejerce el control sexual de la mujer). A su vez, la construcción simbólica impregna no solo los espacios lícitos para las mujeres, sino también los roles y tareas asociadas a esos espacios. El mito vehiculiza y expone cómo un orden masculino se inscribe en el mundo y en las divisiones del espacio territorial.
Pomberización del estado A partir de este recorrido, intentamos responder la que sirvió de puntapié a esta reflexión: ¿Por qué hablar de duendes es preocupación de los derechos humanos (y por ende responsabilidad estatal)? Lo es en tanto ellos comportan y configuran su propio programa de acción. A cada miedo ─a ciertos espacios, a ciertos actores, a ciertas relaciones, a ciertas visiones y representaciones del mundo─ una respuesta, tanto estatal como de la víctima. El mito opera en el tiempo presente de estas mujeres y en su entorno ─aun interpretando y ficcionalizando hechos cotidianos─ provoca terror y logra reforzar y fetichizar relaciones sociales opresivas para las mujeres. Más allá de cada una de las Rosalías, estos relatos operan de manera más amplia sobre determinadas mujeres, en la implantación del terror, el disciplinamiento de sus cuerpos, la explicación del origen de la violencia sexual y la jerarquización de las relaciones de género. Una condición elemental de toda voz subalterna es su dificultad para interpelar a los no incluidos en su posición, una hegemonía por definición contempla la habilitación de lugares políticos de enunciación y quienes no tienen acceso a ello. A quienes aun así lo hacen, los trataremos con desconfianza, los traduciremos, hablaremos por ellos, los ayudaremos a desdecirse o nos reiremos de sus palabras, de su pronunciación, de su existencia. Los mitos pueden ser entendidos como defensa de las creencias propias y, como tal, no solo constituyen un acto de resistencia, sino incluso de denuncia. La sola alteridad de la cultura popular constituye ya de por sí una forma de impugnación implícita por posición, en la medida en
que ella niega de facto la pretensión universalista de la cultura dominante. Rosalía es mujer, es pobre, es guaraní-parlante y está con todos los medios de comunicación en el patio de su casa diciendo que la violaron, que no le gusta, que está embarazada y no lo quiere tener. En ese sentido, el mito permite al menos enunciar lo que el estado no habilita denunciar. Es así: “A veces el subalterno no “habla”: baila, pinta, se disfraza, rompe, construye, llora, se ríe o guiña un ojo. Las armas de los débiles son muchas, son complejas y habitualmente –si se disculpa la reiteración– son exactamente débiles [...] Cuando Colón llegó a América dudó de si los habitantes eran seres humanos, ya que no hablaban ninguna lengua, además de estar desnudos. No estaban desnudos, usaban coberturas muy escasas, que es una buena forma de caminar por el Caribe. Y sí hablaban, sólo que no el genovés [...] Que no se los entienda, poco y nada dice acerca de ellos. Por el contrario, dice algo acerca del observador” (Bidaseca y Grimson, 2013, p 13). La invitación de estas líneas es a hacernos preguntas sobre nuestros estados y las membresías diferenciales a este: ¿Por qué el debate se filtra en la búsqueda de la veracidad del hecho y pasa a segundo plano la experiencia de dolor, violencia y soledad de las mujeres? ¿Por qué el estado no hace nada para investigar estos casos y proteger a estas mujeres? ¿Será que el estado cree en los duendes? ¿O será que existen mujeres inviolables? ¿Tiene derecho una mujer pobre, rural, mestiza, a denunciar haber sido violada? Cómo responde el Estado a estos interrogantes es tarea de los Derechos Humanos. Los duendes son seres mitológicos, podrá usted creer en ellos o no, pero quienes sufren la violencia en su propio cuerpo son las mujeres, totalmente humanas y con derechos, conquistados en larga lucha Notas 1 Ver ejemplo de cobertura mediática en Argentina del caso de Rosalía ttp://www.cronica.com.ar/article/details/29790/duendeviolo-y-embarazo-a-humilde-paraguaya 2 Se trata de una mujer transformada en mula por haber tenido
relaciones incestuosas. la responsabilidad de la relación incestuosa, que da lugar a la transfiguración, es de la mujer y no de quien inicia el acto sexual. 3 Mito muy extendido en Chiloé ─comunidad rural de Chile─, un
hombrecillo feo y deforme que se esconde en los tupidos y húmedos bosques, para atacar a las jovencitas que transitan desprevenidas. “Así es, que el embarazo adolescente tiene su explicación en este mito, como una forma de justificar esta vergüenza”,(Rebolledo Moller, 2013). 4 Es uno de los seis hermanos del Pombero. Su característica más
destacada es su miembro viril en forma desproporcionada respecto a su tamaño. Debido a su extensión, debe llevarlo enrollado a la cintura y lo utiliza como lazo para aprisionar a las mujeres que andan solas por el campo, a las que posee y aparecen muertasdespués de ese contacto sexual.
