La botánica implica una poética latente que habla del contexto en el que vivimos y muchas veces ignoramos. La belleza nos rodea y la dejamos pasar inadvertida sin dar una oportunidad para encontrar los tesoros que están contenidos en nuestra rutina. En el último año se ha despertado en mí una fascinación por la naturaleza, su orden y perfección inentendibles, y por verme a mí en el tejido de la vida, del cual muchas veces nos pensamos ajenos. Cada vez más siento que la felicidad que buscamos se encuentra gritándonos en el día a día, y no nos damos cuenta que fuimos creados para ser parte de un solo ambiente, que las relaciones son frágiles y en extremo importantes. In-Situ habla y, de alguna manera, da vida a esa poética que está latente en la naturaleza, especialmente en la botánica.
“Cada vez más siento que la felicidad que buscamos se encuentra gritándonos en el día a día.”
VOZ DE LA NATURALEZA Ana Peralta Últimamente he tenido cierta obsesión con las flores. Desde algunos meses atrás he comenzado a fotografiarlas y a investigar un poco más acerca de sus procesos naturales. He encontrado mucho de mí en ellas o mucho de ellas en mí. Sus formas, transformaciones, color, y sensaciones me han hablado sin necesidad de una sola palabra. En los últimos viajes he buscado visitar lugares que me permitan apreciar la flora; jardines botánicos, castillos, museos, y he estado encantada con la belleza de lo sencillo, con la fuerza de lo más simple. Sin embargo aquí, en mi propia ciudad, Bogotá, pese a todas las horas, días, meses y años que han transcurrido, nunca había ido al Jardín Botánico. Muchas veces buscamos maravillarnos con lo desconocido, buscamos explorar, recorrer, y encontrarnos en lugares que ni siquiera son cercanos. Pero borramos el silencio que a veces nos grita en lo cotidiano, damos tantos pasos indiferentes y ciegos, ignorando todo el poder que tiene el día a día. Nos refugiamos en el salir de la rutina, en lugar de hacer de la rutina algo entretenido. Pasamos los días buscando algo extraordinario, cuando la multitud de detalles ignorados ya hacen de la nuestra, una vida extraordinaria.
Bueno dejando de lado un poco la cursilería, debo decir que esta visita realmente la disfruté. Creo que fue el hecho de no esperar nada, de no tener una idea preconcebida de lo que me iba a encontrar. El estar dispuesta a recorrer y hacer de mi camino, por más corto o simple que fuera, algo especial. Decidí prepararme con mi cámara, y así como en los viajes, estar atenta a los detalles, buscar el sorprenderme y no solo esperar a que la sorpresa me encontrara. Al llegar nos entregaron un mapa, no muy bien diagramado y bastante confuso, lo que nos permitió crear nuestro propio trayecto, aprender caminando, descubrir en cada paso. No contábamos con guías o expertos, lo que resultó, tal vez, en el no estar predispuestas sino crear nuestra historia al recorrer. Realmente no puedo decir que después de mi visita soy una experta en botánica, o que aprendí acerca de la historia de nuestra flora. Pero sí percibí y disfruté de los detalles, de la variedad, de la belleza, de la proporción, de la teoría del color que nunca podrá llegar a ser manejada tan majestuosamente por ninguna mano humana. Aprendí de los patrones, texturas, sensaciones y composiciones, puestas y diseñadas cuidadosamente por alguien superior. Pude ver Su mano de amor en todo lo que me rodeaba.
“Aprender caminando, descubrir en cada paso.”
Recorrí diferentes ecosistemas, climas, y lugares en una sola tarde. Entendí que nunca mi imaginación, creatividad e ingenio podrían generar un diseño de experiencia de tal magnitud. Sin luces, sonidos, simuladores o artefactos, algo se transformaba dentro cada vez que me dejaba sumergir por la naturaleza que me rodeaba y que estaba dispuesta a hacerme parte de su día resolví no pensar o analizar, o buscar explicaciones, decidí por un momento parar y agradecer. ¡Cuánta belleza! Eran como dulces para los ojos.
