Tsukioka Yoshitoshi - Cien aspectos de la luna

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Cien aspectos de la luna 月百姿 Tsukioka Yoshitoshi 月岡芳年


Kanaki Toshikage, Retrato de Taiso Yoshitoshi, publicado por el editor Akiyama Buemon en la primera edici贸n completa de Cien aspectos de la luna, 1892.


Cien aspectos de la luna 月百姿 Tsukioka Yoshitoshi 月岡芳年 Edición de V. David Almazán Tomás

Barcelona • Buenos Aires


Obra editada bajo licencia Creative Commons 3.0: Reconocimiento - No Comercial - Sin Obra Derivada (by-nc-nd). -© de la edición, Sans Soleil Ediciones, Barcelona, 2015. -© de la introducción y los textos, V. David Almazán Tomás, 2015. Diseño de portada: Mikel Escalera www.mikelescalera.com Maquetación: Sans Soleil Ediciones Corrección de textos: Isabel Mellén ISBN: 978-84-944484-3-0 Depósito legal: B 25728-2015 Imprime: Printcolor (Barcelona) www.sanssoleil.es ed.sanssoleil@gmail.com


Cien aspectos de la luna, una joya del arte japonés

V. David Almazán Tomás*

El libro que el lector tiene ante sí reúne una ambiciosa serie de cien grabados, Cien aspectos de la luna, 月百姿 (Tsuki hyakushi), que el artista japonés Tsukioka Yoshitoshi 月岡芳年 (1839-1892) diseñó durante sus últimos años de vida, entre 1885 y 1892, y que fueron publicados por el editor Akiyama Buemon en Tokio. Estos grabados, realizados en la tradición de la xilografía ukiyo-e, tienen una temática y unos protagonistas muy diversos, pero resultan de una gran unidad debido a la presencia de la luna en cada una de las escenas. De este modo, ésta es testigo de una serie de acontecimientos que marcan el desarrollo de la cultura japonesa, desde sus inicios hasta el siglo XIX. Las estampas no se comercializaron juntas hasta el fallecimiento del artista y es complicado establecer una ordenación, pues no fueron originalmente numeradas. En algunos libros, las cien estampas se han dispuesto en concordancia con la fecha de edición de cada una, lo cual supone una variación de épocas y personajes que responde bien al carácter misceláneo de Cien aspectos de la luna. Sin embargo, para facilitar un recorrido más lineal, hemos optado en esta edición por una ordenación basada en la cronología histórica de los personajes representados y en la temática. Así, Cien aspectos de la luna se convierte en una historia visual de la cultura japonesa más atractiva y clara para el lector actual. Además, cada estampa se acompaña de un breve comentario con la intención de facilitar al espectador algunas notas para su interpretación, así como de la traducción de los poemas que se inscriben en algunas de ellas. También nos ha parecido oportuno ofrecer al lector una presentación de Yoshitoshi, uno de los artistas más geniales de finales del siglo XIX, junto con unas orientaciones generales para valorar sus Cien aspectos de la luna, considerada su gran obra maestra. * Profesor del Departamento de Historia del Arte, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza. Miembro del Grupo Japón (UNIZAR-Gobierno de Aragón) e investigador del Proyecto I+D HAR2014-55851.


Yoshitoshi, el último gran maestro del grabado ukiyo-e El ukiyo-e es un tipo de grabado en madera representativo del arte japonés del periodo Edo (1615-1868) y la era Meiji (1868-1912)1. Su principal característica es el empleo de una técnica denominada nishiki-e, que permitía imprimir estampas a color sin necesidad de pintarlas con pincel. Otra particularidad importante es su carácter comercial y su vinculación sociológica con lo que serían las clases medias urbanas2. La palabra japonesa ukiyo-e 浮世絵 se compone de tres caracteres que podrían traducirse como “flotante” (en el sentido de “efímero”), “mundo” y “pintura”, y que literalmente significa “pintura o grabado del mundo flotante”. Este último término, que en un principio provenía del budismo y servía para conceptualizar el mundo ilusorio, acabó por convertirse en sinónimo de ocio y diversión. De este modo, el ukiyo-e fue una expresión artística urbana que aceptó como tema cualquier aspecto de la vida cotidiana. En las grandes ciudades, como Tokio (denominada Edo hasta la restauración imperial de 1868), crecieron potentes empresas editoriales dedicadas al negocio de los libros y las estampas para las que trabajaron numerosos pintores que sintonizaron con los gustos del público. Los artistas del ukiyo-e nunca tuvieron en su época un gran reconocimiento oficial como grandes pintores, si bien hoy gozan de una notable valoración, debida sobre todo al gran éxito e influencia que estos grabados tuvieron en Occidente desde las últimas décadas del siglo XIX. Suzuki Haronobu, Kitagawa Utamaro, Katsushika Hokusai, Andō Hiroshige y otros muchos, son considerados hoy grandes nombres del arte japonés. Estos artistas trabajaban en talleres con numerosos discípulos formando diversas escuelas especializadas en determinados temas y estilos, dentro de un engranaje editorial muy desarrollado y profesionalizado. Los temas más frecuentes eran los teatrales, los de bellezas femeninas, los paisajes y los de guerreros y leyendas. En muchas ocasiones también se hacían parodias de temas literarios cultos y se incluían poemas e ingeniosos juegos de palabras. En el siglo XIX, la escuela del ukiyo-e más exitosa y prolífica era la Utagawa. El origen de la escuela se remonta a Utagawa Toyoharu (1735-1814) y fue continuada por Utagawa Toyokuni (1769-1825) y Utagawa Kunisada (1786-1865), también conocido como Toyokuni III. Esta escuela alcanzó gran notoriedad por su especialización en estampas de actores de teatro kabuki, denominadas yakusha-e. La hegemonía en el mercado de la estampa japonesa de la escuela Utagawa permitió su diversificación en varias ramas que dominaron el panorama artístico de mediados del siglo XIX. Utagawa Kuniyoshi (1797-1861), 8