Bibliografía Gómez, Mariana Daniela (2008), “El cuerpo por asalto: la amenaza de la violencia sexual en el monte entre las mujeres tobas del oeste de Formosa”, en Hirsch, Silvia (ed.): Mujeres indígenas en la Argentina, Buenos Aires, Biblos. Grimson, Alejandro y Bidaseca, Karina (2013). Hegemonía cultural y políticas de la diferencia, CLACSO.
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alguien tiene que pagar todo esto
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psicodelia
L
zipango y después
matías chiappe /
“Sólo creería en un Dios que supiese bailar” Zaratustra
a música (electrónica) está sometida, como todo en este mundo, a nuestro creciente anhelo por singularizar, a nuestras pretensiones taxonómicas que, ¡oh!, casualidad, coinciden con las imposiciones civilizatorias de segmentación y fraccionamiento. Así, existen géneros como el ambient y el house, pasando por el bubblegum dance, el electronic rock, el IDM wonky, entre otros tantos como el breakstep, el vaporwave y el posdisco electropop chillwave. La lista es infinita y ni siquiera los djs la conocen bien. Uno de estos es el psychedelic trance. Oriundo de la isla de Goa en los setenta, se popularizó con el Boom Festival y Burning Man, hasta convertirse en un género ampliamente difundido en Israel, Turquía, Rusia y Argentina. Un observador cualquiera podría decir (sin exagerar) que se caracteriza por lo oscuro y lo misterioso, por una meditación profunda sobre la vida, la muerte y la trascendencia. Ese observador fui yo hace unos meses en el festival Sister Reality en Saitama, Japón. El lugar quedaba muy lejos de donde me encontraba, así que tuve que hacerme de conocidos que me llevaran. Ya saben: gente que cita a personas como Castaneda o Timothy Leary, que guarda imágenes de Shiva en su billetera, que tienen una novia o novio que hace atrapasueños y pulseras; la tribu (¿urbana?) entre la cual es sumamente raro no fumar porro, o no haber fumado alguna vez. En mi caso, agrego el no menos bizarro hecho de que eran todos japoneses. El lugar, paradisíaco como en todas estas fiestas, fue el monte Jominesan, a pasos de un santuario sintoísta. De la fiesta, recuerdo solo detalles: comida vegetariana, la cabina del dj oculta entre telas fosforescentes, luces verdes que parecían salir de todos lados, los árboles que se movían y escondían a la gente que bailaba. Y claro, la música: Goa Gil, Derango y Megalopsy, entre otros clásicos del psytrance. El evento duraba tres días pero fui solo uno. Ya estoy viejo para tanto agite. Conozco pocos géneros musicales tan vinculados a prácticas esotéricas o místicas como el psy. Heredero de la contracultura hippie y de la dicotomía entre naturaleza y tecnología, se caracteriza por un regodeo con lo primitivo y lo espiritual; de hecho, su motus es que no se trata de un género, una fiesta o una subcultura, sino de un estado de la mente. Espiritualidad oriental, chamanismo, pachamama, lo que Huxley denominó “las puertas de la percepción” y otras formas de religiosidad new age…, todo se mezcla. Al imaginario de la naturaleza, le corresponde incluso el tecnológico: robots, naves espaciales, viajes astrales, aliens, estrellas, supernovas y agujeros negros. La premisa se podría resumir, entonces, en lo siguiente: el psy apela a todo aquello que escapa a los límites de la razón.
