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EL VESTUARIO DE LAS ESTRELLAS POR ANDREA DEL RIO
n gran placard. Así fue definido, en ocasión de su inauguración en mayo pasado, el Centro de Vestuario Teatral del Complejo Teatral de Buenos Aires (CTBA). Emplazado en el corazón de un depósito de escenografía en el barrio de Chacarita, se trata de un espacio de 600 metros cuadrados adecuado específicamente para preservar y resguardar más de 30 mil prendas que fueron utilizadas por los actores y actrices que pasaron por los escenarios de las salas oficiales porteñas (San Martín, Regio, Alvear, De la Ribera y Sarmiento) desde 1963. Una abrumadora mayoría de esos trajes, además, lleva la firma de diseñadores de la talla de Renata Schussheim, Eugenio Zanetti, Nene Murúa y Mini Zuccheri, quienes en las últimas décadas contribuyeron a darle categoría de arte —pero también vocación de tendencia— a una disciplina tan esencial para la representación dramática. Tras un riguroso proceso de acondicionamiento edilicio, ya está listo para ser visitado. Así, en coincidencia con la llegada de la primavera, el Centro de Vestuario Teatral abrió las puertas de sus 6 áreas de exhibición por primera vez al público que, cada jueves al mediodía, podrá participar de las recorridas guiadas, con entrada gratuita y previa inscripción (visitas@complejoteatral.gob.ar). El circuito brinda acceso, también, al sector de clasificación y puesta en valor, a la sala de documentación fotográfica y al almacén de guarda donde la colección de sastrería del CTBA —considerada una de las más importantes en su categoría en América del Sur— es atesorada según los más modernos criterios de conservación textil. Hasta que los ministerios de Cultura y Desarrollo Urbano, el CTBA y la Fundación Amigos del Teatro San Martín acordaron la creación de un proyecto especializado en la catalogación, mantenimiento y custodia de esos atavíos de innegable valor patrimonial —histórico y cultural—, dichos ropajes estaban archivados, sin registro formal ni cuidado profesional, en algunos recintos del subsuelo del edificio de la avenida Corrientes y en cuatro conte-
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nedores en el predio de Chacarita donde, como era de prever, alcanzaron un preocupante nivel de deterioro sobre el que llamó la atención Aníbal Duarte, jefe de Sastrería. Por todo ello, se decidió implementar un ambicioso plan de modernización de la gestión del vestuario escénico porteño que, además de instrumentar un lugar físico que reuniera las condiciones de iluminación, temperatura y humedad relativa ambiente requeridas por los estándares internacionales (el espacio de guarda funciona como un guardarropas, con corredores de colgado y pasillos con 25 módulos de estanterías), sistematizara el curriculum vitae de cada pieza de indumentaria. Para lograrlo, se desarrolló una novedosa aplicación informática —bautizada Xirgu, en honor a la actriz catalana que se exilió en Sudamérica a causa del franquismo y se dedicó a difundir la obra de Federico García Lorca, fusilado en los albores de la Guerra Civil española— cuya importancia estratégi-
ca se vincula con el concepto de trazabilidad: “genera información confiable sobre cada ítem, desde el momento de su confección hasta su almacenamiento, pasando por su historial sobre los escenarios del CTBA”, señalaron fuentes oficiales. Sucede que entre el 60 y el 70 por ciento del vestuario teatral es no sólo reutilizado (en cada función y reposición) sino que también es reciclado para adaptarse a diferentes obras. Entonces, su tránsito por camarines, escenarios, talleres y tintorería “requiere que cada etapa sea documentada de modo eficaz, para poder controlar el fondo de atuendos en su totalidad”. Hoy, tras 23 meses de trabajo silencioso y dedicado, cinco expertos en registro y preservación ya ficharon 18.950 piezas. Y se está trabajando en unas 300 a 500 que, por su valor emotivo, se consideran el tesoro de la colección, como la capa que Alfredo Alcón lució en su última obra, Final de partida.◆ adelrio@cronista.com / @andrea_del_rio