artista de gran talento e imaginación, fue el líder de la rama especializada en episodios épicos, hazañas de samuráis, leyendas de guerreros chinos y personajes mitológicos3. Su discípulo más brillante fue sin duda Tsukioka Yoshitoshi, quien desarrolló un personal estilo de gran influencia en el ukiyo-e de finales del siglo XIX. Es tradicional que un maestro otorgue a sus discípulos notables un nombre artístico que comience del mismo modo como acaba el suyo. Kuniyoshi, cuyo nombre se escribe 国芳 (Kuni+yoshi), le ofreció a Yoshitoshi 芳年 (Yoshi+toshi) la letra inicial de su firma como artista, así como más tarde el propio Yoshitoshi haría con su discípulo predilecto, Toshikata 年方. Aunque no sabemos mucho sobre su infancia, parece que Kuniyoshi fue lo más cercano a un padre que tuvo Yoshitoshi, desde que se convirtiera en su aprendiz a los once años. Además, Yoshitoshi mantuvo una feroz rivalidad profesional y personal con Yoshiiku4 (1833-1904), el más ortodoxo de los discípulos de Kuniyoshi, convencional artista que no se puede comparar con la personalidad artística de Yoshitoshi, que le llevó a ser el gran renovador de la escena del grabado japonés de finales del siglo XIX. Tsukioka Yoshitoshi5, nacido en Edo el 30 de abril de 1839 en el seno de una familia de comerciantes que alcanzó el rango de samurái, fue un artista que ejemplifica el desarrollo del ukiyo-e durante el proceso de modernización de la era Meiji (1868-1912). Su carrera artística transcurrió en una época en la que los privilegios de los samuráis fueron abolidos e incluso el nombre de su ciudad natal se cambió por el de Tokio, como nueva capital imperial. Fue también una etapa en la que el grabado en madera pasó de ser el sistema tradicional más asequible para reproducir imágenes a convertirse en un producto artístico apreciado por su calidad y sus valores estéticos, en reivindicación frente a los nuevos sistemas de reproducción de imágenes importados desde Occidente, como la fotografía y la litografía. Su aludido maestro Utagawa Kuniyoshi, con quien se formó en la tradición del ukiyo-e, estaba especializado en el género de los guerreros o musha-e. A esta temática pertenecen los primeros trabajos que se conocen de Yoshitoshi, realizados hacia 1853, justo en un momento de la historia de Japón en el que las presiones de las potencias extranjeras comenzaban a forzar la apertura de la nación y, como consecuencia, el inicio de la occidentalización del País del Sol Naciente, que dejó atrás el Japón de los samuráis. Yoshitoshi fue testigo de las guerras civiles y revueltas que hubo en el cambio de régimen de los shogunes Tokugawa a la restauración del Emperador Meiji, en 1868. Las matanzas y escenas truculentas que vio en esos tiempos convulsos bien pudieron inspirarle para crear el sangriento estilo de su produc9


ción del momento. Ciertamente las escenas cruentas y la violencia como tema ya existían en la tradición del grabado ukiyo-e, pero Yoshitoshi logró llevarlas a su extremo. También en la década de los setenta sufrió importantes episodios depresivos, ya que su salud mental siempre había sido inestable. En 1873, debido a una aparente recuperación, comenzó a usar el nombre de Taiso, que significa gran resurrección. Por ello, en Cien aspectos de la luna, bajo la firma de Yoshitoshi con los ideogramas 芳年 aparece, en rojo, un sello con alguno de sus nombres artísticos, casi siempre este mismo, Taiso 大蘇. Su encuentro en 1880 con una antigua geisha llamada Sakamaki Taiko supuso un episodio biográfico relevante. Se casó con ella en 1884 y ésta logró aportarle a Yoshitoshi, de carácter difícil y mujeriego, un ámbito familiar favorable para la creación artística. En este contexto se publicaron las grandes series de Tsukioka Yoshitoshi. Con cierta estabilidad económica y periodos continuados de tranquilidad mental, los trabajos de su etapa de madurez se caracterizan sobre todo por su gran calidad, tanto en sus series de estampas como en sus libros ilustrados, que superaron el centenar. Por ello, algunos de los dípticos y trípticos más valorados de este artista son de la década de los ochenta. En 1882 participó en una exposición oficial con algunas pinturas de estilo tradicional, entre ellas Fujiwara no Yasumasa tocando la flauta, la cual fue editada como tríptico por Akiyama Buemon, cuando Yoshitoshi ya era considerado el mayor artista del ukiyo-e de su época. Debido también a que la trayectoria artística de Yoshitoshi se desarrolló en el marco de la constitución de Japón en un Estado moderno6, sus temas informan gráficamente de sucesos históricos como la Rebelión de Satsuma de 1877 y adaptan la representación de las batallas de samuráis a la guerra moderna, que hizo su aparición en Japón gracias al gran sentido pragmático que se fue extendiendo entre los gobernantes, que tenían la convicción de que Japón necesitaba conocer la ciencia y la técnica de Occidente para garantizar su supervivencia. El nuevo gobierno se aglutinó entonces en torno a la suprema autoridad del Emperador, que durante siglos había sido relegado a un papel religioso y simbólico, pero que ahora ejercía también la función ejecutiva. El Emperador Meiji gobernó Japón desde 1868 hasta su fallecimiento en 1912 y durante su reinado se alternaron movimientos de frenética occidentalización con reacciones a ella que buscaban la recuperación de los valores nacionales; corriente esta última con la que se sentía identificado Yoshitoshi. Este ambiente de cambios y transformaciones se solapaba con los citados problemas mentales del artista, que lo mantuvieron en tensión entre las visiones 10


lunáticas de estilo violento y sangriento y, en otro discurso más lírico, aquéllas llenas de vida y belleza. Esta mente atormentada, unida a una capacidad única para el dibujo, define a Yoshitoshi como un artista irrepetible. Manejó tanto historias antiguas como temas contemporáneos, a veces con un tratamiento informativo semejante al de los sucesos, pues trabajó como ilustrador para distintos periódicos. Los artistas del ukiyo-e contemporáneos a Yoshitoshi tuvieron carreras parecidas, jalonadas por las dificultades de adaptarse a los nuevos tiempos, y por ello muchos compaginaban el diseño de estampas con múltiples actividades como ilustradores. El abanico de temas que tuvieron que tratar también fue muy diverso, con una notable continuidad de los tradicionales, como el teatro kabuki y las mujeres hermosas, pero también incorporando nuevas temáticas, que en un primer momento giraron alrededor de los cambios que se producían en el nuevo Japón, pero que hacia la década de los años ochenta se orientaron hacia la recuperación nostálgica de un valioso legado cultural. La restauración imperial también atrajo la atención sobre el esplendor de la vida cortesana del periodo Heian (794-1185) y los héroes históricos, en especial aquellos asociados con la lealtad a la causa imperial. Los editores percibieron la gran aceptación del ukiyo-e entre un público culto y exigente, que valoraba la calidad de las técnicas de impresión y que comenzaba a ser consciente del orgullo de su propia identidad nacional. Quizá los únicos pintores que compitieron en imaginación y creatividad con Yoshitoshi fueron Kawanabe Kyōsai (1831-1889) y Yōshū Chikanobu (18381912), también conocido como Toyohara Chikanobu y que puede equipararse a Yoshitoshi por su amplitud de registros y versatilidad. También en este círculo artístico hay que incluir a Sensai Eitaku (1843-1890), discípulo de Yoshitoshi y uno de los ilustradores de libros más influyentes de su época. Algo más joven, pero también de un talento excepcional, Kobayashi Kiyochika (1847-1915) es otro artista sobresaliente en el panorama del grabado japonés de las últimas décadas del siglo XIX y declarado admirador del arte de Yoshitoshi. Los jóvenes artistas7, nacidos ya en la segunda mitad del siglo XIX, que más éxito tuvieron fueron todos discípulos de Yoshitoshi, entre los que destacamos a Mizuno Toshikata (1866-1908), Ogata Gekkō (1859-1920) y, finalmente, Tsukioka Kogyō8 (18681927), que fue hijastro de Yoshitoshi y discípulo de Gekkō. Pero ninguno de los artistas del ukiyo-e puede explicarse individualmente, sin atender a los aspectos sociológicos de esta técnica y a su sistema de producción. Los editores, o hanmoto, de los grabados ukiyo-e buscaban una rentabilidad económica en su negocio de un modo semejante a como lo hacen 11