Nota m e n t a l espiritual: de este género, recomiendo fervientemente escuchar a Hallucinogen y Psychovsky. También a mi amigo WillO-Wisp, hoy devenido sensación mundial, aunque para mí siempre va a ser mi vecino de Quilmes. Estábamos en que la premisa es alejarse de las cadenas de la razón y no ser como el careta de Ulises con las sirenas. El retumbe constante de los bajos a alta velocidad (en promedio, a 150 bpm, pero incluso llegan hasta 300) se asemeja a rituales de tribus antiguas y parece sincronizarse con las ondas neuronales del sistema nervioso central. Así, se logra un efecto de ensueño, sonambulismo, meditación o de escasez del ego. Los psiconautas a veces utilizan sustancias psicoactivas que permiten alcanzar estados profundos, por lo menos distintos, de conciencia. Los racionalistas van a explicar esto kantianamente y van a citar una infinidad de libros y de investigaciones que explican los efectos de las tripaminas como el DMT, el LSD o la psilocibina, o de las finiletilaminas como el MDMA o el 2-CB; van a afirmar que aumentan el flujo de información y el intercambio entre los hemisferios del cerebro, lo que se traduce en un sentimiento de plenitud y en una estimulación de las motivaciones básicas. Los moralistas y ciceronianos lo resumirían en “esa mierda te quema la cabeza”. ¿Pero a quién le puede importar estas cosas? Son conocimientos y preceptos morales que fueron pensados (también) dentro el núcleo de ese sistema opresor que es la civilización. Me detengo en uno de estos libros, El camino a Eleusis, precisamente porque sus hipótesis no han sido comprobadas aún (todos sabemos que lo incomprobable, al igual que lo erótico, es miles de veces mejor que la pornografía científica y académica). Fue escrito por Robert Wasson y Albert Hoffman, quien sintetizó por primera vez el LSD. Según ellos, en los ritos de iniciación al culto de las diosas Deméter y Perséfone que se celebraban en Eleusis, cerca de Atenas, momentos en los cuales los concurrentes sucumbían a placeres desenfrenados y
báquicos de toda índole, el brebaje predilecto no era el vino, como siempre se creyó, sino una mezcla a base de trigo y de cebada. Estos dos granos son proclives a ser parasitados por el hongo claviceps purpurea, de cuyo cornezuelo es posible aislar el ácido D-lisérgico, un precursor del LSD. La hipótesis de Hoffman y Wasson propone una nueva concepción de los ritos griegos de la antigüedad y, por lo tanto, de su filosofía, además de desestabilizar la simbología que luego le impuso el cristianismo a su bebida sagrada. Me gusta este libro por hacerme pensar que, cuando forjaron los pilares de la filosofía, los antiguos griegos estaban bajo el efecto de, básicamente, una pepa, quizás una doble-gota traída de Amsterdam, vaya uno a saber. Pero bueno, el LSD es ilegal y el vino no, aunque éste sea infinitamente más nocivo y tóxico. El problema residiría en los niveles de liberación que genera el segundo y no así elprimero; en una suerte de temor humano al refrán: “que viva la pepa”. Porque el chupi te permite ir a la oficina, al colegio, a la facultad (ya como alumno o docente); te deja pasar un momento en familia y ver el último capítulo de tu serie favorita. Pero con la pepa…, dale, intentá meterte en el subte. Mejor la prohibimos. Es un precio lógico para pagar en nombre de ese engranaje omnipresente e inescapable del mundo moderno: la sociedad civilizada. Y ojo, porque pasa también fumado. Así que prohibamos eso también, aunque esté comprobado que sirve para tratamientos de epilepsia y quizás hasta contra el cáncer. Nietzsche nos dijo que Dios había muerto. Pero hoy tenemos un papa rock-star y la gente es más devota que nunca. Y la iglesia es solo un ejemplo. Vuelven a tomar fuerza otras formas de la ley y del orden: la prohibición, la segregación, la mano dura y el nacionalismo. En lo que no se equivocó Nietzsche fue en afirmar que al ser humano lo caracteriza una dualidad entre la razón y los impulsos, una ambivalencia entre lo apolíneo y lo dionisíaco. Antes que él, los románticos alemanes y Coleridge y De Quincey, dijeron que un escape momentáneo de la conciencia y una liberación de los instintos son acciones necesarias en el marco de la racionalidad y la convención. Todos estos se daban con salvia, hachís, láudano y opio, antes que los hippies, que los beatniks, que las líneas-de-fuga y que el Pity Álvarez. Pero de todo viaje (en movimiento o mental) hay que volver. Y es entonces cuando tenemos que usar la cabeza. A veces veo a la gente que le pone seis cucharadas de azúcar al café antes de entrar a una oficina a apretar un teclado por ocho horas y se me ocurre pensar qué impulso oscuro, secreto o diabólico está a punto de despertárseles. De ese viaje, ¿cuándo piensan volver?
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éxtasis del corazón
rieles de arena
saber, amor y verdad en las prácticas sufí daniel gómez /
“Desde el día en que te encontré, no volví a ser el de ayer. Y eso que no te conquisté y creo que no lo lograré.”
