Normandía, el lado salvaje de Francia (Clase Ejecutiva)

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INDÓMITA


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FUE

TIERRA DE GALOS Y VIKINGOS, PIRA EN QUE ARDIÓ JUANA DE

ARCO,

MUSA INSPIRA-

DORA DEL MOVIMIENTO IMPRESIONISTA Y ESCENARIO DEL DESEMBARCO ALIADO HACE AÑOS.

BAJO

FRANCIA

EL HECHIZO DEL CANAL DE LA

MANCHA,

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LA FÉRTIL REGIÓN DEL NORTE DE

ES SINÓNIMO DE SIDRA, QUESOS, AHUMADOS, PATOS, OSTRAS Y CALVADOS.

LA

ALTA CONCENTRACIÓN DE ESPACIOS ARTÍSTICOS, LA RUTA DE LAS ABADÍAS Y UNO DE LOS MÁS AFAMADOS CENTROS ECUESTRES DEL MUNDO SON OTRAS JOYAS QUE JUSTIFICAN UNA ESCAPADA DE FIN DE SEMANA DESDE LA PRÓXIMA

Foto: Gentileza CRT Normandie

Leños quemados.

Zumo perfumado de manzanas. Embutidos pacientemente ahumados. Sutiles quesos blandos fermentados. Pasturas acariciadas por el rocío. Y pizcas de salitre en el aire. Normandía huele rabiosamente a naturaleza. Acaso sus abruptos acantilados sobre el canal de la Mancha y su fértil campiña a la vera de la corcoveante desembocadura del Sena, así como la neblina omnipresente que todo lo tiñe de nostalgia medieval, hayan contribuido al moldeado de una personalidad que tributa al espíritu indómito de sus antepasados vikingos. Si bien es posible adentrarse en el corazón de la región abordo de cruceros de lujo que, desde la Ciudad Luz, descubren los paisajes de postal de la ribera del Sena en su fuga hacia el estuario de Le Havre, no conviene resignar la delicia que supone transitar por sus caminos rurales deteniéndose a observar la cosecha de manzanas o cediendo el paso a los pastores que conducen a las aplomadas vacas normandas, consideradas las mejores productoras queseras del mundo. Allí, al norte de Francia, a poco más de hora y media de París, se arrecima una sucesión de poblados encantadores, posadas de leyenda y brasseries tradicionales. Pero también castillos, abadías y fortificaciones medievales que son la huella enmohecida de una historia turbulenta en el marco de la cual bárbaros y normandos, galos e ingleses, disputaron el dominio de este portal estratégico hacia el corazón de Europa. LÁGRIMAS DE JEANNE, RECETAS DE MONET Dicen los promotores turísticos que París y Rouen son una única ciudad, cuya más bonita avenida es el Sena. El vínculo entre ambas urbes, a primera vista, no resulta tan evidente. Porque la capital de la región normanda saluda al visitante con su recio perfil industrialista (papeleras, refinerías, automotrices), sus urbanizaciones clonadas y una infraestructura portuaria, al mismo tiempo marítima y fluvial, a la altura de su condición de primer puerto francés en transporte de agroalimentos. A poco de recorrer el casco histórico, re-

PARÍS.