los actuales productores de cine en Hollywood: tenían un control absoluto de todos los medios de producción y aportaban todo el capital necesario para la empresa. El hanmoto era un hombre culto y sensible que conocía los entresijos del negocio y controlaba a los diferentes gremios que participaban en el proceso de creación de una estampa. Él elegía a los artistas en los que tenía más confianza para pintar un determinado tema. Así, hubo cientos de editores que compitieron contratando a los artistas más exitosos para publicar obras con los temas de moda. Habitualmente, el editor se identificaba mediante un logotipo en el propio grabado y, desde la era Meiji, la legislación obligaba a incorporar el nombre completo y la dirección del editor junto a la fecha de edición y comercialización de la estampa en uno de los márgenes. En el caso de Akiyama Buemon 秋山武 右衛門, propietario de la editorial Kokkeidō (滑稽堂), la dirección que aparece en el margen de las estampas nos indica que estaba establecido en Nihonbashi Muromachi sanchōme kyūbanchi (日本橋区室町三丁目九番地). Akiyama Buemon, promotor de Cien Aspectos de la Luna, se esforzó por elevar al máximo el nivel técnico y artístico del ukiyo-e. Hombre docto y poeta, fue uno de los editores de más importantes de las últimas décadas del siglo XIX, hasta su muerte en 19009. Su principal acierto fue percibir el aumento de la demanda de temas tradicionales bien editados, sintonizando tanto con los círculos de defensa del arte nipón que reaccionaban ante las modas occidentales como, también, con los coleccionistas extranjeros que apreciaban el arte de los grandes maestros del pasado y que preferían exóticas estampas de geishas y samuráis, o de paisajes naturales antes que escenas del nuevo Japón. En este sentido, Akiyama Buemon también se dedicó a la reedición de estampas antiguas para el mercado occidental. Además de Cien aspectos de la luna, publicó excelentes trabajos de discípulos de Yoshitoshi, sobre todo de Mizuno Toshikata. La tecnología que se empleaba para la producción de estampas ukiyo-e no era en modo alguno compleja y sus excelentes resultados se deben a la pericia de artesanos muy especializados, tanto en la fabricación de papeles de calidad como en la talla y estampación de las planchas de madera. Además, el gremio de editores llegó a establecer unos formatos estándar en su producción con el fin de homogeneizar la fabricación de papel y de planchas, facilitando así el proceso de impresión, almacenaje y distribución de los productos editoriales, tanto libros como estampas. El tamaño más común para estas últimas era el ōban (39x26,5 cm.), que es justamente el que se utilizó en Cien Aspectos de la Luna. Una vez que el editor había aprobado el original del artista, se preparaba un dibujo especial de contornos bien definidos que servía de punto de arran12


que para la preparación de las planchas. El profesional que elaboraba estos bloques de madera, utilizando únicamente cuchillos y gubias, era el horishi o grabador. Con gran precisión, el grabador realizaba una plancha “en relieve” con el contorno del dibujo y otras tantas para cada uno de los colores de la composición. Una estampa de nueve colores requería la talla de diez planchas: una para el dibujo en negro y una por cada color. Estos artesanos tenían gran reconocimiento en el mundo editorial y en ocasiones firmaban sus trabajos. En Cien Aspectos de la Luna, junto a la firma de Yoshitoshi, aparecen en ocasiones sellos que los identifican. En algunas estampas de esta serie aparece la firma del grabador Yamamoto Shinji (山本) o la de Noguchi Enkatsu (円活), pero otras no llevan ninguna referencia al autor de las planchas. Con éstas ya talladas otro profesional, el estampador o surishi, las entintaba de forma manual presionando sobre ellas el papel con la ayuda de un disco de bambú llamado baren. Además de la aplicación del color, el estampador también podía aplicar exquisitas técnicas para adornar los grabados, como degradados en el tono de un color (bokashi), efectos de manchas sin contornos (nunomezuri), grabado en seco o gofrado (karazuri) y efectos de brillo lacado (shomenzuri), todos ellos presentes en la lujosa edición de la serie Cien Aspectos de la Luna. Todavía hoy, con nuestros sofisticados sistemas de impresión, cuando reproducimos estas estampas no alcanzamos a emular todos sus matices de brillos y texturas. Cien aspectos de la luna fue la serie más extensa de Yoshitoshi, en la que estuvo trabajando durante seis años, mientras asumía también otros encargos. Algunos de sus trabajos versaban sobre los personajes históricos de la casta militar, como Los valientes guerreros de Yoshitoshi, de 1883. Otra de sus series más reconocidas e influyentes fue Treinta y dos aspectos de modas y costumbres (1888), en la que recorre un amplio espectro sociológico en retratos individualizados de gran encanto. De todos los trabajos de su última etapa, la serie más imaginativa y característica del estilo y de la personalidad del artista fue Nuevas formas de treinta y seis fantasmas (1889), dentro del género fantástico, que trata los aspectos sobrenaturales de diversas leyendas. El tono de algunas estampas de estas dos series se refleja también en ciertas características de Cien aspectos de la luna. En el año 1891 la salud mental de Yoshitoshi se deterioró y fue ingresado en varios hospitales, muriendo de un derrame cerebral el 9 de junio de 1892. Su amigo y editor Akiyama Buemon encargó a su discípulo Toshikage un retrato conmemorativo de Yoshitoshi, shini-e, junto con un poema funerario escrito por el artista poco antes de morir, a modo de testamento espiritual. La luna, cuya letra formaba parte de su nombre familiar Tsukioka, aparece en estos 13


versos, quizá con la satisfacción de haber concluido su gran serie Cien Aspectos de la Luna. Dice el poema:

Frena la noche con su creciente brillo, estival luna.

