CAROLINA HERRERA en Clase Ejecutiva (abril 2009)

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NOTA DE TAPA ◆ Carolina Herrera y Carolina Herrera (h.)

La mujer de negocios que entendió a tiempo que el éxito dependía, esencialmente, de su dedicación exclusiva a la dimensión creativa de la compañía. La hija dilecta de la high society caraqueña. Que a los 25 años se divorció y regresó al solar paterno con sus dos niñas pequeñas, Mercedes y Ana. Que al tiempo se casó con Reinaldo, su ex novio de la adolescencia y vástago de Mimí Herrera (la matriarca de la moda del país caribe, cuya hacienda era frecuentada por Salvador Dalí, Christian Dior, la realeza europea y la aristocracia banquera estadounidense), a quien convirtió en padre de Carolina y Patricia. Que apenas superadas las cuatro décadas, consagrada como una de las mejor vestidas del jet set internacional, se animó a sacudirse la placidez de una vida acomodada para ganarse un lugar en el competitivo mercado de la alta costura. La mujer que rompió todos los moldes. La señora, claro. “ALÓ, ¿QUÉ TAL? ¿NO SERÁ MUY LARGO, NO? VALE”. Adiós hipótesis, suposiciones y conjeturas. La habita una voz cálida, acogedora, serena. Sus vivaces palabras están hilvanadas por una sonrisa que nace más allá. La desenvoltura con que rompe el hielo se intuye como uno de esos dones mundanos heredados. Y sí, está en su oficina central dispuesta a una entrevista telefónica pero, en realidad, formalmente, se encuentra de vacaciones. Queda claro, entonces, que nadie más alejado que Carolina Herrera del cliché mediático de lo que debe ser –distante, despótica, fatua– una diseñadora de moda. “No pienso en la fama. Figúrate que me encanta que me pidan autógrafos o fotografías por la calle porque quiere decir que algo bien he hecho. Claro que no me gusta que invadan mi privacidad. Pero considero que si estás en público, haciendo algo público, bien puedes hacer algo pequeño como firmarle una foto a quienes son la razón de tu éxito”. Primera lección de sentido común de una mujer excepcional. Lujo, exclusividad, elegancia y sofisticación suelen ser entendidos como sinónimos. Las sutiles diferencias entre unos y otros conceptos son el principio y el fin del universo CH. Nacida hace 70 años en el seno de una encumbrada y antigua familia venezolana –que aportó terratenientes, hombres de Estado e incluso fundadores de la aviación al país caribe–, creció reflejándose en el espejo de una abuela y una madre que cultivaban la variante más exquisita del refinamiento: la simpleza. A mediados del siglo pasado, la alta sociedad caraqueña se vestía en las grandes maisons francesas, la realeza europea veraneaba en las haciendas de los barones del cacao y tanto la bohemia intelectual parisina como el jet set hollywoodense cultivaban amistades con sabor a ron. En ese contexto, no llamó la atención que, cuando tenía 13 años, Carolina –aficionada a los deportes, los caballos y los perros– viajara a París junto a su abuela para presenciar, en primera fila, un desfile de Cristóbal Balenciaga. Fue su primer contacto oficial con la alta costura. Y el despertar al cosmopolitismo. Desde entonces, la belleza y la elegancia fueron los parámetros que guiaron una vida sin sobresaltos pero tampoco consentida gracias, especialmente, al carisma de su madre, María Cristina, de quien ha dicho que “era muy estricta, sin ser tirana. Siempre había un tiempo y un lugar para todas las cosas. Y he llevado conmigo esa idea toda la vida”. El madato de clase tenía reservado, para Carolina, un lugar previsible, un 24

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Lujo cotidiano Con plaza ya reservada en Patio Bullrich, se espera que el ansiado corte de cintas de la primera tienda CH Carolina Herrera en el país se celebre durante este semestre. Se trata de una unidad de negocios creada en 2001 que comprende la línea de alta gama de diseño pret á porter y noche, con opciones de calzado y accesorios. Con presencia en Europa (España, Portugal y Suiza), Estados Unidos (Coral Gables, Boca Ratón, Las Vegas, Houston, entre otras), Centroamérica (México y Panamá) y Oriente Medio (Emiratos Árabes y Arabia Saudita), el plan de expansión prevé la inminente apertura de nuevos locales (foto), además del porteño, en Bogotá, Kuwait, Bahrein y Qatar. Por su parte, la colección de alta costura se comercializa exclusivamente a través de las dos únicas boutiques Carolina Herrera New York que existen en el mundo (en Madison Avenue, de la Gran Manzana, y sobre la madrileña Avenida Serrano), cuyo concepto arquitectónico y espacial –firmado por el estudio canadiense YabuPushelberg– refleja los atributos de modernidad, elegancia, lujo y sofisticación de la compañía.