U
“Canción de amor”, Leo Mattioli
na página de Facebook llamada “Sentilo, man” invita a los usuarios a subir sus fotos en ese momento de la noche: “En el cual el ritmo nos posee. Es en un segundo. El hit de la vida te atrapa y te descona la cabeza”. Cuando se lanzó, la colaboración fue instantánea y bastante variada, pese a que hoy la cuenta ha quedado prácticamente inactiva y solo funciona como registro de su momento de gloria. Allí se puede apreciar un amplio abanico: la clásica foto de cumbia en un casamiento, luego imágenes de pogos, raves y la querida fiesta con familiares en cuero, tinto y paredes de ladrillo. El punto en común de todas estas escenas es claro: la plenitud, el olvido de sí. ¿Qué tiene que ver esto con el esoterismo? Inmediatamente puede venir a la mente de los lectores una idea: el trance, decirse: “Me van a hablar de experiencias chamánicas”. Uno las conoce quizá anecdóticamente: por un documental o una referencia en alguna novela o serie. Pero si bien hay puntos en común entre los chamanes y los sufís, lo cierto es que la rama mística del Islam que referiremos posee méritos propios que bien vale desarrollar en esta nota. Partamos desde el inicio: ¿qué es el sufismo? Se puede decir que es una relación con Dios, un camino dentro del Islam que ha tenido un inmenso número de cofradías, las cuales proporcionan técnicas particulares para el acercamiento a Dios. En todas ellas, sin embargo, persiste el mismo núcleo: llegar a Él mediante una experiencia plena, extática, en la que el ser se colma de Dios. Algunos enuncian que el Ego momentáneamente se suprime, otros sostienen que, al contrario, la verdadera consciencia solo llega en este momento de encuentro espiritual. Se trata de algo distinto a orar: los ritos sufíes en general hacen uso de sustancias, cánticos y bailes para alcanzar ese momento que los proyecta hacia Dios. Una de las técnicas más famosas es la de girar sobre sí mismos durante largos minutos, incluso una hora, hasta alcanzar el punto en el que se diría: “El ritmo nos posee. Es en un segundo”. Surge, luego, cual resaca –analogía nada libre–el constante anhelo por retornar a esa experiencia. Así como nosotros deseamos volver a esa noche, a “ese momento”, uno de los pilares del sufismo se basa en el dhikr, el recuerdo –que no debe confundirse con el dhikr común a los musulmanes–. La tarea del sufí es el constante recuerdo de ese momento de plenitud (o, para algunas ramas, aniquilación) y en base a este punto se construyen muchas de las técnicas de oración y exaltación. Dicho esto, entonces, ¿un sufí es como un tío borracho adicto a la bailanta? No necesariamente: está unión con Dios, la búsqueda perpetua a través de las técnicas de trance encierran nociones más generales. Al contemplar al Amado –es decir, Dios–, uno también conoce. Dicho conocimiento tiene consecuencias tales como el reconocimiento de toda Su creación, el despojamiento de vicios y la búsqueda del ascetismo. Es vital el primero de los puntos, puesto que, lejos de estar aislado, el sufí está
vinculado a la comunidad, ya que esta se vincula con la creación –es creación-. No se trata de un consumo perpetuo de sustancias, de experiencias místicas que encadenan a un individuo, sino del acceso a una supuesta realidad, la Verdadera –y aquí si usáramos Real con mayúsculas, evocaríamos erróneamente a Zizek– en conjunto a la cotidiana, ya que esta es producto del Amado. Si nos apresuramos, podemos creer que esta Verdad con sus instrumentos esotéricos es una suerte de consuelo al estilo libro de autoayuda, a la necesidad de sujetos de escapar de distintos discursos – filosóficos o, en los últimos tiempos, científicos– que no apaciguan inquietudes, pero un punto interesante del sufismo es su apertura hacia el conocimiento secular por fuera del encuentro con Dios. Uno de los personajes de Las noches de las mil y una noches, una novela de Naguib Mahfouz, describe perfectamente lo que referimos: ante las noticias sobre la liberación de una captiva y el desempeño político de un gobernante, el sufí enuncia: “A través del intelecto es como conocemos los límites del intelecto”; luego, añade: “Le doy gracias a Dios por permitir que la alegría no me haya sacado de mis cabales y la tristeza no me haya tocado”. Al observar rápida y aisladamente estas dos citas, no hay que tropezar y