La serie Cien aspectos de la luna, una enciclopedia visual del Japón tradicional En su época, Cien aspectos de la luna fue la serie más valorada de Yoshitoshi. Es un trabajo de una extensión notable: cien estampas de formato ōban, en disposición vertical, que presentan los principales rasgos de la cultura japonesa en un amplio abanico cronológico y temático. Aunque desconocemos con certeza la tirada original que tuvo cada estampa, posiblemente entre dos y tres mil copias, en 1892, tras la muerte de Yoshitoshi, se comercializó toda la serie conjunta y posteriormente se hicieron varias reimpresiones. Comenzó a publicarse en 1885 y no siguió una pauta regular en la aparición de cada nuevo título, sino que parece que la salud y otros trabajos de Yoshitoshi condicionaron el ritmo de aparición de nuevos grabados. En el año 1885 se editaron once, cantidad que se elevó al año siguiente a treinta y dos, el año de mayor producción. En 1887 se publicaron trece, lo mismo que en 1888, mientras que en 1889 el número se redujo a doce y en 1890 a nueve. Durante 1891, cuando ya parecía que la serie estaba a punto de completarse, aparecieron otros nueve y el público tuvo que esperar hasta 1892 para conocer las dos últimas estampas que concluían Cien aspectos de la luna. Ninguna de ellas lleva una numeración que especifique su lugar dentro de la serie, lo cual indica que no seguían ningún orden temático. Aunque es difícil encontrar la serie completa, Cien aspectos de la luna ha sido expuesta en numerosas ocasiones y dio lugar a diversas publicaciones que la han popularizado10. De todas, destaca el excelente estudio de John Stevenson Yoshitoshi’s One hundred Aspects of the Moon11. También en España Yoshitoshi es uno de los autores japoneses más conocidos, gracias a las exposiciones organizadas por el Museo Oriental de los Padres Agustinos de Valladolid, que dirige Blas Sierra de la Calle, autor del catálogo Yoshitoshi y su escuela12. Que la serie esté dedicada a la luna no es especialmente una novedad, debido a la importancia de los elementos de la naturaleza en el arte y en la literatura nipona. En cierto modo, las escenas paisajísticas con protagonismo de la luna 14


pueden ser consideradas como una temática clásica. Sin embargo, esta obra no fue planteada como una recopilación de paisajes, y la presencia de la luna aparece en algunas ocasiones metafóricamente o por alusión debido a la forma de algún objeto. La luna es simplemente un hilo conductor que le permite a Yoshitoshi romper las fronteras de los géneros tradicionales bajo un nuevo concepto de serie donde despliega toda su versatilidad como artista. Por otra parte, en las escenas de episodios históricos, conviene recordar que en el Japón tradicional las fechas seguían un calendario lunar, por lo que, a diferencia de nuestro calendario solar, era muy fácil vincular la fase de la luna con un día concreto. Respecto al número cien, hay que asumir que se trata de un número elevado para una serie. Series más reducidas, de doce, veinticuatro y treinta y seis estampas eran mucho más asumibles para los editores. Las cincuenta y tres estaciones del Tōkaidō o los cincuenta y cuatro capítulos del Genji Monogatari eran temas que permitían también series grandes. En las que alcanzaban el centenar, como la dedicada a la antología de cien poemas de cien poetas Ogura hyakunin isshu (1847)13, se hicieron alianzas entre varios editores para asumir los riesgos económicos y el encargo a artistas diferentes, como Kuniyoshi, Hiroshige o Kunisada, para garantizar el ritmo de producción necesario14. Cien había sido también el número elegido por Katsushika Hokusai para su célebre libro de paisajes Cien vistas al Fuji. En definitiva, el cien formaba parte de la tradición del ukiyo-e para series que debemos considerar muy extensas. Es preciso señalar que la continuidad de una serie estaba determinada por su éxito comercial y que era bastante frecuente que quedaran interrumpidas. Por ejemplo, de una de las primeras series de Yoshitoshi titulada Cien historias de Japón y China, solamente llegaron a publicarse veintiséis estampas entre 1865 y 1866. En cuanto a la variedad temática, ésta resulta desbordante, con personajes religiosos, políticos, militares, literarios y mitológicos. Desde santos maestros que han alcanzado la iluminación a villanos infames, o desde triunfantes héroes a grandes fracasados, la luna sirve como testigo del amplio abanico de conductas protagonizadas por hombres y mujeres. Desde una perspectiva de género, hay que indicar que, en general, la obra de Yoshitoshi suele presentar personajes masculinos, aunque también dedicó algunos excelentes trabajos al género de las mujeres hermosas. Sin embargo, en la serie que nos ocupa, hemos de destacar una importante presencia femenina, más aún si consideramos que se trata de una crónica visual de la historia y la cultura japonesas, y la tendencia generalizada a oscurecer el protagonismo de la mujer. En modo alguno hay paridad, pero veintisiete estampas tienen como figura central a mujeres, frente a sesenta y 15


siete que son masculinas, habiendo además cinco en las que aparecen parejas y una en la que hay un grupo numeroso de gente. En esta serie hay asimismo grabados que ilustran personalidades del budismo, religión de origen indio que se extendió por China y Corea antes de llegar a Japón. También episodios vinculados con el pensamiento taoísta, religión autóctona china que enriqueció el pensamiento budista. Igualmente de China proviene el confucionismo, un ordenado y respetuoso código de conducta social de gran importancia en el pensamiento político y moral del continente asiático y que también dejó una huella profunda en Japón. Este tipo de temas, más algunos literarios, ambientados en grandes batallas épicas, o sobre mujeres de gran belleza, completan las dieciséis estampas de Cien aspectos de la luna que se sitúan fuera de Japón. El hecho de ir más allá de las fronteras niponas no debe interpretarse como la señal de una búsqueda de universalismo o cosmopolitismo, pues en ninguna estampa de la serie hay ningún elemento que nos remita a personajes o lugares occidentales, que era la cultura de moda en el Japón Meiji. Más bien, en nuestra opinión, estas estampas subrayan las raíces históricas de Japón en la cultura asiática de un modo semejante a como los europeos afianzan en su imaginario los cimientos de su civilización en las antiguas Grecia y Roma. En el ukiyo-e de finales del siglo XIX y en general en todo el arte japonés de esta época, se aprecia una marcada vocación documentalista muy precisa en el vestuario, armamento, peinados, complementos y arquitecturas. En este sentido, eran numerosas las publicaciones con reproducciones de todos estos detalles. Como las épocas históricas tratadas por Yoshitoshi en Cien aspectos de la luna tienen un marco cronológico muy variado y aparecen además hombres y mujeres de diversas clases sociales, la serie adquiere la categoría de enciclopedia visual. Por otra parte, el interés por la historia, o por reinterpretar la historia, fue una prioridad del gobierno Meiji para fortalecer una identidad nacional que girase en torno a la dinastía imperial, una línea sucesoria que tenía su origen en los propios dioses. Durante la era Meiji se potenció un sintoísmo con tintes nacionalistas y se creó una campaña propagandística de recuperación de las grandes figuras imperiales que defendieron a lo largo de la historia la restauración del poder imperial, el cual se había ido diluyendo desde finales del siglo XII por el ascenso político de los samuráis y la creación de un gobierno militar, o bakufu, dirigido por un caudillo o shōgun. Como reflejo de esto, encontramos en la serie algunas estampas ligadas a los remotos tiempos de los primeros emperadores recogidos en la crónica Kōjiki (710) y con festivales sintoístas frente 16