puerto seguro, un camino sin bifurcaciones: un novio de su mismo rango social, una boda temprana, varios hijos, el cultivo de una intensa vida social. Discurrir. Y sin embargo... Siete años después de su boda con Guillermo Behrens Tello, Carolina firmó el divorcio y buscó refugio en la casa paterna, junto con sus dos pequeñas hijas (Mercedes y Ana). Eran los años de la bonanza petrolera, cuando el país disfrutaba de una estabilidad política inédita gracias, en gran parte, a la vocación de estadista de Rómulo Betancourt (presidente durante los períodos 1945-1948 y 1959-1964), considerado el padre de la democracia venezolana. Mientras tanto, Carolina trabajaba por primera vez en su vida (como RRPP de Pucci en Venezuela) y se reencontraba con Reinaldo Herrera Guevara, marqués de Torre Casa, aquel noviecito de la adolescencia que se había convertido no sólo en el soltero codiciado de Caracas sino en el joven más notable, mejor relacionado y con mayor proyección en los negocios de su generación. Hubo boda. Y nacieron dos niñas más (Carolina y Patricia). La princesa que quería vivir se transformó en la anfitriona perfecta, instalada en la La Vega, una hacienda construida en 1590 donde honró el legado socialité. Y sin embargo... A paso firme sobre las cuatro décadas, intuyendo que esa sensibilidad (tan elogiada) para lookearse podía trascenderla, presentó una colección de moda que causó sensación en su círculo. La historia oficial indica que, por probar, en 1981 se mudó a Nueva York y que, inmediatamente, montó un desfile en el Metropolitan Club donde las hasta entonces desatendidas almas urban chic sucumbieron ante sus vestidos, faldas, pantalones y chaquetas de confección matemática que, al mismo tiempo, reivindicaban el vértigo de la figura femenina, la gracia de las texturas cómplices y la sensualidad de los escotes sugeridos, las clavículas reveladas y los antebrazos desnudos. La historia no tan oficial alude a un poderosísimo angel investor venezolano, a una estrategia de negocios concebida hasta en sus más mínimos detalles, al asesoramiento de sus expertas amistades (la legendaria Diana Vreeland, editora de Vogue y Harper’s Bazaar, y el conde Rudi Crespi, referente de la moda italiana en la Gran Manzana). “Nunca me metí en los negocios, sólo en la faz creativa, que es donde reside el verdadero negocio, porque lo que yo creo es lo que se vende. Entiendo que la creatividad y los números son


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mundos muy diferentes, que no pueden estar unidos en la cabeza de una misma persona. Y cuando hablo de creatividad me refiero a que sé exactamente cómo se debe ver un vestido divinamente bien hecho, con los hombros en su puesto, por ejemplo. Pero si me dices que te cosa, o incluso que te dibuje un vestido, me siento a llorar porque no tengo idea de cómo realizarlo (risas). Tampoco es necesario, porque este negocio funciona en base al trabajo en equipo y mi gente lleva tantos años conmigo que ya tienen mi mismo ojo y saben que me gusta la perfección. Es cierto que mi éxito fue inmediato, repentino, pero no siento que haya sido una carrera meteórica. Son casi 28 años en los que he trabajado muchísimo y la compañía ha ido creciendo como debía. La clave fue que aporté algo diferente, un glamour que faltaba en ese momento. Pero comencé porque, simplemente, me encantaba la moda. Hoy creo que soy muy afortunada por haber tenido una madre que me inculcase tanta disciplina y determinación”. “DETENGÁMONOS UN MOMENTO, QUE LLEGARON MIS NIETOS”. Nobleza obliga: el grabador en pausa. Sin embargo, es imposible no escuchar las vocecillas agudas, los besos en cada mejilla, los mimos en inglés. Cosmopolita por naturaleza, Carolina Herrera es abuela de un seleccionado internacional de 11 niños –estadounidenses, españoles y venezolanos a los que, a mediados de año, se sumará uno argentino–, resultado de la diáspora de las cuatro herederas de su imperio. Carolina Herrera se convirtió en un gigante del diseño internacional que es no sólo sinónimo de moda sino también de fragancias, calzados, gafas y accesorios. La primera boutique de bandera Carolina Herrera New York abrió sus puertas en un deslumbrante edificio de cuatro pisos sobre Madison Avenue que expresa materialmente el ideario de sofisticada modernidad de la colección couture. Con el tiempo, se multiplicó otro segmento de tiendas, CH Carolina Herrera, donde se consigue la sastrería pret á porter que condensa el portfolio lifestyle de la marca y que debutará en Buenos Aires en pocas semanas. “Claro que espero que tengamos mucho éxito. Y no, no creo que nos hayamos demorado mucho tiempo en llegar a la Argentina si se considera que se trata de una línea casual que fue creada en 2001”, despeja dudas. Y demuele mitos. “Tú sabes que, muchas veces, dicen que la