pensar que estamos ante una manera elegante de proferir un discurso anticientífico como: “Las vacunas y el cambio climático son una mentira, Dios se ocupa de todo”. Estamos, más bien, ante dos ejes: el primero es la dicotomía terrenal/celestial, donde el sufismo campea sobre el segundo punto y no le interesa militar en torno a una Verdad sobre cuestiones mundanas, se considera que el conocimiento es útil y deseable, pero posee sus límites –por ejemplo: explicar y toparse con Dios–; el segundo, la impasibilidad, presenta lo deseable, el dominio de las emociones ante Dios, aunque sin que implique la total inacción. Errónea es, por lo tanto, la idea de una coraza intelectual y social en torno a las cofradías, puesto que el sufí se involucra y no rechaza aquello que no forma parte de su tradición. A pesar de que el contacto con el Amado posee un efecto totalizador, podemos concebir una realidad parcelada en las prácticas sufís. Así, el quehacer mundano contenido en la sociedad es aceptado, mientras que el enlace con Dios, que es lo que dota de genuino significado al mundo, pertenece exclusivamente al lenguaje y a técnicas esotéricas aprendidas de cada maestro. El sufí no se oculta, aunque se pueda pensar que su práctica es privada; tampoco niega fundamentos modernos sobre los que se erige nuestro siglo, ya que lo que le importa es el encuentro con el Amado. Es flexible, si se quiere, más allá de que gran parte de su tradición supera los mil años. Una operación ciertamente curiosa: algunos elementos del sufismo se pueden emparejar con el más profundo esoterismo, pero, a la vez, se encuentran cercanos a esas experiencias íntimas que vivimos y no deseamos poner bajo un discurso racional, como ese gran amor o la noche en donde suena ese tema que nos detona
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¡al carajo
metal inquisidor
Echando un poco de luz sobre el heavy metal del nuevo milenio.
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con el diablo!
esde que el hombre es hombre (y la mujer, mujer), han intentado dar sentido a todo aquello que no se hace presente ante sus ojos, todo aquello que aparece en sombras, como misterio. Si pensamos en “culturas” es, en gran parte, por el desarrollo que los diversos pueblos del mundo han hecho en relación a lo acontecido en sus cielos (y en sus infiernos). Vaya a saber por qué, con esto también se estableció el bien y el mal. Gracias a Dios, más tarde llegó Nietzsche para contarnos que, ¿había algo más allá de las dicotomías? De cualquier manera, y para no insistir con historias que ya conocemos, los seres mortales nos debatimos a diario con teorías y creencias para comprender todo lo que las ciencias no han podido explicarnos. Lo que aquí nos convoca es pensar al arte como reflejo de algunas de estas cuestiones; el reflejo de un espejo distorsionado, roto, cuyos fragmentos sugieren al mismo tiempo reflejos disímiles, autónomos1. Aunque la lista de
bandas y artistas es extensa, pensaré en Carajo: una de las bandas con mayor convocatoria y repercusión mediática de los últimos años. Tal vez este artículo pueda ser un breve desprendimiento del gran trabajo realizado por Gito Minore en Se nos ve de negro vestidos (2016), en el que estudia minuciosamente la llegada del evangelismo a América Latina y lo desarrollado por V8, primero, y Logos, después. “Somos la memoria dentro del montón / con una nueva voz” (“La venganza de los perdedores”, Frente a frente, Carajo, 2013). El heavy metal en nuestro país (y en casi todo el mundo), con sus diversas corrientes y estilos, se ha desarrollado desde una perspectiva crítica hacia las sociedades modernas y el conjunto de sus instituciones tradicionales por juzgarlas fraudulentas y coercitivas, sino inmorales. Así, la Iglesia ha sido un blanco de ataque permanente. Las causas pueden resultar obvias, y en algunos casos ha derivado en expresiones extremas de anticristianismo como ser el black metal, surgido entre finales de los ochenta y principios de los noventa en Noruega. De más está decir que estos también buscan comprender qué es lo que sucede más allá de la vida, pero criados en el seno de sociedades (hoy) cristianas, parecen ser la reencarnación de Lucifer, con todo lo ridículo que pueda parecer eso. Como se dijo, el arte es ese reflejo deformado de la realidad. Sin embargo, y debido a que el heavy metal fue ampliando sus fronteras de sentido y tolerancia (puertas adentro, especialmente), es que surge en Argentina, y en épocas de una profunda crisis social, una banda como Carajo que, sin desconocer