Texto: Andrea del Río

sulta más ajustada la descripción de Rouen como “la ciudad de los cien campanarios” que aportara un Víctor Hugo transido de admiración ante la sucesión de torres, agujas y atalayas desde los cuales la capital regional intenta arañar las nubes en busca de un esquivo rayo de sol. Y, quizás, de redención. Porque aquí, concretamente en la plaza del Vieux-Marché, fue quemada viva Jeanne D’Arc, la pastora-soldado que invocó la iluminación divina para guiar al ejército francés a la reconquista de Orleans. Vale la pena demorarse unos instantes en la contemplación del entorno de la plaza del Vieux-Marché, desde donde parten varias callejas adoquinadas que conducen a las tiendas de anticuarios, los talleres de porcelana y las boutiques de quesos. Una junto a la otra. Desiguales, retorcidas, desmadejadas. Las típicas casonas normandas son un singular ejemplo de arquitectura adaptada a los recursos: dado que la piedra era de costosa extracción y su uso estaba restringido a iglesias y palacios, se idearon artesonados de roble y revoques de yeso como estructura, sellado y decoración de las viviendas. Edificadas en dos pisos, muchas aun conservan, en los pórticos, las estatuillas generalmente alusivas a la profesión de las familias que las habitaban, cuyos comercios o talleres ocupaban la planta pública. Desde 1979, en el lugar donde los invasores ingleses convirtieron a Juana en tea, se erige un templo en su honor, apenas uno de los hitos urbanos que evocan la gesta de la mártir. Nacida del tablero del arquitecto Louis Arretche, es una iglesia pero también un memorial civil, lo cual explica su exterior contemporáneo –cuyo tejado evoca el oleaje embravecido de la mar en una sucesión de escamas de pizarra que, los menos románticos, identifican con llamaradas crepitantes– así como su interior pagano, que evoca la morfología de los invencibles navíos vikingos. Diez vitrales originales del siglo XVI le confieren al espacio una iridiscencia subyugante, expresada por los hasta nueve tonos diferentes por color de cada panel. Otros sitios ruaneses dan testimonio de los últimos meses de vida de la heroína: el torreón de la Pucelle, donde se llevó a cabo

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el juicio sumarísimo por herejía; el cementerio de Saint-Ouen, donde se la condujo para que renunciara públicamente a sus supuestos pecados; y un museo homónimo donde se reproduce la armadura y estandarte que usara durante sus batallas. El paseo puede realizarse, excusa ideal para saborear un puñado de larmes de Jeanne, almendras tostadas cubiertas con una receta secreta de cacao y caramelo que son la especialidad de Jean-Marie Auzou, el maitre-chocolatier de la ciudad. Luego, el recorrido conduce al Gros Horloge a través de la rue homónima, primera peatonal del país. El gran reloj es el símbolo de Rouen, un artefacto astronómico (da cuenta de la hora, de los días de la semana y de las fases lunares) del siglo XIV montado en un campanario gótico suspendido de un arco renacentista. Su mecanismo es el más antiguo de Europa y puede admirarse bien de cerca en una visita guiada a la sala de los cuadrantes, la colección de campanas e incluso los antiguos aposentos del gobernador del reloj. Desde allí, los adoquines guían hacia dos hitos ineludibles: la catedral Notre-Dame, reflejo de la evolución del arte gótico cuya aguja de hierro es la más alta del país (151 metros) y donde se resguarda el corazón del legendario Richard Coeur de Lion; y el bureau des Finances, el edificio renacentista más antiguo de la ciudad, actual Oficina de Turismo. Allí, en un cuarto ya demolido, instaló su caballete Claude Monet, durante 1890, para estudiar los efectos de la cambiante luz normanda sobre la fachada occidental del templo, lo cual dio origen a una serie de 30 cotizadas pinturas. Justamente, la antigua capital del ducado de Normandía es considerada una suerte de urbe6

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ETERNA ROUEN La singular estampa de la catedral ruanesa de Notre-Dame, musa inspiradora de los ensayos impresionistas del genial Monet convive con otro ícono de la capital de la región: el gran reloj astronómico del siglo XIV. Además, los talleres de cerámica y las pasturas de ganado normando le confieren personalidad a la ciudad donde fue inmolada Juana de Arco (he allí el templo en su honor). El Museo de Bellas Artes, otro imperdible.

pinacoteca que alberga la segunda colección de impresionismo más importante de Francia. En ese sentido, su Museo de Bellas Artes es la meca de los admiradores de pinceles tan ilustres como Monet, Géricault, Corot, Pisarro y Sisley: ellos se inspiraron en la bruma marina, el sol de otoño, las coquelicots de los prados y los nenúfares de los estanques para eternizar ese landscape de ensueño basándose en la técnica puntillosa de pequeñas pinceladas de colores netos que, al ser observadas en conjunto, componen una imagen definida. Rouen también es un sitio de rarezas. Cerca de la iglesia de Saint-Maclou (una joya del gótico flamígero famosa por su pórtico de madera esculpida), se encuentra el aitre homónimo, un osario inaugurado en 1348, cuando la peste negra se cobró la vida de tres cuartos de los habitantes de la ciudad, saturando el cementerio general. Igualmente singular es el museo Le Secq des Tournelles, dedicado a las artes del hierro forjado: alberga la mayor colección mundial (100 mil piezas) de utensilios y objetos decorativos que se exponen en una antigua iglesia desacralizada tras la revolución de 1789. A modo de despedida triunfal, no puede faltar el tributo al paladar. En 2002 se fundó Le club de toques rouennaises, que actualmente agrupa a una veintena de restaurantes y brasseries que honran el menú impresionista compendiado por el pintor Claude Monet, cuyo cookbook –en rigor, una serie de apuntes y recetas ajenas– se ha convertido en