al palacio imperial. No obstante, el marco cronológico de la mayoría de las estampas se desarrolla en la etapa histórica japonesa que discurre desde el periodo Heian (794-1185) hasta los grandes conflictos bélicos de los siglos XII y XVI. En la historia nipona se considera que el periodo Heian fue una etapa dorada en todos los aspectos y que culturalmente es un punto de inflexión hacia la madurez después de un momento de asimilación de la cultura china que proporcionó a Japón un modelo de estado, un sistema de escritura y la religión budista. Si bien es cierto que los regentes de la familia Fujiwara controlaron los hilos de la política en muchos momentos, lo cierto es que el prestigio del periodo Heian se acentuó todavía más en la era Meiji, reforzando la idea de que el antiguo esplendor de Japón regresaba ahora que de nuevo la familia imperial retomaba las riendas del gobierno de la nación. La cultura del periodo Heian fue extraordinariamente sensible y refinada. Estuvo limitada a los ámbitos cortesanos de la capital Heian (Kioto) y marca el canon del clasicismo, sobre todo en poesía15. En este sentido, conceptos estéticos muy sutiles de la cultura clásica japonesa, como el sentimiento hacia las pequeñas cosas, mono no aware, aparecen en Cien aspectos de la luna. Además, las estampas de Yoshitoshi sobre personajes del periodo Heian exhalan refinamiento, equilibrio, dignidad y elegancia, tanto en las figuras y sus extraordinarios kimonos, como en los escenarios. Fue también un periodo en el que la mujer tuvo un gran protagonismo cultural en las letras, tanto en la poesía, con la célebre Ono no Komachi a la cabeza, siendo además la única fémina en el grupo de los seis poetas inmortales, como en la narrativa, con escritoras de la talla de Murasaki Shikibu, autora del Genji Monogatari, la gran novela de las letras niponas. En gran medida, estos temas clásicos estaban ya en la tradición del ukiyo-e y aparecen en reiteradas ocasiones versiones de estas obras literarias aristocráticas, aunque generalmente en tono cómico. Por ejemplo, las alusiones al Genji Monogatari estuvieron de moda por una parodia escrita por Ryūtei Tanehiko (1783-1842) titulada Nise Murasaki inaka Genji (Un falso Murasaki y un rústico Genji), que se publicó en 1829 siendo el primer libro japonés en vender más de diez mil ejemplares, en parte gracias al encanto de las ilustraciones de Utagawa Kunisada. Sin embargo, en tiempos de Yoshitoshi el ukiyo-e ya no se dedicaba a parodiar, sino que tomaba los textos clásicos como temática propia pues, en cierto modo, las estampas ya no eran solamente un entretenimiento, como antaño, sino una forma de expresión de los valores culturales nacionales amenazados por la modernización. Además, tanto el editor, Akiyama Buemon, como el propio Yoshitoshi, tenían inquietudes literarias, razón por la cual la serie contiene una gran cantidad 17


de estampas directamente relacionadas con la poesía. De hecho, veintidós de ellas tienen como inscripción algún poema, fundamentalmente en estrofas con forma de tanka, propias de la tradición clásica japonesa, sin rima y con una métrica en cada uno de los cinco versos de 5/7/5/7/7 sílabas. También hay algunos haiku, composiciones todavía más breves, en tres versos de 5/7/5 sílabas16. Esta presencia poética contrasta con la ausencia de textos narrativos con explicaciones sobre los personajes o acontecimientos presentados en cada estampa, que era un recurso muy habitual en las series de grabados de temática histórica. Las grandes batallas entre los clanes Taira y Minamoto constituyen el final de esta edad de oro japonesa que se precipita hacia sangrientas guerras por alcanzar el poder. Los acontecimientos bélicos de esta contienda fueron recogidos en el Heike Monogatari17 y otros cantares medievales. Además de la relevancia histórica de esta guerra, conocida como Genpei (1180-1185), los episodios épicos recogidos en el Heike Monogatari fueron la principal cantera para los argumentos de los dramas de teatro noh, una dramaturgia culta desarrollada desde el siglo XIV. Este antiguo espectáculo estaba asociado con la aristocracia militar desde sus orígenes, con el gran Zeami (1363-1443) y el mecenazgo del shōgun Ashikaga Yoshimitsu (1358-1408), en el periodo Muromachi. Sin embargo, en la etapa Meiji, gracias a los esfuerzos revitalizadores de Umewaka Minoru (1828-1909), muchos nuevos aficionados entre las clases medias se interesaron por el noh, que amplió su campo de acción desde los escenarios aristocráticos a la vida cultural del moderno Japón. Yoshitoshi aprendió canto y danza de noh con el propio Umewaka Minoru, con quien estableció una sólida amistad. En la época en que Yoshitoshi realizó sus Cien aspectos de la luna, el teatro volvía a estar en auge por el empeño de recuperar los valores culturales nacionales frente a la desbocada occidentalización del país. Varias de sus estampas tienen precisamente como trasfondo una escena de alguna obra noh pues, por aquella época, Yoshitoshi estaba sumamente interesado en este teatro y en otras artes escénicas, siendo muy habituales las reuniones con actores en su propia casa. El teatro noh, de una estética profunda y austera, muy diferente a la alegre vistosidad del kabuki, era tema habitual en la tradición ukiyo-e. Esta profundidad, misterio y solemnidad del noh está presente en algunas estampas de Cien aspectos de la luna. También en los modelos que empleaba se aprecia una evolución hacia un gusto más amplio que el limitado a los barrios de placer. Su hijo adoptivo Tsukioka Kogyō18, que dedicó su carrera a producir extensas series sobre las representaciones del repertorio del teatro noh, y en cuyo estilo se aprecia una fuerte influencia de algunas estampas de Cien aspectos de la luna, 18