FINA ESTAMPA. Hoy, como ayer y siempre, la fresca elegancia y el charme innato de Carolina Herrera, la gran dama del diseño urban chic del siglo XX.

moda es intelectual. Y nunca he estado de acuerdo. Creo que la moda existe puramente para agradar a tu ojo, para que veas cosas lindas. Y también para que las mujeres se expresen con su propio estilo. ¿Si los diseñadores ayudamos a expresar o inducimos a hacerlo en cierta dirección? Lo que hacemos es poner en la vitrina lo que creemos que debe vestir una mujer que, por otra parte, tiene que saber exactamente lo que le queda bien a su estilo, a su tipo, a su cuerpo. ¿Que cómo se sabe? Yo tuve la suerte de nacer con el ojo para eso. Nunca fui a una escuela de moda pero tuve la fortuna de que todas las mujeres de mi familia tuvieran un alto sentido de lo que es vestirse bien. Eso de entender de proporciones y saber cómo mezclar colores es un don”. La camisa blanca, neta, pura, elegantemente casual, formalmente sexy. Esa sola prenda, icónica y emblemática, de por sí condensa lo que Carolina Herrera entiende por sofisticación accesible. “Adoro la idea de elegancia y complejidad. Lo complejo debe aparentar simple”, es su lema inamovible. “Además, creo que la moda tiene que ser realista. Atractiva, pero que te la puedas poner. Es cierto que en contextos de crisis, como el actual, a la hora de armar las colecciones uno se fija especialmente en que se puedan vender, pero eso no significa que te pones aburrida. Antes no importaba si había tanta fantasía que hacía imposible vestir esa ropa. Ahora buscas algo específico pero que también sea especial. Y si el sueño tiene un poco de lujo, ¿por qué no?”, concede la diseñadora que ha hecho un culto de la discreción respecto de las top celebrities y damas de alcurnia que integran su clientela (aunque se sabe que la han elegido desde Jackie O –durante los últimos 12 años de su vida– hasta Shakira, pasando por estrellas de alfombra roja y princesas europeas, pero también millonarias sauClase Ejecutiva

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díes y alguna que otra figurilla del jet set vernáculo, como la actriz Inés Estevez y la conductora Mariana Fabbiani). “¿Que cuál es la misión de la moda? Pues es muy necesaria para tu vida diaria, porque no sólo te vistes cuando tienes una fiesta: todos los días estás en moda. Y la moda no es un cosa frívola sino misteriosa, porque nadie sabe exactamente qué es pero atrae mucho. La critican y la alaban, pero nadie permanece indiferente. Ahora se lleva cierta androginia pero, en el fondo, al final de todo, las mujeres quieren vestirse para ser admiradas. Y la misión de Carolina Herrera es que las mujeres se vean bonitísimas, femeninas y sexies, que tengan en sus armarios prendas que les provoque sentirse especiales”. La señora... Tan especial ella misma, tan excepcional, tan única. Y tan modesta. “¿Que si me siento precursora del latin power? Mira, las latinas hemos sido siempre muy admiradas en el mundo de la moda. No te olvides, por ejemplo, de Carmen Miranda: he visto y sigo viendo, en las colecciones europeas, ese estilo repetido miles de veces. Pasa que algunos años el boom está a todo meter y a veces queda dormido, pero las latinas ya tenemos nuestro lugar”. “CAROLINA, NO CAROLINA ADRIANA”. Con esa cadencia caribe, ese tono dulce y esa determinación polite de la gente bien, llega la aclaración de la tercera de las cuatro hijas de la señora (la única que actualmente trabaja en la compañía). Se comprende que, a sus 40 años, la responsable creativa de la división fragancias del emporio reivindique con dulzura, pero sin concesiones, el título que es suyo por derecho propio. Al fin de cuentas, ella es la verdadera Carolina Herrera. Nacida en Caracas, en 1969, vivió una infancia de ensueño en la hacienda de La Vega, en contacto con la naturaleza, rodeada de un clima familiar de profundo afecto y absoluta libertad. “Como mis padres pasaban muchos días fuera de casa, aprendí tempranamente a ser independiente pero también organizada y disciplinada”, evoca siempre que puede. Cuando tenía 13 años, vivió una experiencia iniciática, tal como le había sucedido a su madre a la misma edad. En su caso, se trató de la mudanza a Nueva York. “No fue un shock pero sí un gran cambio. Me daba mucha impotencia estar en una ciudad tan maravillosa y no poder hacer todo lo que quería debido a mi edad”, recuerda vía teléfono móvil, mientras pasea con sus tres niños (Olimpia, Miguel y la recién nacida Atlanta) y uno de sus perros por un parque de Madrid, donde está establecida desde su boda con el torero Miguel Báez, alias El Litri. Cuando en 1988 se creó la primera esencia, Carolina Herrera, una combinación de nardos y jazmines que la diseñadora caraqueña siempre había llevado, el éxito fue tan rotundo que esa unidad de negocios se convirtió en una nueva demostración de lo que CH tenía para expresar, lo cual se plasmó, tres años después, en Herrera for Men. Esos primeros lanzamientos, alineados con la sofisticada división Carolina Herrera New York, se destacaron por su personalidad exquisita. Y posicionaron a la venezolana como una jugadora de fuste en el exigente mundo de la alta perfumería. Claro que, para entonces, la señora ya se había asociado con la multinacional de beauty Puig, responsable de la defi26