un best-seller. El concepto de banquete y la preferencia por los ingredientes regionales están a la orden en reductos como Au bois chenu, Le be sens y Les p’tits parapluies, donde un pato a la prensa y un soufflé de manzanas explicitan en qué preciosista manera todo se vuelve arte en Rouen. ABADÍAS, MANZANOS Y ACANTILADOS El poder y la gloria coquetearon, durante los últimos diez siglos, en Normandía. Allí está para demostrarlo la abadía del Monte Sant Michel, que acaba de celebrar sus 1.300 años. Construida sobre un promontorio que custodian las aguas del canal de la Mancha, se trata de un santuario prerománico convertido en abadía benedictina durante la Edad Media, e inmortalizada como fortaleza que permitió resistir los embates británicos durante la Guerra de los Cien Años. Sin embargo, a lo largo del valle del Sena, rumbo a la mar, se suceden muchas otras cartujas, claustros, prioratos y conventos que dan testimonio del singular fenómeno monástico que tuvo su época de esplendor durante el reinado de Guillermo el Conquistador. Como si se tratara de una visión, en un meandro del camino, se divisa la abadía de Jumieges, considerada “la ruina más bella de Francia”. Fundado en el siglo VII, jugó un rol decisivo en la organización política y económica de la región merced a sus vastas extensiones de tierras productivas, hasta que las invasiones vikingas del siglo IX obligaron a un impasse. Posterior-



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Fotos: Gentileza CRT Normandie

mente, y bajo la protección de los duques de Normandía, el enclave protagonizó una etapa dorada como centro intelectual especialmente reconocido por su scriptorium (sala reservada a la copia de incunables), aunque tras la revolución de 1789 fue expropiada y transformada en cantera. Ejemplo singular del arte románico, incólume pese al hostigamiento de los siglos y los hombres, la abadía se convirtió en una suerte de ruina-musa para los poetas y músicos del siglo XIX. Elección que se explica si se visita Jumieges al atardecer, cuando la típica bruma normanda le confiere a los despojos un aura de misterio. Siguiendo el caprichoso curso del Sena, el camino está jalonado de plantaciones frutales. Dicen que el aroma de Normandía se esconde en el corazón de una manzana. De hecho, aquí se cosechan cerca de 10 millones de pommes al año, lo que representa el 60 % de la producción francesa (50 % se destina a sidra, 30 % a calvados y el resto a jugos). Inesperadamente, el río culmina su avatar en un estuario junto al que se despliega Le Havre, el segundo embarcadero más importante del país y la única urbe normanda con protección patrimonial de la Unesco, reconocimiento a la titánica tarea de reconstrucción del casco histórico tras los bombardeos de la guerra. Pero son los acantilados la postal más difundida de la región del Sena marítimo, caracterizada por sus poblados pesqueros pendientes de los riscos y sus bosques que parecen despeñarse hacia las aguas. A poco de andar se divisa Etretat, anclada en el corazón de la costa de alabastro, como se conoce al conjunto de farallones blancuzcos, cuyos hitos salientes son tres formaciones talladas por las olas: l’aiguille (aguja) y las portes (puertas), arcos natu8

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AGRESTE SENA MARÍTIMO Siguiendo la desembocadura del mítico río galo hacia el canal de la Mancha, la ruta de las abadías es un viaje de ida a la atmósfera medieval que todavía se enseñorea en la región. La de Jumieges, con sus jardines laberínticos, es considerada “la ruina más bella de Francia”. El centenario puerto de Honfleur es otra postal típica, así como las formaciones rocosas en forma de agujas y pórticos son el sello de Etretat.