valoró la proximidad de Yoshitoshi al teatro noh como una de las claves estéticas de su producción de madurez. En este sentido, Kogyō declaró: Mi padrasto, Tsukioka Yoshitoshi, fue ampliamente conocido por sus pinturas de mujeres hermosas, pero cuando miras esas pinturas te das cuentas de que la mayoría de sus modelos provenían del demi-monde. No fueron generalmente jóvenes refinadas de buena familia. Sin embargo, a medida que Yoshitoshi iba más al noh, se percató de que sus antiguas modelos no eran refinadas y que había una gran diferencia entre las jóvenes mujeres que asistían al noh y aquellas que acudían a otro tipo de espectáculos. En su última gran obra, Cien aspectos de la luna, él empleó como modelos a mujeres que asistían al teatro noh.

Además de las hazañas bélicas de los Taira y los Minamoto, otras estampas tienen como tema las guerras que originaron un cambio de rumbo en la política japonesa, como el ascenso del clan Ashikaga en 1333, que supuso el final del gobierno militar de Kamakura (1185-1333) y el comienzo del periodo Muromachi (1333-1573), así como las guerras de unificación del país del periodo Sengoku (1463-1603). Esta unificación nacional fue posible finalmente gracias a la victoria del clan Tokugawa, que se mantuvo en el poder hasta 1868, esto es, hasta la restauración imperial Meiji. Durante el gobierno de los Tokugawa se desarrolló el arte del ukiyo-e y siempre hubo una gran censura hacia los temas políticos e históricos relacionados con este clan, especialmente con Toyotomi Hideyoshi (1537-1598), popular caudillo de origen humilde al que los Tokugawa juraron lealtad pero a cuyo sucesor le usurparon el poder. En el periodo Meiji, la censura sobre Hideyoshi y otros personajes ya no estaba en vigor y aparecen de manera destacada en Cien aspectos de la luna. La gran mayoría de los episodios históricos seleccionados por Yoshitoshi para esta serie se produjeron con anterioridad al traslado de la capital a Edo (Tokio) por parte de Tokugawa Ieyasu, a comienzos del siglo XVII, por lo que las localizaciones de las escenas japonesas se centran sobre todo en Heian (Kioto) y los alrededores de la región de Kansai. En muy pocas estampas predomina el paisaje, aunque el tratamiento de los fondos naturales y arquitectónicos de Cien aspectos de la luna es sobresaliente. Generalmente, para crear una atmósfera más intensa, renuncia a dibujar los contornos de las nubes y acentúa el brillo de la luna con manchas sutiles de tinta. También en muchas ocasiones Yoshitoshi recurrió a trazos gruesos para esbozar la vegetación siguiendo pautas de la escuela de pintura Maruyama-Shijō, una corriente pictórica realista que a finales del siglo XIX enriqueció los recursos de varios artistas del ukiyo-e gracias a la difusión de sus principios en varios 19


manuales de pintura. Todos estos recursos pictóricos fueron adaptados a la técnica xilográfica gracias a los extraordinarios artesanos contratados por Akiyama Buemon para editar la serie, que incorporaron estas novedades a los sofisticados recursos del grabado xilográfico japonés nishiki-e y a sus técnicas para obtener las texturas y los brillos mencionados anteriormente. En cierto modo, algunas de las historias tratadas por Yoshitoshi a lo largo de su carrera fueron recuperadas en Cien aspectos de la luna, pero sin repetir diseños ni reaprovechar composiciones, una práctica frecuente en la comercial industria del ukiyo-e y especialmente en la prolífica escuela Utagawa. Esta serie presenta un amplio repertorio de personajes históricos del País del Sol Naciente, un tema en el que destacaba su maestro Kuniyoshi, y que plasmó en numerosos trabajos a lo largo de su carrera con series como Selección de cien guerreros de Yoshitoshi (1868), Espejo de famosos generales del Gran Japón (1874-1880), Veinticuatro gestas del Japón imperial (1881), Los valientes guerreros de Yoshitoshi (1883) y especialmente los diez trípticos realizados entre 1879 y 1880 con el nombre de Dai Nippon Shiryaku zue. También abordó célebres historias como la venganza de los cuarenta y siete leales19. No obstante, por Cien aspectos de la luna desfilan tanto personalidades de la historia japonesa de primer orden como otros personajes secundarios, mucho menos conocidos para el público, tanto el de ahora como el de la época. La elección de éstos no es clara, pero puede ser interpretada como una manera de enriquecer el repertorio de personajes más repetidos en las antologías históricas. Estilísticamente, la serie combina una gran variedad de registros utilizados previamente por el artista en otros trabajos. Sin embargo, al ser una serie tan extensa, no resulta complicado encontrar una excepción para cualquier generalización que se haga, salvo la excelente calidad gráfica del conjunto para representar un repertorio amplio de paisajes anímicos de seres humanos muy variados en situaciones que exigen un notable espectro de registros: desde la valentía a la calma, o desde la pasión al sosiego. La mayoría de las figuras se representan de cuerpo entero, con un variado colorido en el vestuario que abarca desde el negro más profundo a las sutiles tonalidades verdes, azules, naranjas y rojas. Yoshitoshi fue siempre un pintor de figuras que sorprendía por romper la habitual frontalidad de la tradición del ukiyo-e y por disponerlas en atrevidos escorzos y posiciones inusuales. Además, los rostros de los personajes son realistas, individualizados y ajenos a cualquier convención. Aunque la fuerza gráfica de la figuración de Yoshitoshi es inconfundible, algunas de sus estampas presentan adaptaciones de otras tradiciones gráficas de orientación cómica, 20


como la Toba-e, en el caso de una estampa que presenta a dos ladrones de pocas luces. Todo ello enriquece los matices de esta serie, que ni en sus temas ni en sus composiciones resulta monótona o repetitiva, sino al contrario, articula un mosaico de historias y de leyendas atractivo y sorprendente. El espectador actual puede valorar en Cien aspectos de la luna una de las cumbres del grabado japonés ukiyo-e. Una tradición que, a pesar del gran nivel artístico y técnico que tenía a finales del siglo XIX, desapareció durante los primeros años del siglo XX ante los avances de la modernización de Japón, al tiempo que desaparecían los usos y costumbres de antaño. Simplemente, el ukiyo-e dejó de ser rentable como sistema de producción de estampas populares frente a los nuevos sistemas más baratos, más rápidos y capaces de multiplicar las tiradas. Sin embargo, aunque los japoneses cambiaron sus casas de madera y papel por rascacielos, sus katanas por buques acorazados y sus kimonos por trajes de corte occidental, lo cierto es que Japón supo mantener su identidad nacional y sus códigos de valores forjados a lo largo de siglos de historia. En este sentido, Cien aspectos de la luna no es una reliquia del pasado, un testamento del Japón heroico y galante de antaño, sino un amplio repertorio de modelos de conducta que siguen estando presentes hoy, actualizados, en el Japón del siglo XXI, donde las famosas geishas o las bijin son ahora idols televisivas y los leales samuráis o los antiguos bomberos son hoy los héroes de Fukushima.