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Imperio fragante Los ‘80 marcaron un antes y un después en el ordenamiento mundial. Fueron la antesala a la caída del bloque comunista y a la apertura de los mercados. Carolina Herrera, que por entonces comenzaba a destacarse en el mundo de la moda, también dio un gran salto hacia la consolidación corporativa. Durante aquellos años, firmó su primer acuerdo con Puig, un grupo multinacional de beauty con presencia en 150 países, que hoy comercializa la marca. En 1988, crearon en conjunto la primera fragancia, Carolina Herrera, y la respuesta de las consumidoras fue tan positiva que, en 1991, sería el turno de la primera masculina. Así se dio el puntapié inicial a una estrategia de expansión comercial que contempló la conquista de nuevos mercados, el crecimiento a través de adquisiciones, la penetración de otros segmentos y la diversificación de productos. Otra etiqueta ya emblemática es CH Carolina Herrera: en línea con el código de las tiendas homónimas, es “una fragancia que se puede llevar, de la mañana a la noche, en cualquier ocasión, porque es fresca y accesible al instante”, señalan en la compañía. Se especula con que la versión masculina se lanzaría próximamente.

nición estratégica del nuevo segmento de negocios. Surgió la idea de crear una generación de fragancias urbanas, modernas y cosmopolitas. Y fue entonces cuando a CH se le ocurrió convocar a su tercera hija para que aportara su perspectiva fresca y rabiosamente neoyorquina a los lanzamientos por venir. Tomó en cuenta, claro, los conocimientos que Carolina Jr. había adquirido durante su trabajo en un laboratorio de la Rockefeller University (que abandonó porque “no quería vivir entre probetas”) y, esencialmente, su faceta innovadora (que ya había puesto a prueba tanto trabajando en la industria audiovisual de Los Ángeles como confeccionando collares y pulseras que vendía en su propia tienda de diseñadores independientes). Corría el verano de 1997 y estaba instalada en España, produciendo un documental sobre niños con vocación torera. Pero extrañaba Nueva York. Por eso, cuando su madre le pidió ayuda para crear una esencia que, justamente, evocara y resumiera todo el espíritu de esa ciudad, no lo dudó. Y se involucró a fondo, fiel a su estilo: en el proceso creativo, en la definición conceptual, en los testeos de notas, en la campaña de publicidad, en el guión de emociones a despertar. Y el éxito de 212 fue inmediato, contundente. Y definitivo. Porque ese trabajo de verano, casi una pasantía o colaboración especial con su madre, se transformó en una actividad con la que ya celebró poco más de 10 años, y que sumó nuevos clásicos taquilleros (212 Men, 212 Sexy, 212 Sexy Men) y sus ediciones limitadas 212 On Ice, H20, Splash. Así, oficialmente, Carolina Jr. se convierte en la musa y mano derecha de Herrera en la división cosmética y perfumes. “¿Que qué me cautivó del universo de las fragancias? Es un misterio, no hay una fórmula, se trata de un mundo intangible, secreto, sensual. Es, también, un trabajo arduo. Cada proyecto implica unos dos años de investigación, de testeos, de consultas entre nuestros