Realmente no sabía en dónde fijar mi mirada. Sonreía y caminaba, sin necesidad de hablar, o de comentar o de compartirlo con nadie, decidí disfrutar. Disfrutar de ese momento, del ahora, sin buscar argumentos de qué era lo que lo hacía de esta experiencia algo tan sublime. Me di cuenta que Él estaba hablando, estaba hablando a lo más profundo y yo solamente tenía que escuchar. Siendo así concluí que esta jornada fue una prueba más de que la creación habla a gritos de la belleza de su Creador.
“Hablan sin sonidos ni palabras; su voz jamás se oye. Sin embargo, su voz atraviesa el mundo entero, sus palabras llegan al último rincón de la tierra..” Salmo 19:3-4
BOSQUE INTERVENIDO Andrea Peralta Instalación en el Jardín Botánico de Bogotá Contando con el apoyo del Jardín Botánico de Bogotá, la Fundación Al Verde Vivo organizó la exposición In-situ “El bosque intervenido: la visión del bosque”, cuya inauguración tuvo lugar el 20 de Septiembre. La iniciativa, que estará abierta al público hasta el 27 de Octubre, pretende combinar ecología y arte, ésta reúne distintas prácticas plásticas contemporáneas, instalaciones y uso de medios audiovisuales. En la muestra, cuya curadora invitada fue Ana María Lozano, docente de la Pontificia Universidad Javeriana y vinculada al Departamento de Curaduría del Museo de Arte Moderno de Bogotá, participaron 9 propuestas de intervención, dos colectivos de artistas por convocatoria y 7 artistas invitados. A través de la intervención se busca una interacción y reflexión del espectador con las obras en el Jardín Botánico para explorar la visión del bosque y la relación que tiene el ser humano con el mismo. Tejidos que enlazan y envuelven árboles del lugar buscan hacer evidente la conexión que hay entre seres vivos, ésta es la pieza “El origen de todas las relaciones”, creada por el colectivo de artistas más jóvenes de la intervención: El origen.
Marta Combariza: Entre el Cielo y la Tierra, 2014
Colectivo Dilo: SĂntomas de Luz, 2014
Por su parte Germán Botero plasma en su obra “Tronco” la evidente similitud entre el cuerpo de hombres y el cuerpo de la naturaleza. Troncos suspendidos simulan piernas y hacen una reflexión frente a cómo el hombre mismo hace parte de la naturaleza. Los “Síntomas de Luz” del Colectivo Dilo se toman la cascada del bosque de niebla, posándose sobre los árboles los bichitos de papel se camuflan en el paisaje hasta hacerse evidentes en la mirada atenta del espectador. Poco a poco empieza a percibirles hasta ver el lugar invadido por piezas delicadas que titilan y forman un conjunto con el bosque mismo, una mímesis innegable que a primera vista se funde entre los árboles. Un sistema de televisión que puede ser manipulado por los insectos del lugar se instala en el antiguo Mariposario y conforma “El teatro de los Insectos”, pieza de Andrés Jurado. La obra amplifica el rol de los pequeños seres vivos en el tejido de la naturaleza e intercambia el anonimato de los mismos por el papel principal. “Entre el cielo y la tierra” se gesta un ambiente de interacción directa del visitante en el Jardín, una bóveda bajo tierra deja ver al cielo y sentir una amplitud y libertad, resultado paradójico al envolver al espectador entre la tierra. La pieza de Marta Combariza permite hacer una reflexión sobre la belleza del nacimiento de la vida vegetal, desde lo profundo hasta llegar al cielo. Finalizando con la participación del espectador se encuentra la obra “Hilantes” de Juliana Góngora, una obra de arcilla, piedra y vidrio que define una estructura similar a un Hormiguero y a una Maloca, la pieza busca recrear la relación entre cultura y naturaleza a partir de la tierra misma. Marta Combariza: Entre el Cielo y la Tierra, 2014
Andrés Jurado: Teatro de insectos, 2014
Distintas prácticas plásticas contemporáneas, instalaciones y uso de medios audiovisuales se funden con la flora
Fotografía, edición y diseño editorial: Andrea Peralta.