Notas: 1. La bibliografía sobre el grabado ukiyo-e es muy extensa. Para una visión general de este amplio tema: Newland, A. R., Hotei Encyclopedia of Japanese Woodblock Prints, Ámsterdam, Hotei, 2005; Marks, A., Japanese woodblock prints, Glasgow, Rutland, 2010; Calza, G. C., Ukiyo-e, Nueva York, Phaidon, 2005; Barlés, E. y Almazán, D. Estampas japonesas: Historia del grabado japonés y de su presencia en España. Zaragoza: CAI-Fundación Torralba-Fortún, 2007. 2. García Rodríguez, A., Cultura popular y grabado en Japón, México, El Colegio de México, 2005. 3. Schaap, R., Heroes & ghosts: Japanese prints by Kuniyoshi, 1797-1861, Ámsterdam, Hotei, 1998. 4. Cabañas, P., Héroes de la Gran Pacificación, Gijón, Satori Ediciones, 2013. 5. Para una completa presentación de Yoshitoshi: Van der Ing, E. y Schaap, R., Beauty and Violence: Japanese Prints by Yoshitoshi 1839-1892. Eindhoven: Society for Japanese Arts, 1992; Keyes, Roger S. y Kuwayama, G., The Bizarre Imagery of Yoshitoshi, 21


Los Ángeles, County Museum of Art, 1980 y Shin’ichi S., Yoshitoshi: The Splendid Decadent, Tokio, Kodansha, 1985. Con anterioridad a estos estudios se publicó la tesis doctoral de Keyes, Roger S., Courage and Silence: A Study of the Life and Color Woodblock Prints of Tsukioka Yoshitoshi 1839-1892, Cinncinnati, Union for Experimenting Colleges and Universities, 1982. 6. Para una amplia síntesis de esta etapa histórica: Beasley, W.G., La Restauración Meiji, Gijón, Satori Ediciones, 2007. 7. Merrit, H. y Yamada, N., Woodblock Kuchi-e prints: reflections of Meiji culture, Honolulú, University of Hawaii Press, 2000. 8. Shaaps, R. y Rimer, T., Beauty of Silence: Japanese Nō and Nature Prints by Tsukioka Kogyō, Leiden, Hotei, 2010; Almazán, D., “Solemne quietud y sobrecogedor silencio. El teatro Noh y la modernidad del arte de Tsukioka Kogyō (1869-1927)”, La Ratonera, nº 31, enero de 2011, pp. 59-66. 9. Marks, A., Publishers of Japanese woodblock prints: A compendium, Leiden, Hotei, 2011. 10. Grafton, J., One Hundred Aspects of the Moon, Mineola, Dover Publications, 2013; Tjardes, T., One Hundred Aspects of the Moon: Japanese Woodblock Prints by Yoshitoshi, Santa Fe, Museum of New Mexico, 2003. 11. Stevenson, J., Yoshitoshi’s One Hundred Aspects of the Moon, Redmond, San Francisco Graphic Society, 1992. Este mismo autor ha escrito valiosas monografías sobre otras series de este artista: Yoshitoshi’s Women, Seattle, University of Washington Press, 1995; Yoshitoshi’s Thirty-Six Ghosts, Nueva York, Weatherill, 1983. 12. Sierra, B., Yoshitoshi y su escuela: grabados ukiyo-e, Valladolid, Museo Oriental, 2009 y Sierra, B., “El arte Ukiyo-e de Tsukioka Yoshitoshi (1839-1892)”, Boletín de Bellas Artes, Real Academia de BB.AA. de Sevilla Santa Isabel de Hungría, nº 38, 2010, pp. 23-70. En España, Yoshitoshi también ha sido presentado en publicaciones relacionadas con el Museo de Zaragoza: Almazán, V. D., “El grabado japonés ukiyo-e de era Meiji (1868-1912) en la Colección de Arte Oriental de Federico Torralba del Museo de Zaragoza”, Artigrama, nº 26, 2011, pp. 795-816. 13. Cien Poetas, Cien Poemas Hyakunin Isshu (Antología de Poesía Clásica Japonesa), Madrid, Ediciones Hiperión, 2004. 14. Herwig, H.J. y Mostow, J.S., The Hundred Poets Compared. A Print Series by Kuniyoshi, Hiroshige, and Kunisada, Ámsterdam, Hotei, 2007. 15. Lanzaco, F., Los valores estéticos en la cultura clásica japonesa, Madrid, Verbum, 2009. 16. En este punto hemos acudido a las traducciones existentes y, cuando no las había, hemos optado por ofrecer nuestra propia traducción, unas veces con mejor fortuna que otras, buscando siempre la fidelidad a la métrica original. 17. Rubio, C., Claves y textos de la literatura japonesa, Madrid, Cátedra, 2007. 18. Sukioka Kōgyo, A Modern Painter of Noh, Tōgane, Mizuta Museum of Art, Josai International University, 2005. 19. Forbes, A. y Henley, D., Forty-Seven Ronin: Tsukioka Yoshitoshi Edition, Chiang Mai, Cognoscenti Books, 2012. 22