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laboratorios en Barcelona y París. Y me involucro desde el principio y hasta el final mismo, no importa el tiempo que tome. Con la experiencia que llevo acumulada en esta industria donde los principales desafíos pasan por las variantes productivas, químicas y económicas, mi balance es que lo que uno cree que se puede, se logra. Se sueña y se imagina mucho al momento de planear una fragancia. Y se aprende tantísimo con las diferentes narices. Eso es lo que vuelve diferente e interesante a este trabajo, gracias a Dios”. Su madre ha defendido siempre, como una bandera inclaudicable, que el perfume es el accesorio invisible imprescindible de una mujer que se precie de chic. Carolina Jr. confiesa que, en su caso, ha tenido desde pequeña un vínculo natural y descontracturado con los aromas. “Viví hasta los 13 años en Venezuela y algunos de los olores de la infancia se me han grabado en la memoria sin remedio: los jazmines, las rosas, las gardenias, pero también las frutas cítricas, como el pomelo y la bergamota, y la canela, por supuesto”. Sin embargo, considera que es en los códigos universales donde reside el encanto de una esencia, alejando la fácil suposición de que el ADN latino le confiere una sensibilidad especial (o, al menos, una ventaja diferencial) a la hora de la creación aromática. “Es cierto que uno inventa, sueña e imagina en función de lo que ha vivido, de lo que ha soñado, de lo que ha sentido. Por eso, tengo muy claro lo que me gusta y lo que me atrae de lo que veo, lo que oigo y lo que conozco. Pero también se trata de un trabajo meticuloso donde la inspiración es tan importante como la evolución. Cuando comencé, me gustaban las notas cítricas y las flores frescas, mientras que ahora me gustan los aromas más profundos. Es un cambio que tiene que ver con la vida, seguramente con situaciones o personas que generan nuevas asociaciones. Y no creo que sea un cambio tan vinculado con la edad, por ejem-

La mujer debe hacer el esfuerzo por verse bien. Sencillamente bien, porque la elegancia no es compleja. Fiel a su mantra, la colección otoñoinvierno 2009/1010 que Carolina Herrera presentó en la semana de la moda de Nueva York reivindica las siluetas, las texturas y los colores que enfatizan su irrenunciable definición de femineidad. Inspirada en el siglo XVIII, concentra la cintura en los vestidos sirena, elonga las piernas en los pantalones slim y subraya las caderas en las faldas angostas. Todo, con sutileza. Porque lo chic, en el universo Herrera, es sinónimo de sugerir.

plo, sino con los recuerdos. Y con su magia”, describe mientras en voz baja le señala a sus hijos que halló un lindo lugar en el parque para sentarse un ratito. Y, en seguida, asegura que “me encantaría hacer perfumes para bebés, niños e incluso adolescentes, porque me encantan los desafíos”. Desde su cargo, Carolina ha sido también artífice del lanzamiento de Chic (2001), Carolina (2002) y Chic for Men (2003), así como del más reciente CH Carolina Herrera, una fragancia fresca, en sintonía con la gama lifestyle de la división moda homónima. “¿Que si soy mi propio modelo de mujer a la hora de crear una fragancia? Pues me gusta pensar en una mujer femenina, aventurera pero familiera, que sabe triunfar en su trabajo pero también disfrutar de la vida en familia, que es moderna y elegante. ¿Que si me gustaría emular el camino de mi madre? No soy la persona más ambiciosa del mundo Simplemente dejo que las cosas pasen. No necesariamente quiero ser la empresaria que mi madre ha sido. Si pasa es perfecto, pero no está en mis planes. Y no descarto que, cuando mis hijos crezcan, vuelva al mundo de los documentales. ¿Que si me siento la heredera? Eso lo dicen más los periodistas que nosotros. Me llaman los niños, ¿vale?”. Vale. “¿ACASO TÚ SABES, COMO MUJER, QUÉ QUIERES TENER EN TU ARMARIO? Resta medio minuto en la conversación con Carolina Herrera. Y es tiempo de confidencias, en ese tono cómplice que asumen las girly talk. “A mí también me pasa de salir a comprar un par de zapatos y terminar con un vestido de fiesta divino (risas). Querer querer y saber saber es el misterio de la moda. Y de las mujeres”. Click. La señora ha dejado el edificio.◆


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