rales tapizados de césped en cuya cima se despliega un exclusivo campo de golf de 18 hoyos creado en 1908 por la colonia inglesa. Legendaria por su producción de ostras (las predilectas de la reina María Antonieta), Etretat también lo es por sus playas de guijarros que, al ser acariciadas por el mar, estallan en un espejismo de sonidos hipnóticos. Quizás por ello es uno de los destinos de retiro favoritos de editores, periodistas y escritores, siempre ávidos de un conjuro silencioso que les permita exhorizar los demonios de la palabra. Al pie del puente de Normandía se alza Honfleur, uno de los villorrios más atractivos de la corniche. Semeja el escenario de un relato romántico dado el preciosismo de sus callejas serpenteantes, sus casitas de entramado y pizarra, sus coquetos salones de té y sus bohemios atelieres en armónica convivencia con la banquina donde los pescadores –de rigurosos polerones a rayas– descargan la faena diaria y los antiguos depósitos de sal con vista al vieux bassin, como se conoce al puerto del siglo XVII desde donde zarpó la expedición que fundó la canadiense Quebec. Semejante ligazón con el agua convirtió a Honfleur en cuna del impresionismo cuando el pintor Eugene Boudin, maestro de Claude Monet, fue el primero en quedar prendado de esa luminosidad líquida. POLO EN EL 21º ARRONDISSEMENT Dicen que en Deauville nació el espíritu indolente de la belle époque cuando, en 1860, el excéntrico duque de Morny, hermanastro de Napoleón

III, decidió que era el lugar perfecto para crear una estación balnearia donde consentir los caprichos de lujo ocioso de la rancia aristocracia y la pujante burguesía del Segundo Imperio. En apenas cuatro años, ese océano de dunas y pantanos se convirtió en una seaside village cuyos palacios, hoteles cinco estrellas, casinos e hipódromos rápidamente le ganaron fama internacional como “el arrondissement parisino junto al mar”. Ningún bon vivant pudo resistir el encanto del resort: baños pompeyanos, tenis, golf, carreras de caballos y regatas colmaban esos días de frenesí coronados por cenas de gala y emocionantes partidas en el casino. Tras algunas décadas de decadencia, esta perla de la cote fleurie volvió a posicionarse como una escapada al refinamiento (los fines de semana de verano, la población trepa de 4.500 a 40 mil). Gran parte de su sex appeal reside en que, en apenas dos horas desde París, se puede discurrir serenamente por la promenade Les Planches, una pasarela de azobe desplegada a la vera de un manto de fina arena cubierto por 600 sombrillas en colores primarios, además de cabinas que, cual hall of fame, ostentan el nombre de las estrellas del arte y el espectáculo de todos los tiempos, en un guiño al Festival de Cine Americano que, cada septiembre, despliega su alfombra roja, granjeándole al balneario el apodo de “la Cannes del norte”. Patrimonialmente, si bien no muy antiguo, el acervo arquitectónico de Deauville es valorado por el eclecticismo de sus casonas neonormandas. Así, las villas Strassburger (construida por el ba-



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Fotos: Gentileza OT Deauville

PARÍS JUNTO AL MAR. Deauville es sinónimo de lujo ocioso. Destino favorito de fin de semana entre los parisinos, perpetúa un estilo de disfrute del tiempo libre característico de la belle epoque. También meca cotizada de la hípica, en agosto será sede de la revancha entre los teams argentinos La Dolfina y Ellerstina.