la cruda realidad de su contexto, decide no dejar de lado su convicción espiritual y muy por el contrario se aferra a ella fuerte y explícitamente para desarrollar su mensaje de resistencia2. Así, de la mano del Señor, y como lo
hiciera V8 en su primer álbum de 1983, Marcelo “Corvata” Corvalán también busca vencer el temor. Si entendemos que el oscurantismo intenta evitar que determinados conocimientos sean divulgados entre la población, también podríamos acordar que esta acción puede suceder en diferentes niveles y contextos sociales, dependiendo del “portador” de esas verdades o realidades ficticias. Acerca de La Verdad, hay en las escrituras sagradas cientos de referencias: El Señor es la verdad y la luz. En este sentido, uno de los más importantes pensadores del cristianismo fue San Agustín de Hipona y en sus obras abundan las menciones alrededor de este concepto, así como las analogías en las canciones de Carajo: “Esclava del error, la humanidad / por los siglos de los siglos estará. / Desigualdad, desilusión / ha florecido la maldad de su ambición. / Pariendo su ansiedad, insiste en rebelarse /sufriendo al ignorar dónde se esconde la verdad” (“El error”, Atrapasueños, 2004). Del “Libro Segundo” de Confesiones, destaco una frase que creo fundamental para entender esta relación entre Corvata y San Agustín ya que este último refiere de su adolescencia y vicios de aquella edad: “Correspondiendo a vuestro amor hago esto, recorriendo mis perversos caminos con pena y amargura de mi alma, para que Vos, Señor, seáis dulce para mí, dulzura verdadera, dulzura felicísima y segura; y me reunáis y saquéis de la disipación y distraimiento que ha dividido mi corazón en tantos trozos como objetos ha amado diferentes, mientras he estado separado de Vos, que sois la eterna y soberana Unidad.” (1983: 43). Aparece entonces otro de los factores relevantes en la obra de la banda argentina y es el lugar que ocupan los más jovencitos (chicos y chicas) como nuevo actor en la escena del heavy metal; pensemos que en las primeras épocas del desarrollo de la movida, esto no era bien visto ni por propios y ni por extraños.
luciano scarrone / lscarrone@hotmail.com
No es casualidad que en su discurso, ellos sean los destinatarios más importantes: Carajo le habla a ese público, de eso no me quedan dudas: “La oscuridad se empieza a ver / ahora la luz se entenebrece / tan vieja la sucia muerte nacerá / tan joven la vida muere. / Malgastando cartuchos / envejeciendo pronto / por la locura de buscar placer donde no hay. / Si la inocencia es sanidad, el mundo está infectado. / Si la inocencia es sana, la mente muy enferma está” (“Inocencia perdida”, Inmundo, 2007). Desde los comienzos de la banda, que en este 2016 se encuentra celebrando quince años, su propuesta estética y musical (discursiva, en última instancia) ha discurrido por caminos que el metal más tradicional de nuestro país acusó (y acusa, en menor medida hoy en día) de “blando”, “careta”, entre otras cosas. Carajo supo romper esa barrera a fuerza de buenas canciones que, entreveradas en un relato espiritual, combinan un potente caudal de riffs, melodías y armonías, y haciendo eco de las penurias y esperanzas de los jóvenes. La contradicción me invade al sostener que “la única verdad es la realidad” y, no obstante esto, considerar que existen tantísimas realidades que escapan a mi entender. En lo que ambas convergen es en la necesidad de voces que sean capaces de elevar esos gritos ahogados de quienes no poseen los medios para hacerse oír. En Humano, demasiado humano, Nietzsche dice: “El elemento esencial en el negro arte del oscurantismo no es que quiera oscurecer la comprensión individual, sino que quiere ennegrecer nuestra imagen del mundo, y oscurecer nuestra idea de la existencia”. Si podemos ponernos de acuerdo en que ahí se encuentra el origen de muchos de nuestros males como sociedad y, como dije, que el arte es algún tipo de reflejo (o muchos) de esas realidades, entonces creo que es válido y casi una premisa de supervivencia del heavy metal, resistir con ideas, aunque personalmente no comulgue con ellas *Integrante del GIIHMA (Grupo de Investigación Interdisciplinaria sobre el Heavy Metal Argentino) 1 Fragmento de una conversación personal con Juan
Ignacio Pisano, autor de “La pasión y la ética: un lugar para la palabra y la tradición en las letras de Iorio”, en Se nos ve de negro vestidos (2016)
2 Al respecto, ver “El heavy en la Argentina como subcultura: identidad y resistencia” de Gustavo Torreiro, en Se nos ve de negro vestidos (2016)