Cien aspectos de la luna 月百姿


1 Cien aspectos de la luna 月百姿 Firma Yoshitoshi 芳年 y sello Taiso 大蘇 Grabador, Yamamoto 山本 Junio de 1891 明治24年6月

Bonzo recibiendo las semillas de casia en una noche de luna Bonsō tsukiyo ni keishi o uku 梵僧月夜 受桂子 El budismo, religión que proviene de la India, ha sido un elemento esencial en el desarrollo de la civilización asiática; también de la japonesa. En Cien Aspectos de la Luna Yoshitoshi no solamente representó temas japoneses, sino que en algunas ocasiones presentó cuestiones relacionadas con doctrinas de origen continental que conforman la esencia de la cultura nipona. La escena representa a un arhat indio, en japonés rakan, esto es, un monje discípulo de Buda quien, sentado en una roca, levanta su escudilla en una noche de luna llena para recoger las semillas del árbol casia, las cuales tienen la capacidad de proporcionar la inmortalidad. Este árbol, según el mito, crecía en la luna, que no aparece representada, si bien el nimbo que rodea la cabeza del rakan recuerda la forma de la luna llena. Los rasgos físicos del bonzo y sus ricas vestimentas son elementos que ofrecen a la composición un gran exotismo, que remite al espectador a la tierra lejana y mítica donde surgió el budismo; religión que, junto con el sintoísmo nativo, es la más practicada en Japón. La escena se ambienta en una atmósfera mítica e intemporal, en los tiempos de los primeros discípulos de Buda, y las semillas de la inmortalidad son un símbolo del nirvana que proporciona la iluminación. Los discípulos de Buda suelen ser representados con una serie de atributos que los diferencian, aunque en este caso se trata de una escena atípica, que presenta cierto parecido con Handaka Sonja, quien lleva una escudilla que eleva al cielo y de la que sale un dragón; un personaje que ya representó en varias ocasiones su maestro Utagawa Kuniyoshi.

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2 Cien aspectos de la luna 月百姿 Firma Yoshitoshi 芳年 y sello Taiso 大蘇 Grabador, Enkatsu 円活 1888 明治21年

La luna del mar del sur Nankai no tsuki 南海月

El budismo llegó a Japón a través de China, donde muchas divinidades indias se adaptaron a la cultura de Asia Oriental. La deidad de la compasión, Avalokitésvara, adquirió en China una apariencia femenina llamada Guanyin, que en Japón se popularizó bajo el nombre de Kannon con gran devoción. Kannon es un bodhisattva, o bosatsu en japonés; esto es, un ser que, habiendo alcanzado la naturaleza de Buda, ha decidido ayudar a la humanidad a encontrar también la iluminación. Por ello siempre está escuchando todos los sonidos del mundo. En la iconografía budista japonesa es muy frecuente que Kannon aparezca junto con el Buda Amida. En esta ocasión aparece sobre una roca, en una noche de luna llena, sentada en absoluta calma frente a un mar embravecido. El brillo de la luna se ve incrementado por el nimbo que rodea la cabeza de la sagrada Kannon, símbolo de la verdadera iluminación. La alusión al mar del sur en el título es una referencia a la mítica isla de Potalaka, una de las localidades en las que vivió la legendaria figura de Avalokitésvara en la India meridional. Bajo esta advocación de Kannon de los mares del sur, Nankai Kannon, goza en Japón de una gran devoción entre pescadores y marineros, como protectora ante tormentas y naufragios. Yoshitoshi combina en la estampa mediante el dibujo un gran contraste entre las agitadas olas y la actitud de solemne calma de Kannon, vestida de blanco y con lujosas joyas que la identifican como bodhisattva.

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5 Cien aspectos de la luna 月百姿 Firma Yoshitoshi 芳年 y sello Taiso 大蘇 Grabador, Enkatsu 円活 19 de marzo de 1888 明治21年3月19日

La luna de la lectura Godō no tsuki 読書の月 Además del budismo, otra doctrina de pensamiento que ha forjado la idiosincrasia del pueblo japonés ha sido el confucionismo. Más que una religión y un panteón de divinidades, el confucionismo es un código ético y moral para el buen funcionamiento de la sociedad. Las doctrinas de Confucio insisten en la necesidad de respetar un orden social jerárquico en el que los súbditos deben hacer todo tipo de sacrificios por el emperador, lo mismo que los hijos deben obedecer al padre. El confucionismo también hacía gran hincapié en la importancia de la educación y del esfuerzo personal. Confucio no aparece en los Cien aspectos de la luna de Yoshitoshi, pero sí encontramos a algunos de sus seguidores. En esta estampa, el hombre que estudia bajo la luz de la luna, como ejemplo de tesón y aprovechamiento del tiempo, es Zi Lou (543-480 a.C.), un discípulo de Confucio de origen humilde que apenas tenía para comer, pero que se sacrificaba por llevar comida a sus padres, aunque éstos vivían a gran distancia, por lo que es considerado uno de los veinticuatro ejemplos de piedad filial. Gracias a su vida ejemplar y a su disciplina en el estudio, Zi Lou llegó a ocupar un importante cargo como funcionario del gobierno. Aunque la escena es nocturna, Yoshitoshi diseñó una composición muy luminosa en la que destaca la figura de Zi Lou vestido con harapos y cargado con un saco de arroz para sus ancianos padres. Al fondo, Yoshitoshi ha dibujado unas montañas, con un estilo que sigue las pautas de la escuela Nanga, una corriente pictórica inspirada en la pintura del sur de China.

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13 Cien aspectos de la luna 月百姿 Firma Yoshitoshi 芳年 y sello Taiso 大蘇 Grabador, Yamamoto 山本 5 de junio de 1886 明治19年6月5日

Zi Fang, la luna del monte Ji Ming Shibō, Keimeizan no tsuki 子房 鶏鳴山の月 La aportación de corrientes religiosas y filosóficas continentales a las raíces de la cultura clásica justifican que Yoshitoshi incluyera en Cien aspectos de la luna numerosas referencias a personajes chinos. En cierto modo, la civilización china, especialmente durante las dinastías Han y Tang, ocupa en Japón un lugar parecido al que los occidentales concedemos a las antiguas Grecia y Roma. En esta estampa aparece Zi Fang, conocido en Japón como Shibō, nombre literario de Zhang Liang, héroe militar al servicio de Liu Bang, que restableció el orden político en China que permitió el inicio de la dinastía Han en el siglo III a.C. En la batalla decisiva, Zi Fang subió a la cima del monte Ji Ming e interpretó magistralmente con su flauta un repertorio de canciones de Chu, la región enemiga, consiguiendo que las tropas rivales sintieran tal nostalgia de su tierra natal que abandonaron su campamento y no combatieron. Yoshitoshi representó a Zi Fang en el momento en el que comienza su recital, vestido con ropajes voluminosos de oficial que se agitan con el viento. La astucia de este héroe, así como su ejemplar comportamiento en otros episodios, convierten a Zi Fang en personaje muy representado en la pintura oriental. La imagen del militar que domina las letras y las artes se trasladó al ideal de guerrero japonés de las épocas antigua y medieval, y en muchas de las estampas de Cien aspectos de la luna aparecen famosos samuráis con instrumentos musicales.

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