rón Henri de Rotschild en 1907), Le Cercle (club privado de criadores de caballos, erigido en 1875), Les Abeilles (inaugurada en 1910 como residencia de madame Paquin, gurú de la alta costura con boutiques en París, Londres y Buenos Aires) y Camélia (exótico ejemplo del flamboyant, actualmente propiedad de un emir árabe) son algunas de los 555 palacetes que sobrevivieron no sólo a la guerra sino a las nuevas costumbres de veraneo de la alta sociedad. Con todo, otros edificios aluden más rotundamente al charme innato de Deauville: frente al mar, los hoteles Normandy Barriere y Royal Barriere, así como el casino, evocan los años dorados con sus boutiques de lujo, sus restaurantes con estrellas Michelin, sus salas teatrales al estilo del Petit Trianon e, incluso, dos exclusivos bares de oxígeno. Todo ello, sin embargo, no alcanza para sustraer la atención de lo que verdaderamente importa en Deauville: los caballos. Desde la inauguración, en 1864, del hipódromo Las touques, al que se sumó el Clairfontaine, en 1928, la industria ecuestre ha honrado su potencial. Actividad tradicional de la Baja Normandía, que concentra el 60 % de la cabaña francesa, la cría (y entrenamiento) de purasangres para carreras ha posicionado a los más de 75 studs locales en el liderazgo internacional (siete de cada diez cracks llevan ADN normando). Con un calendario de carreras que se disputan siete meses al año, un centro de entrenamiento para 600 equinos y un circuito de subastas donde se dan cita los principales players del mercado, el balneario es también sede del Lucien Barriere Deauville Polo Cup, campeonato inter10

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Edén normando Banquete, festín, bacanal.Tal es la inmediata asociación que trazan los franceses de pura cepa cuando se evocan las virtudes de la gastronomía normanda. Sobreviviente del boom de la nouvelle cuisine, continúa llevando en alto los blasones que la consagraron como sinónimo de celebración de la abundancia de la tierra. ¿Cuáles son las joyas de ese patrimonio gastronómico? Quesos (camembert, livarot, pontl’évêque y neufchâtel), crema y manteca, corderos (de raza grévin, criados en las costas salitres), mariscos (ostras y vieiras con aporte de agua dulce), chacinados (la andouille de Vire, considerada la mejor de Francia, se elabora con 25 intestinos de cerdo superpuestos y ahumados con leña de manzano) y las aves (pato ruanés y pollo de Auge). Pero, sin lugar a dudas, Normandía sabe a pecado: con una producción de diez millones de manzanos (correspondientes a 300 variedades), es un jardín del Edén. Semejante prodigalidad de la naturaleza justifica la abundante producción de sidra (no filtrada y fermentada sin agregado de gas carbónico, con una graduación de 4,5º). Y de calvados –el champagne normando–, aperitivo indisolublemente vinculado al trou normand, como se conoce a la pausa a mitad de los suculentos almuerzos o cenas que todavía se practica en casas y restaurantes de la región. Con denominación de origen desde 1942,se trata de un destilado cuyo equilibrio aromático es resultado de las 48 variedades de manzanas admitidas en su elaboración. Otro aguardiente derivado de la manzana es el pommeau, mosto de manzana al que se le añade calvados joven para detener su fermentación de modo que conserve, al mismo tiempo, la dulzura y acidez naturales en el fruto. El protocolo indica beberlo fresco, como acompañante de los cremosos postres normandos.

Βrújula

AÉREOS: Air France vuela directo a París todos los días. Desde u$s 10.247 (impuestos incluidos) en su nueva clase l’Espace Premiere (únicamente 8 asientos de una longitud de dos metros que se transforma en cama anatómica con apoyo lumbar ajustable y función de masaje relajante. Por u$s 4.099 (impuestos incluidos), l’Espace Affairs fue rediseñada para disponer de asientos-cama lie-flat con inclinación de 180º. Sitio web: www.airfrance.com. INFORMES: www.franceguide.com.

nacional que se celebra cada agosto desde hace 50 años. Una cita con el deporte de reyes que, este año, tendrá un sabor especial para los argentinos. Porque, por primera vez, una final del mítico Campeonato Argentino Abierto será rejugada en Europa –en Deauville, obviamente– y transmitida a 70 países. Así, el 1º de agosto próximo, La Dolfina y Ellerstina –donde revisten ocho de los once jugadores con 10 de hándicap en la actualidad–, van a enfrentarse en un partido que, lejos de las tradicionales exhibiciones, se promociona como la revancha del que perdiera el conjunto de Adolfo Cambiasso en diciembre pasado, en Buenos Aires. Un comienzo de temporada nunca visto en Deauville, la tierra donde el caballo es rey.◆


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