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EQUITACIÓN, UN DEPORTE CON FUTURO POR ANDREA DEL RIO
emillero de futuros jinetes y amazonas. Así se define el Club Hípico San Isidro, una asociación civil que, desde hace 20 años, enseña el arte de cabalgar a las nuevas generaciones en su predio en La Horqueta. Dirigida por Juan Manuel López, Gerardo Minuzzi y María Gloria Juri, la escuela es pionera en la implementación de un sistema de enseñanza personalizada que contempla tanto la dimensión de hobbie como la aspiración de profesionalismo, con el plus de un servicio integral que abarca desde el asesoramiento para la compra de caballos hasta el coaching para la participación en alta competencia. “Hoy tenemos aproximadamente 450 alumnos, un staff de 16 profesores y 9 caballerizos; tres pistas de arena —una principal, donde realizamos los concursos internos y se dictan las clases para avanzados, una intermedia y una donde trabajan los más pequeños—; y 33 binomios participando con regularidad en los campeonatos oficiales de la Federación Ecuestre Argentina”, enumera López, él mismo profesional de salto de primera categoría, para justificar por qué se consideran uno de los clubes referentes en su especialidad. En su rol de manager, elige graficar así el crecimiento de la actividad en esa escuela-modelo: “En 2003, teníamos una capacidad de 20 boxes. Hoy, ya contabilizamos 92 en nuestra sede de original. Por eso, hace menos de dos años replicamos el formato en un predio en Pilar, donde ya tenemos 31 boxes (con capacidad para convertirse en 60) y una nómina de 150 alumnos que, considerando la base poblacional de la zona, creo que pronto llegará a los 400”. El menú de actividades, en ambos casos, se estructura, según su rango de dificultad progresiva, en pony club (desde los 2 años) y escuela (desde los 6 años), más las clases de salto y técnicas de adiestramiento (ejercicios de obediencia). Además, existe un área de equinoterapia a cargo de profesionales del hipismo y la psicología, quienes trabajan en la inclusión, a través de esta disciplina, de niños y adultos con capacidades especiales. “En los últimos años, la gran novedad ha sido no sólo la cantidad de chicos que se inician, sino especialmente los que van creciendo deportivamente. Hoy, el 90 por ciento compite. Y, si bien no es el objetivo final, estimulamos en todos un acercamiento profesional desde el primer contacto con el animal”, destaca López. Y enfatiza otro diferencial del club: “Somos muy cuidadosos a la hora de elegir el caballo para cada alumno porque, para competir, es importante que el binomio esté afianzado, que la relación entre ambos sea profunda e intensa. Y eso
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requiere mucho trabajo y amor”. Entonces, cita a un legendario jinete francés quien, al retirarse, confesó el secreto de su éxito: “El vínculo con el animal está por encima de cualquier entrenamiento: podés ser muy preciso y perfeccionista con la técnica, pero los triunfos llegan cuando el caballo entiende tu objetivo, lo comparte y lo asume como propio, porque confía en vos”. Justamente allí reside, para muchos padres de sus jóvenes discípulos, una de las razones principales para optar por la equitación como deporte de formación en valores. “El hecho de entrenar sobre un ser vivo y la necesidad de adiestrarlo de acuerdo a las distintas disciplinas, implica la incorporación de un cúmulo de virtudes tales como responsabilidad, carácter, paciencia, firmeza, cariño y constancia”, es uno de los preceptos que se hacen realidad en cada salida a la pista. Para iniciarse, existen dos aranceles básicos: hasta los 6 años, el abono mensual de 4 clases de media hora es de $ 600, más $ 235 de cuota de mantenimiento; y para chicos mayores de 6 años, el abono mensual de 4 clases de una hora es de $ 1.188, más $ 362 de cuota. Según López, “lo importante no es tanto la actividad en sí ni los logros, sino tener una pasión. Es cierto que practicar un deporte te ordena: tenés horarios, responsabilidades y comportamientos que respetar. Pero lo más valioso, para tu vida, es el amor que te devuelven los caballos”. Lo dice por experiencia propia: Chess Z lo acompaña hace 11 años. “¡Y me va a llevar de vuelta!”, se emociona.◆ adelrio@cronista.com / @andrea_del_rio