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Sexo, Pudor y Lagrimas

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Gerardo Oñate

Gerardo Oñate

o la segunda parte que nadie pidió

texto ANDREI MALDONADO

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Hace tiempo, en un texto especial de Cinéfagos, mi compañero Juan José Antuna Ortiz hablaba de cómo Hollywood se aprovecha de la nostalgiaylaexplotaatalmaneraque genera productos cuyo único fin es hacer click con el público de antaño, utilizando actores del reparto original de los filmes iniciadores de las sagas (el ejemplo más reciente es Jurassic World Dominion ) y olvidándose por completo si la pe lícula en cuestión (segunda, sexta o millonésima parte de la franquicia) posee algún valor cinematográficoreal. Esta forma de trabajarya llegó al cine mexicano, y ha tocado una de las películas más importantes del mal llamado“NuevoCineMexicano ”delos años noventa: Sexo, Pudor y Lágrimas, una cinta que en su versión original fueunaobra de teatrodiri gida por Alfonso Serrano, llevada por él mismo a la pantalla grande en 1999, volviéndolalatercerapelículanacional más vista en cinesen la historiahasta ese momento, y compitiendo con grandes estrenos hollywoodenses dentro del top 10 de películas más vistaseseaño. La clave del éxito de la película de Serrano se debió a varios factores: uno, que se trataba de una obra de teatro con gran impacto en la escena teatral nacional.Dos,quecontóconun elenco envidiable, con actores que comenzaban a tener u na carrera ascendente.Tres, laexitosa campaña publicitaria, que incluyó un excelente soundtrack hecho por un artista pop (en toda la extensión de la palabra) comoAleks Syntek. Y cuatro -quizá el másimportante,ladesfachatezconla que, desde el títul o, la película abordaba temas tabúes en ese entonces como el sexo, el placer femenino y las masculinidades tóxicas. Veintidós años después aparece Sexo, Pudor y L ágrimas 2 que, como a Trainspotting 2 ,todoleduele,yaque pretenden alargar una historia qu e no da para más, que se había resuelto desde sus primeras partes, y que la aparente posibilidad de explotar nuevas vías tras los finales abiertos que dejaron, no era tal, ya que la simpatía que tenían los actores originales sehaperdido con el tiempo yahora únicamente quedaeldesgaste de verlos envejecidos y completamente fuera del contexto en queselesconoció.

Los nuevos personajes en la historia tampoco conectan ya que, como hijos de los personajes originales, únicamente justifican su existencia en unaaparentebúsquedaderespuestas a lo que sus padres hicieron más de 20añosatrásque, dichoseadepaso , no es precisamente que hayan hecho algofuerade locomún,másalláde la intelectualización de las relaciones sexuales al interior del matrimonio, salpicada de algún que otro buen diálogo (y la muerte no muy bien explicada del personaje interpretado porDemiánBichir). Y es que esta nueva entrega termina malporque desde su concepción todo estuvo mal. Incluso parece evidenciar máslasdebilidadesdesuantecesora. Sexo, Pudor y Lágrimas 2 pretende sercontestataria,explosiva,talycomo fue la uno, pero a es o llega dos décadas tarde. Los temas que trata como “tabú” ya no lo son y son abordados de manera más inteligente por otras películas y series. Además, el hecho de estrenarse solo vía streaming la debilita, pues pierde eso que consiguió su predecesora: lle nar lassalasconunapelículamexicana.

Nadie ni nada le quita su lugar en la historia del cine mexicano a Sexo, Pudor y Lágrimas , ni siquiera su malograda segunda parte, pero nos demuestra que las máximas del cine se cumplen: segundas partes nunca son buenas (con muy pocas y honrosas excepciones), y que a algunos gigantes del cine es mejor dejarlos enel Olimpo en dondeestán, dando de paso respeto a los actores que los forjaron, que muchas veces son los que terminan pagando los platosrotos. Nadie ni nada le quita su lugar en la historia del cine mexicano a Sexo, Pudor y Lágrimas , ni siquiera su malograda segunda parte, pero nos demuestra que las máximas del cine se cumplen: segundas partes nunca son buenas (con muy pocas y honrosas excepciones), y que a algunos gigantes del cine es mejor dejarlos enel Olimpo en dondeestán, dando de paso respeto a los actores que los forjaron, que muchas veces son los que terminan pagando los platosrotos.

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